Reseña
El investigador cuenta con más de 20 años de experiencia en la especialidad, ha trabajado en diferentes niveles educacionales y con personas sordas de diferentes edades, ha realizado investigaciones relacionadas con estas desde sus disímiles ámbitos de actuación y esferas de desarrollo, las que ha socializado en eventos de carácter nacional e internacional. Desde el año 2008 se desempeña como Subdirector Docente y de Investigaciones del Centro de Superación de la ANSOC y en el último año, ha pasado a dirigir solo la actividad científico-investigativa y de superación en esta institución, donde funge además como Presidente Ejecutivo de su Consejo Científico Asesor.
Resumen
En el presente artículo se profundizó y reflexionó en relación a la definición y distinción de la Comunidad Sorda Cubana, no solo por el hecho de estar integrada por personas que no pueden oír, sino por toda una serie de particularidades culturales e identitarias. Los análisis y reflexiones se hicieron sobre la base del intercambio del autor con integrantes nativos de la misma y la experiencia acumulada luego de más de veinte años de convivencia en su entorno sociocultural y, sobre todo, en los últimos cinco, compartidos con personas sordas e hipoacúsicas de todo el territorio nacional, en los que ha podido mediante la entrevista, la observación y la constatación, obtener una clara evidencia de las más disímiles manifestaciones de esta comunidad. Se aporta con él información actualizada y precisa acerca de las particularidades de esta Comunidad, que servirá como material de consulta para el colectivo docente del Centro Nacional de Superación y Desarrollo del Sordo, para los Instructores Sordos de todo el país y para todos aquellos especialistas que así lo requieran; de igual forma, para enriquecer y perfeccionar el programa de la asignatura Comunicación y Cultura de la Comunidad Sorda Cubana.
ABSTRACT
This article is the result of a careful reflection about the definition of Cuban Deaf Community not only having in mind the fact that this community is integrated by people who have different degrees of hearing loss, but also a series of cultural and self-defining particularities determining a very specific identity. The analysis was made on the basis of the personal knowledge of the author who has been in direct contact with deaf people for more than twenty years working in this community; Most of all in the last five years, when he has been able to interact with deaf people from all over Cuba and obtain abundant data and information about this community through teaching, observation, interviews, and direct conversation. The article offers factual, accurate and up-to-date information on many of the particularities of this community and it´s expected to serve as a consultation material for the Teaching Department of Centro Nacional para el Desarrollo del Sordo in Havana, all the Cuban Sign Language instructors, all the specialists who need it and in the same way, to enrich and improve the program for the subject Culture and Communication of the Cuban Deaf Community.
Palabras claves: Comunidad, Comunidad Sorda Cubana, Cultura Sorda, Identidad Sorda, Lengua de Señas Cubana.
"Los individuos necesitan tener un
sentido firme de identificación grupal
para tener y mantener
un sentimiento de bienestar"
Kurt Lewin
(en, "Las identidades: una mirada desde la psicología", de Carolina de la Torre Molina, La Habana, 2008)
Desarrollo
Durante siglos, las diversas sociedades han contado entre sus integrantes con personas que no pueden, por diferentes causas, percibir el mundo sonoro que les rodea, las que han recibido disímiles denominaciones y tratamientos, en dependencia del enfoque o perspectiva por el que han sido apreciadas. Desde que la ciencia se comenzó a interesar por estas personas, sobresalieron en su empeño, la medicina, la religión y la pedagogía, cada una de las cuales ha transitado por etapas de mayores o menores aciertos y desaciertos en su objetivo de reconocer las posibilidades reales de estos individuos. En ello ha radicado siempre el principal dilema entre científicos y estudiosos.
Sin embargo, mientras los investigadores, mayoritariamente oyentes, han estado imbuidos en sus análisis para determinar qué es lo mejor o lo peor en la atención a las personas sordas, estas por su parte, víctimas y objeto de dicha atención, han tratado de tener y mantener un sentimiento de bienestar, dado, fundamentalmente, por el hecho de continuar agrupándose y uniéndose en pos de la conquista de sus derechos más elementales, entre los cuales prevalece el de desarrollar y conservar su identidad como grupo social minoritario.
