- Evolución histórica de la propiedad territorial en Venezuela
- El problema agrario
- Latifundio y su origen
- Efectos en Venezuela
Evolución histórica de la propiedad territorial en Venezuela
La evolución histórica del poblamiento en el territorio venezolano comienza en la época llamada prehispánica con la naturalidad con que los primeros grupos humanos ingresaron al continente americano hasta llegar al actual territorio venezolano. Este hecho estuvo marcado por la movilización que por miles de años llevó a estos grupos a asentarse en los diferentes territorios de América.
De igual manera, los estudios históricos realizados sistemáticamente han permitido la reconstrucción étnica, cultural y económica de estos núcleos humanos iniciadores del poblamiento en nuestro territorio.
Durante el proceso de poblamiento hispano, el gobierno repartía las tierras a través de las Capitulaciones. Para favorecer a los indígenas dispersas fueron reagrupadas en poblados y se les repartió tierras llamadas Resguardos Indígenas, por medio de una Merced Real. Estos Resguardos Indígenas al principio se respetaron como cualquier otra propiedad creada por los españoles, pero fueron igualmente objeto de muchas injusticias: cuando se adjudicaban tierras a personas extrañas a los indígenas, dentro del área perteneciente a un resguardo o pueblo de indios y por lo tanto propiedad comunal inalienable, los gobernadores ante las solicitudes de tierra "consideraban" que los resguardos de un poblado tenían mucha extensión como para cubrir sus necesidades, y consintieron bajo ese concepto en que se hicieran las correspondientes adjudicaciones.
El fundamento de la propiedad territorial en la América hispana, tiene su origen en la bula del 3 de mayo de 1493 emanada del papa Alejandro VI, en la cual el vicario de Cristo en la tierra concedía y asignaba las tierras descubiertas al imperio español. En este Periodo se establece las confirmaciones y remates.
Conjuntamente con la aplicación de esta figura jurídica, que justifica la posesión de la tierra y otorga título en formas, se configuran dos tipos de mano de obra conectadas con explotación del suelo y esos tipos de mano de obra están representados por indígenas y negros sometidos a las relaciones económicas –sociales y de servidumbres.
A través de las "Mercedes" cualquier español que supiera leer o escribir, podía estar en posesión efectiva en de las tierras otorgadas al mesedario. En el acto de posesión de terreno, un letrado español tomaba de la mano al agradecido y los paseaba por los terrenos para comunicarles el dominio según los estimulaba el documento. El factor común que tienen estos primitivos títulos de propiedad es la imprecisión de los linderos de ellas, debido al poco conocimiento de la topografía del territorio que se repartiría y las rudimentarias técnicas de medición de la época.
Otro aspecto que fundamentaba la mercede de tierra era la idea de incorporar los territorios conquistados a los modos de vida y producción de la época, estableciendo en estos lugares deshabitados a familias, estimulando el poblamiento con el arraigo de la tierra. Otra forma de ascender a la propiedad territorial fue el matrimonio de un español con la hija de un cacique. De esta manera muchos españoles se adueñaron de grandes extensiones de terrenos.
Esta etapa abarca desde el siglo XVI y llega hasta la primera década del siglo XIX. Los cultivos tradicionales de los aborígenes se mantuvieron y la siembra y recolección se adaptaron a las técnicas europeas. Entraron nuevos productos provenientes de Europa y Asia. La producción se reforzó con la ganadería, actividad que empezó a generar leche, carnes, quesos, etc.
Se reforzó la condición agrícola de las tierras y se refuerza con las actividades de cría. Los "misioneros" fueron los más determinantes forjadores de la economía agrícola y pecuaria; pues a ellos se debe el levantamiento de los grandes hatos que poblaron los llanos y de numerosas haciendas en tierras de las montañas.
Desde 1810 hasta 1830 la ganadería y la agricultura decayeron notablemente ya que no hubo cosechas debido al alejamiento de la mano de obra de los cultivos ya que estaban participando en la guerra (los campesinos estaban participando en la guerra, por lo tanto no había quien trabajara la tierra)
Entre 1830 y 1914, se busca el rescate de los campos. Poco a poco después de 1864 comienza a renacer la producción que para estos años tomo un nuevo rumbo hacia la negociación con el café y los productos derivados de la ganadería. Las actividades del campo se vieron golpeadas con la aparición del petróleo debido al abandono de los campesinos que se dirigieron hacia las zonas petroleras en busca de mejores salarios.
