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Afrontamiento y calidad de vida percibida vivenciada

Enviado por idiaz


    1. Resumen
    2. Desarrollo
    3. Relación entre afrontamiento y personalidad
    4. Hallazgos de la investigación
    5. Conclusiones
    6. Bibliografía

    ….."Arte de vivir en paz con aquello que no puedas cambiar"

    "Tener coraje para cambiar aquello que pueda ser cambiado"

    "Sabiduría para conocer diferencias,

    entre lo que puede y no se puede cambiar"……

    Goicochea, C., (1952)

    RESUMEN

    En el presente artículo se exponen algunas consideraciones teóricas y metodológicas para el estudio de los procesos de afrontamiento, que resulta importante tener en cuenta a la hora de realizar estudios e investigaciones en la ciencia psicológica sobre este importante proceso.

    Se exponen además, algunos resultados de las investigaciones de la autora sobre calidad de vida percibida vivenciada, que resaltan el papel que juega el afrontamiento sobre los niveles positivos y negativos de calidad de vida autorreferida y evaluada de forma interna.

    Palabras claves: Calidad de vida percibida, afrontamiento, relación

    ABSTRACT

    Theoretical and methodological considerations for the study of coping processes are presented in this article, along with some of the results of its author’s research in perceived and lived/self-evaluated quality of life, which underline the role of coping with internally evaluated, self-referred positive and negative levels, of the quality of life.

    Key Words: Perceived and lived/self-evaluated quality of life, coping.

    INTRODUCCIÓN

    El afrontamiento forma parte de los recursos psicológicos de cualquier individuo, y es una de las variables personales declaradas como intervinentes o participantes en los niveles de calidad de vida percibida, a la cual se atribuye un gran valor e importancia en las investigaciones sobre la calidad de vida y el bienestar psicológico.

    Los procesos de afrontamiento han sido estudiados por varios autores como son Lazarus et, Al. , (1986, 1993), Font, A. (1990), Hernández, E. (1996), y otros, en su relación con la calidad de vida, y es uno de los conceptos más en boga en la investigación psicológica actual.

    Nosotros hemos estudiado el afrontamiento en las investigaciones que se desarrollan en nuestro medio sobre calidad de vida percibida vivenciada, y en ellas se ha develado la complejidad e importancia de su papel para entender los ajustes del individuo en su medio y poder percibir niveles positivos o negativos de la calidad de vida.

    Por ello, a continuación expondremos brevemente algunos aspectos referidos a esta variable participante, y algunos de los resultados de las investigaciones realizadas.

    DESARROLLO

    Para comenzar, ponemos a consideración del lector algunas cuestiones teóricas sobre los procesos de afrontamiento.

    Los procesos de afrontamiento

    El afrontamiento ha sido definido por Lazarus y Launier (1978), como "los esfuerzos intrapsíquicos y orientados a la acción (cognitivos y afectivos), en aras de manejar demandas internas y ambientales que ponen a prueba o exceden los recursos personales, al ser valorados como excesivos por el individuo en relación con los recursos de que dispone o cree disponer". (Cit. por Font, 1990: 91).

    Este concepto siguió perfeccionándose, por Lazarus y Folkman (1986), hasta su formulación desde una perspectiva eminentemente contextual y con un enfoque procesual en su análisis, así como con una connotación transaccional que implica una forma específica de interacción en la que hay efectos retroactivos de la conducta sobre las variables personales y situaciones, y, por tanto, una causación recíproca (Sánchez Canóvas, 1988).

    Desde esta perspectiva, en la actualidad, lo primordial en el análisis del afrontamiento es la descripción de lo que piensa y hace el individuo cuando realiza esfuerzos dirigidos a afrontar, y su vínculo con las emociones que experimenta el sujeto en un determinado contexto. (Lazarus 1993; cit por A.E. López,1999).

    Estas nuevas aportaciones del concepto no se encuentran instrumentadas en la mayoría de técnicas utilizadas para evaluar el concepto de afrontamiento, aspecto que, junto a la escasa validación de ellos en nuestro medio, limitó la selección de uno de ellos en los estudios realizados por nuestra parte.

    Se plantea que el afrontamiento es un término tanto coloquial como científico, y que aún existe falta de coherencia en cuanto a teorías, investigaciones y comprensión del tema. (Lazarus y Folkman, 1986; Buendia, J., 1999; López Martínez, 1999; Fierro, 1999). Este aspecto trasciende al plano instrumental, en relación con la selección de técnicas para su evaluación.