A finales del siglo XIX y durante toda la primera mitad del XX, las personas sordas desplegaron toda su energía en tales agrupamientos, teniendo como motor impulsor, la necesidad de luchar y exigir unidos el respeto a su condición, y su lugar dentro de cada una de las respectivas sociedades. Estas acciones tuvieron su punto culminante con la creación, en 1951, de la Federación Mundial de Sordos (FMS), organización que se encargaría de agrupar en sí las asociaciones nacionales de sordos de cada país, las que han llegado a sumar en la actualidad cerca de 200. Desde la perspectiva de dicha Federación, las personas sordas del mundo conforman lo que han dado a llamar "Comunidad Sorda Internacional", integrada a la vez, por las diversas comunidades sordas de todas las naciones. Entre ellas, por supuesto, la Comunidad Sorda Cubana (CSC), la cual ha logrado su mayor vitalidad a partir de los últimos 15 años; pero ¿por qué tal denominación?, acaso ¿es o no correcta?
Este concepto es frecuente encontrarlo en la mayoría de los textos cubanos o extranjeros que hacen referencia a diferentes temas relacionados con las personas sordas, aunque siempre como algo acabado y conocido en el argot de la especialidad. Sin embargo, quienes se refieran a su definición y caracterización, son más difíciles de encontrar, por lo que se ha propuesto como objetivo del presente artículo.
Se hace imprescindible entonces, comenzar con el análisis de algunas de las definiciones del término comunidad como fenómeno. El doctor en Ciencias Psicológicas Héctor Arias Herrera, en su libro "La Comunidad y su estudio", de 1995, realizó un análisis que no ha perdido vigencia y se aviene mucho a los intereses del autor del presente trabajo.
Primeramente, este investigador considera que las definiciones de comunidad, se pueden diferenciar por el énfasis que se hace en:
Los elementos estructurales
Los elementos funcionales
Los elementos estructurales y los funcionales
Dentro de los elementos estructurales más importantes se encuentran la demarcación de la comunidad, la definición de su extensión, sus límites, el espacio geográfico que esta abarca. En este sentido se utilizan diferentes criterios: lo mismo se puede considerar un grupo, un barrio, una ciudad, una nación o un grupo de naciones, en dependencia de los intereses de la clasificación. La delimitación del tamaño de la comunidad se subordina al nivel de cooperación y coordinación entre sus miembros.
Como elementos funcionales, se refieren aquellos aspectos que aglutinan a sus integrantes y sirven de base a su organización, sus relaciones y movilización en torno a tareas comunes, como sujeto social. En este sentido, una definición que llama la atención es la de Rappaport, 1980, quien plantea que según estos elementos, comunidad es: "un grupo social que comparte características e intereses comunes y que es percibido y se percibe a sí mismo como distinto, en algún sentido, a la sociedad en la cual existe".
El Dr. Arias Herrera también se refiere a: "grupo de personas unidas por sus aspiraciones, necesidades e intereses comunes, con objetivos y problemas comunes, en el que se destaca el aspecto afectivo de las relaciones sociales: los sentimientos, los valores, las convicciones (el sentimiento de pertenencia, la identificación del individuo con sus pariguales, las normas, las costumbres, las tradiciones, su estilo de vida en general). Se considera que cuando el sentimiento de pertenencia o bien común, y las actitudes sociales que genera se aplican y extienden fuera del pequeño grupo, ha nacido realmente la comunidad.
De manera general, integrando ambos tipos de elementos, el Dr. Arias define Comunidad, como "un organismo social que ocupa determinado espacio geográfico. Está influenciada por la sociedad, de la cual forma parte, y a su vez funciona como un sistema, más o menos organizado, integrado por otros sistemas de orden inferior -las familias, los individuos, los grupos, las organizaciones e instituciones– que interactúan, y con sus características e interacciones definen el carácter subjetivo, psicológico de la comunidad, y a su vez influyen, de una manera u otra, en el carácter objetivo, material, en dependencia de su organización y su posición –activa o pasiva- respecto a las condiciones materiales donde transcurre su vida y actividad".
