La tradición oral
La historiografía actual pone mucho énfasis en la conexión fundamental entre historia y memoria. En un trabajo de Frédérique Langue titulado. "Bolívar, mantuano y héroe. Representaciones y sensibilidades ante el mito republicano", dice:
"…una investigación de tipo historiográfico no pueda hacer caso omiso del análisis pormenorizado de las representaciones y construcciones simbólicas. Ahora bien, en la historia de las sensibilidades obviamente no cabe «todo». No se trata solamente de inventariar pasiones olvidadas, tampoco de poner de relieve aconteceres extraordinarios, que rompen con el quehacer de actores sociales descartados por la historia académica, sino también de propiciar otra manera de escribir la historia de América Latina, de contrarrestar historias oficiales en un contexto movedizo de globalización de la información y de las ideas".
La importantísima historia de las mentalidades hace uso de un gran variedad de fuentes, jugando un papel muy importante las fuentes orales y muy especialmente la memoria oral que llega incluso a compensar lo silencios de la historiografía y los tabúes vigentes. Langue deja perfectamente establecido que "el pasado no es ningún capítulo cerrado y sólo para museografiar, sino que puede ir cobrando sentidos nuevos e inéditos el transcurrir del tiempo".
En un importantísimo trabajo de la historiadora peruana Liliana Regalado de Hurtado titulado "Clío y Mnemósine. Estudios sobre historia, memoria y pasado reciente", se analiza, con meticulosidad y profundidad, la discusión actual sobre las nuevas tendencias historiográficas en cuanto a historia y memoria. Precisa, citando a Antonio Mitre, que "El recuerdo constituido en memoria y ésta en fuente para la historia requiere, ya lo hemos mencionando, el mismo tratamiento al que debe someterse cualquier testimonio y, además, hay que tomar en consideración que los recuerdos son puestos a la vez sincrónicamente lado a lado incluso cuando los hechos no hayan sucedido simultáneamente y, diacrónicamente, empleándose el criterio de antes y después" (Regalado de Hurtado, L.: 2007, pp.35-36). Señala la mencionada historiadora peruana que contra la apariencia de mayor confiabilidad de la fuente testimonial ésta, en realidad, es bastante difícil de manejar.
Lo anterior comentábamos porque, reconociendo que el recurrir a la tradición oral, a la memoria colectiva de los pueblos, a los testimonios individuales (aunque no lo sean químicamente puros), es actualmente considerado parte importante del quehacer de la ciencia histórica e incluso de su enseñanza en la escuela, como se puede muy bien apreciar, por ejemplo, en el libro de Dora Schwarzstein "Una introducción al uso de la historia oral en el aula", sin embargo, debe reconocerse que su utilización es sumamente compleja y tiene que hacerse con extremado cuidado. En realidad, seguirse los principios que rigen la utilización de las fuentes de la Historia.
En la problemática referente a los padres biológicos de San Martín se ha recurrido a la memoria colectiva y a testimonios de varios miembros de la familia Alvear. Tengo la impresión que falta un mejor tratamiento de estas fuentes pues no basta presentar los testimonios como prueba. No se trata de pensar que lo que dicen las personas que brindan un testimonio tiene que ser necesariamente verdad. No olvidar que tras un testimonio personal subyace un testimonio colectivo que es el que hereda el individuo. Y en este específico caso son testimonio individuales basado en una tradición familiar ya bastante añeja. Leyendo los testimonios presentados, produce la impresión que se hubieran generado a partir de un rumor o sospecha matriz o primigenia y que a partir de allí se ha ido difundiendo en el cerrado círculo de la familia Alvear. Parece como que realmente no hubiera existido una real revelación sino una sospecha o un "secreto a voces" que se ha ido transmitiendo de generación en generación, como se transmiten los rumores o "bolas". Téngase presente que don Diego de Alvear, el supuesto padre biológico de San Martín y a quien se atribuye haber revelado el secreto a su hijo Carlos, murió en enero de 1830, es decir hace 178 años. La revelación de Joaquina está anotada en su diario el 22 de enero de 1877, es decir, entre el nacimiento de San Martín y la consignación de ese dato había transcurrido más de noventa años. No he podido apreciar un tratamiento meticuloso de las fuentes testimoniales.