    Por su parte, por ejemplo, Costa, Sommerfield y McCrae (1996), plantean que el afrontamiento es una categoría especial de adaptación. (Fierro, 1999). Pero Lazarus y Folkman (1986) expresan que existe confusión al respecto al no tenerse claro el significado del afrontamiento y su papel en el proceso de adaptación.

    El afrontamiento ha sido tradicionalmente estudiado en su relación con el estrés y la enfermedad, considerada esta última como un evento estresante. Pero Lazarus y Folkman (1986) reconocen el valor que tiene el afrontamiento no solo en el contexto salud-enfermedad, sino también dentro de otros contextos como son la familia y el trabajo, y por ello demandan su estudio en estos ámbitos.

    Desde el punto de vista metodológico, esto adquiere un significado importante en los estudios realizados pues permite estudiar el fenómeno como afrontamiento actual y no rememorado (Buendia, J. 1999), ante situaciones de la vida cotidiana y en la adquisición de aspiraciones y logros, aspecto común tanto en personas sanas como enferma, en su lucha por mantener proyectos de vida.

    Pero esto a la vez, acarrea nuevamente la dificultad instrumental, pues ha de reconocerse que no abundan los instrumentos diseñados para estos fines y, por tanto, decidimos utilizar un registro del afrontamiento que consiste en una lista de conductas asociadas a él, que se extrae de un instrumento utilizado por un autor (Font, A.,1990), quien estudia el afrontamiento vinculado a la calidad de vida. Asimismo, decidimos centrar su análisis fundamentalmente, a través del estudio de caso, con el empleo del método clínico.

    La dirección tomada en la investigación reconoce, además, que el afrontamiento no solo se analiza ante situaciones que desbordan los recursos personales, sino que funciona también ante situaciones que se salen de la rutina y exigen tomar alguna decisión y, por tanto, requieren de algún esfuerzo. Esto es reconocido por los propios Lazarus y Folkman (1986), y es un argumento utilizado para la diferenciación del afrontamiento de las conductas y respuestas adaptativas automáticas.

    Tomar decisiones está presente en nuestra vida cotidiana con cierta frecuencia, y esta condición se hace más patente cuando las condiciones y circunstancias de vida son muy complejas y difíciles, tales como las que vive nuestro país en los momentos actuales, sobre todo a la hora hacer viable nuestro proyecto de vida y hacer posible el alcance de nuestras metas y aspiraciones individuales.

    Es por ello que consideramos plausible analizar el afrontamiento en las situaciones actuales de vida vinculado al logro de metas y aspiraciones personales, proyectando así su estudio en nuestras investigaciones.

    Tomamos en cuenta también, que el afrontamiento es reconocido por varios autores, como uno de los procesos utilizados por el individuo para manipular la relación individuo – entorno y, a la vez, es considerado como el proceso más organizado y maduro del yo, al ubicarlo en una escala jerárquica con otros recursos reguladores. ( Menninger, 1963; Haan 1969, 1977; Vaillant, 1977; Cit. Por Lazarus 1986).

    No obstante, Lazarus y Folkman, (1986) plantean que afrontar no es equivalente a tener éxito, y piensan que tanto el afrontamiento como las defensas deben verse como algo que pueden funcionar bien o mal en determinadas personas, contextos u ocasiones.

    En esta misma dirección, Kahn (1964), citado por los propios Lazarus y Folkman, ve el afrontamiento independientemente del éxito adaptativo y, por lo tanto, debe incluir tanto errores como éxitos. El afrontamiento eficaz incluiría todo aquello que permita al individuo tolerar, minimizar, aceptar, o incluso ignorar, aquello que no puede dominar.

    Son muchas las problemáticas que sobre el afrontamiento se debaten en la literatura, y que constituyen problemas a resolver en el tema, tornándolo complejo y también muy polémico. Por ello se hará referencia a algunas de esas cuestiones, que la autora tuvo que valorar para tomar decisiones al respecto, en la realización de su investigación.