Desde una perspectiva más actualizada, el concepto de comunidad es tratado en la enciclopedia digital Wikipedia (2010), como "un grupo o conjunto de individuos, seres humanos, o de animales que comparten elementos en común, tales como un idioma, costumbres, valores , tareas, visión del mundo, edad, ubicación geográfica (un barrio por ejemplo), estatus social, roles. Por lo general, en una comunidad se crea una identidad común, mediante la diferenciación de otros grupos o comunidades (generalmente por signos o acciones), que es compartida y elaborada entre sus integrantes y socializada. Generalmente, una comunidad se une bajo la necesidad o meta de un objetivo en común, como puede ser el bien común; si bien esto no es algo necesario, basta una identidad común para conformar una comunidad sin la necesidad de un objetivo específico".
Existen muchas más definiciones ofrecidas por diferentes autores, sin embargo, se toman como referentes las dos anteriormente expuestas, ya que desde el punto de vista operativo, resultan de mayor utilidad y pertinencia para los objetivos del presente trabajo.
En estas definiciones y en los análisis acerca del concepto de comunidad, siempre se tratan fenómenos tan importantes como la comunicación, la cultura y la identidad, sobre los cuales debe quedar claro también, para posteriores valoraciones, sus principales definiciones. Se partirá, en el desarrollo de este artículo, de las siguientes definiciones operativas elaboradas por un colectivo de docentes investigadores del Centro Nacional de Superación y Desarrollo del Sordo (2009), una vez realizado un análisis minucioso de la bibliografía autorizada y especializada:
Comunicación: proceso psicosocial en su manifestación práctica, sustentado en procesos neuropsicológicos y lingüísticos, que consiste en la interacción entre dos o más individuos, utilizando diferentes vías para la transmisión y asimilación de mensajes y que tiene como finalidad facilitar el acceso al conocimiento y al desarrollo.
Cultura: actividad creadora del hombre como producto de su propio desarrollo, que expresa el conjunto de valores materiales y espirituales creados por la humanidad, que se trasmiten de una generación a otra como resultado de la práctica histórico-social en el campo de la ciencia, el arte, la moral, la literatura, entre otros.
Identidad: conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad, que los caracterizan frente a los demás, y los convierten en únicos o distintos; es la definición de lo singular o particular ante lo general.
Entre cada uno de estos fenómenos existe una correspondencia lógica y una interdependencia, en primer lugar, a partir del hecho de que todos poseen un carácter social; segundo, todos se producen a partir de las relaciones e interacciones sociales; tercero, son expresados o asimilados por parte de la sociedad y cada uno de sus individuos. Por último, todos en conjunto, contribuyen a que estos se proyecten hacia un crecimiento o desarrollo sociocultural, como entes independientes o como partes integrantes de una colectividad.
Es indudable la presencia obligada de tales fenómenos en cualquier análisis relacionado con la comunidad, sobre todo, las que se conforman por seres humanos, quienes independientemente de compartir espacios comunes, intereses, problemas, motivaciones y relaciones en sentido general, necesitan para ello del uso de formas y estilos propios de comunicación, elementos culturales distintivos y particularidades identitarias, que los definan y den un sello propio ante el resto de la sociedad, lo que de hecho, ofrece una imagen de vida comunitaria.
Si se hace un llamado a la reflexión que se deriva de los aspectos hasta aquí relacionados, cabe preguntarse: ¿Hasta qué punto son afines estas definiciones a lo que hoy denominamos comunidad sorda? Para responder la interrogante se partirá primero de las consideraciones de diferentes autores relacionados con la especialidad.
