- El contexto de la incertidumbre
- Un acercamiento al concepto de tecnociencia
- El conocimiento tecnocientífico, su producción, su representación y su relación con la informática
- Tecnociencia y sociedad de la información y del conocimiento
- Globalización o globalizaciones?
- El carácter no público del conocimiento o el derrumbe de la utopía
- Impactos en los sistemas de innovación en sociedades periféricas
- Dimensiones de la globalización
- Reorientación de la innovación en relación con la globalización
- Algunas consideraciones finales acerca de la globalización y sus efectos
- Conclusiones
- Bibliografía
El conocimiento y la innovación tecnológica juegan un papel capital en las actividades económicas y, por supuesto, en el desarrollo de las naciones. En el contexto de este trabajo el conocimiento al que nos referiremos es el científico y tecnológico o, para precisarlo mejor, de acuerdo con Echeverría (2003), hablaremos de conocimiento tecnocientífico, y en tanto constituye la base de la nueva economía, la economía informacional, la actual es denominada la sociedad del conocimiento y una de sus características más relevantes, y tal vez la más, es el fenómeno de la globalización, o de las globalizaciones, con lo cual ponemos en evidencia que la única globalización no es la económica, sino también la del conocimiento (tecnocientífico), por lo que también la podríamos denominar tecnoglobalización, así como también hay globalización de la cultura, o la de las finanzas, o la del comercio, entre otras.
El asunto de fondo es que la tan pretendida globalización del conocimiento parece que realmente no está ocurriendo y que, por el contrario, la tecnoglobalización está influyendo de manera crítica en el desarrollo de las naciones periféricas, y de manera muy positiva, en las economías de mayor desarrollo, razón que presupone el reto de enfrentar los factores de impacto que atentan contra los procesos de innovación de las naciones periféricas que obligan a repensar los sistemas de innovación nacionales o, mejor aún, los regionales, en términos de superar estas barreras y reorientar los esfuerzos de innovación en concordancia con las necesidades específicas de una región y atendiendo las posibilidades reales que dicha tecnoglobalización permite.
Con el presente trabajo me he trazado los siguientes propósitos fundamentales en relación con el tema propuesto en el título:
– Ofrecer una posición crítica frente al fenómeno de la globalización económica, dado que, en cierto modo, entraña un nuevo tipo de imperialismo, un neocolonialismo regresivo a una nueva época feudal, en donde la fuente nutricia es el conocimiento y cuyo motor es el mercado donde se paga tributo al poseedor de los recursos financieros y de tecnología, por ejemplo, a través de los derechos de propiedad intelectual
– Hacer una rápida exploración del concepto de tecnociencia y de cómo el conocimiento tecnocientífico ha dado lugar a la revolución informacional en cuyo seno ha surgido la sociedad de la información y del conocimiento, y en donde estos últimos constituyen el marco para un nuevo modelo de sociedad o, si se quiere, de una nueva economía, la denominada economía del conocimiento (e-conomy).
– Mostrar como el conocimiento científico y tecnológico, cualquiera que sea la fuente, en cuanto a su producción y representación está íntimamente ligado a la informática, lo cual constituye un factor que, sin duda, facilitaría su globalización
– Dar cuenta de que existe una gran multitud de factores críticos que constituyen barreras contra la expansión real (globalización) del conocimiento con fines sociales y de impulso al desarrollo de las naciones periféricas; lo cual evidencia que si el conocimiento no es un bien público, difícilmente podemos asistir al fenómeno de la globalización del conocimiento tecnocientífico. Demostar esto es, quizás, el objetivo principal de los que se han planteado en este trabajo.
– Evidenciar algunos de los impactos, positivos y/o negativos, que la globalización económica, ejerce sobre el desarrollo de la ciencia y la tecnología y los sistemas de innovación en las sociedades periféricas.
– De acuerdo con lo anterior, sustentar la necesidad de reorientar los esfuerzos de innovación, identificando los impactos y restricciones de la globalización y proponer algunas recomendaciones prácticas en este sentido.
Para el desarrollo de los objetivos planteados conviene dar respuesta a algunos interrogantes que surgen precisamente de los análisis que deben realizarse para cumplir con ellos, lo cual se hará a lo largo del trabajo, al final del cual esperamos satisfacerlos adecuadamente:
– ¿ Es posible, en la forma como se está dando la globalización de la economía, hablar de globalización del conocimiento?
– ¿Consecuentemente, podemos afirmar que la globalización económica implica necesariamente la globalización del conocimiento, es decir, es una consecuencia "natural"?
– ¿ O será más bien la globalización del conocimiento la que apalanca la de la economía? Hay interdependencia entre ellas?
– ¿En relación con el mundo globalizado de hoy, cuál es la naturaleza o carácter del conocimiento (tecnocientífico): se trata de un bien o de un mal?
– ¿ Suponiendo, en gracia de discusión, que el conocimiento fuera un bien, que de por sí es lo que enseña el sentido común y es lo que pregonan los científicos modernos, se tratará entonces de un bien público o de un bien privado?
– ¿Cuáles serían las consecuencias, positivas o negativas, para una sociedad periférica, en un caso u otro?
– ¿Suponiendo que el conocimiento fuera, en principio, un bien público, cuál es el tratamiento real que se le otorga en la nueva economía: como bien público o como mercancía?
– ¿Cómo impacta la globalización económica, y el tratamiento que en ella se le da al conocimiento, a la ciencia, la tecnología y la innovación en las sociedades periféricas?
– ¿Qué se debe tener en cuenta y de qué manera se deben reorientar los esfuerzos en torno al desarrollo de la ciencia y la tecnología y la innovación en los países periféricos, en relación con los impactos y restricciones de la globalización?
