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Dos estudios en torno al libro de Beccaria y la utopia de Tomás Moro


  1. Las infracciones
  2. Las penas
  3. Tribunales penales
  4. La utopía de Tomás Moro

Si yo no tuviese más merito que ser el

Primero que hubiese presentado a Italia con

Alguna mayor evidencia lo que en otras

Naciones se haya osado escribir y comenzado

A practicar, me consideraría afortunado solo

Por ello…Igualmente fatales, las bendiciones y

Lagrimas de un solo inocente en los transportes

De su alegría, me consolarían del desprecio de

Los hombres.

César Beccaria.

Las infracciones

El libro de César Bonesana, mejor conocido como el Marqués de Beccaria, se nos presenta ante la vista tal como es, en su encuadernación de lujos verde aceituna y con una inscripción dorada en el lomo: Beccaria de los Delitos y las Penas. Pasando el extenso prologo de Constancio B. de Quirós y adentrándonos en el contenido del libelo en tamaño, enciclopedia por el contenido, y porque no decirlo de una vez, un Evangelio en la sustancia.

Su como discípulo de Pedro Henríquez considero que el libro debiera llamarse De las Penas y los Delitos, por la colocación que tienen estas antes que los delitos, no obstante se levanta en mi el alumno de Artagnan Pérez y de Mercedes María Estrella, para echar a un lado el contenido la critica literaria. Es necesario que despierte al penalista dormido, por eso comenzaré el libro por donde su autor lo concluyó. Así es que por las infracciones entraremos al libro en torno al cual nos proponemos hacer nuestro estudio.

Para el joven economista milanés, comedor de spaghetti y aficionado a la homosexualidad, los delitos hay que verlo por: "…por el daño a la sociedad-que-es la verdadera medida a los delitos". Para agregar a continuación que ésta es una verdad tan palpable, que aun cuando no necesite cuadrante ni telescopio, no están al alcance de todo el mundo."

Y es que el improvisado penalista de veintiséis años, hay delitos que destruyen inmediatamente la sociedad en la que se comenten, o a la persona que la represente; otro delitos ofenden la seguridad particular de los ciudadanos, esto es: "…en su vida, sus bienes o su honor; y algunos otros son actos contrarios a lo que cada cual está obligado a hacer o a no hacer en vista del bien publico." Luego nos presenta los delitos "atroces", los cuales principian por el homicidio; pasando en segundo lugar a los "delitos menores".

Luego, un centenar de paginas más adelante, encontramos una "tercera" clase de delito, donde entran: "los delitos que van contra la tranquilidad publica y la quietud de los ciudadanos"; pero no obstante ésta enumeración, en el que entran los delitos tales como "los adulterios, la lascivia, que son delitos de prueba difícil", nos dice bien claro, como para poner un corolario al asunto de los delitos: "Cualquier acción que no esté comprendida dentro de estos limites, ni pueda ser llamada delito ni castigada como tal, sino por aquellos que tengan algún interés en llamarla de tal modo".

Como hemos podido observar, para que un delito sea considerado como tal, es necesario que una ley diga que tal cosa no se debe hacer, o el no hacer tal cosa es considerada como una infracción por las lees que están vigente en una época determinada, así como en un lugar preciso. Dicha ley debe emanar de la persona que tiene el poder para hacerla.

Y es entiende Beccaria el delito, de la misma manera que la entendía el más conspicuo de los penalistas clásicos alemanes, Anselmo von Feurbach, cuando sentenciaba: Nullum crimen, nulla poena sine lege.

Visto lo que es el delito, y por que debe llamársele de por ese nombre, veamos uno de los delitos que enfoca Beccaria. Para él, el más grande de los delitos es el de Lesa Majestad, que según él "son los primeros de todos y los mayores, por ser los más dañosos". Y que para él, "todo delito, aunque sea privado, ofende a la sociedad."

