"Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto…"
Nuestro recorrido hacia la solidaridad empieza en el escenario del hombre caído, despojado, maltratado, medio muerto. Toda propuesta alternativa o utopía, parte de la constatación de un problema; de una situación existencial límite que atenta contra el bienestar humano. La sola constatación de esta situación límite del ser humano, abre la posibilidad a la solidaridad. Pero la solidaridad no es sólo una actitud momentánea ante el sufrimiento o desgracia del otro, debe ser, ante todo, una actitud permanente en la convivencia cotidiana del ser humano.
Solo en las desgracias nos unimos y dejamos de lado las diferencias que nos dividen.
¿Cuál es la situación actual de la persona despojada, golpeada y medio muerta?
Para todos resulta claros los verbos despojar, maltratar y dejar medio muerto. Al encontrar en nuestro medio, personas en estas circunstancias, acudimos entonces de la solidaridad.
Hagamos un retrato de la persona caída.
El camino de Jerusalén a Jericó no es otro que el diario acontecer de la vida: su vida, mi vida, la vida de un grupo, de una comunidad, de un país. La persona despojada está carente de todo bien material, espiritual, intelectual, cultural, social, legal; porque unos terceros así lo quisieron. Una persona carente no nace por acaso, es producto de su voluntad o de la voluntad de otros. Los salteadores pueden ser sistemas, gobiernos, grupos económicos, políticos, religiosos, intelectuales, sociales; actitudes, estatutos, mandamientos, ordenanzas, creencias, conflictos.
¿Despojados de qué bienes? Salud, educación, paz, empleo…
Al no existir posibilidades de empleo, ni acceso a la educación, muchos padres, niños y jóvenes atiborran las estadísticas del desempleo y analfabetismo; a pesar de que aquellos son derechos fundamentales.
¿Por qué existe tantos problemas sociales: desnutrición, pobreza, hambre, analfabetismo, violencia, subversión, robo, atraco, secuestros…? ¿Por qué existe una práctica sistemática para despojar a la persona de sus derechos individuales y colectivos fundamentales?
Despojado de su intimidad.
Despojar es sinónimo de atropello a la dignidad de la persona.
¿Por qué se atropella, cuáles son los motivos, qué corazón es capaz de hacer tal cosa? ¿Será sólo por defender intereses egoístas o de grupo? ¿Será que así tiene que ser las cosas?
Estas reflexiones no pretenden sembrar en sus corazones la semilla del resentimiento, el odio y, peor aún, la violencia. Lo que nos presenta el texto Bíblico caracterizando al hombre caído y despojado, hoy también se constata en el mundo entero.
El hombre fue golpeado, violentado en su corporalidad. Para el salteador no es suficiente despojarlo de sus bienes, sus derechos, sus posesiones; que de alguna manera son realidades externas, haberes de su víctima. El va más allá. Su acción maligna se descarga sobre la corporalidad del hombre despojado. Al tocar la corporalidad se afecta la totalidad de la persona como unidad sicosomática, intelectual y espiritual. Su acción violenta no solo hiere el cuerpo, ella tiene la capacidad de lastimar su espíritu, sus sentimientos, sus emociones, sus pensamientos y hasta su mismo corazón. ¿Cómo queda una persona violentada físicamente? ¿Qué reacción se puede esperar de una persona golpeada y dolida? La violencia engendra más violencia.
La gran pregunta que debemos hacernos, y que está en sintonía con el objetivo de este libro es: ¿Cómo levantar y restaurar al hombre caído y violentado?
El texto Bíblico nos presenta dos actitudes diferentes. Yo le apuesto a la solidaridad. Ella debe tocar la totalidad de la persona en su condición integral. La solidaridad no se reduce al gesto por el cual su suple una carencia material, cuyo verbo a conjugar es dar; la solidaridad toca el corazón para restaurarlo, aquí el verbo a conjugar es amar.
El hombre caído, despojado, golpeado y abandonado, expuesto a una muerte lenta, lo identificamos hoy en situación de miseria o vulnerabilidad.
¿Cuál es nuestra actitud personal, como grupo, como sistema, como país, como política, como economía, como religión, como ley?
Los salteadores lo despojan, lo golpean y lo abandonan a su suerte, más bien, a su muerte. El abandono es una forma sutil de violencia, tan cruel como la agresión misma. Generalmente los grupos vulnerables son los grupos más abandonados por los gobiernos. Son los que no cuentan, los que no tienen voz. Pero ¡qué gran contradicción!, son las grandes masas humanas pobres de recursos para subsistir, los que llevan al poder a los gobernantes.
Los políticos deshonestos negocian y manipulan la necesidad y el nombre de los pobres cuando intercambian un mezquino mercado por un voto; compran no solo el hambre de la gente sino su misma conciencia como capacidad para decidir. Y entonces, los pobres son abandonados por parte del poder que maneja sus derechos.
Abandono es sinónimo de aislamiento, exclusión, segregación, olvido. La persona deja de ser importante. Hay otras prioridades, ella pasa ilógicamente a un segundo plano.