– ¿Cómo enfocar, entonces, la producción de conocimiento tecnocientífico?
Como hipótesis del presente trabajo se plantea que debido a la brecha existente entre las sociedades del mundo contemporáneo, agudizada por la globalización, con respecto de los niveles de desarrollo tecnocientífico, la innovación regional y local, debe tener una orientación acorde a las necesidades específicas de una región o territorio. La hipótesis anterior se fundamenta en dos planteamientos básicos:
– No es clara la posibilidad real de la globalización del conocimiento, y ni siquiera de la información, en sentido estricto, en razón de que tanto la información como el conocimiento no parecen ser tratados como bienes públicos, a pesar de las proclamas de los pregoneros de la globalización de la economía y sus bondades. Si su naturaleza no es la de un bien público, su globalización sería una utopía.
– En razón de lo anterior, un sistema nacional o regional de innovación tiene que enfocarse en términos del desarrollo de la nación o la región, pero por la vía de la creación de conocimiento a la medida de sus necesidades particulares y nunca con la pretensión de cerrar la brecha en relación con los países con economías más desarrolladas y con altos índices de desarrollo tecnológico
El contexto de la incertidumbre
Los fenómenos conocidos como globalización ( o habría que decir mejor, mundialización? O internacionalización? o universalización?) y la revolución de las nuevas tecnologías (particularmente las nuevas tecnologías de la información y de las comunicaciones, TICs, como también se les denomina), a la que le cabe el término más preciso de revolución informacional y en cuyo seno ha emergido la sociedad del conocimiento, y que a su vez es la estructura que soporta, impulsa y dinamiza la globalización misma de la economía, constituyen los de mayor impacto para la vida y el desarrollo de la humanidad en nuestros días. En relación con la globalización económica se evidencia una dominante tendencia a la liberalización del comercio, expresada de manera concreta en la conformación de organismos internacionales o regionales concebidos con este propósito así como en los tratados comerciales, hoy en auge.
La globalización, o globalizaciones (a lo que nos referiremos más adelante), o mundialización, o cualquiera que sea la denominación que se adopte, poseen una dinámica propia y de intrincadas complejidades que conducen invariablemente al aumento de la interdependencia en el mundo actual, pero paralelamente esta situación suscita una serie de interrogantes en torno al futuro del mundo, lo que crea un contexto de incertidumbres ante algunos episodios caóticos en la manera como se van conectando los hilos de la red económica que se está tejiendo, en donde unas naciones son las que están hilando y las otras, las periféricas no les queda más que adherirse a ella o sucumbir. El caos y la incertidumbre consecuente surgen inevitablemente y ocasionan también, de manera paradójica, tendencias autárquicas, aislacionistas, en contravía de esa inevitable marcha hacia la cada vez más pequeña "aldea global".
Por otra parte, este fenómeno nos obliga a asistir al debilitamiento del Estado–nación, tributario de las formaciones supranacionales y la globalización que limitan el campo de acción de la soberanía, por una parte, y por la otra, tributario también del emergente poder local que asume buena parte de sus funciones regulatorias y de control. El Estado nacional tradicional ha tenido que ceder parte sustancial de su poder (incluso en los ámbitos político, militar y económico) hacia fuera de sus fronteras y dentro de las mismas, lo que ha generado "creciente incapacidad de las formas democráticas del Estado-nación para representar a los ciudadanos a la vez en la gestión de lo global (donde reside el poder) y en la preservación de lo local (donde vive la gente)" (Castells, 2002).
Vivimos, entonces, en una era de turbulencias e incertidumbre, la era del capitalismo informacional cuya fuerza productiva no tiene precedentes y está basada en la globalización y en la innovación que se produce desde la revolución tecnológica; "más que nunca (el capitalismo informacional) está incorporado en la cultura y en la tecnología. Pero esta vez, tanto la cultura como la tecnología dependen de la capacidad del conocimiento y la información para actuar sobre el conocimiento y la información en una red recurrente de intercambios globalmente conectados" (Castells, 1998). No resulta aconsejable, entonces, desentenderse de la creciente ola de internacionalización e interdependencia en que vivimos.
Los países periféricos se ven abocados, por consiguiente, a actuar dentro de la realidad de la globalización y la revolución tecnológica y dotarse de capacidad de reflexión y transformación social y política, y de conocimiento e información para actuar sobre el conocimiento y la información de modo recurrente, con el fin de poder confrontar las poderosas fuerzas que tienden a excluirlos o colocarlos en la deleznable condición de poner a los trabajadores genéricos (que desempeñan funciones de baja agregación de valor y que son esencialmente prescindibles y viven en la zozobra de la amenaza permanente de la pérdida de sus empleos) sobreexplotados, de los que se puede prescindir en cualquier momento.
Aparece aquí otro elemento que explota al máximo esa interdependencia; se trata de la exportación de ciencia y tecnología a naciones periféricas lo que ha sido visto recientemente como otra forma de imperialismo de Occidente, un medio de mantener colonias bajo el yugo de Europa y Estados Unidos, e incluso del Japón. Los componentes intelectuales e ideológicos de las exportaciones de ciencia y tecnología han tenido un efecto devastador sobre el conocimiento local y las formas de entendimiento, a menudo hasta el detrimento de las naciones (Gregory and Miller, 1998), consolidándose estrechos lazos de tecnodependencia difíciles de romper. En estas condiciones un país periférico tiene que decidir si tiene I+D en tecnologías de punta o emergentes o si opta mejor por hacer apropiación, adaptación, reconversión, licenciamento, etc. de tecnología.
