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El hombre moderno un hombre sin potestad, irresponsable y culpable


  1. Introducción
  2. De Augusto Comte y John Stuart Mill al positivismo del siglo XX
  3. Del ateísmo al nihilismo
  4. La vida sin Dios y "La locura de la moralidad" según Charles G. Finney
  5. Un Dios silencioso ante una vida sin sentido
  6. Conclusión

¿Está asumiendo el hombre de nuestros días la responsabilidad de líder familiar tal y como lo concibió Dios desde los días de la creación?

¿Acaso diseñó Dios un "plan B" de liderazgo para la familia, con Eva a la cabeza, tras el fracaso adámico?

Introducción

Visto el actual estado de cosas, pareciera que la respuesta a la segunda pregunta, más arriba hecha, no sea otra que un rotundo "SI". Pero no todo es tan sencillo.

Jehová, tras el pecado del hombre (y decimos "del hombre" porque Dios responsabilizó a este, en primera instancia, de la desobediencia en Génesis 3:9: "Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?"). ¿Acaso un Dios omnisciente no sabía dónde estaba, físicamente, Adán? Por supuesto que sí. El cuestionamiento divino era de otra naturaleza y no físico. Dios estaba preguntando a Adán dónde estaba espiritualmente en ese instante, luego de haber desobedecido el elemental mandato divino de no comer de cierto árbol del huerto (y no de cualquier árbol, como le dijo Satanás a Eva, torciendo el sentido de la prohibición). Pero también Dios sabía esa respuesta. El solo preguntaba a Adán a causa del propio Adán, para que este tomara conciencia de las consecuencias inmediatas que había producido su desobediencia.

Dios tenía previsto y puso en práctica, en efecto, un "plan B", pero no referido al rol del liderazgo, sino a la salvación de toda la raza humana. El plan aludido tenía como protagonista a un postrer Adán, también de nombre masculino: Cristo Jesús, es decir, Dios el Hijo.

Y la aparente respuesta afirmativa a la segunda pregunta solo surge como consecuencia directa del no menos rotundo "NO" con que debiéramos dar por contestada la primera de las interrogaciones.

De Augusto Comte y John Stuart Mill al positivismo del siglo XX

El pasado siglo finalizó con la euforia positivista (corriente o escuela filosófica que afirma que el único conocimiento "auténtico" es el conocimiento científico, y que el tal solo puede surgir de la afirmación de las teorías a través de un método científico. El positivismo deriva de la epistemología -rama de la filosofía cuyo objeto de estudio es el conocimiento– que surge en Francia a inicios del siglo XIX de la mano del pensador francés Augusto Comte y el británico John Stuart Mill, extendiéndose y desarrollándose por el resto de Europa en la segunda mitad de dicho siglo. Según esta escuela, todas las actividades filosóficas y científicas deben efectuarse únicamente en el marco del análisis de los "hechos reales verificados por la experiencia". Surge como un modo de dar legitimidad al estudio científico naturalista del ser humano, tanto en forma individual como colectiva. Según algunas corrientes, la necesidad de estudiar científicamente al ser humano nace debido a la experiencia de la Revolución Francesa, que vio por vez primera a la sociedad y el individuo como "objetos de estudio" científico, a la luz del pensamiento de Bertrand Rusell y Ludwig Wittgenstein. Este último elabora el conocido texto Tractatus Logico-Philosophicus, que sirve de plectro (inspiración) para el surgimiento del Círculo de Viena, un grupo de intelectuales que pretendía ya desde aquellos tiempos alejar definitivamente la ciencia de la metafísica, a partir del desarrollo de la lógica Russeliana.

También el fin de siglo nos trajo la propuesta del "superhombre", una aberración del paradigma de hombre del medioevo, mas "macho", mas desnaturalizado, mas irresponsable y menos hombre a la manera de Dios.

