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La universidad y la educacion para la cultura integral del hombre


  1. Sentido y significado de la Universidad en la edad contemporánea
  2. El papel de la Universidad en la sociedad del conocimiento
  3. Relación entre la dinámica cultural de los pueblos, la Universidad y el desarrollo humano
  4. Bibliografía de consulta

Sentido y significado de la Universidad en la edad contemporánea

Para poder abordar el sentido y el significado de la universidad, es decir, su ser y quehacer, es importante tener en cuenta lo que es, lo que hace, cuál es su principal actividad dentro de una cultura determinada o global y dentro de la sociedad. A mi manera de ver las cosas, creo que la principal tarea de la universidad es "formar" "educar" "orientar" las diferentes potencialidades del ser humano con miras a una mejor calidad de vida y a establecer estrechas relaciones justas, pacificas y fraternas con la naturaleza, con el otro, consigo mismo y con lo trascendente; acompañar al hombre político, social, cultural, económico y espiritual en su proyección hacia lo superior, lo trascendente, lo perfecto.

Para darle solidez a la actividad fundamental de la Universidad, como espacio cultural, con la tarea de formar al hombre para lo superior, tengo el atrevimiento de citar un documento de la Iglesia:(DECLARACIÓN "GRAVISSIMUM EDUCATIONIS" SOBRE LA EDUCACIÓN CRISTIANA No 3, 1965, que como madre y Maestra, también tiene su opinión al respecto:

"Todos los hombres de cualquier raza, condición y edad, por poseer la dignidad de persona, tienen derecho inalienable a una educación que responda al propio fin, al propio carácter, al diferente sexo, y acomodada a la cultura y a las tradiciones patrias, y, al mismo tiempo, abierta a las relaciones fraternas con otros pueblos para fomentar en la tierra la unidad verdadera y la paz. Mas la verdadera educación se propone la formación de la persona humana en orden a su fin ultimo y al bien de las sociedades, de las que el hombre es miembro y en cuyas responsabilidades participara cuando llegue a ser adulto".

Si desde la cita anterior vemos la actividad primordial de la universidad, entonces podríamos hacer un verdadero análisis de su razón de ser en el mundo de la cultura y de las sociedades; su papel educador en medio de la creciente decadencia del hombre. ¿Podrá la Universidad, en cualquier espacio cultural del planeta y en las múltiples sociedades donde se mueve el hombre, estar dando respuesta a su vocación? No tendría que irse muy lejos, ni ahondar en las fuentes del conocimiento hecho filosofía, hermeneútica o praxis, para responder a este interrogante. Creo que un "ignorante labrador de la tierra" podría decirnos cual ha sido el desarrollo de la vocación universitaria en medio de sus necesidades, angustias, temores, etc. Ciertamente el labriego que se beneficia de algún adelanto científico y tecnológico podría estar satisfecho en algo, más no en todo, con los adelantos o los estudios que se hacen al interior de las universidades del mundo: (las telecomunicaciones, la radio, la televisión, la industria agraria, los automotores, etc.); pero cabe la pregunta acerca de todos estos estudios y adelantos científicos y técnicos y su incidencia en el mejoramiento de sus condiciones de vida, en un mejor humanismo, en el acercamiento fraterno con el otro y lo otro, es decir, con el prójimo, con Dios y con la naturaleza. Desde mi propio punto de vista y de reflexión creo que el mundo del conocimiento actual, el mundo de lo universal, el espacio de las ciencias y del pensar, no ha hecho más que distancias al hombre de su naturaleza, de su origen y de su fin. El hombre ya ni sabe de donde viene ni para donde va. Se podría pensar, también que el mundo del conocimiento superior o para lo superior arrancaría al hombre de sus cavernas pero en la realidad desnuda se ve metido más adentro de las cavernas. A este respecto se puede afirmar, desde la misma doctrina de la Iglesia Católica: (Concilio Vaticano II; GS, 4,2), categóricamente que:

"El género humano se halla hoy en un periodo nuevo de su historia, caracterizado por cambios profundos y acelerados, que progresivamente se extienden al universo entero. Los provoca el hombre con su inteligencia y su dinamismo creador; pero recaen luego sobre el hombre, sobre sus juicios y deseos individuales y colectivos, sobre sus modos de pensar y sobre su comportamiento para con las realidades y los hombres con quienes convive. Tan es así, que ya se puede hablar de una verdadera metamorfosis cultural y social, que trae como consecuencias no graves dificultades. Así, mientras el hombre amplía extraordinariamente su poder, no siempre consigue someterlo a su servicio, quiere conocer con profundidad creciente su intimidad espiritual y con frecuencia se siente más incierto que nunca de sí mismo. Descubre paulatinamente las leyes de la vida social, y duda sobre la orientación que a esta se debe dar.

Jamás el género humano tuvo a su disposición tantas riquezas, tantas posibilidades, tanto poder económico. Y, sin embargo, una gran parte de la humanidad sufre hambre y miseria y son muchedumbres los que no saben leer ni escribir; nunca ha tenido el hombre un sentido tan agudo de su libertad, y entretanto surgen nuevas formas de esclavitud social y psicológica. En la búsqueda de la unidad sin fronteras, persisten agudas tensiones políticas, sociales, económicas, raciales, ideológicas y religiosas, y ni siquiera falta el grave peligro de una guerra que amenaza con destruirlo todo…se busca con insistencia un orden temporal más perfecto, sin que avance paralelamente el mejoramiento de los espíritus".

Este es el mundo en que vivimos, nos movemos y existimos. Este es el espacio cultural y la realidad social sobre los cuales se desarrolla el pensamiento, se levanta la universidad. Esta es la realidad contemporánea en la que existe el ente "universidad". Y es sobre esta misma base sobre la cual se ha de reconstruir un nuevo espacio cultural que tenga como principio de su ser y quehacer la "vocación del hombre". Creo que las instituciones educativas contemporáneas muy poco se han ocupado del hombre y sus circunstancias; se han dedicado más a desentrañar los secretos del cosmos olvidando el centro de todo: "el hombre". ¿De que le sirve a un hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? ¿De qué le sirve al hombre conocer los misterios del cosmos si se desconoce a sí mismo? No sirve de nada. Es vanidad de vanidades. Muchas de las ciencias no han hecho más que excavar fosas o descubrir cavernas para enterrar al hombre. Las mismas instituciones educativas que orientan el conocimiento se han desviado de la verdad; de aquí que olvidarse del hombre y de su entorno, es desconocer la verdad; y quien desconoce la verdad está ciego; no sabe de donde viene ni hacia donde va. ¿Sirve de algo acumular riquezas sin tener en que invertirlas? Los espacios sobre los cuales se construye una verdadera cultura humana han estado influenciados por el sin sentido, por la pérdida de la razón, por la transmutación de valores, por el continuo devenir de los conocimientos. Desde esta perspectiva podría preguntarse sobre la razón de ser y el sentido de la universidad en esta época de profundas crisis. Ciertamente los logotipos y eslóganes de las universidades siempre presentan su razón de ser, su vocación de forma llamativa, entusiasta y dinámica como por ejemplo: "formamos personas integras", cuando en la realidad solo se forma al hombre para que entre en el sistema de "consumo", "producción", "efectividad", "ejecutivo", "rentabilidad", "propiedad", "dominio", etc. En pocas palabras, la universidad contemporánea prepara para la competitividad económica y polítiquera, dejando a un lado toda la problemática social de pobreza, miseria, ignorancia, injusticia, corrupción, barbarie, guerra y muerte. Con razón a esta generación contemporánea se le ha llamado "la cultura de la muerte". Cultura que ronda también por los claustros del saber metódico, incluyendo aquellos que llevan el sagrado nombre de "instituciones católicas". O es que en estos claustros de la ciencia varios de sus miembros no practican en algo la corrupción cuando hacen trampas en sus trabajos y exámenes para quedar bien aunque no haya aprendido nada? Pero, por su puesto, si aprendió algo: a ser deshonesto; y que me dicen de quienes luchan contra la vida en la práctica soterrada del aborto? ¿en donde quedan todos los esfuerzos del pensamiento, todas las investigaciones científicas, los postgrados, maestrías, doctorados, etc.? Qué hay de quienes se preparan para defender el derecho y la justicia? ¿muchos no terminan absolviendo al culpable y condenando al inocente? y de aquellos creadores de la industria y el comercio que utilizan sus grandes capacidades para explotar al pobre, al indefenso, al débil? Una de las muestras típicas de lo que se aprende en la Universidad se puede ver en el gremio de muchos educadores; pues de cierta forma reflejan o dan a conocer la razón de ser y el fin de la universidad, como los hijos muestran en sus actitudes los valores o antivalores de la familia. Y para qué seguir? A cada uno le basta con darse cuenta de lo que le rodea, de lo que acontece en la vida ordinaria y de allí podrá sacar las conclusiones de lo que se tiene y de lo que sirve. Y creo que gran parte de las personalidades integras que aparecen en todas las culturas se han levantado con esfuerzo personal, con disciplina autónoma, con espíritu religioso, con la fe de sus padres. De verdad que los grandes valores, las riquezas extraordinarias que han movido al hombre hacia su madurez, equilibrio, superación y sensatez frente a la vida, la han aprendido de sí mismo, cuando se apropian de la realidad en que viven, la asumen, toman conciencia de ella y la trascienden. Se puede dar razón de muchos profesionales al margen de la verdad, de la vida, de la paz, de la justicia, de las situaciones críticas de la sociedad o de la patria; como de profesionales que lo entregan todo por ayudar a solucionar los graves problemas que aquejan a sus semejantes: verdaderos hombres de patria y sociedad; verdaderos hombres y mujeres de fe que siembran las semillas del amor en cada uno de sus actos; verdaderos rostros humanos llenos de fe y esperanza en un mundo mejor.

