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La Segunda Guerra Mundial (página 6)


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En sus memorias Speer consideraba que el programa de cohetes V-2 era una total estupidez, un capricho más de la compleja fantasía geopolítica de Hitler, aunque el propio Speer lo había apoyado mientras estaban las V-2 bajo el control del ejercito. Como resultado del escepticismo de Speer, Hitler desde 1943 no le comentaba a éste nada sobre el programa de investigación sobre cohetes, ya que el führer conocía por anticipado la respuesta de Speer . Igual ocurrió con el programa de aviones secretos a reacción, dependientes por entero de la Luftwaffe de Goering, con quien Speer mantenía a su vez una relación tensa.

Speer llegó a presenciar el despegue de una V-2, pero aun después de la guerra Speer permaneció absolutamente ignorante respecto a los proyectos de bombarderos intercontinentales a reacción, como los Horten XVIII o el Arado E 555, así como desconocía la mera existencia de los aviones caza de despegue vertical como el Focke-Wulf Triebflugel o el Natter. Incluso las V-1, construidas por la Luftwaffe de Goering, y las V-2, dependientes del ejército y luego de las SS, crecieron y se desarrollaron de forma separada y en competencia. Quien piense en una estructura de mando estratificada y unitaria en la dirección de armamentos al estilo de lo que ocurría entonces en los Estados Unidos, en Inglaterra o en Rusia, una estructura que estuviera bajo el control total de Albert Speer, se equivoca: solo Hitler estaba en conocimiento de la totalidad de las acciones y proyectos que se realizaban en su Reich, información valiosísima que el führer no dudaba en usar y administrar para fomentar una dura competencia entre los diferentes grupos y reforzar su poder personal.

Por eso la muerte de Hitler significó la desaparición instantánea de la estructura política del nazismo, a pesar de que el apoyo social a dicha ideología era extremadamente fuerte entre la población alemana, aún muchos meses después de la derrota militar. Por ultimo el atentado del 20 de Julio de 1944 contra Hitler supuso otro duro revés para el poder de Speer: aunque nunca se demostró su participación directa en el complot, su nombre figuraba en el futuro gobierno de los golpistas. Solo la intervención personal de Hitler evitó su encarcelamiento y juicio por alta traición.

HEISENBERG, EL "JUDÍO BLANCO".

Tal y como puede leerse en el libro de Samuel Goudsmit, en las memorias de Heisenberg y en numerosas declaraciones hechas tras la guerra, Heisenberg nunca trabajo en el proyecto de una bomba atómica alemana. Tal circunstancia era un imposible en la Alemania nazi. El prestigio del premio Nóbel era grande en Alemania, pero todos sabían que el famoso científico era también el antiguo amigo y compañero de Einstein, de Niels Bohr, o de Lise Mietner, todos ellos embarcados en el ambicioso proyecto Manhattan americano.

El régimen nacional-socialista desconfiaba de Heisenberg, a quien los dirigentes nazis llamaban "el judío blanco", como también desconfiaban de los físicos teóricos en general, por considerar que la física atómica se había convertido en un asunto de "ciencia especulativa", "ciencia judía", inútil al desarrollo práctico de soluciones militares de uso inmediato. El tercer Reich era esencialmente un régimen pragmático, basado en la ingeniería y la tecnología, y la totalidad de sus desarrollos críticos estaban en manos de ingenieros, no de científicos. El descubridor de la fisión nuclear en 1938, Otto Hahn, también estaba descartado para encabezar el programa de un arma nuclear para Alemania. Hahn era un pacifista radical, que mostraba una fuerte oposición al desarrollo de cualquier tipo de armas, tras haber colaborado durante la primera guerra mundial en la producción de armas químicas y gases, circunstancia que le dejo profundamente marcado para el resto de su vida.

Tanto el ejército como las SS consideraron que era peligroso forzar a Hahn a construir la bomba atómica, ya que temían que este falsificara o boicoteara íntimamente el desarrollo del programa nuclear militar.

TRABAJO EN PARALELO: TRES PROYECTOS ATÓMICOS NAZIS.

Al menos tres grupos de trabajo sobre el proyecto atómico se estaban desarrollando simultáneamente en la Alemania nazi: el oficial, financiado por el propio ministro Albert Speer, y que bajo la dirección de Walter Gerlach y Kurt Diebner incluía también a Werner Heisenberg y a Otto Hahn . Su trabajo estaba orientado a la física teórica pura, sin conexión directa con el esfuerzo militar alemán, salvo para la creación a largo plazo de un reactor para motores submarinos.

Tal como reflejan los diarios de Speer, un segundo grupo lo constituía el ministro de Telecomunicaciones, Dr. Ingeniero Wilhem Ohnesorge, en colaboración con la Wehrmacht y posteriormente con las SS, tutelando el trabajo del famoso físico Baron Von Ardenne, quien desarrollaría la separación del uranio enriquecido 235 mediante una técnica de centrifugación del hexafluoruro de uranio en sus laboratorios subterráneos de Berlín. Este grupo firmaría un contrato con la compañía Auer, en donde otro ingeniero llamado Nikolaus Riehl inventaría un sistema de refinado rápido del oxido de uranio.  