A partir de 1926 el Gobierno se empeñó en mejorar las condiciones del campo para atraer a los campesinos a sus antiguas labores. Finalmente en 1935 surgió el "Ministerio de Agricultura y Cría" y el "Instituto de Colonización e Inmigración". En el año 1940 el ascenso del poder de la burguesía urbana implicó el comienzo de una reforma agraria con énfasis en la agroindustria. Surgieron los asentamientos campesinos para darle a las áreas rurales mayores márgenes de salubridad y atención.
Especial énfasis se puso en mejorar la vivienda rural y el tradicional rancho, criadero de chipos y enfermedades, se cambió por nuevos tipos de viviendas en algunos lugares. Básicamente el Estado ha venido impulsando las actividades agropecuarias ya que se han invertido fabulosas cantidades de dinero, pero actualmente la inexistencia de políticas de desarrollo sustentable, la injusta distribución de la tierra han provocado que la población campesina emigra hacia las ciudades. El despoblamiento del medio rural conlleva otras consecuencias no menos graves como la incapacidad de abastecer nuestras necesidades alimentarias. El principal objetivo del Estado es estimular la permanencia de la población en el campo, a través de mayor justicia e igualdad para los campesinos.
La Ley de la Reforma Agraria fue promulgada el 5 de Marzo de 1960 durante la presidencia de Rómulo Betancourt. Este documento fue producto de un consenso nacional, en donde participaron sectores como la Iglesia y el Partido Comunista de Venezuela, entre otros. Se perseguía una meta en común: la equitativa distribución de las tierras.
Las principales metas de la Reforma Agraria en Venezuela fueron La distribución equitativa de las tierras y la adecuada organización del crédito y la asistencia integral para los productores del campo, a fin de que la tierra constituya para el hombre que la trabaja, base de su estabilidad económica fundamento, de su progresivo bienestar social y garantía de su libertad y dignidad.
Antes de la Reforma Agraria, el sistema de tierras que se manejaba era el conocido como Latifundista, heredado de la época colonial y luego institucionalizado en la república. La agricultura vivía en permanente atraso, con gran cantidad de tierras ociosas o en muy baja producción; así como los productores y propietarios de la tierra, con sus tierras hipotecadas y en situación de ruina.
El objetivo de La Ley de la reforma agraria era garantizar la propiedad sobre las fincas y cualquier tipo de vivienda rurales que son de uso privado, social o publico. También garantizaba el trabajo a aquellas personas que no posean tierras y se les da el derecho de propiedad de algunas tierras explotadas y por ultimo mantener la permanencia de los productores en las tierras que están cultivando.
Desafortunadamente, esta ley fracasó por varias causas como la tenencia de las tierras por parte de los latifundistas, desconocimiento de nuevas técnicas modernas, poca inversión en el sector, plagas y enfermedades que bajaron la producción, falta de un adecuado sistema de mantenimiento y la escasez de mano de obra.
Estos atrasos y problemas de la agricultura crearon serios problemas al desarrollo industrial y repercute de forma negativa en el nivel de vida de toda la población consumidora del país y Venezuela se ve obligada a importar productos que podrían ser producidos en el país como el maíz, caraotas, frutos y hortalizas
El problema agrario
Al contrario de los países centrales, donde las burguesías nacionales se obligaron a democratizar la propiedad de la tierra, como forma para estimular el desarrollo de las fuerzas productivas, aunque capitalistas, en los países dependientes del hemisferio Sur las élites locales, totalmente dominadas por el colonialismo y por el imperialismo, adoptaron otras formas de desarrollo capitalista. Precisamente el modelo de desarrollo capitalista adoptado por las élites dependientes se basó en la existencia de la gran propiedad latifundista, que pasó a dedicarse a los productos de exportación que interesaban a los países centrales.
Por eso, en nuestros países se fortaleció la gran propiedad latifundista porque al colonialismo, antes y después del imperialismo, sólo le interesaba la mano de obra y materias primas agrícolas baratas. Y no se preocuparon en desarrollar el mercado interno y mucho menos las fuerzas productivas locales. En esos marcos, a parte del desarrollo capitalista dependiente, los problemas sociales solamente se agravaron en los últimos siglos. Hoy se puede decir que el problema agrario, como veían los clásicos, desde el nacimiento del capitalismo, persiste en la mayoría de los países periféricos y aún más en Latinoamérica.