PRIMERA ACTITUD ANTE LA PERSONA CAÍDA
"Casualmente bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle dio un rodeo, de igual modo un levita que pasaba por aquel sitio y dio un rodeo"
Un sacerdote y un levita entran en escena. El camino es el espacio que los pone en contacto con el hombre caído. El camino es la vida. La vida que nos es común a todos. La actitud de ellos es, inicialmente, ver al hombre caído. Ellos lo miran, se dan cuenta de que está en situación de vulnerabilidad. Pueden palpar de cerca que la persona está despojada, golpeada y medio muerta. Pero su actitud es evadirla dando un rodeo y seguir de largo. La situación vulnerable del hombre caído no les llama la atención, no los saca de la indiferencia, no es un bien que los mueve a entrar en contacto y provocar un gesto de solidaridad. ¿Será que estos dos personajes se tomaron el tiempo para preguntarse lo que había pasado con aquél hombre?
Cuando ellos dan un rodeo y no se comprometen, están expresando sus intereses, lo que realmente les preocupa son sus asuntos religiosos y legales. Los dos personajes representan el poder religioso de una nación que pretendía ser la elegida por Dios para conocer su voluntad y hacerla merecedora de sus bendiciones.
Grupo elegido, elite.
¿Cómo es posible que las opciones fundamentales de Dios a favor de los últimos, claramente expresadas como acciones liberadoras a lo largo y ancho de la Revelación Bíblica, no logran penetrar las conciencias de estos personajes para que entren en contacto con el hombre caído?.
En el pueblo elegido por Dios, la religión (experiencia de Dios) es el fundamento de la ley, la justicia, la política, la economía, la convivencia social, la totalidad de la existencia.
El autor del relato invita a revisar los fundamentos de fe que articulan la vida práctica. Sobre todo, advierte el riesgo que se corre al divorciar la fe y la vida, las creencias y la ética concreta, el culto y la práctica cotidiana.
"No todo el que dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de Dios" (Mateo. 7,21)
Los dos personajes representan la ley, la norma, el precepto; incluso de origen divino. Dar un rodeo significa que esas leyes, normas o preceptos, no están al servicio del hombre caído.
El autor del relato hace un grave cuestionamiento al orden jurídico que no sale a favor al desposeído, al hombre en situación de muerte.
¿Por qué los personajes son dos? Un sacerdote y un levita. Es para dar el carácter de testimonio real al relato y, sobre todo, a la actitud de ellos.
Estamos ante dos hechos importantes: el hombre caído, despojado, golpeado, medio muerto, y la actitud de los dos personajes representantes de la religión y la ley: representantes de la oficialidad.
Hasta ahora se constata la situación de vulnerabilidad que plantea la solidaridad, pero al mismo tiempo se ve la actitud de "rodeo" no solidaridad que proviene de una dirección bien definida.
¿Cuál es la propuesta de Jesús, el hijo de Dios?
UN SAMARITANO
"Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él"
Entra en escena un samaritano en el mismo camino, es decir, en la cotidianidad de la existencia, en el cruce de vías donde todos los hombres nos encontramos: el sufrimiento.
Un samaritano, un hombre que no pertenece al grupo de los elegidos por Dios. Un anónimo, hereje, así considerado por la oficialidad, puesto que se rehúsa a dar culto a Dios en Jerusalén. Un hombre de la periferia, acusado, mal visto, rechazado. Un enemigo de la verdadera fe.
El samaritano es la antítesis de los dos personajes anteriores. ¿De dónde viene la solidaridad?
¿Será acaso de la dimensión periférica, de lo que no cuenta?
Parece que en la lógica del proceder de Dios, lo que no cuenta, lo marginado, lo excluido, es el lugar privilegiado para manifestarse con sus procesos de liberación.
Los lazos afectivos que se dan entre personas que comparten un pedazo de pan en medio del frío y la indigencia, son más fuertes que los que se pretenden lograr en la mesa de la gente bien.
Es muy difícil arrancar un gesto solidario a los que tienen mucho, cuando de por medio no hay nada a cambio. Solo los que, a pesar de tener mucho, y las cosas no se les pegaron al corazón, son capaces de dar este paso. Y todo sucede porque se dejaron tocar de Dios. Dios es el único capaz de tocar al hombre para que éste salga de sí mismo y se entregue al servicio de los demás.
No se necesita tener muchas cosas a la hora de ser solidarios, siempre hay algo para dar: una sonrisa, el tiempo necesario para escuchar, un buen consejo, un gesto de amabilidad o cortesía, una caricia que habla, seguridad y protección, un sí, una buena palabra, la cucharada de azúcar o el vaso de aceite, conocimientos, bienes o privilegios.
Cuando se tiene poder debe estar al servicio de la gente y no para obtener beneficios personales.
¿Cuál es el proceso de la solidaridad?
Intentaré aproximar el texto Bíblico a la cotidianidad resaltando las consecuencias sociológicas y éticas en el marco de una práctica transformadora.
Allá vamos.
Recuerde que las actitudes a seguir son las del samaritano. El va de camino, tiene sus proyectos, cumple una tarea, tiene cosas importantes para hacer, así como usted, que lee este libro. La solidaridad no es un acto aislado.
