Don Feliciano Guerrero, prácticamente tiene una Escuela, en la casa de su Hato Santa Elena. Perdone compadre Hernán, interrumpió Don Pancho, si eso se llama Escuela, yo podría tener una aquí en Güirima y otra en la Coroba, porque en estos dos hatos de mi hermano Agapito, me la paso trabajando todo el tiempo; cómo es eso compadre Pancho, repreguntó Hernán, bueno muy fácil, usted bien sabe que de casi todos estos médanos a diario le mandan muchachos a Don Feliciano Guerrero, para que les enseñe a leer, escribir y las 4 reglas, y yo he visto con mis propios ojos, porque no es que me lo han dicho, que esos muchachos después de madrugar en sus casas y cumplir con sus obligaciones de madrugadita, llegan cansados, montados en sus burros y Don Feliciano los recibe, con aquella amabilidad y cortesía característica en él, y les dice desensillen rápidamente esos animales, y los meten en el potrero o los acomodan en el estero de aquí de Santa Elena y al regresar les dice vamos ahora con las tareas; usted cree compadre Hernán, que eso es justo, bueno compadre, lo que pasa es que usted, no sabe o no entienden que cuando uno estudia le ponen tareas para ese otro día; como copias, lecturas y cuentas de las llamadas cuatro reglas; a lo que interrumpió Don Pancho, algo molesto, compadre Hernán, el que no entiende es usted, yo si comprendo que esas son tareas de escueleros, pero estas son tareas de alar machete y garabato, tareas de 6 de ancho por 30 de largo, en los topochales, maizales y frijolares sembrados en los corrales y majadas del hato, y otros los pegan a arrancar brusca, brusquillo y escobas negras en los callejones; y a eso de las diez de la mañana deben estar todos listos, para iniciar la estudiadera de todo un poquito, con una tacita de guarapo en el buche solamente, hasta las once y media que les dan el primer pique, y mire compadre Hernán, porque yo le he visto y si antes de esta hora se retira Don Feliciano, para cualquier parte, llega la Doña, Doña Marta, que es más amarga que la retama, con un largo mandador de tres guías y de chicote torcido, y les dice suelten esos papeles patiquines flojos y sigan limpiando el mái de los conucos y él que no corre muy rápido, lo enreda con el mandador de palo de jallito o cacho negro y correa torcida, esto es Escuela compadre Hernán, bueno si compadre Pancho, pero aprenden algo, aprenden a jalá machete y a llevar palo, que va compadre Hernán; pero compadre Pancho mi sobrino Hernancito es un muchacho que sabe y eso lo aprendió allí, después Don Agapo se lo mandó a Don Dionisio allá a Arichuna y lo pusieron en la Escuela de Don Pedro Manuel Armas y luego Don Pedro Jesús Castillo, desde Luisíco cerca de San Rafael de Atamaica y después de las Cupatas, también le mandó a su hijo Pedro Jesuíto, porque en Arichuna había un tronco de Maestro y mire usted compadre Pancho, tanto Hernancito como Pedrito enseñaron a sus hermanos no solo a leer, escribir y las cuatro reglas, sino algo superior a eso, a ser persona de conducta intachable, porque así son ellos, como los criaron sus padres y los educaron aquellos grandes Maestros; así que compadre Pancho algún día un hijo de estos Médanos debe venir de Maestro para aquí o al menos fundar una o más Escuelas.
El Compadre Pancho interrumpió a Don Hernán, diciendo ya está bien mi Maestro con esta clase que me ha dado de Escuelas, Maestros y Alumnos.
Y de aquí en adelante espero que usted me siga hablando, acerca de todo cuanto sabe de la geografía, de esas personas importantes y de la muerte de sus padres y de tantas otras cosas, pues yo no se nada, soy un bruto, amanzador de bestias cimarroneras y matador de tigre…
Terminada esta larga e interesante conversación, que muchas veces se quiso tornar en discusión, Don Pancho y Don Hernán, se quedaron taciturnos sin mirarse las caras, como monologando cada uno consigo mismo; eran dos hombres y dos seres distintos, hasta físicamente dos polos opuestos, Don Pancho de gran corpulencia, pero de cuerpo atlético, su cara semejante a una gran auyama y cabeza de tigre, con una blanca dentadura de caballo padrote, jamás tocada por caries algunas, y con unas extremidades superiores que terminaban en un par de manos envidiadas por el más robusto y feroz tigre serrano de pinta minudita o mariposa; y esta fortaleza física y destreza atlética, a cada momento la ponía a prueba de fuego agarrando al toro más pintao cacho y muela, tumbándolo como el más bebé de los terneritos bien criados en los hermosos y punjantes Hatos de Arauguita, Cabuyare, la Coroba y Santa Elena; jamás hubo caballo de colmillo, de grandes ancas y robusto pecho, que lo tumbara, antes por el contrario, si el animal se le encabritaba con un solo tirón, por las riendas de falceta tejida o de cuero curtido, lo sentaba de culo, por eso caballo que ensillaba por mucho tiempo lo desbocaba o lo trozaba, es decir lo dejaba reventado para siempre; y en las matadas de tigre donde por lo regular su hermano mayor Don Agapo era el estratega para darle casería a los abundantísimos felinos en los Médanos de Boca Arauca y donde participaban por lo menos 4 lanceros y uno o dos tiradores, que no les temblara el pulso, Don Pancho era el primer chicharrón que clavaba la lanza llanera en la olla del pintao, le dicen ollita a ese hundimiento que tiene este animal, en lo que es en el hombre el bocado de adán, pero lanceaba con tanta fuerza, que la lanza le salía al animal por el cogote, manera esta de lancear a un tigre muy peligrosa, porque la fiera se viene hacia la persona, por el asta de la lanza y esta era la gran preocupación de su hermanos Don Agapo, cuando salían a matar tigre y por eso siempre le decía: Pancho, no lancé con tanta fuerza y ferocidad, mantenga el animal lanceado hasta el enrejado del cabo o asta de la lanza.
Pero Don Pancho era muy severo en todo, especialmente con las personas que le faltaban el respeto, y así era hasta con sus dos y únicos hijos: Jesús y Catalino, cuando le cometían una falta grave, los castigaba bárbaramente y así, le daba lo mismo lanzarle un chaparrazo con una verga de toro, cruzándolos de pecho a espalda, que de la cabeza el rostro; él decía encarnar la barbarie y que quería ser un José Tomás Funes, allá en San Fernando de Atabapo, donde lo fusilara el valle-pascuense Emilio Arévalo Cedeño, el 21 de enero de 1.921; pero no para matar gente vilmente; sino para castigar a los ladrones del pueblo, semejantes a los Monagas y otros vagabundos.
Don Pancho, tenía que ser como él mismo decía, tal cual como lo había formado la escuela de la vida, allá en las montoneras de peones llaneros de los Hatos de Santa Ana de Capanaparo y San Antonio de Araguaquen, propiedad del General Nieves Maicas; Hato de Arauquita de Don Manuel Sánchez Veracierto; cuando en su siglo de oro y de las vacas gordas, al moverse los numerosos rebaños de los paraderos hacia los comederos, eclipsaban el sol radiante con la polvadera que se levantaba; Hato de Cabuyare de Don Dionisio Sánchez, mucho antes de las grandes crecientes y de que se empestaran, cerca de mil bestias que junto con el ganado muerto de hambre y ahogado, dejaron el inmenso y pintoresco Médano de Cabuyare, convertido en una blanquecina alfombra de huesos; Hato de Santa Elena, propiedad de Don Feliciano Guerrero, tan bello y próspero en vida de su propietario fundador, que no solamente era un emporio de riqueza, si no también de luces y virtudes; y por fin llegó Don Pancho a los Hatos de la Coroba y Güirima, propiedad de su hermano Don Agapo.
Don Hernán, por el contrario era un hombre de contextura débil, nervioso y miedoso, como que le temía a todo cuanto le rodeaba; indeciso y pesimista y por lo regular taciturno, abatido y melancólico; siempre solía decir igual que Don Pancho, yo soy así de naturaleza y por nacimiento, pues cuando él nació, su madre, estaba, se puede decir que muriendo, por lo que él fue producto de un parto póstumo, de tal manera que en lugar de recibir en sus últimos minutos el calor del vientre de su madre, recibió fue el frío de la muerte, hasta el momento en que la comadrona le cortó el cordón umbilical; por lo que fue criado por sus tíos con el cuidado de un sietemesino, con mucha lástima, delicadeza y solícito de amor, proporcionándole el calor materno del cual él no había podido disfrutar, ni siquiera en aquel preciso momento en que por ley natural fue lanzado a este mundo.