Todo lo anterior no es mas que una simple descripción de lo que yo entiendo por mundo contemporáneo y el papel que la universidad cumple dentro de ella. Así, pues, el hombre y sus circunstancias enfrenta una profunda crisis existencial que reclama respuestas válidas, certeras y funcionales que le ayuden al alumbramiento de un nuevo ser humano Ahora me permito hacer referencia a los principales retos, que a mi modo de ver y pensar, tendrá que afrontar la educación y, dentro de ella, la universidad.

No hay que ser maestros de la ciencia o excelentes profesionales del saber para descubrir los grandes retos que tendrá que afrontar la educación en su parte superior. Creo que si le preguntamos a un indigente podríamos tener respuestas certeras acerca de los grandes problemas de nuestro tiempo, de sus necesidades fundamentales. Incluso ellos mismos, los indigentes, los hombres necios, sin cultura, sin valor ante los ojos de la ciencia, la técnica, la producción, el comercio, la industria y la religión, es decir, lo despreciable de este mundo, podríamos tener respuestas y soluciones sabias. Es que muchas veces buscamos soluciones en el laboratorio de las ciencias, desconociendo las respuestas que tenemos frente a nosotros mismos, en nuestros propios males, en las propias crisis. Y para rematar lo absurdo de nuestras investigaciones para hallar respuestas claras a nuestros problemas, importamos métodos, técnicas, pedagogías, didácticas y cuanta basura ya no sirve en otro lado, para dar respuestas "sabias" a intereses y problemáticas ajenas. ¡Qué horror! Siempre viviendo en cuerpo ajeno. Pero no se trata de quejarse y quejarse ante una realidad que a gritos estentóreos pide cambios profundos y radicales. Estos serían, a grandes rasgos, los principales retos que tendría que enfrentar el hombre y su cultura, su sistema educativo, sus instituciones, su quehacer científico:

  • Las relaciones del hombre con su entorno natural. Hay una tendencia hacia una explotación inmisericorde de los recursos naturales no renovables, sobre todo de aquellos en los cuales se basa la civilización actual tales como el petróleo, el hierro, el carbón, etc. El medio ambiente se está deteriorando por la contaminación: el agua, la tierra, el aire, la atmósfera, etc, fuera de la explotación de los recursos naturales: bosques, selvas, ríos y mares. Los hombres de la civilización actual están portándose de modo extremadamente egoísta con las generaciones que vendrán: no les van a dejar ni un ambiente espiritual respirable, ni un entorno natural vivible, ni recursos no renovables a los cuales también ellos tienen derecho.