Un tercer grupo, comandado por el eficaz general Kammler y controlado por las SS, colaboraba con la Luftwaffe en la creación de un programa nuclear independiente, en el que obtendrían resultados operativos a mediados de 1943. Dicho grupo trabajaba con un grado extremo de secretismo, y a partir de 1943 se fusionaría con el proyecto nuclear del Reichpost de Ohnesorge. Ese mismo año las SS se harían con el emporio industrial húngaro "Arden-Weiss", donde se montarían todas las bombas atómicas nazis.

GENERAL KAMMLER: LAS SS SE QUEDAN CON LOS PROYECTOS WUNDERWAFFE.

A raíz del atentado del 19 de Julio de 1944 contra Adolf Hitler, la totalidad de los proyectos considerados como alto secreto son absorbidos por las SS, en un proyecto finalmente unificado bajo el mando del general Kammler. Seria este general el que arrebataría al ejército no solo el proyecto nuclear WuWa, sino también el control del programa de cohetes V-2 y los futuros A-9 y A-10 de misiles intercontinentales. Poco se sabe del General – Ingeniero Hans Kammler, salvo que vivía en el mismo edificio que el Baron Manfred Von Ardenne, y que visitaba frecuentemente los laboratorios subterráneos de Von Ardenne situados en los sótanos antiaéreos de ese mismo edificio. 

Kammler sustituiría a Speer en muchas áreas de la organización de trabajo Todt, y desarrollaría un sistema administrativo paralelo al estado, totalmente computerizado. Construiría a espaldas del ejército y del ministerio de armamento las fabulosas instalaciones subterráneas de Turingia, en donde también se localizaban el grueso de las minas de uranio de Alemania y Checoslovaquia. Tras la guerra, el General Dr. Hans Kammler desapareció sin dejar rastro. Aunque según informes de la CIA desclasificados recientemente, existen indicios suficientes de su supervivencia tras la guerra y de su participación, con otra identidad, en el programa nuclear ruso a partir de 1945.

EL BRILLANTE BARON VON ARDENNE.

Es inútil buscar en una enciclopedia occidental alguna información sobre el Baron von Ardenne. Sin embargo, en la extinta Alemania oriental era una especie de Edison a la alemana. Cientos de calles, colegios y edificios públicos llevan aun hoy su nombre. Von Ardenne, prolífico inventor alemán, adquiriría fama mundial antes de la guerra gracias a sus descubrimientos en el terreno de la emisión televisiva, desarrollando el sistema de transmisión de las olimpiadas de Berlín de 1936. Durante la guerra inventaría el microscopio electrónico y los visores nocturnos de infrarrojos, así como los fusibles infrarrojos para explosivos que fueron finalmente usados para implosionar bombas como la de plutonio lanzada en Nagasaki.

 Von Ardenne fue clave para el desarrollo del sistema de separación de los isótopos U238 y U235 mediante súper centrifugadoras. Tras la guerra seria entregado a los rusos por el general Kammler, desarrollando el programa nuclear soviético dentro de la empresa ruso-germano-oriental WISMUT, localizada en Turingia. Más tarde trabajó en el Instituto para la separación industrial de isótopos (SUCHUMI) en la Unión Soviética. Desde 1955 fue fundador y director del instituto de investigación germano oriental de Dresde de lucha contra el cáncer, donde desarrolló un sistema de tratamiento de tumores por radiación atómica. Von Ardenne murió el 26 de mayo de 1997. Su compañía aun existe y es clave para la economía de la antigua Alemania oriental.

 URANIO ENRIQUECIDO U-235: ¿QUIEN LLEGÓ ANTES?

El uranio que puede encontrarse en la naturaleza esta compuesto en un 99% de uranio 238, no fisionable y por tanto no apto para hacer bombas atómicas, y un 1% de uranio 235, fácilmente fisionable. Una excepción son las minas de Oklo, en el país centroafricano de Gabón, en donde en 1972 se encontró uranio natural con un 70% de isótopo U235 y vetas de mineral que generaban reacciones sostenidas espontáneas, así como cantidades significativas de plutonio 239 en estado natural. El proceso de separación de los isótopos de uranio es muy complejo, ya que no puede hacerse por vía química, solo mecánicamente.

Los norteamericanos del proyecto Manhattan usaron un sistema de confinamiento electromagnético de separación de isótopos, llamado calutrón, que tras dos años de arduos trabajos y un gasto cercano al billón de dólares, solo había producido dos gramos de U235 a finales de 1944.  Posteriormente, en enero de 1945 los americanos iniciaron otro procedimiento de separación basado en un costoso sistema de filtrado mediante membranas de polvo de níquel comprimido del gas hexafluoruro de Uranio, que, aun siendo más eficaz, apenas permitió tener disponibles dos kilogramos de U235 en Julio de 1945. El tercer sistema basado en un sistema súper-centrífugo, inventado por el alemán Von Ardenne para la producción masiva de U235 fue un éxito, pero dicho sistema solo fue conocido por los americanos desde 1958 y usado por los rusos desde 1946, después de la guerra.

El sistema consiste en una cadena de tubos en cascada de unos 10 a 15 centímetros de diámetro que se hacen girar a una 30.000 revoluciones por segundo. El hexafluoruro de uranio con u235, más ligero que el que contiene u238, permanece en el centro del cilindro, de donde es absorbido e inyectado en un nuevo cilindro centrífugo, y así sucesivamente hasta conseguir una pureza de u235 del 95%. Otro ingeniero austriaco llamado Gernot Zippe que colaboro con Von Ardenne y que fue capturado también por los rusos, consiguió emigrar a los estados unidos en 1958, atribuyéndose la invención del sistema centrífugo y patentándolo en occidente en 1960, en donde se conoce como Método Zippe de enriquecimiento de Uranio.

