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Formación de predicadores

Enviado por Agustin Fabra


  1. El predicador
  2. El llamado y el envío
  3. Fuentes de predicación
  4. Donde buscar el mensaje
  5. El aspecto gramatical
  6. El enfoque del mensaje
  7. Como organizar el mensaje
  8. Como predicar el mensaje

EL PREDICADOR

La instrucción

Llegó a Efeso un judío muy buen orador llamado Apolo, de la ciudad de Alejandría. Era muy entendido en las Escrituras. Con respecto al camino del Señor Apolo tenía algunos conocimientos y, con mucho entusiasmo, hablaba y enseñaba todo lo que sabía acerca de Jesús, aunque solamente conocía el bautismo de Juan. Comenzó, pues, a hablar con mucha convicción en la sinagoga, y le oyeron Aquila y Priscila. Lo llevaron entonces consigo y le dieron a conocer con mayor precision el Camino. (Hechos 18:24-26)

El ejemplo de Apolo es exactamente el camino que debe seguir cualquier persona que haya sentido el llamado del Señor para predicar su mensaje. Apolo predicaba con gran fervor y valentía y tenía además un profundo conocimiento de las Escrituras, pero desconocía el mensaje de Jesús.

Cuando el matrimonio se le acercó invitándole a recibir instrucción, Apolo podría haberse negado a que le instruyeran alardeando de sus reconocidas dotes de orador y su conocimiento de las Escrituras. Sin embargo accedió a la proposición y fue instruido gracias a su humildad y a su sencillez al aceptar que no lo sabía todo aún.

Si un predicador no recibe la indispensable instrucción, ya sea por orgullo propio o por comodidad, no sera nunca útil para el trabajo evangelizador que debe llevar a la comunidad. Apolo nos enseña que para ser predicador no basta la facilidad de palabra ni el conocimiento de las Escrituras (hay quien habla mucho, pero no dice nada), sino que además se require humildad y deseo de aprender para así mejorar en el Ministerio de la Palabra.

La recepción

El predicador debe ser un buen transmisor del mensaje de Dios, pero para ello, antes debe ser un buen receptor de su mensaje.

Ahora te revelo cosas nuevas y secretas que tú no conocías. Acabo de decidirlas y no habías oído de ellas, así que no podrás decir: "ya lo sabía" (Isaías 48:7-8).

Antes de iniciar cualquier predicación debemos escuchar en oración al Señor, pues es Su mensaje el que deberemos comunicar a la comunidad; no el nuestro.

San Ambrosio, quien fue Obispo de Milán durante el siglo IV, además de ser un gran orador se mantenía siempre en oración, pues solo del trato con nuestro Señor podía transmitir mensajes que realmente ayudaran a los demás.

Es por ello el consejo que le dio a una mujer cuando fue a contarle sus preocupaciones porque su hijo no daba indicios de acercarse a la verdadera fe (*). Esta mujer era Santa Mónica y estaba muy preocupada porque su hijo se había separado de la fe. Ella no dejaba de decirle insistentemente a su hijo que regresara a la fe, pero él no le hacía caso, lo cual le hacía sufrir y llorar mucho. Entonces el obispo de Milán le dio un consejo: "Más que hablarle mucho a tu hijo de Dios, mejor háblale mucho a

Dios de tu hijo". Gracias a ese mensaje y a que Santa Mónica lo puso en práctica, es que San Agustín llegó a la santidad.

(*) San Agustín seguía la secta de los maniqueístas (Maniqueo, Persia, siglo III d.c). Sus creencias básicas eran que el espíritu del hombre es de Dios, pero el cuerpo del hombre es del demonio. También creían que el Dios del Antiguo Testamento era malo, mientras que el Dios del Nuevo Testamento era bueno.

Todo predicador debe ser como una antena receptora para poder captar la voz del Señor y comunicarla después con toda fidelidad. Un buen predicador no forzosamente debe ser un buen orador, sino que es quien sabe escuchar al Señor, y cuyo mensaje produce frutos de salvación (**). Debe saber descubrir el mensaje en el silencio de su corazón, en la oración y en la contemplación y, además, ser sensible a las manifestaciones del Espíritu Santo.

(**) Un predicador es quien transmite el mensaje, mientras que el orador es aquel que habla con elocuencia. Lo ideal es el predicador-orador.

La transmisión

El objetivo de la predicación es la de comunicar un testimonio o una experiencia vivida, pero debe hacerse de tal forma que las palabras pronunciadas por el predicador convenzan al oyente. Pero el primer convencido debe ser el propio predicador, de lo contrario no podrá convencer a nadie. ¿Cómo va a hablar de Dios si antes no ha hablado con El?. ¿Cómo va a hablar del amor de Dios si antes él mismo no lo ha experimentado?.