  • Relación del hombre con las cosas. Un craso materialismo práctico viene invadiendo la mentalidad, las actitudes y comportamientos de personas y grupos. Para muchos, incluso para el estado, parece que solo existiera y fuera valioso lo material, cuyo signo único es el de los pesos o dólares, la economía, el crecimiento material, hasta tal punto que la cultura integral y los valores espirituales parecerían no existir o al menos no tener la misma importancia. Se aprecia a la gente por lo que tiene; se le programa para que llegue a tener; se valora más el tener que el ser y se desprecia al que nada posee. Estamos viviendo un verdadero oropel, como aquella canción "amigo cuanto tienes, cuanto vales, principio de la actual filosofía". Lo anterior significa que la economía y solo lo que la provoca es lo que cuenta para la vida del hombre: la guerra del centavo, el consumismo de cosas innecesarias, la carrera profesional para poder llegar a tener, en fin. El hombre y sus cosas, el hombre y sus máquinas en la carrera hacia la consumación de todo cuento se encuentre a su paso.

  • La relación del hombre con el otro. Se puede decir que la sociedad de consumo ha generado muchas divisiones en la misma persona y sus relaciones con el otro. El consumismo ha dado origen a un nuevo tipo de hombre: el hombre-masa; la desintegración de las relaciones humanas; la función manipuladora de la palabra; la degradación del amor y de la sexualidad; la violencia como forma de relación interhumana, el empobrecimiento del espíritu humano, etc. Vivimos en un país de leyes, sin embargo, la dignidad de la persona es despreciada y ultrajada; sus derechos fundamentales son ignorados o violados. La creciente proliferación del aborto provocado, fruto de una cultura de muerte que ha perdido el alma y el corazón; la seducción a los vicios; la desvergüenza de los espectáculos; la pornografía pública al alcance de todos los medios de comunicación y de las personas. La corrupción de los mismos medios de comunicación está transmitiendo en dosis abundantes, materialismo, sexo y violencia, lo cual va degradando la vida de las personas y la convivencia social. Cuanta violencia contra la vida humana, cuántas riñas, cuántos atracos, secuestros y asesinatos se cometen a diario, cuantas violaciones sexuales; y no pocos de esos delitos son cometidos bajo la influencia del alcohol, de las drogas, de las ideologías, del ansia de poder y dinero. Aquí tendríamos que nombrar toda la corrupción de la clase dirigente y política que deja sin recursos a una nación, departamento, municipio o ciudad, abriendo más la brecha entre ricos y pobres. La explotación del campesino, del obrero, del pobre, para enriquecer las arcas de los que sustentan la industria, el comercio, las finanzas. Y para que hablar de ciertas instituciones públicas, como la educación, donde muchos de los responsables de formar al hombre, so pretexto de defender la educación, se enriquecen con la adquisición de dos y tres jubilaciones mas el salario actual, privando de la posibilidad de empleo a quienes se están formando para esa tarea. Pero lo más injusto es su alto nivel de mediocridad. ¡Qué atropello a la razón! Y que decir de las mentiras galopantes en todos los espacios públicos y privados? Se ha perdido el sentido de la verdad, de la justicia, de la honestidad, del equilibrio. Por dinero se compran conciencias, se contratan sicarios, se prostituye cualquiera, se compran títulos, honores y se silencias las personas ante la verdad. Si la educación es el camino para conocer la verdad, la libertad, la justicia, la paz y el amor, entonces ¿qué ha hecho la educación ante tanta barbarie? Definitivamente vivimos en medio de una cultura decadente, donde se ha separado la razón y los sentidos y el hombre se ha deshumanizado.