Desde 1960 hasta 1985 el sistema centrífugo fue usado también en Estados Unidos. Es diez veces más eficaz y de mucho menor consumo eléctrico que el sistema de filtrado americano. Aun hoy los rusos siguen usando el sistema centrífugo, y de hecho son los mayores productores del mundo de U235. El sistema de enriquecimiento mediante cascada de súper-centrifugadoras es usado además en Holanda, Corea del Norte, China, Irán, Irak e Israel. Como resultado de lo anterior, y ante la imposibilidad del proyecto americano de realizar una bomba de uranio 235, enfocaron todos sus esfuerzos en la fabricación de una bomba de plutonio 239, elemento artificial también fisionable apto para la fabricación de bombas.

En 1942 el físico italiano del proyecto Manhattan, Enrico Fermi, consiguió poner en funcionamiento sostenido un reactor nuclear que permitía la fabricación de plutonio Pu239, mediante la radiación intensiva del uranio 238. A pesar de todo, los Estados Unidos solo disponían de 6 kilogramos de plutonio a mediados de Julio de 1945.

UNA PRUEBA ANTES DE LA OFENSIVA DE KURSK.

En las vísperas de la batalla de Kursk, un teletipo por valija diplomática fue enviado a todas las embajadas alemanas en Europa. En dicho comunicado se informaba de que había sido realizada con éxito la prueba de una bomba nueva, de poco tamaño y formidable potencia.  

Se trataba de una bomba mixta de explosivo convencional y una pequeña cantidad de material fisionable que habría hecho las veces de fulminante de alto poder sobre la carga de explosivo convencional. Pero los alemanes ya tenían una prueba de la eficacia de sus métodos en el manejo de material nuclear. Y lo que es más importante: ya en 1943 los alemanes hicieron acertadas estimaciones de la potencia de una bomba atómica de uranio. 

De 1943 son los detallados planes nazis de ataque nuclear contra Nueva York ideados por la OKL, la oficina de la Luftwaffe de Hermann Goering, en donde se especificaban exactamente los valores en kilocalorías por kilómetro cúbico del efecto de una explosión nuclear en Manhattan, y que coincidían por completo con la cantidad de kilotones de la bomba que seria usada el 6 de agosto de 1945 sobre Hiroshima.

HITLER TRANQUILIZA A MUSSOLINI.

En Abril de 1944 tuvo lugar una importante reunión en el castillo de Klessheim de Salzburgo, a la que asistieron Benito Mussolini, Adolf Hitler, el mariscal Rodolfo Graziani, Von Ribbentrop, Keitel, Dollman y el embajador de Alemania en Italia, Rhan.  

Con objeto de tranquilizar a su aliado, Hitler le transmitió una información extraordinaria, corroborada por varios testigos en declaraciones hechas tras la guerra.  

Hitler dijo: "…tenemos aeroplanos a reacción, tenemos submarinos no interceptables, artillería y carros colosales, sistemas de visión nocturna, cohetes de potencia excepcional y una bomba cuyo efecto asombrara al mundo. Todo esto se acumula en nuestros talleres subterráneos con rapidez sorprendente. El enemigo lo sabe, nos golpea, nos destruye, pero a su destrucción responderemos con el huracán y sin necesidad de recurrir a la guerra bacteriológica para la cual nos encontramos igualmente a punto. No hay una sola de mis palabras que no tenga el sufragio de la verdad. ¡Veréis!..".

 TEST ATÓMICO EN LA ISLA DE RÃœGEN.

A principios de Octubre de 1944 el periodista italiano Luigi Romersa, ya famoso por su reportaje sobre la liberación de Mussolini efectuada un año antes por tropas especiales alemanas, recibía del Duce una misión extremadamente importante: viajar a Alemania con objeto de informarle de los avances realizados en el Tercer Reich en el campo de las armas secretas. El periodista fue llevado a visitar las instalaciones subterráneas de Turingia, las rampas de lanzamiento de las todavía desconocidas V-2, y lo que seria más importante: una prueba de la bomba atómica alemana totalmente operativa.

 En varios artículos escritos desde 1947 en prestigiosas revistas militares europeas, el periodista Luigi Romersa declaró ser testigo de una prueba nuclear alemana el 12 de octubre de 1944 a las 11:45 AM en la isla de Rügen, en el mar báltico y próxima a la base de Peenemunde, donde se realizaron la mayor parte de las investigaciones sobre cohetes. La magnitud de la explosión atómica fue captada fotográficamente desde varios lugares de la costa báltica, y la onda sísmica provocada por la detonación fue detectada en la distante Estocolmo.

Dos meses después, el 16 de Diciembre de 1944 un entusiasmado Mussolini pronunciaría su ultimo discurso publico ante miles de fascistas en el teatro lírico de Milán, anunciándoles el inminente ataque germano contra las principales ciudades aliadas, un ataque definitivo con bombas y cohetes de potencia extraordinaria, bombas con capacidad de destruir ciudades enteras en un instante.