El más claro ejemplo de lo anterior lo tenemos con los discípulos de Emaús, quienes primero solamente anunciaban el triste mensaje de la muerte de Jesús y repetían lo que las mujeres decían sobre su resurrección. Eran testigos de su muerte, pero reporteros de su resurrección. Pero después de su encuentro con Jesús, con el corazón lleno por la experiencia vivida, regresaron a Jerusalén para dar testimonio de la resurrección del Señor.

A la vista del ejemplo anterior, cada predicador debe preguntarse honestamente cuál de las dos actitudes es la que predomina en su vida y en su mensaje: ¿es reportero de lo que otros le contaron o bien es testigo por haber experimentado lo que predica?

Un día Santo Tomás de Aquino visitó a San Buenaventura y le dijo: "Necesito conocer tu biblioteca porque te oigo hablar tan bien, que quiero saber de dónde te inspiras". San Buenaventura lo llevó a su casa y corrió una cortina. Allí se hallaba un reclinatorio frente a la imagen de Jesús crucificado. Mirando a Santo Tomás a los ojos le dijo: "Aquí está la fuente de mi sabiduría; esta es mi bliblioteca, de donde aprendo lo que enseño". Santo Tomás sonrió y le contestó: "Se parece mucho a la mia…".

El protagonista

Si bien sabemos que Jesús es el modelo de todo predicador, podemos considerar al Espíritu Santo como el gran protagonista de la evangelización. Antes de enviar a los suyos por todo el mundo para predicar su mensaje, Jesús les llenó de su Espíritu Santo en Pentecostés.

Dios, a través del Espíritu Santo, unge la palabra del predicador para poder hablar libremente (parresía *), al tiempo que toca los corazones de las personas que le escuchan para que acepten el mensaje de salvación. Pero jamás debemos olvidar que siempre seremos un instrumento al servicio de Dios para hacer llegar Su mensaje a los demás.

"Yo planté, Apolo regó, pero Dios hizo crecer. Y no cuentan ni el que planta ni el que riega, sino Dios, que hace crecer" (1 Corintios 3:6-7)

(*) Parresía: tener la valentía, franqueza y libertad de espíritu para decir la verdad para el bien común.

La rutina

Juan Pablo II habló muchas veces acerca de una nueva evangelización, pero no nueva en el contenido, sino en los métodos, en las formas y en el ardor para llevar con toda efectividad el mensaje a los demás. Dicho de otra forma, hemos de salir de nuestras costumbres y rutina para encontrar nuevos métodos que hagan más accesible el mensaje evangelico.

Si el Papa nos está hablando de emprender una nueva evangelización, necesitamos humildad para morir a las antiguas formas e intrepidez para explorar nuevas formas de hacer llegar nuestra prédica. Decía el Padre Emiliano Tardiff que no hay que enojarse con las personas que dejan de ir a un restaurante a comer; lo que hay que hacer es cambiar el cocinero o variar el tipo de comida que se sirve.

Conclusión

Hemos aprendido que el predicador debe hablar con Dios antes de hablar de El. Y que un buen predicador no es necesariamente alguien que habla bien, sino el que produce frutos. Muchas personas piensan que sólo es cuestión de técnica o de retórica, pero deben saber que la verdadera sabiduría proviene del Espíritu Santo y se obtiene de nuestra íntima relación con Dios.

La tarea principal de un predicador es hacer presente a Jesús; no solamente hablar de Jesús. El predicador debe tener siempre muy claro su objetivo: convertirse en evangelizador.

Henri Lacordaire, abogado y célebre predicador dominico francés en Notre Dame de París de principios del siglo XIX, fue un día al pueblo de Ars para escuchar la predicación de un sencillo cura que, a diferencia de él, no tenía título alguno. A pesar de que la pequeña iglesia estaba llena, el acompañante de Lacordaire le dijo: "Maestro, en Notre Dame la gente hasta se sube en las columnas para escucharte". Pero el dominico le respondió: "Si, pero aqui, después de la predicación del cura de Ars (*), la gente se baja de las columnas para reconciliarse con Dios". (*) Juan María Vianney

/ 1786-1859

EL LLAMADO Y EL ENVIO

"Ustedes no me escogieron a mí. Soy yo quien los escogí a ustedes y los he puesto para que vayan y produzcan fruto y ese fruto permanezca" (Juan 15:16)

El llamado

No hemos sido escogidos por ser los mejores o los más capaces, sino para que así se manifieste que es por gracia y no por méritos propios.

Fuimos elegidos por Dios para llevar su mensaje y por ello debemos ser conscientes de la gran responsabilidad que pesa sobre cada uno de nosotros. El hecho de tener la certeza de tal llamado debe dar una nueva dimension a nuestro trabajo.

El Señor nos llamó a colaborar con El y aunque a veces nos fallen todas las demás razones, Jesús sigue firme para sostenernos. Aunque nos desanimemos, Jesús no se desanima; aunque fracasemos en nuestro apostolado, Jesús sigue fiel a su llamado. Aunque los demás se opongan, Jesús está de nuestra parte. El don de la llamada es permanente porque los dones de Dios son irrevocables. Pero debemos estar convencidos espiritualmente de que Dios nos ha concedido ese don; que no ses solamente un deseo personal o una ilusión nuestra.

