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Sobre el concepto de formación reflexión sobre un rastreo bibliográfico (página 2)


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Pero la contradicción no es tal ya que aquí se habla es de las prácticas formativas que aunque se quieran orientar por el poder en la sociedad tiene la fortaleza de la independencia ya que es realizada por personas que también o tienen una posición sobre cómo deben ser formados los demás, es decir, la autonomía se mantiene en la posibilidad que se tiene como individuos de mostrar con nuestra enseñanza y con nuestro vivir las posibilidades de formación que se tienen en la sociedad.

Frente a lo no institucional es necesario transformar la superestructura de una sociedad, es decir las mentes y corazones, porque de esta manera se pueden cambiar las demás características de esta, por lo tanto si lo institucional funciona, se podría observar cambios a nivel no institucional, en pautas de crianza y formación inicial en las familias.

Dentro de lo institucional se encuentran lo orientado por el estado en los Indicadores de Logros que llaman a una educación integral, donde esta integralidad tiene en cuenta las diversas dimensiones del ser. Nuevamente se encuentra la paradoja de integralidad pero fraccionada, es decir no integrada, pero se puede salvar esta paradoja al plantear que la indivisibilidad de las dimensiones en el sujeto no contradice su divisibilidad para el análisis y con esta división la posibilidad de encontrar la forma de llevar al aula, con las áreas, procesos de formación integral de manera independiente. Hay que partir de un hecho: el individuo humano es una realidad unitaria e indivisible, sin embargo, metodológicamente nada nos impide considerar esa realidad como integrada por distintas dimensiones superpuestas.

Pero la formación por dimensiones es sólo una opción que se puede reducir a formación en valores, como se ha hecho en algunos casos, en formación ciudadana, como se ha hecho en otros, es decir, lo institucional desde el Estado ha dejado una puerta abierta para que las posibilidades de formación las llevemos de manera consciente los docentes a la escuela.

Si procedemos mentalmente al despiece del hombre, nos encontramos, por lo menos, con siete dimensiones del ser en lo que se podría ubicar como la cadena de formación humana: la cognitiva, la comunicativa, la ética, la estética, la corporal, la espiritual y la afectiva. Voy a examinar cada dimensión sucesivamente para descubrir hasta que punto los estudiantes necesitan la ayuda exterior, es decir no institucional, para su formación y la ayuda institucional.

La dimensión cognitiva se presenta subdividida por ciclos de pensamientos, nocionales, conceptuales, formales, categoriales y científicos. Los primeros años, dada la ausencia de escolaridad, corresponde a los padres el desarrollo del pensamiento nocional, con el trabajo realizado en las casa con la solución de problemas cotidianos y la comunicación. El proceso educativo formal esta iniciando a edad más temprana cada vez, esto quiere decir que la carga frente a la formación en lo cognitivo para la escuela crece. En el ciclo del pensamiento conceptual el proceso de formación se requiere operar en clases y relaciones para llegar a la construcción de los conceptos. Este avanza hacía el encadenamiento de proposiciones lo que lleva a un pensamiento formal, esto en el aula se coadyuva con la relación entre conceptos. En el pensamiento categorial no se conforman "cadenas lineales sino ramificadas y permite deferentes niveles de rigor lógico. Se distingue por el dominio de estructuras categoriales conformadas por proposiciones argumentadas o tesis, razones o argumentos y derivadas o consecuencias de la tesis. Las funciones de este pensamiento se refieren a la decodificación, almacenamiento y transferencia de sistemas interproposicionales" (Portela, 2004). Teniendo en cuenta lo anterior se puede decir que el objetivo en esta dimensión es desarrollar el pensamiento de todos y todas las estudiantes para facilitar su crecimiento humano y la construcción de conocimientos sólidos, profundos y significativos, por lo cual es una tarea esencialmente de la escuela, es decir a nivel institucional.

