- Influencia del romanticismo
- El idealismo subjetivo en el romanticismo
- Importancia de Heredia en el Estado de México
- Bibliografía
Siendo alumnos de la Escuela Preparatoria "Adolfo López Mateos" de la Universidad Autónoma del Estado de México en Toluca, cuando sabíamos que algún catedrático no acudiría a su clase o bien ocasionalmente se nos antojaba no asistir a ella, disfrutábamos de los exquisitos periplos vespertinos en el Paseo Colón en Toluca allá por 1966 después de tomar café en "El Impala", "El Rey" o el "Café Lího" y de regreso a la escuela por la avenida José Vicente Villada con frecuencia nos deteníamos frente al monumento que Toluca había dedicado al Cantor del Niágara.
Si no todos, la mayoría había leído, y no por obligación de los cursos de literatura, alguna de las poesías del bardo santiagueño que, fuese porque nuestros maestros, como Gustavo G. Velázquez, Alfonso Sánchez García, Alfredo Olguín, Antonio Huitrón, Alfonso Mendoza o René Sánchez Vértiz, no perdían la oportunidad de relacionar su obra en el Instituto Literario y por ello con nuestra Universidad, o bien porque la corta vida del poeta, plena de realizaciones, era un digno ejemplo a seguir, se había convertido en un icono importante para los jóvenes que soñábamos con la libertad definitiva de nuestra patria, como la que en esa época estaba construyendo el pueblo cubano.
Más cuando nuestras memorias infantiles recordaban o habían conocido la versión de que en alguna de las casas de las calles de Gómez Farías, atrás del edificio actual de Rectoría de la Universidad, había vivido un tiempo breve un personaje aparentemente solitario de tupida barba, alto y fornido que leía con avidez inusual libro tras libro.
Tal vez era -nunca supimos la verdad- el otro gran revolucionario que inició su sueño libertario en Santiago junto con un puñado de héroes aquel 26 de julio y que como Heredia y Martí, a su paso por México forjaron las condiciones para tener siempre una mano amiga y un momento para la reflexión dejando recuerdos imborrables que hoy registra la historia.
Los poetas del romanticismo habían dejado su impronta, tal vez momentánea y fugazmente, pero más que los del modernismo y los contemporáneos en nuestra generación debido tal vez a que la lucha del pueblo cubano por su independencia nos había impactado e incluso involucrado porque con frecuencia participábamos en las actividades culturales con filo antimperialista que organizaban tanto grupos estudiantiles universitarios que después perdieron su capacidad de combate, como los liberales de Toluca o el Partido Popular Socialista fundado en el Estado de México, entre otros, por el erudito polígrafo Gustavo G. Velázquez, que con obreros campesinos y maestros de escuela luchaban por el socialismo convencidos de la vía ideada por Vicente Lombardo Toledano que después la realidad hizo imposible al aplicarse las fórmulas del neoliberalismo en la conducción de la política nacional.
Nuestra inclinación hacia los poetas y escritores del romanticismo también era una respuesta a los inenarrables abusos del imperialismo, así se presentase con bandera norteamericana, británica o francesa.
De la misma manera que los poetas del romanticismo, sobre todo los de su segmento liberal, en el siglo XIX luchaban por la libertad, los soñadores de la mitad del siglo XX pensábamos que la lucha por la libertad de las naciones latinoamericanas con respecto al imperialismo era nuestro "destino". Por eso no fue accidental la militancia de muchos de nosotros en la izquierda política.
Por otro lado, todos los toluqueños que hoy cuentan en su bitácora personal con más de cuarenta y cinco años recuerdan que en pleno centro de la ciudad había una calle importante y amplia para aquella época en la que Toluca no padecía la tortura del excesivo número de vehículos, calle que llevaba el nombre de José María Heredia; y que se ubicaba de Poniente a Oriente de la ciudad.