Después de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) se inició una difusión y consolidación popular de tal pensamiento. Ambas guerras mundiales (esta y la segunda), alejaron de manera definitiva al hombre del hogar y la familia, para acercarlo (y atarlo) al ámbito social, al ejército, el empleo, los negocios y todo lo otro. El liderazgo masculino en el hogar, al estilo patriarcal, había pasado a un segundo plano quedando la familia desorganizada, desorientada y descabezada. Los que postulan que la mujer trató de desplazar al hombre del mando familiar, aduciendo una u otra razón para afirmar tal cosa, no saben cuan errados andan. Fue el propio hombre el que cedió terreno y dejó la bandera (o mejor aún, los pantalones) tirada en un rincón del hogar, de manera irresponsable.

El posterior desarrollo de las comunicaciones trajo una nueva imagen del mundo, que se convirtió en lo que algunos llaman la «aldea global», pues todo lo que sucede en cualquier parte del planeta, es rápidamente difundido por todo el orbe. Primero fue mediante la palabra (la radio), luego la imagen (cine, televisión, etc.) y, por último, la tecnología (internet), capaz de transmitir los sucesos de interés general en forma directa y simultánea a todo el mundo solo instantes después de haber ocurrido y, a veces, "en vivo". Fueron los humanistas los primeros en darse cuenta de que el acceso a esos medios era necesario si querían difundir e implantar su pensamiento en la sociedad. Quedaban la sociedad y la familia, desde ese momento, expuestas en una vidriera enorme, sin intimidad, sin privacidad, sin nada oculto.

Comenzaron desde entonces los humanistas a laborar en dos niveles: mientras los filósofos lo hacían en el plano teórico tradicional, desarrollando el pensamiento abstracto, pero conscientes de que difícilmente podrían influenciar a las masas a través de estos trabajos, otros "especialistas" iniciaron un segundo nivel de trabajo, para dar a sus ideas popularidad. Jean Paul Sartre escribe una obra filosófica importante, para especialistas: "El ser y la nada" donde idealiza a las personas como seres capaces de crear sus propias leyes, al rebelarse contra todo tipo de estatutos, aceptando la responsabilidad, la ética y la moral personal sin el apoyo de la sociedad, la conducta o cualquier norma tradicional. Su teoría existencial declara la libertad de todas las personas para escoger sus "propios conceptos" y maneras de comportamiento y de "libre pensamiento" hacia una perfecta libertad de elección de crear los significados de las cosas y de la realidad en general. El hombre se estaba divorciando de Dios y Sartre era el abogado que defendía y firmaba la sentencia de divorcio.

Con dificultad el hombre común se vería influenciado por "El ser y la nada". Pero simultáneamente escribe para el teatro (Las manos sucias, Muertos sin sepultura, Las moscas, etc.) y produce guiones cinematográficos (El engranaje, La suerte está echada) y algunas de sus obras teatrales son llevadas al cine con actores famosos. Estas últimas obras si "calaron" en las mentes de los hombres comunes. Junto a estos grandes productos del pensamiento humanista, surgen innumerables "subproductos": novelas, películas, obras de teatro, etc. de artistas que adoptan la filosofía humanista y se encargan de difundirla. Los grandes filósofos humanistas han penetrado con su pensamiento en comunicadores sociales, artistas, pensadores, políticos, gobernantes, etc. De todos los rincones del mundo occidental.

Y, mientras tanto, ¿Qué hacía el pueblo de Dios? Los cristianos habían quedado rezagados, los medios de difusión masiva no constituían vehículo del pensamiento cristiano que no tenía novelistas, dramaturgos o directores de cine que difundiesen su pensamiento con la fuerza, el compromiso y el alcance con que lo hacían los humanistas.

El postulado de que el "único conocimiento auténtico es el conocimiento científico" hizo a un lado el texto bíblico de 1 Corintios 1:18-25: "Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios.

Pues está escrito:

Destruiré la sabiduría de los sabios,

Y desecharé el entendimiento de los entendidos.

¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?

Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.

Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría;

pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura;

mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.

Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres." Los hombres estaban deseosos de divorciarse de Dios (siempre lo hemos estado) y he aquí que aparece una "doctrina" mas a propósito con su corriente de pensamiento ("… los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal." Génesis 6:5) y sus deseos. Ese fue el "gran mérito" de Jean Paul Sartre y los demás humanistas. El texto bíblico no podía, desde ese momento, "competir" en igualdad de condiciones con los medios masivos de comunicación. ¿Acaso eran más fuertes que él? En lo absoluto. Todo ocurría a causa del hombre: "… No hay quien busque a Dios." Nos dice Romanos 3:11. No había conocimiento de Él (ver Isaías 1:3, 5:13, Oseas 4:6)

Del ateísmo al nihilismo

El ateísmo se introdujo con monumental fuerza en aquella sociedad "humanista" moderna. Luego tomó otro nombre: Agnosticismo. Palabra utilizada por T.H. Huxley en 1869, para indicar que el hombre no puede llegar a saber si Dios existe o no. Comúnmente se utiliza para señalar que el problema de la existencia o no de Dios carece de relevancia para el individuo (ser humano). Así, del "Dios ha muerto" de Nietzsche (filósofo, poeta, músico y filólogo alemán, considerado uno de los pensadores modernos y más influyentes del siglo XIX), se pasó con rapidez al "Dios no existe" y de ahí al mero "No me interesa si Dios existe o no". El hombre iniciaba su propio camino, "independizándose" de Dios, elaborando sus propios códigos y construyendo autopistas amplias rectas y fáciles de transitar allí donde solo había un único y angosto sendero: el camino estrecho que conducía a Dios.

Y, junto con la "independencia" del ser humano, se sucedieron, una tras otra, todo tipo de catástrofes. La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) fue aún más horrible que la primera, no solo por la cantidad de víctimas, sino por la saña y por el poder destructivo del "moderno" armamento empleado. De ello dan fe los casi seis millones de muertos en las cámaras de gas, los experimentos científicos y otras barbaries de los campos de concentración. Se puso de nuevo al desnudo la triste realidad de la condición del hombre sin Dios, igual que en los tiempos de Noé y otros muchos de la historia de la humanidad: "… vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal." (Génesis 6:5)

También esta Segunda "Gran" Guerra trajo consigo el temor atómico y la guerra fría, luego de que el 6 de agosto de 1945, en que fuera lanzada la primera bomba nuclear sobre Hiroshima. Hasta ese instante era "todo un éxito" matar hombres en un círculo de cien metros alrededor del lugar de impacto del proyectil, ahora se podía destruir toda una ciudad y matar casi cien mil seres humanos indefensos. ¡Enorme maravilla de la tecnología, el "positivismo", el mundo "relativizado" y el desconocimiento de Dios!

La ciencia y la tecnología habían logrado desatar fuerzas nunca antes imaginadas de una atemorizante capacidad destructiva, y ya nadie podía sentirse seguro en ningún lugar del planeta, ni siquiera en su propia casa. Como dijo Gabriel Marcel, a partir de ahí, "El hombre comienza a vivir a la intemperie".

En 1945 terminó el conflicto bélico, pero la "enorme aldea" no conoció más la tranquilidad. Los organismos internacionales, recién creados para arbitrar entre las emergentes potencias, más que entre todas las naciones, eran impotentes ante el problema de la perenne amenaza. El hombre común comenzó a replantearse cuál era el sentido que tenía vivir, pero sin preguntarse siquiera una vez por Dios. Y es que nuestro Padre Celestial había sido "muerto y enterrado" y casi nadie tenía interés en sacarlo del sitio en que se encontraba. Se pasa así del ateísmo al nihilismo (palabra proveniente del latín que significa "nada") Nietzsche definió tal estado como "el proceso en que los valores pierden su valor… y falta la meta, falta la respuesta a la pregunta: ¿por qué?" para el nihilista solo importa el instante que vive, nada hay que merece esfuerzo alguno, la búsqueda queda reducida "al placer de hoy". Y el hombre retorna al "Comamos y bebamos porque mañana moriremos" (1 Corintios 15.32, Isaías 22:13).

