Según Mertens, (2000) la Formación por competencias no es solo incorporar la dimensión de aplicación de conocimientos y habilidades, sino que se corresponda con las necesidades estratégicas de la empresa en todos los sentidos.
Como una de sus dimensiones fundamentales está la identificación de competencias. Existen enfoques, con una base epistemológica y psicológica diferente. Como quiera que se vea el problema, la competencia no puede separarse del sujeto que la posee o que la demuestra. De ahí que sea una cuestión no resuelta la aclaración de su lugar en la persona, su génesis y adquisición.
Los enfoques del concepto competencia en el ámbito del trabajo son: conductista, funcionalista, constructivista. También se plantean metodologías diferentes para identificarlas: funcional, estructural y constructivista. Conceptos y metodologías están relacionadas.
En la metodología del análisis conductista se utilizan algunos instrumentos para determinar las competencias básicas o genéricas a partir del análisis de la actividad productiva. Su categoría central es la ocupación y tarea. Se basa en el desempeño efectivo. Parte de la persona que realiza bien su trabajo, sus comportamientos laborales. Se critica su concepto muy amplio de competencia y partir de alto desempeño del pasado.
En el análisis funcional como su nombre lo indica se valoran las funciones, pasa por las que corresponden a elementos de competencia que configuran posteriormente los componentes normativos. Aquí se centra en el resultado que se espera lograr, no en como se hace. El concepto de función es más amplio que el de tarea (CONOCER, 1998).
El enfoque constructivista tiene como eje el desempeño y percibe el trabajo en el sentido de plantearse estrategias de construcción del conocimiento. Tiene dos estrategias de identificación que son la Formación en Alternancia y Pedagogía de la Definición. Ambas son aplicables a diferentes niveles. No solo identifica sino que va al desarrollo de competencias. Se aplica en el propio desempeño (CONOCER, 1998).
Indistintamente se utilizan los términos de competencia, competencia laboral y competencia profesional. No existe acuerdo en su conceptualización ni tampoco una profundización en su explicación teórica. Dentro del enfoque conductista con la metodología del análisis ocupacional, nos encontramos diferentes definiciones, pero todas centradas en los atributos de la persona que determina un desempeño superior o exitoso.
En sentido general todos se refieren a un conjunto de características o atributos entre los que incluyen conocimientos, habilidades, actitudes, destrezas (Muñoz, en CINTERFOR, 2000) y en el marco empresarial se incluyen valores (Electricidad de Caracas, Manesa, Buck Consultants, Petróleos Venezuela). Así se plantea como competencia la enumeración de un conjunto de atributos y por otra parte se establece una relación con el resultado o desempeño requerido.
En el enfoque funcional se pone énfasis en las tendencias globales del mercado y requiere de indicadores identificables en el campo laboral. La persona es competente cuando demuestra que sabe (Conocer, 1998) cuando se identifica en las normas (NCVQ en CINTERFOR, 2000).
En el enfoque constructivista se concibe la competencia como que emerge y se desarrolla al estar consciente la persona de los conocimientos, habilidades y destrezas que posee, así como el contexto donde son susceptibles de ser aplicados (CONOCER, 1998). Uno de sus promotores B. Schwartz la concibe como la actitud de un individuo para desempeñar una función productiva en diferentes contextos de trabajo y en base a resultados esperados (CONOCER, 1998).
En cuanto a su definición unos autores lo hacen en términos de capacidad (Salas, 1977; Bazdresch, 1998, Engels, 1986) donde incluyen tanto elementos cognoscitivos como los conocimientos y habilidades, y otros más dinámicos como las actitudes, lo que desde el punto de vista personológico es inadecuado (D´Angelo, 2000).
En otros casos, la expresan como conjunto de atributos donde incluyen los conocimientos, destrezas, actitudes (Liuch; Mertens, 1998; Caro, 2000) algunos además de estos atributos le incluyen los valores (Muñoz, en CINTEFAR, 2000; Boyatsis, en Cuesta, 2001).
Todas estas acepciones de la competencia están relacionadas con el desempeño pero en la perspectiva futura y no evidente. En ninguno de ellos aparecen elementos indicadores de evidencia de desempeño o la necesidad de su reconocimiento mediante demostración.