Enviados con una misión

Toda vocación lleva implícita una misión. Dios nos ha enviado a anunciar sus promesas y sus palabras, su muerte y su resurrección pero, sobre todo, al mismo Jesús de Nazaret.

Si no permanecemos con Jesús jamás podremos hablar en su nombre ni comunicar su mensaje. Para dar fruto los sarmientos deben estar unidos a la vid. Cuántos servidores abandonaron el ministerio porque quisieron hablar en nombre de Jesús, sin antes haber estado con El. El poder se nos confiere en la medida en que estemos unidos e identificados con El. (Mateo 7:21-23)

Hablar de El

Hablar de El, no de nosotros. Hay predicadores más interesados en predicarse a sí mismos y justificar su autoridad, que en anunciar la persona, la vida y el mensaje de Jesucristo. Les interesa más presumir sus éxitos y triunfos que anunciar la resurrección de Jesucristo.

Jesús tenía autoridad porque hablaba; otros hablan porque tienen autoridad, lo cual es muy diferente. Cuando un hombre de Dios habla se percibe que tiene una autoridad que no se basa en su elocuencia ni en habilidades oratorias, sino que está respaldado por el poder del Espíritu Santo. Incluso sin palabras puede notarse en ocasiones la presencia del Espíritu Santo en alguien por sus acciones o por su comprtamiento personal. (Mateo 7:28-29)

Un día San Francisco de Asís invitó al Hermano León a predicar. Salieron del convento, recorrieron la plaza del pueblo y luego regresaron al convento. Entonces el fraile preguntó a Francisco:

"¿A qué hora vamos a predicar? Aún no hemos hablado". Francisco le respondió: "Ya lo hicimos; ya hemos predicado".

"Pero si no hemos dicho nada!", repuso el Hermano León. Entonces Francisco le aclaró:

"Si nos parecemos a Cristo, quienes nos vieron ya se quedaron pensando en El. Ya les predicamos con nuestro ejemplo, pues un hombre que está lleno de Dios, lo comunica a todos".

Ser testigo

Se puede ser un servidor del Señor sin conocerle a El. Es terrible y de nefastas consecuencias, pero suele suceder. Ni un título, ni una función y ni siquiera un ministerio dan la garantía de ser testigos, porque el testigo es el que ha experimentado lo que habla y predica. Un predicador que repite lo que le dijeron o lo que leyó, jamás tendra la fuerza de un testigo. Juan Pablo II afirmaba que la Iglesia necesita más de testigos que de maestros.

El predicador debe haber tenido contacto directo con Dios, haber conocido su misericordia y su amor, haber experimentado su perdón incondicional y haber tenido un encuentro cara a cara con El para que al final pueda exclamar: "No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oido" (Hechos 4:20).

Obediencia

La primera condición indispensable para llegar a ser un buen predicador es la disponibilidad para confiar en el Señor y obedecerle en todo momento. Si El ha confiado en nosotros, nosotros debemos confiar ciegamente en El en base a una obediencia fuera de cualquier duda; aquella que brota de la confianza ilimitada de saber que Dios jamás se equivoca y de que a través de la misma podemos cooperar en el plan de Dios. Esta es la base del ministerio de la predicación; sin ella, tarde o temprano se desvirtúa el ministerio.

Conclusión

Hemos sido llamados y enviados. Llamados por la iniciativa divina y enviados con la misión de hacer presente el Reino de Dios por medio de nuestra prédica; evangelizar efectivamente, sin ningún tipo de lucimiento personal. Esto exige de nuestra parte una respuesta generosa, al mismo tiempo que la obligación de prepararnos y capacitarnos para cumplir de la mejor manera posible la misión que nos ha sido confiada.

FUENTES DE PREDICACION

Introducción

El buen predicador habla porque tiene algo que decir. El mal predicador habla porque tiene que decir algo. Aquel que no tiene nada que decir, termina sin decir nada.

La primera condición para predicar es tener un mensaje que comunicar. Por eso un predicador se especializa en buscar y encontrar las diferentes formas por las que Dios se comunica. Un predicador escucha y cree en la Palabra, para después entregarla a la comunidad. Muchos predican sin acierto, no por carencia de cualidades, sino porque no han sabido ir encontrar el mensaje.

Por eso ahora hablaremos de las fuentes donde podemos encontrar la materia prima para nuestra predicación. De dónde busquemos depende lo que encontremos; de ahí la importancia de hacerlo adecuadamente.

Cosmología y creación

Este es un tema delicado que, si deseamos tocarlo en alguna prédica, debemos hacerlo apelando a la fé cristiana y en nuestra creencia en la Palabra de Dios, ya que si lo hacemos antagonizando las Escrituras con la ciencia actual, podemos causar confusion en el oyente.