Así como misteriosamente desapareció el monumento de Heredia para colocar el de José Vicente Villada, casi en el mismo lugar, así, algún Ayuntamiento toluqueño plagado de ignorantes de la obra del poeta cubano-mexicano decidió quitar su nombre para colocar el de otro destacado liberal, sin que ello signifique que Valentín Gómez Farías no sea importante.
Pero como se recuerda que Heredia se opuso a las tendencias anticlericales de Mora y Gómez Farías, pareciera que eliminar su nombre para colocar el de quien fuera promotor de la primera Ley de Instrucción Pública en México, era una venganza de la posteridad.
Se sabe que el descuido del Ayuntamiento toluqueño hizo posible que al desmontar el monumento y dejarlo "provisionalmente" en la calle, un grupo de vándalos lo "decapitara" y llevara la cabeza a el periódico "El Noticiero" cuyo edificio estaba ubicado entonces en el Paseo de los Matlatzincas, al poniente de la ciudad. Así se perdió para siempre aquella reliquia histórica y en lugar de la calle importante que anteriormente llevó el nombre de El Calvario y que pasaba exactamente atrás del edificio del Beaterio convertido por Decreto de la Legislatura en el recinto del Instituto Literario del Estado de México, dedicada a honrar la memoria de Heredia, la burocracia municipal de Toluca sólo le reservó una pequeñísima callejuela al oriente y paralela a Pino Suárez, entre Gómez Farías y Juan Álvarez.
El 31 de diciembre de 2003 se cumplieron 200 años del natalicio de José María Heredia y Heredia de quien, dicen sus mejores biógrafos y sobre todo José Martí, es "el primer poeta de América". De los románticos, digo, porque en la escala del tiempo antes están Sor Juana y Andrés Bello.
Desgraciadamente esa importante fecha pasó desapercibida para las autoridades municipales de Toluca y del Estado. Es explicable la actitud del actual Ayuntamiento toluqueño alejado de la cultura, cuyos ediles conservadores e ignorantes, es evidente, no leyeron jamás un poema de Heredia y tal vez de poeta alguno, pero en el Gobierno del Estado la omisión es incomprensible.
Se creó un Comité de Festejos del Bicentenario que no concretó obra alguna y en las páginas de un periódico de la ciudad, "El Sol de Toluca", consta mi proposición de que, aún sin la presencia física de sus restos, se le destinara un lugar en la Rotonda de los Personajes Ilustres del Estado de México en el Panteón Municipal…
Por favor, señores. Heredia era cubano, pero no era comunista ni "castrista", si acaso la omisión se debió a eso.
Cuando por primera vez tuve la oportunidad de estar Santiago de Cuba, después de visitar el cuartel Moncada, dirigí mis pasos hacia la Catedral porque sabía que allí, en la parte alta de la calle, en el número 6 había nacido el poeta, jurista, legislador, educador y periodista.
Aquella casa, casi abandonada, estaba encargada todavía en 1994 al señor Radamés de los Reyes con quien tuve la oportunidad de charlar largamente. No se quejaba, pero comprendía que la revolución, ante el criminal bloqueo del gobierno norteamericano, no podía destinar recursos para brindar mejor atención a la casa del poeta y a los visitantes
Ese inmueble fue adquirido, dice Emilio Valdés y de la Torre, insigne biógrafo de Heredia, en 1889 por la "Junta Heredia" integrada por cubanos patriotas como Emilio Bacardí y Moreau, Eduardo Yero Buduén, José Martí y Pérez y Manuel Sanguily y Garit.
Ese mismo año, el 4 de noviembre, el Ayuntamiento de Santiago acordó cambiar el nombre de la calle para imponerle el de Heredia en honor del primer poeta cubano porque la poesía en ese país se inicia con el romanticismo ya que "el estado de la cultura cubana durante los tres primeros siglos… es de tal insignificancia, que casi puede calificarse de inexistente" dice Valdés y de la Torre.