En ellas se ve, no obstante, que no se refieren a cualquier tipo de conocimientos, habilidades o actitudes sino que están vinculadas al desempeño del área laboral de que se trate.
Pocos casos definen esta categoría dándole un lugar de mayor relevancia y papel dentro de la persona. M. Fiddler (1994) la identifica como una cualidad individual o Gonczi en CINTERFOR (2000) que la ve como una compleja estructura de atributos necesarios para el desempeño.
Estos autores, sin profundizar en sus aspectos teóricos, van dándole forma a ese conjunto de atributos no llegando a una concepción más profunda de cómo al entrar en relación para un determinado fin puede lograr una estructura compleja donde probablemente se produzca una cohesión funcional de la personalidad.
En el caso de autores cubanos, desde 1977 se interesaron por esta cuestión. R. Salas (1977) realiza un trabajo en el área organizacional donde concibe la competencia como una capacidad, diferenciándola del desempeño. Por otra parte, Guach, J. C. (2000) presenta un concepto interesante al verla como un modo de funcionar la persona para posibilitarle tomar decisiones. Encontramos más recientemente a A. Cuesta que en esa misma esfera, asume la definición de Boyatzis expresada como características subyacentes cuya relación causal está en una actuación exitosa, (Cuesta, 2001). También se encuentran trabajos realizados en el área educativa que van a competencias especificas como; cognoscitiva (Valladares, 1996) que las ve como procedimientos y modos de acción; comunicativa (Fernández, 1999) que la define como una orientación psicológica; y profesional (Forgas, 2003; D´Angelo, 2000) que la conceptualizan como integración de un conjunto de aspectos profesionales.
Como se puede apreciar es un término que cada vez se utiliza más en variados campos, pero que no ha llegado a una elaboración teórica acabada. En la mayoría de las definiciones se destacan aspectos a los que se les da más peso que a otros. Se pudieran resumir sus características de la siguiente forma:
- Está integrada por diferentes elementos, uno de los cuales está referido a las acciones o procedimientos de la actividad profesional o laboral.
- Sus elementos componentes son de diferente carácter.
- Funciona de manera integral, por lo que supone una estructura.
- Está condicionada por su relación con la actividad laboral específica.
- Su funcionamiento holístico e integral lleva a que sea vista como una capacidad.
- Relaciona la teoría y la práctica.
Teniendo estos conceptos como premisa se conciben diferentes diseños curriculares dirigidos a la formación por competencias.
Una conceptualización de la competencia profesional.
Los enfoques hasta ahora vistos y el estado actual de la categoría no permiten plantear que su conceptualización esté resuelta.
Ni la concepción ocupacional, ni la funcional ni la constructivista pueden explicar adecuadamente la concepción y origen de la competencia. Una de las razones que lo impiden es el marco en que se han desarrollado. Están permeadas por la práctica o desempeño laboral. Por tal razón, se requiere de un análisis apartado de estas condiciones.
Indiscutiblemente no puede separarse la competencia del ámbito en que se requiere. Las características y condiciones de actividad productiva o social determinan aspectos de contenido de las competencias. Pero este hecho no elimina la realidad de que ella constituye una estructura compleja de la persona, que la hace desempeñarse de manera integrada en determinadas condiciones de actividad. De ninguna forma puede limitarse a una visión enmarcada en el contenido de los cargos o puestos específicos de trabajo, auque puedan ser su referente.
En ella se interrelacionan de manera integral un conjunto de elementos que determinan la calidad y el alcance de los fines que los cohesionan. Incluye capacidades, conocimientos, habilidades, destrezas, actitudes, motivaciones y valores.
Si se trata de un nivel de funcionamiento con una calidad en los marcos de una determinada actividad, no bastarán los aspectos cognoscitivos sino que entran a jugar un papel decisivo los elementos dinámicos que comprometen afectivamente a la persona con ese actuar y que la impulsan a ello.
En la literatura que ha intentado ser cuidadosa se ha hecho referencia a quien se considera el creador del concepto competencia en 1965, Noam Chomsky. Desgraciadamente el traslado del término a diferentes áreas ajenas y la elevada especialización del ámbito donde surge han imposibilitado que su transferencia implique una real asimilación de su contenido. De esta manera han surgido diferentes manipulaciones.