En el nihilismo no hay valores absolutos, sino que todo es relativo, está abierto a cualquier posibilidad. Todo es legítimo: la violencia, la homosexualidad, el aborto, la drogadicción, etc. todo "está bien si yo pienso que lo está". Dios "no tiene jurisdicción" sobre el hombre. Las urgencias del cuerpo se satisfacen sin limitaciones: todo es bueno, todo vale, todo es normal, todo se puede… la libertad no tiene límites, ni siquiera la libertad ajena la limita. No hay jerarquías ni gobiernos, en la "aldea global" impera la "ley de la selva" ¿Es acaso desarrollo tecnológico o mera vuelta a las cavernas lo que vive el hombre sin Dios?

Los ídolos de piedra y madera han cedido el sitio que tomaron de Dios a nuevos "ídolos" de carne y hueso, surgidos por la exaltación del ser humano. El cantante famoso, el deportista, el político, el millonario, suplantan a los talismanes y se constituyen en nuevos "dioses". Ya Jesucristo no es "… el camino, y la verdad, y la vida" (Juan 14:6). El nuevo "camino sagrado" que conduce a la "eternidad" es "el arte", el placer, la drogadicción… El nihilista "supera" su instinto de conservación para ir cediendo paso a la filosofía del instinto de autodestrucción: Corre de manera inconsciente e irresponsable hacia la muerte porque no le encuentra sentido de la vida. Si usted llama la atención a un adicto a las drogas, un homosexual, de la alta probabilidad de que muera prematuramente, lo más posible es que escuche como respuesta una frase resignada, fatalista y triste. No puede ser de otro modo, porque la vida no tiene sentido para ellos… "comamos y bebamos porque mañana moriremos", esa es su filosofía. Comenta Salvador Dellutri que, "en respuesta a la publicidad preventiva que se hacía en una gran ciudad con el lema ¨La drogadicción mata lentamente¨ un drogadicto había manuscrito: ¨Yo no tengo apuro¨. Más allá del sarcasmo o de una artificial forma de desafío, la repuesta encierra para muchos jóvenes, emergentes de una sociedad sin respuesta, una realidad triste."

El pensamiento nihilista ha saturado en diferentes maneras, sobre todo, a la sociedad occidental. Y si bien no todos tienen una conciencia de muerte, si lo más notable resulta la sensación extendida de que lo más importante es vivir el hoy, satisfacer todos los deseos, no importa el precio y exaltar la libertad en detrimento de la responsabilidad.

Y ahí, hermano, es donde están nuestros hijos. Ellos corren el riesgo de convertirse en víctimas inmediatas de tal estado de cosas a las que, en cierto modo, los que decimos tener un compromiso con Jesucristo, le hemos dado el "visto bueno" o, por lo menos, ante las cuales nos hemos "replegado" al interior de los templos y los hogares. Solo que hasta allí entra, inexorablemente, esta corriente de pensamiento posmoderno -sin que nada podamos hacer- a través de la radio, la televisión, internet, los videojuegos y mil cosas más. De manera cobarde hemos permitido que en casi todas las naciones del mundo, la nuestra incluida, se le haya dado "carta blanca" a las "preferencias sexuales" y no hemos movido un solo dedo para expresar nuestro desacuerdo. Nos hemos "resignado" a vivir en Sodoma dando por sentado que nuestros hijos, con tan solo ir alguna que otra vez a la iglesia y acatar desganadamente y "bajo protesta" las leyes que imponemos en nuestros hogares, como genuinos dictadores (por lo menos a criterio de ellos), han de estar libres del fuego y azufre que Dios enviará del cielo.