Cómo se caracteriza el problema agrario en nuestras sociedades? Podríamos caracterizar su existencia, describiendo resumidamente la presencia de los siguientes fenómenos económicos y sociales:
– Alta concentración de la propiedad de la tierra. El latifundio es la forma predominante y controla la mayoría de las tierras en nuestros países;
– La mala utilización de la tierra y demás recursos naturales. Como la propiedad está concentrada en la oligarquía rural, que no necesariamente necesita de toda la tierra para acumular, gran parte de esas tierras se mantiene improductiva, con muy baja utilización;
– Lo que es producido en la tierra. Las líneas de producción adoptadas en las tierras más fértiles de nuestros países no se dedican a cultivos destinados a la alimentación de nuestros pueblos, sino que, más bien, se destinan al monocultivo de exportación, que interesa a los países centrales, o a la producción de materias primas vinculadas a la gran agroindustria multinacional.
– El resultado de las características anteriores es de que en casi todos los países periféricos el hambre es común y afecta a un elevado porcentaje de la población. En el caso de Brasil, son 32 millones de personas que pasan hambre todos los días, de un total de 150 millones, y otros 65 millones se alimentan, según la Organización Mundial de Salud, por debajo de las necesidades mínimas.
– El éxodo rural forzado y la migración a regiones fronterizas con otros países. Los campesinos ya no tienen futuro en sus lugares de residencia y son obligados a migrar a las ciudades o a otras regiones lejanas.
– El modelo tecnológico adoptado en las agriculturas periféricas sigue una lógica únicamente consumista de productos agroindustriales producidos por empresas transnacionales. Y no tienen ninguna relación con el clima, condiciones de suelo, de nuestros países. Es un modelo tecnológico trasladado mecánicamente de los países centrales, y están trayendo enormes consecuencias, incontrolables, tanto para los recursos naturales disponibles, cuanto para la sobre vivencia del hombre, así como para el aumento permanente de la productividad por hectárea.
Tenemos también el problema de la concentración del capital industrial y comercial que domina el comercio e industrialización de los productos agrícolas. Está concentrado geográficamente en regiones más desarrolladas del país y en manos oligopólicas de empresas transnacionales. Afectando, por supuesto, al desarrollo agrícola, ya que hoy en día la mayoría de los alimentos pasa por procesos agroindustriales. Esas son las características principales de lo que ocurre en el medio rural de nuestros países periféricos, y que determinan que sí siga existiendo un problema agrario fundamental. Problema agrario que tiene un carácter de clase.
Existe y afecta a la población pobre, a los trabajadores; pero para las élites colonizadas, para las burguesías locales que solamente piensan en ganancia, de hecho no hay más problema agrario porque, aparte de todos estos problemas señalados, ellas todavía logran obtener ganancias con la producción agropecuaria. Y si hay ganancias, no hay problema agrario.
El problema agrario existe y tiene sus raíces en el modelo de desarrollo capitalista adoptado históricamente por nuestras élites colonizadas y dependientes. Pero, en la última década se agravó aún más, con la adopción de las políticas económicas llamadas neoliberales.
Qué significan esas políticas para la agricultura y el medio rural? Significan un agravamiento del problema agrario. Porque la adopción del modelo neoliberal representa la sumisión completa de las élites nacionales que abandonaron totalmente proyectos de desarrollo nacional y se sometieron a la voluntad del capital financiero, y del capital extranjero, en nuestros países. Toda la política económica se basa en la apertura de los mercados para las mercancías industriales y agrícolas de los países centrales y controlados por empresas transnacionales.
Por otro lado, representa una forma de explotación de nuestra riqueza, ya no más a través de grandes plantas industriales, o de materias primas baratas, sino que ahora a través de elevados tipos de interés pagados al capital financiero.
La agricultura de nuestros países está siendo destrozada. Y orgullosamente la burguesía dominada, se ufana al decir que ahora la agricultura pesa muy poco en el PIB nacional, y que la población rural es minoritaria en el país. Como signos de modernidad. Cuando, en realidad, representan signos de mayor miseria y pobreza. Y sobre todo de abandono de cualquier proyecto de desarrollo autónomo, nacional y al servicio de las mayorías. Pero, si por un lado el neoliberalismo va a destrozar la autonomía de nuestras agriculturas, si poco le importa el destino de las amplias mayorías de la población rural. Por otro lado, la propuesta de reforma agraria, de resolución del problema agrario, ahora más que nunca, se ha vuelto un problema nacional, un problema de clase.