Desde este prisma, todo delito que se cometa, por ir contra la sociedad, podría decirse que es de Lesa Majestad; pero el Marqués se cuida muy bien para cerrar su capitulo sobre éste delito diciendo:"La acciones morales, lo mismo que las físicas, tienen su limitada esfera de activad, y están diversamente circunscritas…"

Luego cuando procede hablar de los delitos contra los particulares, que a su feliz decir son: "Los atentados contra la seguridad y la libertad de los ciudadanos, son delitos de los mayores; y bajo esta clase entran no solo los asesinatos o hurtos cometidos por los plebeyos, sino también los de los grandes y los magistrados, cuya influencia obra a mayor distancia y con mayor vigor, destruyendo en los súbdito las idea de justicia y de deber, reemplazada por la del derecho del más fuerte, tan peligroso finalmente en quien le ejerce y en quien la sufre."

Es así que hay que tener mucho cuidado, porque si la clase baja, el pueblo llano comete sus errores, como lo hace siempre, la clase alta se equivoca con frecuencia, y estas equivocaciones son más costosas, en virtud de las personas que las cometen.

En el Tratado entran también las Injurias al honor, lo cual no es más "la porción justa de las simpatías que un ciudadanos tiene derecho a exigir de los otros", y que en caso de que se le ofenda, "deben castigarse con la infamia". Como hombre de noble cuna, el Marqués considera este honor como un articulo indispensable para el hombre de palabra, a la vez que agrega: "Este honor es una condición que muchísimos hombres ponen a su propia existencia".

Considera que el delito del Hurto, pero visto desde dos aspectos para los cuales sugiere penas muy diferentes. Primero, el hurto "a que no va unida la violencia, deberían castigarse con penas pecuniaria." Y en segundo lugar nos dice: Pero cuando el hurto vaya acompañado de violencia, la pena debe ser también una aleación de castigo corporal con la servidumbre penal."

Luego abre el tratadista un acápite para un delito que tal parece no es delito, pero que lo considera como tal. Es el Contrabando, que para la forma de ver del escritor, que es un romántico, teórico y burgués: "El contrabando es un verdadero delito que ofende al Soberano y a la nación; pero su pena no debe ser infamante, porque cometerle no produce infamia en la opinión publica."

Al final de la división para los hurtos, se agrega una división para el delito de la deuda. Dice Beccaria a éste respecto: "Pero yo creo importante distinguir al insolvente doloso del inocente; el primero debería recibir igual pena que se asigna a los falsificadores de moneda, porque falsificar una pieza de metal acuñado, que representa una prenda de las obligaciones de los ciudadanos, no es mayor delito que falsificar las obligaciones mismas. Pero el insolvente inocente,… ¿Qué bárbaro motivo deberá ser recluido en prisión, privado del único y triste bien que le resta, o sea la libertad".

Siguiendo el mismo catalogo trazado por el autor de Los Delitos y de las Penas, encontramos la tercera clase de delitos que un ciudadano puede cometer, y ésta es la infracción contra la Tranquilidad Publica.

Este delito lo debemos ver en los alborotos y los tumultos en las calles, los discursos fanáticos que excitan las fáciles paciones de las multitudes curiosas y de las demás personas no amante de la quietud.

Encontramos en la obra un delito que no tiene castigo, y es el del suicidio. Beccaria está de acuerdo en que: "El suicidio es un delito que parece no poder admitir pena propiamente dicha, supuesto que la pena no podrá recaer sino sobre inocentes o sobre un cuerpo frío e insensible". Ya que los hombres no pueden castigar éste delito, solo Dios lo puede hacer, lo cual ha de suceder después de la muerte del suicida.

El ultimo de los delitos del que trata la obra, ha de ser desmontado en piezas, tal como lo hace el autor, y que el titula Delitos de Pruebas Difícil. He aquí lo que él escribe: "Estos delitos son el adulterio, la Venus ática y el infanticidio".

El adulterio, tal como lo ve Beccaria, no debe ser castigado, así es que no se le debe considerar como una infracción; y esto lo decimos, porque es un delito muy generalizado en nuestros días, tal como lo fue en los días del Marqués.

En el Código Penal Dominicano era tenido como una infracción privada, ya que solo el que lo sufría era la única persona que podía incoar la demanda y la petición de justicia. En los artículos que iban del 336 hasta el 339 inclusive tipificaba éste delito, pero fueron reemplazados los artículos y la infracción el atentando contra la personalidad y dignidad de la persona.