Cuando Don Pancho llegó a la Coroba, lo recibió su hermano Don Agapo, diciendo bienvenido Pancho al hogar de tu hermano mayor; gracias hermano respondió él, algo así como apenado cabizbajo frente a la peonada del Hato de la Coroba, pase adelante para que hablemos a solas y amarrando el caballo de un botalón siguió detrás de Don Agapo, y que en este momento le decía a la peonada, bueno ahora todos a trabajar y dando la espalda, los peones comenzaron a murmurar: palo de hombre carajo, es un hombre de 25 años, pero bien recomendao y cada uno de los peones lanzaba un calificativo: es más empulpao que el caballo padrote del Hato de Cabuyare, el que llaman "Juez del Llano", no se parece a los madrineros de Don Agapo, a lo que agregó Don Hernán, vámonos, yo lo único que sé decirles, es que viene de los hatos maiqueros, donde por lo regular los peones solo duran cuando más un invierno y un verano, y este señor tenía ya 5 años, se vino porque Don Agapo, le mandó a decir al General que lo necesitaba, yo digo esto porque ya he hablado con él allá en el Médano de Güirima, donde él creía que estaba su hermano con este ganado corobeño, que todos los años al soltar las queseras de junio a julio, lo sacamos a invernar para allá, por ser aquel médano mucho más grande y alto, a lo que interrumpió uno de los peones, llamado Carrillito, lástima que en Güirima hay tanto tigre por tener tan cerca de la serranía de Guayana; la peonada fue a recoger el ganado, para esa semana llevarlo a invernar a Güirima y Don Agapo, comenzó a hablar con su hermano debajo de una de dos grandes matas de trinitarias que él mismo había plantado, con su hijo Hernancito, llevadas del Hato de Cabuyare, una de flor roja encarnada y la otra de color morado flor de bora o flor de mayo; y le dijo a Don Pancho, luego de tomarse un tinto cafecito negro: tenía meses esperándote hermano, yo le mandé un recado a Don Nieves Maicas, primero con Don Julián García su hijo y Jesús Pérez y Don Leandro Pérez; contestando Don Pancho, bueno hermano el General, no quería soltarme y al fin me dijo, que me dejaba venir por tratarse de Don Agapo, a quien tanto apreciaba por ser un hombre cabal, pues los tantos años que trabajó en Araguaquen y Santa Ana de Capanaparo, comprobó que eras un hombre excepcional e incansable en el trabajo del llano, bregando noche y día en trabajos muy duros; eso me contenta Pancho que lo diga Nieves Maicas, respondió Don Agapo, diciéndole bueno Pancho, yo te mandé a llamar por dos razones, primero porque hasta cuando vas a estar de peón ganando dos bolívares diarios, respondiendo Pancho, pero hermano, donde pagan más de eso, es cierto dijo Don Agapo, pero a uno le va mejor trabajando por su cuenta y para uno y su familia, mira yo quiero que tu me oigas con paciencia, en los cinco años que tengo trabajando aquí en la Coroba, donde me residencié con mi mujer y mis hijos, ves lo que tengo y como lo tengo, claro esto trabajando día y noche como los peones maiqueros, aquí trabaja todo el mundo y hacemos de todo, fíjate hicimos estas dos inmensas casas de bajareque, una pared de doble encañado, rellena de tierra en terrón y bien embarrada, ambas techadas de paja llamada "Vetiver", hicimos esa gran majada de "palo-apique", otro buen corral y ese chiquero para los becerros y además chiquero para los cochinos, fogón, silleros, tinajeros, mesas y sillas tanto para el comedor, como para el recibo y todo hecho con buena madera: congrio, alcornoco, corazón de salao, masaguaro y cañafistola; otra cosa tengo todo esto bajo esa gran cerca; bueno todo ese trabajo vale más de cinco años pagados a dos bolívares diarios, y eso es nada como mi gente es laboriosa fabricamos además: desde la alpargata, y cotiza hasta el sombrero, lo mismo que hacemos la ropa para vestirnos, la de los varones de dril cabeza de perro, coleto y otros géneros, y eso es ropa y como dura, así mismo hacemos los mosquiteros, porque esto es lo más plagoso que he visto; tejemos los chinchorros y los mecates de macanilla, a pesar de ser sumamente costoso y peligroso sacar la fibra de esta palmera, por la cantidad y grandes espinas que tiene, estos chinchorros nuestros que fabricamos aquí son famosos hasta en San Fernando donde se venden como pan caliente; además con la fruta de la macanilla engordamos los cochinos, los capones, grandes revientan esta dura semilla y le comen tanto la pulpa como la almendra y al cerdo pequeño se la reventamos y echamos en los chiqueros, llegando a matar capones hasta de cuatro latas de manteca, la cual se vende a Bs. 12 a Don Ignacio Rodríguez Máiz y hasta sortija de macanilla hacemos o mejor dicho las mujeres y niños, para ponérselas en los días de fiesta; para fabricar el queso hacemos todo el equipo indispensable: botes de cuero o madera para echar la leche, el cincho de madera o voladora, la prensa para moldear el queso, el tenedor, rejo, totuma para ordeñar, la soga, el sujeto y botalón para amansar las novilla, así pues producimos desde la leche, el queso y la mantequilla, productos estos que mi compadre Dionisio Sánchez nos vende en Arichuna al Señor Saldeño y a Don Alejandro Camacho; nosotros al burro campanero de Don Dionisio unimos los nuestros junto con un arriero más para que se regrese con las provisiones; igualmente hacemos para moler la caña, desde el trapiche de palo, no chaquichaque, que nos dirige el buen ebanista Maestro Eugenio, con madera de corazón de algarrobo, mora, masaguaro y cañafistula, también hechos esos trapiches que duran moliendo toda la temporada del verano, todos los días con una yunta de bueyes y nunca se nos ha reventado una masa de estos trapiches, para esto hacemos además las tres pailas que se necesitan, el bote o pozuelo donde cae el guarapo, la batea, el remillón y la canaleta para batir el dulce y por último las gaveras para sacar las panela ya moldeadas, hacemos las enjarmas llamadas angarillas para cargar la caño en los burros, así mismo de esta molienda no solamente sacamos la panela propiamente, si no también otros derivados como batíos, madrinas, mercochas hasta el llamado morrocoy, estos productos igual que el queso salen a la venta hacia Aerichuna y San Fernando, antes cuando mi padre Lorenzo hacía esto mismo, se los vendía junto con la leña verde cortada, a los vapores que pasaban por esto ríos como eran: el Apure, Arauca, Meta, Angostura y el Masparro; y para rallar la yuca hacemos desde los botes o canoas para echar la yuca raspada, en agua, de un día para otro, fabricamos el rallo de lata y lo montamos en madera redonda que sea blanda, luego hacemos el horno para budare grande, así mismo la coladora para cernir la harina y la troja para secar las tortas de casabe, empacar el producto en agajes hasta tenerlo listo para la venta, junto con el almidón y el mañoco que también se produce; hacemos el jabón de la tierra, muy bueno que es hasta medicinal, elaborado con graso de ganado y se corta con la lejía que sacamos de la ceniza viva de madera verde de árboles de guamacho y jovo especialmente, y producimos tanto que hasta vendemos.
En cuanto a otros productos propiamente agrícolas, además de la caña y la yuca, producimos desde el topocho, fríjol, ocumo, ñame, hasta los aliños verdes. Para la navegación en general fabricamos: bongos, canoas y los llamados cascos, esta última es una embarcación pequeña como la canoa, pero es más rápida para cortar el agua, así mismo las palancas, canaletes, remos y espadillas; embarcaciones estas que utilizamos en la pesca, para la cual también hacemos: los arpones, chuzos, flechas, arcos, chupulunes, boyas con gruesos mecates, figas o sea arpones grandes para cazar manatíes; fabricamos lanzas tigreras, tipo lanza llanera, cajas escopetas, municiones y entre otros enseres de alojamiento y del hogar: pilones con sus manos para pilar el maíz y acondicionamos las piedras y manos de piedra para moler; paletas, cucharillas de palo y cucharas de tapara para comer, estufas y trojas –despensa para almacenar los alimentos que producimos al por mayor en las cosechas; y para terminar Don Agapo, le dijo a su hermano, venga para que vea todo cuanto le he dicho y abrió la puerta de una de las trojas – despensas, si, así es dijo Don Pancho, está repleta de cuanto producen, que bueno, esto me contenta mucho hermano mayor; bueno Pancho esto es lo que yo quiero que tu hagas también, al casarte y tener tu señora, mientras tanto trabajas conmigo, esta bien Don Agapo, le respondió su hermano Pancho, a la vez que se dirigía diciendo, hermano mire hay viene la gente con un gran rodeo de ganado y donde vamos a encerrar tanto bicho a lo que respondió Don Agapo, posiblemente ese rebaño no cabe en esas majadas, corrales y cercas, además como todavía es bien temprano, yo creo que es mejor dejar ir ese ganado de una vez para el Médano de Güirima, porque temo que se espante esta noche y se agile a su invernadero, porque ese ganado ya tiene sabañón de estos barriles de la Coroba y el sabe que va ido de una vez, porque al verse las vacas con sus becerros sueltos no las para nadie; diciendo Don Agapo, llámame Pancho a Don Hernán y a Pedrito, para informales de esta decisión que hemos tomado, al momento Don Hernán y Pedrito Castillo, se presentaron, diciéndoles a Don Agapo, ese ganado no lo para nadie, va ido, bueno dijo Don Agapo, póngale adelante los madrineros y déjenlo ir a su propio paso, teniendo cuidado con los becerros pequeños y flacos, y usted Pedro Jesús Castillo, monte ese mulo de su silla y que usted mismo llama el "Avión", y te vas de una vez escotero para Güirima, y de aquellas reses que están en el potrero de Trabuco, donde tengo el trapiche, dígale a Hernancito mi hijo que mate un animal que esté bien bueno, y ponga asar la mitad incluyendo el entreverado, y a mi me tanga sancochado el primo, la demás carne y los huesos, la salen y la pongan a secar en la tasajera y así mismo que tenga listo madera para prenderle humo al ganado, porque seguro que este noche va a ser el primer choque de los tigres.