Chumbita, en el prólogo de su obra "El secreto de Yapeyú" nos cuenta que:
"La primera noticia del secreto de Yapeyú me llegó en forma casual en 1994, cuando escuché la versión sobre su madre india que el historiador uruguayo Reyes Abadie había recogido entre los pobladores de la costa oriental del río Uruguay"…
La tradición oral desafiaba a la historia oficial. Igual que en la saga de los bandoleros campesinos que investigaba entonces, se oían dos campanas: la palabra de la autoridad y la voz popular. Yo había comprobado a menudo que las leyendas o relatos de la memoria colectiva eran más fieles a los hechos que los papeles, certificados y expedientes oficiales que acumulaban pruebas para ocultarlos".
Seguidamente señala que comentando, en 1999, con los editores de su obra "Jinetes rebeldes" el episodio en el cual San Martín, reunido en 1816 con indígenas para solicitarles ayuda para atravesar los Andes hacia Chile y donde les expresa que él también es indio, Simona Verger, asesora de la colección de historia, le expresó "que existían cartas o papeles probatorios al respecto en manos de la familia Alvear, aunque tenía entendido que por alguna razón legal "eso no se podía decir". Explicó que ella pertenecía a la familia, pues su apellido materno era Socas Alvear, y prometió consultar a sus parientes. Al fin me dijo que no pudo averiguar más, porque sus tíos no querían hablar".
Luego nos dice:
"Cuando salió el libro, mencionando a la madre indígena de San Martín y la existencia de una versión transmitida en el seno de la familia Alvear, Magdalena Christophersen se comunicó conmigo para confirmar que eso era cierto, y que el verdadero padre no había sido el capitán Juan de San Martín, como algunos pudieron suponer, sino el marino español Diego de Alvear y Ponce de León, explorador de las Misiones y fundador del linaje de los Alvear en América.
Magdalena pertenecía a una rama de sus descendientes, pues su bisabuelo noruego Pedro Christophersen se casó con Carmen de Alvear, nieta del general Carlos de Alvear, hija del médico Diego de Alvear y prima hermana del presidente Marcelo de Alvear. Christophersen colonizó las tierras del sur de Mendoza que su suegro comprara al cacique Goyco, uno de los que acudieron al famoso parlamento con San Martín. Magdalena no conocía a Simona Verger. El secreto se lo contó su padre, quien a su vez lo escuchó de su abuela doña Carmen; pero "no se podía decir", porque el presidente Alvear les había mandado a callar y destruir los documentos".
Chumbita señala que otros miembros de la familia Alvear estaban al tanto de dicho secreto:
"El abogado Ramón Santamarina, otro tataranieto del médico Diego de Alvear, que no conocía personalmente a los Verger ni a los Christophersen, lo sabía por su abuela Teodelina Bosch Alvear y se manifestó dispuesto a testimoniarlo. Jorge Emilio y Fernando de Alvear, descendientes directos del general Alvear, también estaban informados de esa tradición, aunque dudaban de la oportunidad de hacerla pública".
Hugo Chumbita, Herrera Vegas y Ramón Santamarina se presentaron ante la Comisión de Cultura del Senado para plantear "el interés público que revestía la filiación del Padre de la Patria" proponiendo la necesidad de realizar la prueba del ADN para establecer la verdad. Los directivos del Instituto Sanmartiniano y de la Academia Nacional de la Historia, consultados al respecto, se opusieron a la iniciativa.