La Biblia relata detalladamente el proceso de la creación en el libro del Génesis, donde se describe cómo Dios creó el universo y al ser humano. Sin embargo la ciencia mantiene opuestas teorías a lo que antiguamente se consideraban hechos fácticos y reales, a partir de las Sagradas Escrituras.

Uno de los mayores ejemplos es la llegada de la Teoría Heliocéntrica, que despojó a la Tierra del status de centro del universo, o la Teoría de la Evolución, que detalla el creacionismo evolutivo de la especie humana.

Si bien los descubrimientos científicos han servido para aumentar el conocimiento del origen del universo, la cosmología religiosa debe abordarse desde el ámbito de la fe Cristiana. No podemos olvidar lo limitado que era el nivel cultural de las personas en la época en la que se escribió el Génesis. Fue escrito en base a la mentalidad de la gente de aquella época para que el mensaje fuera comprendido por ellos.

El mensaje real es que Dios es omnipotente y omnipresente; que toda la naturaleza nos habla de Dios.

El ejemplo lo tenemos en el profesor que hizo una apuesta con sus alumnos al pedirles que le dijeran dónde estaba Dios. Todos se quedaron pensando hasta que uno de los niños le respondió: "Profesor, yo le doblo la apuesta si usted me dice dónde no está Dios".

Antropología

El organismo humano, por la perfección y complejidad de sus funciones, nos remite a Dios. Su constitución genetica, base de la herencia y de la diferenciación celular en el proceso de la gestación, nos permiten descubrir un extraordinario plan para el desarrollo humano.

Historia

Dios siempre se ha revelado a través de los acontecimientos de la historia humana. Cada acción, época y cultura tienen un mensaje salvífico para todos nosotros. Si el predicador no está encarnado en la vida del hombre, nunca podrá estar cerca de él para manifestarle la salvación divina. El objetivo es tanto el denunciar la ausencia de Dios como anunciar también su presencia divina. El buen predicador debe estar siempre al día en cuanto a los acontecimientos de su época.

Biografías

El buen predicador encuentra tema de predicación en la vida y obra de un inventor, un deportista, un científico, un cantante o de cualquier persona que se haya distinguido entre los demás. Todos esos recursos son como anclas que afianzan el mensaje en la mente de los oyentes.

Cultura

El predicador no puede desconocer los valores y criterios de los pueblos que están dentro de su cultura, e incluso de otros que se encuentren fuera de ella, tanto cultural como históricamente.

Debe conocer el terreno que pisa y será su punto de partida para anunciar el mensaje de la salvación. Tanto reconocerá los valores de cada cultura como denunciará los antivalores; deberá ser siempre neutral y sincero en sus apreciaciones. Y muchos de esos valores los encontramos en las bellas artes, en aspectos como la música, el canto, pintura, arquitectura, etc.

Realidad

El buen predicador es hombre de su tiempo. Es fiel a Dios pero también al hombre, porque conoce y comparte sus gozos y esperanzas, sus penas y sufrimientos.

El predicador vive inmerso en el mismo ajetreo de vida que sus oyentes, por lo cual sus prédicas deben buscar una parte práctica porque las personas a las que dirije sus palabras buscan en el mensaje el cómo salir de las tribulaciones diarias, así como de sus depresiones, angustias y problemas familiares y económicos diarios. El predicador se basará más en la práctica que en la teoría, siempre que ello sea posible, porque las personas irán a oirle para que con sus palabras les abra el alma a la esperanza de una vida mejor que la actual.

El predicador siente el peso de su pueblo, sufre con él e ilumina la situación con la Palabra de Dios. No se trata sólo de remarcar lo negativo de una realidad, sino de irradiar sobre ella la Palabra divina mostrando cómo Dios puede escribir derecho con renglones torcidos. El predicador a veces debe descubrir a los demás el plan de Dios en los acontecimientos más dolorosos.

Iglesia

El Magisterio de la Iglesia, los Santos Padres y los documentos oficiales de la Iglesia son manantiales inagotables para encontrar temas de predicación. Por supuesto que no es necesario leérselos a los oyentes, sino que deberemos entresacar de ellos las enseñanzas que consideremos adecuadas para cada prédica.

Revelación de la Palabra

Dios nos ha revelado su plan de salvación en las Sagradas Escrituras. O sea que la base del mensaje que el predicador debe difundir a sus oyentes, el propio Dios nos lo ha hecho llegar por medio de su hijo Jesús y manifestado en su Palabra.

Por ello podemos decir, como San Jerónimo, que desconocer las Escrituras es desconocer a Jesucristo. Por eso es un contrasentido el predicador cristiano que nunca hace alusion ni cita la Palabra de Dios.

Es muy triste ver a un predicador que no lleve su Biblia. Algunos predicadores transmiten lo que ellos piensan de Dios, pero se olvidan de comunicar lo que Dios ha dicho de sí mismo. Otros prefieren complicarse con elucubraciones teológicas o filosóficas en vez de reducirse a la sencillez del Evangelio. Algunos hablan de Dios sin referirse a lo que Dios ha querido decirnos sobre sí mismo.