Pedro Jesús Castillo hijo, corrientemente llamado Pedrito le respondió Don Agapo, sus órdenes serán cumplidas y demoró en salir, el tiempo que tomó en amarrar con los tientos en la parte trasera de la silla su capotera, hecha por su señora María del Rosario (Rosarito), de dril "cabeza de perro", pero también bordaba y con unas trenzas de macanilla que terminaban en unas preciosas motas doradas, parecidas a la copa de un gran flor amarillo, que adornaba uno de los patios de la Coroba, seguidamente tiró cerca del pico de la silla su "porciacaso" seguramente con comida, abultado en sus extremos y le atrincó un par de correas, que eran dos hermosos "tientos", y así quedó asegurado aquella otra hermosa obra del arte femenino, de puro sabor llanero, como el dulce y queso de mano que llevaba en su panza; hecho esto, montó de un solo y brusco tirón, de diestro atleta hípico, quedando como clavado en la silla en medio de aquellas dos hermosas prendas, y se veía semejante al blanco gabán goliyú del gran árbol de "Salao" de la piedra del lindero de los Hatos de Cabuyare y la Coroba, cuando su cría estaba grande y se metía en el trono de su nido, en medio de sus dos hermosos y altivos pichones; hecho esto Pedrito se despidió y haciendo un gran rodeo para no molestar al ganado que estaba nervioso, dio rienda suelta su mulo, que llamaba el "Avión", momento aprovechado por jinete y cabalgadura, para demostrar a los presentes, la habilidad y destreza aprendida en los llanos del Bajo Apure; el animal salió como los músculos temblorosos y al darle rienda suelta, parecía que iba a despegar volando como un "Avión", por eso él lo llamaba así, pues las manos las movía con tanta rapidez que casi no se veían, tomando unas veces el pasitrote y otras la volatería; en medio de la peonada emocionada, un joven robusto llanero llamado Marcos Tovar (Marquito), nacido en el vecindario del "Faro" costa Arauca, dijo a todo pecho y pulmón: ¡Carajo! "Bravo jinete y bravo mulo, no jóda, todavía hay llaneros en el bajo Apure!…
Las primeras reses del ganado, que iban detrás de los madrineros, comenzaron a brincar y soltar las patas de atrás, largando semejantes patadas apurando así a los novillos madrineros, como para que forzaran el paso, agilado todo el ganado por la inmensa pica del Hato de la Coroba, que más que esto parecía una pista de aterrizaje y que a través de la misma se veían los Médanos de: El Redondo, el Oso, el Pelón y las altísimas copas de la arboleda del Médano de Santa Elena; Don Agapo, que había seguido la marcha del ganado hasta la boca de dicha pica, se detuvo y quedó mirando aquel hermoso espectáculo pastoril, que se alejaba entre el verdor intenso de matorrales y sabanas, rumbo al naciente apureño, que es como decir los Médanos y Boca Arauca; diciéndole a su cuñado Don Hernán, vámonos, que aquí en la Coroba, ahora es cuando queda por hacer y este le respondió y Güirima, bueno allá está de encargado mi hijo Hernancito, que es como decir mi mano derecha, bueno si, bueno si, eso es verdad Don Agapo, respondió Don Hernán, y al llegar al hato Don Agapo, mandó a llamar a 6 peones que habían quedado ocupados en otros quehaceres, diciéndoles a todos; vamos a planificar lo que queda por hacer aquí en la Coroba; terminar de ubicar médano por médano, todo el ganado que quedó en los linderos de este hato, como son los Médanos de Cucurito, el Tigre, los Apamates, el Oso, el Redondo, el Salao o de la Piedra de lindero y por último donde vive usted cuñado Hernán, que de paso debe estar su mujer Andrea Márquez esperándole desde hace tres días, y continuó Don Agapo, en esos médanos y bancos debe haber quedado más de trescientas reses que es bastante y yo diría que mucho más, si nos ponemos a pensar en la carga de pastoreo que significa esto si contamos a los burros y esa cantidad de cochinos que hay, claro está, incluyendo este Médano de la Coroba; así que cuando mi yerno Pedrito regrese este fin de semana de Güirima, donde está ayudando a empadronar a aquel ganado en aquel invernadero, ya él sepa con que se va a encontrar aquí; y la otra cosa por hacer es guardar todo lo de la quesera, equipo por equipo y herramienta por herramienta, para comenzar de inmediato la siembra de maíz, en los corrales antes de que se enfríe la tierra, y usted Don Hernán mientras Pedrito se queda con su señora Rosarito, mi hija, usted se va a casa de la suya allá en el Médano del Banco, en tanto yo le haré frente a Güirima con mi hijo Hernancito y mi hermano Pancho, otra cosa Don Hernán tenga junto con Pedrito su lanza tigrera bien amolada y agarrada por la punta del cabo, porque yo presiento que en este invierno van a chocar esos gatos pintados y manos tiesa, pues usted sabe que son mi gente de confianza, ya que no se puede salir a matar tigre con todo el mundo porque ese es un animal que cuando en esos guaicales pega la boca del suelo para roncar, al más pintao como el se le ponen los pelos de punta, por eso siempre le digo a mi hermano menor Segundo, que se deje de estar saliendo a buscar tigre con gente que él no conoce; pero él con aquellos de que lo sabe todo y de que le falta un grado para ser adivino, comete imprudencias; y con tal que cuando estos animales choquen en este sector de la Coroba y Güirima, yo esté por aquí, porque cuñado yo tengo que salir con su hermana y toda la familia a San Rafael de Atamaica y Arichuna, a bautizar esos muchachos que están orejanos como los becerritos chiquitos, y a empadronar unos hierros, arreglar cuentas con el comercio y otras diligencias; Don Hernán, que estuvo pensativo junto con la peonada oyendo, le dijo perdón Don Agapo y cuando pudiera yo ir a pasar unas semanas a Güirima, bueno Don Hernán, cuando yo regrese de esta gira por estos pueblos de Apure incluyendo a San Fernando, dicho esto Don Agapo, bueno cuñado yo espero a Pedrito para irme a Güirima y mientras tanto usted puede ir trabajando acerca de lo que hablamos, con estos seis hombres que quedaron por ser de aquí mismo y especialmente de la costa del Faro.
Pero bien no había terminado Don Agapo de hablar con su gente, debajo de un corpulento árbol de masaguaro gacho, inclinado así por el viento desde que Don Agapo lo sembró junto con dos docenas más de este árbol, alrededor de la corraleja de enfrente; cuando se oyó a lo lejos las pisadas de una bestia, en forma rítmica enérgica, era Pedrito en su mulo el "Avión", que venía por la pica de la Coroba entrando al médano; y tan pronto el animal llegó a la puerta de tranca del hato, se espantó y comenzó a forrear, diciendo en el acto Don Agapo, el nerviosismo de ese macho me huele a tigre, al momento que Pedrito saludaba a los presentes, y la peonada parecía atenta a las buenas o malas noticias traídas por él; y al instante que Don Agapo salía a saludarlo, corría su señora Rosarito a abrazarlo.
Después de aquel saludo que se dieron, le preguntó Don Agapo, como le fue Pedrito, bien le contestó, el ganado llegó sin novedad, no se cansó ninguna res, en el trayecto de aquí de la Coroba a Güirima; pero la primera noche chocaron los tigres, como que nos estaban esperando, y que pasó, guá, temprano se espantó el ganado, que en su mayoría se había quedado, en la parte de arriba del médano, cerca de la orilla del río Arauca; no obstante que habíamos prendido varios humos y fogatas alrededor de las casas, corrales y majadas; mire Don Agapo, fue una espantada fea de esa cantidad de ganado, a pesar de que esos bichos lucían cansados de la caminata del viaje, y por mucho que le gritábamos ¡Oh. ¡Oh. ¡Oh.!, no atendía esa cantidad de animales, porque además había mucha lluvia y una fuerte tempestad, figúrese usted, que calló una centella, cerca de una de las faldas del médano que da hacia la sabana, que hendió a un gran árbol de salao, cayendo las ramas gruesas, como a media cuadra del tronco; pero que pasó con los animales interrumpió, Don Agapo, él le respondió, en esa parte del médano que queda hacia Trabuco, mataron los tigres la yegua rucia mía, la que estaba parida de un mula y a pesar de ser un animal tan fornido, la arrastraron hasta la orilla del revarse; y a un torete lebruno de Hernancito lo dejaron bien rajuñado, con un golpe en la paleta derecha, que de seguro esa parte del cuerpo se le va a secar, porque ese animal donde golpea, se seca la pulpa.
Agregando Don Agapo, esto no me sorprende, yo presentía todo esto; y usted para que se vino, ante esta situación, bueno contestó Pedrito Jesús, pendiente de su viaje para los pueblos de Apure, pero no se preocupe por lo de Güirima, pues ya solicitamos ayuda a la gente de los médanos, pero cual gente, bueno sus hermanos los Rodríguez Camacho y sus sobrinos Juan Chiquito y Julio.
Don Agapo como de costumbre se quedó pensativo, para luego decir, bueno Pedrito, yo confío en mi hijo Hernancito, y continuaré en los preparativos de mi viaje hacia Arichuna, San Rafael de Atamaica y San Fernando; y agregó lo de la tigriada de Güirima, mi hijo me avisará oportunamente; y quiero que sepan que ayer mismo mi compadre Dionisio Sánchez, mandó un hombre avisándome que los tigres le están matando ganado todas las noches; y justamente al día siguiente muy en la mañana, llegó su otro hijo de nombre Roso, para informarle que la gente a quienes mandaron a llamar para Güirima no acudieron al llamado, y los peones con que cuentan, no se atreven aventurarse a buscar esos animales y justamente eso lo hacían, en acatamiento a los consejos dados por su padre, de que con todo el mundo no se puede salir a matar tigre, porque esa es una actividad muy peligrosa, como está cansado de decírselo a su hermano menor Don Segundo Rodríguez Camacho.
Inmediatamente Don Agapo, recogió su maleta, chinchorro y mosquitero, metiéndola en una capotera, hecha de cuero de cunaguaro bien curtido; saliendo a caballo rumbo a Güirima, no sin antes decirle a Pedro Jesús Castillo, y usted Pedrito, hoy mismo salga para los Médanos de Santa Elena, Mereyal, Santa Barbara y Majaguillal, a buscar gente y se presenta con ellos esta misma noche a Güirima, para salir en la mañanita, en busca de esos tigres, que ya están cebados y lo más seguro es que esta noche volverán a chocar matando otros animales; Don Agapo al llegar lo primero que hizo, fue reunirse con Hernancito y toda su gente para oírlos, acerca de lo sucedido, y tomar todas las previsiones en la noche, para evitar en lo posible la casería en el ganado; temprana la tarde se fue a buscar el ganado, o sea a picarlo, como decimos los llaneros, de todos los médanos que forman a Güirima; como a las nueve se oía venir una fuerte tempestad desde la boca Arauca, un viento huracanado muy fuerte, así como vivísimos relámpagos y fuertes truenos.
Esa noche las fieras se aprovecharon, de aquella terrible tempestad, que a minuto iluminaba aquel paisaje arropado en una negra oscuridad; y a eso de las dos de la madrugada, el ganado comenzó a barajustarse en toda dirección, hasta cayeron unas cuantas reses al Río Arauca, y gracias a tres toros suizos (sin cacho) que rodearon al rebaño de la manera más soberbia, se pudo controlar aquel caos nocturno.
Al amanecer se hizo una evaluación, de los daños ocurridos en la noche, encontraron tres reses muertas, y más de cinco animales estropeados en los barajustes del ganado; así que tan pronto revisaron los paraderos del ganado, salieron hacia la culata del Médano de Güirima, y el llamado la Trampa.