El idealismo subjetivo en el romanticismo
Heredia es, eso sí, el primer poeta de estatura universal del romanticismo en América, movimiento artístico y literario que se originó con Enrique Heine y Schiller en Alemania; Byron y Scott en Inglaterra; Rousseau, Chateaubriand, Lamartine y Víctor Hugo en Francia.
El romanticismo filosóficamente se ubica en el idealismo subjetivo. La pasión y las sensaciones de los poetas y escritores se anteponen al mundo natural; por eso en el fondo de todos ellos encontramos la filosofía de John Locke quien postulaba que los conocimientos y las ideas provienen del mundo sensible.
No obstante algunos llevaron el romanticismo a los extremos de Berkeley y Hume que creyeron omitir al mundo, a la materia, es decir, al ser y afirmaron que todo lo que nos rodea es simplemente un "complejo de sensaciones"; que la materia no existe, según el primero y que es imposible el conocimiento, afirmaría el segundo.
Esa influencia determina en Heredia, también como producto de todos los problemas dramáticos que vivió, una tendencia a la desilusión, a la melancolía y a la desolación que son constantes en el "Himno al Desterrado", en "Desengaños" y en "Placeres de la Melancolía"
El movimiento de poetas románticos no era homogéneo, pues unos defendían los valores tradicionales como la monarquía, la religión y la patria.
Así lo hicieron Walter Scott, el Duque de Rivas y Chateaubriand. Otros eran liberales que luchaban por la libertad y por la construcción de naciones independientes como Byron, Víctor Hugo y el mismo Heredia.
Pero el mundo soñado por el romanticismo no era fácil de construir y ante la decepción por no lograrlo volvían sus ojos al pasado. Heredia no escapa a la regla y elogia épocas pretéritas como en su obra "Los últimos romanos"
Un rasgo característico, el que más se advierte en los románticos liberales, y Heredia no podía ser la excepción, es el acendrado nacionalismo.
Pero todo ellos se oponían a las reglas del clasicismo. A la par que Heredia luchaba por la libertad de Cuba respecto de España, postulaba la absoluta libertad para escribir.
Pero he aquí lo sorprendente en Heredia: cuando apenas contaba con siete años de edad traducía, leyendo del latín al castellano, a Horacio y también versos del francés al español.
Por eso no sorprende que a los escasos diecisiete años haya escrito en diciembre de 1820 el que, según el Doctor José María Chacón y Calvo, el insigne Marcelino Menéndez y Pelayo y el biógrafo Emilio Valdés y de la Torre, es la obra magistral que lo consagra: "En el Teocalli de Cholula".
No obstante la más famosa de todas sus poesías es su oda al Niágara de una fuerza expresiva y descriptiva inigualables en la que además de cantarle a tal prodigio natural aprovecha un instante para decir, después de soñar con su musa preferida: "¡Delirios de virtud…¡Ay! desterrado,/ sin patria, sin amores,/ sólo miro ante mí, llanto y dolores."
Importancia de Heredia en el Estado de México
A los mexiquenses y a los toluqueños, por nacimiento o vecindad, nos interesa Heredia, además, por su paso en esta tierra como saeta liberal al lado de Zavala antes de su traición a México, junto a Múzquiz y muy cerca de Guadalupe Victoria.
Nos interesa por sus tres brillantes discursos sobre la independencia nacional, uno en Cuernavaca, que entonces pertenecía al Estado de México y dos en Toluca y aunque, como bien dice el erudito polígrafo Gustavo G. Velázquez, no se ha encontrado el nombre del poeta en las relaciones de las logias yorkinas, es innegable que su salida de Cuba, asediado por el gobierno español, se debió a su militancia en la sociedad secreta masónica "Caballeros Racionales" de Matanzas, rama de la organización revolucionaria "Soles y Rayos de Bolívar" que heroicamente pretendía separar a Cuba de España y fundar la República de Cubanacán.