El ingeniero Jorge Emilio de Alvear procedió, a pedido de Chumbita y las otras personas que apoyaban la necesidad de aplicar la prueba del ADN para solucionar definitivamente el problema de la paternidad de San Martín, a depositar una muestra de sangre en el Banco Nacional de Datos Genéticos, en previsión de que más adelante puedan realizarse los estudios correspondientes.
Una primera conclusión a la cual podemos llegar es que no se puede negar la existencia del "secreto Alvear". Los testimonios están allí y fuera de toda duda. Incluso, aceptando los argumentos de la Dra Pasquali para descalificar la revelación de Joaquina, que en realidad -hay que reconocerlo- son de gran peso y no debidamente rebatidos por Chumbita, queda por aclarar, cosa que –por otra parte- no lo hace la citada prestigiosa historiadora, el porqué de ese secreto entre múltiples integrantes de la familia Alvear. Nos parece poco convincente pretender una explicación recurriéndose a una supuesta maniobra artera y canallesca, a un infundio de don Carlos Alvear con el fin de enlodar la figura de San Martín. ¿Por qué no lo hizo él, cuando aún vivía San Martín, si su objetivo era desprestigiarlo? ¿O vamos a tener que suponer tan canallesco y cruel a Carlos de Alvear para haberse propuesto enlodar la memoria de San Martín, su hermano si no biológico por lo menos de Orden?
Sin embargo, no basta ni con la revelación de Joaquina ni con los testimonios de la familia Alvear. Por ello se ha recurrido a solicitar la prueba del ADN, lo cual, como era de esperar, ha despertado la oposición de académicos e instituciones académicas que sostienen que no existe el menor indicio, basado en las fuentes históricas de las cuales se dispone en la actualidad y ateniéndose al expediente judicial de la insanía mental de doña Joaquina, para sospechar que los verdadero padres de San Martín sean otros a los que los documentos históricos fidedignos revelan. Esta supuesta certeza, valgan verdades, no es totalmente real y que no deje abierta ciertas dudas, dudas razonables que no tienen por qué no ser analizadas y enfrentadas sin prejuicios y mucho menos desdeñando y ninguneando a estudiosos que sostienen ideas diferentes. Lo peor que puede ocurrir es recurrir a la táctica del avestruz: me niego a ver el problema y con ello lo elimino. Todos sabemos a qué conduce esta actitud.
Testimonios que pretendidamente hacen referencia a una herencia indígena
Se argumenta también que son múltiples los testimonios de personas que conocieron a San Martín y que al referirse a su aspecto físico señalan que tenía rasgos indígenas. Algo más, que era común entre sus contemporáneos esta referencia a su apariencia lo que motivó diversos motes con el cual se le conocía, lo cual, asimismo, aparece referido en las más importantes biografías que se han hecho de San Martín. Es decir, que era ampliamente conocido este hecho, pero que nadie sospechó una posible sangre india.
Reconociendo que este argumento no tiene tan gran contundencia, sin embargo es justo reconocer que es un hecho. Se cita siempre, por ejemplo, que Juan Bautista Alberdi conoció a San Martín en 1843, en Francia. Se relata el encuentro que tuvo en la casa de don Manuel J. de Guerrico
"Mis ojos clavados en la puerta por donde debía entrar –nos dice- esperaban con impaciencia el momento de su aparición. Entró, por fin, con su sombrero en la mano, con la modestia y apocamiento de un hombre común. ¡Qué diferente le hallé del tipo que yo me había formado, oyendo las descripciones hiperbólicas que me habían hecho de él sus admiradores en América! Por ejemplo: Yo le esperaba más alto y no es sino un poco más alto que los hombres de mediana estatura. Yo le creía un indio, como tantas veces me lo habían pintado; y no es más que un hombre de color moreno, de los temperamentos biliosos .Yo creía que su aspecto y porte debían tener algo de grave y solemne; pero lo hallé vivo y fácil en sus ademanes, y su marcha, aunque grave, desnuda de todo viso de afectación" (Busaniche, J.L.:1963, p.185)
Pero, como reconoce el propio Chumbita, el testimonio de Alberdi hace referencia a que era común hablar de San Martín como un indio, pero que Alberdi no encontró esos rasgos fisonómicos. Hay que hacer notar que la referencia a ser indio no era tanto a sospechar que podía tener un progenitor o ancestro indígena sino a ciertas características fisonómicas atribuidas a este grupo étnico.