En un artículo publicado en 1982, del autor norteamericano James Woodward, titulado: "Language and the maintenance of ethnic bounderies in the deaf comunity" (El lenguaje y el mantenimiento de las fronteras étnicas en la comunidad sorda), escrito por él, junto a Harry Markowicz, se hace referencia al hecho de que algunos profesionales que trabajaban con personas sordas, habían comenzado a reconocer la existencia de una "minoría sorda", poseedora de una estructura social jerárquica, una cultura propia y un lenguaje peculiar -a lo que dieron por llamar "comunidad sorda"-, entre cuyos miembros se incluían a personas sordas profundas y personas hipoacúsicas, pre o post locutivas, tanto los que tenían un lenguaje inteligible como los que no lo poseían; en muy raros casos aceptaban como miembros a personas oyentes, solo niños hijos de padres sordos. Estas aseveraciones eran sin embargo, cuestionables, ya que las mismas eran referidas por personas investigadoras oyentes, quienes no formaban, precisamente, parte de dicha comunidad.
Los autores del artículo afirman que la barrera más obvia para la integración a la comunidad sorda era la lingüística. Al respecto, hacen alusión a lo planteado por Gumperz (1975), en relación con la correspondencia entre una comunidad, su cultura y su lenguaje, cuando este plantea que el lenguaje es, simultáneamente, un almacén o depósito de conocimiento cultural, un símbolo de identidad social y un medio de interacción. En este sentido, refiere que el lenguaje primario de la comunidad sorda norteamericana es la lengua de señas americana (ASL).
Como se ha podido apreciar, en los análisis hechos por estos autores, en el contexto de la comunidad sorda, también es distintiva la presencia de los elementos comunicacionales, culturales e identitarios, fenómenos que constituyen las principales razones de diferenciación o delimitación de dicha comunidad.
Siguiendo estos mismos criterios, otros importantes estudiosos del tema han hecho sus valoraciones al respecto. Tal es el caso del brasileño Carlos Skliar y las argentinas María Ignacia Massone y Silvana Veinberg. En coautoría, estos tres especialistas publicaron un artículo titulado "El acceso de los niños sordos al bilingüismo y al biculturalismo", en el cual afirman que los sordos conforman una comunidad lingüística minoritaria caracterizada por compartir el uso de una lengua de señas, en este caso particular, la Lengua de Señas Argentina o LSA, y valores culturales, hábitos y modos de socialización propios. Las lenguas de señas constituyen el elemento aglutinante e identificatorio de los sordos. El hecho de constituirse en comunidad significa que comparten y conocen los usos y las normas de uso de la misma lengua, dado que interactúan cotidianamente en un proceso comunicativo eficaz.
La comunidad sorda está aislada lingüística y culturalmente de la comunidad mayoritaria oyente, pero está integrada económicamente a ella como en la mayoría de las sociedades industrializadas del mundo (Massone y Johnson, 1991).
Por su parte, los investigadores cubanos de las diferentes áreas de desarrollo de las personas sordas, han tratado muy someramente este tema de la comunidad y la cultura sordas, es decir, no han profundizado lo suficiente en este particular, salvo algunas excepciones como es el caso de la Dra. Xiomara Rodríguez Fleitas, quien ha dedicado mayor espacio en sus estudios a la temática y que, en un material de apoyo a la docencia elaborado en el año 2002, titulado "La comunicación y la cultura de la comunidad sorda", hace alusión a que en la medida en que los sordos poseen una lengua en común, un sistema social y cultural con una organización de sus actividades y unas actitudes particulares que les permiten identificarse como grupo, hay que aceptar que constituyen una comunidad.
Esta investigadora expone también una definición de lo que, desde su visión, entiende por minoría lingüística. Según su criterio, es aquel grupo de personas que utiliza una lengua que no es comprendida por el grupo mayoritario y que si desea subsistir, deberá aislarse totalmente o convertirse forzosamente en bilingüe.