EL PROCESO DE LA SOLIDARIDAD
1.- APROXIMARSE.
"Llegó junto a él…"
El primer paso en el proceso de la solidaridad es aproximarse, llegar junto al hombre caído. Romper las barreras que impiden el acercarse al necesitado. Estas barreras pueden ser de carácter religioso, social, cultural, conveniencias personales, esquemas mentales, modos de pensar, costumbres generalizadas, escrúpulos, entre otros.
Aproximarse no significa dar un paso, porque muchas veces sin caminar nos encontramos cara a cara con la situación límite de una persona caída.
Aproximarse es dar voluntariamente los pasos necesarios para ir al encuentro con los otros.
Aproximarse es reducir los espacios que nos separan, que nos mantiene distantes. Todos hemos sido tocados por el sufrimiento, por lo tanto manejamos un lenguaje común para comunicarnos y sentirnos identificados.
Aproximarse es superar todo temor. Es sentir que con ello no perdemos nada.
Aproximarse es tener valentía de desprenderse.
Aproximarse implica no calcular el bien que se puede hacer.
Se busca una aproximación que dignifique y haga crecer.
No es suficiente aproximarse, llegar junto a… Vivimos junto a… pero no alcanzamos a ver porque estamos ciegos.
¿Cuál es el siguiente paso de la solidaridad?
2.- VER.
Y al verle…
Vio al hombre caído, despojado, medio muerto. Los dos primeros personajes también vieron al hombre caído, también se percataron de la situación en que se encontraba, pero dieron un rodeo.
La segunda condición de la solidaridad es ver. Ver es sinónimo de conocer, darse cuenta, palpar, tomar conciencia.
¿Hoy nos asombramos, vemos, palpamos la situación del hombre caído? La solidaridad empieza cuando realmente vemos la necesidad. Es ver con los ojos del corazón y la conciencia. Corazón para sentir el dolor del necesitado como propio, y conciencia para entender, comprender, juzgar, decidir y actuar a tiempo.
Estos son los ojos de la solidaridad. Estos ojos son diferentes al de los dos personajes. Ellos tenían prioridades diferentes a las de compartir con el hombre caído. Ellos veían solo su bienestar, conservar su estatus, no añadir otra preocupación a las que ya tenían. Es un ver que no compromete, que no llama a salir de sí.
¿Dónde está el problema? ¿En el ojo o en la mente y el corazón?
El problema está en la mente y el corazón.
Mente y corazón son sinónimo de esquema mental, modo de pensar, criterios, opciones fundamentales, estructura ética, moral y religiosa.
El ojo constata la realidad, y mente y corazón hacen una interpretación de lo constatado.
Vemos de acuerdo al corazón que tenemos. Si nuestro corazón es insensible, la miseria o situación límite del otro no nos mueve a la solidaridad. La cuestión es de corazón y mente.
Empezaremos a entender nuestro mirar las cosas cuando conozcamos nuestra mente y corazón. Nuestro mirar será diferente, -así será nuestro corazón. La transformación está en el corazón, no en la lente que nos coloquemos. La lente es un filtro que puede modificarse a voluntad; el filtro no es el problema. El problema está en el alma "Los ojos son las ventanas del alma". Ellos ven lo que el alma quiere ver. Ellos nos ubican ante lo que internamente deseamos.
Ser insensible al sufrimiento de los demás es signo de un corazón que se mueve por intereses individualistas, egoístas y torcidos.
Muchas veces nos cuesta ver lo que acontece a nuestro alrededor. Nos resistimos a ver lo que sucede en nuestro interior. Estamos "tan preocupados" en nuestros asuntos que no percibimos otros detalles significativos. Esos detalles son los que tiene la capacidad de sacarnos de la indiferencia.
Dedica todo el tiempo que sea necesario a ver lo que pasa con tu vida, sé un observador de ti mismo, pregúntate por qué reaccionas de tal o cual manera cuando te encuentras con esa persona. Adopta el hábito de observar de manera cuidadosa los procesos de tu existencia: el carácter, la personalidad, las reacciones, emociones, sentimientos, palabras, actitudes; sólo así tendrás la posibilidad de incidir, controlar y orientar tu forma de ser.
Muchas personas desarrollan el hábito de observar a los demás para descubrir sus errores, mas no los suyos. Las personas y la realidad deben ser un espejo donde vemos nuestra identidad personal. En ellos se reflejan nuestras fallas y capacidades. Toda vez que sintamos el impulso a criticar negativamente a alguien, procuremos buscar en lo más profundo de nosotros las fallas que vemos en los demás.
Hemos escuchado la frase "Mi mamá me hace ver las cosas pero yo sigo en lo mismo". Nos hacen ver las cosas pero nosotros no queremos ver. Solidaridad es ver, es ser consciente. Solidaridad es un asunto de conciencia.
¿Hacia dónde se dirige la mirada de nuestros gobernantes?
¿Hacia dónde se dirige la mirada de los programas sociales?
Solidaridad es dirigir la mirada al necesitado para levantarlo. En primera instancia, para reconstruir su dignidad destruida. Así, él se sentirá respaldado. Eso le da seguridad y crece su autoestima; alimentará la esperanza para emprender sus procesos de dignificación.