José Luis Busaniche nos cuenta una anécdota en la cual San Martín se expresó, despectivamente, del peruano Torre Tagle llamándole "india vieja". Como dice Busaniche, ignoramos "la edad que en aquellos momentos contaba Torre Tagle; no recordamos tampoco su retrato y es muy fácil que no fuera un Adonis". (Busaniche: 1963, p. 163). Hacemos esta cita porque consideramos que el utilizar el adjetivo indio para referirse a un personaje no quería significar, necesariamente, que se quería señalar que tenía un progenitor o un ascendiente cualquiera de ese grupo étnico. Se le podía utilizar con un sentido peyorativo, a manera de insulto, explicable en una sociedad claramente racista.
En el anexo a los fundamentos del proyecto de resolución de la Honorable Cámara de Diputados sobre la identidad de la paternidad de San Martín, de 4 de octubre de 2006, se consignan varios testimonios sobre la supuesta apariencia indígena de San Martín, aunque ninguno, a nuestro parecer, se refieren a una sospecha de progenitor u otro grado de ascendiente indígena.
Vicuña Mackenna escribe: "San Martín era un libertador, un intruso, un extranjero, un paraguayo, el ‘mulato San Martín’, como llamaban los señores vecinos del Mapocho al ilustre criollo…" Repárese que se enfatiza lo de ilustre criollo. Y también el mencionado historiador chileno expresa: "…El instinto del insurgente, es decir, del criollo…"
Asimismo, nos recuerdan que don José Pacífico Otero también se refirió a ese tratamiento: "El cholo de Misiones, como así lo llamaban al Libertador del sur los españoles,…" Esto refuerza la idea, antes señalada, del uso peyorativo de las denominaciones indio y cholo. Lo que encontramos, a nuestro parecer, también en el texto de Pastor Servando Obligado transcrito en el mencionado anexo:
"Época hubo en que corría, como moneda corriente, y fue entre ciertas gentes creencia vulgarizada, que don José de San Martín, no obstante la de y el don de su padre, procedía de muy modesto linaje, al menos por la línea materna. Bastante bronceado, de rostro anguloso, indio misionero le llamaron los godos, y tape de Yapeyú, el mariscal de las veinte batallas, [Miguel] Brayer, que él destituyó la mañana de Maipú".
Muy interesante es el texto de Jorge Sergi de su obra "Historia de los italianos en la Argentina", publicada en Buenos Aires, en 1940. El párrafo consignado en el mencionado Anexo es el siguiente:
"El mismo Libertador don José de San Martín, no era blanco, ni desperdició ocasión para hacer profesión de su origen indio, como lo asevera el testigo presencial don Manuel de Olazábal en sus Memorias, al referirse a la convocación de los caciques y tribus en el campamento de Plumerillo (Mendoza), antes de la batalla de Chacabuco, cuando valiéndose del lenguaraz Guajardo, San Martín les dijo: Les he convocado para hacerles saber que los españoles van a pasar con su ejército, para matar a todos los indios y robarles sus mujeres e hijos. En vista de ello y como yo también soy indio, voy a acabar con los godos que les han robado a ustedes la tierra de sus antepasados, y para ello pasaré los Andes con mi ejército y mis cañones.
Más tarde, en el manifiesto que dirigió en lengua indígena a los indios del Tawantinsuyo, a raíz de su expedición al Perú, les confiesa que también es indio por su color moreno y por haber nacido entre los indios del Yapeyú, una de las treinta reducciones de la Misión Jesuítica.