En relación con el conocimiento científico-tecnológico, la producción tradicionalmente ha sido llevada a cabo por las naciones altamente industrializadas y en donde la prosperidad misma de la nación se ha ligado a este hecho. Esto se evidencia con las inversiones que en ciencia y tecnología se hacen por parte de sus gobiernos, usualmente medida en términos de porcentaje del PIB, que es significativamente alta en comparación con las naciones periféricas, en donde no alcanza a sobrepasar el 0.5% en décadas. Otro elemento ha considerar es que la capacidad innovadora en esas naciones industrializadas es muy alta, lo cual se pone de manifiesto en sistemas de innovación nacionales, sólidos y consolidados. En términos mundiales, la producción científica se globaliza mediante los medios de comunicación, a través de actividades de difusión de la información en publicaciones especializadas o en programas de divulgación científica y tecnológica. El núcleo de la producción como hecho global se centra, entonces, en la información más no el conocimiento. Usualmente no se hace distribución ni transferencia del conocimiento científico, pero sí, eventualmente, de tecnología, como producto del desarrollo científico.
Un acercamiento al concepto de tecnociencia
El estudio de la historia de la humanidad da cuenta de tres (3) revoluciones industriales: la primera revolución sucedió en Inglaterra y permitió el paso de una sociedad feudal a una industrial, con la máquina de vapor; la segunda, fue la revolución de la ciencia, la tecnología e industria y permitió la transición a una sociedad científico-industrial; la tercera es la revolución informacional, que puede ubicarse en los finales del siglo XX y principios del XXI, y ha permitido la puesta en escena de la denominada sociedad del conocimiento y de la información. La génesis de la revolución informacional se da hacia principios de los años 80´s, pero su fundamento se da con la que denominaremos revolución tecnocientífica, que hace su aparición en los años 50´s del siglo pasado, con los EE UU como su mejor exponente, a partir del terreno militar de la posguerra, lo que hace que el concepto de tecnociencia, que luego referenciaremos, esté asociado al surgimiento de dicho país como una gran potencia, y se convierte en un requisito para el logro de victorias militares. En general, podríamos afirmar que a lo largo del siglo XX se produce una gran revolución en la ciencia y la tecnología, una revolución tecnocientífica.
La tecnociencia es una condición necesaria para permitir el poder económico y militar, y esta podría ser una razón por la cual los países más poderosos son los que exhiben altos estándares de desarrollo tecnocientífico e informacional. En otras épocas, la curiosidad y la búsqueda de conocimiento estaban en la base de la ciencia moderna, pero hoy en la lucha por el poder, la tecnociencia se constituye en su motor. Es decir, la revolución tecnocientífica se erige como el motor de un cambio social y económico más profundo, la revolución informacional. Así como la ciencia fue vital para la sociedad industrial, la tecnociencia lo es para la sociedad informacional.
De acuerdo con Echeverría (2003), la tecnociencia se caracteriza ante todo por la emergencia, consolidación y desarrollo estable de un sistema científico-tecnológico que da lugar a un "nuevo modo de producción de conocimiento". Uno de los factores característicos de la tecnociencia es la instrumentalización del conocimiento científico-tecnológico, con lo cual el avance de la ciencia deja de ser un fin en sí mismo para convertirse en un medio para otros fines. Hemos venido hablando de conocimiento tecnocientífico, o simplemente de tecnociencia, y no de conocimiento científico y tecnológico, o simplemente de ciencia y tecnología, por considerarlo más apropiado. Al respecto, conviene hacer una aproximación más formal a la noción de tecnociencia, por lo cual traemos a colación a Quintanilla (1981) cuando plantea que "una realización (o aplicación) tecnológica es un sistema de acciones regladas, industriales y vinculadas a la ciencia, llevadas a cabo por agentes, con ayuda de instrumentos, e intencionalmente orientada a la transformación de otros sistemas con el fin de conseguir resultados valiosos, evitando consecuencias y riesgos desfavorables", a diferencia del conocimiento científico, que usualmente se expresa mediante enunciados, leyes o fórmulas matemáticas
El conocimiento tecnocientífico, su producción, su representación y su relación con la informática
Hemos sostenido que la globalización económica ha sido posible gracias a la revolución informacional, la cual a su vez tiene como base la tecnociencia. Ahora se hace necesario conocer un poco acerca de la producción del conocimiento tecnocientífico, la manera como se representa y su relaciona con la informática. Retomando, de nuevo a Quintanilla (1981) un ingeniero, un inventor, un innovador y un diseñador, frente a un problema imaginan una solución (tecnocientífica) y conciben previamente lo que quieren hacer y lo representan antes de llevarlo a cabo. Dicha representación puede ser mental, por escrito, materialmente, gráficamente, o de cualquier otro tipo. El surgimiento de la tecnociencia ha sido posibilitado gracias a la aparición de un nuevo y poderoso formalismo: la informática. Por ello se dice, entonces, que la tecnología está más vinculada a la sociedad informacional que a la sociedad industrial (que también es tecnología).
A diferencia del conocimiento científico, que usualmente se expresa en términos de enunciados, leyes o fórmulas matemáticas, el diseño de los artefactos técnicos se hace mediante imágenes y lenguajes simbólicos específicos. Las representaciones tecnológicas no son lingüísticas sino ideográficas. Ahí radica la importancia de la informática para el surgimiento de la tecnociencia: los computadores no solo representan los enunciados, las leyes y las fórmulas sino también las imágenes, los esquemas y los diagramas. Se evidencia, entonces, que la síntesis del conocimiento científico se produce ante todo mediante lenguajes informáticos que no sólo usan bits sino también pixels. Es por ello que se afirma que la tecnociencia tiene su formalismo, y este es la informática o, dicho de otra manera, la informática es el soporte estructural de la tecnociencia. Si la ciencia moderna se apoyó en las matemáticas, su formalismo estructural, la tecnociencia, por su parte, requiere un formalismo adicional, la informática, la cual permite representar y simular diferentes tipos de acciones y lo hace de una manera recursiva. Con la ciencia y la tecnociencia hemos observado el tránsito de una representación apoyada en las matemáticas a una representación basada en herramientas informáticas.