La tripulación se componía de dos tiradores, armados de escopeta de pitón y balas de fabricación casera, llamadas palanquetas, hechas de barras de plomo y algunos perdigones de hierro; seis lanceros, con lanzas de hierro de dos filos tipo lanza apureña, bien enhestadas unas y otras hechas de machetes tres canales, enhestadas los hierros a los cabos de lanza con cuero de manatí remojado, que al secarse quedan más duros que un alambre; además dos hombres armados de buenos y afilados machetes para abrir picas; y solamente ocho perros tigreros; este tipo de perro tiene que ser seleccionado y amaestrado, primero un perro que sepa rastrear la huella del tigre hacia delante, porque algunos lo hacen hacia atrás; y segundo al oler el rastro del tigre que percibe el olor en las pisadas del animal y al rozar en el monte su cuerpo, el perro al rastrear el tigre debe avanzar calladito y muy alerta, "Ojo Pelao! Y no ponerse a ladrar, porque si rastrea así latiendo, no sirve para tigrero, porque espanta al animal, que de paso es un gran observador, sutil y rapidísimo. El perro tigrero en general, debe tener el rabo largo para poderlo utilizar, como radar, mientras le hace frente al tigre, para así detectar los obstáculos que tiene atrás, para cuando tenga que espantarse, hacerlo libremente; así mismo Don Agapo, cuidaba mucho de no echarle comida a sus perros, cuando iban a salir, porque decía, perro jarto no rastrea. En esta oportunidad iban dos embarcaciones, una por el río y la otra por la sabana.
La demás tripulación por tierra a pié, y a caballo durante un largo trayecto, y hasta donde iban a soltar a los perros tigreros; que era justamente donde comenzaba el monte más feo, tupido y donde se calculaba tenían sus guaridas esos animales, sueltos los perros comenzaron a olfatear y espantarse muy nerviosos, cuando de repente se pusieron a ladrar en varios sitios, Don Agapo, muy ducho en estas romerías, por el latido de los perros sabía a qué tipo de animal atacaban, y dijo, los perros hallaron al tigre, porque están latiendo muy nerviosos, pero lo que me confunde es que laten en diferentes sitios, es posible que hay otro tigre más, dicho esto se escuchó un fuerte ronquido, que los estremeció a todos, momento en que dijo Don Agapo, bueno señores preparados, lanza en mano y mucho ánimo y serenidad, todos juntos, juntos todos, que no se sabe por donde va a reventar ese animal en este espineral de guaica tan tupido y feo; hay viene el tigre, los lanceros a mi lado derecha e izquierda, y mi asistente con la lanza con el hierro para arriba y detrás de mí, ¡Hay viene el tigre! Y se encaramó en un inmenso árbol de algarrobo gacho, que estaba como a seis metros de ellos; Don Agapo les dijo, tranquilos muchachos que ahora me toca a mí, el animal los miraba con los ojos que parecían dos brazas encendidas, déjenlo que se acomode, se acurrucaba en la gruesa rama donde estaba aferrado a ella como a cinco metros de altura y de pronto se oyó semejante disparo que desplomó al animal cayendo al suelo, y los lanceros le cayeron a él, métanle una lanza en la boca para que no malogre a los perros, y una vez muerto, vámonos con el otro tigre que los perros tiene acosado y asusaron a los que estaban con ellos, cuge, cuge, cuge, y rápidamente reforzaron a los que latían desde hacía algún tiempo, a aquel robusto animal que estaba aculado detrás de un gran árbol caído y tupido bosque, un machetero que abra pica, pero rápido, ya, ya, se ve, prepárense que voy a disparar y ese se viene por el humo de la pólvora, dicho y hecho, al segundo estaba al frente de los lanceros, que lo lacearon mortalmente, una lanza en la boca porque malogra los perros, y todavía no había muerto el animal, cuando no muy lejos se oyeron los gritos de los canoeros, rápido, que aquí se tiró una tigra al agua y ya mató a un perro, corramos muchachos, que hay otro tigre más y no se puede ir, al salir del matorral y llegar a la falda limpia del médano vieron a la tigra en una de las canoas, y en la otra embarcación los dos hombres lanza en mano, pues la tigra envistió a uno de ellos y el hombre tuvo que tirarse al agua, y nadar bajo el agua, mientras el otro lo auxiliaba, el animal sentada en la embarcación se lambía la piel, desde luego tan fiera como cansada, pero al ver el gentío se tiró de la embarcación, buscando la orilla del médano para huir, momento este que aprovechó Don Agapo, para darle la escopeta a su hijo Hernancito, quien le disparó un tiro certero, que le fracturó una paleta, ya saliendo a lo seco, cayéndole los lanceros y los perros encima al animal.
Y mientras todos aquellos hombres con tabaco en la vejiga, se miraban, reían, respiraban profundo, tosían, se sacaban espinas, se chupaban una herida leve, aplaudían, miraban para el monte, para el médano, el agua y e cielo como dando gracias a Dios; Don Agapo, serenamente observaba todo esto, hasta que dijo animadamente, improvisando un traba-lengua, dos tigres y una tigresa, donde veranearán y el mismo se contestaba, echándose una mascada de tabaco, que además brindaba a los presentes, y seguía no se donde veranearon, pero lo cierto es que están muertos y pensaban invernar en el hermoso Médano de Güirima, comiendo carne de primera; y al rato agregó y como se siente, bien contestaron casi en coro sus valientes compañeros de armas, gracias al Señor contestó él; bueno fíjense, que salir a matar tigre no es plato de sobremesa, sin embargo en menos de hora y media, matar a tres tigres, sin mucho que lamentar, a no ser la muerte de mi perro Mateguán, eso es algo valioso, y ello se debe a ustedes, gente muy valerosa y veterana, guapos y sobre todo muy prudentes.
Eso es lo que te digo hermano Segundo, mucha prudencia, y riendo de nuevo volvió hacer la pregunta: tres tigres y tres tigritos, dónde veranearán? A los que respondió Don Segundo, yo lo único que sé decirte hermano, es que, a mí me hace falta un grado para ser adivino, mire Segundo, perdone que le interrumpa, pero coja consejo para que llegue a viejo, usted tiene que saber que para salir a estas romerías de tigre, hay que contar con hombres experimentados en este oficio, porque la experiencia y el valor no se compran en la botica, y agregó Don Agapo, ya hemos descansado, nos vamos al hato, llévense las tres cabezas y las manos de esos gatos, que ese es el trofeo, para que lo vean la gente y no le tengan tanto miedo a estos animalitos del monte, que viéndolos bien no son tan feos como los recomiendan, sino que son bonitos.
Una vez llegado a las casas del hato, Don Agapo se reunió con su gente, hablando de lo que debían hacer mientras duraba su ausencia por los pueblos de Apure, y así mismo que no fueran a buscar el tigre de Cabuyare, hasta que él no regresara, porque ese animal era muy peligroso, y que él estaba seguro que ese tigre era el llamado Tigre de Mantecalito; a lo que agregó Don Segundo, yo lo único que le digo hermano, es que como a mí me falta un grado para ser adivino, ese tigre de Mantecalito, me lo pegoneo yo, si Dios quiere, a los que respondió Don Agapo, y sigue usted con eso todavía porfiando, miren señores yo les voy a relatar algo acerca de ese tigre de Mantecalito, no es cuento, es algo muy cierto. Hace dos o tres años, regresando de Arichuna con mi hijo Hernancito, nos quedamos durmiendo en el Hato de Cabuyare, para hablar con mi compadre Don Dionisio Sánchez, acerca de negocios y darle razón de su gente; antes del amanecer del día siguiente le pregunté a mi compadre por la hora y él me contestó, porque oí sonar la campana del reloj, porque yo estoy ciego hace más de diez años, Don Agapo, contestó caramba el sol está bravo, no se apure compadre, espere el guayoyo, para que se vaya, y agregó llamen a Euladia, para que haga el café, contestando el servicio, aquí está ya hecho, diciendo Don Dionisio, con su acostumbrado refrán: no venga con eso Euladia usted es una mujer madrugadora, con razón cuando la busco de madrugada no la encuentro en el chinchorro, contestando ella, déjese de broma Don Dionisio. Tomaron el tinto diciendo Don Agapo bueno compadre nosotros nos vamos, porque ya vienen los claros del día, no venga con eso, que les vaya bien compadre y muchos saludos a mi hija Ana.
Don Agapo tomó camino todavía oscuro, pero iban bien remontados, con bestias cabuyareñas y cuando llegaron a la punta este de la Laguna de la Coroba, decidió Don Agapo, bajar las bestias a tomar agua, cuando de repente la mula se le espantó y la espueleó y el animal se rechazó de nuevo, Don Agapo trató de fijarse y vio un gran tigre pinta mariposa, lechoncito, pero fornido, Don Agapo dice lo quedé viendo y el nos miraba con una pasmosa tranquilidad, a pesar de que la mula se me encabritaba y le dije mi hijo no le hablemos, vamos a verlo, al rato siguió caminando por dentro del monte que era un matorral tupido, y se nos perdió de vista, mi hijo me dijo lo seguimos, no señor, ese tigre es peligroso por la manera como se le ve tan tranquilo, al avanzar lo vimos como a dos cuadras corriendo y continuamos viéndolo, como iba espantando las garzas y demás animales, y por último se veía corriendo muy duro por la sabana, rumbo al Río Arauca, hacia el sitio denominado el Tornillal; bueno señores ese tigre es el de Mantecalito, tiene años incursionando en el Hato de Cabuyare, mi compadre Sánchez lo llama mi socio, porque desde hace mucho tiempo le ha comido un porción de ganado, y ese no mata becerro, burro, cochino, chigüire o babo, sino puro ganado grande como toros, novillos y hasta caballos padrotes; como que le gusta pulsearse con bichos fornidos como él, y es un tigre grande de verdad, porque los árboles donde afila y amuela sus uñas de las manos, están rajuñados como a más de dos y medio metros de altura, figúrense ustedes, eso quiere decir, que ese animal parado es mas alto que cualquiera de nosotros. Terminado de decir esto, uno de los peones de Güirima dijo, está oyendo Don Segundo, que la luna no es pan de horno, a lo que respondió Don Segundo, yo lo único que se decir, es que me falta un grado para ser adivino, y ese pintao, me lo voy a pegonear yo.
Ya termina esta referencia, Don Agapo dijo, bueno hay les dejo esta historia; y prepárense para que cuando yo regrese salgamos a buscar ese pintao, porque con toda gente no se puede salir a estas romerías como ya le he dicho, porque miren muchachos el que no está acostumbrado a matar tigre, al oír el primer ronquido de ese camaso, lo que se les ve es el número de las alpargatas a unos y a otros se les afloja la panza; Don Segundo que está oyendo decir esto, muy atentamente, dijo, yo lo único que se decir que me falta un grado para ser adivino.