Sin pretender agotar la profundidad de un concepto tan complicado es conveniente acotar una cuestión vital de lo expresado por Chomsky. El autor plantea la distinción fundamental entre la competencia y la actuación. Esta última no refleja directamente la competencia (Chomsky, 1965) Esta es subyacente y entre la competencia y la actuación, juegan un papel fundamental las características y limitaciones de procesos que están comprometidos e imponen regulaciones a la actuación.
Lo que la persona hace (actuación) tiene que distinguirse de lo implícito (competencia). Si bien, generalmente, se utiliza la vía de la actuación para conocer o identificar las competencias, es un error considerar que la competencia se reduce a la actuación (Chomsky, 1981).
En la base de la competencia permanecen un conjunto de estructuras que interactúan entre sí y con otras de sistemas diferentes y si bien se diferencia de la actuación, se desconocen completamente las relaciones entre ellas que se atribuyen a la existencia de "estructuras internas" y "estructuras externas" o "superficiales" (Chomsky, 1982).
Las tesis de Chomky son reafirmadas por recientes investigadores que reconocen sus certeros aportes distinguiendo las teorías que se refieren a la competencia (saber, habilidades y creencias para actuar) de las teorías que se refieren a la forma en que utilizamos tal saber. Para aclarar esta cuestión se ha llamado teoría de competencia a las representaciones de medios para la acción socialmente adecuada y a las teorías de la actuación las denominan teorías para la producción de la acción. En las premisas están los razonamientos, representaciones, conocimientos, comprensión, modelos, etc cuya explicación científica difiere de las otras teorías en las que se encuentran las intenciones, las formas de utilizar, de realizar la acción, la que se ilustra en como a veces la acción toma una forma que difiere de nuestra representación (competencia) y la persona se ve en la necesidad de hacer una reinterpretación de la misma "no fue esa mi intención" (Harre, 1983).
Para Chomsky la competencia (en el caso del lenguaje) es un atributo que se articula y perfecciona mediante la interacción con el entorno (Chomsky, 1974). Independientemente de su posición innatista con respecto al origen de formaciones psíquicas en la persona que lo llevó a extenderlas a su papel social o a concebirlas como los brazos y las piernas, su teoría revoluciona aspectos importantes del conocimiento del hombre. Como el dijera no distinguir competencia de actuación es una "confusión conceptual". A él se debe la idea acertada de que el aprendizaje solo puede tener sentido si no se aplica a los repertorios de comportamientos sino a las características significativas que lo determinan en este caso a la competencia subyacente.
Como expresara el autor, el concepto de competencia debe ubicarse en un nivel como categoría junto al de aprendizaje y comportamiento sin limitarlo a un terreno específico y tomando como premisas sus aportes en la explicación del mismo, aunque hayan salido del estudio específico del lenguaje humano.
Para Chomsky "la estructura superficial es a menudo engañosa y nada explicita" y supone propiedades más abstractas que no se evidencian directamente, por lo que la competencia no puede ser explicada por el comportamiento.
Esto significa sin lugar a dudas que los mecanismos de formación de la competencia difieren de los mecanismos de formación de la actuación.
A nuestro juicio basado en la concepción histórico-cultural, la competencia es la posibilidad de integrar un conjunto de funciones y estructuras de diferentes niveles de terminación y de momentos de culminación, que al orientarse hacia una profesión o actividad se perfecciona, se integra y coordina funcionalmente.
Las funciones psíquicas superiores son el resultado de un proceso histórico y cultural sobre la base de las relaciones sociales en el que se incluye un período externo (Febles, 2000).
El hombre es capaz, ante situaciones reales o académicas, mediante su autorregulación, su conocimiento de sí y sus recursos de seleccionar aquellos componentes que le permiten actuar de manera más competente. En la medida que para él tenga más sentido y motivación dicha actividad, se la represente mejor, así integrará y seleccionará todo lo que tiene formado y lo potencial. Comienza de esta manera un proceso rápido o más lento de perfeccionamiento, incorporándole contenidos y cambios para conformar su competencia.