Solidaridad no es sinónimo de paternalismo o enajenación. Solidaridad es enseñar a pescar, pero ofrece la posibilidad de que los alumnos se apropien de los instrumentos de pesca. ¿De qué sirve aprender a pescar si no se cuenta con la caña y la carnada?
Nuestro entorno se encuentra saturado de situaciones límite, pero parece que estamos ciegos porque permitimos que la persona siga caída; no queremos ver con el corazón y la conciencia. Damos un rodeo.
Para iniciar un proceso de solidaridad debemos partir del ver. Conocer la problemática de la organización o comunidad donde va dirigida nuestra acción. Esto se hace por medio de diagnósticos participativos, realizando encuestas y encuentros de reflexión, o mejor, untándonos de los demás.
Cuando se ve una necesidad no sólo se logra captar el hecho como tal, sino que se debe llegar al análisis profundo de las causas que generan tal problema. Si conocemos el proceso por el cual se producen los problemas, es posible incidir en ellos para cortarlos y modificar los resultados. Una necesidad o problema que no se analice profundamente, no se logra determinar sus consecuencias, no entra en la conciencia de las personas y pasará desapercibida. Por el contrario, vivimos en medio de la necesidad, aportamos a que se mantenga y hacemos que se reproduzca más.
Al descubrir un problema, si estamos concientes, conocemos su proceso de gestación y sus consecuencias, entonces tendremos la capacidad para encontrar alternativas de solución. Yo aporto positivamente en la solución de un problema en cuanto tengo conocimiento del mismo y actúo asertivamente.
La solidaridad implica ver en profundidad. Es un asunto de criterios, puntos de vista, visiones, opciones. Cuando la Biblia te aconseja de que si tu ojo es ocasión de pecado debes sacártelo, está hablando de un mirar desde la conciencia, desde los esquemas mentales, desde el corazón; es decir, que si tu modo de pensar te sumerge en un proceso de deshumanización, debes romper con ello y cambiar el punto de vista.
3.- COMPASIÓN.
Tuvo compasión…
La compasión es un sentimiento divino. Se manifiesta en el proceder de Dios.
Compasión es poner el corazón, es capacidad de indignación.
Compasión es igual a decir ¡basta! ¡No más!
Compasión es volcar la totalidad de la persona: razón y corazón, hacia el que está caído. Es sentir que se revuelven las entrañas ante la injusticia.
La compasión brota de la toma de conciencia, fragua en las opciones fundamentales de las personas, emerge de su ética, de su fe, de sus experiencias dolorosas aceptadas.
Compasión es tomar partido por el otro. La compasión no es igual a decir: ¡ay qué pena! ¡pobrecito! La compasión se encuentra estrechamente vinculada con el rechazo a los responsables de la injusticia: los salteadores de la parábola.
Cuando nos atrevemos a defender a alguien de la mordedura de un perro rabioso, debemos enfrentar al animal, corriendo el riesgo de ser mordidos.
Compasión no es un sentimiento desordenado, no es un impulso inmediatista o casual. La compasión brota de un estilo de vida, de la práctica cotidiana de servicio al caído. No esperemos que de la noche a la mañana empecemos a tener compasión por el necesitado. Es una actitud que se cultiva. Los dos personajes de la parábola, a pesar de representar a la Ley, nunca cultivaron el amor al necesitado. Sus opciones fueron religiosas. Ellos tal vez habían hecho votos de ayudar a los pobres, pero no desarrollaron la capacidad para verlos en el hombre caído. Era necesario modificar la estructura mental y personal que se consolida en procesos y acciones concretas. Una vida sin pasión es un ensayo inútil. No existe el impulso para vivir de forma significativa.
La pasión compromete la totalidad de la persona: su pensamiento, sentimiento, decisiones y acciones. Una persona apasionada es una fuente que lo desborda todo, no hay obstáculo que pueda detenerlo en su proyecto. Una persona sin pasión se desanima ante el primer obstáculo.
Compasión es la fuerza que me aproxima al otro para entregarme totalmente. Compasión es sentir con el otro, sentir lo del otro.
Compasión es apoyo.
Compasión es ayuda.
Compasión es proceso.
Compasión es responsabilidad.
Compasión es opción fundamental.
Compasión es indignación.
Dios, cuando vio la esclavitud de los israelitas en Egipto, sintió compasión (éxodo. 3, 7) porque se indignó contra el explotador. Jesús, frente a los paralíticos, ciegos, enfermos, se compadeció de ellos porque detesta la condición que humilla e inutiliza al ser humano.
La compasión no es un movimiento gelatinoso del corazón. Es compromiso radical.
¿Cómo son nuestras acciones ante el necesitado? ¿Realmente nos compadecemos? O acaso le entregas la moneda para que no te siga molestando. Eso no es solidaridad.
La limosna no es solidaridad cuando no se enmarca en un auténtico proceso dignificante. Es una gran contradicción sentir compasión sin compromiso. La compasión sin compromiso es falsa, es disfraz, es un gesto de humillación, es una burla. La compasión fingida inmediatamente se descubre. La falsa compasión solo ofrece paños de agua tibia, es como para lavarse las manos, para quedar bien, para dar un aporte, para hacerse notar. Esto no es solidaridad.