El 20 de Abril de 1945 Mussolini volvería a hablar de las bombas atómicas alemanas. Llama al periodista G.G. Cabella, antiguo amigo y director del periódico "il popolo d´Alessandria", y le dicta el que seria después considerado como "testamento político" del Duce. Mussolini afirma con rotundidad en la entrevista que los alemanes tenían ya tres bombas terminadas, y que su uso puede suponer un vuelco de la situación. Al menos un documento oficial desclasificado hace referencia a la prueba de Rügen: El 24 de enero de 1946, un piloto de la Flak antiaérea alemana llamado Ziesser es interrogado por el capitán Helenes T. Freiberger de la inteligencia americana. Dicho piloto hace una descripción detallada del lugar y momento del test nuclear, que coincide exactamente con el informe de Romersa.

JONASTAL III C: LA FORTALEZA SUBTERRÁNEA DE TURINGIA.

La sospecha de que los alemanes estaban consiguiendo resultados en la investigación nuclear provocó, a finales de 1944, un incremento exponencial de los ataques de la aviación aliada, con objeto de desbaratar la maquinaria bélica alemana. Pero los aliados desconocían donde estaban las famosa factorías secretas, así que procedieron a un bombardeo sistemático de todo el territorio alemán, incluyendo cualquier objetivo militar y también civil. Pero la industria secreta nazi estaba fuera del alcance de las bombas aliadas: se encontraba a muchos metros de profundidad en la montañosa región de Turingia donde interminables túneles alimentaban el trabajo de cientos de miles de obreros encargados de dar forma a los sueños más arriesgados de Hitler.

Solo en la gigantesca instalación Jonastal S III trabajaban y malvivían más de treinta mil obreros en una ciudad subterránea de veinticinco kilómetros de longitud. Más tarde los rusos ocuparían esas ciudades subterráneas, ubicadas precisamente sobre los ricos yacimientos de uranio del sudeste de Alemania, y crearían desde 1946 la compañía rusa WISMUT, que durante los 40 años siguientes llegaría a fabricar más de 200.000 kilos de uranio enriquecido U235 destinados a equipar el arsenal soviético de bombas atómicas. Posteriormente las minas y ciudades subterráneas serian dinamitadas, y aun hoy el acceso a la zona sigue estando terminantemente prohibido por las autoridades de la reunificada Alemania.

UN HE177 PREPARADO PARA LA GUERRA ATÓMICA:

En las factorías Skoda en Praga, Chekoslovaquia, se preparó oficialmente un misterioso avión, el Heinkel He 177-A5 Greif prototipo V38 dotado de un sistema de bombardeo a gran altitud, inusual en la Luftwaffe, y equipado también con un complejo sistema externo de enganche de bombas, protección antirradiación, un sofisticado equipamiento electrónico y una estructura de operación muy similar a la que equipaba al americano B-29 Enola Gay, que en Agosto de 1945 lanzó la bomba atómica de Hiroshima. Dicho He177 modificado ha levantado siempre dudas respecto al alcance del programa nuclear alemán entre los historiadores y los aficionados a la historia de la aviación.

El alcance de vuelo de dicha versión modificada del He 177 era superior a los 6500 kilómetros, con una carga útil de cinco toneladas en bombas. Suficientes prestaciones para llegar a Nueva York, ciudad situada a una distancia prácticamente equidistante, desde el centro de Europa, a la remota y deshabitada región siberiana de Tunguska. En el último plan de vuelo de aquel He177 figuraba un viaje al aeropuerto militar de Kristiansand, en Noruega.

LA MISTERIOSA EXPLOSIÓN DE TUNGUSKA.

El 30 de Junio de 1908 un gran meteorito cruzaba los cielos de Siberia central. Su impacto fue visible en muchos kilómetros a la redonda, y aparentemente sus efectos provocaron extraños sucesos luminosos en todos los cielos del mundo y quedo también registrado en los sismógrafos de Londres.   Aunque hay quien asigna el fenómeno de la luminosidad a la explosión del volcán peleano de Colima en México, ocurrida también en 1908. Ese año fue especialmente activo, con numerosas erupciones volcánicas y grandes terremotos como el de Messina en Italia. También parecen existir errores graves de datación de todos esos registros, que no tienen en cuenta la diferencia de varias semanas entre el calendario gregoriano occidental y el usado entonces por los rusos.  

Casi veinte años después, un misterioso explorador ruso con aspecto digno de un casting de Hollywood, Leonid Kulik, organiza en 1927 una expedición en busca del meteorito siberiano, cuyo lugar de impacto nadie había visto ni localizado hasta entonces. 1927 es también el año en que Stalin asume la totalidad del poder soviético.  Es un mal año para hacer ciencia: tras una dura y larga guerra civil, nadie puede moverse libremente en la Unión Soviética, a riesgo de terminar pereciendo en algún lugar. Pero finalmente Kulik montado en su trineo y atravesando la impracticable y densa tundra boscosa siberiana (aun hoy solo es posible ir en helicóptero), encuentra milagrosamente un remoto valle arrasado por el efecto de una gigantesca explosión. Y es el primer ser humano en ver aquel espectáculo. No hay cráter de meteorito, pero en un radio de varios kilómetros solo hay los restos de miles de árboles derribados por una fuerza brutal.

Posteriores expediciones en los años treinta y cuarenta realizan algunos reportajes fotográficos aéreos del evento, y en 1946 un científico ruso, Alexander Kazantsev, escribe un libro contando por primera vez la historia del explorador Kulik y atribuyendo la causa del fenómeno a "la explosión atómica de una nave extraterrestre". No existe documentación publicada anterior al año 1946 referente al fenómeno de Tunguska ni dentro ni fuera de Rusia. Solo algunas notas de los diarios de 1904 a 1910 reportando la visión de la caída de varios meteoritos perdidos en aquella remota y despoblada región de Siberia. Hasta aquí la historia oficial, que durante las últimas cinco décadas ha traído en jaque a astrónomos, geólogos y un descomunal ejercito de ufólogos y parapsicólogos con la misión de explicar lo inexplicable.

