- El "Área teórica" en el contexto del taller integral
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En primera instancia se nos presenta la tarea de cuestionar las concepciones dominantes de la arquitectura y la arquitectura misma, para poder ofrecer una alternativa académico-política que sea la expresión del movimiento universitario en el campo de nuestra especialidad.
La insurgencia de los movimientos contestatarios de la intelligentzia es copresente con un fenómeno que cada día toma característica más agudas, sobre todo en el contexto de nuestros países dependientes: la crisis del movimiento arquitectónico contemporáneo, que acarrea toda una problemática en el campo de la "práctica", en el de la teoría y, lógicamente en el de la enseñanza, hoy casi permanentemente convulsionado. De esta manera, de un tiempo a esta parte se ha venido desencadenando un proceso de cuestionamiento que ha tomado cuerpo de manera muy especial en las escuelas de arquitectura de América Latina, aunque podemos afirmar, sin exageraciones que la actitud contestataria es compartida por un importante número de estudiantes de arquitectura del mundo occidental.
La causa fundamental de la crisis se debe, evidentemente, a la funcionalización de la arquitectura a la problemática del modo de producción capitalista, lo que implica la conversión de la arquitectura en mero objeto mercantil y al mismo tiempo su utilización como instrumento de manipulación política por parte de las clases dominantes.
De esa manera la arquitectura juega un rol de cierta importáncia en la conformación de las condiciones materiales que hacen posible la producción capitalista, participando en una amplísima gama de niveles, en la medida de que cubre una gran variedad de funciones como creadora de formalidades espaciales específicas de las actividades emanadas de la división contemporánea del trabajo, y de los requerimientos del sistema en función de la reproducción de la fuerza de trabajo misma. Simultáneamente la arquitectura se presenta como una forma de la ideología dominante al ser conformada a través de un lenguaje dado también en términos de los valores funcionalizados al sistema.
Como se sabe, el movimiento funcionalista surgió de la lucha antiacadémica de las primeras décadas del siglo y que, aunque abrió grandes posibilidades de expresión, nueva, antirretórica, terminó en la concreción de un conjunto de valores plásticoespaciales de tendencia "purista" en el sentido de hacer de lado los contenidos polisignificativos, en aras de una estética de lo escuetamente funcional-eficaz. De esta manera, los fundadores del movimiento llegaron a subrayar, con una intención claramente ideologizante, la ausencia de "concepciones del mundo" en la expresión de la Nueva Arquitectura, al darle un manejo meramente técnico al problema de la adaptación de la arquitectura a los procesos productivos planteados por la industria. Toda contradicción de clase, todo conflicto social tiende a borrarse para dar lugar al despliegue de los valores "puros" de la técnica y crearse así una plástica "visual" psicologista, pretendidamente neutra y vacunada de todo lo que no fuese el unívoco proceso técnico de la fabricación del objeto. Y así, a pesar de que los planteamiento iniciales contemplaban a la arquitectura también desde el enfoque estético, este caería obviamente en el formalismo sensorial del purismo visual. De esta manera, el embate contra la retórica academicista, fecundo en sus orígenes, termina en un embate contra la "historia"; y sus últimos eslabones (como es el caso de los diseñadores tecnócratas de los países industrialmente avanzados del mundo capitalista), arremeten también contra el arte y en los casos más extremos contra los conceptos mismos, para erigir a la operatividad cibernetizada como la suma y el sentido total de la arquitectura, el urbanismo y la creación de objetos en general. Es lógico que un manejo tal de la arquitectura y el diseño se preste a la manipulación política, al anteponer la razón técnica, a todo intento de análisis objetivo de la práctica social, con su complejidad de contradicciones. La arquitectura deviene así en expresión de las relaciones sociales del sistema, de la cosificación del mismo y de su proceso de enajenación. Empero, la cuestión no es tan simple como se plantea en primera instancia y a esto se debe seguramente también la crisis del movimiento funcionalista, la propia "demanda" -y no sólo privada sino también estatal- no se satisface ya con la formalidad neutra del racionalismo, sino que busca en diversos niveles y por múltiples medios un replanteamiento semántico, que en los altos escaños de la teorización se ha expresado en el "boom" de la semiótica, en los últimos tiempos. Con esto se establece aquella contradicción agudamente planteada por Baudrillard acerca del "triunfo teórico y fracaso práctico de la Bauhaus", como característica de la actualidad arquitectónica. Naturalmente que en lo fundamental esta problemática se plantea en los países capitalistas "desarrollados" o "centrales", en los que la producción arquitectónica -que se halla casi totalmente en manos de grandes empresas monopolísticas- no presenta de la misma manera los agudísimos conflictos causados por los déficits cuantitativos (que por cierto son también cualitativos) y en los que, en un contexto que permite hablar de cierta planificación "racional" -en términos de aquellas empresas-, la cuestión del significado puede tomarse sin mayor conflicto al mismo nivel prioritario que el de las contradicciones fundamentales.