Y al contrario de lo que sucedió en Europa y Estados Unidos, donde fueron las burguesías nacionales quienes resolvieron el problema agrario, en Latinoamérica y en el Tercer Mundo el problema agrario solamente podría ser resuelto ahora por las fuerzas populares. Es más, la implantación de una reforma agraria en la actualidad no se limita a combatir la concentración de la propiedad, de los "resquicios feudales", sino que una reforma agraria tendrá que combatir todas las características señaladas arriba, como parte del problema agrario, y en esa medida, se transforma no en solución del desarrollo capitalista, sino que exige cambios estructurales profundos de nuestras economías, que la burguesía nacional no quiere y no tiene ni voluntad ni capacidad de impulsarlos.
En esa medida, si por un lado el neoliberalismo agudizó los problemas económicos y sociales de los países dependientes, por otro lado, profundizó las contradicciones de clase, que nos llevaron a que la propuesta de reforma agraria sea en realidad una propuesta de cambios de la economía, de cambio de los lazos de dependencia. Una propuesta de liberación nacional de nuestros pueblos.
Latifundio y su origen
El Latifundio es el resultado histórico de la Conquista del Territorio Nacional, realizado frente a la resistencia india mediante el uso de las armas.
Una vez conformado el dominio político mediante la fuerza de las armas, se procedió al establecimiento de las instituciones respectivas, donde jugaron primordial importancia los movimientos tácticos que condujeron a establecer un sistema de dominación económica que fundamenta la riqueza sobre la posesión de inmensas extensiones de tierra para garantizar la producción de grandes cantidades de insumos agrícolas y pecuarios a la disposición del mercado de exportación, en virtud de las necesidades de la demanda metropolitana.
Al condicionar la estructura burocrática aduanera a una economía condicionada a los mercados internacionales, quedó constituida la tercera fuerza de dominio colonial, el poder económico. Junto con el dominio de la tierra, los conquistadores fueron reproduciendo sus genes en el vientre de las indias para traer con el tiempo, nuevas generaciones bilingües de avance, para implantar una sociedad católica que construirá la cultura colonial al servicio de las necesidades del mercado. Quedando establecida de esta manera, la cuarta forma de dominación, la ideológica.
Estas cuatro formas de dominación colonialista, vale repetir: el dominio de las armas, el dominio político, el dominio económico y el dominio ideológico, se establecen sobre el territorio colonial organizado en grandes extensiones de tierra para el beneficio de los conquistadores y sus descendientes.
La gesta emancipadora logró la independencia política mediante la lucha armada hasta obtener el reconocimiento político de nación soberana. Este objetivo se alcanzó utilizando unas armas compradas a crédito en los mercados internacionales, colocando como fianza los latifundios de algunos mantuanos, como el caso de Luis López Méndez. Para guerras posteriores también se comprometieron los ingresos de la aduana de exportación.
La propiedad territorial fue repartida entre la nueva clase portadora del estandarte de la Orden de los Libertadores compartiendo la conformación de los Latifundios con los nuevos propietarios que adquirieron parte de las tierras pagando en las subastas de las casas de empeño, aquellas deudas de las armas, las municiones, el sueldo de la Legión Extranjera; y hasta sus uniformes, sobrantes de las guerras napoleónicas, cuyos componentes tuvieron una influencia más interesante de la que los historiadores patrios han otorgado.
De esta manera vemos en el presente, como el hato el Charcote, a través de una cadena de testaferros, termina perteneciendo a la Corona Británica. Y latifundios, como el de la familia del patriota mantuano, López Méndez, fue adquirido, por una familia de de Apellido alemán muy célebre. O más tarde, uno de los antiguos latifundios del Conde de Tovar, comprada por una familia británica de importadores y agentes aduaneros, como por ejemplo, la hacienda Santa Teresa, visitada por turistas encantados de disfrutar el sabor añejo de familia venezolana de origen Británico.
Efectos en Venezuela
Las tierras propiedad de los campesinos eran las principales proveedoras de empleo: en ellas trabajaba casi la mitad de la mano de obra agrícola, cuatro quintas partes de la cual estaba integrada por parientes que trabajaban sin percibir remuneración. En las grandes extensiones de tierra se empleaba a menos de una quinta parte de la mano de obra agrícola. En 1960, aproximadamente un tercio de la mano de obra agrícola total no tenía tierra, y era generalizada una variedad de acuerdos de tenencia de la tierra: alrededor de una cuarta parte, o más, de los trabajadores agrícolas era arrendataria o las ocupaba ilegalmente.
