Tiempos de drogas, hijos en riesgo (página 3)
Enviado por Ing.+ Licdo. Yunior Andrés Castillo Silverio
Si les pasa esto, salgan al encuentro, conversen, redoblen las manifestaciones de afecto o los pequeños gestos de ternura que todos somos capaces de hacer.
6.- Niveles en el diálogo
Para culminar este apartado decimos una palabra acerca de lo que todos debemos aspirar: a niveles de diálogo cada vez más profundos. El primer escalón es dialogar informando. Hay más calidad de la comunicación cuanto más personal es el contenido de la información.
Un segundo escalón es dialogar acerca de lo que opinamos: hacemos jugar lo que pensamos pero de tal modo que no implique de por sí un conflicto con los demás.
Otro escalón más alto es cuando nos animamos a dialogar acerca de lo que creemos. Esto normalmente pone en juego nuestro universo de valores y criterios que animan nuestra vida.
Pero un escalón mayor es cuando nos atrevemos a compartir nuestros sentimientos, sobre todo, aquellos que son negativos o que por su naturaleza nos provocan miedo o angustia. Paradójicamente cuanto más negativos son, más honda es nuestra comunicación porque mayor es nuestra desnudez. Todos necesitamos en algunos momentos de nuestra vida ser abrazados en nuestros miedos y angustias más profundos, en nuestros errores más graves. Mucho más en la adolescencia. Si esto sucede aunque más no sea una vez, ese momento no será jamás olvidado. Desde el punto de vista afectivo provocará una confianza a toda prueba. Encontrar con quien desnudar nuestro corazón es hallar con quien poder entregarse sin miedos. Cuando esto sucede el corazón tiene "aire", se ilumina. Poder comunicarse de esta manera provoca verdaderos encuentros que marcan positivamente la historia personal. Desnudar el corazón y ser abrazado suscita la alegría, ese cosquilleo del corazón que nada ni nadie nos puede quitar. Desde el punto de vista teológico, animarse a desnudarse ante otro y ser abrazado es como volver a realizar un acto creador. Nuestros primeros padres se escondieron cuando descubrieron su desnudez. La desnudez de Jesús en la cruz nos vuelve a dar la capacidad de estar delante de Dios y de algunos que nos amen en total desnudez y experimentar la alegría de ser revestidos por el amor de los otros.
Estén siempre atentos a criticar la calidad del diálogo que creen tener. Sus hijos tal vez le hablen de lo que hacen con sus amigos, pero es probable que no le cuenten todo. Estén siempre dispuestos a dar más pasos en la calidad de la comunicación. En la comunicación como en el amor siempre se puede mejorar.
Es imposible conseguir una vida sin conflictos, pero pueden aprender a manejar con cierto grado de éxito todos los que se les presenten.
Vamos a detenernos ahora ante uno de los conflictos posibles en una familia: ustedes descubren que su hijo o su hija consume drogas. Parece el fin del mundo. ¿Qué hacer? Intentaremos ofrecerles algunas pistas en las páginas que siguen.
CAPÍTULO IV:
¿QUÉ HACER SI ALGUNO DE SUS HIJOS CONSUME DROGAS?
1.- Los padres de Martin buscan ayuda
Nos llamaron una tarde por teléfono. En la voz había angustia, dolor, preocupación y urgencia. Concertamos una entrevista para el día siguiente.
Hacía apenas unos días que se habían dado cuenta que Martin estaba consumiendo cocaína. Sospechaban desde mucho tiempo antes pero no se habían animado a enfrentarlo. Aconsejados por un amigo hablaron por fin con Martin a quien le dijeron que sí o sí tenían que hacer un tratamiento. Esa misma tarde decidieron hablar con nosotros.
Los padres de Martin estaban atemorizados y en cada gesto se notaba la desilusión, la culpa y la incertidumbre. Hablamos largo y les dimos algunas indicaciones prácticas. Se sintieron más serenos cuando les mostramos con hechos que ahora podía comenzar una historia nueva. Aceptaron el desafío de acompañar a Martin como protagonistas de su recuperación y se comprometieron a revisar sus actitudes. Les aseguramos que podían contar con nosotros en todo momento y desde el comienzo intentamos que se sintieran parte de nuestra comunidad. Ellos nos ayudaron a reconocer lo que les sucede a los padres cuando se enteran de la adicción de uno de sus hijos. Es lo que les presentamos en estas páginas.