La mediación de la informática es uno de los principales requerimientos del surgimiento de la tecnociencia. De hecho, en la actualidad, la gran mayoría de las tecnociencias dentro del concepto de pluralidad de la tecnociencia que maneja Echeverría (tecnomatemáticas, tecnoastronomía, tecnofísica, tecnoquímica, tecnomedicina, tecnobiología, tecnogeología, tecnociencias sociales etc.) están informatizadas. En la transición de la ciencia a la tecnociencia no sólo cambia el tamaño sino la forma, y no sólo la forma de representar el conocimiento sino especialmente la forma de accionar científicamente. Intentado sintetizar toda esta noción relativa a la tecnociencia, digamos que ésta se caracteriza porque las acciones científicas, en muchas ocasiones, dan lugar a acciones tecnológicas al quedar enmarcadas dentro de un sistema de ciencia y tecnología, el cual constituye una de las principales tecnologías sociales de nuestra época.
Tecnociencia y sociedad de la información y del conocimiento
Hemos venido hablando acerca de la tecnociencia, como sustrato de la globalización y seguidamente de la revolución informacional como la posiblilitadora de un nuevo modelo de sociedad y en todo ello aparece implícito o explícito el término información. Hoy asistimos ya no a la industrialización del conocimiento sino a una nueva sociedad, la de la información y el conocimiento. Desde las 2 últimas décadas del siglo XX gracias a la tecnociencia, el conocimiento adquiere una extraordinaria significancia, un nuevo status económico y social, y puede ser validado y contrastado, de la manera como se hacía con la ciencia.
La información y el conocimiento pasan a ser una nueva forma de riqueza y poder. El conocimiento científico emerge como un bien básico para las grandes empresas y agencias de poder. La economía basada en el conocimiento, o economía informacional como también la denominan algunos, se fundamenta en el hallazgo, elaboración y comercialización de yacimientos de conocimiento (Echeverría, 2003), en lugar de controlar, acumular y manufacturar materias primas como se hace en la economía industrial. Puesto que el conocimiento emerge como la nueva forma de riqueza y poder, los poderes económicos, políticos y militares tienden a apropiarse del conocimiento generado por las agencias y departamentos de investigación, desarrollo e innovación. Más aún, direccionan el esfuerzo de estos entes y condicionan el tipo de conocimiento que será producido. Vemos, entonces, que el tránsito de la ciencia a la tecnociencia se produce con al emergencia de la sociedad de la información y el conocimiento. Ello hace que el sistema de ciencia y tecnología de una nación se generalice a todos los ámbitos de la ciencia y la tecnología. De esta manera, los pequeños proyectos de investigación e innovación pasan a tener gran importancia, siempre que sean concebidos, diseñados y gestionados en concordancia con el nuevo modelo de organización de la actividad tecnocientífica.
De acuerdo con lo anterior vemos la emergencia de un nuevo modelo de sociedad, una nueva estructura social al amparo de la nueva economía. Hemos visto como la revolución tecnocientifica ha dado lugar a la revolución informacional, una de las revoluciones tecnológicas más extraordinarias de la historia, sino la más importante (Castells, 1999): "es una revolución centrada en las tecnologías de la información y la comunicación (TICs), lo que la hace mucho más importante que la revolución industrial en cuanto afecta el conjunto de la actividad humana. Todo lo que hacemos, la organización social y personal, es información y comunicación. Esta enorme transformación modifica absolutamente todo lo que hacemos, desde las maneras como producimos hasta los modos como consumimos, vivimos, morimos y hacemos el amor…Aún más, hay otra revolución considerada distinta pero íntimamente relacionada, la biológica de la ingeniería genética, revolución de la información porque a fin de cuentas trata de la reprogramación de los códigos de información de materia viva. Con la transformación de la capacidad de computación interactuando con el avance de la ingeniería genética, se amplifican exponencialmente los dos tipos de desarrollo tecnológico…Por supuesto, la revolución tecnológica no determina el cambio histórico contemporáneo; pero su importancia es decisiva, y más en una tecnología tan poderosa que amplifica y hace posibles procesos sociales, económicos, culturales y políticos, hoy en día imposibles sin dicha tecnología. Un claro ejemplo de la relación entre proceso social y nueva tecnología es el de la globalización de los mercados financieros ya que sin la actual tecnología de procesamiento de la información sería imposible su mundialización, esa dimensión tan importante de la globalización con la que hoy día tienen que trabar relación todos los países del mundo. Se trata de una extraordinaria revolución tecnológica cuyos efectos están socialmente abiertos, pero cuya presencia amplifica y profundiza los efectos de las prácticas sociales, de la economía a la política. Si las sociedades asumen la tecnología informática con el cuidado necesario, su presencia puede redundar en una revolución liberadora; si lo hacen descuidadamente puede degenerar en una revolución extraordinariamente destructiva… De otra parte, está la transformación de la economía, con el sello característico del capitalismo inscrito en la lógica de producir para aumentar los márgenes de dividendos…"
Para finalizar este apartado digamos que el sector ETI (Electrónica, Telecomunicaciones e Informática), en general, y las TICs (Tecnologías de la Información y las Telecomunicaciones), en particular, constituyen hoy por hoy el pilar fundamental de la globalización, que no solo le dieron origen sino que no sería concebible con aquellas y como fenómeno conexo relacionado son el soporte del establecimiento de la sociedad del conocimiento, la cual, aunque está basada en la información, va más allá de la simple acumulación y transporte de ésta, y proporciona un tratamiento inteligente para apoyar la toma de decisiones y obtener servicios con algún valor agregado, una característica común de los bienes y servicios basados en tecnología y conocimiento, propios de la nueva economía.