La compasión ante el necesitado debe ser al estilo de Jesús, una compasión capaz de provocar procesos de dignificación.
La compasión va hasta las últimas consecuencias, no es simplemente una atención inmediata y luego nos olvidamos también inmediatamente. ¿La compasión que se siente con los familiares del difunto es sincera? El día del entierro una multitud inmensa los acompaña; el día siguiente se encuentran solos.
En procesos comunitarios de participación solidaria, la compasión se da a nivel de opciones fundamentales, de compromiso, de responsabilidad, de las motivaciones más profundas, de servicio.
4.- ACERCARSE.
Acercándose…
No es el acercase del simple espectador o curioso que al caminar desprevenido se encuentra con un accidente de tránsito en la esquina.
Se trata de un acercamiento como fruto de un proceso: ver y sentir compasión.
Es un acercase significativo. Al estilo de Jesús. Dando el corazón. Un acercarse que no hace cálculos no teme al fracaso. No mide la capacidad de entrega o el tiempo que invertirá en la aproximación. Se trata de un acercase dignificante: para servir. La única intención es la solidaridad, no hay espacio para intereses personales o el afán de reconocimiento.
El acercarse presupone la decisión. Una decisión que brota desde el ejercicio de la libertad y que se convierte en acción.
Se puede ver el sufrimiento del otro, y hasta sentir compasión, pero ante la urgencia de la acción, tomar otra decisión.
La reacción inmediata de decidir ayudar y ser solidario, es acercarse con la firme intención de servir.
Solidaridad es decidir ayudar y hacerlo. Cuando decidimos hademos uso de la libertad. La elección libremente realizada imprime responsabilidad a nuestros actos.
Acercarse es cuestión de libertad. La libertad es tuya. Tú decides. Nadie te empuja a hacerlo. Debes acercarte si quieres ser coherente con tus opciones fundamentales. Si aquellos principios están en tu conciencia, la consecuencia inmediata es actuar en sintonía con ellos.
El bien que es mostrado a la persona, pero que no es interiorizado libremente en la conciencia a partir de acciones concretas, no se constituye en principio orientador desde donde la libertad ejerce su capacidad para tomar decisiones.
Solidaridad es acercarse. Es decidir. Es cuestión de libertad. Es cuestión de responsabilidad personal. La persona que hace un bien porque está obligada a hacerlo, no necesariamente es una persona solidaria. Le tocó. Ojalá todas las personas que están obligadas a hacer el bien, lo hagan.
La solidaridad es una decisión. Acércate, la decisión es el ejercicio de la libertad. El acercarse solidario no es un casual encuentro con el caído mientras se va de camino. Es una decisión de ayuda honesta y sincera.
5.- PONER TODO EL CONOCIMIENTO AL SERVICIO DEL OTRO
Vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino.
Solidaridad es vendar heridas, evitar que el hombre se desangre. ¿Cuáles son las heridas de las personas a quienes va dirigido nuestro gesto solidario?
Las heridas que el samaritano venda son reales, ellas producen dolor, por ellas se le escapa la vida. Son heridas profundas.
Vendar heridas es el acto fundamental de la solidaridad. Vendar las heridas ocasionadas por los salteadores, las heridas de la tecnificación y el desarrollo, las heridas de la guerra, de la injusticia y abandono de sistemas políticos corruptos, las heridas de la intolerancia y falta de respeto, del olvido a los derechos humanos. Las cicatrices de esas heridas se manifiestan en odio, resentimiento y venganza, desplazamiento y abandono. Cicatrices que al mirarlas todavía duelen. La solidaridad tiene la capacidad de curar hasta las cicatrices.
El samaritano curó al hombre caído con aceite y vino, elementos que se usaban en su tiempo como antibióticos o antisépticos. El puso todo su conocimiento al servicio del hombre caído. La solidaridad lleva a direccionar todo conocimiento benéfico al servicio del caído, toda ciencia al servicio del hombre golpeado, medio muerto.
¿Cómo se utiliza hoy el conocimiento? ¿Cuál es el manejo que se le da a la ciencia? ¿Las leyes están al servicio de los últimos?
Quien maneja el conocimiento tiene dominio sobre los demás.
Solidaridad es poner el conocimiento al servicio del hombre caído.
El que maneja el conocimiento tiene poder. Ese poder muchas veces es utilizado para subyugar y mantener en la ignorancia a grupos humanos desposeídos.
El esquema del poder por el manejo del conocimiento se constata en todos los escenarios de interacción humana. La fuerza de la verdad es usada para herir.
A mucha gente no le interesa que el saber sea conocido por todos. Esto les quitaría poder. Solidaridad es ceder el conocimiento a los que no lo poseen. Solidaridad no es ser voz de los que no tienen voz. Solidaridad es lograr que los que no tengan voz empiecen a tenerla. Si yo soy voz de los que no la tienen, seguiré manteniéndolos sin ella.