En nuestros países capitalistas dependientes el subrayamiento de los aspectos cuantitativos y del fenómeno del "deterioro espacial" -que en no pocas ocasiones cae peligrosamente en una verdadera ideología populista o peor aún, economicista o productivista- adquiere centralidad ante nuestra dramática realidad urbano-arquitectónica. Es algo perfectamente probado el desequilibrio del sistema urbano -regional, y asimismo los fenómenos de la hiperurbanización y la metropolización aceleradas, que constituyen expresiones de una organización económica y política basada en la superexplotación de los trabajadores y en la dependencia. La descompensación del sistema urbano, resultado de la profunda contradicción campo-ciudad propia del capitalismo no se incorpora al proceso productivo del propio sistema, creándose el fenómeno de la elevada tasa de marginalidad urbana. Por su parte, la clase productiva, los obreros y asalariados al estar bajo las condiciones de superexplotación marcada por la dependencia con respecto al imperialismo, poseen un poder adquisitivo de mercancías bajísimo y con tendencia lógica a reducirse al paso del tiempo. La denominada clase media se encuentra también en una crisis permanente. En esas condiciones, la inmensa mayoría de la población se vé imposibilitada a tener una habitación adecuada, y se genera un déficit progresivo de la propia vivienda en tanto el sector minoritario de la clase dominante goza de exhuberantes condiciones materiales de vida. Los denominados servicios de la habitación (escuelas, hospitales, mercados, y servicios urbanos en general), se hallan en cantidad como en calidad y eficiencia, Jerarquizados de acuerdo a las estructuras de clase y de dominación, determinándose además, para el mínimo aseguramiento de la reproducción de la fuerza de trabajo y por el interés del control político de las masas.
Y así, en nuestros países, las necesidades Productivas y la ideología del Estado, determinan las formas dominantes de la arquitectura, que deviene consecuentemente, en expresión de la dependencia (economía, política, cultural, tecnológica, etc.).
La enseñanza de la arquitectura ha sido obviamente funcionalizada a los intereses del estado y durante el proceso que siguió a los eventos armados en 1910-1917 que han significado nuevas formas de dependencia dentro del capitalismo, su carácter ha mantenido en lo general los lineamientos siguientes:
1) Preparación de cuadros técnicos para el desarrollo de la economía capitalista.
2) Apuntalamiento de la política populista del régimen.
Estas dos cuestiones, ligadas entre sí, implican un conjunto de concepciones que giran alrededor del acentuamiento del carácter tecnicista de la arquitectura, al servicio del "país", es decir, alineada incondicionalmente al estado. De esa manera se contempla la preparación de un arquitecto asimilado al status que vea la realidad actual como un conjunto de hechos sin contradicciones fundamentales, y que a través del régimen y la burguesía plantea sus demandas constructivas. Así la historia y la teoría de la arquitectura pierden todo carácter objetivo y consecuentemente crítico, para ser convertidos en simple instrumentación mecánica, anecdótica o meramente clasificativa. El diseño dentro de este contexto se torna en acto aislado, donde no hay cabida a cualquier intento de cuestionamiento social. A la arquitectura como praxis, como creadora ella misma de la sociedad junto con el conjunto de hechos sociales, que es en verdad como se dá en el terreno de la realidad, se le escamotea su carácter, para concebir la arquitectura respuesta, que poco o nada tiene que ver con las contradicciones sociales. Se comprende entonces por que toman fuerza los procedimientos operativos y se les eleva -transplantando la problemática de la tecnocracia de los países capitalistas avanzados o centrales- a la categoría de "métodos". En el extremo de todo este proceso se llega a pensar que la enseñanza entera debe supeditarse al problema de diseño en turno, empobreciendo al límite el análisis crítico y la profundización técnica, facilitándose así la manipulación política de los arquitectos y de su producto. Por cierto que esas posiciones frente al diseño han-sido contempladas por no pocos profesores y estudiantes, que, sin abordar la cuestión en toda su complejidad quieren ver en ellas una salida a la situación crítica, cayendo en la trampa de la "reforma educativa" burguesa.