Globalización o globalizaciones?
La globalización es, sin lugar a dudas, el resultado de la expansión hasta los confines del planeta del capitalismo, pero es también, y sobre todo, un proceso que pretende evitar, disgregar y, por último, eliminar las fronteras físicas y reglamentarias que traban la acumulación a escala mundial del capital (García, 2002). La globalización queda así inscrita en una dinámica, secular, de progresivo sometimiento del espacio público y del orden social a la ley del capital, esto es, a la ley de la incensante acumulación. De ello no escapan las políticas de ciencia y tecnología, subordinadas como las que más a esta dinámica ni, por supuesto, el conocimiento tecnocientífico.
Históricamente, podemos ubicar la creación de la política denominada de la "globalización económica" o "globalización capitalista" (Roel, 1999) hacia los años en que se desintegró la Unión Soviética y el mundo que lideraba (1989-1991), es decir, uno 10 años después del inicio de la revolución de la información que generó la irrupción del PC, hacia 1980. Esta política o modelo, de acuerdo con Roel fue concebido y diseñado en los altos círculos de los países más poderosos del mundo, y su implementación y difusión fue asumida tanto por los organismos financieros internacionales, cuanto por las reestructuradas grande corporaciones transnacionales que operan por todo el mundo (a las cuales hoy se les llama globalizadas). La idea central del modelo que se estableció de esta manera radica en que, al disolverse la unión de los países agrupados en torno de la antigua URSS, debía crearse una nueva y única economía que abarcara todo el planeta; la misma giraría en torno a los países más poderosos y centrales, a los que se empezó a denominar como de economía capitalista avanzada. En un segundo nivel, tras los países centrales, operarían los países emergentes, respaldados por una fuerte industria (básicamente heredada de la segunda revolución industrial); luego estarían los países o regiones pobres, desindustrializados, con una producción primaria y con una extensa industria artesanal de baja productividad. Finalmente, en cuarto nivel, quedan los países o regiones marginados. A estos dos últimos niveles, algunos teóricos los denominan países periféricos, con lo cual podríamos hablar realmente de tres niveles o anillos de países: los de economía desarrollada, los de economía emergente y los de economía periférica.
La producción de conocimiento tecnocientífico queda, entonces, influenciada por las características que definen el proceso de globalización: el fin de controles de cambios, un mercado financiero a nivel mundial funciona en tiempo real debido a las innovaciones y el progreso en la transmisión de la información; la organización de empresas en estructuras a nivel mundial omitiendo las fronteras nacionales; la transmisión instantánea de la información; la comprensión a cargo de los habitantes de que ciertos problemas fundamentales de hoy en día son fundamentalmente transnacionales, como es el caso de la protección de la capa de ozono.
Es evidente que la globalización presenta sus mejores resultados en sectores básicos y dinámicos de la economía mundial como las telecomunicaciones, la informática, el comercio internacional y las finanzas, con la consiguiente repercusión en casi todas las actividades económicas. Pero, sin duda, en donde la globalización se manifiesta más claramente y con resultados posiblemente más espectaculares es en el mundo de las tecnologías de las telecomunicaciones y de la información (TICs), donde los rápidos avances de la tecnología y la necesidad y avidez por estar mejor informados y comunicados nos han llevado a vivir un aparente mundo sin fronteras. Pero es en el sector financiero donde la globalización y sus efectos dispares y contradictorios se manifiestan con mayor virulencia, agudizando las contradicciones económicas entre los países desarrollados, en donde la riqueza y la renta se concentran como nunca en la historia, y los países periféricos, en donde se incrementan de manera abrumadora los niveles de pobreza, marginación, exclusión, explotación y dependencia cultural, política, económica y tecnológica.
Antes de pasar a explorar la naturaleza pública o privada, o de mercancía, del conocimiento digamos, en relación con la economía actual, que esta nueva economía se fundamenta en tres aspectos (Castells, 1999, pág. 6): es una economía informacional (esto es, su motor es la revolución informacional); es una economía que funciona en redes (funcionamiento con base en redes de relación internas); y es una economía globalizada (condición de economía global), de lo que ya hemos hablado anteriormente. Finalmente, hay cuatro términos que caracterizan el fenómeno de la globalización: la interconexión (gracias a las TICs), la interdependencia (de las relaciones), la interdisciplinariedad, y la desregulación (tendencia) los cuales a su vez caracterizan los procesos de innovación y, por supuesto, la definición y estructuración de un sistema nacional de innovación. Es la esfera de la economía la que más pronto vislumbró y asumió este nuevo escenario; pero hoy en día las demás esferas sociales y culturales están ya imbuidas en él. Podemos decir con Manuel Castells, en relación con el hecho de que ya estamos imbuidos, para bien o para mal, en una economía global que "todos los procesos trabajan como una unidad en tiempo real a lo largo y ancho del planeta. Esto es, una economía en la que el flujo de capital, el mercado de trabajo, el proceso de producción, la organización, la información y la tecnología operan simultáneamente a nivel mundial".