Se debe servir al hombre caído porque tiene derechos, pero sobre todo, porque tiene dignidad.
La solidaridad es la motivación que te empuja a ofrecer tu servicio al caído. Si eres servidor público, o si tienes una responsabilidad social, debes ejercer el encargo no porque te toca, porque tienes que cumplir con algo para lo cual fuiste asignado, sino porque sientes que debes ser solidario. Si lo haces por cumplir, corres el riesgo de hacerlo a las malas; por cumplir y ya. ¿Qué de extraordinario tiene esa acción? Pero si lo haces por solidaridad, le imprimes amor, pones el corazón en cada acción.
Solidaridad es eliminar el dolor, evitar que las heridas profundicen y continúen causando daño. Solidaridad es ternura. Es un bálsamo que alivia, que hace llevadero el sufrimiento.
Una herida no se cura escarbándola todos los días. Si prestamos atención a las heridas dando el adecuado cuidado, ellas cicatrizarán, y cada vez que toquemos la cicatriz, no nos producirá dolor. La cicatriz nos recuerda que tuvimos una herida, pero ya no causará dolor. Esta es la base del perdón[1].
6.- DESPOJARSE DE PRIVILEGIOS PERSONALES.
Y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él.
La solidaridad mueve a despojarse de la propia cabalgadura para ofrecerla al hombre caído. Despojarse de comodidades, de beneficios personales, de los propios derechos. Solidaridad es incomodarse para beneficiar a otros.
No es fácil ser solidario.
¿Cómo renunciar a privilegios?
¿La sociedad donde vivimos nos enseña a renunciar a derechos adquiridos para cederlos a los demás?
Solidaridad es compartir. Para ser solidarios debemos incomodarnos cediendo nuestras comodidades. Muchas veces pretendemos ser solidarios repartiendo bienes ajenos, pero difícilmente los propios.
¿Por qué los personajes de la narración, al ver al hombre caído, dieron un rodeo y se marcharon? No quisieron incomodarse. No se despojaron de sus privilegios.
Debemos buscar el mecanismo correcto para compartir los privilegios que tenemos poniéndolos al servicio de los más desposeídos.
Esto es solidaridad.
El samaritano se bajó de su cabalgadura. Esto quiero decir que la solidaridad exige el proceso de bajarnos de nuestras comodidades para servir.
¡Qué difícil es ser realmente solidario!
¿Cuáles son las cabalgaduras en las que nos hemos montado y de las que se nos hace difícil bajar?
El estatus, nivel social, un rango, la posición económica, la formación intelectual, los esquemas mentales, puntos de vista, modos de pensar, criterios, el estilo de vida, el puesto…
La solidaridad exige la capacidad para desmontarse de todo aquello que significa comodidad personal. Eso es solidaridad.
El samaritano llevó al hombre caído a una posada y cuidó de él. No se preocupa sólo de conducirlo a un lugar donde puedan darle mejor atención y luego descarga su responsabilidad en otro. él se compromete personalmente a cuidarlo. Muchas veces nuestra solidaridad termina en el hospital. Descargamos la responsabilidad en los demás y nos desembarcamos del problema. Es como para lavarse las manos para decir que se ha cumplido.
La solidaridad conduce a las últimas consecuencias: dedicar todo el tiempo al hombre caído. Eso es solidaridad.
7.- LA SOLIDARIDAD SE CONTAGIA.
Al día siguiente, sacando dos denarios se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él, y si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva"
Esta es la evidencia de que El Samaritano pasó toda la noche cuidando al hombre caído. Entregó todo de sí: su ciencia y su tiempo. ¿Qué le queda por entregar? También parte de su dinero, de lo que tiene destinado para sus compras en Jerusalén. Dos denarios representaban dos días de trabajo. Un regalo es bueno, pero dos significa generosidad.
Es difícil que nos toquen el bolsillo, pero cuando lo logran somos poco generosos, incluso con las personas más cercanas.
¿Qué recibe El Samaritano a cambio? Nada. Solidaridad es darlo todo sin recibir nada a cambio. Aparentemente no se recibe nada, pero la respuesta se encuentra al final del texto en boca de Jesús: La vida eterna.
Con el gesto de generosidad, el Samaritano involucra al posadero en el proceso de la solidaridad. Se asegura que el hombre "levantado" sea cuidado a cambio de una cantidad de dinero. Quizá el posadero por la sola recomendación del samaritano no se habría comprometido a cuidarlo. Pero logra involucrarlo en el proceso de la solidaridad.
Pero el proceso no termina ahí. La recomendación del samaritano es: "si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva". Esta frase es suficiente para impactar al posadero y moverlo a solidaridad. Logra que se apasione y lo cuide. La atracción es tan fuerte que cuando una persona es solidaria, ésta se contagia a los demás. Es como la fuerza de Dios que te invita a dar el aporte personal. Piense en las campañas para recolectar dinero por una buena causa. La ayuna de uno contagia a ayudar. Ese es el milagro de la solidaridad. Tiene la capacidad de multiplicar. La solidaridad invita a salir de sí mismo para entregarse a los demás sin el más mínimo interés egoísta. En Bogotá se recolectaron 186 millones de pesos, de poco en poco, para ayudar a la familia afectada por "la bicicleta bomba".