Pero la realidad pudo fácilmente ser otra: En 1946 Stalin se encuentra en el máximo apogeo de su poder: ha ganado una guerra, ha eliminado a todos sus enemigos, como León Trotsky, borrando toda huella de su existencia, falsificando incluso las fotografías que construyen la historia soviética. 1945 – 1946 es también el año en que los americanos empiezan a enviar sus aviones espía sobre el territorio de su antiguo y ahora preocupante aliado comunista.  En 1945, a Stalin le apetece muy poco que los americanos descubran Tunguska, una enorme muestra de la vulnerabilidad de su imperio soviético: La huella del ataque con una bomba atómica realizado por los alemanes el 23 de Febrero de 1945.

LA HIROSHIMA SIBERIANA.

Hiroshima, 6 de agosto de 1945: a setecientos metros de altura ( el llamado "ground zero point"), estalla un ingenio capaz de destruir toda una ciudad. Con la luminosidad de mil soles, la deflagración arrasa y volatiliza todo en un radio de un kilómetro y medio. Su onda de choque destroza en segundos cualquier ser o cosa incluida en el interior de un círculo de ocho kilómetros de diámetro. Bajo el epicentro de la explosión, los árboles permanecen milagrosamente de pie, al llegarles verticalmente la onda de choque. Igual que en Tunguska, donde los árboles del epicentro permanecen aún en pie a pesar de las décadas pasadas. La explosión de Tunguska es también parecida a la de Hiroshima en la cota de explosión: la topología de la zona y el mapa del efecto muestran que la catástrofe es parada por un monte con una altura de apenas seiscientos metros sobre el fondo del valle: el hipotético "meteorito" o el "ovni" de Tunguska explotó a unos 600 metros de altitud. La de Hiroshima explotó a 565 metros. El radio de destrucción total es de un kilómetro y medio, aunque aún es posible rastrear los efectos de la onda de choque a más de diez kilómetros de distancia. El incendio posterior al fenómeno multiplicara por treinta el área destruida, lo que a la postre provocará que muchos especialistas imaginen una explosión miles de veces más fuerte que la de Hiroshima, similar a una bomba de Hidrogeno. Es una exageración: una explosión así habría volatilizado los árboles del epicentro, no habría quedado rastro alguno de ellos.

Se trataba pues de una explosión de unos 20 kilotones, como en Hiroshima.  Todas las investigaciones realizadas en los últimos cincuenta años apuntan a una hipótesis imposible en 1908: Una explosión nuclear.  Pero todos sabemos que en 1908 no había bombas atómicas, aunque si hubo una notable actividad de meteoritos y cometas en la zona, acribillada durante siglos por cráteres de impactos reconocibles, distintos a Tunguska en todos los aspectos. De ahí que haya que recurrir a estrambóticas explicaciones sobre naves extraterrestres o desintegración de cometas.  

Todos los especialistas discuten el origen de la explosión, pero nadie pone en duda el hecho de que la explosión de Tunguska ocurriera realmente en 1908. Es muy probable que el poco fiable pero inteligente Stalin nos haya engañado una vez más con la fecha de nacimiento del fenómeno Tunguska, falsificándolo en más de 40 años. No hay documento alguno publicado, anterior a 1945, que hable o se refiera a dicha explosión, en ningún idioma, incluido el ruso. Los supuestos estudios de 1930 atribuidos a FJW Whipple, de la Royal Meteorological Society de Londres, hacen referencia a grandes meteoritos caídos en Siberia a principios de siglo, que nada tienen que ver con Tunguska.

 STALIN Y LA FABRICACIÓN DEL MITO DE TUNGUSKA.

Todas las fotografías existentes de Tunguska muestran un espectáculo idéntico: la devastación sin precedentes de una gigantesca masa forestal. Dichas fotografías son al menos de 1927, según las propias fuentes soviéticas , año en el que según se dice Leonid Kulik descubrió el sitio tras realizar su prosaica y afortunada expedición en trineo, atravesando miles de kilómetros de bosque impenetrable. Las fotografías aéreas son, según las fuentes, algo más tardías, de finales de los años treinta. Sin embargo ofrecen el mismo espectáculo: desolación total, ninguna recuperación forestal a pesar de haber transcurrido más de treinta años del suceso.  A partir de 1946, la recuperación del bosque de Tunguska parece casi instantánea, al igual que ocurrió en los años siguientes al bombardeo de Hiroshima, por efecto de la radiación.

Una milagrosa respuesta retardada de la naturaleza? Pero tenemos un buen ejemplo cercano: En 1980 se produce la explosión volcánica del monte St. Helen, situado en el estado de Washington, en el extremo noroeste de los estados unidos. Una fuerza un millón de veces mayor que la del fenómeno de Tunguska hace desaparecer media montaña, y destruye y derriba millones de árboles en un radio de decenas de kilómetros. Pero la secuencia de fotografías realizadas con posterioridad nos revela la casi total y espectacular recuperación de los bosques vecinos al volcán en solo quince años.