La Dra. Rodríguez coincide con lo planteado por Massone y Johnson, en 1991, con respecto a que la comunidad sorda está conformada sólo por sordos, los oyentes involucrados ideológicamente con la comunidad, hijos oyentes de padres sordos, especialistas, investigadores, entre otros, no pertenecen a ella, constituyen lo que se ha dado en llamar comunidades de solidaridad.
Si bien el autor del presente artículo comparte muchos de los criterios expresados por los diferentes investigadores referidos y otros que solo fueron consultados, en esta oportunidad expresará los propios, a partir de las vivencias obtenidas durante mucho tiempo de interacción social con personas sordas de diferentes edades y generaciones, en sus diversos contextos de actuación.
Primeramente, si se toman como referencia las definiciones emitidas acerca del concepto comunidad, se puede responder afirmativamente a la interrogante acerca de la existencia o no de la comunidad sorda, pues a pesar de la no coincidencia con la presencia de elementos estructurales, entiéndase demarcación de territorio o extensión del mismo y sus límites, el resto de los elementos y rasgos caracterizadores de esta, son evidentes en su forma peculiar de manifestación. Las personas con discapacidad auditiva (independientemente del grado de su pérdida) han encontrado siempre razones suficientes para agruparse y mantener vínculos sociales muy cercanos; de hecho, su cotidianeidad se nutre precisamente con la satisfacción del poder compartir con sus pariguales.
La imposibilidad de coexistir en un espacio físico-geográfico único no disminuye un ápice la cercanía espiritual y los nexos de todo tipo entre los mismos. Su denominación como comunidad va mucho más allá de compartir una diferencia de funcionamiento social; la comunidad sorda está dada por mucho más, que por el hecho de no poder oír. Todo ello se materializa en la Comunidad Sorda Cubana, sobre la cual se centrarán los análisis y reflexiones a partir de este momento.
El compartir experiencias, vivencias, emociones, puntos de vista, actitudes, percepciones o apreciaciones, concepciones de la vida y sus fenómenos, de una manera muy propia y peculiar son, entre otras, razones irrevocables que demuestran con toda veracidad la conformación de una entidad social con estructura funcional definida, con normas de convivencia y de relaciones internas, representada por una organización que establece sus reglamentos, sus legislaciones, que tiene personalidad jurídica propia y traza sus metas, sus objetivos, sus lineamientos y que cuenta con vínculos legales y profesionales, como miembro activo que es, con la Federación Mundial de Sordos. La Asociación Nacional de Sordos de Cuba (ANSOC), influye decisivamente en la estructuración y funcionamiento de la Comunidad Sorda Cubana.
Además de ser sordo y contar con habilidades comunicativas en la Lengua de Señas Cubana (LSC), la comunidad tiene muy bien delimitado "su territorio", no se autoaísla ni se automargina, pero como producto del trato recibido por años por la sociedad oyente, no abre fácilmente sus espacios comunes para la entrada de cualquier persona que pretenda deliberadamente involucrarse. De hecho, existen personas que por años han permanecido cercanos a ellos por razones personales, familiares o laborales y sin embargo, no por esa "simple razón", son considerados parte de ellos.
Su comunicación se sustenta primordialmente en la LSC. Ahora bien, el hecho de que una persona ajena a su condición, adquiera habilidades en su lengua natural, no es sinónimo de poder incluirse entre los suyos; la LSC para los sordos es mucho más que las señas. En su forma de expresión incluyen otros elementos característicos, sobre todo de carácter subsígnico como gestos, ademanes, expresiones, señas incompletas, etc.; que solo los signantes nativos dominan; existen además toda una serie de variantes lingüísticas en las diferentes zonas del país, que también son de su conocimiento específico, además de que aportan disímiles matices a los mensajes, los que adquieren una estructura aún no definida con claridad por la ciencia en Cuba, pero que no cualquier oyente logra llegar a adquirir con precisión. Mientras para la persona oyente, acostumbrada a la interpretación mental del mensaje en LSC, siempre van a faltar elementos léxicos que le ayuden a completar las ideas con la mayor exactitud en la misma, para el sordo no hay límites ni pobreza de vocabulario durante el establecimiento del diálogo signado.