  • Relaciones del hombre con Dios. Lo más sorprendente de la época contemporánea es que "el hombre se ha convertido en un "dios" porque ha adquirido capacidad técnica para realizar "una segunda creación del mundo, que reemplaza a la primera creación realizada por el Dios de la religión tradicional; también podemos formular esto así: hemos convertido las máquinas en dioses, y nos hemos vuelto divinos sirviendo a las máquinas"(3). Para corroborar esta idea puedo seguir diciendo, desde las bases de una reflexión cristiana sobre la vida del hombre actual que, el mundo contemporáneo, aparentemente, pretende organizarse no sólo sin Dios, sino algunas veces contra Dios, pero se debe recordar que cuando el hombre pretende edificar un mundo feliz con la sola ciencia, tecnología, informática, con los parámetros del crecimiento y bienestar económico-social, pero sin Dios, en ese mismo momento, comienza su ruina. En efecto, el hombre busca la justicia, pero cada vez hay más injusticias, busca la libertad, pero aumentan las esclavitudes; busca la felicidad, pero cada vez tiene más angustia y neurosis social; busca la paz, pero la amenaza de la guerra destructora pesa como espada de Damocles sobre el mundo; tiene más medios de rápida comunicación, pero se siente menos comunicado.

Todo lo anterior se transforma en un reto gigante para toda la humanidad, con mayor responsabilidad para quienes ostentan el saber científico y el dominio de la tecnología. Absolutamente todos los seres humanos tenemos ese gran reto de transformar estas realidades de miseria humana, en situaciones concretas que armonicen nuestra existencia con el cosmos. Creo que ya es suficiente vivir lejos de nosotros mismos; es hora de volver sobre nuestro propio ser, con todas sus potencialidades y responsabilidades y darle el verdadero sentido a nuestra vida. Es hora de allanar el camino que conduce a la paz, a la justicia, a la verdad y a la fraternidad cósmica.

La universidad, como espacio cultural y a través de su acción educadora, tiene la gran responsabilidad de formar agentes para el cambio permanente y orgánico que requiere la sociedad. Es su deber iluminar con la verdad las cavernas oscuras de nuestro tiempo y dar a luz hombres nuevos constructores de nueva humanidad, capaces de entrar en relación amorosa con la naturaleza, con el otro y con Dios. Este espacio cultural, este potencial humano y humanizador, debe facilitar, a través de su quehacer científico, la promoción del bien común, es decir, todo lo que necesita para vivir una vida verdaderamente humana, debe propender por un orden social justo, fundamentado en la verdad, edificarlo sobre la justicia y vivificarlo por el amor.

La universidad como institución humana, ha de colocarse al servicio de la dignidad y del fin del hombre y su entorno, su espacio cultural, social, político, económico y espiritual. Pues de esta manera se convierte en el "espacio de reflexión y escenario de discusión, en donde se debaten los problemas diversos que afronta el hombre y la sociedad y sus posibilidades de solución". Desde esta perspectiva, la universidad ha de tener en cuenta que "el hombre vale más por lo que es que por lo que tiene", y que cuanto llevan a cabo los hombres para lograr más justicia, mayor fraternidad y un más humano planteamiento de los problemas sociales, vale más que los progresos técnicos; pues dentro de su vocación o misión está el de "ayudar a liberar a muchos hombres de la miseria de la ignorancia". Dadas las exigencias del presente con miras a un futuro mejor para el hombre, la universidad tendrá que salir de sus espacios cerrados, de su academicismo, de sus laboratorios, de sus reflexiones enclaustradas y tomar parte en la solución de todos los problemas que aquejan a gran parte de la humanidad; es decir, que la universidad debe abrir sus horizontes intelectuales, científicos y tecnológicos hacia la construcción de una nueva cultura: "la cultura del amor", y para ello es necesario implantar una pedagogía del amor: amor al saber, al conocimiento, a la ciencia, a la investigación, a la naturaleza, al hombre, a lo trascendente, etc. Sin esta formula será imposible generar un cambio de mentalidad y de actitud frente a la crisis que se está viviendo y que se agudizará si no hay una respuesta rápida a sus interrogantes. Pues solo puede crearse una nueva sociedad si ocurre un cambio profundo en el corazón humano, si por encima de todos los saberes al hombre se le enseña el "arte de amar", tal como nos lo enseña Erich Fromm, (1956): "La supervivencia de la especie humana depende de un cambio radical del corazón humano. Sin embargo, esto solo será posible hasta el grado en que ocurran grandes cambios sociales y económicos que le den al corazón humano la oportunidad de cambiar y el valor y la visión para lograrlo"