Se sobreentiende que San Martín tenía que ser lo que realmente afirmaba, de lo contrario no hubiera convencido a los indios. En cuanto al San Martín que anda por ahí, es una efigie hispanizada, que no tiene nada que ver con la verdadera que nos pinta Samuel Haigh al final del capítulo VI de su libro: Es de elevada estatura, bien formado y todo su aspecto sumamente militar; su semblante es muy expresivo, color aceitunado oscuro, cabellos negros y grandes patillas sin bigote, sus ojos grandes y negros tienen fuego."
Una lectura atenta de todos estos testimonios nos llevan a ver que no son una referencia directa y mucho menos indubitable sobre un posible progenitor u otro ascendiente de raza india de San Martín, como pretenden ver los defensores de la tesis en estudio.
La referencia utilizada como un argumento de gran peso de su confesión de ser él también un indio, hecha en una reunión con indígenas en Mendoza, en 1816, y que se encuentra consignada por Manuel de Olazábal en sus «Reminiscencias» sobre el libertador, puede ser, así lo consideramos, una expresión retórica (en su sentido de persuasión) en dicho encuentro, cuando se necesitaba el apoyo de los indígenas de la zona para el cruce de los Andes. Algo parecido a la célebre expresión retórica de J. F. Kennedy "Ich bin ein Berliner" literalmente "Yo soy un berlinés".
No olvidemos, por otra parte, que San Martín en su testamento, en el artículo adicional, al hacer mención al estandarte de Pizarro que él poseía y por su última voluntad devolvía al estado peruano, se expresa como todo un descendiente de los conquistadores que reconoce la bravura del conquistador del Perú:
"Es mi boluntad el qe. el Estandarte que el Bravo Español Dn. Francisco Pizarro tremoló en la Conquista de Perú sea debuelto a esta República (a pesar de ser propiedad mía) siempre que sus Goviernos hallan realizado las Recompensas y honores con qe. me honró su primer Congreso".
Racismo y culto al héroe
Dos aspectos importantes que subyace a esta polémica sobre los padres de San Martín son el racismo y el culto al héroe.
El año 2000, año del sesquicentenario de la muerte de San Martín, el general Soria del Instituto Sanmartiniano atribuyo, en declaración televisiva, que la tesis del origen indio de San Martín no era sino una "conspiración subversiva indigenista". El propio Fernando De la Rúa, Presidente de Argentina en ese momento, el 17 de agosto del 2000, nada menos que aprovechando su discurso oficial del día del desfile militar, lanzó una arenga contra quienes pretendían "agraviar la memoria del Libertador" sentenciando que el gobierno mantendría "la inviolabilidad de sus cenizas"
¿Existe realmente, en el fondo del debate, un antiindigenismo por parte de los detractores de la supuesta madre india de San Martín?
Fernando Ramón Bossi, en su artículo "San Martín y los pueblos indígenas de nuestra América" (abril 2001), consideraba que la polémica sobre los padres de San Martín no era más que una simple maniobra de los grupos de poder para trivializar la conmemoración del sesquicentenario. Bossi dice al respecto:
"Un ejemplo de esto que afirmamos es el caso de la discusión que se dio el año pasado con respecto al general San Martín en el sesquicentenario de su muerte. Cuando todo hacia prever que durante ese año la discusión rondaría en torno a la vigencia del mensaje sanmartiniano, las fuerzas de la manipulación lograron desviar el debate hacia un terreno vacuo. El "historiador" José Ignacio García Hamilton en su libro Don José, Vida de San Martín señala -entre muchas otras cosas- que el Libertador no era hijo de Gregoria Matorras y Juan de San Martín como hasta ahora se venía afirmando, sino que era hijo de Diego de Alvear y una india guaraní. Del terreno histórico/político, donde tendría que haberse centrado la discusión, se desvió hacia otro, más ligado al escándalo farandulero, por ende, distractivo y también frívolo. Pero esto no es todo, porque lo grave es que tanto historiadores como políticos, periodistas, comunicadores sociales, sociólogos y todo tipo de opinadores, llenaron páginas enteras de diarios y revistas y espacios televisivos y radiales dando sus puntos de vista sobre las consecuencias de este "descubrimiento". No faltaron los indignados ni los que aprovecharon para "humanizar" al prócer, tampoco los arranques racistas y las interpretaciones psicologistas, como asimismo la confusión que reinó entre los grupos indigenistas new age. La maniobra había prendido, de San Martín no se hablaría otra cosa que no fuera sobre su origen familiar, sus amores, sus "debilidades".