Esta interacción comunicativa está dada, y a la vez es muestra, de una concepción cultural propia. Se está hablando de la existencia, además, de una cultura sorda, lo cual es tratado de una manera más explícita en la literatura, aunque existen más reservas en la denominación o definición de comunidad sorda, en lo que respecta a la cultura se es más categórico. La enciclopedia Wikipedia 2010 refiere que con ese rótulo (Cultura Sorda), se pretende definir costumbres y "textos" originados en el seno de comunidades no oyentes que se expresan mediante lenguas de señas. Entre ellos destacan los detalles de una cotidianeidad en la cual se procura prescindir del sonido y las manifestaciones artísticas son basadas en el potencial estético de las lenguas de señas (teatro sordo, poesía visual, narración señada).
Se puede encontrar también en Wikipedia que los estudios sobre la cultura sorda son bastante recientes. Las primeras menciones acerca del fenómeno se remontan a principios de la década de 1980 (Padden 1980, Kyle y Woll 1985). La mayoría de ellos son descripciones técnicas de las producciones estéticas de esas comunidades, así como descripciones antropológicas de su vida cotidiana. No obstante, hay algunos estudios teóricos sobre el tema. En ellos se sugieren paralelismos entre la opresión sufrida por los pueblos no europeos con la expansión colonial y la historia de las comunidades sordas, especialmente desde el Siglo XIX hasta hoy.
El caso particular de cultura de la CSC, es una muestra fehaciente de rasgos distintivos de esta comunidad. Lo típico al hablar de cultura sorda cubana es manifestar que la misma está dada en primer lugar, por el uso de una lengua natural diferente y por la identificación a través de una seña en lugar del nombre; además, que las personas sordas son muy expresivas y detallistas, que aplauden con las manos levantadas y haciendo semigiros, que no se chocan las copas sino los dedos, que dan un toque en la mesa con el puño cerrado en señal de buen provecho. Solo que hay muchos otros elementos que caracterizan también la forma de expresión de su cultura.
La concepción cultural del mundo y sus fenómenos es un elemento básico que marca una notable diferencia con el resto de la sociedad. Las personas sordas, que a lo largo de la historia fueron segregadas e incluso hoy, no gozan de una total y plena igualdad de oportunidades y posibilidades de acceso a la información, al conocimiento y a la cultura en general, se han visto obligadas a crear sus propias concepciones de muchos de aquellos fenómenos, que por su carácter subjetivo o abstracto, no son perceptibles a simple vista. Tal es el caso de las concepciones u orientaciones religiosas, los valores morales y éticos, la forma de expresión de los sentimientos, de las relaciones sociales, las actitudes ante las reacciones o posiciones de los demás, la concepción de las relaciones conyugales y familiares. No significa esto que no posean una considerable influencia de sus familiares, maestros o amistades oyentes, pero independientemente de ello, ponen en cada caso un sello particular.
Ejemplo de lo anterior radica en que la persona sorda es, en su modo de actuación y relaciones, extremadamente (desde el punto de vista oyente), sincera, clara y transparente, muy abierta y natural; molesta e indignada cuando no recibe de los oyentes un trato similar. Para ellos no hay necesidad de simulaciones, de reservas, de dobles sentidos, de ironías, de hipocresía. Por lo general, se muestran totalmente desprejuiciados e inhibidos ante aquellos fenómenos o manifestaciones, que para los oyentes conllevan tales actitudes; están libres de ellos, de los tabúes y las supersticiones que tanto afectan los estados anímicos y las motivaciones de los oyentes.