Sobre el delito denominado la Venus ática, que es lo mismo que el aborto, fue un delito duramente combatido en nuestra Legislación, por entender que es el origen de la personalidad jurídica del individuo. En nuestro derecho, el simplemente concebido es protegido por la ley, a condición de que nazca vivo y viable. Las campañas establecidas para que la madre pueda abortar sin penalidad, pronto han de poner fin a este delito.

En cuanto al infanticidio, según lo cree Beccaria, lo cometen las mujeres que: "Cuando han cedido a vivir maritalmente por debilidad o por violencia".

Existe un delito que se quiere atribuir que fue tratado por nuestro autor, quien fue amigo en la intimidad de los Verri, pero que el Marqués milanés no trata en su trabajo, y que tampoco tuvo intención de tratar. Este delito, es el de lo invertidos sexuales. Era de público conocimiento que los Verri eran homosexuales, ¿Cómo no lo iba a ser Beccaria, que era harina del mismo costal?

Es así, que si don Constancio de Quirós me lo permite, el delito de la homosexualidad no es tratado por Beccaria, y si lo hubiese tratado, como el movimiento mundial que existe a favor de los derechos de los homosexuales, éste hubiese resultado obsoleto, ya que se encuentra esta actividad despenalizada, y más que eso, las uniones entre personas del mismo sexo ya está recibiendo la bendición en las iglesias.

Con esto se pone punto final a la parte que corresponde a las Infracciones, en lo que concierne al libro de Beccaria.

Las penas

Es en ésta parte de su obra, que César Bonesana, el Marqués de Beccaria se nuestra más indulgente, más compasivo, quizás siendo esa la causa de que sea considerado como un filosofo y humanista. En ésta sección, el autor es claro en lo que se refiere a las penas, pues nos dice: "La finalidad de las penas, por tanto, no es otra sino la de impedir al reo que nuevamente dañe a sus conciudadanos, impidiendo también que los delitos los cometan otros tantos." Vista de es forma, las penas no son más que medidas para salvaguardar a la sociedad de los daños.

Como la presión es una pena, Beccaria la trata una figura de los delitos, en lo que se refiere a cada una de las infracciones; por eso, la prisión debe ser después de que se a confesado que se cometió un delito; y algo más, solo la ley puede determinar los casos en que un hombre pueda merecer tal pena.

Una vez que el delito fue confesado, es necesario que la pena que se aplique sea justa, y para que sea justa debe haber un justo grado de intencionalidad, para que pueda apartar del delito al hombre que lo cometió, y que sierva de ejemplo a los demás.

Es luego, cuando trata la pena de muerte, tan general en su época, que se expresa en un tono que debiera ser releído por siempre, sobre todo en esos países donde no ha sido raída de sus Constituciones, donde se aplica dicha pena en los Pasillos de la muerte, así como en los supuesto intento de Fuga, o donde existe el intercambio de disparo.

Copiamos lo que él dice: "Por tanto, la pena de muere no es un derecho, puesto que he demostrado que no puede serlo, sino que es una guerra de la nación con un ciudadano, en que se juzga necesaria o útil la destrucción de éste. Pero si llego a demostrar que la muerte no es útil ni necesaria, habrá ganado la humanidad."

Es después de esto que enumera dos razones, bien razonables, valga la redundancia, para los casos en que la pena de muerte se pueda aplicar. Primero: Cuando interese a la seguridad de la nación; esto es, cuando matando a un ciudadano se paralicen los delitos de los demás.

Éste es un gran aporte, viniendo de parte de un teórico, es como si fuese un analgésico a los dolores los de tontos que morían en sus tiempos. Esto lo dice por las tantas penas de muerte que se dictaban en su tiempo: "Me parece absurdo que las leyes, que detestan y castigan el homicidio, cometan ellas mismas también uno, ordenando un homicidio publico para alejar a los ciudadanos del asesinato."

Si Beccaria se ensañó contra la pena de muerte, del mismo modo lo hizo contra los Bandos tan de última en sus días, así como contra la muerte civil. Las confiscaciones las consideraba como una especie de poner precio a las cabezas de los débiles, ya que era hacer sufrir al inocente la pena del reo, lo cual les obliga a cometer actos contrarios a las leyes.