Ante esto, la búsqueda de una alternativa académico-política se torna imprescindible. Alternativa que incluso tome las experiencias de los movimientos producidos en América Latina y en otras escuelas de nuestro país. El núcleo del planteamiento debe constituir la búsqueda de una concepción objetiva, rigurosa y sistemática de la arquitectura y su problemática (incluyendo obviamente al urbanismo) y en consecuencia, el proponerse objetivos bien definidos en torno a las características generales del arquitecto que la escuela debe tender a preparar. Sin embargo, la alternativa no puede quedarse en esa proyección del arquitecto, sino plantearse objetivos del incidencia y participación en los problemas populares como escuela misma, lo que significa su incorporación al movimiento global de la Universidad. Todo esto implica que en base a la conciencia de la función, tanto a nivel de base como de suprestructura de la arquitectura en nuestra sociedad, sé contemple la posibilidad de concretar una arquitectura -demanda, que en el contexto de la contestación general, plantee su expresión espacial arquitectónica o urbana. En una región en que las fuerzas populares tienen una acción política de importancia tales planteamientos poseen expectativas de concretarse.
A nivel profesional, se pretende que el arquitecto que egrese de la escuela posea el instrumental necesario para actuar con un sentido crítico, conocedor de la problemática del país a nivel social general y a nivel específicamente arquitectónico y urbano, capaz de aportar en el campo de la investigación, el conocimiento de los múltiples aspectos de la problemática arquitectónica, diferenciando siempre entre las verdaderas necesidades populares y el carácter de las proposiciones y realizaciones del estado y la clase dominante, capaz en consecuencia de ubicar históricamente la arquitectura y de entender asimismo ésta como lenguaje históricamente conformado y de ver con objetividad su carácter estético. Todo ello supone lógicamente la eliminación de los enfoques tecnicistas y populistas sociologizantes, sin que esto implique, en relación con los primeros, que la técnica proyectual y constructiva sea subestimada: al contrario, el arquitecto crítico debe estar implementado con el conocimiento de los más altos niveles de la tecnología en todos sus aspectos y debe adiestrársele para el manejo maestro del diseño, pero no debe ver la técnica como fin en sí misma, ni como algo aislado del contexto social, lo que acarrea la situación de la tecnología en un país dependiente, y plantear todo el cuestionamiento que éste supone.
Por lo que respecta al populismo -sociologizante, es necesario subrayar que ha sido una de las posiciones más socorridas sobre todo en los movimientos contestatarios. Supone en rigor, que la arquitectura y el urbanismo nada tienen que hacer en el campo de la lucha social y que, en el mejor de las cosas sólo deben servir de pretexto para ir a las comunidades y grupos populares. Con esto, se elimina prácticamente la especialización para ser sustituida por conocimientos generales de las "condiciones sociales" y de la lucha política. Es evidente que tal posición parte de una visión economisista o sociologizante de la sociedad y constituye un enfoque de falsa totalidad en donde actividades como la arquitectura no existen o carecen de importancia en la problemática del cambio social. Nosotros consideramos a contrario de esto, que la arquitectura y el urbanismo forman parte activa de la totalidad y su proceso histórico. Son conformadores también del carácter de la sociedad al mismo tiempo que expresan sus contradicciones. Y esa participación en la conformación social se da por medio de su especificidad. Por lo tanto la arquitectura y el urbanismo deben ser desarrollados como tales para contribuir a la mejor comprensión de los problemas sociales y para propiciar junto con el conjunto de la actividad política la toma de conciencia y el cambio. El problema reside en la colocación objetiva de cada una de las actividades. Y la escuela debe ser fuente de este conocimiento y de su praxis. Si la estructura urbana, junto con la arquitectura se ven no como resultados técnicos de un conjunto de condiciones o requerimientos, sino como esas expresiones especiales de las estructuras de clase y de dominación, hallaremos la alternativa de su participación en la demanda social-popular. Pretendemos que el egresado de la escuela pueda participar con su actividad específica en la medida que vayamos logrando la concreción de un movimiento profesional amplio. La escuela debe darle esa perspectiva, sin escamotear las dificultades, que implica esto en las actuales condiciones del campo de trabajo.
En función de todo esto la estructura académica que por cierto supone en nuestro caso una estructura política de gobierno colectivo y democrático, se organiza alrededor de la necesidad del enriquecimiento y profundización del campo técnico-conceptual en base al conocimiento de nuestra realidad y su proceso histórico y el de las especificidades de la arquitectura y el urbanismo, sus implicaciones como medios de producción y su actividad interrelacionada como suprestructuras. Así, el "área técnica" adquiere dimensiones no contempladas en los planes burgueses. Al mismo tiempo se impone la creación del instrumento que va a concretar nuestra actividad en el campo de la incidencia con las comunidades: el taller integral que significa el desarrollo del proceso proyectual y constructivo con la satisfacción de todas sus exigencias técnicas y teóricas, pero posibilitando al mismo tiempo la autonomía de las asignaturas para su tratamiento amplio. De esa manera, generamos el tratamiento de la problemática integral del arquitecto que nos hemos planteado preparar y que a nuestro juicio responde a las exigencias históricas de la actual etapa del movimiento de la intelligentzia mexicana.