Suelen ser además, muy observadores y detallistas, como un efecto lógico de su cultura visual, aspecto por el que en ocasiones los no conocedores de ello, los han llegado a tildar de curiosos y en el peor de los casos de "chismosos". Nada más lógico, que al no tener la posibilidad de percibir la información oral por la vía correspondiente, busquen una compensación por una vía alternativa. Mientras los oyentes, sin entrar en las conversaciones ajenas, son capaces de escuchar y estar al pendiente de sus contenidos, incluso sin quererlo, y simular poca importancia e interés, la persona sorda ante tales situaciones, necesita preguntar, indagar, consultar, buscar la forma de acceder a aquello que despierta el interés de quienes le rodean; nada más irritante, que el hecho de ser por eso concebido con tal denominación.
En cuanto a sus expresiones artísticas denotan también marcadas diferencias. Predomina lo netamente visual, la pintura, la escultura, la fotografía, el teatro de pantomimas; específicamente este último, constituye una forma muy típica de expresión, que es utilizada no solo como manifestación artística, sino además como una forma natural y espontánea de comunicación en escenarios cotidianos de diferentes contextos sociales. La pantomima es casi un elemento acompañante de su lengua de señas, pues cuando esta no proporciona la comprensión de la información de manera suficiente, por parte de personas oyentes, se acude a ella como alternativa que garantiza la efectividad del mensaje. Acompañando la misma está el humor, con muestras también peculiares de proyección, los chistes o bromas son algo manifiesto y cotidiano en la comunicación de la persona sorda cubana y, aunque los caracteres varían y las situaciones exigen determinadas actitudes, para la persona sorda generalmente existe siempre un motivo para bromear. Su percepción humorística dista considerablemente de la de los oyentes; lo que es sumamente risible para estos últimos, para ellos no reviste tal connotación, y viceversa. En su sentido del humor prima lo que llega como efectos visuales, no así, lo que requiere de mayores interpretaciones mentales, a partir de textos en lengua hablada.
Un aspecto de relevante significación aparejado al fenómeno cultural lo constituye la existencia de una historia propia, matizada por etapas de desarrollo, acontecimientos importantes y figuras representativas, en la que sordos u oyentes, han sido protagonistas y han marcado hitos con sus hazañas. Cuenta con etapas o periodos caracterizados por las formas en que han sido percibidos (como maldecidos, enfermos, diferentes, minusválidos, con defectos, con trastornos, incapacitados, anormales, con necesidades educativas especiales); por los métodos de comunicación con los que han sido educados (tendencia gestualista, tendencia oralista, de comunicación total, bimodal y bilingüe) y por sus formas de agrupamiento o asociación (grupos, comités, asociaciones, organizaciones).
Otro elemento sociocultural tradicional lo constituyen las formas de reunirse. Las personas sordas acostumbran a realizar frecuentes encuentros entre miembros de su comunidad, las que suelen ejecutarse, generalmente, en las propias casas de aquellas personas que poseen un mayor liderazgo dentro de la misma, es decir, se convierten en puntos de encuentro regular. Dichas reuniones poseen un carácter netamente social, amistoso y en ellas con muy poca regularidad suelen invitar a personas oyentes. En esos casos, solo aquellas que por razones de marcada identificación, han sido aceptadas por el grupo (personas que además de dominar la LSC, comparten costumbres, percepción del mundo, humor; que aceptan y respetan las particularidades de las personas sordas tales y cuáles son, sin exigirles comportamientos similares a los de los oyentes). Sus reuniones que pueden llegar a tener carácter de fiestas o celebraciones amistosas, excepto de música y baile, cuentan con todo lo demás característico, dígase, conversaciones, chistes, juegos, bebida, bufet.
Otro fenómeno a tener en cuanta lo es la percepción del "otro", para las personas sordas, no existen otras personas sordas "extrañas" o de difícil socialización, procedan de donde procedan, incluso personas sordas extranjeras; es típico en ellos, establecer rápidamente contacto afectivo e integración al colectivo, independientemente del lugar de procedencia, del nivel cultural, de la raza, de la orientación sexual. Para los sordos estos no constituyen indicadores diferenciadores entre sí, pudieran llegar a ser objeto de algún comentario, pero siempre comentarios sanos, desprejuiciados, diáfanos, que no llevan en sí la mala intención, la falta de respeto o la limitación para ser aceptado y asimilado en el seno del grupo. Estas actitudes son también atribuibles a las relaciones con las personas oyentes, no así, como ya se expresaba anteriormente, el nivel de socialización con estas.