Redescubrir el valor de la Palabra contenida en la Biblia es una gracia del Espíritu Santo. El buen predicador no es el que repite lo que leyó o escuchó, sino el que transmite lo que ha aprendido personalmente en su diario caminar.

La Palabra de Dios es muy rica, pero también árida a veces e incluso en otras ocasiones parece estar en una especie de código difícil de descifrar. Por ello el siguiente capítulo está dedicado a dar pistas de cómo buscar y qué buscar en las Sagradas Escrituras.

"Varias personas han tratado de narrar las cosas que pasaron entre nosotros, a partir de los datos que nos entregaron aquellos que vieron y fueron testigos desde el principio y que luego se han hecho servidores de la Palabra. Siendo así, también yo he decidido investigar hasta el origen de esta historia y componer para tí, excelente Teófilo, un relato ordenado de todo. Con esto, todas aquellas cosas que te han enseñado cobrarán plena claridad" (Lucas 1:1-4).

DONDE BUSCAR EL MENSAJE

"Les he hablado mientras estaba con ustedes. En adelante el Espíritu Santo Intérprete, que el Padre les enviará en mi Nombre, les va a enseñar todas las cosas y les recordará todas mis palabras" (Juan 14:26).

Jesús nos prometió la luz del Espíritu Santo para recordarnos todo lo que El nos había dicho, mas para que algo sea recordado antes debe existir en la memoria. Por lo tanto esto nos exige un estudio permanente de la Palabra de Dios: conocer la historia de la salvación y las constantes del actuar de Dios y tener las nociones básicas de lo que es la Biblia.

Por consiguiente vamos a revisar las diez partes de donde podemos obtener mensajes de la palabra de Dios. Son las siguientes: parábolas, milagros, personajes, guerras, preguntas, diálogos, oraciones, lugares, fiestas y objetos.

Parábolas

Las parábolas son ejemplos que basta aplicar a nuestra vida normal para poder obtener materiales para la predicación, debiendo tener la precaución de no repetir simplemente las palabras del texto o el mismo mensaje de siempre, sino buscando similitudes entre la parabola original y el tema que deseamos enfocar en nuestra prédica.

Existe mucha diferencia entre actualizar la Palabra de Dios o reducirla a un relato del pasado. Cada personaje, detalle o palabra puede aplicarse a la situación actual.

Milagros

Los milagros están llenos de riquezas para el hombre de hoy. El marco donde se efectuaron es exactamente el mismo que el de nuestra sociedad porque el hombre de cualquier tiempo y lugar sigue siendo el mismo. Pero aunque el mensaje deba ser actual, debemos encontrar algo nuevo en los milagros ya acaecidos.

Personajes

Podrían invertirse años estudiando el mensaje que nos dejó la vida de cada personaje de la Biblia, empezando por el significado de cada uno de los nombres.

Personajes como David, Moisés, Salomón y muchos otros, son fuente de inagotable riqueza a la hora de elaborar una prédica. El propio Jesús se refirió constantemente a la vida de determinados personajes para sacar alguna enseñanza.

Guerras y batallas

Todas la batallas que nos presenta la Biblia, aunque a veces tienen un marco cruel y sangriento, son símbolo de la lucha diaria del creyente. El secreto radica en saber sustituir el nombre de los diferentes pueblos (filisteos, amalecitas, asirios, etc.) por los enemigos que en la actualidad quieren hacernos perder la libertad y la paz espiritual. Abordarlas bajo esta óptica es descubrir su verdadero significado.

Preguntas

En la Biblia existen muchas preguntas que el hombre le hace a Dios o que Dios le hace al hombre. El propio Jesús enseñaba a veces en base a preguntas tales como: ¿me amas?, ¿ustedes, quién dicen que soy yo?, ¿qué buscan?, ¿por qué dudas?, ¿con un beso entregas la hijo del hombre?, etc.

Una sola pregunta ofrece material extraordinario para una predicación, pues muestra las interrogantes que existen dentro del corazón humano.

Diálogos

A lo largo y ancho de las Escrituras encontramos un extenso número de diálogos y conversaciones. El secreto estriba en tomar el proceso de la conversación para llevar a los oyentes a identificarse con la situación de cada personaje bíblico.

Jesús no imponía su autoridad, sino que dialogaba con las personas para así llevarlas a través de un proceso de conversion.

Oraciones

En la oración, como en ninguún otro momento, el hombre se presenta desnudo frente a Dios alabando, llorando, reclamando y hasta cantando, para mostrar la inmensa gama de actitudes del corazón humano.

Si observamos esas oraciones veremos que el valor de las mismas no consiste en que ciertos personajes las hicieron alguna vez, sino que ellos encarnan a individuos de toda época que, en circuntancias análogas, podrían expresar lo mismo.