    RELACIÓN ENTRE AFRONTAMIENTO Y PERSONALIDAD

    Lo concerniente a la relación entre personalidad y afrontamiento, es una de las cuestiones debatidas en la actualidad. Así, por ejemplo, Lazarus es uno de los autores que considera estos dos aspectos de forma independientes, y plantea que "el afrontamiento hace referencia a un proceso mutable o inestable a lo largo del día, y de las distintas situaciones vitales, y la personalidad debía ocuparse de elementos invariantes y dimensiones de funcionamiento humano". (Lazarus, cit por Buendía, 1999:146).

    Otros autores, como es el caso de Salvatore Maddi (1990), exponen, de forma contundente, que el afrontamiento representa un sector de funcionamiento personal y en él debe diluirse. Este punto de vista es hoy en día muy aceptado por diferentes autores como son Endler y Paker, (1990, 1993); Pelechano (1992); Lehr y Tomae (1993) (Cit. por Buendia, 1999).

    Por ello, "en los últimos años se acepta, la existencia de un afrontamiento disposicional, de corte más estable y otro situacional reactivo; el primero se encontraría en el mismo nivel de análisis de otros muchos componentes de la psicología de la personalidad". (Buendía, J. 1999:146).

    Este punto de vista es compartido por la autora, quien, además, considera que el afrontamiento disposicional se acerca más a los llamados estilos de afrontamiento, y el afrontamiento situacional reactivo tiene más similitud con las llamadas estrategias de afrontamiento; asimismo, opina que entre ellos pueden existir interrelaciones como las que se describen entre la ansiedad rasgo y la ansiedad estado, declaradas por diferentes autores (entre los que se encuentran los doctores cubanos en ciencias psicológicas Jorge Grau y Marta Martín).

    En esta dirección, autores tales como Mariartif y Toussieg (1976) establecen diferencias entre estilos y estrategias, plantean que los primeros parecen fundarse en diferentes estructuras de personalidad, y se refieren a la tendencia de los sujetos a usar preferentemente un tipo de afrontamiento. Las estrategias, por su parte, se refieren a las diferentes acciones concretas que lleva a cabo el sujeto dentro de su estilo. (Cit por Pereira, Y., D. N"guyen, 2000).

    Se asume por la autora para el estudio, el concepto de estilo ofrecido por Mariartif y Toussieg (1976) y su dependencia por tanto a estructuras de la personalidad.

    Aceptar el estilo de afrontamiento requiere, en opinión de esta autora, que se aclare, además, la diferencia de éste y los rasgos de personalidad declarados en la literatura; partiendo del hecho de que el estilo representa una forma más amplia, generalizada y abarcadora de referirse a los tipos particulares de individuos, mientras que los rasgos tienen un espectro más estrecho. (Lazarus y Folkman, 1986; Sánchez Cánovas, 1992).

    En esta dirección cabe destacar, lo expresado por Sánchez – Canóvas (1992) quien le confiere al concepto estilo una gran riqueza potencial, a la hora de ser utilizado como piedra angular de enfoque de cambio; y es que el concepto sirve para reconocer la unidad de la conducta a través de sus cambios, lo cual permite reconocer que es un mismo individuo el que se comporta, aún a través de manifestaciones distintas.

    Se le confiere entonces al concepto estilo una estabilidad no estática, y permite que el mismo no entre en contradicción con el término proceso, cuyo aspecto esencial es el cambio.

    Estas aclaraciones son realizadas pues Lazarus y su equipo (1981, 1985, 1986) no ven adecuado conceptualizar el afrontamiento como estilo estable, y lo definen como un proceso que permite libertad y flexibilidad de cambiar las respuestas según las circunstancias, y utilizan mucho más el concepto de estrategias de afrontamiento (Lazarus y Folkman,1986; Sánchez Canovas 1992).

    Pero Lazarus y Folkman (1986) no afirman que no exista estabilidad en el afrontamiento, ni que el individuo no tenga preferencias por estrategias determinadas a lo largo del tiempo. Más adelante, plantean que debería reconocerse que en el afrontamiento coexiste tanto la estabilidad como el cambio. ".(Lazarus cit, por Sánchez-Canovas, (1992):152 y 153).