El filosofo y publicista hace uso de su sentido común, para decir que el lugar donde se cometió la infracción es el lugar donde se debe penar. Él va más lejos, al poner las penas como más justa siempre y cuando están más próximas a la comisión del delito. Para esto usa los rudimentos de la psicología, cuando agrega: "Está demostrado que la asociación de las ideas es el cemento de toda la fabrica de la inteligencia humana, sin el cual el placer y el dolor serian sentimientos aislados y de ningún efecto"

El joven milanés pide para que se halle una proporción entre los delitos y las penas. Ésta es la razón que alega: "Si una pena igual se impone a dos delitos que ofenden a la sociedad desigualmente, los hombres no encontraran obstáculos mas fuerte para cometer el delito mayor, si con ello va unida una mayor ventaja".

En otro lugar apunta: "…de modo que no decrete para los delitos de primer grado las penas de los últimos."

No se le puede pedir más a un hombre de su tiempo. El pide y reclama comodidades y ventajas para los desgraciados, para los hijos pródigos de Dios; para aquellos que por circunstancias atenuantes se han visto en la necesidad de violar un pacto de los hombres pecadores iguales que ellos, pero que no están en igualdad de circunstancias.

Tribunales penales

No se debe olvidar que Beccaria no era un jurista, por esa razón, esta parte de su obra es muy deficiente, inconsistente, tímida, simplista, y es más, el se rehúsa a tratar el tema de los tribunales penales. A esta conclusión se llega si se lee renglón tras renglón, línea sobre línea.

Por lo que sabemos de su obra, y por la influencia que sobre él había ejercido Rouseau con su Contrato Social, por lo cual, fruto de esa tutela, es que encontramos tan solemne sentencia: "Aquí tenemos la necesidad de un magistrado cuyas sentencias sean inapelable…"

Pero se debe entender que el poder de interpretar las leyes no le corresponde a los magistrados, ya que éste poder reside en "los jueces del orden criminal". Y es que estos jueces criminales no pueden ser hombres retraídos de los asuntos de sus semejantes, sino que ellos deben participar de las mismas situaciones de los delincuentes; esto significa que ellos deben sentir por la causa del que sufre y de los que padecen dolores. Ellos deben ser en parte reos y en parte libres, deben ser parte del que ha sido ofendido.

Para evitar que la suerte de un ciudadano no cambie con frecuencia, ya que es necesario transitar de un tribunal a otro, Beccaria sugiere que los tribunales en asuntos penales, sean tribunales especializados. Las preguntas que se les hagan al reo, no pueden ser preguntas capciosas, cuya respuesta le comprometa por el solo dicho de su boca. Ante todo, debe haber más de un testigo que declare en contra. El juicio debe ser público, como pública ha de ser la sentencia que se dé contra él. Es necesario que al reo se le dé la oportunidad de defenderse el mismo, si así lo desea.

Los juicios pueden ser de dos formas, según el punto de vista del tratadista. El proceso ofensivo, que era el usado en sus tiempos; y el que él consideraba el verdadero juicio, éste es el proceso informativo, el cual consiste en la investigación indiferente y objetiva del hecho.

Digno seria cerrar éste estudio en Torno al Libro de Beccaria, citando lo él dice de los tribunales: "Pero mediando confesión, el juez se apodera del cuerpo de un reo y le aflige con metódicas formalidades para adquirir todo el provecho que pueda, como si fuera un fondo adquirido por él"-

La utopía de Tomás Moro

INTRODUCCION

1. EL AUTOR Y SU OBRA:

A. El autor:

Para hablar de Tomás Moro, el autor de Utopía, libro que trataremos de penetrar hasta su meollo por medio de un análisis de fondo, nos es tan fácil como podría parecer. Son varias las razones que nos inducen a hacer semejante afirmación. Una de ellas, es el carácter de autor en cuestión; segundo, la poca o escasa bibliografía que se tiene sobre Moro, llegando esta limitación a dejarnos perplejo. En tercer lugar, se hace difícil biografiar a un hombre que ha sido llevado a los altares por la iglesia de Roma, y que William Ropero ha magnificado con su hermosa biografía.