Ese otro día Don Agapo, partió para Arichuna, y al llegar se entrevistó con sus acreedores Señores Héctor Saldeño, Don Alejandro Camacho y otros, luego salió para San Fernando, a arreglar cuentas con la casa comercial de Don Ignacio Rodríguez, y se despachó una buena provisión de artículos, aprovechando que los ríos ya estaban para el mes de julio bien crecido; de San Fernando, pasó para San Rafael de Atamaica, a hablar con los hermanos Lugo, Mayaudón, Los Bravos y Graus, y luego dedicarse a empadronar unos hierros, cuando fue a la prefectura, después de hablar con el ciudadano Prefecto, para los hierros y presentar unos muchachos, el Prefecto le preguntó, Don Agapo y desde cuando anda usted por aquí, bueno, hoy justamente tengo ocho días y por eso es que ando apurado, bueno yo le preguntaba porque por aquí pasaron unos guates chicharroneros que iban vendiendo para Calabozo, y me refirieron que al pasar el Hato de Cabuyare, oyeron decir que hay un hombre bien mordido de tigre, allá casa de Don Dionisio, a lo que respondió Don Agapo y no le dijeron el nombre del señor, no, no dijeron quien era, ya yo me figuro quien puede ser, respondió Don Agapo.
Al siguiente día, en la madrugada estaba en el puerto de San Rafael, esperando el lebruneo de oriente para arrancar en la embarcación, a puro remo y palanca, rumbo a Cabuyare, de vez en cuando le decía a los marineros, descansen y luego afínquensele a esos remos de salao y anoncillo, que son de puro corazón cortados en buena luna menguante; uno de los marineros llamados Antonio Rodríguez, más conocido como Antonio Topochero, hombre de una musculatura de levantador de pesa, le respondió, Don Agapo el que sabe remar puede hacerlo sin descansar, el secreto está en saberse tirar de espaldas y hacerlo con elegancia, a lo que respondió su compañero de boga, Saturdino Rodríguez Camacho, comúnmente llamado Ochoa, bueno yo no digo que soy un campeón remando, pero en los esquifes que se han presentado en los Médanos, yo he sido designado para integrarlos, como fue cuando a mi hermano Agapo, se le quemó uno de sus muchachos, llamado Raúl Agapito, allá en Güirima, por haberse echado una perola de dulce de guayaba hirviendo en la barriga, y a los tres días aquella quemada se le estaba poniendo hedionda, teniendo que salir de urgencia para San Fernando, a buscar remedio casa del Dr. Isaguirre, haciendo este viaje ida y vuelta en doce horas, que ya era bastante rápido.
Don Agapo que había permanecido, por mucho tiempo pensativo, se dirigió al patrón de la embarcación que era su hermano Pancho, diciéndole hermano todas las conversaciones, que he oído están muy bien, pero hable con los marineros que se echen una apuradita, porque nosotros que vamos al oriente y el sol que se apura a meterse por el occidente, y tenemos que llegar con sol y buen día a Cabuyare, dicho esto Don Pancho, se puso de Pie en la trama de la espadilla diciendo, vamos muchachos que a vista de puerto no hay marinero cansado, respondiendo el Indio Topochero y Marquito Tovar, con un guarureo juntando cada quien sus manos que antes había mojado, hecho esto mostraron sus atléticos pectorales y manejaron los remos en una forma que parecía que los iba a reventar, de pronto llegaron al caño de la Charanga, que desde algún tiempo atrás comenzó a unir el Arauca con el Río Payara, robándole un gran caudal de agua; Don Agapo al ver la entrada del agua de la Charanga a Payara, dijo Pancho, diga a los marineros que suelten los remos y cojan las palancas, tiraron sus inmensas palancas metiéndoles sus robustos pectorales sitiéndose un gran impulso que le imprimían al pesado bongo, y luego dijo el viejo y veterano patrón ahora agarren los remos de nuevo para terminar de llegar al Hato Sanchero, y justamente dijo Don Pancho estamos llegando con el sol de los veranos y la hora de acostarse los gallos con las gallinas.
Llegando al Hato, los marineros se mojaron nuevamente las manos y comenzaron a tocar guarura, respondiendo la peonada de Gabuyare, con un par de inmensos cachos posiblemente de novillos madrineros o bueyes que murieron de viejo en los paraderos del Hato, porque en el llano se acostumbra a respetar la vida de los marineros y bueyes, los cuales mueren de viejo.
Tan pronto atracaron en el paso, comenzaron a saludarse todos muy atentamente, y entusiasmados, dándoles la bienvenida a los que terminaban de llegar, después de aquel gran recorrido por los pueblos de Apure; Don Agapo se dirigió a la casa principal del Hato residencia de Don Dionisio, el cual estaba sentado en una campechana de cuero de ganado, curtida con semilla de dividivi; y al verlo Don Agapo lo saludó, cómo está compadre Agapo como le fue por esos pueblos de Apure, muy bien compadre, y continuó, su gente de Arichuna está buena, yo le entregué a su señora Rosa, todo cuando usted le envió, continuando Don Dionisio, como le agradezco compadre, a lo que agregó Don Agapo, y cómo están por aquí, respondiendo su compadre, no venga con eso, aquí las cosas no están muy bien, a su hermano Segundo lo iba matando el tigre de Mantecalito, hoy tiene cuatro días prendido en fiebre muy alta, y todo el cuerpo lo tiene hinchado de golpes, mordiscos, y aruñazos que le dio el mencionado animal, que por causalidad no lo terminó de matar y como fue eso compadre, bueno después que usted se fue, vino dispuesto a buscar el tigre, diciéndole yo que porque no lo esperaba que regresara, pero un buen día se fue con la gente, después de tomar el tinto, y cuando me levanté, me informaron que había salido a buscar el animal, que esa noche barajustó al ganado de varios sitios y mató un novillo; no venga con eso compadre, aquí está véalo, lo que se llama un hombre mordido de tigre, y se puede decir que volvió a nacer, mire a la altura del brazo derecho que él se lo metió a la fiera en la boca, prácticamente se lo masticó, lo mismo el antebrazo del mismo lado, está sumamente maltratado; aquí a lado y lado de la barriga o sea llaneramente en el ijar, está tan rajuñado que de casualidad no le sacó las tripas, mire las piernas la tiene hinchadas como si sufriera de reumatismo, y casi no puede tragar, sino líquido, porque tiene el cuello demasiado molesto e hinchado, hasta ayer prácticamente no comía; en ese momento Don Agapo lo llamó, Segundo, soy yo, tu hermano mayor, bendígame hermano, Dios lo bendiga, mire y cómo fue eso, bueno hermano usted sabe que a mi me falta un grado para ser adivino, y así es hermano, le estaqué el cuero al más grande y temible pintao del Bajo Apure, si hermano le contestó Don Agapo, pero el pintao le dejó el cuero que es una campechana, replicando Segundo, pero me lo pegonié como yo quería; a lo que respondió Don Agapo, mira hermano dos cosas, y si tu eres adivino, porque no adivinaste que ese tigre te iba a malograr tanto y según me han dicho el animal te quería como pegonear porque según y que te metió entre las ñemas cuando te agarró abajo.
Respondiendo Don Segundo, hermano no puedo seguir hablando, porque me encuentro muy débil, óigame como me tiembla la voz, esta bien Segundo dijo Don Dionisio, lo vamos a dejar quieto, quédese tranquilo; y ahora vamos a hablar con la gente que andaba en la romería de la tigriada, gritando a la puerta de su residencia, llamen a los caporales del hato, y al momento se presentaron tres hombres, diciendo Don Dionisio, quienes están aquí, a lo que respondió Don Agapo, el señor Joseote su cuñado, Carmelo Rodríguez y Gregorio Martínez, bueno señores, mi compadre Agapo, quiere saber como fue lo del tigre de Mantecalito, no venga con eso Gregorio, comience usted, respondiendo el caporal mayor, bueno esa historia es larga y asombrosa, bueno Don Segundo me dijo que él venía a buscar ese tigre y yo creyendo que estaba comisionado por Don Agapo, y que había hablado con Don Dionisio, reuní a la gente, en total unos ocho hombres, en la madrugada de ese día, en que me llamó como a las tres de la madrugada, diciéndome, cámara anoche no pude dormir pensando en ese tigre, y cuando despertaba hasta lo veía, y agregó, así que vámonos ya, respondiéndole yo, pero no vamos a esperar el guayoyo, replicándome, es que se nos va el pintao, y así fue que después del tinto partimos para la culata del médano, como a las cinco de la mañana, y después de mucho caminar, eso sí poco a poco, con los perros amarrados, pues nos fuimos observando todo el paisaje, dándonos cuenta que o había ni una res por esos solitarios medanales, por donde solo se oía el canto bullicioso de las aves acuáticas, y pájaros del monte, yo le dije a mi gente, ese tigre por las huellas y rastro que dejó el ganado, estuvo casando anoche, cuando de repente los perros comenzaron a luchar para soltarse y brincaban medio llorando y nerviosos; y después de pasar de una falda del médano para otra, separada por una ceja de monte, vimos cerca del revarse un animal grande tirado en el suelo y nos dijimos, ese bicho está muerto donde vaya, momento en que los perros se volvieron como locos, que hubo que soltarlos, y en cuestión de minutos llegaron donde el animal, era un enorme toro padrote que al parecer, le había hecho frente a la fiera, por los rastros que dejaron, hasta cerca de un matorral medio anegado, donde había muchas bombas, por ser un gran bachaquero, y vimos que el toro de dieciocho arrobas se hundió hasta los jarretes, posiblemente el veterano felino, lo fue llevando hasta allí, aprovechándose de esta arena movediza y mal terreno; interrumpiendo Don Dionisio, no venga con eso Gregorio, vas a tener que escribir un libro acerca del tigre de Mantecalito, respondiendo el viejo caporal, bueno Don Dionisio, posiblemente yo no porque como la mayoría de la gente de por aquí, no sabemos leer y escribir, pero si sería bueno Don Dionisio, que alguien, algún día haga por escrito aun cuando sea un ligero relato de estos hechos históricos y tan heroicos, de lo que hemos sido capaz los hombres de estos tiempos y apartados rincones, donde todo está aun como decimos nosotros silvestre, respondiendo Don Dionisio, no venga con eso Gregorio Martínez, eso está muy bien, pero vamos a continuar, porque por lo que veo esto es largo y a lo mejor mi compadre Agapo se va a fastidiar, contestando Don Agapo, no compadre, todo