El "Área teórica" en el contexto del taller integral
Introducción. Si hoy es imposible abordar con objetividad la problemática de alguna de las áreas y de una asignatura particular M nivel profesional universitario, sin referirse a contextos más amplios, en el caso de la Escuela Nacional de Arquitectura-Autogobierno, tal cosa se torna insoslayable, sobre todo ahora en que el proceso del movimiento autogobiernista está exigiendo, para seguir adelante, una coherencia interna en la que, lógicamente, cada parte responda por el todo y éste por las partes, en -un movimiento dialéctico, que como flujo autogenerador vaya constituyendo su propia historia, orgánicamente ligada a las mejores instancias de la intelligentzia mexicana en su lucha por esclarecer -y en consecuencia incidir en- la realidad de nuestro país en todos los aspectos de su complejidad.
De cualquier manera, aunque uno se llegase a plantear la tarea inmediata de fijar los objetivos de la "teoría de la arquitectura", o del "área teórica", como una de las partes del Taller Integral, el carácter mismo de su especialidad nos llevaría de la mano al abordamiento de su ubicación en la situación o en el campo concreto de la problemática de la producción social del espacio urbano-arquitectónico, y en consecuencia en el de la producción de los estratos más calificados de los propios productores del espacio, en las actuales condiciones de crisis, que bien podemos calificar de aguda, y una de cuyas expresiones más evidentes la constituyen los movimientos contestatarios de las escuelas de arquitectura del país, que han generado ya alternativas de significación, como las de las escuelas de arquitectura de la Universidad Autónoma de Puebla, y la del Autogobierno de la UNAM.
El problema fundamental reside precisamente, a mi juicio, en la definición, en la concreción de las alternativas. En el caso del Autogobierno se ha venido imponiendo la necesidad de pasar de la etapa convulsionada y proclamativa de los primeros momentos -la fase histórica de la rebelión que terminó imponiendo en la mitad de la escuela el "gobierno de todos"-, a la difícil pero insoslayable de la concreción académica, que en este caso -como en el de Puebla- adquiere claramente los perfiles de Académico-Política.
¿Cómo transformar los postulados iniciales del movimiento -por cierto enormemente significativos, como veremos-, en planes de estudio, programas, reglamentaciones, prácticas pedagógicas, estructuras administrativas, etc, que signifiquen su expresión coherente? Esta sigue siendo hoy aún la tarea central, aunque en verdad se han logrado ya aspectos importantes.
De la crisis general de la arquitectura en nuestro país y de las formas específicas que ésta toma en la ENA, surgieron, como es bien sabido, esas demandas que están esperando una mayor profundización en su análisis y en consecuencia una correcta ubicación en su función actual así como el papel que podrán seguir jugando en el futuro. En rigor, en ellas se expresa la complejidad de nuestra problemática y constituyen obligatoriamente punto de partida para planteamientos concretos, incluyendo aquí, obviamente, las cuestiones específicas -dentro de la generalidad del área teórica. De hecho, en la práctica, las necesidades cotidianas del proceso han tenido en ellas, una referencia, aunque a decir verdad, no siempre se ha sido consecuente con su contenido (al no ser interpretado de acuerdo a ese significado histórico, probablemente), debido en buena parte a la poca discusión acerca de sus connotaciones históricas.
Sin lugar a dudas, la demanda "Arquitectura para el pueblo", encierra la médula de la alternativa, pues constituye el eje de la problemática de la actual producción del espacio urbano arquitectónico en nuestro país, y expresa la situación de las escuelas de arquitectura en término del estado en que se encuentra la producción del espacio referido.
Efectivamente, la crisis estructural del desarrollismo, que se deja sentir ya desde la década de los cincuentas, da al traste con el mito del "despegue económico de México", y en consecuencia, se resquebrajan los postulados de la Revolución Mexicana institucionalizada. El diseño del desarrollo capitalista del país, llevado a cabo por el estado, aflora sus contradicciones en el marco de la dependencia, profundizándose así las grietas de la sociedad de clases mexicana.
Las "obras sociales" del estado mexicano van dejando al descubierto, en esa situación, su dimensión real: instrumentos del desarrollo capitalista del país y poderosas armas de manipulación política de las masas. Y la situación de éstas, naturalmente agravándose con el paso del tiempo. Los planteamientos de una "arquitectura social", creada por los canales estatales, caen así en el descrédito y empiezan a ser vistos por los arquitectos y los estudiantes de arquitectura como simples fuentes de especulación económica para un selecto grupo de profesionales, gratos a los altos círculos de la burocracia gubernamental. Por su parte, las obras privadas, aquéllas de la burguesía nacional y de las empresas imperialistas, han ido creando de modo cada vez más segregacionista, una elite técnica para que concrete espacialmente sus requerimientos basados en la operación financiera, el saqueo de nuestras riquezas y la superexplotación de los trabajadores mexicanos. Se van diferenciando de ese modo, nítidamente por cierto, por una parte el mundo de los negocios y su implementación infraestructural e ideológica, y por la otra el mundo de las necesidades populares, siempre agudas y aceleradamente masivas.