La dimensión comunicativa debe estar dirigida a expresar a través del lenguaje acontecimientos y fenómenos de la realidad, construir mundos posibles, establecer relaciones comunicativas, manifestar el pensamiento, servir de herramienta en la representación y construcción de los conocimientos, plantear necesidades personales, formar vínculos sociales y afectivos, expresar emociones y sentimientos. El lenguaje se debe asumir como discurso y desde esta perspectiva la formación en la dimensión se orienta hacia la comprensión y elaboración de diversos discursos, tanto de las áreas de conocimiento como de la vida cotidiana. Las primeras fases en esta dimensión son de vital importancia y por lo tanto la formación en la familia es primordial, pero los desarrollos de la dimensión y su complejidad requieren del trabajo institucional en la escuela, donde se fortalece el que se asuma el lenguaje como discurso y que este se contextualice.

Se debe entender la dimensión corporal como aquella que se desarrolla alrededor de la experiencia corporal que "se constituye en la complejidad de acciones y relaciones del hombre y la mujer con el mundo, dando lugar a la vivencia y construcción de experiencias eróticas, éticas, estéticas, cognitivas y expresivas o comunicativas que tienen como condiciones el desarrollo de competencias para su apropiación, aplicación y transformación" (MINISTERIO DE EDUCACIÓN NACIONAL, 1998).

Se debe insistir en la conexión mente-cuerpo. El cuerpo ha sido fragmentado por la sociedad normalizadora y es necesario asumir la perspectiva de considerar al cuerpo como un campo energético, no sólo compuesto de sistemas, sino como una complejidad integrada. Por ello el cuerpo posee la historia de la persona y de la especie. El cuerpo es lo apreciable, lo que nos distingue como especie, lo que nos facilita la vida porque es vida en sí mismo. Esta visión del cuerpo desde una perspectiva más fenomenológica requiere de una labor institucional, de la fortaleza de la escuela en vislumbrar que el cuerpo va más allá de lo palpable y no lo separe de lo que se ha llamado el alma. La búsqueda de un corpus teórico para la dimensión corporal y la corporalidad es tarea clave en el desarrollo de esta dimensión.

La relación ética-educación puede ser abordada desde distintas perspectivas. Hablar de ética y educación es hablar del sentido, de los fines hacia donde se dirige esta práctica social. La ética hace referencia al deber ser y al deber hacer del hombre. Y este deber ser, en la educación, se concreta en unas finalidades que le dan una u otra orientación a estas prácticas, de esta manera una remite a la otra. La acción educativa se define y argumenta siempre a partir de unos criterios que son éticos. El hombre como agente moral no nace, se hace, dentro de las prácticas educativas. El ser humano no se conforma con dejar transcurrir su existencia y satisfacer apaciblemente sus necesidades, no se limita al contacto meramente empírico con el mundo. La experiencia humana es intencional, sus vivencias están referidas a una voluntad que se propone algo. El actuar no es simplemente un actuar subjetivo arbitrario, es consecuencia de poner en práctica unas finalidades, un discernimiento. El hombre interviene en el mundo con una u otra intención, su ser y su hacer están marcados por esta intencionalidad que no se agota en las razones o explicaciones que él da de sus acciones. Es menester romper con la definición de la ética que desde lo no escolar se viene dando y que empieza a hacer carrera, semejándose este a lo que no es ilegal, así rompa con los principios éticos hasta ahora manejados.

Se entiende la dimensión estética como la capacidad profundamente humana de aprender física, emocional, intelectual y espiritualmente la calidad del mundo, de manera integrada, es decir, que existen formas distintas a la cognitiva para aprender la calidad del mundo como es el universo sensible y simbólico proveniente del arte o si se quiere de la experiencia estética. La estética de sí mismo no es aprender las teorías de la estética sino, ejercitar una serie de prácticas que lleven a los estudiantes a descubrir su belleza interior y se pueda manifestar en su forma de vida y en diversas expresiones artísticas como las artes auditivas, corporales, plásticas, dramáticas y visuales. La formación estética es uno de los pilares fundamentales para el desarrollo de la creatividad, de la individualidad y de la espiritualidad. Formar la estética de sí, es distinto a formar artistas. Por tanto la tarea a nivel institucional en este sentido también es primordial, el enseñar a manejar la calidad del mundo, el nivel espiritual de esta calidad requiere de un profundo debate tanto a nivel epistemológico como filosófico sobre la visión estética de esta dimensión.