    Dos ejemplos que hablan a favor de estas valoraciones realizadas por Lazarus y sus colaboradores, son a juicio de la autora, la aceptación, por parte de ellos, del patrón de conducta A como un estilo de afrontamiento (Lazarus y Folkman, 1986:147); y más adelante el hecho de que Lazarus (1991) considere que el bienestar psicológico o subjetivo (como componente importante de la calidad de vida) es una consecuencia del afrontamiento, y sugiera que el mismo debiera ser considerado como una tendencia a afrontar, que se caracteriza por un estilo de valoración positivo y que guarda clara consistencia con las emociones y el bienestar. (Cit. por Rodríguez- Marin, ET. al., 1993).

    La consideración del patrón A de conducta como un estilo de afrontamiento y un modelo estable de compromisos y creencias, por Lazarus y Folkman (1986); devela una cuestión para la autora de gran valor e importancia, y es la participación del medio en su formación y desarrollo, al plantear que el patrón A probablemente surge evolutivamente por "la internalización de determinados valores socialmente deseados, reconocidos o conservados, que son más o menos característicos de las sociedades tecnológicas e industrializadas". (Lazarus y Folkman, 1986: 148).

    Este planteamiento constituye un nexo entre la posición de autores representantes del enfoque cognitivo-conductual, con posiciones teóricas del enfoque histórico- cultural, que promulga y considera los factores sociales como los determinantes, como fuente de desarrollo del individuo, y recuerda lo expresado por González y Valdés (1994), al expresar que ninguna de las corrientes psicológicas del pensamiento es un conjunto coherente, homogéneo y sistemático de ideas, aspecto referido por otros autores, como M.A. Roca, (2000), quien le adjudica, además, a cada una, aciertos y desaciertos, pero acepta que al final han contribuido al desarrollado de la ciencia psicológica.

    Los aspectos teóricos referidos llevaron a la decisión de utilizar en el estudio los estilos de afrontamiento como variable participante.

    Se retoma la clasificación de los tipos de afrontamiento realizada por Lazarus y Folkman (1986) quienes valoran, además, las dos grandes funciones del mismo, a las cuales se les atribuyen sus nombres, con objetivos diferentes: regulación de la emoción del bienestar, y la posibilidad de acción respectivamente; estos autores distinguen dos tipos de afrontamiento: los orientados a la solución de problemas y los orientados a la regulación de la emoción.

    Para la investigación, además, denominamos activos a los orientados a la solución de problemas, y pasivos a los orientados a la regulación de la emoción; agregando la posibilidad de control o no sobre la conducta para ambos.

    Es válido destacar, no obstante, que el solo hecho de afrontar ya es indicativo de una conducta activa, por lo que la distinción realizada en esta dirección en el estudio es solo funcional ya que se asocian, al afrontamiento centrado en la solución, conductas, acciones y pensamientos que aparentan tener más movilidad en el plano externo del comportamiento.

    Varios investigadores relacionan el afrontamiento y la calidad de vida, entre ellos, Lazarus, et al (1984, 1986, 1993), Moos. et. al (1982), A. Font, (1990), por citar algunos ejemplos. Al respecto se plantea que determinadas estrategias ayudan a experimentar una mejor calidad de vida o son las más adecuadas para determinadas situaciones; postulado apoyado por algunas investigaciones (A., Font, 1990; E., Hernández, 1996).

    Sin embargo, esto no ha sido comprobado categóricamente, planteándose que existen interrelaciones entre los afrontamientos, de manera tal que uno puede facilitar e incidir sobre el otro y hasta ser utilizados conjuntamente, por lo que ambos se consideran efectivos al incrementar el resultado adaptativo (Lazarus y Folkman (1993), cit. por A. E. López, 1999)

    Se acepta, a partir de estas valoraciones, que el afrontar, en sí mismo, es indicativo de un cierto nivel de adaptación, independientemente de los resultados que se deriven de la actuación. Por ello, el concepto de adaptación se convierte en una clave primordial para entender la calidad de vida, convirtiéndose en el vínculo de unión entre aquél y el proceso de afrontamiento. (Rodríguez Marín; Pastor López-Roig, 1993)

    Algo interesante dentro de estos aspectos es el desarrollo de estilos de afrontamiento que aún siendo eficaces para el manejo de la situación específica, atentan contra la salud (Pérez Álvarez, 1990), lo que resulta en mayor vulnerabilidad del individuo a la enfermedad.

    Habría entonces, según A. E., López (1997), que preguntar en estos casos, si resulta válido lo expresado por Lazarus (1986), en cuanto a desligar los conceptos de adaptación y éxito de los resultados del afrontamiento.