esto me parece muy interesante, porque son experiencias que hay que tomarlas muy en cuenta, puede seguir Gregorio, bueno, el tigre le comió al animal parte del pecho y lo que llamamos el corozo, porque ese pintao como que le gusta la pulpa buena y la manteca también, y enseguida asusamos los perros: cuge, cuge, e, e, e, por las huellas del tigre y se perdieron hacia el monte del médano, teniendo nosotros que reforzar la marcha, no solamente para alcanzar a los perros, sino también a Don Segundo, y después de caminar más de una legua, oímos ladrar y mas ladrar, en semejante algarabía y cuando íbamos llegando cerca del monte donde tenían aculado al animal, se oyó llorar a uno de los perros y dijimos, ese ya está muerto, pero los perros se portaron tan buenos y sobre todo los de Don Agapo, pues no le daban ni terreno ni tiempo para huir aquella fiera, que en esos momentos estaba tan brava, que no descansaba en roncar y gruñir, con semejante furia, al fin lo vimos bastante bien, era un tremendo tigre pinta mariposa, y todos nos dijimos es el tigre de esta región de Mantecalito, a lo que Don Segundo agregó, ¿Quién me acompaña a entrarle a pura lanza?. Diciéndole, yo se que Gregorio Martínez, no se aventura a eso, porque es una exposición, y lo peor es que está en un barrial, y nos puede pasar como le pasó al toro padrote que mató anoche porque se atascó en aquel bachaquero, diciendo esto, el tigre acosado por los perros envistió de una manera horrorosa, llevándose cuanto encontraba por delante y cuando llegó cerca de la gente, igualmente se devolvió bruscamente, momento este que aprovechó uno de los tiradores para dispararle, con tan mala suerte que le puso parte del plomo en la yuca del rabo, corriendo el animal por el matorral y en vez de irse por encima de un árbol de querevere caído, pasó por debajo con una tremenda habilidad, porque ni los perros podían pasar por esa parte tan estrecha, momento que aprovechó Don Segundo, para brincar por encima del mencionado tronco, diciendo ¡Síganme que aquí es donde lo vamos a matar! Y cuando cayó cerca del animal y que lo fue a lancear él solo, se hundió en un tremendo hoy, y se fue de espaldas, empeñado en lancear el tigre que de repente le quitó la lanza de un solo manotón y se le fue encima al hombre, quien no teniendo nada entre sus manos, lo que hizo fue meterle el brazo derecho en la boca del animal, y cuando el tigre se puso en cunclillas se lo metió entre las ñemas, y mientras se defendía de los lanceros, Yo Gregorio Martínez y Joseote, quienes valientemente tratamos de quitárselo de encima, el tigre furioso desgarraba a Don Segundo por los ijares y punta de las costillas, con las uñas de las patas de atrás, y en uno de los momentos, en que nosotros los lanceros y los perros lo acosaban, el animal trató de pararse en las patas traseras, aprovechando Don Segundo para salirse de abajo por las garras del tigre y parte de atrás, pero ya la fiera no tenía vida con semejantes lanzazos dados por aquellos valientes hombres, que salvaron milagrosamente la vida de Don Segundo, a punta limpia de lanza fría, coraje sin igual y gran valor; muerto el tigre dice Gregorio Martínez, sacamos al hombre bien mordido y embarrialado que estaba irreconocible, y se le veían chorros de sangre que le salían por los brazos, los ijares y costillas.
Los otros compañeros estaban ariscos como un orejano de rochela, y tenían sus lanzas paradas con el hierro hacia arriba, inmediatamente nos llevamos a Don Segundo hacia un charco de agua limpia para lavarle la cara y las heridas, mientras los otros fueron a escuerar al animal y llevarse la cabeza y las manos, como era la costumbre al matar un tigre, mientras yo les decía nos vamos adelante con este hombre porque está votando mucha sangre y ellos me contestaron Don Gregorio no nos deje solo porque nos da miedo con ese animal que de seguro estaba emparentado con el demonio, pues de lo contrario no hubiera matado tantos animales inocentes, y Gregorio les respondía, bueno apúrense, que nosotros nos vamos poco a poco, con este hombre herido y como a una legua de caminar le dije vamos a pararnos para ponerle unas vendas en las heridas, porque está echando mucha sangre, y cuando estábamos en esto, cantó un gavilán en los copos de un árbol de aceite, haciendo che, cheche, e, e, e, Don Segundo gritó ¡Hay viene el tigre! Diciéndole yo, Don Segundo el tigre está muerto, pero ese animal está emparentado con el diablo y nos puede echar otra vaina, diciéndole, cálmese Don Segundo, es que todo lo que veo es pintao, así mismo oigo el ronquio del camaso y hasta me huele a miao de tigre, y seguía, apuremos el paso, diciendo Gregorio, miren señores que hombre tan fuerte, con tanta sangre que ha votado si pero tiene posiblemente la edad de Cristo, y es un hombre robusto y criado en el trabajo duro del llano, él está formado para esto, figúrense, decía Gregorio, teníamos que correr para alcanzarlo. Y así llegamos al hato de Cabuyare con un trago de café en el buche, y muy apenado con Don Dionisio, quien nos dijo, no vengan con eso, y que pasó, le conté rápidamente lo sucedido, mandando a lavar las heridas con un poquito de creolina en el agua, le puse otra venda en las heridas y cuando lo estaba desinfectando con caña blanca porque el alcohol no alcanzó, le dijo a Don Dionisio, usted me da permiso para tomarme una copita de caña blanca, porque como por aquí no se acostumbra a tomar aguardiente, ni tenemos ese vicio, se que usted tiene esto para remedio, contestando Don Dionisio, tómese la copita si le provoca, repitiendo el enfermo como tembloroso Don Dionisio, no es que me provoca, es para ver si se me quita lo del tigre, a lo que respondió Don Dionisio, no venga con eso, y seguidamente como es eso, es que todo lo que veo es pintao, lo que oigo es ronquio por todas partes, lo que respiro y huelo es tigre, es más Don Dionisio, yo creo que ese animal en verdad hasta me mió, contestándole Don Dionisio, quédese quieto denle un calmante y lo acuestan en esa cama de catre, respondiendo Don Segundo, no allí no, porque me puedo caer de esa cama, creyendo que es el tigre que me quiere pegonear otra vez, mejor es mi chinchorro, y me lo prensan bien alto no vaya ese animal a morderme el otro brazo, diciendo Don Dionisio, busquen el termómetro y póngaselo, preguntando cuanto tiene, la fiebre está en mas de cuarenta contestó Gregorio por eso es que está delirando, hay que buscar unas hojas de campanilla y túa, túa para darle unos bañitos calientes de vez en cuando, que se tome estas pastillas para la fiebre y un hombre que corte unas conchas de alcornoco, saque unas raíces de bejuco de corona y otras de escorsonera, las machacan para hacerle un jarabe, que es bueno para los porrazos, respondiendo Don Dionisio no venga con eso; entonces hay tiene compadre Agapo narrado este lamentable hecho, desde luego yo estoy muy apenado con usted, a lo que respondió Don Agapo, pero usted no tiene la culpa compadre, porque yo bastante le he dicho a Segundo que se deje de imprudencias, sinceramente si se salva es por lo joven que está y además es un hombre robusto, porque de que está malo, está malo.
Don Segundo seguía delirando con aquella fiebre tan alta que aun le subía más, y se le oía decir: ¡Viene el tigre, lo que respiro y huelo es tigre, oigo los ronquios del camaso, siento los colmillos del animal en el otro brazo, diciéndole Gregorio mire Don Segundo y porque se tapa la cara, contestándole para no ver el pintao; de repente se quedó profundamente dormido, tan dormido que roncaba, y al instante dijo hay está el animal roncando, asusen los perros, diciendo: cuge, cuge, e, e, e, contestando Gregorio, pero el que está roncando es usted, contestando, yo, no puede ser, y seguía, bueno es que es como le digo, ese animal me dejó asombrado, porque está emparentado con el demonio y voy a repetir lo que decía cuando estaba debajo de esa fiera: ¡Sálvame San Marcos y San Lorenzo! En nombre de mi padre y continuaba ese animal, aun lo llevo por dentro; en ese momento llegó Don Dionisio, al Caney donde lo tenían y preguntó, y que dice Segundo, contestando Gregorio Martínez, ese hombre lo que habla es pura loquera, agregando Don Dionisio, ese señor lo que tiene es un trauma, pues así lo he leído en esos libros de medicina que tengo, porque yo cuando veía leía todo el tiempo, y todavía, yo le digo a mi hijo Teodoro Rojas, cuando tiene un lugarcito en la despensa, que me lea libros y periódicos que me traen y me mandan de San Fernando, luego Don Dionisio se quedó pensativo un rato, y dijo vamos con lo de Don Segundo, Gregorio tome usted esa Cruz grande, que está en el patio donde el tres de mayo se celebró el día de la Cruz, y la pone en el caney sin que él se de cuenta, si es posible por el lado de la cabeza es mejor todavía, que voy a buscar una garrafa de agua bendita que me dejó el Padre Guillermo García, cuando en 1.911, casó a mi hija Ana con Don Agapito, aquí en mi Hato de Cabuyare, ese poquito de agua se lo rocea menudito, por todo el cuerpo y en el caney, que yo me voy a mi pieza a rezar, a ver si se le quita eso del fantasma, que es un trauma que le quedó. Don Gregorio hizo todo y como le dijo Don Dionisio, preguntándole Don Segundo que hace cámara, regando todo esto por el polvo que hay, pero hasta me mojaste, bueno esas fueron una goticas que te eché para bajar la fiebre, diciendo Don Segundo y como que me cayeron bien mirá, preguntándole Don Gregorio a Don Segundo, y porque usted, no ha dicho más que le falta un grado para ser adivino, contestándole, porque eso se me olvidó para siempre.
Al rato Don Agapo, llamó a Don Dionisio, diciéndole, compadre me voy, porque tengo a Ana mi mujer sola en la Coroba con aquellos muchachos, cualquier cosa me manda avisar por favor, otra cosa compadre, la señora Martina, esposa de Segundo, llega mañana, yo le agradezco que cuando este hombre se sane mediante Dios, me lo mande para Güirima, donde va a estar mi hermano Pancho, mi hijo Hernancito y mi cuñado Hernán Cortés y su mujer Andréa Márques, porque yo me voy a quedar invernando en la Coroba con mi yerno Pedro Jesús Castillo y su mujer Rosarito, para que usted sepa compadre donde voy a estar, y despidiéndose se fue.