El carácter no público del conocimiento o el derrumbe de la utopía
A pesar de que los pregoneros de la globalización la proclaman como panacea para resolver todos los males de las maltrechas economías de los países de bajo nivel de desarrollo, aquella no ha permitido una real "globalización de la tecnología" y, menos aún de la ciencia y antes que cerrar la brecha entre las sociedades desarrolladas y las periféricas, por el contrario, la abre aún más. Podemos hablar, eso sí, que el mundo asiste a una globalización, sin precedentes, de la información más no del conocimiento. Por ejemplo, se tiene la información (de divulgación) acerca del genoma humano, pero no al conocimiento científico clave de cómo manipular un gene determinado para prevenir la aparición de determinada enfermedad ni de las tecnologías requeridas para ello; esto para hablar de un hecho científico. En materia de tecnología en donde, por ejemplo, en el caso de la electrónica de semiconductores se dispone de la información necesaria para utilizar determinado chip (circuito integrado) en el diseño y fabricación de un equipo electrónico, pero no se tiene acceso o se restringe el conocimiento sobre la tecnología para fabricar el chip mismo.
En lo sucesivo, cuando nos referimos al conocimiento en la era de la globalización, lo estamos haciendo específicamente al conocimiento tecnocientífico. Tradicionalmente el conocimiento había sido considerado un bien epistémico (Echeverría, 2003), de tal suerte que el conocimiento es concebido como un bien independiente de si es aplicable o no, es decir, sin considerar su utilidad práctica. Con la tecnociencia, por otra parte, la información y el conocimiento siguen siendo bienes epistémicos pero dan paso a bienes tecnológicos, militares, económicos y políticos. Dicho de otro modo, el conocimiento pasa a ser valorado en función de nuevos sistemas de valores, propios de la época. Desde un punto de vista axiológico, la tecnociencia siempre ha de tener en cuenta, como mínimo, tres sistemas de valores: epistémicos, técnicos y económicos, en contraposición a la ciencia, que usualmente tenía en cuenta sólo valores epistémicos. Consecuentemente surgen dudas sobre la bondad universal (bien) de dicho conocimiento. A manera de ejemplo, podemos plantear que un descubrimiento científico (conocimiento científico) con valor estratégico en el campo energético, como sería el caso de nuevas formas de producción de energía, en una central nuclear, constituye un bien indudable para quienes poseen dicho conocimiento, pero a la vez es un mal para aquellos que no lo poseen o para quienes tienen que soportar las consecuencias de su aplicación (conocimiento tecnológico) por su mal uso, o por la falta de previsión frente al riesgo que su operación implica. El accidente de la central nuclear de Chernobyl en la antigua Unión Soviética es una buena muestra del mal ocasionado para quienes defendieron a ultranza las bondades de este tipo de energía y creyeron que el conocimiento asociado siempre iba a ser un bien para la humanidad al resolver un problema de la crisis energética. De este modo, el conocimiento tecnocientífico habría de ser un bien desde unos puntos de vista y un mal desde otros.
Como puede apreciarse, no puede afirmarse categóricamente que el conocimiento tecnocientífico sea un bien en sí mismo, per se, porque todo va a depender de la óptica de quien hace uso de él o de quien carece de él, y/o se ve afectado negativamente por su aplicación. El ámbito militar nos da buenos ejemplos de ello (Echeverría, 2003 ). En todo caso la percepción en torno al conocimiento como un bien o como un mal es relativa pero es claro que no siempre será un bien. Suponiendo ahora, en gracia de discusión, que para efectos de determinar si es posible la globalización del conocimiento tecnocientífico, partimos de la base de que efectivamente es un bien, queda por resolver la cuestión de si dicho conocimiento tiene carácter público, es decir, si es un bien público. En caso de que lo sea, podemos admitir que será posible la globalización del conocimiento, y que por consiguiente dejará de ser una utopía para convertirse en una realidad. Lo que sigue ahora es evidenciar si existen situaciones que inciden sobre el conocimiento en el sentido de impedir (o posibilitar) que pueda ser tratado como un bien público. El asunto es que estamos asistiendo, no tanto a una globalización económica, sino a una mundialización de los mercados, de la libertad de capitales para circular o invertir. El tránsito hacia el nuevo modelo de economía y de sociedad, una sociedad emergente: la sociedad del conocimiento, está conduciendo a una mundialización absolutamente desigual que impide, entonces, que se de el fenómeno de la globalización del conocimiento tecnocientífico; es decir, no se está cumpliendo la condición central que hace posible la existencia de la sociedad del conocimiento, esto es, el libre acceso, la circulación sin restricciones y la difusión del mismo en todas las naciones (periféricas o no) para facilitar su progreso o desarrollo económico y social.
Por otra parte, la valoración de la tecnociencia como un bien (o un mal) depende en buena medida del entendimiento público de temas científicos. Según la escala de valores, las personas pueden pensar que se trata de un "bien" o de un "mal". Muchas veces la percepción generalizada es que la ciencia y la tecnología pueden implicar peligros, riesgos, especialmente cuando se hace referencia a hechos o problemas como la bomba atómica, las centrales nucleares, el calentamiento global, etc. y también que la posesión de información y conocimiento, en especial en esta época de la sociedad de la información, significa poder, expresado en dominación, sometimiento y dependencia. Pero de manera similar, el poder también lo tiene el consumidor, cuando está bien informado o está en posesión de algún conocimiento estratégico, dado que puede ejercer presión comprando o boicoteando. En su Science as Power, Stanley Arowitz hace una crítica de la forma en la cual "las prácticas científicas promueven un universo en el cual la dominación de la naturaleza está ligada a la dominación de los humanos". El habla de "la imputación a la naturaleza de características que son nada más que la objetivización de la tabla de organización del mundo social". Como la ciencia se utiliza para justificar relaciones de poder, ella tiene su propio poder. De acuerdo con Arowitz, "el poder de la ciencia consiste, en primer lugar, en su confluencia de conocimiento y verdad".