    Las estrategias centradas en el problema y dirigidas a la modificación de alguna de las condiciones, resultarán positivas sólo en aquellos contextos que permitan la puesta en práctica de esfuerzos por ejercer algún control, por lo que no son necesariamente más eficientes, y se resalta en la investigación la dependencia contextual del afrontamiento.

    El afrontamiento está específicamente enlazado con la clase de emoción que el sujeto experimenta en un determinado contexto, y ella dependerá de los valores, las metas y las creencias con las que los individuos se hallan comprometidos. Las emociones también guardan, lógicamente, estrecha relación con la expresión y la determinación de la calidad de vida.

    El afrontamiento en el proceso salud–enfermedad se estudia en dos direcciones fundamentales: como papel de antecedente potencial de la enfermedad, y como mecanismo para responder de forma adaptativa a la enfermedad. En ambos casos su estudio resulta de interés para potenciar y valorar el ajuste y la calidad de vida ante afecciones de la salud.

    Al relacionar el afrontamiento con cualidades de la personalidad, se dice que la motivación para afrontar es el aspecto más importante de la relación.

    Sánchez Canóvas y L. Sánchez, (1994) concluyen que cada vez más se acepta la concepción de ver a la personalidad como mediadora de la relación entre estrés, bienestar personal y, por tanto, la calidad de vida.

    Existen otras reflexiones sobre estilos de afrontamientos también válidos, pero preferimos remitir a los interesados a la profundización de esta temática en los textos que se vinculan a ellos.

    A continuación ofrecemos algunos hallazgos encontrados en las investigaciones sobre el afrontamiento en estudios sobre calidad de vida percibida vivenciada.

    HALLAZGOS DE LA INVESTIGACIÓN EN LA RELACIÓN ENTRE AFRONTAMIENTO Y CALIDAD DE VIDA PERCIBIDA VIVENCIADA

    En los estudios realizados, los estilos de afrontamiento han reflejado su complejidad, dinamismo, su función de mediatizador de la adaptación encontrada, así como su efecto en la valoración positiva o negativa de la CVPV, y se ha demostrando su influencia sobre las emociones y el nivel de calidad de vida expresado. (Díaz, I. et al.,1995- 2003)

    Los hallazgos acerca de los estilos de afrontamiento en los niveles de CVPV confirman que ambos, según el contexto y la estructura personológica de que se trate y la situación que enfrentan, pueden facilitar un mejor ajuste y, por tanto, el individuo podrá expresar calidad de vida en rangos positivos, con lo que queda confirmada la dependencia contextual y de eficacia de los estilos de afrontamiento.

    Ambos estilos contienen la posibilidad de control conductual y pueden facilitar una sensación o vivencia interna positiva como elemento crucial en el nivel de CVPV expresado; el siguiente gráfico muestra la significación estadística (p = 0.00002) de este indicador con los niveles diagnosticados de calidad de vida, en uno de los estudios realizados que se valoran como más ilustrativos para el análisis.

    P = 0.00002

     De manera general, en los rangos positivos de CVPV, predominan los estilos activos de afrontamiento (centrados en la solución del problema), o pasivos (centrados en el control de la emoción), que facilitan el control conductual y emocional provocando una adaptación. Esto lleva a coincidir con lo expresado acerca del concepto adaptación como vínculo entre afrontamiento– bienestar psicológico y calidad de vida. (López, A. E. 1998)

    No obstante, se observa que el estilo centrado en la solución de problemas potencia una actitud más activa, esperanzadora y optimista para enjuiciar y afrontar la existencia, sobre todo si el estilo asumido esta contextualizado, independientemente de los ajustes que proporcionan los estilos de afrontamiento centrados en la emoción.

    Esto puede ser una de las razones por las cuales se valora (sin que ello carezca de detractores), por resultados empíricos obtenidos, que las estrategias de afrontamiento centradas en la solución del problema potencien más bienestar y calidad de vida que las centradas en el control de la emoción. (Font, A., 1990; Hernández Menéndez, E.; et al. ,1996).

    Puede verse en el gráfico que en los niveles de pobre y mala calidad de vida no se observaron estilos de afrontamiento activos ni pasivos controlados.

    Predominan en los niveles más negativos (pobre y mala), los estilos de afrontamiento pasivos sin control y, en menor representación, los activos descontrolados.