La dimensión emocional se fundamenta, en esta propuesta, en las elaboraciones del paradigma estructural jerárquico de la teoría transpersonal. Al igual que en el desarrollo espiritual, el desarrollo emocional se concibe como un Holón que emerge y se transforma en otro Holón que hacen parte del desarrollo de la conciencia, enmarcados en la manifestación de los Yoes. Así pues, también las emociones se integran y trascienden en el desarrollo humano. Los factores motivacionales son el principio de supervivencia inmediato y el principio del placer displacer, la satisfacción de los deseos y la seguridad prolongada. El modo temporal es el presente. La escuela ha estado alejada durante toda la época moderna de este debate y la dimensional emocional se ha reducido a planteamientos puramente psicológicos que intentan analizar los comportamientos de las personas.

La presencia en todas las culturas de valores estéticos, morales, espirituales y religiosos constituye la evidencia de lo que convencionalmente se denomina la dimensión espiritual de los seres humanos y de los grupos y sociedades de que forman parte. Esta dimensión se menciona muy poco en los documentos autorizados sobre educación y desarrollo integral humano y en algunos casos no forma parte de la caracterización de dicho desarrollo integral. Esto no quiere decir que tanto padres de familia como maestros y alumnos no esperen, no sueñen con que la educación, a través de sus procesos, los abra a los valores espirituales y entre éstos a los valores trascendentes con base en las respectivas culturas.

Como se puede observar existen puntos de vista muy claros acerca de estas dimensiones y de las posibilidades de desarrollo por lo cual la autonomía en el accionar nace de las posibilidades que tienen los docentes para diseñar los esquemas de sus clases y sus prácticas partiendo de una reflexión profunda y lo más exacta posible de las condiciones de sus estudiantes, las suyas propias y el entorno en que se encuentran, además de, claro, la posición que manejen sobre cada una de estas dimensiones. Estas posiciones deben estar concordando con la orientación que el Proyecto Educativo Institucional le haya dado al concepto de ser humano.

Pero lo que si puede ver aquí es que la posibilidad de autonomía tiene unas responsabilidades muy grandes para el docente ya que lo obliga a revisar no solamente sus posibilidades en las áreas sino la manera en que él mismo está formado ya que la idea no es reproducir lo que somos sino identificar también las dificultades que se puede tener e intentar que estas se conviertan en una posibilidad para el debate acerca de las opciones de formación que cada uno va a asumir.

Porque esa es la realidad, la formación va a ser asumida por el sujeto individualmente que puede tener en cuenta o no las orientaciones y consejos que le han sido dadas por sus mayores además de sus experiencias de vida y las de los demás que se encuentran a su alrededor, en su contexto. En este proceso de formación el problema del contexto debe ser cuidadosamente analizado ya que este ya no es el entorno físico en que los sujetos se desenvuelven sino que el contexto se extiende al mundo que le ha sido acercado a través de los medios de comunicación que hoy están cercanos a todos.

Otro punto tiene que ver con como realizar este proceso de formación integral. La formación en tan variadas dimensiones debe tener una forma que permita la interacción entre ellas en cada uno de los estudiantes y según el nivel de prevalencia de cada dimensión. Es decir el aspecto didáctico y estratégico debe manejar situaciones variadas donde de manera integrada se pongan en actividad cada una de las dimensiones. Una de las posibilidades para alcanzar esto es avanzando en la creación de comunidades sociales y educativas con un alto grado de participación democrática, es decir se debe realizar cambios en la dinámica social del aula.