Los vínculos entre la ciencia y el poder son anteriores a la tecnociencia, ya que aparecieron a finales del siglo XIX dado que las comunidades científicas siempre han procurado incidir en ámbitos políticos con dos objetivos esenciales: obtener financiación y mostrar (al público) la utilidad social y política (el bien) de sus investigaciones (prestigio del país, modernización, solución a grandes problemas sanitarios, nutricionales, agrarios, industriales, etc.). Esto vale tanto para las comunidades de ingenieros y tecnólogos que se han consolidado como expertos, asesores y profesionales especializados de gran prestigio social, tanto en ámbitos académicos, como políticos y empresariales. Así se constituye en los siglos XIX y XX lo que Sánchez Ron (1992) ha denominado "el poder de la ciencia", un pensamiento que oscila entre aquél que reza "el conocimiento es poder" y "el poder del conocimiento". El conocimiento científico es un medio de poder para lograr transformaciones, pero un sistema de ciencia y tecnología pretende lograr desarrollo tecnológico e innovación.
En el nuevo modelo o paradigma de economía mundial, se tiende a observar claramente la globalización económica como la más evidente de las globalizaciones y pareciera que condujera, per se, a la globalización del conocimiento, pero debemos dejar en claro, que la existencia de la primera no implica la aparición o consolidación de la segunda. Una breve exploración a esas probables situaciones nos conducen a evidenciar que, efectivamente, existen factores que inciden para favorecer el carácter no público del conocimiento, especialmente en los países desarrolladores de ciencia y tecnología. Veamos:
– La financiación privada de la investigación científica y tecnológica, que en muchos países es un alto porcentaje en relación con la inversión pública, hace que los resultados (productos) de dicha investigación reciba un tratamiento privado.
– La financiación pública de la investigación, se orienta en gran medida con propósitos militares (militarización de la producción de la tecnociencia)
– Cuando se financia los proyectos de desarrollo tecnocientíficos con fondos estatales se hace con propósitos de dominación y supremacía política (por ejemplo, cuando la carrera espacial con EEUU vs la URSS en la década de los 60s)
– Los resultados de la investigación tecnocientífica se convierten en mercancías, bajo la égida de la economía de mercado, y en lugar de comunicarse libremente y hacerse público, sin restricciones, en las revistas especializadas, se transforman en propiedad privada desde las primeras fases de la investigación, en unos casos, y, en otros, se les clasifica como top secret y se restringe radicalmente su publicación o se impide la misma, un fenómeno agudizado por los acontecimientos terroristas del infame 11 de noviembre.
– El conocimiento tecnocientífico de hoy, en tanto recibe tratamiento de mercancía, está generalmente guiado por valores económicos, lo cual sólo ocurría muy ocasionalmente en la ciencia
– La financiación pública de proyectos pequeños en las universidades privadas se da siempre que ofrezcan expectativas de innovación en tecnologías militares, con lo cual se cercena la posibilidad de que sea justamente la universidad uno de los motores que promuevan la universalización del conocimiento.
– El conocimiento y las habilidades tecnocientíficas no sólo tienen un carácter creativo (bien), como ya hemos visto, sino también destructivas (mal). Es paradójico, pero la ‘tecnología destructiva’ es una componente indispensable de la nueva actividad tecnocientífica, por lo que es difícil continuar afirmando que el conocimiento es un bien en sí, como muchos científicos acostumbraban a decir, lo cual implica que si no puede afirmarse, en términos absolutos que sea un bien, menos aún se podrá catalogar como un bien público. Consecuentemente si no es un bien público, no permite cumplir con la condición central de la universalización del conocimiento, es decir, con el libre acceso, la circulación sin restricciones y la difusión del mismo en todas las naciones (periféricas o no)
– La política internacional se realiza en términos de relaciones de poder, tal y como nos lo enseña la historia, y ello rompe con la venerable tradición internacionalista de la ciencia moderna, tal como ocurrió a finales del siglo XIX y durante la primera década del XX.
– Las empresas de alta tecnología transfieren a otras empresas o países del mundo, dentro de la ola globalizadora, parte de los medios de producción de nuevas tecnologías, pero nunca transfieren la dirección y el diseño. Así ha ocurrido con las transferencias de tecnología de varias firmas europeas que se han establecido en China y han montado allí sus plantas de producción. Es decir, no se trata de una transferencia tecnológica real.
– En relación con los países periféricos, y teniendo en cuenta la situación anterior, no se han dado reales procesos de transferencia de tecnología porque ha primado el mantenimiento de condiciones de ‘tecnodependencia’
– Las diferencias evidentes entre el internacionalismo de los científicos modernos, que propugnan por el tratamiento del conocimiento como bien público, y la transnacionalidad de las actuales empresas tecnocientíficas que, por su parte, promueven el tratamiento del conocimiento como bien privado, y como mercancía.
– Algunos pensadores afirman que la expansión de la tecnociencia de los países desarrollados se presenta como una nueva forma de colonización, centrada en la apropiación y la comercialización del conocimiento, más no de los recursos naturales necesarios para la industria por lo que se habla, entonces, de tecnocolonialismo, para distinguirlo del colonialismo europeo de la época científico-industrial
– Si asumimos el conocimiento como un bien, en la nueva economía su tratamiento es el de un bien mercadeable (mercancía) que se somete a las reglas del juego de la economía de mercado: las leyes de oferta y demanda, pero ello no garantiza que adquiera la categoría de público, en parte por razones de costos y en parte por razones de barreras asociadas a derechos de propiedad. Como consecuencia, el conocimiento queda sujeto a financiación en los mercados de capitales, como cualquier empresa, lo que hace que su producción sea dinamizada por la iniciativa privada y no precisamente con fines sociales plausibles.