La competencia formada es subyacente a la actuación lo que se evidencia en las diversas combinaciones de ambas. Existen casos en que estando formada la competencia puede truncarse si en el desempeño profesional incorpora elementos negativos que sin llegar a considerarse incompetente ponen al sujeto en una posición no ajustada a las exigencias.
Según Vigotsky (1987) "el hombre crea él mismo estímulos que utiliza como medios para dominar su conducta". Si no hubiera sido preparado en una profesión y se encontrara en una situación problémica, se vería impelido de seleccionar los procesos y estructuras que considere le permiten resolver la situación.
Constituye una tarea de la ciencia descubrir las relaciones y enlaces de los integrantes de la competencia y sobre todo el carácter de su contenido. ¿Gracias a qué se realiza la integración? ¿El contenido de la profesión, el sentido de la profesión para el sujeto, la lógica de la profesión?
Por otra parte, cuál es la relación y el tipo de enlace entre la competencia y la actuación. Al plantear sus componentes solo estamos aportando a uno de los aspectos de la investigación.
Lo difícil y urgente es buscar la esencia de esa forma superior, ya que cobra mayor sentido el pensamiento de Marx de que "si la forma de manifestación y la esencia de las cosas coincidieran directamente, entonces cualquier ciencia sería innecesaria" (Marx, en Vigotsky (1991) Tomo 5 obras completas).
Para seguir su posición materialista hay que ver la competencia como una estructura psicológica que es socialmente determinada.
La competencia, por tanto, incluye diferentes elementos por lo que no puede reducirse a ninguno de ellos. Asimismo, está sesgada por el carácter de la actividad a la que se orienta y que establece exigencias, pero tampoco puede reducirse a términos de desempeño o resultados.
Ellas son producto de la enseñanza y la actividad, estando en constante desarrollo. Cuando se ponen en juego, se aplican a la actividad, se van estructurando mejor y funcionan con un nivel cohesionado que determinan la calidad del desempeño.
El concepto de competencia profesional que proponemos la define como una estructura psicológica, holística, compleja, de componentes que llevan a un funcionamiento integrado del sujeto orientados al desempeño de la profesión.
Componentes que conforman la estructura
Cuando se intenta expresar los componentes de una estructura compleja, se corre el riesgo de que se afecte de alguna manera la visión de sus relaciones y dinámica. No obstante, es imprescindible para su comprensión realizar un análisis de cada uno para lograr tener una idea de su magnitud que de ninguna manera refleja la manera y determinantes de su integración y funcionamiento y mucho menos de su génesis.
Los componentes de esa estructura, a nuestro juicio, son las capacidades, las actitudes y motivos, los valores y el que consideramos el componente esencial, el modo de actuación profesional.
Las capacidades no pueden existir fuera de una actividad dada. Con relación a la competencia más que hablar de una capacidad, es necesario hablar de capacidades. Como expresa Mertens (2000) las competencias se refieren a capacidades integradas y no a la suma de saberes. Ni puede reducirse a la capacidad de realizar tareas en el puesto.
Como componente de la competencia preferimos incluir en las capacidades, los conocimientos y sistemas de operaciones y acciones genéricas que el individuo ha desarrollado en su vida y que pueden ser transferibles a diferentes actividades. No obstante, al ser consideradas dentro de una competencia profesional, son seleccionadas por el carácter de la actividad dada. Ellas están vinculadas a los procesos intelectuales que se traducen en estrategias de aprendizaje, manejo de información, etc.
Estas capacidades, y por tanto sus componentes, son el producto de una selección de "actividades psíquicas" que realiza el hombre entre sus capacidades elementales ya formadas, cuando inicia la profesión o se prepara para ella. Esa selección está determinada por las exigencias objetivas del tipo de actividad (Rubinstein, s/f). Por eso, aunque genéricas, su selección obedece a la profesión y forman parte de la competencia profesional.
Pero esas capacidades por sí solas, no determinan la competencia en una esfera específica. Cada profesión tiene sus modos de proceder con los objetos que se relaciona. Es por ello que la competencia incluye otro componente que identifica un conjunto de acciones que llegan a conformar el modo de actuación profesional.