Los problemas del espacio urbano-arquitectónico y sus características, expresan las contradicciones con claridad meridiana. Una tasa de urbanización de las más altas del mundo, que concentran en unas cuantas ciudades a más de la mitad de la población. En el Área Metropolitana de la Ciudad de México se tenía en 1970 al 38.8% de la población urbana. Población que no se incorpora en su totalidad al aparato productivo urbano sino que genera un numeroso sector marginal (alrededor del 30% de la población), compuesto por desempleados, subempleados y familias que perciben menos del salario mínimo.
Así, al mismo tiempo de que la segregación urbana se extiende y profundiza al marcarse claramente los ejes y las zonas del privilegio (comercial, financiero, residencial y sus estructuras de dominación política e ideológica), dotados de un eficiente equipamiento urbano, y en los que domina obviamente la arquitectura y el urbanismo profesionales, de "calidad", diferenciándose de los asentamientos de las capas medias, de grandes contrastes urbano-arquitectónicos, y de las aglomeraciones de las capas populares y las marginales, ubicadas en la periferia y en los espacios urbanos "intersticiales", que llegan a ser de una gran magnitud, caracterizados por sus pésimas condiciones de vivienda y servicios urbanos.
Es bastante seguro que un indicador de la situación lo constituye el déficit de la vivienda.
Efectivamente, en 1950 el déficit de vivienda ascendía a 1,200 000 viviendas en el país. En 1960 se estimó en 2,900 000 viviendas (o sea, hubo un aumento deficitario de 114 mil viviendas anuales en ese lapso). En 1971, de acuerdo con el INDECO, el déficit subió a nada menos que 3,200 000 viviendas.
En 1960, 26 millones de personas vivían hacinadas en viviendas de uno y dos cuartos, y para 1970 esa cifra se elevó a poco má3 de 32 millones. Por su parte, las zonas urbanas absorbían para 1971, más de las tres quintas del déficit total del país, con una marcida tendencia a acrecentarse.
Obviamente las acciones para "enfrentar" tan agudo problema no pasan de ser meros paliativos pese a las múltiples campañas político-publicitarias acerca de las realizaciones de instituciones como el Infonavit. Y esto es así, en lo fundamental, porque como ya lo apuntaba, las obras se efectúan en función del desarrollo capitalista del país y con el criterio de la "conciliación de las clases sociales". Lo que significa que queda de lado cualquier acción radical que tienda a resolver en verdad el problema, atendiendo a las necesidades de la población. Porque para ello, habría que empezar por transformar la actual estructura social, o cuando menos, llevar a cabo grandes acciones en contra de la especulación del suelo urbano, la comercialización de la vivienda, los grandes negocios de las financieras y las fraccionadoras y compañías constructoras, la especulación con los materiales de construcción (lo que significaría a la larga la estatización y planificación de la industria de la construcción); pugnar efectivamente por una "equitativa" distribución del ingreso, crear enormes complejos
productivos para absorber la marginalidad, y algo muy importante, terminar con la corrupción en todos los niveles.
Ante tal situación, ¿qué es lo que un movimiento estudiantil y magisterial de las escuelas de arquitectura deben plantear? Movimiento que históricamente parte de una lucha más amplia de la intelligentzia mexicana, que tuvo como sabemos en 1968 uno de sus episodios más heroicos y trágicos… Es obvio que, como demanda central, surge, en nuestras escuelas, la de que la producción social del espacio urbano- arquitectónico, la de que la arquitectura, se realice en atención a las necesidades populares, y que se proponga, al mismo tiempo, la estructuración de una escuela que se imponga la tarea de generar productores de arquitectura popular. Y para ello, no es suficiente transformar los aparatos administrativos y de poder de las instituciones sino sus aparatos ideológicos también, constituidos como instrumentos poderosos de aquéllos, y en consecuencia, de la clase dominante. ¡Basta!, se planteó el movimiento de Autogobierno, y ese propósito implica el imponer en la escuela el ejercicio de la ciencia, para lograr efectivamente, la base de toda acción renovadora, el conocimiento de la realidad nacional, segunda gran demanda de la lucha. Pues es bien claro que ese conocimiento, ha sido escamoteado, ideológicamente por influyentes diseñadores y estrategas de la política educativa mexicana, a quienes no les conviene que se descubran las verdaderas causas de la situación del país, sino que tratan de crear sus cuadros profesionales funcionalizados al desarrollo capitalista, bien pertrechados con una carga ideológica acorde con el status.