El papel de la Universidad en la sociedad del conocimiento

A partir de lo que se ha dicho anteriormente acerca de los retos humanos para un futuro próximo, dentro de los cuales se hallan inscritas todas las instituciones humanas, entre ellas la Universidad, como espacio cultural y responsable de la educación del hombre, hay que resaltar el papel que la universidad cumple o debe cumplir al interior de una cultura y, desde luego, de la sociedad. Es así que, desde su ser y quehacer reflexivo, investigativo, asume el compromiso de contribuir a la promoción de un desarrollo integral, que articule la diferentes dimensiones del hombre: lo económico, lo social, lo político, lo espiritual y los valores fundamentales que trascienden al hombre. La universidad, como promotora del conocimiento para lo superior debe asumir los grandes retos sociales y meterse dentro de ella a modo de fermento, de levadura que de origen a un cambio sustancial en las relaciones que el hombre tiene con el mundo, con el otro y con Dios. La universidad no puede quedarse al margen de las debilidades humanas, ni de los problemas sociales que hoy agobian a una gran parte de la humanidad. La universidad debe salir de si misma, de su encierro, de su ciencia, de sus investigaciones de laboratorio y empezar la gran tarea de transformación que exige el mundo contemporáneo. Si sus conocimientos sólo se quedan al interior del aula de clase o no salen como respuestas a los problemas actuales, entonces su ser y quehacer se han convertido en una concha de mar que solo se abre para digerir cosas y guardar tesoros, perlas, de los que nadie se beneficia.

La universidad como espacio donde se forjan las distintas disciplinas del saber científico y tecnológico y desde se forma el espíritu que dinamiza la historia, la cultura y las sociedades ha de contribuir en gran manera al desarrollo integral del hombre, liberándolo de las esclavitudes en que con frecuencia cae, como por ejemplo: esclavo de la sociedad de consumo, esclavo de las leyes, del estado, de las maquinas, de las armas, de sus codicias y terquedades. Debe formar al hombre para que sea señor del universo, de las cosas y no esclavo de sus propios inventos.

Para que la universidad pueda contribuir de manera especial al crecimiento humano debe valerse de instrumentos o medios pedagógicos que faciliten y hagan real la reflexión y la transformación de la cultura. Debe partir de una visión exhaustiva de la realidad en la que se halla inmersa, colocando todas sus fuerzas de investigación y desarrollo científico al servicio de los distintos grupos sociales y de sus necesidades, es decir, debe contextualizarse, meterse en el medio cultural que le corresponde y promover desde allí el surgimiento de una conciencia nueva frente a la vida.

En todo su trabajo la universidad tendrá que dar razón de su papel en la formación de la persona, en la búsqueda de la verdad sin restricciones y en el servicio a la comunidad. Debe crear también, las condiciones necesarias para el cambio, para la renovación de la mente y del espíritu, evitando la cosificación de las conciencias. Todas sus disciplinas en orden a las ciencias o al conocimiento científico deben contextualizarse, hacer parte de la realidad en la que se encuentre el hombre, haciendo parte de sus esperanzas, sus gozos, sus tristezas, su dolor, sus angustias, su miseria, sus esclavitudes, sus desenfrenos, sus abusos frente a la vida, etc. La acción del conocimiento superior ha de servir de lazo integrador tanto de las ciencias como de las tecnologías con la realidad en la que se halla el hombre. Y es que el conocimiento superior o las ciencias deben actuar como una fuerza superior que empuje al hombre hacia lo superior, hacia una verdadera calidad de vida y lo jalone para que salga de las cavernas donde ha querido vivir o ha caído.