La vida sin Dios y "La locura de la moralidad" según Charles G. Finney

Hace algunos años, en una telenovela que relataba una historia de los tiempos de la esclavitud, había un personaje muy "gracioso", un viejito esclavo que repetía constantemente la muletilla "el mundo está loco". Las personas solían solidarizarse con el simpático actor y reían a carcajadas ante cada situación de conflicto que el cerraba con la antedicha frase. Nadie se tomaba el trabajo de meditar en el mensaje implícito de la frase en un mundo de moralidad relativizada. Ese mundo estaba loco en los años en que se enmarca la novela y está más loco aún en nuestros días. No es una locura intelectual la que lo aqueja, sino una locura moral.

Charles G. Finney, comúnmente llamado llamado "El más importante restauracionista estadounidense," fue un importante líder del segundo "gran despertar" cristiano de Estados Unidos, el cual tuvo un profundo impacto en la historia social de esta nación." Él dijo, respecto a tal locura:

"¿Quiénes Son Los Que Tienen La Locura de la Moralidad?

Los que no están locos del intelecto, pero actúan como si fuera, estos si están locos de la moralidad. Por ejemplo, los que están locos del intelecto tratan con la ficción como si fuera la realidad, y tratan con la realidad como si fuera ficción. Actúan como si la verdad no fuera la verdad, y como si la falsedad fuera la verdad. Pues, todos saben que los locos siguen sus sueños como si fueran la mera verdad. Al decirles la verdad, no les afecta nada.

Asimismo, los que andan en pecado tratan las realidades de lo espiritual como si no fueran de la realidad. Siguen sus sueños vacíos e ideas tontas como si fueran de la verdad más preciosa.

Actúan como si ellos mismos fueran lo más importante, y todo lo demás es de poca importancia. Supongamos que vemos a una persona portándose así todos los días. El anda por aquí y por acá pensando y diciendo que él es el Dios Todopoderoso.

No respeta los derechos de otros, pero demanda que todos pongan los derechos de él sobre todo. Ahora, si viera a una persona portándose así, le contaría como un blasfemo o un loco.

Ahora fíjese en esta verdad increíble: mientras los pecadores hablan con sentido y muestran que saben la verdad, se portan como si no fuera la verdad -como si ellos mismos fueran lo más importante del universo, y que los intereses de Dios no cuentan para nada. En la práctica, todos los pecadores hacen así. Es el elemento más básico del pecado.

El egoísta nunca respeta los derechos de otros, a menos que de una manera le convenga él mismo y le ayude cumplir con sus deseos.

Si una persona cree que él mismo está sobre todos y que importa más que todos, esto comprueba la locura de su intelecto. Lo encerrarían en el manicomio más cerca, rápido. Cuando muestran que saben un mas, pero actúan en contra de su conocimiento, decimos, con la Biblia, que tienen enloquecimiento en su corazón durante su vida…

Así es la práctica de todos los que viven en pecado." (fin de la cita)

Indiscutiblemente, Dios no tiene para el hombre moderno un lugar protagónico.

El día que Morse, el inventor del telégrafo, realizó la primera transmisión (24 de mayo de 1844), lo hizo, maravillado de su invento, con estas palabras: "¡Esto es obra de Dios!" Su afirmación no fue una frase ingenua o cursi, él sabía que, más allá del trabajo humano tras su invento, había que reconocer al Creador su señorío. Algo más de un siglo después, Neil Armstrong, el primer hombre en pisar la superficie de la luna, dijo algo diametralmente distinto: "Este es un pequeño paso para el hombre, pero un paso gigantesco para la humanidad". En tan solo un siglo ocurrieron muchas cosas, Dios estaba ahora entre bambalinas y el primer plano era ocupado por el hombre-actor. Esto y mil cosas más nos califican como las generaciones de los que "… no aprobaron tener en cuenta a Dios" (Romanos 1.28). Y no se trata tan solo de un ateísmo o agnosticismo declarados. Las estadísticas podrán seguir dando en nuestra nación y en todo el mundo "números" de una gran cantidad de creyentes y de celebraciones de "fiestas cristianas" multitudinarias. Eso carece de relevancia, porque el problema es otro.