Una vez sano Don Segundo, y trasladado con su familia a Güirima, Don Dionisio llamó en privado a su cuñado Joseote diciéndole, como usted es la única persona que me queda aquí en el Hato, de confianza, quiero revelarle como hermano de Doña Rosa, quien fue mi esposa, que desde que ella murió de parto en ciudad Bolívar, a comienzo de los años de la década del cuarenta, cuando vivíamos en Caicara del Orinoco, resolví residenciarme de nuevo y permanentemente aquí en Cabuyare, donde posiblemente quedaré sepultado, junto a la tumba de mi otro hermano; pero mire Joseote, antes de que esto suceda, quiero enterrar primero el dinero que dejó Rosa como producto de sus ahorros y con ese propósito al pasar por la Urbana, compré una gran tinaja fabricada posiblemente por descendientes de los Indios Otomacos, respondiendo Joseote, tremenda tinaja, debe coger como unos 40 a 50 lts., respondiendo él, bueno no sé su capacidad en litros de agua, pero de lo que sí estoy seguro es de que posiblemente en ellas caben las bolsas o mejor dicho, el dinero que hay en estas capoteras hechas de lona, compradas en ciudad Bolívar y fabricadas en Trinidad, diciendo, tranque todas las puertas y venga para que las vez, las tengo aquí en este rincón del cuarto de la difunta, en este hoyo de medio metro cuadrado, recubierto de ladrillos, sáquelas por favor, póngalas allí sin tirarlas, esta la conozco por ser la más apretada, en ella hay morocotas y moneditas, en estas dos más flojas hay fuertes, monedas de dos bolívares, un bolívar, reales y mediecitos y por último en esta otra que se toca por fuera como si fuera alambre, están todas las prendas que ella usó y compraba, muchas sin usar; porque me decía, mira viejo ahorremos en las vacas gordas, porque no se sabe cuando llegan las flacas; preguntando Joseote pero y cómo ahorró mi hermana tanto dinero, bueno respondió Don Dionisio, de las cosas que vendía en Arichena, Caicara y aquí mismo en Cabuyare; y continuó Don Dionisio, así que prepárese, porque como esta noche esta gente de Cabuyare está de velorio de Cruz y esos amanecen, tenga listo las herramientas para abrir el hoy en el parte naciente de ese gran árbol de camoruco que está hacia donde nace el sol y nos queda como a una cuadra de estas casas, así que a la una a primer cantío del gallo, nos vamos a hoyar, pegadito a la pata del tronco, donde no tropecemos raíces, esto Joseote, tan sólo lo va a saber el Señor, y usted y mi persona nada más, está bien, contestó Joseote, usted sabe que mi palabra es un documento y siempre he sido leal con usted.
A la una comenzaron a cantar los gallos, y cuando sonó el reloj dando la una, Joseote estaba en la puerta del cuarto, diciéndole a Don Dionisio ya llegó la hora, vámonos pues, y al llegar al gran árbol Don Dionisio, comience a hoyar con cuidado y usted ve bien contestando Joseote, si la luna nos está ayudando con esa media luz que nos manda entre nube y nube, continuando ya el hoy tiene como metro y medio, contestando Don Dionisio, bueno mida con esta vara y me dice hasta donde llega, esa vara tiene justamente un metro y medio, diciendo si señor eso es, eso mide, ahora coloque en la tinaja primero esta bolsa de dinero de plata y deme la bolsa que nos la vamos al llevar, ahora eche la bolsa del dinero de oro, y por último las prendas, y cuando esté todo listo póngale su tapa que trae, contestando Joseote, ya está todo listo, eche la tierra y le va dando con la mano, no pisonee, listo ya, pásele una escoba de rama y le echa arriba del hoyo unas hojas secas y vengase, las huellas las borra con esas ramas, tráigame todas las bolsas para que las ponga en el rincón del cuarto de la difunta. Al llegar a la casa Don Dioniso le dijo a Joseote, y esto es suyo, dándoles una bolsita blanca como con un kilo de morocotas, contestando él y que voy a hacer con esto, Don Dionisio le dijo guárdela para cuando lleguen las vacas flacas, a lo que respondió Joseote y como cuanto vale esto, no se, repuso Don Dionisio, a lo que agregó Joseote, y lo que enterramos, cuántos bolívares son, diciendo Don Dionisio bueno, hace más de diez años cuando su hermana cantó millón como se decía así antes, solamente en oro tenía un millón y medio, pero esta cantidad a esta fecha está duplicada.
De aquel entierro pasaron unos cuantos inviernos y veranos, cuando de repente en la entrada de las aguas, se presentó una gran tormenta, preguntando Joseote y que día es hoy, a lo que respondió Don Dionisio, es día de Santa Rosa, o sea onomástico de mi mujer, lo que yo celebraba en vida de élla con gran entusiasmo; bueno, temprano el cielo se nubló y el mundo se oscureció, y como la una de la madrugada desató un palo de agua y una terrible tempestad, Don Dionisio llamó a Joseote muy preocupado y nervioso, cuando de repente hizo un vivísimo relámpago que los dejó vislumbrados y reventó un tremendo trueno, exclamando los dos ¡Santa Bárbara sálvanos de esta tempestad! Y al pasar el susto dijo Don Dionisio, desde que estoy aquí hace más de un cuarto de siglo, primera vez que presencio una tempestad tan horrorosa, tan terrible, y agregó, Joseote al amanecer fíjese donde cayó ese mortífero rayo, diciendo Joseote, esa piedra de centella no cayó muy lejos, a mí la claridad me dejó ciego a lo que repuso Don Dionisio y yo estando como estoy ciego vi rayos luminosos de una vivísima luz.
Al amanecer, Joseote vio que la centella cayó en el gran árbol de camoruco, hendiéndolo por completo, llamando a Don Dioniso, mire usted el rayo hendió al camoruco desde el cogollo hasta la pata, dicen Don Dionisio, que esas tempestades buscan los metales, respondiendo Don Dionisio, no venga con eso Joseote, no diga más eso, sabe porqué, si es verdad contestó Joseote, no diré más así, porque eso es malo, bueno que se lo coma la tierra…!
Después de largos meses de convalecencia, Don Dionisio, mandó a Don Segundo en su formidable lancha a motor denominada Santa Rosa, manejada por Visitación Rodríguez, hijo de Don Hernán Cortés; la embarcación comenzó a surcar al Río Arauca agua abajo, rumbo a Güirima, pasando por la Teofilera, el Faro y Trabuco hasta anclar en los rojizos barrancones de Güirima, frente a la casa de Don Agapo, allí llegó aquella embarcación, con el pabellón tricolor desplegado en la popa y en la proa Don Segundo con su formidable lanza empuñada en la mano derecha, por el hercúleo brazo de hierro, que ni los colmillos del tigre se lo fracturó, y en la mano izquierda mostrando el inmenso cuero del célebre tigre de Mantecalito, al poner pie en tierra Don Agapo y todo un gran gentío lo recibieron con una salve, disparando Don Agapo su potente escopeta, que por su frecuente uso y solícito cuido, jamás se le oxidó durante medio siglo en sus manos; Don Segundo fue recibido en aquella apoteósica bienvenida entre otras personas por sus padres Don Lorenzo Rodríguez y Ceferina Camacho, sus hermanos Don Tomás y el mayor de los Rodríguez Camacho, quien emocionado a pesar de estar trabado de la mandíbula inferior, gritaba y se le movían los bigotes como resortes de alambre, los labios le hacían burbujas como pichero en tapara, mostrando a la vez sus dedos pulgares que terminaban en un par de uñas más largas que las del tigre de Mantecalito, así mismo estaba Don Aniceto, Pancho, Narciso, Saturdina (Ochoa), la tigresa de Doña Marta de Guerrero (más amarga que la retama), y Doña Natividad; después de aquel reencuentro familiar, se hizo un ligero y simbólico acto de la matanza de un tigre, Don Agapo, como un fino tirador que era, y que no le temblaba el pulso, le pusieron una tapara de camaso como a cinco metros de distancia y estando de espaldas al simulado tigre, debía tirar sin coger puntería, al solamente Don Segundo, decir ¡Hay viene el tigre! Y al caer el camaso, Don Segundo debía Lancearlo técnicamente, y así fue, todo salió bien, celebrando el episodio con otros tantos disparos que Hernancito y sus primos con armas de fuego de todo calibre; y comenzó la celebración con arpa, cuatro y maracas, ternera a la llanera, guarapo de caña fuerte y fresco de panela y limón.
Al iniciarse aquella fiesta, como siempre en los Médanos y Boca Arauca, se puso un tiempo lluvioso, en este sector, a menudo y sobre todo de invierno llueve mucho y se suceden temporales, debe ser por la proximidad del gran Río Orinoco y el Macizo de la Guayana, y ese mar de agua que rodea a los Médanos; los presentes le exigieron a Don Segundo, que conjurara aquel temporal como él lo sabía hacer; de repente salió con el cuero del tigre sacudiéndolo como una alfombra de arriba abajo y hacia donde estaba el temporal puesto, diciendo, ¡Que se lo lleve el viento, que se lo lleve el viento!. Y al fin no llovió, la gente lo aplaudieron y todos dijeron ¡Que siga el baile y la fiesta también!.
Luego de aquel inolvidable día, por fin Don Hernán y Don Pancho, se volvieron a encontrar juntos en Güirima, como lo habían hecho hacía ya como tres años o más, hablando de todo un poco, en esta oportunidad continuaron de nuevo dialogando, diciendo Don Pancho, bueno compadre Hernán, aquella vez usted me dijo que iba a seguir hablando de sus padres, de historia y geografía, de los hombre importantes que habían pasado por aquí y de las Escuelas que se fundarían por estos Médanos.
Contestando Don Hernán, si, está bien compadre Pancho, pero vamos por parte, acerca de mis padres no me gusta hablar mucho por el solo hecho de recordarlo me produce nostalgia, sabe usted, que yo no tuve la oportunidad de conocerlos, contestando Don Pancho, en cambio los míos ya van para los cien años, bueno así es el mundo, está bien compadre y de que me vas a hablar entonces, bueno le boy hablar de esta región y del Río Arauca en general y comenzó.