No hay forma de pensar el aula con las anteriores características si no es conectándola y reconociendo el carácter de sistema social de la misma, inmerso en el sistema más amplio de las instituciones. El aula es el espacio de continuidad y desarrollo de la comunidad escolar a la que pertenece. Por tanto, el conjunto de supuestos desde los que se configura la visión del aula tiene importantes implicaciones metodológicas sobre cómo abordar la integralidad en la misma.

Una primera idea común a los trabajos que se plantean cómo abordar el planteamiento de la integralidad en el aula es el reconocimiento del carácter sistémico de la misma. El aula como contexto tiene sus propias características, normas y leyes, que si bien son en buena medida fruto del contexto institucional, también lo son fruto de las peculiares características de la misma. El aula no es una realidad desconectada de otras realidades de la institución, sino que es parte de la misma, es un contexto explicativo de la escuela, un marco donde convergen, se concretan e integran todas las variables escolares, en función del propio contexto del aula, del número de alumnos, y sus necesidades, la historia y estilo de enseñanza del profesor.

Por lo tanto para que esta aula funcione se debe conseguir el compromiso del profesor en la implicación plena en los procesos realizado, realizando una formación continua de este y promoviendo redes de apoyo naturales en las instituciones a través de su trabajo conjunto que permite y facilita abordar de manera concreta el trabajo en el aula; además se requiere mantener las proporciones naturales en la distribución de los estudiantes de acuerdo con su diversidad.

Como contexto heterogéneo, el aula exige respuestas que suponen que cualquier planteamiento sobre la vida de la misma esté sujeto a las características que se derivan del reconocimiento de la diversidad. La diversidad remite además de un concepto, a un tratamiento de la misma como hecho global antes que individual. En ese sentido reconocer la diversidad en el aula supone reconocer la diversidad del grupo, la variabilidad y diferencia de ese grupo frente a otros. En segundo lugar, reconocer la diversidad en el aula remite al reconocimiento de las identidades diversas y únicas de cada alumno, de cada persona.

El aula debe funcionar como espacio educativo donde aprenden todos, alumnos y profesores, y donde el aprendizaje se concibe y diseña como experiencia colectiva, comunitaria, no sólo como proceso privado e individual. Al hablar de una sociedad del aprendizaje, y del aula como comunidad que ofrece oportunidades de aprendizaje a todos sus alumnos se deben plantear así las cosas. A la hora de analizar este carácter del aula como comunidad de aprendizaje se debe tener en cuenta el diseño y desarrollo curricular evitando la dualidad académica ya que esta puede conllevar a la exclusión; la programación diseñada o suscrita por el profesor del aula, y la forma en que los alumnos aprenden en el aula (estrategias de enseñanza, estrategias de aprendizaje), los objetivos y contenidos, el eje organizador de los mismos, su grado de concreción, los criterios seguidos para su elección y secuenciación, el nivel cognitivo, los procedimientos, métodos, recursos y apoyos, la evaluación o el tiempo empleado para cada una de las áreas y tareas en el aula constituyen algunos de los componentes básicos del entramado académico del aula.

Las interacciones, el sistema de comunicación y las normas, son más que medios para abordar el currículo: tienen sentido en sí mismas. Convertir el aula en una comunidad social para todos exige pensar y organizar el aula de un modo diferente al tradicional. Como toda organización no meramente formal el aula tiene reglas y rutinas, genera su propia cultura, sus valores y normas susceptibles de análisis y mejora para adaptarse a la diversidad de los alumnos en la misma. Pero las reglas y rutinas no siempre se declaran o son enseñadas explícitamente. Aunque a veces se expliciten formalmente, en gran medida son de tipo informal: se mantienen y comprenden de modo tácito.

Los roles de los alumnos y el profesor dentro del aula son pues roles creados dentro de una situación social. Para su comprensión se habrá de traspasar la barrera de lo meramente observable, trascender los comportamientos observados para adentrarse en las asunciones y creencias de profesores y alumnos sobre el aula, su función, el aprendizaje. Para una comprensión adecuada de la vida del aula es preciso conocer cómo el profesor y los alumnos piensan la misma, comprenden, explican y construyen significados en el aula.