Se trata pues, aunque no falta quienes titubeen en hacer este planteamiento, o en aceptarlo, de producir un arquitecto de nuevo tipo, armado con una bagaje técnico y conceptual que le posibilite para la acción transformadora, para el ejercicio de la praxis, entendiendo esa praxis como una actividad que se efectúe desde la escuela misma, al tiempo de la obtención de los conocimientos. Lograr un movimiento de transformación de la arquitectura, desde la propia escuela, para lo cual se ha hecho indispensable el que los problemas escolares sean los emanados de la demanda popular. Empero, para poder hacerlo con eficacia, se impone la creación de concepciones científicicas y revolucionarías de la arquitectura misma, que partan del poner en crisis las que manejan las clases dominantes.
En efecto, poner al descubierto el carácter populista y conservador de los planes de estudios y programas vigentes hasta abril de 1972 -pero cuya influencia dura hasta nuestros días-, sigue siendo una tarea insoslayable si queremos armar una estructura académica consecuente con la que nos proponemos.
Por su parte, una nueva teorización debe partir inevitablemente de la definición de la nueva tarea de los arquitectos, y de la puntualización de la nueva finalidad de la producción social del espacio.
La relación dialéctica entre la programación particular de una asignatura y las concepciones globales de la arquitectura así como del tipo de profesionista que una escuela se propone crear, está evidenciada, por ejemplo -y con una gran nitidez- en el programa de "Teoría de la Arquitectura F', del Plan de Estudios desechado en el 72. En efecto, cuando desarrolla uno de los subtemas: expresa: "Modalidad de la práctica profesional, práctica privada y práctica en oficinas estatales de arquitectura. Productividad de los arquitectos en términos cualitativos y cuantitativos, función social del arquitecto en el mundo contemporáneo. Normas de ética profesional: para sus clientes, para sus colegas y colaboradores, para con quienes intervienen en la ejecución material de la obra y para con la sociedad. El afecto por su obra y por su actividad ("Libro Verde"). Nada menos que el arquitecto fiel al sistema, como un preciso engranaje del mismo. Un arquitecto sin espíritu crítico, sin conflictos, ajeno al drama de nuestro pueblo. Simplemente, el arquitecto cumplidor de una misión técnica e ideológica impuesta por los que pueden pagarle. La "ética profesional" de que habla el programa no es más que la incitación al oportunismo y al acomodo, a la corrupción, en última instancia.
Esto remata en la última frase del programa: "El Arquitecto. Su preparación. Novena Semana: importancia de su preparación humanista y tecnológica… "0 sea, el humanismo burgués, que en sus proclamas metafísicas trata a los hombres como iguales (al HOMBRE), para encubrir así las agudas contradicciones entre los hombres (entre las clases), para escamotear la complejidad contradictoria de la sociedad capitalista, la explotación y el dominio.
Todo esto muestra, claramente, la intención y la decisión de crear a los servidores y sostenedores del status. Naturalmente que la posición del "arquitecto liberal" que presta sus servicios al que le pague, se apoya en concepciones filosóficas idealizantes de la propia arquitectura, mismas que debemos poner al descubierto para posibilitar su eficaz sustitución. En el mencionado programa se muestra una ubicación neo-positivista y funcional (en el sentido antropológico), del "fenómeno" arquitectónico: "La forma arquitectónica como reflejo o función de las necesidades propuestas. . . "Lo que equivale, en rigor, a separar la arquitectura de la sociedad y eliminar de ese modo el papel transformador que tiene, de hecho. El espacio urbano arquitectónico, como la ha planteado por ejemplo Henri Lefebvre, no es un simple producto, como queda implícito en el texto citado, sino producto y productor, al mismo tiempo. Productor de relaciones de "pensamiento", de "funciones", es decir, productor, junto al resto de los "productos" sociales, de – la sociedad misma. La declaración del programa está dentro de las postulaciones del positivismo decimonónico que sitúa al hombre como un simple contemplador de la realidad. En él, el papel de la praxis, de la acción transformadora del hombre sobre la naturaleza y la sociedad, no cuenta. El arquitecto, de acuerdo con este enfoque, "recibe" encargos y se limita a "resol- verlos espacialmente". La producción social del espacio urbano- arquitectónico se torna así, primero, producción individualizada, y segundo, hace de lado la unidad dialéctica del doble carácter que le reviste: el de constituir un medio de producción material y producción misma, y el de participar, como una de sus formas, en la superestructura ideológica (o superestructuras ideológicas) de la sociedad. Es decir, el enfoque metafísico del programa, fragmenta y destruye la totalidad arquitectónica y urbana.