2.- Algunas reacciones inmediatas
Cualquiera de ustedes, como los padres de Martin, se han enterado que uno de sus hijos consume algún tipo de drogas. Queremos mencionar aquí algunas de las reacciones más normales frente a este hecho nuevo. Varias de estas pueden darse casi simultáneamente haciendo aún más difícil saber qué hacer.
2.1.- "No es posible que nos pase a nosotros"
Muchos de los padres pasan un largo tiempo, a veces meses, sin poder reconocer efectivamente que alguno de sus hijos consume drogas. La gran mayoría de los adolescentes dejan señales para que sus padres se enteren. Quizá ustedes luego atan cabos sueltos y ahora sí pueden darse cuenta de la causa de cambios de conducta sin motivos, cambios en la alimentación, en los horarios de sueño, en el rendimiento laboral o en el estudio, agresividad y estados depresivos, muchas horas de encierro.
Si los padres no reaccionan, el adolescente seguirá consumiendo dejando señales aún más evidentes: "porros" en los bolsillos, olor a marihuana en su aliento; se animarán a fumar marihuana en el baño o en la misma pieza. Cuando sus conductas son claramente adictivas irá cada vez más lejos. Él espera ser detenido por sus seres queridos. De cualquier modo intentará llamar la atención. Cuando inconscientemente sepa que ya no puede retroceder, que ya no puede dejar de consumir, pedirá de mil modos que reparen en él. Incluso puede darse una etapa de casi total aislamiento. Ojalá no se dejen confundir; aislarse es otro modo de llamar la atención.
Cuanto más rápido ustedes detecten esas señales será mejor para su hijo o hija. También para ustedes. A los padres les resulta a veces muy doloroso darse cuenta de esto. Incluso inconscientemente, aunque sospechen, puede pasar mucho tiempo antes de intervenir: "las adicciones son problemas de otras familias, de ámbitos donde las cosas no funcionan, en casa todo funciona bien….no es posible que nos pase a nosotros".
Este estado de incredulidad suele tener dos momentos. El primero pretende negar lo que aparece delante nuestro. Cuanto más tiempo pasen negándolo será más manifiesto que existen problemas serios en su núcleo familiar. Lo más grave no es tener un problema y padecerlo; lo serio es tenerlo y no querer reconocer que se lo tiene. Un segundo momento da lugar al dolor de lo que este hecho provoca. Es natural que primero nos duela a nosotros. Todavía no estamos en condiciones como para hacernos receptivos del dolor de nuestro hijo o hija y de las circunstancias que le llevaron a consumir drogas.
2.2.- "¿Cómo nos pudo hacer esto?"
¡Tantos años de esfuerzo y de dedicación! ¡Tanto trabajo, tantas horas entregadas para que pudiera educarse! ¡Tanto sacrificio para recibir esto a cambio!
Es el momento de la desilusión. Todo lo construido parece desmoronarse. En el corazón brota una especie de vacío que lo abarca todo. Surgen decenas de preguntas, todas a la vez, sobre el sentido que tuvo dedicar una vida entera a la educación de este hijo, esta hija.
Junto a la desilusión seguramente aparecerá la bronca y la irritación. Según los temperamentos este puede ser un momento realmente delicado porque la reacción de los padres puede llegar a ser violenta, incluso hasta la agresión física. No sería normal que no les provoque furia, bronca e incluso depresión. No revelar ningún sentimiento daría para pensar que nos da lo mismo o que todo puede continuar de la misma manera.
2.3.- "Nos equivocamos en todo"
Según los diversos temperamentos y la historia familiar, en algún momento la agresión puede volcarse sobre cada uno de ustedes y la pareja. La desilusión ahora es sobre uno mismo. Los hechos demuestran que uno se equivocó muy gravemente. Son las culpas esta vez las que ocupan la mente y el corazón. "¿Qué cosas hicimos mal para que nuestro hijo o hija consuma drogas? ¿Acaso hemos errado en todo, nosotros, que creíamos que todo marchaba bien y éramos una buena familia? ¿Es posible de algún modo reparar tanto mal? ¿No está todo destruido?
3.- Primeras actitudes a asumir.
Desde el momento que ustedes han sabido del consumo de drogas por alguno de sus hijos empieza a correr un tiempo precioso. Por la suma del dolor, el desconcierto, la eventual falta de información y los miedos es frecuente que los padres se equivoquen en su actuar inmediato y esto puede tener consecuencias negativas a la hora de buscar los modos de buscar soluciones. Fruto de nuestra experiencia les ofrecemos las siguientes pautas.