El problema es que Dios, para muchos en nuestros días, no tiene más importancia que los esqueletos de dinosaurios que se muestran en los museos de historia natural. Dios, para ellos, es "cosa del pasado". Quizá clamen a Él de vez en vez, y piensen para sí que son, por ello, genuinos cristianos, genuinos hombres, genuinos esposos, genuinos padres o genuinos líderes eclesiásticos. Solo que son meras caricaturas, sin una comprometida conexión con la realidad cotidiana del cristianismo.

Dios no es tema "agradable" en sus conversaciones. Una inmensa mayoría de los que se declaran cristianos jamás han leído siquiera una porción de los Evangelios, y pretenden negar, una tras otra, todas las leyes dadas por Dios, prefiriendo las autopistas que sociólogos, antropólogos, sicólogos y políticos les proponen al angosto camino presentado por Cristo Jesús.

Quizá para los humanistas de antaño Dios era un postulado necesario para llenar algunos vacíos inexplicables para las ciencias o la razón. Hoy, hasta para la mayoría de los hombres que se dicen creyentes solo es un lenitivo mítico, frente a lo irreparable del sufrimiento y la muerte. Se recurre a Él en los casos extremos, cuando no hay salida posible a través de los caminos del racionalismo. Los hombres antiguos (de la Torre de Babel para acá), programaban enormes obras de arquitectura, ingeniería, etc. que demoraban en ser construidas varias generaciones. El hombre de nuestros días, en cambio, no lo hace. Y no porque le falte la sabiduría o los recursos tecnológicos para emprender algo mil veces mayor, sino simple y llanamente porque dentro de sus esquemas mentales no está hacer algo que le trascienda. Para el hombre del presente lo más importante es el final y todo aquello de lo que no puedan verlo, no vale la pena siquiera pensar en ello. Eso debiera hablarnos de la pequeñez del hombre y la grandeza de Dios.

Este declinar, al parecer, ya venía apareciendo desde la época de Martín Lutero, que expresó: "El hombre se ha desacostumbrado tanto a la presencia de Dios que ha dejado de temerle, ya no se estremece." A los hombres, de Lutero a acá, les ha faltado vivir la experiencia que tuvo Jacob en Génesis 28:16-17.

Un Dios silencioso ante una vida sin sentido

Y el grito triunfal de "Dios ha muerto", se transforma en gemido angustioso. Pareciera que escuchamos, más bien: "El hombre ha muerto". Muerte que nada tiene que ver con la vida biológica, carente de sentido en nuestros tiempos por demás, esta muerte se refiere más bien a la falta de sentido de la existencia, problema fundamental del hombre de hoy.

Hoy el hombre está falto de un criterio que le diga lo que ha de hacer y ha perdido también las costumbres que antaño le eran por brújula, generalmente no sabe tan siquiera lo que le gustaría hacer y se limita a desear hacer lo que todos hacen (conformismo) o lo que otras personas le sugieren, mandan o exigen que haga (totalitarismo). Es evidente que la humanidad está condenada a vagar eternamente entre dos extremos: la tensión y el aburrimiento. No en balde los psiquiatras son más acaudalados cada día, mientras el resto de los hombres empobrecen material y espiritualmente buscando el placer en prácticas autodestructivas como el alcohol, las drogas, el sexo fuera del matrimonio, el homosexualismo y otras disímiles más.

Para los irresponsables y culpables hombres de nuestros días, el matrimonio es otro negocio más con el cual se pueden obtener dinero, bienes materiales, etc. De todo menos amor. Y está regido por un "contrato" sui géneris, que puede ser rescindido de un momento a otro y no por un pacto eterno conforme a la voluntad de Dios.

Y Dios guarda silencio, un obstinado silencio frente a nuestra desesperación. A veces pareciera que habla, pero no podemos tener la certeza que el hombre de hoy busca, una certeza que venga de la "comprobación científica". No importa que Dios haya hablado en algún punto del pasado, sino tener una "comprobable" palabra personal en el presente. Y esa búsqueda, sintetizada en la frase de Tomás el Apóstol: "Si no veo, no creo", es la negación del camino de la fe. El hombre de hoy quiere "un Dios útil", que le dé la certeza de su presencia más allá de la fe, solucione sus problemas inmediatos y, si no lo hace, ¡ya se buscará otro más complaciente!