La universidad está llamada a representar un papel de primer plano en el desarrollo de la cultura, aun en medio de las distintas presiones que sufre por parte del estado, de las fuerzas económicas dominantes o de fuerzas ocultas que se oponen a la verdad y a la justicia. En medio de la transmutación de valores, tendrá el coraje de ofrecer una formación humana capaz de ayudar al claro discernimiento acerca del sentido de la vida, los fundamentos y consecución de los valores y de los ideales; enseñar a afrontar el futuro sin miedos ni angustias, sino con esperanza y fe.

Ahora bien, sin una metodología clara y pertinente no se podrá llevar a cabo el cambio sustancial que requiere la cultura, la sociedad, las instituciones, la misma ciencia y la tecnología. Muchos pueden ser los métodos, las estrategias, las pedagogías, pero muchas de ellas no se ajustan a las necesidades, a los problemas o soluciones requeridas, como por ejemplo: para remediar las grandes fallas en el sistema educativo nacional, se ha recurrido a metodolgías extranjeras de corte español y francés, que ni siquiera allá mismo tuvieron éxito; por esta razón nuestro sistema educativo está a miles de años de ser efectiva en la solución de las grandes crisis que nos aquejan hoy. Yo creo que el corazón o la raíz de todas estas crisis está en la crisis o enfermedad de la educación: "no responde a las necesidades fundamentales del ser". También creo que la pedagogía o los métodos a utilizar en la transformación de la cultura no pueden ser el resultado de un examen de laboratorio académico, de una tesis doctoral. No. Hay que buscarla mediante un consenso colectivo, social, comunitario, donde se entrelacen ideas, sentimientos, etnias, culturas, razas, lenguas, necesidades sentidas, instituciones y en última instancia el Estado (pues por lo general los padres no dejan pensar a sus hijos y los hijos terminan haciendo lo que sus padres le dicen; es decir, los castran). La pregunta saliente de esta idea puede ser ¿ qué clase de pedagogía o metodología utilizar para el cambio? Habría que volver a preguntar, a modo de encuesta, cuales son las necesidades más fundamentales de nuestro tiempo. Cómo quisiera vivir el futuro y que impedimentos se tienen para alcanzar un pleno desarrollo humano. Qué cosas ha perdido y quisiera volver a recuperar ¡Vaya trabajo!

Desde el punto de vista hermenéutico como interpretación de textos, pretextos y contextos, la universidad tendrá que volver sobre sí misma y reinterpretarse. Volver a ubicarse en el contexto para encontrar su verdadero sentido en la cultura y en la sociedad. Pareciera que la universidad, en general, desconociera su papel social y cultural. Ahora bien, la universidad debe orientar sus conocimientos hacia la realidad en la que vive y actúa y su capacidad creativa debe responder a las expectativas de las mayorías ciudadanas, especialmente hacia las sociedades más pobres del planeta.

La universidad en su dimensión pedagógica e interpretativa del conocimiento y de la realidad del hombre debe asumir la tarea de promover el dialogo e interacción tanto en el seno de la comunidad universitaria, como entre la universidad y la sociedad circundante. Tendrá que optar por un cambio profundo en sus prácticas educativas, saliendo del encierro académico y de las grandes reservas del conocimiento, para entrar a formar parte de la solución a todos los grandes problemas sociales del presente y futuro de la humanidad. El saber acumulado tiene que vaciarse en la sociedad como respuesta a sus grandes y graves problemas por los que pueda estar pasando. Se deben desarrollar actitudes ciudadanas, académicas, científicas y tecnológicas que contengan un alto grado de solidaridad, de participación y dinámica en el mejoramiento de la calidad de vida de todos y cada uno de los ciudadanos del mundo; de lo contrario, todos los conocimientos adquiridos, toda la ciencia acumulada, todas las investigaciones y sus tecnologías aplicadas no serían más que vanidad de vanidades, ceguera del conocimiento y docta ignorancia.