La percepción del oyente, pasa en la mayoría de las ocasiones, por el prisma de "la impresión de la primera imagen", significa que para la persona sorda es muy importante, en pos de la futura relación con el oyente, la primera imagen que perciben de esta; su rostro, sus expresiones, su proyección externa; el impacto que deje en ellos ese primer contacto va a ser decisivo para su aceptación o no en el seno de la comunidad. Lo peculiar en esto radica en que para los sordos no resulta relevante adentrarse en las interioridades de la persona oyente, conocer sus sentimientos, sus valores; estos pueden ser poco a poco reconocidos pero ya el proceso de integración no tiene los mismos efectos.
Todos y cada uno de estos valores culturales son objeto de trasmisión de una generación a otra dentro de la comunidad, lo que resulta evidente constatar en el seno de aquellas familias conformadas por personas sordas, de dos o más generaciones: los métodos educativos que emplean, la forma de manejar la información, la manera de compartir en familia; de hecho, en estos casos donde no median personas oyentes o estos no son "cabeza de familia" es donde se dan los mayores y mejores puntos de cita o reunión social de la comunidad, donde se sienten verdaderamente dueños de sí, de su espacio, de su vida, sin manipulaciones ni cuestionamientos externos.
Dentro de la CSC, no suelen haber distinciones por rangos o estatus cultural, cognoscitivo o económico. A la hora de establecer relaciones interpersonales, prima por sobre todo, el hecho de ser sordo.
Todos estos elementos comunicacionales y socioculturales propios de las personas sordas, conforman una imagen diferente de las mismas dentro de la sociedad, mayoritariamente oyente-parlante, lo que a la vez, proporciona sin dudas un concepto también diferente de identidad, es decir, identidad sorda. Si bien esta se puede distinguir desde diferentes enfoques, el que más se ajusta es el que en la bibliografía se define como Identidad cultural, expresada como el conjunto de valores, tradiciones, símbolos, creencias y modos de comportamiento que funcionan como elemento cohesionador dentro de un grupo social y que actúan como sustrato para que los individuos que lo forman puedan fundamentar su sentimiento de pertenencia. Es precisamente a partir de todos estos elementos distintivos, presentes en la comunidad y en cada uno de sus integrantes, que se concibe el hecho de tener o no identidad sorda, ese sí es un indicador imprescindible para ser o no aceptado en sus espacios vitales.
Hasta aquí, se ha venido esclareciendo y aportando una serie de nuevos elementos, que aunque no dan el acabado al estudio del tema, ofrecen una mejor visión de lo que al mismo respecta. Nos ayuda a enriquecer nuestros propios conceptos y a contribuir con los de los demás y sobre todo, de aquellos que aún se muestran escépticos ante la presencia y existencia de la Comunidad Sorda Cubana, la que no pretende, con el hecho de autoreconocerse, excluirse o hacerse sentir excluida, sino marcar una diferencia en el orden sociocultural e identitario, que forma parte indisoluble de la diversidad dentro de la sociedad cubana actual, que respeta los símbolos de cubanía, que comparte la identidad nacional, que considera y practica elementos de la cultura oyente pero que necesita que de igual forma sean considerados y respetados sus valores culturales, éticos y estéticos, dados a través de sus formas de expresión, su comportamiento social, sus actitudes y posiciones ante la vida y su percepción integral del mundo.
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_________________. Una mirada reflexiva hacia el niño sordo. Edit. Pueblo y Educación. La Habana, 2004.
Autor:
Lic. Yoel Moya Pérez de Corcho.
Especialista en Sordopedagogía
Subdirector de Investigación y Desarrollo,
Centro Nacional de Superación y Desarrollo de la Persona Sorda.
La Habana, Cuba.