Jesús oraba constantemente, tanto en privado como en comunidad, pero siempre movido por el Espíritu. Y cuando sus discípulos le pidieron que les enseñara a orar, Jesús no les dió un curso sobre la oración, sino que comenzó a orar delante de ellos.

Lugares

El lugar donde sucede un acontecimiento es como un marco que realza una historia, llegándose a convertir algunos de ellos en símbolos por su mensaje teológico que es imposible pasar por alto.

Como ejemplos podemos citar a Samaria (territorio hereje), Asiria o Nínive (enemigos acérrimos), Jerusalén o Sión (corazón de la fe de Israel), Desierto (lugar de lucha y de encuentro con Dios).

Fiestas

El calendario religioso de Israel se basa en ciertas festividades clave. Por ejemplo está el Yom Kipur (dia de la expiación o del perdón), la Hanuka (fiesta de la luz) o Purim (Libro de Ester), entre muchos otros. Todas vienen del Antiguo Testamento pero están cargadas de un simbolismo tal que repercute en el Nuevo Testamento.

Existen momentos muy significativos en la vida humana, como es el caso de compartir el pan y mesa, de lo cual habló tambien Jesús. Por ello son muy ricos en enseñanzas episodios como las bodas de Caná o la Ultima Cena.

Según el Derecho Romano, cuando un amo daba la libertad a uno de sus esclavos, sellaba el acto sentándolo a su mesa. Si nosotros estamos invitados a sentarnos a la mesa de Nuestro Señor, es porque ya somos libres.

"Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguien escucha mi voz y me abre, entraré a su casa a comer; yo con él y él conmigo" (Apocalipsis 3:20).

Objetos

Los israelitas, en base a su cultura, dedicaban gran simbología a los objetos de su vida diaria; cada uno tenía una razón de ser y un significado.

Como ejemplos podemos citar el manto (dejarlo para seguir a Jesús), el vino y el aceite (esperanza y amor), el número 12 (las doce tribus de Israel), etc.

Conclusión

A grandes rasgos hemos visto varios sitios de donde obtener el mensaje más adecuado para cada circunstancia. En la medida en que transitemos por cada una de esas partes podremos ir conociendo más y mejor toda la Biblia, obteniendo de ella mensajes ricos en contenido para nuestras prédicas. Pero para comprender bien toda la información que vayamos obteniendo es aconsejable estar acompañados de un mapa, de un diccionario bíblico o de un libro sobre concordancias de la Biblia.

EL ASPECTO GRAMATICAL

Los conocimientos gramaticales son muy importantes a la hora de consultar fuentes y de preparar una prédica. Debemos conocer el significado de las palabras y sus equivalencias, así como dominar la linguística para que el mensaje que impartamos sea lógico en el aspecto gramatical, sin por ello caer en complicaciones linguísticas que más confundirían al oyente que lo ayudarían a entender el mensaje.

Un buen predicador debe dominar y comprender como mínimo los siguientes aspectos gramaticales:

Etimología: Estudio del origen de las palabras.

Semántica: Significado de cada palabra.

Sinónimos: Palabras equivalentes o parecidas la una con la otra. Antónimos: Palabras con significado contrario u opuesto. Concordancias: Correspondencia entre palabras o temas.

Si el predicador publica además el texto de sus prédicas, sera imprescindible que domine las reglas gramaticales, ortográficas y de redacción para que el texto de su mensaje no sólo sea atractivo en su contenido, sino también en su composición escrita.

EL ENFOQUE DEL MENSAJE

Línea a seguir

Hay que elegir la dirección hacia la cual debemos enfocar nuestro mensaje y para ello eligiremos cuidadosamente el pasaje de la Palabra de Dios en base al cual queremos ilustrar nuestra prédica; así el enfoque y el efecto serán más directos. Cuanta más convergencia haya hacia un solo punto, más llegará al corazón del oyente.

Algunos predicadores son dispersos en sus mensajes porque desconocen la necesidad de la comunidad a la que va dirigida la prédica. Cuando al final de una predicación los oyentes no captaron lo esencial del mensaje, es porque éste careció de enfoque directo.

Cuanto más deseemos abarcar en una sola predicación más fácil será que el mensaje se diluya. La solución está en decidir qué tipo de mensaje deseamos predicar, para lo cual es aconsejable seguir estos pasos:

a. Diagnosticar la necesidad de la comunidad.

b. Definir el tipo de mensaje que conviene dar.

c. Enfocar en esa línea toda la predicación (textos, ejemplos, preguntas, etc.).

Clases de mensajes

Hay diferentes clases de mensajes y, según sea la necesidad de la comunidad a la que debemos hacer llegar la predicación, deberemos elegir uno de ellos enfocando todo el material disponible hacia ese punto. Son los siguientes:

Llamamiento: Son mensajes que nos invitan a acercarnos a Dios, presentándonos su amor incondicional, su perdón sin límites y su generosa bondad.