Sin embargo, casi cuarenta años después de la misteriosa explosión de Tunguska, en 1946, el aspecto del devastado panorama forestal es aún idéntico al de los bosques de St. Helen en 1981, solo un año después de la catástrofe americana. Algo parecido ocurre en Hiroshima: pero por efecto de la radiación, se produce un crecimiento vegetal acelerado en el área previamente destruida por la bomba atómica.

De ser cierta la hipótesis soviética de la historia de Kulik, en 1927 la recuperación del bosque de Tunguska tendría que haber sido casi completa. Todo parece indicar que la explosión de Tunguska no pudo ocurrir en 1908: Se trata de una sofisticada falsificación de los servicios secretos de Stalin, que ocultaron las huellas de la misteriosa deflagración tras la cortina de humo de la caída de varios metereoritos ocurrida a principios de siglo en un área indeterminada de Siberia y tras una fantástica historia de una supuesta expedición de búsqueda que parte justamente al comenzar el estalinismo, y que termina en 1942, al morir Leonid A. Kulik a los sesenta años de edad, en el frente del este luchando contra los alemanes… y al ser detenido, exterminado por el tifus y desintegrado en un campo de concentración alemán !! . (Conviene señalar hache que los rusos nunca enviaron al frente a nadie que supiera algo más que leer y escribir. Todos los hombres y mujeres de formación superior quedaron desde el primer día exentos del combate y eran usados en las industrias soviéticas de retaguardia. Mucho menos eran enviados al frente científicos de sesenta años de edad).

¿POR QUé ATACAR TUNGUSKA?

Cuando en 1943 le fue mostrado a Adolf Hitler el funcionamiento del nuevo y revolucionario caza a reacción Me262, reaccionó de una forma aparentemente ilógica: decidió convertir el nuevo caza en un bombardero táctico, ante la sorpresa y consternación de los militares presentes. Hitler veía en aquel caza la posibilidad de mostrar a sus enemigos que aún podía atacarles y bombardearles con total impunidad, al igual que hacían los aliados usando los gigantescos raids de bombarderos que azotaban Alemania.   Otro tanto ocurrió con el misil V-2. Aun siendo una maravilla técnica, militarmente la V-2 fue un fracaso absoluto. Provocó más muertos entre las tropas encargadas de su manejo y construcción que como resultado de su impacto en territorio enemigo.

Muchos, entre ellos el propio ministro de armamentos Albert Speer, sabían que en aquellos momentos el programa de cohetes era un inmenso gasto superfluo para el Reich, pero Hitler lo veía de otra manera.  La V-2 era para él un "arma diplomática", un instrumento que podía forzar a los aliados a una tregua o a firmar una paz provocada por el miedo. Hitler nunca envió las V-2 contra los soviéticos, ya que simplemente no consideraba que esa fuera una medida de presión contra Stalin y su ejército, disperso y casi indiferente a la destrucción y las perdidas humanas. El Führer era un obseso de la geopolítica. Para él, cualquier acción podía tener consecuencias políticas indirectas, tan barrocas e imprevisibles que pocos en su entorno eran capaces de detectar o adivinar. Este mismo criterio le empujó a firmar el pacto de no agresión con Rusia en 1939, a declarar la guerra a los americanos en 1941 para así presionar a los japoneses a un ataque contra la retaguardia Rusa, o a retirar las mejores tropas SS de la batalla de Kursk en su punto álgido y enviarlas a Italia, con objeto de reforzar la moral de los italianos aun leales a Mussolini tras su derrocamiento de 1943. Así era Hitler.

Para Hitler la bomba atómica era en esencia otra "arma diplomática" para cambiar de raíz el curso de los acontecimientos y descubriendo por primera vez una forma de hacer política que más adelante todo el mundo llamaría "política de disuasión nuclear".

Bombardear una remota y deshabitada región de Siberia ofrecía varias ventajas, seguramente inexplicables para cualquiera que no estuviese familiarizado con la psicología del jefe del Reich. No había forma de dañar seriamente a los soviéticos con una sola bomba atómica, ya que su industria y su ejército estaban dispersos por la inmensidad soviética.  Otra cosa habría sido que Hitler hubiera dispuesto de varios cientos de bombas como la de Hiroshima, que, bien empleadas en el frente del este podían haber desintegrado buena parte del ejército Ruso. El riesgo que corrían los alemanes era mínimo, en caso de que la bomba no explotara al ser lanzada sobre Tunguska. El artefacto atómico quedaría perdido en el denso y desierto bosque siberiano, sin posibilidad de ser recuperado y reutilizado de forma inmediata por los soviéticos. Bombardeando intencionadamente una zona desértica de Siberia, Hitler evitaba incrementar el odio y la represalia que las tropas rusas, ya en territorio alemán, estaban mostrando contra la población y el ejército germano conquistados.

Con la explosión en Tunguska advertían a Stalin y sus aliados de la existencia del arma atómica.    El objetivo de Hitler era esencialmente otro: persuadir a los anglo-americanos de que era mejor firmar un acuerdo, o de lo contrario podía bombardear Nueva York o Washington, objetivos aéreos equidistantes a la lejana Tunguska, si tomamos como punto de referencia el centro de Europa. Hitler confiaba en que los rusos hablaran inmediatamente a los americanos de la explosión de Tunguska, y que después ellos sacaran conclusiones al medir las distancias, y descubrieran que podían ser susceptibles a un ataque atómico nazi.  