– A diferencia del conocimiento científico que pretendía conocer mejor la naturaleza para poder dominarla mejor, el conocimiento tecnocientífico se orienta hacia la transferencia, el control y hasta el dominio de las sociedades y de los seres humanos. En este sentido, la tecnociencia emerge como una nueva modalidad de poder que se plasma en la forma como se organizan los sistemas de ciencia y tecnología, de innovación y las políticas en la materia en los diferentes países. Por ello, se relaciona estrechamente con el poder político, económico y militar, en razón, además, de que los empresarios, los políticos y los militares dependen de la tecnociencia para incrementar su poder. Siguiendo con Echeverría (2003), la tecnociencia genera poder porque incrementar las diferentes capacidades de acción es bueno, luego la tecnociencia se erige, así, como bien empresarial, político y militar. De acuerdo con esto, se podría afirmar, incluso, que el bien principal no es, en modo alguno, el conocimiento sino la capacidad de acción.
– Las incertidumbres del conocimiento tecnocientífico son una barrera a la apropiación del conocimiento y al logro no solo de una adecuada percepción pública de la ciencia y la tecnología sino de buenas actitudes frente a ellas, en razón de que usualmente este conocimiento sólo se maneja dentro del discurso, generalmente privado, y erudito, de los científicos e ingenieros. Es decir el no entendimiento público de la ciencia es otro elemento que bloquea la posibilidad de la globalización del mismo
– Consecuentemente con lo anterior se dan situaciones en donde los grupos de presión u opinión públicos ven la ciencia como un obstáculo para el desarrollo en lugar de un facilitador lo cual retrasa la implementación de políticas o bloquea el flujo de fondos estatales para la investigación. Esto evidencia que el entendimiento público de la ciencia y la tecnología representan un tema que implica una presión y un reto intelectual enormes; un tema en donde la sociología del conocimiento tecno-científico tiene mucho que aportar.
– La tecnología ha creado, por otra parte, una nueva identidad, que podríamos llamar la e-identidad (identidad electrónica) y su poder está llegando a todos los ámbitos de la sociedad. En este nuevo escenario social de la nueva economía no hay un poder político constituído; por ello es un espacio en donde no hay polis, no hay ciudadanos, sólo clientes, usuarios y consumidores; no hay bienes sino mercancías.
– Finalmente, como otro gran factor de incidencia, es menester establecer que los derechos de propiedad intelectual y, particularmente, los derechos de propiedad industrial (protegidos por la vía de las patentes, registros, licencias, etc.) constituyen una formidable barrera para la difusión y globalización del conocimiento en tanto que restringen o imposibilitan el acceso al mismo y en los casos en que lo permiten lo hacen de manera superficial, sin posibilitar el acceso a la "black box" implícita en la tecnología protegida por esta vía. En todo caso, de este modo, el conocimiento se hace muy costoso por causa de la protección intelectual.
De acuerdo con lo anterior, en el mundo globalizado, y según lo que se observa como tendencia creciente, el espíritu mercantilista transnacional de los países desarrollados y la conducta harto mercantilista de las organizaciones que se lanzaron a la conquista de los mercados allende las fronteras de sus países de origen, que datan desde mucho antes de la ola de liberalización y de internacional, han conducido a manejar y tratar la información y el conocimiento como una mercancía. Debemos preguntarnos, entonces si el conocimiento es una commodity (mercancía) y si, estamos asistiendo a la puesta en marcha de un mercado privado y mundializado del conocimiento? A juzgar por lo planteado el conocimiento sí está siendo tratado como una mercancía, lo que le eliminaría esa categoría de bien público y universal que se le otorgaba a la ciencia. El conocimiento en este contexto ya no sería visto como un "bien público", afecto a la búsqueda del bien común, que en gran medida se le atribuyó a la ciencia, sino como un producto que puede ser adquirido por el consumidor, colectivo o individual. De manera consecuente, parece evidente que las asimetrías existentes (a nivel político, económico y militar) entre los países desarrollados y los periféricos, no aconsejarían establecer el libre comercio de esa "mercancía", simple y sencillamente porque aquellos arrasarían. Pero, infortunadamente, la realidad es que el conocimiento ha hecho un tránsito de bien público a mercancía.
Para terminar esta exploración de los factores que constituyen barreras contra la globalización del conocimiento, digamos que en un mundo donde los dominadores de la globalización son la triada conformada por EEUU, Japón y Europa, surgen factores que crean disputas de nunca acabar dentro de los países de la triada (Ancarani, 1995), lo que a su vez repercute sobre las relaciones con los países periféricos. Ente otros, he aquí algunos de los más importantes:
- – Derechos de propiedad intelectual
- – Transferencia de tecnología
- – Ventajas injustas procedentes de políticas industriales
- – Acceso a mercados
- – Dumping y prácticas comerciales desleales
- – Participación de compañías basadas en control foráneo en proyectos financiados por los gobiernos
- – El no evitar tendencias hacia posturas proteccionistas
- – No contribución equitativa de todos los países hacia la reciprocidad e investigación básica del mundo en intercambios científicos
- – Imposibilidad o restricción de los gobiernos para escoger estrategias domésticas más apropiadas mientras satisface los requerimientos y reglas internacionales
- – Estados y empresas parecen operar con un entendimiento harto sobresimplificado de la naturaleza interconectada y culturalmente contextualizada de la ciencia y la tecnología..
Para los investigadores en estudios de ciencia y tecnologia, la globalización de la ciencia y la tecnología ofrece un gran campo de investigación y clarificación teórica.
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