Como plantea Rubinstein (s/f) a ellas no se incorporan contenidos formales, sino que reflejan determinadas relaciones que se generalizan para constituirse en capacidades específicas. En este caso, específicas de la profesión. Por tanto, son operaciones históricamente formadas como resultado de relaciones en la esfera de objetos y que se han conformado mediante procesos internos del sujeto que le permiten su aplicación.
El rendimiento de la persona depende de lo bien reguladas y del funcionamiento de esas operaciones o formas de actuar de la profesión dada (Rubinstein, s/f).
Por eso es imprescindible los procesos de análisis y generalización de esas relaciones y la organización de esas operaciones asimiladas, en la esfera de que se trate. El hombre tiene que hacer suyo el sistema de operaciones mediante esos procesos. Estos son de naturaleza activa y mediada por personas. El sistema de operaciones incluye los conocimientos específicos de la profesión.
El modo de actuación profesional es una categoría poco utilizada, pero que refleja un componente complejo de la competencia profesional. Es su principal componente.
Se ha planteado que el modo de actuación es una generalización de los métodos que deben desarrollar los profesionales (Mestre, 1996) pero no puede verse de manera tan simple por cuanto no solo incluye el dominio de los métodos específicos de la profesión, sino que también materializa una lógica en el proceder del profesional.
En él se incluyen también las habilidades profesionales, así como la representación de las tareas y los resultados de la profesión.
Los métodos que forman parte del modo de actuación son los que constituyen los sistemas de operaciones y acciones específicas determinadas desde el interior de la profesión, y mucho más, de la propia organización en que se aplica. Aquí se incluye el dominio de los instrumentos y herramientas particulares para la solución de los problemas típicos de la profesión, las tecnologías propias de ella y a veces el marco de aplicación, el trabajo con diferentes métodos que no solo se refieren al plano práctico sino intelectual. La definición de éstos para la profesión de que se trate, determina que se identifique adecuadamente el modo de actuación.
Pero no basta con tener precisados los métodos, es necesario que se organicen con una determinada lógica que no incluye solo la secuencia al proceder, sino que tiene en cuenta las condiciones, características y naturaleza de la profesión.
Otro componente del modo de actuación profesional lo constituyen las habilidades profesionales. Como expresa Mestre (1996), son una generalización de habilidades, determinada por las características de la profesión.
Están conformadas por sistemas de acciones con cierta independencia y cuyo contenido está determinado por la profesión (Talizina, 1985). Son, por tanto, como expresa Lanuez (1990) formaciones ejecutoras particulares de la profesión.
Como se ha visto, una de las cuestiones que contribuyó a superar el conductismo es la afirmación demostrada por algunos investigadores acerca de la relación entre las acciones y el contenido psicológico interno. En este sentido se explica tanto la relación entre ellos como lo errado de considerar que la sucesión de movimientos directamente visibles es idéntica a la estructura psíquica interna.
Las acciones son reguladas por formaciones psíquicas en las que están presentes representaciones de la acción, anticipación de la meta o resultado que se alcanzará con la acción, así como la predicción del programa de acción y sus condiciones. En las acciones juega un papel todo este proceso no sólo cognoscitivo, el cual tiene un carácter complejo, donde intervienen un conjunto de capacidades de carácter secuencial y jerárquico en dependencia de la complejidad de la tarea (Luria, 1970 citado por W. Hacker).
Las acciones, que llegan a constituirse en métodos y forman parte del modo de actuación del profesional, tienen un carácter generalizado y proporcionan un margen de libertad para la actuación individual.
Mientras mejor formado esté ese contenido interno será más efectiva la representación del proceso tecnológico y la estimación de los posibles errores. La tarea de la enseñanza y el entrenamiento esta en lograr la formación óptima. En ella es de gran importancia el hecho de que el desarrollo y entrenamiento en las estructuras psíquicas es determinante y superior a la enseñanza de las acciones propiamente externas (Hacker, 1987). Por eso el modo de actuación debe permitir formas de proceder diferentes y la selección de programas de acción que conduzcan a la misma meta. Con esto se estimula la creatividad y el modo de proceder individual.