Relación entre la dinámica cultural de los pueblos, la Universidad y el desarrollo humano

Cultura, sociedad, instituciones, estado, leyes, valores y principios están íntimamente ligados al hombre; él las creó, les dio existencia y las sometió bajo su dominio para que le sirvieran a su búsqueda de libertad, de verdad, de fraternidad y de relaciones justas con el cosmos, con sus semejantes y con Dios. Es decir, cultura, conocimiento y sociedad son realidades vitales del hombre; son partes esenciales de su ser y quehacer. Su vocación humana no podría desarrollarse sin estas tres dimensiones. ¿Qué sería del hombre sin cultura, sin conocimientos, sin un núcleo social donde desarrollarse y crecer? Simplemente sería un animal mamífero orientado por sus instintos.

El hombre por naturaleza es un ser social, cultural, pensante. A parte de ser un ser labrador, recolector, económico, político y religioso, es un ser que a diario cultiva, por vocación, estrechas relaciones con la naturaleza, entre sí mismo y con lo trascendente. De aquí su incesante búsqueda de la verdad, de la paz, de la justicia y de la fraternidad, principios y fines de la misma vocación humana: la felicidad.

La cultura así entendida, es una actividad creadora del hombre, con la que responde a la vocación de Dios que le pide perfeccionar toda la creación y en ella sus propias capacidades y cualidades espirituales y corporales. Por eso en la dimensión social, cultural y pensante, el hombre se hace presente con todo lo que es: mente, cuerpo y espíritu y actúa sobre ellas para darles vida, para recrearse, formarse, perfeccionarse y alcanzar metas aun impredecibles. El hombre es un ser creador, herencia recibida de quien le dio la vida y lo coloco por encima de todo: "lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre la obra de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies…" (Salmo 8). Mente, cuerpo y espíritu, se unen en una triada perfecta para transformarlo todo, mediante un justo equilibrio de relaciones humanas, naturales y espirituales. Homo faber, homo sapiens, el hombre político, el hombre económico, el hombre religioso, el hombre social, unidos por una misma conciencia: ser hombre, ser trascendente, ser proyección del creador y por eso siempre buscará la razón última de su existencia: Dios. Pero como el hombre no es un ser solitario, sino que se expresa en la humanidad, en la colectividad de individuos, en una sociedad y cultura, por eso "no puede encontrar su propia plenitud sino es en la entrega sincera de sí mismo a los demás". Y apara poder cumplir sus tareas y alcanzar sus aspiraciones se ha organizado en sociedad en donde vive en una continua interdependencia. Porque el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana, la cual, por su misma naturaleza, tiene absoluta necesidad de la vida social. La vida social no es, pues, para el hombre sobrecarga accidental. Por ello, a través del trato con los demás, de la reciprocidad de servicios, del dialogo con los hermanos, la vida social engrandece al hombre en todas sus cualidades y le capacita para responder a su vocación. De aquí se puede desprender una tarea social del hombre: "todo grupo social debe tener en cuenta las necesidades y las legítimas aspiraciones de los demás grupos; más aún, debe tener muy en cuenta el bien común de toda la familia humana". Esta acción social del hombre tiene estrecha relación con los procesos fundamentales constitutivos de la cultura: la acción instrumental con el trabajo; la acción simbólica con el lenguaje y la acción comunicativa con la interacción social, los cuales forman un "todo" articulado y dinámico.

Todo lo anterior se puede simplificar diciendo que el hombre, la cultura, su pensamiento y sus vínculos sociales, sus instituciones, su ciencia, su tecnología y todo saber, son verdaderas riquezas que, unidas a las que ofrece el universo entero, son para servir efectivamente a la utilidad y provecho de todos y cada uno de los hombres y los pueblos. De aquí que a todos y a cada uno les compete un derecho primario y fundamental, absolutamente inviolable, de usar solidariamente esos bienes, en la medida de lo necesario, para una realización diga de la persona humana.

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Autor:

Mg. José Evaristo Cruz Alfonso**

** Docente Universidad Juan de Castellanos, Tunja, Colombia. Licenciado en filosofía y teología, especialista en pedagogía y docencia universitaria, magister en ciencias de la educación.