En un aula que no excluye a sus alumnos el apoyo ocupa un espacio realmente diferente a como se concibe tradicionalmente. En primer lugar el apoyo que la escuela y el aula precisa para responder a las demandas de la educación inclusiva, no es ni ha de ser concebido como algo ajeno o externo a la misma. En segundo lugar, el principio básico para el desarrollo del mismo es el apoyo al aula, más que al alumno. En tercer lugar el apoyo no puede convertirse en un elemento penalizador de determinadas situaciones y alumnos, a la inversa debe ser elemento de inclusión y reconocimiento, de unión y potenciación dentro del grupo. El apoyo que se plantea no es un apoyo experto ni prescriptivo, es un apoyo que promueve la indagación, la búsqueda conjunta de soluciones, el diálogo y la confrontación entre profesores en la escuela.

Esto dirige inmediatamente a la idea de evaluación dentro de este proceso de formación a nivel institucional ya que es necesario que la escuela conciba el pensamiento de los estudiantes como critico, reflexivo y creativo para que de esta manera permita su autonomía y le de la opción de tomar las decisiones que la vida pondrá frente a ellos de manera consciente y responsable, con todas las posibilidades de razonar cada alternativa. Para esto los procesos evaluativos en la escuela deben ser consecuentes con los planteamientos de formación de los estudiantes y de organización del aula, es decir criterios y procedimientos flexibles de evaluación y de promoción.

Desde la perspectiva de una educación integral, el fin de la evaluación es identificar el tipo de ayudas y recursos que los estudiantes precisan para facilitar su proceso de enseñanza-aprendizaje y de desarrollo personal y social. La respuesta a las diferencias implica utilizar una variedad de procedimientos de evaluación que se adapten a distintos estilos, capacidades y posibilidades de expresión de los estudiantes.

La finalidad de la evaluación es orientar el proceso de toma de decisiones sobre el tipo de respuesta educativa que precisa el estudiante para favorecer su adecuado desarrollo personal, sin olvidar que debe servir para orientar el proceso educativo en su conjunto, facilitando la tarea de los educadores que trabajan día a día en el aula. Por lo tanto la evaluación cumple con una función preventiva, ya que no se circunscribe exclusivamente a propuestas de atención individual, sino que dirige sus propuestas a asegurar una práctica educativa adecuada para el desarrollo de todos los estudiantes. Para ello, es necesaria la complementariedad que sólo puede garantizarse con la participación de los equipos interdisciplinarios. Por esto se clarifica que este no es un proceso sólo del educador, sino compartido con los equipos interdisciplinarios, las familias y el mismo estudiante como protagonista.

La evaluación es necesaria para:

Determinar la presencia de necesidades educativas en los estudiantes

Determinar el estado de funcionamiento de estudiante en las dimensiones del desarrollo humano

Determinar el nivel del estudiante respecto a la competencia curricular, tanto con respecto a sus necesidades como con relación a sus potencialidades

Identificar los procesos, estrategias y ritmos de aprendizaje, así como el tipo de inteligencia que predomina

La toma de decisiones relativas a la escolarización

Determinar los recursos y apoyos específicos (tecnológicos y terapéuticos)

Determinar la orientación a los directivos, docentes y familia

En este proceso, el estudiante siempre participa de manera activa. El hecho de que su participación es inminente, implica que en el proceso no están de un lado los docentes y del otro los estudiantes, sino que en los procesos de enseñanza y aprendizaje, ambos interactúan y no de manera aislada, sino con el contexto, que implica tanto el proceso mismo como los entornos en el cual se desarrolla.

El concepto y la aplicación de la evaluación ha evolucionado considerablemente en la actualidad, se ha pasado de enfoques cuantitativos, centrados en los resultados, a perspectivas más cualitativas, centrados en los procesos. Para la evaluación se debe tener en cuenta un enfoque Holístico, es decir que combine los métodos históricos, el análisis de los procesos y los métodos cuantitativos con los cualitativos.