Arauca … Arauca … y cuantas veces se habrá pronunciado este nombre, de nuestro caudaloso e histórico río; que naciendo allá en el hermano país Colombia, entra a Venezuela coqueteándole al paralelo séptimo (7º), atravesando el Estado Apure entrañablemente de este a oeste, para al fin vaciar sus caudalosos aguas, unas limpias y otras teñidas de sangre inocente, al majestuoso Orinoco, abriéndose paso por entre el sector denominado Los Médanos, y es que estos Médanos son bastante de verdad, todos o casi todos ubicados a su margen izquierda: Cabuyare (Hato que fue propiedad de Don Dioniso Sánchez); Arauquita de Don Manuel Sánchez Veracierto, La Coroba de los esposos Rodríguez Cortés, Cucurito, El Tigre, Los Apamates, Médano Redondo, El Oso, El Pelón, El Banco, Mata de Gómez, Chaguangal, Majaquillal, Las Peonías, Médano de la Trampa, Santa Bárbara, Médano Largo, Pedrote, La Teofilera, El Secreto, La Ollita, Mereya, Morea, La Botija y Güirima; éste último igual que el primero de los nombrados Cabuyare, se destacan por su sugestivo paisaje, que se inicia con la bellaza de sus rojizos barrancos y frondosa vegetación, cucurruchos de sus medanales y calcetales.
Y así se puede decir, que este sector denominado en el mapa del Estado Apure: Los Médanos, es sin lugar a dudas, el final del verdadero delta del Arauca, pues más debajo de lo que fue el Hato de Arauquita y antes de llegar a Cabuyare se observa la continuación del delta del Arauca, con el nuevo brazo de este río, denominado La Charanga, que se abrió hace poco en su margen izquierda, cayéndole al Río Payara, luego siguen los riachuelos: de Cañafistola, Los Cañitos, Boca Arauquita, El Faro Arriba, El Faro Abajo, Merecurote, El Caño de Güirima, La Trampa, Cabuyarito y tantos otros que llevan sus aguas a través del Arauca al Río Orinoco, y que en los meses invernales todo este sector hidrográfico de los Médanos, se convierte en un impresionante y gran estuario formado por los mencionados ríos. Riachuelos, lagunas, bajas y pintorescas sabanas, que aquí también concurren haciéndole honor al Bajo Apure.
Así mismo no está demás decir, que el fenómeno deltoide araucano, comienza en el sector del célebre Paso Arauca, hoy realzado o mancillado con el imponente y confortable Puente Marisela; porque en este sector histórico comienza el Arauca a distribuir su riqueza hidráulica, o lo que es lo mismo a repartir su herencia acumulada, a través de tantos años y 800 kilómetros de curso, pues desde aquí, se observa que comienza abrir su abanico fluvial, teniendo mucho que ver los ríos: Bucaral, Los Laureles, Atamaica, y tantos otros riachuelos más, que van a juntar sus aguas al mismo Orinoco.
Si quise partir del sector de los Médanos, es porque desde allí es desde donde pretendo poner mi ranchería, más propiamente en el Médano de Güirima, para desde aquí pescar una serie de datos e informaciones de un sector tan bello e importante como olvidado de todo el Estado Apure, y más propiamente de sus gobernantes desde la elite hasta el Prefecto de turno del Municipio San Rafael de Atamaica, el compadre Pancho interrumpió de nuevo, ¡Qué emocionante es esto, siga Compadre!.
Es cierto es también, que si algunas veces van por este apartado y formidable rincón de nadie, algunos funcionarios subalternos de las fuerzas armadas, con raras excepciones algunas corrigiendo irregularidades y dando orientaciones a las marginadas y más que olvidadas comunidades; cierto es también que la mayoría de los mismos, no se contentan con comer el rico pescado o quelonio de este sector araucano y probar su dulce y exquisita miel, porque es una auténtica selva melífera, quizás como ninguna otra en el Estado Apure; sino que con raras excepciones no dejan de visitar al pintoresco e impresionante Garcero de Meerecurote, donde hacen su nidificación en colonias, millares de aves acuáticas, llevándose centenares de pichones implumes de estos inocentes seres, irrespetando así irracionalmente y sin conciencia el sagrado hábitat y biología reproductiva de esas indefensas aves, desprovistas de todo clase de protección tanto de la comunidad, como de la acción oficial, contestando el compadre Pancho, esta es una auténtica realidad, puede seguir.
Este complejo de avi fauna, es digno de atención no solamente desde el punto de vista de celo y protección que se viene haciendo aquí prácticamente desde el gomecismo con la explotación de la pluma de garza (el llamado petróleo blanco), sino que vale la pena que centros de investigaciones se ocupen de inspeccionar el llamado Garcero de Merecurote, tales como entre otros: El Instituto de Zoología Tropical (I..T.) de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central de Venezuela; el Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la U.C.V.; El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICIT) y tantos otros más.
Don Pancho interrumpió a su compadre Hernán, para decirle y como hace usted para saber tanto, hasta de esas universidades, contestando Don Hernán, leyendo y oyendo hablar a la gente que sabe de todas esas cosas; compadre Hernán usted me ha dicho de todo, pues me ha mencionado ríos, médanos y garceros, pero no me ha citado ninguna de estas tantas lagunas que existen, por esto médanos, bueno vamos a nombrarlas y si me falta alguna usted me ayuda, estas lagunas son: de oeste a este en el sector desde los Médanos, ubicadas en la siguiente manera: Los Dividivis, Los Indios, El Pesquero, La Coroba, Los caballos, Mereyal, Las Peonías, Morea, Titirigí, Güirima, El Raicero, El Rastrojo, La Trampa, La Guanota, La Estrella, El Secreto, El Espejo, Guaipere y Guaperito.
Contestando Don Pancho, esas son compadre, ni una menos ni una más.
Ahora en cuanto a los hombre importantes, que pasaron por aquí por esta región, voy a ser bastante breve, porque son historias muy largas, bueno i oiga bien, el Sacerdote Chileno-Venezolano Cortés de Madariaga, quien actuó en los hechos de 19 de abril de 1.810, según su diario que escribió cuando se vino de Santa Fe de Bogotá, navegando por el río Negro, Meta, Orinoco y Arauca, pasó por aquí por Güirima, donde según acampó y de aquí siguió por el río Guárico hasta Calabozo, como le parece compadre Pancho, contestando entonces era tan importante como Simón Bolívar, claro que sí, respondió Don Hernán, y bueno fíjese, Simón Bolívar, nuestro gran Libertador, en los años de 1.818 y 1.819 pasó también por estos lugares, esto está muy bien y yo no lo sabía compadre Hernán, y usted también me dijo en aquella oportunidad cuando hablamos y así lo recuerdo "que algún día un hijo de estos Médanos vendría de Maestro para aquí, o al menos a fundar una o más Escuela" respondiendo Don Hernán, caramba compadre, usted si tienen memoria, creo que ha hecho esta cita textualmente, y así es; compadre Pancho desde cuando no va usted para la comunidad del Faro, contestando él, bueno a pesar de estar tan cerca de aquí, tengo años que no voy a ese vecindario, respondiendo Don Hernán, entonces cuando usted quiera vamos para que vea que allí está un hijo de Don Agapo de Maestro, aquel que llaman Roso y que le decíamos Babo Negro, y tiene una muchachera, dígame Don Hernán, solamente con una docena que tiene él es suficiente, contesta Don Pancho eso está muy bien; pero mire y las demás comunidades y vecindarios, diciendo Don Hernán, ya le voy a contestar y siéntese para que no se caiga, no se si usted se recuerda de aquel hijo de Don Agapo y Doña Ana, llamado Manuel Felipe, contestando Don Pancho, no se cual es, recuerde compadre Pancho respondió Don Hernán, aquel que llamaban Cara de Ñame y que lo amamantó la India Genoveva y por eso también le decíamos Genovevo, respondiendo Don Pancho, ahora si se cual es, bueno dijo Don Hernán, ese también estudió igual que los demás, y le dieron un cargo muy importante, a lo que respondió Don Pancho, sería que lo nombraron de Comisario, no compadre, él también es educador y por eso lo nombraron Supervisor de las Escuelas del campo, y ya él consiguió que el Ministerio de Educación decretara una Escuela para Cabuyare, Güirima, Santa Bárbara, Cabuyarito y en la Islas de la Cieba frente a Boca Arauca, eso pertenece a Bolívar, contestando Don Pancho, mire compadre Hernán, yo no creo eso hasta que no lo vea, contestando Don Hernán, pues mire compadre lo va a ver, porque ese Maestro sobrino de nosotros llamado Manuel, es muy responsable y sobre todo preocupado por estas comunidades de donde es él, es más compadre Pancho, este muchacho fue muy inteligente porque consiguió que estas Escuelas y otras muchas, que él ha hecho fundar, sean nacionales, contestando Don Pancho, bueno seguramente es conocido de esos chivatos, que llaman Ministros, posiblemente sí, respondió Don Hernán.
Después de muchos días, de aquel largo diálogo, Don Pancho le dijo a Don Hernán, compadre hasta cuando vamos a estar trabajando todos los días de sol a sol, vamos a salir aguas abajo por este Río Arauca, para divertirnos, viendo este hermoso paisaje, contestando Don Hernán, vámonos cuando usted quiera, y se embarcaron en una buena curiara, aguas abajo, al rato dijo Don Hernán mire compadre Pancho, semejante belleza natural de la que estamos disfrutando, digna de poetas, como aquel que dijo: "La copla en la garganta emocionada, como el amor en el lecho misterioso, Apure y el Arauca bajan cantando, y dicen que van a la mar, dichosos los que van lejos, y cantan por donde van". Respondiendo Don Pancho con aplausos, diciéndole, mire compadre, dígase otra antes de que nos trague este tremedal, respondiendo Don Hernán, bueno hay le va hasta el final: "La vida es como los ríos, que van a dar a la mar que el morir…"!
Foto tomada por Manuel Felipe el 30/08/49 en el Médano denominado "Santa Bárbara" (Los Médanos), donde fue sepultado "Don José Lorenzo Rodríguez!; al fondo y de primero con sombrero de corcho: Ángel Guerrero, "Doña Ana", en el medio frente a la tumba de Don José Lorenzo, su esposa "Doña Ceferina" viejecita de casi 100 años, luego su hija "Doña Marta de Guerrero", Rosa Rodríguez, Don Roso, una nietecita y por último Audelina Rodríguez hija de "Doña Ana".
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