De ahí que la competencia para la acción se logra cuando se alcanza un nivel de regulación elevado (de esas acciones) y ello es posible cuando se estimula el contenido interno (representaciones, estrategias de búsqueda, procesos con la información, previsión de errores, decisiones, etc) y cuando se capacita al hombre para aprovechar los grados de libertad que le posibilitan un modo de proceder individual.
En este sentido, es conveniente aclarar que como expresa Abuljanova-Slavskaia (1987) el desarrollo de la personalidad no se limita a lograr la regulación consciente de su actividad sino el aprovechamiento al máximo de sus potencialidades y el lograr un cambio en la posición del sujeto con la realidad, elevarlo a un nuevo nivel.
Estos componentes: dominio de métodos, habilidades profesionales, secuencia de acciones de la lógica de la profesión, así como la representación de las tareas y los resultados constituyen el modo de actuación de ese profesional. En ellos se da una unidad indisoluble de elementos teóricos y prácticos que pueden llegar a un grado de generalización tal que adquieran independencia relativa y distingan a unas profesiones de otras.
Otro de los componentes de la competencia profesional está en las actitudes que expresan la relación del hombre con esa profesión. No es posible ser competente si no ha incorporado sentimientos, convicciones relacionadas con el contenido y modo de realización de esa profesión.
La motivación profesional es otro de los elementos que la integra. Las necesidades, deseos e interés en el contenido (teórico y práctico) de la profesión influyen en la formación de esa estructura compleja y en el propio desempeño.
Por último, la integran los valores que expresan el significado que los objetos tienen para el hombre. No puede haber competencia ni formación de ella si no incluye el conjunto de significados personales que para ese hombre tiene la profesión, la asimilación de la cultura de la organización donde la aplica.
Todos estos componentes forman parte del conjunto sobre la base de la interacción condicionada por la relación del hombre con la profesión.
Todos ellos funcionan interrelacionados y solo se han separado para su estudio. Pueden llegar a fusiones que distinguen competencias históricas bien definidas.
Todos sus componentes no tienen el mismo grado de condicionalidad por la profesión, aunque reciben esa influencia.
De esta forma, la competencia profesional es una compleja estructuración a la que se llega mediante la enseñanza y la vida, que incluye un conjunto de componentes de diferente carácter que permite el funcionamiento holístico y autorregulado vinculado al buen desempeño en una profesión.
CONCLUSIONES
Desde la aparición del concepto de competencias, nunca antes había sido tan utilizado por las diferentes esferas de la vida. Por eso se le atribuye un carácter muy dinamizador, sobre todo, en el área de la gestión.
Este uso extensivo no ha logrado que se elabore un concepto adecuado, ni que se esclarezca su génesis y desarrollo.
Es posible que su incorporación a la actividad laboral haya contribuido a que aún no exista una base teórica al respecto. Por tales razones existen numerosas definiciones de la competencia que la colocan como atributos, actuaciones basadas en normas, desempeño. Son pocos los que han incursionado en la profundidad de esta categoría para continuar los estudios que en la lingüística aportaron tesis importantes sobre esta cuestión.
Para seguir estas ideas la competencia hay que verla en la persona formada (como otras estructuras psicológicas) sobre la base de las relaciones sociales, con un carácter integral y holístico de un conjunto de procesos, funciones y propiedades que dan un nivel de ejecución. Cada uno de sus componentes se integra, pero pueden tener diferentes niveles de compromiso en ella.
Si bien es esencial la diferencia entre competencia y actuación, es evidente que existen vínculos. En este camino del conocimiento quedan muchas interrogantes referidas a sobre que base se relacionan competencia y actuación, cuáles son los procesos de génesis de ambas, cuáles son las premisas de selección de los componentes de la competencia, qué los une, qué principios están materializados en su carácter integral.
El camino es largo pero urgente porque el desarrollo del mundo mercantil, organizacional y gerencial no tiene intención ni de esperar a aclarar esas preguntas ni tiene posibilidades de dar luz a la teoría científica en esta cuestión.
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ANEXO
Autor:
Berta González Rivero
Dra C. Psicológicas y Profesor e Investigador Titular
CEPES – U. Habana
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