Considera Bossi que esa maniobra cuyo objetivo fue distraer no fue inocente o inconsciente. Se aprovechó la trivialización del personaje San Martín para convertirlo en noticia. Los medios de comunicación tuvieron material para llegar a su público con algo que dejaba de ser el tema fríamente académico para convertirse en lo que es noticia. Esta es una faceta que no se puede negar pero que el historiador actual tiene que enfrentar. Liliana Regalado de Hurtado, en su libro ya citado, dice: "Hay que reconocer, entonces, que los medios de comunicación de masas y algunas de las industrias culturales atienden la demanda creciente del «consumo de información» acerca del pasado con características y resultados desiguales", (Regalado de Hurtado: 2007, p. 27)
Para Bossi esta polémica no solo fue trivial por excelencia sino que además fue totalmente estéril:
"A un año del sesquicentenario de la muerte del Libertador, ya no hay más espacios en los medios de comunicación para hablar del Gran Capitán, el tema ha "perdido interés", ya se han desempolvado todos los documentos relativos a esa polémica inconclusa y estéril y los custodios del Instituto Sanmartiniano ya duermen tranquilos: es preferible que a San Martín se lo tilde de bastardo, borracho, mujeriego, ladrón y cobarde a que se lo vincule con la justicia social, la unidad latinoamericana, la defensa del oprimido y la lucha contra el imperialismo".
Consideramos que la posición de Bossi peca de exagerada y que en el 2001 no supo apreciar las implicancias que tomaría esta polémica. Innegablemente en los argumentos de algunos de los que no aceptaban ni siquiera un análisis de la problemática se esconde cierto antiindigenismo. Ya el general Soria expresaba esta posición hablando de una "conspiración subversiva indigenista". Se habló que tras de ello estaba el comunismo marxista y el castrismo.
Debemos señalar que Bossi no pudo sospechar que el debate seguiría y que un historiador de raíces indígena sería el abanderado de esta polémica. Nos estamos refiriendo a Hugo Chumbita. Él, en "Casi una vida. Datos biográficos" refiere sobre sus padres:
"Nací en Santa Rosa, La Pampa, en 1940, cuando aquélla era una pequeña ciudad de calles de tierra y el territorio todavía no era provincia.
Por el lado paterno –lo supe mucho después–, algunos de mis antecesores riojanos eran unos tipos quijotescos, el último cacique-gobernador de Aimogasta y el caudillo montonero Severo Chumbita. Mi madre era de una familia de ascendientes vascos y piamonteses que fueron a poblar la Pampa Central".
No se vaya a pensar que estemos sugiriendo que las investigaciones de Chumbita, muy serias innegablemente, se expliquen por dichas raíces. Es un factor a tener en cuenta, pero hay que considerar que ahora son más los intelectuales que toman en serio sus argumentos y participan del debate sin que pueda atribuírseles un interés de tipo étnico.