En la mente de Hitler, Tunguska era por tanto el sitio ideal para dejar caer la primera bomba atómica operativa de la historia, una bomba idéntica a la de Hiroshima.  Pero una vez más, sus sofisticadas expectativas geopolíticas chocarían con el pragmatismo elemental de sus enemigos angloamericanos y rusos, que rara vez cedieron o entendieron las complejas maquinaciones políticas hitlerianas. El Jefe del Reich de los mil años aun tendría fuerzas para organizar su ultima "gran jugada geopolítica", quizá la más exitosa, a la vista de las fuertes polémicas, la represión y censura que aun suscita lo "nazi", y los millones de admiradores del nacional-socialismo que hay en el mundo casi sesenta años después: la creación del mito histórico de la resistencia del régimen nazi en Berlín hasta la aniquilación total.

HITLER PROMETE LA VICTORIA FINAL.

En su ultima alocución radiada del día 23 de Febrero de 1945, el propio Adolf Hitler promete la victoria final, mientras declara, en boca de un dramático Joseph Goebbels, que pide a Dios que le perdone por hacer uso de un arma demoledora y definitiva. Esa misma mañana ha tenido conocimiento de la misión exitosa del Heinkel He 177 que había despegado doce horas antes desde un aeropuerto en Checoslovaquia. Optimista por la prueba atómica, se atreve incluso a visitar personalmente a sus tropas, que se baten en el frente del Oder. El ambicioso plan pretende mostrar a los aliados el poder de la nueva arma, así como el radio de bombardeo aun posible de la aviación nazi, con objeto de forzar una tregua en ambos frentes del conflicto. 

Hitler pensaba que la a practica equidistancia de Tunguska a Turingia y de Nueva York a Kristiansand (el punto de Europa bajo control alemán más cercano a la costa este americana ) forzaría a los americanos a pensar en la posibilidad de una ataque alemán contra alguna superpoblada ciudad de la costa este estadounidense. Simultáneamente se comunica al neutral gobierno español del peligro colateral y no intencionado que pueden sufrir algunas ciudades fronterizas españolas con Francia, a consecuencia del uso de las nuevas armas. En aquellas fechas los puertos franceses de Burdeos, Niza, Tolon y Marsella, próximos todos ellos a España, estaban siendo usados masivamente por la flota angloamericana, y por tanto se convertían en objetivos prioritarios de un posible bombardeo atómico alemán. Pero Stalin calla, y no comunica el ataque nuclear sufrido en Tunguska a sus aliados angloamericanos. Sus tropas se encuentran ya muy cerca de Berlín, y sabe que incluso un ataque generalizado alemán contra Rusia tendrá poco efecto sobre la maquinaria bélica soviética: sus principales ciudades están ya destruidas, ha perdido veinte millones de rusos a manos alemanas y su industria esta dispersa por las inmensidades de Siberia. No hay posibilidad de un ataque concentrado contra los rusos para ese tipo de armas, a no ser que la Alemania nazi disponga de cientos de bombas como la de Tunguska.  A los pocos días Stalin comprueba que no hay ataque atómico masivo alemán, y ordena al ejército rojo el asalto definitivo a la capital del Reich.

HITLER NO USA LA BOMBA.

Tras el fracaso de las posibles negociaciones con Stalin, y ante la inexistencia de una respuesta angloamericana, Hitler se encuentra en la peor de las situaciones posibles. Su ejército se bate en retirada en el oeste, retrocede sangrientamente en el este y su sistema industrial, que permanece intacto en un 80% en el subsuelo alemán, se ahoga por la falta de suministros. Un bombardeo de aviso como el de Tunguska contra los americanos era extremadamente difícil para los nazis: Toda la Europa ocupada por los aliados, así como toda la costa este americana, única zona al alcance de un bombardeo alemán, estaba densamente poblada y podría entenderse el bombardeo como un ataque directo contra la población.

Un impacto en el atlántico podría provocar efectos imprevisibles, quizás un maremoto, al no haber sido probada la bomba en el mar. Adicionalmente podía ser mal interpretado como un error técnico alemán o deberse a un fenómeno natural, como la caída de un meteorito. Una demostración en el desierto del norte de África o en Groenlandia podría dar una imagen equivocada de la potencia destructiva de la bomba, como ocurriera en el test de Trinity de Alamogordo: la explosión tan solo destruyó la torre que sostenía la bomba y vitrificó una delgada capa del suelo, dando lugar a un nuevo mineral, la trinitina.

Solo le quedaba a Hitler la posibilidad de un ataque directo contra Nueva York u otra gran ciudad de la costa este americana, para forzar una posible paz con occidente, aun cuando las V-2 que ya se lanzaban sobre Londres no conseguían obligar a los ingleses a una negociación. Hitler se muestra inseguro: la muerte repentina de quizás millones de personas a consecuencia de un ataque nuclear puede provocar una respuesta indeseada por parte americana. Ante la aplastante superioridad aérea aliada, Hitler teme que los aliados se atrevan por fin a un bombardeo masivo con gases o con armas bacteriológicas, mucho más letal que los bombardeos convencionales que ya sufrían los alemanes en toda su intensidad.