El posadero es cautivado por el gesto solidario del samaritano y cuida con amor "al hombre caído". Lo hace no sólo por el dinero que le dejó el samaritano, sino por la "fuerza" vinculante de su testimonio y el respaldo de su palabra. Eso fue suficiente para moverlo a la acción.
Particularmente creo que el posadero cuidó del hombre caído y también dio su aporte sin cobrar nada a cambio. En mi experiencia pastoral conocí muchas personas solidarias que dieron su respuesta generosa al sentirse tocadas el corazón.
CONCLUSIÓN
Al concluir los siete pasos del proceso solidario, debemos preguntarnos ¿Cómo llevarlos a la práctica respondiendo a las necesidades más urgentes de las personas del entorno donde nos movemos? La respuesta es clara y evidente. Si existe alguna duda para ayudar al otro es porque aún nuestro corazón se encuentra endurecido, y es necesario un toque de Dios que lo transforme. ¿Cómo lograrlo? Es cuestión de respuesta ante la invitación constante que lanza la situación del hombre caído. Es un asunto de decisión. Cuando haya dado el primer paso, descubrirá que no está solo. Y aunque no esperes nada a cambio, el "Universo" te sorprenderá con abundancia de bendición. De esta forma se siembra semillas de eternidad para recoger frutos de vida eterna. Tu vida será bendecida con abundancia. Te sucederán cosas hermosas que nunca habías imaginado. Todos tus sueños ser realizarán. El "Universo" entero fluirá hacia ti con lo que ha "programado" en beneficio tuyo. "Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. Yo, el Señor, lo afirmo" (Jeremías 29:11)
Pruébalo, no te arrepentirás. Nadie te arrebatará la felicidad que se experimenta al sentirse útil a los demás.
La narración del texto bíblico, donde empezó nuestra reflexión, nace en boca de Jesús como respuesta a la pregunta ¿Qué debo hacer para alcanzar la Vida Eterna? La respuesta de Jesús es: ama a Dios y ama al prójimo. Estos dos amores se concretan en: sea solidario con el hombre caído.
Los que tienen necesidad son los puentes que nos comunican con Cristo, con Dios. Ellos son los auténticos Vicarios de Cristo, de Dios. Todo lo que se haga a uno de aquellos más pequeños, es a Jesús por quien se hace o se deja de hacer. (Mateo 25:31-46)
Ser solidario, en lenguaje teológico equivale a ser misericordioso.
Practique la MISERICORDIA.
La palabra misericordia esta formada así:
MISERICORDARE
MISERI: El que está en miseria.
COR: Corazón (Ej: cardiaco, cordial..)
DARE: Dar.
Esto es igual a: Dar el corazón al que se encuentra en situación de miseria.
La misericordia es la actitud típica del proceder de Dios. La misericordia que nosotros practicamos es igual ala solidaridad. Es la solidaridad que redescubrimos a partir de la lectura responsable del texto Bíblico.
La propuesta de Jesús como camino para alcanzar la Vida Eterna es: sea solidario al estilo del samaritano.
¿Realmente somos solidarios?
¿Hasta dónde va nuestra solidaridad?
¿Cuál es el testimonio de los cristianos?
¿Cómo es la solidaridad de las entidades de apoyo social?
Dejo en su corazón y en su mente, pero sobre todo en sus manos, el espíritu de estas reflexiones para su beneficio y el de su comunidad. Espero que le apueste al milagro de la solidaridad. Por él podremos ver un día florecer entre nosotros los valores de la justicia y el derecho al servicio del hombre caído, de muchos niños y niñas abandonados, de hombres y mujeres sin oportunidades.
Haga de la práctica de la solidaridad tu religión, ella es la única que te conducirá a la Vida Eterna. Esto te lo dice el Cristo. Sea como el hombre samaritano: "ve y haz tú lo mismo" (Lucas 10:37).
APÉNDICE
La solidaridad se construye desde la escasez que se comparte.
"13Oyéndolo Jesús, se apartó de allí en una barca a un lugar desierto y apartado; y cuando la gente lo oyó, le siguió a pie desde las ciudades. 14Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos. 15Cuando anochecía, se acercaron a él sus discípulos, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya pasada; despide a la multitud, para que vayan por las aldeas y compren de comer. 16Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer. 17Y ellos dijeron: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces. 18El les dijo: Traédmelos acá. 19Entonces mandó a la gente recostarse sobre la hierba; y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos, y los discípulos a la multitud. 20Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenas. 21Y los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. (Mateo 14:13-21)
Esta narración bíblica es conocida como El milagro de la multiplicación de los panes. Sin embargo, desde la reflexión que vamos a realizar, descubriremos que el milagro de Jesús no está en la multiplicación de panes.
Desde una lectura responsable del texto, y entre líneas, se puede distinguir una serie de actitudes que nos ayudan a comprender el tema de la solidaridad.
El texto sigue el siguiente proceso:
1.- Se identifica una necesidad: el hambre de la gente.
La solidaridad empieza cuando se identifica una necesidad y existe la voluntad para dar una respuesta generosa.