    Todos estos resultados hablan de que ambos estilos pueden ser positivos siempre que estén en función de las propias demandas que el medio impone, es decir tienen que estar contextualizados, y es un análisis que permite comprobar lo planteado por Lazarus y otros autores (1986), de que el resultado del afrontamiento puede o no tener éxito para la conducta adaptativa. Ello corrobora, por otro lado, lo expresado por Fernando González (1997) al enfatizar el papel activo que tiene también el medio en su interrelación con la subjetividad y los niveles de funcionamiento óptimo en el hombre.

    Además, invita a pensar en las múltiples determinaciones que tiene la conducta humana, en la cual no solo participan procesos internos para lograr funcionamientos eficientes, sino que el medio también aporta y sostiene en ocasiones a éstos, como aspecto determinante en la conducta adaptada de aquí que se hable de recursos internos y externos para afrontar de manera exitosa.

    Los casos que se ubican en el nivel de aceptable calidad de vida (ver gráfico) que mostraron estilos de afrontamiento que no permitían control (activos y pasivos), tienen, como elemento común, autovaloraciones inadecuadas o ineficientes (por exceso o por defecto)

    Esto se puede traducir en aspiraciones y metas mal formuladas o conducidas por fallos en los mecanismos de regulación, o la no controlabilidad o viabilidad real en el contexto en que se valoraran y, por tanto, su inadecuado afrontamiento.

    Esto puede ser uno de los posibles vínculos entre el afrontamiento y la autovaloración, y su repercusión e incidencia en el nivel de calidad de vida expresado, y la posibilidad de pensar que ambos procesos puedan ser considerados como los determinantes fundamentales de la calidad de vida percibida vivenciada. (Díaz, I. B., 1998, 1999).

    Estos determinantes serían valorados como variables de mediación al intervenir en el proceso de seleccionar e interpretar la información situacional de acuerdo con sus predisposiciones cognitivas y afectivas.

    Ante esta situación, es útil plasmar lo expresado acerca de que "La resolución positiva de unas y otras crisis abre una nueva etapa de desarrollo personal y autorrealización. Pero el fracaso en afrontarlas puede hundir a la persona en la miseria, en la depresión y en la infelicidad" (Erikson (1968); Loevinger [1976] cit. por Fierro, A. [1997: 18]).

    Todo ello habla de la importancia del afrontamiento para la eficacia de la conducta, el control emocional y adaptación al medio.

    Por otro lado, resulta interesante ver en la población enferma o con algún padecimiento, estudiada en nuestro medio, estilos de afrontamiento utilizados para promover la aceptación y adaptación y experimentar niveles de calidad de vida percibida – vivenciada expresadas en niveles medios (aceptable y pobre) de manera general, a pesar de la existencia de aspectos objetivamente evaluados como negativos, estresantes, o de deprivación funcional (I. Díaz, et al. , 1996-1998).

    Pensamos, además, que existe cierta predisposición o tendencia al afrontamiento positivo, que permiten a la persona ver la vida de forma agradable y mostrarse como un ser optimista, a pesar de las realidades que se analizan y afrontan. Las paradojas que se describen en las investigaciones sobre calidad de vida pueden en parte ser explicadas por esta afirmación, que sostiene, además, como positivo, el hecho de que el individuo intente sobrellevar etapas y circunstancias negativas y conservar el significado y el sentido de vivir.

    CONCLUSIONES

    En el artículo se exponen aspectos teóricos de actualidad sobre la categoría afrontamiento, que develan cuán polémico resulta actualmente este concepto, que ya tiene más de 60 años de formulado, y que aún promete tener mucho valor, vigencia y actualidad para el quehacer investigativo y práctico de la psicología.

    Se dan a conocer hallazgos de los estudios de la autora, donde se relaciona el afrontamiento y la calidad de vida percibida vivenciada, realizados en nuestro medio, que nos llevan a valorar y considerar, a nuestro parecer, que el afrontamiento sea uno de los determinantes fundamentales en el juicio valorativo de la calidad de vida, y su posible vínculo con la autovaloración, ambos considerados mecanismos reguladores que permiten la adaptación del individuo y su medio.

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    Autor:

    Lic. Ileana Beatriz Díaz Corral

    Departamento de Psicología

    Universidad de Oriente

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