Al finalizar la carrera, el programa de "Teoría Superior de la Arquitectura" colma la situación al mostrar ya sin cortapisas sus franca posición idealista -y en consecuencia reaccionaria-, en los mismos objetivos del curso, a saber: "Exposición de conceptos apoyados en la filosofía del arte cuyo objetivo es plantear al alumno de grados avanzados, las características del proceso creativo en la obra arquitectónica. La comprensión del estudiante se enfoca a localizar las obras generales en el ámbito de las artes y humanidades, desprendiéndose gradualmente las peculiaridades del ámbito arquitectural, procediendo a contemplar esencias y percepciones y juicio crítico." Aquí aparece con toda claridad la concepción metafísica y fenomenológica con la que nace la teoría de la arquitectura más influyente del movimiento contemporáneo en México, la de José Villagrán García: la arquitectura como esencia, como "valor" abstracto, complejo de "valores primarios intemporales, inespaciales, etc Es el sistema trasnochado, neoplatónico e irracionalista de las capas más conservadoras del sistema actual. Es el ocultamiento de la real y concreta organicidad arquitectónica y de su carácter histórico, para convertirla en una "esencia" y situarla en el inexistente e imposible reino de los valores eternos e inmutables. . .
Todo ese "filosofar" acerca del "hecho o fenómeno" arquitectónico, colocado en la esfera de lo metafísico, no es sino la transposición conceptual e ideológica de la contradictoria sociedad capitalista, en la que la clase dominante, al mostrarse incapaz de aceptar el carácter efímero de su estamento, coloca a sus obras en el plano de la abstracción, ocultando así su verdadero carácter, su ratio, dado por las concretas relaciones sociales de explotación y de dominio. Con ello se escamotea, en rigor el hecho histórico de la revolución, la temporalidad del sistema capitalista y su sustitución por estructuras superiores. Además, ha quedado demostrado que ese carácter abstracto de los fenómenos sociales, tiene su raíz gnosceológica en la cosificación del capitalismo, en la enajenación que está en su base, y en la existencia de la mercancía y el dinero, como expresión precisamente abstracta del trabajo humano.
Por otra parte, el aislamiento de la teorización de la arquitectura viene siendo el aislamiento del conocimiento con respecto a la práctica y a su transformación. Se adecua así la problemática teórica, con sus pretenciosas "profundizaciones" metafísicas, a una práctica practicista, pragmática y utilitaria, es decir, acrítica. De esa manera, se separa la arquitectura del campo del conocimiento global de la sociedad, es decir, del resto de los fenómenos sociales, para (aunque se proclame o escriba lo contrario) devenir en mera técnica. Y así, la "teoría" es separada nada menos que de la actividad proyectual y constructiva, desintegrando con esto la propia actividad académica. Cobran así prioridad en el campo del diseño, las técnicas de la manipulación matematizada y la realidad arquitectónica se mixtifica en la práctica proyectual.
Evidentemente que un enfoque científico de la producción social del espacio urbano-arquitectónico, debe superar ese aislacionismo, a través del conocimiento interdisciplinario. Surge así el correcto significado de otra de las demandas del movimiento: "Enseñanza interdisciplinaria". Para el conocimiento riguroso, concreto y objetivo, es decir, para el conocimiento científico, la realidad no es fragmentaria, sino que posee una profunda unidad, una unidad fundamental. El conocimiento fragmentado, siendo atomizador, viola la totalidad concreta. La especialización, fenómeno de nuestro tiempo, pierde su objetividad, cuando por atender a la parte, se hacen de lado las leyes generales, perdiéndose así la concepción del todo y deformándose también por esto la parte misma. Y si bien el conocimiento y la práctica arquitectónicas constituyen especialidades, a las que hay que atender amplia y profundamente, esto sólo puede llevarse a cabo con rigor si se comprenden el, resto de las legalidades sociales, para lo cual se impone la interdisciplina. No la "interdisciplina" mecanicista y funcionalista de sumar partes en sí disgregadas para abordar problemas operativos de cierta escala, sino la orgánica unidad de diversas esferas del conocimiento para comprender el problema y plantear así sus expectativas de transformación social.
Coherencia y unicidad internas, que se puede traducir como interacción o interrelación genético dinámica (no lineal, mecánica-binaria) de las diversas áreas de la arquitectura, entendida como producción social del espacio, al mismo tiempo que información y penetración en las estructuras significativas del campo social (leyes productivas, política, cultura, etc.), sobre todo de nuestra concreta realidad histórica (el capitalismo, la dependencia, la estructura de clase y de dominio de México), son, todo ello, junto con 1o planteado anteriormente, condiciones indispensables para la creación de nuestra alternativa. Pasaré a comentar ahora algunos rasgos generales de uno de los talleres de la escuela.