2.- Alguien se da cuenta del problema: Los discípulos, los seguidores de Jesús.
La actitud fundamental de la persona solidaria es permanecer atenta a la necesidad.
3.- Evadir el problema: los discípulos le lanzan el problema a Jesús. Ellos piden que Jesús resuelva la situación.
Siempre habrá personas con la habilidad de descubrir problemas y lanzarlos a otro para que los resuelva. En fácil y cómodo descargar la responsabilidad personal en otros. Esa actitud de los discípulos no corresponde al verdadero solidario.
Es muy común encontrar actitudes de descarga de responsabilidad. Que sea el otro quien cambie, el otro es el que debe solucionar las cosas; la necesidad de los demás no es mi problema. Existe una entidad pública que debe resolver tal situación. La culpa es del alcalde, que él resuelva el problema.
Así nos pasamos la vida esperando que Dios, el presidente, el alcalde, el político, el papá, el que tiene, resuelva los problemas que identificamos.
La solidaridad rompe estos esquemas.
4.- La repuesta de Jesús: "Dadles vosotros de comer.
Jesús devuelve el problema a quienes lo descubrieron, pero no los deja solos. Cada necesidad personal o comunitaria es un reto para ser resuelta por las personas que la identifican.
Con la respuesta de Jesús se superan viejos esquemas de oración que descargan la responsabilidad de los problemas y necesidades a Dios. Queremos que del cielo nos lleguen todas las soluciones.
La respuesta del cielo es: "Hazlo tú mismo, yo estoy contigo". La propuesta de Dios trae consigo una pedagogía en la que principal enseñanza es: tú puedes, tú eres capaz, tú debes resolver los problemas que identificas, no temas, yo estoy contigo.
La propuesta de Dios no es paternalista, no crea dependencia con inmadurez e irresponsabilidad.
Pero ¿Cómo solucionar el hambre de la gente?
5.- Los cálculos son enemigos de la solidaridad: "no tenemos más que cinco panes y dos peces" eso es poco para tanta gente.
Esta es la madre de todas las excusas: "No tenemos lo suficiente", lo que tenemos no alcanza, es poco.
No se da importancia a lo poco. Lo poco no cuenta. El cálculo de que "Incluso doscientos denarios no alcanzaban" (Juan 6: 7) desanima a cualquiera.
Cinco panes y dos pees realmente es poco, pero desde este poco se operó el milagro de la solidaridad.
Es importante saber que esos cinco panes y esos dos peces pertenecen a un muchacho. En el evangelio de Juan se lee: "Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes y dos peces", ¿pero qué es eso para tantos? (Juan 6:9)
Así que el dueño es un muchacho, un niño. Un muchacho no cuenta para los discípulos, para Jesús sí.
Cinco panes y dos peces en un par de manos quizás es poco, lo suficiente para saciarse. Pero entregados a Jesús, bendecido, partido y repartido, provocaron el milagro de la solidaridad: la multiplicación.
Si un niño llevó cinco panes y dos peces sabiendo que las predicaciones de Jesús eran de uno o dos días, ¿cuánto pan y pescado (lunch, bastimento, fiambre) pudo haber llevado una mamá o abuelita, sabiendo que ellas son más precavidas? Yo creo que un poco más.
Jesús toca el corazón de todos los presentes con hambre, según la valoración de los discípulos, y los invita a sacar sus alimentos, bendecirlos, partirlos y repartirlos entre todos, como él lo había hecho. Así se operó el milagro de la solidaridad. Y todos comieron. Eran cinco mil sin contar mujeres y niños (ellos no contaban, pero desde ellos se operó el milagro)
¿Dónde está el milagro?
Jesús toca el corazón del ser humano para que salga de su egoísmo y comparta lo poco que tiene. Ese sí es un milagro que sólo lo hace Dios. Si Jesús les dijo a los discípulos que ellos mismos les dieran de comer a la gente hambrienta, era porque sabía que ellos podían hacerlo. Los discípulos se quedaron en los cálculos humanos que no les permitió ver más allá y creer en la Palabra de Jesús de que podían hacerlo.
6.- El producto de la solidaridad: De los trozos que sobraron se recogieron doce canastas.
Las doce canastas es símbolo de la nueva comunidad que surge de la solidaridad. El pueblo de Dios de la solidaridad.
La comunidad escatológica del compartir. Esta es la nueva comunidad de Jesús. La comunidad de la solidaridad, como en los Hechos de los Apóstoles. La iglesia fundada por Jesús desde el milagro de la solidaridad. Esta afirmación no es aventurada. Recuerde que en el Antiguo Testamento el pueblo de Dios está simbolizado en las doce tribus de Israel. En el Nuevo Testamento, en tiempos de Jesús, la comunidad está simbolizada en los doce apóstoles. Ahora esta comunidad de la solidaridad, simbolizada en las doce canastas.
¿Necesitas más argumentos para moverte a solidaridad?
Autor:
Jesús Arturo Figueroa Quiroga
[1] Les recomiendo leer la segunda estrategia contenida en mi libro "Siete estrategias de crecimiento personal"
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