No se pretende abordar toda la problemática de la evaluación, sino resaltar las características más importantes de esta:

Es una evaluación holística, esto se evidencia en dos vías: la primera porque combina para su aplicación de métodos cuantitativos, cualitativos e históricos con respecto a la recolección de información relativa al niño y a los entornos. La segunda, en tanto aborda todas las dimensiones del desarrollo humano, determinando sus fortalezas y debilidades, no de manera fragmentada sino de modo integral. Es decir, tiene una visión total o global y de cada uno de los componentes involucrados en el proceso del desarrollo. Es por esto que la evaluación tiene en cuenta las dimensión cognitiva, comunicativa, emocional, corporal, ética, estética y espiritual.

Es diagnostica, porque permite determinar las necesidades educativas con el propósito de esclarecer la atención educativa pertinente.

Es procesual, en tanto contempla diferentes procesos (desarrollo humano, aprendizaje, competencia curricular) que se influencian mutuamente de tal forma que los resultados alcanzados son el producto de la interrelación de los mismos. Esto significa que la evaluación trasciende lo meramente diagnóstico para convertirse en una posibilidad formativa y reguladora de los objetivos logrados a partir de la atención educativa que se brindará de acuerdo a las necesidades y posibilidades específicas.

Es contextual, porque se realiza teniendo en cuenta los contextos en los cuales el estudiante se desenvuelve; social, familiar y escolar, ya que estos brindan los elementos que pueden favorecer u obstaculizar el proceso de desarrollo y aprendizaje, Por lo tanto, la evaluación permite determinar las características de los entornos de los estudiantes y a la vez programar los apoyos que requiere para mejorar las condiciones de bienestar, oportunidad y estabilidad de los mismos.

Es interdisciplinaria y transdisciplinaria. Interdisciplinaria porque implica la existencia e interrelación de saberes particulares que convergen para la construcción de visiones de conjunto respecto al estudiante y sus entornos. Es transdisciplinaria porque requiere el establecimiento de una axiomática común para un conjunto de disciplinas; en el escenario de la evaluación corresponde a una visión del universo y del mundo donde lo holístico, la diversidad, la inclusión son los ejes del proceso.

Es preventiva, en tanto no sólo proporciona elementos para responder a necesidades individuales, sino que favorece el desempeño de todos los estudiantes. De ahí que la intervención que se deriva de la evaluación no implica que ésta se realice única y exclusivamente de manera individual, sino por el contrario la ejecución de acciones grupales que permitirán la utilización de procedimientos, técnicas e instrumentos con todos los estudiantes para evitar la aparición de otras necesidades.

Todo lo planteado está mostrando una transformación en lo que asumimos como definición de los conceptos articuladores de tal forma que la pedagogía, la didáctica, la enseñanza, el aprendizaje, la escuela, etc., sean complementarios unos con otros, es decir que haya una consecuencia en la forma en que se comprende, se asumen y se utilizan cada uno de estos conceptos.

La pedagogía se toma, entonces, como un saber que estudia, conceptualiza, experimenta la enseñanza de los saberes en diferentes culturas, en las variables del desarrollo humano, la cultura, lo social y el conocimiento científico y tecnológico, por lo tanto, se trata de una metateoría de la enseñanza, con un objeto, la enseñanza, una historia, unas teorías, unos métodos, una epistemología, una validez a través de la comunidad pedagógica en los eventos propios y a través de medios de comunicación particulares. La pedagogía no es una técnica, no es instrumentalización, no es currículo, ni didáctica. Ante todo como dice Humberto Quiceno, la pedagogía es pensamiento, no técnica. El plantear que la pedagogía es pensamiento nos permite decir que es a través de ella como se puede reflexionar, discernir, ver al otro, reconocer lo otro. Lo otro no es el ámbito del saber, sino de lo innombrable. La pedagogía como pensamiento está más allá del currículo, del sistema, de la función, del simulacro, pero vive de lo no pensado, lo no visto, lo excluido.