Evangelización: Es el tema de la salvación en Cristo Jesús y su objetivo es mostrar que la salvación es gratuita y que El es el único Salvador.

Conversión: Es la respuesta del hombre, que cree, confía y se entrega incondicionalmente al Señor y a su obra.

Catequesis: Es cuando queremos dirigirnos al entendimiento, dando una enseñanza moral o doctrinal de una manera más ordenada y sistemática. Si el mensaje a dar está dirigido a la toma de una decisión, la catequesis se dirigirá al entendimiento para así lograr una decision totalmente comprensible.

Espiritualidad: Son mensajes que enfatizan nuestra relación vertical con Dios y nos conducen a una comunión más íntima con El. Son invitaciones a la oración y a la intimidad con Dios.

Compromiso: Este mensaje se basa en el amor, la comprensión, la amabilidad y la bondad con los demás, buscando siempre el "sí" de compromiso del oyente al llamado de Jesús.

Apologética (razonamiento sistemático y defensa de un punto de vista determinado): Estos mensajes explican aquello en lo que creemos los católicos y contienen argumentos claros, sencillos y sólidos, con los cuales se señala un error y se muestra la verdad.

Fortalecimiento: Cuando un predicador se encuentra ante una comunidad que acaba de sufrir un desastre común y se aprecian todavía las secuelas de la destrucción, debe encender el ánimo y renovar el entusiasmo por la vida contagiándoles la fe y la esperanza cristianas en el Señor.

Renacimiento: Así como los temas de conversion van dirigidos a los que se inician en el camino espiritual, los de renacimiento van dirigidos a los que estando ya en ese camino se han desviado o enfriado. En este caso el mensaje debe confirmarles que solamente los que perseveren hasta el fin se salvarán.

Conclusión

De esos enfoques depende que el mensaje llegue donde queremos llegar de una forma clara y definida. Cuando lo sepamos, hacia allá enfocaremos todos los recursos de la predicación.

Las predicaciones confusas, vagas y con exceso de ideas, terminan siendo difusas y nadie sabe de lo que se habló. Si queremos que el oyente se quede con el mensaje, primero necesitamos enfocarlo. Es imposible que sepan de qué hemos hablado si nosotros mismos tampoco supimos lo que dijimos.

COMO ORGANIZAR EL MENSAJE

Aquí aprenderemos a ordenar cada elemento de la predicación, así como su relación con los demás aspectos de la prédica, porque si un mensaje no está bien organizado, se desvirtúa.

Elementos del mensaje

Un mensaje debe contar con los siguientes elementos:

a. Introducción (oración, presentación del predicador y del tema, motivación). b. Lectura bíblica.

c. Exposición del mensaje.

d. Ejemplificación y testimonios.

e. Preguntas y respuestas.

f. Conclusión (Resumen y oración final).

No se trata de un esquema riguroso e inalterable, sino de un esquema básico para poder exponer el mensaje de una manera lógica. De acuerdo a las necesidades del grupo y a la experiencia del predicador, este programa puede modificarse.

Conclusión

No es suficiente con tener a mano todos los ingredientes de la predicación; hay que saberlo presentar adecuadamente para que el mensaje sea efectivo. El orden y la secuencia hacen que el mensaje sea más comprensible.

COMO PREDICAR EL MENSAJE

Introducción

Hemos visto anteriormente diversas fuentes para obtener el material necesario para un mensaje efectivo y cómo presentarlo al oyente. Ahora trataremos de lo que conviene tener en cuenta antes, durante y después de la presentación del tema. Portamos un mensaje que no es nuestro, aunque nosotros lo divulguemos, y por lo tanto estamos obligados a ser absolutamente fieles y a entregar nuestra predicación de la mejor manera posible.

El predicador tiene que renovarse continuamente encontrando ejemplos nuevos y formas nuevas; no puede caer en la rutina. Debe estar pensando en su próxima predicación las veinticuatro horas del día. Todo lo que oye o ve lo relacionará con su siguiente tema. Si no lo hace se irá enfriando y repetirá todo de memoria, en lugar de que salga de su corazón.

Presentación física

Así como la forma de presentar el mensaje al oyente es sencilla si se desea que sea efectiva, la presentación personal del predicador influirá sobremanera en el éxito o el fracaso de su predicación. Una deficiente presentación física puede ser un obstáculo para que los demás acepten o no el mensaje. La ropa manchada, una camisa sin algún botón, los zapatos sin lustrar o el propio predicador mal peinado o sin afeitar, empañarán el mensaje a transmitir.

La presentación debe ser adecuada al público a quien vamos a transmitir el mensaje, pero al mismo tiempo debemos sentirnos a gusto nosotros mismos, tanto en el vestir como en la higiene corporal.

Reconciliarse con Dios

Si la presentación exterior es importante, la interior lo es mucho más. Reconciliarse con Dios, pedirle perdón y perdonar, etc., son aspectos esenciales para la transmision efectiva de un mensaje cristiano.