3.1.- La crisis como alternativa
Es importante conectarse con todos los sentimientos que esta nueva situación provoca en cada uno de ustedes. También que lo puedan expresar como pareja. Luego, en un círculo más amplio, con todos los miembros de la familia.
Es muy probable que sientan que el mundo se viene abajo. Surgen a cada momento preguntas demoledoras y la tristeza parece abarcarlo todo. Quisiéramos que nos crean en lo que vamos a decirles: toda crisis es una alternativa. Que alguno de sus hijos consuma drogas lo es. Hemos trabajado con decenas de padres para quienes enterarse de esto fue el primer momento en que cambiaron definitivamente sus vidas. Luego de hacer todo el camino de recuperación junto a sus hijos son familias nuevas. No sólo sus hijos se recuperaron de las adicciones sino que esta fue la ocasión para que ellos, como padres, maduraran y transformaran muchos aspectos de su vida. Por otra parte, aunque les parezca terrible, ustedes ya están mejor que cuando no sabían nada. Ahora ustedes y su hijo o hija tienen algo que hacer, aunque todavía no sepan qué es y cómo hacerlo.
3.2.- Somos seres humanos
El mundo no se viene abajo. Pero algunas cosas sí. Muchas de las cosas que ustedes creían hasta ahora parecen haber perdido su valor y al menos deben ser puestas en duda. Todos creemos que nos acercamos a la familia ideal hasta que suceden cosas como esta. Una de las tareas más dolorosas para adelante es descubrir y asumir que ustedes no son los mejores padres del mundo ni que su hijo o hija es la perfección que habían soñado. Tampoco es verdad que ustedes son los peores padres del mundo ni el hijo de ustedes es el peor de todos. Ojalá puedan asumir pronto que tanto él como ustedes son seres humanos, que se pueden equivocar, hasta incluso errar gravemente, pero que tampoco no hay nada ni nadie… ¡a no ser ustedes mismos!….que les impida comenzar de nuevo. Es el momento oportuno para transitar un camino distinto: no el del ideal sino el real, el verdadero….y empezar a construir desde allí.
3.3.- Trascender las culpas y el sentimiento de ser víctimas
Es importante vencer cuanto antes todo lo que los puede inmovilizar, paralizar. Las culpas, la tristeza, la desilusión, la indiferencia, el pararse y el actuar desde el "qué dirán" tienen esta fuerza destructora. Todo el tiempo que trascurra desde que se enteran hasta que puedan salir del posible estupor, todo el tiempo que ustedes pasen paralizados es tiempo valiosísimo que no hay que perder.
Ojalá que lo más pronto posible puedan también abandonar el sentimiento de ser víctimas. Ni su hijo o hija es "un pobrecito" ni ustedes tampoco lo son. Permítannos ser muy claros en este punto: el sentimiento de ser víctimas es un sentimiento en el que necesitamos muchas veces refugiarnos para que los demás vean lo que esta situación nos hace sufrir y así recibir de ellos su compasión.
Carlos L., descubrió que una de las razones que lo llevaron a la droga fue que su madre se sentía víctima de todo. Todo lo que pasaba era ocasión para sufrir. Se drogaba para que ella se diera cuenta que no era la única perjudicada y que a él también le pasaban cosas. Podemos apreciar la gravedad del sentimiento de ser víctimas en esta confrontación que tuvo Juan S. con su madre. Juan le dice: "Muchas veces te desmayabas y luego te pasabas un largo tiempo en la cama. Yo pensaba que era por mi culpa. Tenía miedo que te pudieras morir. Yo era muy chico y siempre tenía que ir a verte cuando eras vos la que tenías que venir a verme a mí". La madre le respondió: "Toda mi vida lo hice. Cuando era chica lo hacía para que me atendieran. Lo seguí haciendo después. No sabía que te hacía tanto daño. Nunca supe que estaba mal y lo seguí haciendo. Porque nunca nadie me había llevado el apunte. Lo hacía para que supieran que yo estaba allí".
Si permanecemos mucho tiempo en estado de víctimas no podemos hacernos responsables de los errores cometidos. Cuando en una familia alguno de sus miembros es adicto a las drogas, de alguna manera todos sus miembros necesitan revisar su vida y así ver que todos pueden mejorar en algo.