La didáctica se concibe como un saber relacionado con la pedagogía, permite a tener claridad en los procesos de instrucción. Se trata de una didáctica compleja, es decir, que no se reduce a los métodos para aprender matemáticas o cualquier área de conocimiento, sino, al dominio de unos componentes que hacen fascinante la instrucción. Como dice Comenio, la didáctica implica que el maestro domine la teoría y sobre todo que se oriente por el principio de enseñar rápido, profundo, con alegría y amor. Lo primero porque la vida es muy corta y los niños y jóvenes poseen gran cúmulo de información; lo segundo, porque hay que consolidar conocimientos y herramientas de aprendizaje y lo tercero porque el saber, el conocer y el aprender son actos puestos con felicidad en la institución educativa.

En la sociedad compleja y sostenible se concibe la educación como el proceso mediante el cual el ser humano se instruye, aprende, conoce y se forma como humano en las variables personal, social, cultural, el conocimiento científico y tecnológico. Por lo tanto, la educación es durante toda la vida e involucra el desarrollo humano en todas sus dimensiones, así como diferentes contextos como la familia, el barrio, la calle, los medios de comunicación, los grupos, el trabajo y la escuela. Desde el ámbito escolar se conceptualiza la educación como un sistema complejo cuya distinción es ser una carrera que se inicia en el preescolar y culmina en el doctorado, para formar personas en las variables anteriores y cuya proyección es el mundo, sea visto este desde lo intelectual, investigativo, empresarial o cualquier otro. Al asumir que la educación es un sistema complejo se quiere significar que es una práctica, no es pensamiento como la pedagogía; pero requiere de esta para ser soñada. También significa que no es sólo la instrucción de conocimientos de las áreas; sino que involucra la complejidad de los sujetos, de los saberes, de la institución, de los ideales personales y sociales, las emociones, la diversidad, en fin la complejidad de la vida. Por ello, la educación es ante todo un acto que conduce a la felicidad, es decir, a la realización personal, la proyección de la vida y al encanto del conocimiento de sí mismo.

La instrucción sería el proceso a través del cual se realiza la intervención pedagógica para llevar a cabo la enseñanza y posibilitar el aprendizaje. Desde esta óptica la instrucción se orienta a facilitar la apropiación y construcción de conocimientos, a posibilitar la potenciación de diversas competencias de pensamiento lineal y no lineal, la autoregulación del aprendizaje y la contextualización de éste. La instrucción se dirige a intervenir sobre los cuatro principios del aprendizaje, configurando su carácter de construcción significativa, cognitiva, estratégica y contextualizada.

El maestro es ante todo un ser espiritual o sujeto del saber pedagógico que tiene como propósito la formación de las nuevas generaciones, la enseñanza de las ciencias, las artes y la tecnología. Un sujeto con una conciencia cultural, política y socio-económica de la época en la que vive, un sujeto ético, público y responsable por la totalidad de la vida. El maestro como sujeto de saber implica reconocer que la sociedad reconoce y legitima al maestro como el poseedor de ese saber. Por ello no se considera la desaparición del maestro por medios tecnológicos o mediadores instrumentales como lo piensan algunas corrientes cognitivas.

Sólo el ser consecuente con nuestra labor como docentes, el asumir una posición teórica y práctica clara permitirá que todos los procesos que la escuela busca desarrollar, siendo la formación transversal a todos ellos, se conviertan en una realidad para todo y en una construcción colectiva y participativa.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Portela Morales, Luís Enrique. Cadena de formación humana. Fundación Diversidad y Educación, 2004. Documento sin publicar.

Vasco, Carlos Eduardo. Algunas reflexiones sobre la pedagogía y la didáctica.

 

 

 

 

 

 

Autor:

Jorge Eliécer Villarreal Fernández

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