De Moro se puede decir, que junto con el italiano Nicolás de Maquiavelo y el holandés Erasmo de Rotherdand son los tres escritores más influyentes de su tiempo. Pero de los tres, Moro tiene la gracia de ser el máximo representante del lento Renacimiento, que de una manera tímida llegaba del continente a las playas de Gran Bretaña.

Fue Tomás Moro el hombre público que llegó a desempeñar un sinnúmero de misiones diplomáticas, llegando hasta el puesto de canciller de Enrique V111. Esas incursiones en la política fueron la causa le hiciera perder la cabeza; pero sin ser maltratada su barba, que en tan gran estima tenia y llevaba.

En su época, gozo de una fama universal por su erudición, a pesar de ser muy poco lo que escribió, siendo su obra más notable la que nos ocupa en este momento, y que fue publica en 1516, y en lengua latina. Las ideas que se defienden en esta obra, y el estilo elevado que usa para hacerlo, lo colocan en la cúspide del pensamiento moderno. Su martirio, como el de Sócrates, lo hace ser testigo de la razón que defiende, contra la razón de Estado. El la lucha de la Topía contra la Utopía.

No fue tanto su oposición al rompimiento del Estado con la Iglesia, lo que hizo que rodara su cabeza, ¿no persiguió Moro a los herejes, a los fanáticos y todos los que se oponían a su modo de pensar?, sino que la astucia de Ana Bolena, la que hizo de Moro un mártir, a quien su iglesia convirtió en santo.

Es en nombre de las ideas de Maquiavelo, que el amigo de Erasmo sufre la muerte digna de su investidura. Murió nuestro autor en 1535, durante el reinado de Enrique V111 de Inglaterra, cuando tenía la edad de 57 años. Si bien es cierto que murió vejado, murió con dignidad, pecando por segunda vez el Estado contra la Filosofía.

B. La obra:

Desde su mismo titulo, Utopía, palabra formada por dos raíces griegas: 0ú, que significa no, y tópo, que significa lugar. Por eso utopía es el lugar que no existe, pero que según la descripción de Hitlodeo, tiene muy poco que envidiarle al Paraíso perdido, a la Tierra prometida, o la Nueva Jerusalén. Utopía es la contrapartida de los reinos de este mundo. Es el lugar donde se critican los abusos de los gobiernos, donde se satirizan las instituciones educativas, a la vez que se defiende la tolerancia religiosa. En esta obra la ironía es fina y sutil, y cual si fuera un tábano perseguidor de las clases sociales pudientes: iglesia, magistrados, terratenientes, nobles…todos son punzados por ella.

2. Temática y Argumento de la obra:

A: Temática.

Por desavenencias entre Enrique V111 de Inglaterra y Carlos V, fue enviado Tomás Moro a Flandes, para allanar las dificultades. Moro va a Amberes a visitar a Pedro Egido, el cual le presenta al portugués Rafael Hitlodeo, quien le cuenta de sus viajes y aventura junto a Américo Vespucio, de cómo estuvo en Utopía.

Éste Hitlodeo le cuenta de su estadía en Inglaterra, y de su amistad con Juan Morton. En compañía de Morton, quien es arzobispo, se discute con un laico lo excesivo de las penas, el castigo de los ladrones y la creación de parásitos, los cuales cuando le faltan los protectores, se hacen delincuentes. Una de las causas de la existencia de ladrones, son los soldados cesantes, poniéndose como ejemplo a Francia, donde los soldados son una verdadera plaga.

También se habla de los pastores y abades, los cuales por tomar la lana, han puesto rabiosas a las ovejas, las cuales han llegado hasta a comer hombres. Estos curas y obispos, son: "ogros, azotes insaciables y cruel de su patria…" Es el afán de lucro que ha hecho que las cosas falten donde deben abundar. Estos son los males que se deben combatir.

Es entonces cuando el interlocutor se propuso, para replicar, pero el Cardenal no se lo permitió; razón por la cual Hitlodeo hace esta afirmación: "Paréceme, contesté, ¡oh bondadosísimo padre! Absolutamente inicuo arrebatarle la vida a un hombre por que haya robado dinero; creo que la vida humana está por encima de todas las riquezas del mundo."