Nos interesa a los mexiquenses su labor como periodista, Juez, Fiscal de la Audiencia (Agente del Ministerio Público), Oidor (Magistrado del Tribunal Superior de Justicia), divulgador de ideas liberales y como maestro de Derecho y rector del Instituto Literario del Estado, no el primero como afirmó Juan A. Mateos, y tal vez no el tercero, porque parece que tampoco tiene razón el historiador Aurelio J. Venegas.
Heredia, el fugaz legislador, nos enseñó cómo se actúa en política cuando nos guían los principios al oponerse, en la IV Legislatura local de la que formó parte, a que Santa Anna (promovido por el mismo Santa Anna), fuese declarado en vida "benemérito de la patria", lo que le valió el odio permanente del dictador oportunista.
Heredia fue quien dejó escrito, sobre todo para consumo de los mexiquenses, que dos días quedaron grabados en sus recuerdos como prodigios de la naturaleza: el que atónito contempló la imponente cascada del Niágara en la frontera entre Canadá y Estados Unidos y el primero de octubre de 1837 cuando subió a la majestuosa cumbre del nevado Xinantécatl, símbolo de la ciudad capital del territorio mexiquense.
En 1939 en ocasión del centenario de su fallecimiento se editaron sus obras y se levantaron monumentos. Al celebrarse el sesquicentenario de la erección del Estado de México en 1974, a Heredia se le tributó el homenaje similar al que se rindió a los constructores de la entidad, muchos de ellos no originarios de esta tierra, desmembrada tantas veces.
Pero hay que advertir que en ese tiempo, tanto en el Gobierno del Estado como en las instituciones de cultura de la entidad, sobre todo en 1974, había gobernantes sensibles e intelectuales sabios.
Los restos mortales del bardo santiagueño se perdieron en la ciudad de México, ciudad en la que murió el 7 de mayo de 1839 porque la "democrática" burocracia panteonera lo echó de su tumba para confundirlo con muchos otros en una fosa común.
Sin embargo ¿acaso son tan importantes los restos cuando la obra es lo que pervive? Si se me permite una comparación, tampoco se sabe dónde quedaron los restos mortales del genial Miguel de Cervantes Saavedra y en Alcalá de Henares su casa es templo de la literatura castellana, su efigie preside la vida de la ciudad y de España y en Guanajuato se le venera más que en su propia tierra.
Heredia, lleno de melancolía pero fiero combatiente por la libertad, pareció profeta cuando en septiembre de 1825 escribió en el Himno del Desterrado:
¡Cuba! Al fin te verás libre y pura
como el aire de luz que respiras,
cual las hondas hirvientes que miras
de tus playas la arena besar.
Nunca es tarde y más cuando de honrar se trata. Honrar la memoria de Heredia pudiese tener un espacio en el próximo gobierno del Estado de México que encabezará Enrique Peña Nieto, porque como escribió Martí: "Para rendir tributo ninguna voz es débil".
- Pacheco, José Emilio: (Compilador) Poesía Mexicana 1810-1914 Promexa editores. México, 1979
- Heredia, José María: Poesías. Editorial Letras Cubanas. Ciudad de la Habana. Cuba, 1980
- Gobierno del Estado de México. José María Heredia. Toluca Méx. 1978 (Incluye trabajos sobre Heredia de José Lezama Lima, José Martí, José María Chacón y Calvo, Arturo Arnáiz y Freg y Francisco Monterde)
- Chorén de Ballester Josefina et. al: Literatura Mexicana e Hispanoamericana. Publicaciones Cultural. México 1992
- Lombardo, Toledano Vicente: La filosofía y el proletariado. Ediciones del Partido Popular Socialista. México, 1975
- Valdés y de la Torre Emilio: Antología Herediana. La Habana, 1939
Enviado por
Héctor Marín Rebollo
Profesor de educación superior
Toluca, Estado de México