El otro aspecto fundamental que subyace en esta polémica es el denominado culto al héroe. Don Germán Carrera Damas ha estudiado con mucha perspicacia el culto a Bolívar, en Venezuela. Ese estudio puede ser aplicado también a San Martín, en Argentina. Él es considerado Padre de la Patria y una figura casi sagrada. Sobre él, a manera de una figura totémica, recae el tabú. La historiadora argentina Patricia Pasquali en "San Martín Confidencial. Su correspondencia con Tomás Guido (1816-1849)", nos cuenta como en la recopilación de los documentos de San Martín que se hiciera en 1910, fueron éstos manipulados para preservar la imagen de un San Martín libre casi de defectos. Refiriéndose al intercambio epistolar entre Tomas Guido y San Martín que aparece en los Documentos del Archivo de San Martín, Pasquali escribe:
"Por otra parte, las contadas de esas cartas que se incluyeron entre los diez tomos de los Documentos del Archivo de San Martín, recopilados por la Comisión Nacional del Centenario en 1910 fueron impunemente seccionadas y hasta se llegó a modificar la redacción original: por ejemplo, si San Martín había escrito "todo se irá al diablo",expresión por demás frecuente en él, en la versión publicada se la trocaba por "todo se frustrará"; por supuesto lo mismo sucedía con sus manifestaciones subidas de tono: nos se podía admitir que el Padre de la Patria dijera "malas palabras". Pero si eso era sólo una cuestión de forma -aunque, por cierto, bien significativa-, lo más grave fueron las supresiones y cambios que afectan el contenido de sus cartas, llegando incluso a desvirtuarlo; tampoco faltan las omisiones de los juicios de San Martín -especialmente, los condenatorios- sobre otros protagonistas de su tiempo o de todo aquello que pudiera resultar demasiado íntimo, controvertido o escabroso".
Esto es parte del culto al héroe, al "héroe nacional-padre de la patria" en expresión de Carrera Damas. Según Mario Briceño Iragorry, citado por Carrera Damas, nuestra historia (la de casi todos los países hispanoamericanos) no ha sido "sino la historia luminosa o falsamente iluminada, de cabecillas que guiaron las masas aguerridas, ora para la libertad, ora para el despotismo".
Este aspecto del "culto al héroe" es el que realmente subyace, y con mucho peso, en la polémica referente a los padres de San Martín. Consideramos que un historiador que se deje llevar por dicho culto no está a la altura de lo que la ciencia histórica demanda de él. Consideramos que la búsqueda del la verdad debe ser su norte en éste y en cualquier otro tema. No se concibe que existan personas o instituciones intocables.
Otro punto, nada desdeñable, es el referente al respeto que merece una persona o institución independientemente de si está viva o si ya desapareció y se ha convertido en un personaje paradigmático para una determinada comunidad. No hace muchos años se presentó el caso de la reacción de la comunidad musulmana por un supuesto ataque a la figura de Mahoma. Lo propio en el mundo occidental cristiano cuando las autoridades católicas consideraron que una película, y también una novela de José Saramago, no presentaban una imagen concordante con la establecida por la Iglesia. Y esto no sólo ocurre en el mundo religioso. La Unión Soviética, a pesar que se proclamó un estado ateo, endiosó las figuras de Lenin y Stalin. El culto a Stalin es un culto realmente paradigmático, al igual que el culto a Mao, El Gran Timonel, hasta antes del "gran viraje" tanto soviético como chino. Esto lo menciono para hacer ver que el culto al héroe es un hecho con el cual la ciencia histórica tiene aún que batallar y no es, como algunos pretenden, de fácil tratamiento. Los "héroes" no han desaparecido y en sociedades como la latinoamericana tienden a reaparecer. ¿Acaso no existen "héroes" nacionales en la actualidad que dentro de sus comunidades, o parte de ella, son realmente intocados e intocables? Viéndolo desde esta perspectiva podemos tener una mejor comprensión de la problemática referente a los padres de San Martín.