Además persiste el temor fundado de que los americanos dispongan ya de un arma atómica de características similares, que no haya sido usada aún, por las mismas razones que no se usaban los agentes químicos o bacteriológicos.  Los norteamericanos no tendrían tantas consideraciones a la hora del bombardeo atómico de ciudades japonesas. Sabían, gracias a la captura del submarino U-234, que los japoneses no disponían ni de bombas atómicas, ni de cohetes, ni de capacidad para una posible respuesta de represalia contra los Estados Unidos, así que podían efectuar el ataque nuclear con total impunidad. Sin embargo ese miedo a la represalia asegurada si funcionó durante los cincuenta años de guerra fría posteriores, en los que se evitó el uso de armamento atómico gracias a la estrategia mutua de "disuasión nuclear".

Si Alemania hubiera conseguido terminar la producción de los misiles intercontinentales A-9/A-10 o los bombarderos a reacción de largo alcance Horten XVIII o Junkers E-555, o el bombardero antipodal Sänger, Hitler hubiera podido atacar con alguna garantía a los aliados desde sus bases subterráneas en Turingia, mientras él permanecía atrincherado en su reducto alpino, hasta forzar la deseada tregua. También hubiera necesitado el dictador alemán que la producción en serie de bombas atómicas fuera al menos diez veces superior a lo conseguido hasta entonces, apenas dos bombas operativas de plutonio y una de uranio, y material fisionable para otras veinte bombas más…   

El 20 de Marzo cae definitivamente Budapest, y con Hungría caen también las gigantescas factorías Manfred-Weiss, pertenecientes al emporio económico de las SS y lugar donde se ensamblaban las bombas atómicas alemanas. Era tal la importancia de dicha factoría que las cinco mejores divisiones de las SS, más de 70 000 hombres, fueron desplazados desde el sur de Alemania y desde Austria, provocando un rápido avance enemigo en ambos frentes. A pesar de que solo 1 000 hombres de las Waffen sobrevivieron a la terrible lucha en defensa de la Manfred-Weiss, Hitler, en un arrebato de ira, ordena que los soldados de las SS se arranquen las bandas-insignia de los brazos con el nombre del Führer, y desautoriza de su poder a Heinrich Himmler. A partir de entonces, será también el General Kammler el jefe "de facto" de las Waffen SS.   

El 3 de Abril los americanos y los rusos invaden Turingia ocupando las bases y fabricas secretas alemanas. Hitler se reúne urgentemente con Kammler y le hace llegar nuevas órdenes: Aún quedaba una posibilidad de un ataque aéreo contra una ciudad americana desde la base de Kristiansand, en Noruega, enviando un bombardero de largo alcance He177 a recoger un ingenio nuclear llevado allí por el submarino U-234.  A raíz de la muerte de Roosevelt, Hitler volverá a creer en un cambio radical de la situación, esperando como Federico el Grande el milagro de un posible enfrentamiento inminente entre los aliados occidentales y sus cada vez menos fiables compañeros de armas soviéticos. El enfrentamiento deseado por Hitler solo llegaría tras la melodramática muerte del Führer, y se extendería durante los 50 años siguientes, los años de la "guerra fría".  

El día 15 de Abril, tras comprobar que el nuevo presidente americano Truman continuará las hostilidades, y temiendo una brutal represalia angloamericana, Hitler decide no ejecutar el ataque aéreo contra Nueva York desde Kristiansand. Ese mismo día el submarino U-234 parte del puerto noruego con rumbo a Japón, pero su destino final es incierto, dado el desarrollo que estaban tomando los acontecimientos. La decisión de Hitler de no emplear la bomba atómica provoca una desbandada general entre los altos mandos de las SS y de la Luftwaffe, partidarios ambos del uso del arma nuclear como única alternativa para forzar un pacto a la desesperada con los aliados.

Herman Goering anunciará su deseo de negociar con los americanos el día 23 de Abril, lo que provocará su detención por orden de Hitler. Al mismo tiempo Heinrich Himmler se pondrá en contacto con el Conde Bernardotte para negociar una rendición por separado, sin contar con el Führer.  Hitler centra sus últimos recursos en un final "heroico" para su régimen, con la idea de marcar en la historia universal una resistencia épica sin precedentes, sacrificando hasta el último hombre en la capital del Reich. Pocos días después del suicidio de Hitler, el conde Schwerin von Krosigk, recién nombrado ministro de asuntos exteriores del efímero gobierno del almirante Doenitz, comunica a la agencia de noticias Reuters que "..Hitler no había echado mano de la última arma terrible que el Reich tenía a su disposición…"

El día 10 de Mayo el Almirante Doenitz firma la rendición incondicional de Alemania. La guerra en Europa había terminado.  Aún le quedaba a Hitler, ya muerto, una ultima baza que jugar contra sus enemigos, en la lejana guerra del Pacifico. Siempre preocupado por sus complejas maquinaciones de estética política, el Führer prefirió pasar a la Historia sin quedar como el Padre del primer ataque atómico, dejando la responsabilidad de ese crimen final en manos de los japoneses. Poco imaginaba Hitler que el seis de Agosto de 1945 los norteamericanos, en nombre de la democracia y la libertad, se mancharían finalmente las manos con WuWa, la bomba nazi, provocando el asesinato instantáneo de 150 000 personas en un segundo. Un record de velocidad aún no igualado en la eliminación de seres humanos.

 

 

 

 

Autor:

Christian Joel Ramírez Muñoz

INSTITUTO SUPERIOR PEDAGÓGICO PÚBLICO

"MONSEÑOR ELÍAS OLÁZAR"

YURIMAGUAS – LORETO – PERÚ

2004

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
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