Frecuentemente escuchamos estos cuestionamientos: "¿Qué hace Dios ante tanta miseria?", "¿Por qué Dios permite (o manda) estas catástrofes naturales?", "¿Qué hace Dios mientras miles de niños mueren de hambre?", "¿Qué hace Dios frente a la opresión y la violencia?", "¿Por qué no actúa Dios ante la injusticia?". Y a cada una de esas interrogantes el hombre se autorresponde: "Dios guarda silencio."

Pero Dios ha hablado, solo que la soberbia y la falta de humildad no nos dejan escucharlo.

Conclusión

Citamos nuevamente a Salvador Dellutri:

"En una iglesia colonial latinoamericana se llevaba a cabo una de las fiestas tradicionales. Veía entrar a los fieles cumpliendo con los sacrificios que se habían propuesto para alcanzar algún favor de Dios. Rodillas desolladas, espaldas sangrantes, pesadas cadenas aprisionando los tobillos y una expresión profunda de angustia en los rostros."

"En otra plaza latinoamericana veo otra manifestación de fe, alguien con mucho fervor, promete a quienes se acerquen con fe a Dios la solución de sus problemas personales y la prosperidad. No lo sabe, pero está ofreciendo al pueblo un dios incansablemente buscado: El que soluciona los problemas del presente, que son los únicos que importan. Escucho atentamente, no hay una sola mención al pecado, el arrepentimiento o el castigo eterno. Es un dios que ofrece únicamente bendiciones. Un dios hecho a la medida del hombre de este siglo, que poco tiene que ver con el Dios Eterno de la Biblia."

"Ernesto Sábato, escritor y pensador argentino, confesamente agnóstico en una etapa de su vida, sin embargo decía: "De una cosa estoy seguro, el mal está organizado", reconocía la existencia de una mente rectora de la maldad y la decadencia."

"Para Sábato esa personalidad organizadora del mal es innominada, para el cristiano tiene nombre y personalidad definidos." Se llama Satanás.

Ante el actual estado de cosas,

… la ciencia responde: "el fin del mundo se acerca, el hombre destruye el único planeta en todo el universo apto para la vida a la vez que se autodestruye a sí mismo."

… la psicología responde: "el estrés de la vida agitada ha llevado al hombre a un punto en que la vida carece de sentido y solo se resigna a esperar de la manera mejor posible el día que le sobrevenga la muerte."

… la medicina responde: "las enfermedades, plagas y epidemias, cada vez más frecuentes y letales, limitan la esperanza de vida que el hombre se empeña en alargar con los avances tecnológicos y los descubrimientos científicos."

… la astrología responde: "todo aparece predeterminado, el hombre solo puede indagar y reconocer, pero no modificar, lo que los astros, en su soberanía, han determinado. El ser humano es un juguete del destino, movido por los hilos invisibles de los astros."

… el propio hombre responde: "debo disfrutar de la vida, porque es "una sola" y un día se acaba."

… Satanás dice algo parecido: "coman y beban, porque mañana morirán."

Tales mensajes muestran el grado de desorientación al que se llega cuando, alejándose de Dios, los hombres pierden el punto de referencia eterno.

… pero Dios responde: "yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia." (Juan 10:10)

¿Le resulta a usted difícil acaso escoger entre las respuestas anteriores? ¿Espera acaso a que Dios levante su "tiempo de gracia" y que ya no haya remedio?

Él le está esperando. Si usted apuesta por venir a la vida abundante que solo Dios ofrece, no posponga su decisión, quizá mañana sea demasiado tarde.

Que Dios le bendiga.

 

 

Autor:

Rogelio E. Pérez Díaz

Febrero 17 de 2014.

Ministerio CRISTIANOS UNIDOS