La estructura académica del Taller Seis en el contexto del Autogobierno. Ubicación y función del Área Teórica.
La aplicación de los acuerdos de la Asamblea General Resolutiva efectuada en el mes de enero de 1976 en la ENA, dio como resultado la profundización y ampliación de los planteamientos previos del Taller Seis -que fueron realizados por mesas de trabajo de carácter permanente en las que participaron, prácticamente, la totalidad de los miembros del taller-, surgiendo de esa manera el PLAN DE ESTUDIOS en los tres niveles acordados, con una duración estimada de un año, dos años y un año, para cada uno de ellos y respectivamente en orden ascendente, y con un cómputo de créditos de 90-180-90, también respectivamente. Al mismo tiempo, se dio la especificación de los niveles de las "Áreas de Conocimiento", acordadas en la asamblea: Teoría, Diseño, Técnica, y Extensión Universitaria.
Los contenidos por nivel y por áreas de conocimiento se plantearon a través de una estructura de elementos jerarquizados, a saber:
A.-Ideario Académico-Político
B.-Objetivos Académico-Políticos
C.-Objetivos Generales por Nivel
D.-Objetivos Generales por Áreas de Conocimiento,
El Ideario Académico-Político destaca la ubicación del autogobierno como expresión del movimiento estudiantil-popular del 68 y que significó como todos sabemos una toma de conciencia de "la realidad del país y sus contradicciones". Una de las demandas del movimiento, se especifica, se concreta en un objetivo común: la democratización de la enseñanza superior en México. El Autogobierno se propone jugar un papel en esa tarea en el campo de la producción social del espacio urbano-arquitectónico. Subraya el documento su programa general: "Llevar la ciencia al pueblo y el pueblo a la Universidad para que alcance su liberación del actual sistema de opresión y explotación y construya una sociedad democrática que responda a las necesidades de las grandes mayorías pobres del país."
Los Objetivos Académico-Políticos se plantean en términos de la capacitación del alumno. "para ser un profesionista capaz de manejar aquellos conocimientos' de la enseñanza-aprendizaje del diseño arquitectónico y urbano, con una preparación general teórica, técnica y científica". "Todo lo cual le debe proporcionar una visión global totalizadora de los problemas y podrá permitirle ser un profesional crítico e integral, actor del cambio revolucionario de la sociedad, generando alternativas concretas y organizadas en convivencia y participación con el pueblo y sus luchas, poniendo el hacer arquitectónico y urbano y las técnicas constructivas a su alcance y servicio." (negritas mías).
Este objetivo global, que define en realidad las características del arquitecto de nuevo tipo, se desarrolla en los puntos siguientes: 1.-El conocimiento global de la sociedad, que comprende su proceso en función de las contradicciones de clase. En este punto cabe hacer una aclaración de interpretación histórica, pues el documento en su afán de generalización y de síntesis, parece hacer caso omiso tanto de las sociedades primitivas (la comunidad primitiva), no sujetas a la explotación de una clase por otra, así como del actual campo socialista, en el que se ha eliminado la explotación de los trabajadores al ser socializados los medios de producción, pues al hablar de la contradicción y explotación de clase la trata como si hubiese sido desde siempre y hasta ahora, en todos los países; "El conocimiento de las contradicciones que se dan en la sociedad entre una clase dominante opresora, represora y explotadora y una clase empobrecida por la expoliación, la opresión, la represión y la explotación, desde el origen de la sociedad hasta el momento actual" (negritas mías). Se puntualiza por lo demás, acertadamente, que se debe profundizar en el conocimiento de nuestra realidad nacional. 2.-La ubicación de la producción, social del espacio urbano-arquitectónico como agente transformador de la realidad. 3.-Ejercicio de la praxis revolucionaria a través de la comprensión de las necesidades populares. 4.-Participación democrática en las instancias del Autogobierno. Desarrollo individual a través de la funcionalización de la actividad en el proceso autogobiernista.
La estructura del Plan de Estudios plantea consecuentemente con los objetivos generales, los objetivos por nivel en base así mismo a las resoluciones de la Asamblea, que especificaron para el primer nivel, una INSTRUMENTACION BASICA, para el segundo, el DESARROLLO DE LOS ESTUDIOS (aquí se "capacitará al aprendiz en el desempeño del oficio arquitectónico en una sociedad con las características de la mexicana"). Para el tercer nivel, la PROFUNDIZACION Y REAFIRMACION DEL CONOCIMIENTO, en el que el alumno deberá ser ya "un productor completo de arquitectura en todas sus facetas." Se entiende así el que este nivel sea la gran puesta a prueba del Taller Integral.
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