Inconclusión
Queremos cerrar este trabajo reflexionando sobre el sentido y objetivo de esta polémica. ¿Sólo es encontrar la verdad? Hoy existe la posibilidad de solucionarlo en forma relativamente fácil. De tomarse la decisión política de utilizar la prueba del ADN en poco tiempo el misterio desaparecería. ¿Cuál es el temor?
Imaginemos que aplicada esta prueba los resultados fueran en el sentido que los padres biológicos no fueron don Juan de San Martín y doña Gregoria Matorras sino Diego de Alvear y Rosa Guarú. ¿Cambiaría sustantivamente lo que conocemos acerca de la vida de San Martín? Consideramos que no. ¿Nos permitiría explicar adecuadamente, como pretenden los defensores de esta posición, su retiro del ejército español y su regreso a Sudamérica para pelear por la independencia? No lo creemos, porque ello implicaría pensar que el secreto le fue revelado al propio San Martín por Diego de Alvear o por Carlos, su supuesto medio hermano, si a éste se lo hicieron conocer primero. Sobre esto no existe, al menos así lo consideramos, no digo la más mínima prueba sino la más mínima presunción. Se presentarían nuevos enigmas.
Consideramos, por otra parte, que independientemente de los resultados que pudiera dar la prueba del ADN, los padres de San Martín serían siempre don Juan de San Martín y doña Gregoria Matorras. Cualesquiera otros, solo serían los padres biológicos. Algo más, la figura de don Diego de Alvear y Ponce de León sufriría mucho, toda vez que estaríamos frente al abandono de un niño por parte de un padre que ya hacía tiempo había dejado de ser un jovencito imberbe para convertirse en un joven con profesión importante y poseedor de una posición social y económica nada desdeñable. Nada justificaría ese abandono. Se puede argumentar, como pretende la familia Alvear, que realmente no fue abandono porque Diego de Alvear siempre se preocupó de la manutención de José Francisco. De ello no existe la menor prueba documental y no encaja con lo que sabemos de la niñez y juventud de San Martín.
Por otra parte, lo de la entrega del niño al matrimonio San Martín-Matorras para su crianza por parte de un prominente peninsular a un relativamente modesto militar y funcionario de la corona, no tiene visos de realidad. Por otra parte, qué explicaría la decisión de adoptar un niño a un matrimonio que ya tenía cuatro vástagos y al cual de pocos años llevarían, con toda la familia, a España.
En cuanto al argumento de lo supuestamente misterioso de la decisión de San Martín de dejar el ejército español y venirse a América a luchar por la independencia, bastaría con plantear las preguntas: ¿fue el único criollo que regresó a América para integrarse a la lucha separatista? ¿Fue el único criollo que estando al servicio del ejército español se apartó de él y pasó a las filas de los separatistas?
Consideramos que lo ideal sería llegar a conocer la verdad. Que ello en nada afectaría el concepto que tenemos sobre la personalidad de San Martín. Por ello consideramos anacrónico, por decir lo menos, el querer conservar el culto a San Martín libre de cualquier "mancha". San Martín tiene su lugar egregio en la historia argentina, latinoamericana y mundial. De ello no cabe la menor duda y es por ello que sus compatriotas y toda la humanidad debe tener la certeza que el revelar tal o cual aspecto de su vida, por más "delicado" que parezca, sólo ayudará a conocer más al personaje y ello redundará en despertar mas nuestra admiración. Sólo se puede amar lo que se conoce. Entonces, por qué temer la verdad. La conclusión sobre este tema solo podrá ser revelada cuando sin miedos ni tabúes se decida conocer y aceptar la verdad. Lo repito, San Martín siempre será San Martín.
Un punto sobre el cual sería bueno reflexionar es el concerniente a lo éticamente permitido en la investigación histórica. O es qué no existe límite de ningún tipo. No poseo una idea totalmente definitiva al respecto y por ello con esta simple reflexión y duda cierro este trabajo.
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Jorge G. Paredes M.
Enero 2008
Lima-Perú
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