Ambientarse

El predicador debe ser puntual, sin llegar mucho antes ni tampoco con exactitud a la hora fijada para la predicación y mucho menos, tarde. Si llega con prisa, eso se reflejará en su predicación y en vez de transmitir paz, comunicará desasosiego. Lo ideal es llegar antes que los oyentes para así poder observar el local y sus adornos, por si encuentra algún elemento que pueda serle de utilidad en su predicación.

Antes de predicar quédese un momento solo ante Dios y la Palabra. Asimile el mensaje que va a exponer, pensando que se lo dirije a usted mismo. Este punto ayuda a que después pueda hablar con el corazón y no desde su mente.

Tomar autoridad

De pie frente al auditorio debe tomar autoridad en el nombre del Señor. No se sienta frustrado si hay pocos oyentes ni tampoco lo esté si enfrente suyo hay alguna autoridad religiosa; solo céntrese en la Palabra de Dios.

No trate de quedar bien ante los hombres, sino ante Dios. Si usted titubea o se menosprecia, el mensaje no llegará como Dios lo quiere. Piense que usted no está ahi por iniciativa propia, sino porque ha sido llamado por Dios y enviado por El. Usted depende de Dios, pero los oyentes dependen de usted.

Mire a la gente cara a cara y no se inmute; no baje la vista ni predique al techo. Predique a los ojos, que son la ventana del corazón. Mire a los oyentes con serenidad, seguridad y amor. Pasee su mirada desde la última fila hacia delante, donde se encuentra usted. Es mejor mirar a los de las filas de atrás porque así el tono de su voz será más fuerte. Si mira solamente a los de adelante, su tono sera más moderado y los del final no le escucharán bien.

La voz

La manera como se retransmite un mensaje es casi tan importante como las palabras del mensaje. Por eso la modulación de la voz es tan importante en la predicación. La misma palabra puede expresarse de muy distintas formas. Es indispensable saber poner énfasis donde se necesita.

Hable como usted es, sin imitar a nadie. Nunca comience gritando, pues así lo rechazarán desde el inicio. Deletree cada vocal y esfuércese para que su voz salga de su garganta, no desde su estómago; así se escuchara más nítidamente.

El físico

Hay que suavizar los músculos, relajarse y nunca fruncir el ceño. Debe gesticular apropiadamente con las manos, por lo cual es aconsejable que disponga de un micrófono fijo y de un atril para colocar la Biblia y sus apuntes. El lenguaje corporal debe estar siempre de acuerdo al mensaje que debe transmitir.

Es conveniente que antes de empezar la predicación haga varias respiraciones profundas. Respire siempre por la nariz, no por la boca; así se purifica su aire y no se daña su garganta.

Evitar

Nunca predique sentado, pues parece que esté cansado y que no tiene ganas de hablar. No se recargue contra una pared o una columna. Evite tener cualquier objeto en la mano porque distraerá al oyente.

No exagere con gestos espectaculares o bruscos, ni haciendo drama con cambios exagerados de voz o con sollozos. Todo lo que sea artificial estropea la predicación.

No trate de imitar a otros predicadores. Si desea ensayar, hágalo delante de un espejo con el fin de mejorar su expresion corporal.

Tiempo

Es muy importante que usted mismo controle el tiempo de su predicación y que lo administre. No abuse con prédicas largas porque la gente puede cansarse. Cuando la gente comienza a moverse en sus asientos o a distraerse, es porque se está alargando la charla.

Confiar en Dios

Al final siempre asalta la duda: ¿diría lo que debía decir?. Lo peor es cuando recordamos haber omitido decir alguna cosa. Pero la solución es fácil: no darle más vueltas al asunto y ponerlo en manos de Dios. El puede usar cualquier detalle, aún el más inesperado, para convertir a alguien. No es nuestra elocuencia ni nuestras ocurrencias, sino la acción discreta y misteriosa de Dios.

La comunidad

El trabajo del predicador es temporal; los que se quedan con la tarea permanente son los dirigentes de la comunidad. Es a ellos a quienes hay que remitir a las personas que después de la prédica quedan con preguntas.

El predicador nunca debe usurpar el papel de los dirigentes de una comunidad. Su responsabilidad es la de enraizar a las personas en la comunidad donde están, para que sea allí donde den fruto en abundancia.

"Predica la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, rebatiendo, amenazando o aconsejando, siempre con paciencia y preocupado de enseñar. Pues vendrá un tiempo en que los hombres ya no soportarán la sana doctrina, sino que se buscarán muchos maestros, según sus deseos. Estarán ávidos de novedades y se apartarán de la verdad para volverse hacia puros cuentos. Por eso, tú sé prudente, no hagas caso de tus propias penas, dedicate a tu trabajo de evangelista, cumple tu ministerio"

2a. Timoteo 4:2-5

 

 

Autor:

Agustín Fabra