Un sistema agrario así era ineficiente. Por una parte, los latifundios eran subutilizados: labraban parte de sus tierras de una manera excesiva mientras una proporción considerable quedaba sin cultivar. Por otra parte, los minifundios desperdiciaban la mano de obra pues empleaban demasiada para trabajar tierras de muy poca extensión. No es de sorprender que, mientras la productividad de la mano de obra fuera mucho mayor en los latifundios que en los minifundios, en la productividad de la tierra sucedía lo contrario.
En los latifundios la producción promedio por trabajador agrícola resultaba aproximadamente de cinco a diez veces mayor que en los minifundios, en tanto que la producción por hectárea de tierra agrícola era más o menos de tres a cuatro veces mayor en los minifundios en comparación con los latifundios.
Puesto que gran parte de la mano de obra rural se encontraba desempleada o subempleada y la tierra era relativamente escasa, desde una perspectiva desarrollista resultaba más importante elevar la productividad de la tierra que aumentar la productividad de la mano de obra. Quienes propusieron la reforma agraria argumentaban que podía aumentarse más fácilmente la productividad de la tierra si ésta se redistribuía, en vez de hacer costosas inversiones en tecnología moderna que, además, podrían ocasionar desplazamientos de la mano de obra.
Expresaban también que era probable que la reforma agraria tuviera un efecto mucho más favorable en la distribución del ingreso que en lo relativo a la extensión de la tecnología moderna, por más importante que ésta fuera.
La tenencia de la tierra y la estructura laboral tendrían que haber cambiado antes de aplicarse las reformas agrarias. En el cambiante clima político de los años 50 y 60, los terratenientes previeron la posibilidad de que se legislara la reforma agraria y tomaron medidas evasivas. Con el objeto de evitar la expropiación, algunos redujeron el tamaño de sus propiedades subdividiéndolas entre miembros de su familia o vendiendo parte de ellas. Con dos medidas intentaron reducir la presión que ejercía la mano de obra rural que reclamaba la expropiación: reduciendo la cantidad de quienes arrendaban la tierra, y sustituyendo a los trabajadores permanentes por otros que recibían pago por temporada.
Los terratenientes buscaban reducir la presión que ejercían sobre ellos quienes arrendaban sus tierras y que, como productores agrícolas, ansiaban aumentar la tierra que rentaban y reducir el pago por la tierra. En comparación con los trabajadores permanentes asalariados, los que recibían pago por temporada tenían menos derechos y se les podían despedir o retirar más fácilmente, según el caso.
La mecanización permitió a los terratenientes reconformar la composición de su mano de obra y reducirla considerablemente, con lo que debilitaron los reclamos por la redistribución de la tierra y por salarios más altos.
La mera amenaza de una reforma agraria precipitó la ruptura y la capitalización de la hacienda. La legislación de la reforma agraria, por lo general, dejó fuera a las haciendas que tuvieran un tamaño menor a una cierta área establecida y, en algunos casos, también exceptuó a las haciendas modernas y eficientes que rebasaban dicho límite. Los terratenientes intentaron evadir la expropiación mediante la subdivisión y la modernización de sus propiedades.
Los criterios de eficiencia aplicados hacían referencia a menudo a que en la hacienda hubiera maquinaria y se recurriera a mano de obra asalariada, en vez de a la mano de obra de arrendatarios de la tierra, fórmula particularmente mal vista pues era considerada parte de un régimen de trabajo feudal y opresivo.
El sector agrícola capitalista de tamaño mediano también se expandió, particularmente en los países donde la legislación de la reforma agraria permitió a los terratenientes conservar parte de sus propiedades después de la expropiación, es decir, cuando tenían derecho a una reserva. En general, los terratenientes conservaron la parte medular de su hacienda, con la tierra de mejor calidad y las principales construcciones. A menudo, conservaron también su ganado y su maquinaria agrícola, que al estar concentrados en fincas de menor tamaño mejoraron las relaciones capital-tierra y capital-mano de obra.
Autor:
Carla Santaella
UNIVERSIDAD FERMÍN TORO
FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y POLÍTICAS
ESCUELA DE DERECHO
DERECHO AGRARIO Y AMBIENTAL
Noviembre, 2011