A renglón seguida, pone los ejemplos de Roma y de Persia. Cita el caso del país de Polilerita, el cual visitó, donde el que roba debe restituir lo robado, como se lee en la Biblia. En éste país, el preso trabaja para el Estado, y es alquilado a los particulares como jornalero.

En este momento interviene el bufón, el cual procede a satirizar a los clérigos, lo que desencadena una guerra entre el laico y el bufón; guerra que viene a ser sofocada por el Cardenal.

Se procede a criticar ásperamente las maquinaciones de un Estado con otro, la insensatez de las guerras entre las naciones; y lo que es peor, lo torpe de los consejos que dan los consejeros, llegando estos consejeros a ser catalogados como: "indignos y perniciosos para el rey."

También se critica la pobreza del pueblo y las riquezas de los gobernantes. Se dice que la ley de los Macarienses sobre las riquezas del príncipe, lo perjudicial de la filosofía de los escolásticos para los reyes. También se dice que mientras exista la propiedad privada, existirá la maldad.

Se magnifican las: "Sapientísimas e irreprochables instituciones de Utopía, país en que todo se administra con pocas leyes y tan eficaces…" Los habitantes de Utopía no son sabios, pero sabe hacer uso de las cosas.

3. Los motivos en el libro:

Los viajes marítimos.

El castigo a los delincuentes.

Critica a los parásitos.

Critica a los castigos excesivos.

Maquinaciones entre las naciones.

Insensatez de las guerras.

Critica a la propiedad privada.

Necesidad de que los gobernantes sean filósofos, y los filósofos gobernantes.

Deseos de un país mejor: Utopía.

4. Personajes de la obra:

Moro: Ministro inglés en Brujas.

Pedro Egidio: Potentado holandés, amigo de Moro.

Rafael Hitlodeo: Viajero portugués, amigo de Egidio.

Juan Morton: Cardenal-Arzobispo de Canterbury.

Un laico: Amigo de Morton, entendido en derecho, y quien inicia una polémica con Hitlodeo.

El bufón: Está en la casa de Morton.

5. El ambiente de la obra:

El ambiente del libro primero de Utopía, es en la casa que Moro tiene en Brujas. En un solo día transcurre lo sucedido en este libro. Lo que sucede se inicia en las horas de la mañana, y se extiende hasta la hora de comida.

6. La Utopía de Mora frente a mí como lector.

¿Qué significado tiene para mí éste libro de la Utopía de Moro?

Debo confesar que tiene muchos significados, ya que su autor esta vivo, latente y perenne. Es más, Moro es un autor permanente, un clásico. Una vez escribí diciendo que Bécquer tenía influencia en todo escrito joven de poesía, y que en nuestros inicios, todos somos becquerianos, lo mismo sucede con la Utopía, todos tenemos nuestros sueños. Todos, unos más, otros meneos, hemos vivido nuestras propias Utopías, hemos sido gobernantes o gobernados en el país donde todo es paz, dicha, amor, alegría. Todos hemos habitado ese un Chankinikitan, como decía Tagore.

¿Quién no ha querido vivir en el país donde el cojo salta de alegría, donde el león y el cordero pacen juntos, donde un infante de meses juega con la serpiente de cascabel, o se duerme a los pies del fiero felino?

A mi entender, la Utopía es la copia original en la que se inspiró Francis Bacón para su Nueva Atlántida, y la que leyó Campanella para su apología de La Ciudad del Sol. Es probable que Daniel Defoe la leyera, para sacar el material de su Robinson Crosoe, y de la cual Jonathan Swift hizo la más burdas de todas las caricaturas, en uno de Viajes de lo Lemuel Gulliver.

¿Por qué no decir que Marx, Engels, Lenín y Mao son utópicos? Creo que Moro debe ser leído, y que su obra es uno de esos extraños monumentos que no pierden vigencia, que son perennes y que su verdor y frescura dura para siempre. Por eso debemos leer a Moro, en la misma forma que el leyó la República de Platón, para poder tener un lugar donde refugiarnos.

 

 

Autor:

Humberto R. Méndez B.