3.4.- No se queden solos….no están solos
Pidan ayuda. Si ustedes se acaban de enterar del consumo de drogas por parte de alguno de sus hijos, es uno de los momentos de la vida en los cuales necesitamos que nos acompañen afectiva y efectivamente. Para lo primero, hay que abrir el corazón a algún amigo; para lo segundo hay que recurrir a personas especializadas que los ayuden a encauzar todos sus temores y buscar alternativas para que su hijo o hija y ustedes puedan superar esta situación. Marcelo Y., como muchos otros adolescentes, se drogaba por sentirse solo y abandonado, sintió la desconfianza de compartir sus secretos y lo angustió una y mil veces la soledad. Si cometieron algunos errores no cometan este otro.
Infórmense. No recorra treinta lugares distintos pero no se queden con uno. En estos temas hay gente muy capacitada y otras que sólo tienen recursos teóricos pero poca experiencia. Lo ideal es que ustedes den con personas que tengan ambas cosas.
¡Y manos a la obra! Haga todo lo posible por superar el primer impacto para ponerse en movimiento de inmediato.
Lo que hay que hacer de inmediato es enfrentar a fondo la posible adicción de su hijo o hija y trabajar para su recuperación. Hay pautas y criterios que los ofrecemos a continuación. No se puede improvisar si es que se quiere salir al encuentro de las necesidades de sus hijos y solucionar eficazmente su problema. También existen pautas y criterios que necesitan los hijos. Son complementarios. De algún modo lo que se dice para unos es válido para los otros. Sería ideal que, llegado el momento, pudieran conversarlo juntos…..
4.- Lo que necesitan los padres
4.1.- Siéntanse acompañados
Conocer que un hijo o hija consume droga provoca mucho sufrimiento. Cuando algo nos provoca dolor tomamos dos caminos: nos cerramos en nosotros mismos o nos abrimos para recibir ayuda. Muchos padres, abrumados por este hecho que desestructura la familia y cuestiona años de vida, desconcertados por no saber qué hacer y aún más, sintiéndose estigmatizados socialmente, optan por intentar digerir esta situación solos. Estos padres se equivocan. Y son lamentablemente demasiados. ¡Si al menos estas páginas sirvieran para que no se sientan solos! Sepan que si lo están es por decisión propia. Aquí y allá surgen comunidades y personas competentes que estarían dispuestos a tenderles una mano. Ustedes muy pronto se darían cuenta que no son los únicos. Miles como ustedes buscan cómo vivir esta situación nueva adecuadamente. No hay porqué agregar más sufrimiento y soledad. Si se animaran a compartir con otros padres lo que viven y sienten, se darían cuenta que otros pueden darles una mano, que ustedes también podrán ayudar a otros, que tomar una actitud así sería un gesto muy fuerte ante sus hijos y que por tener un hijo o hija adicta no son "parias".
Uno de los obstáculos más fuertes para integrarse en un grupo de padres o en un grupo de autoayuda es pensar lo que viven desde el "qué dirán". Es cierto que el consumo de drogas en la familia desnuda la existencia de muchos problemas no resueltos. Decidirse a seguir "filmando" para los demás y no tomar la propia vida entre las manos es justamente seguir viviendo en función de los otros.
Si pudiéramos depositar y hacer letra una súplica en este libro, un pedido, un consejo, es justamente este: no se queden solos. No decidan sufrir solos. Con lo sufrido ya está bien. Sepan que estén donde estén y como estén, cuentan al menos con nosotros.
Si pegan el salto de compartir sus vivencias con otros padres no se verán defraudados. Encontrarán fuerza para luchar y mucha luz para esclarecer algunos de los motivos que condujeron a alguno de sus hijos a consumir. Recibirán el respaldo que necesitan y muy pronto ayudarán a otros padres con su propia experiencia. Se harán sensibles a los problemas de otros jóvenes y el corazón de ustedes empezará a tener nuevos horizontes expresados en una mayor sensibilidad, mayor solidaridad y mayor capacidad de comprender a otros y a ustedes mismos.
Por último: ustedes también tiene derecho a tener un espacio de contención, allí donde puedan libremente expresar sus sentimientos, sus luchas, logros y dificultades.
4.2.- Participen en la recuperación de sus hijos
En los últimos años se viene verificando una tendencia que se consolidará en poco tiempo: las comunidades terapéuticas con internación van a ir desapareciendo. Algunas serán necesarias para los casos más graves. Quedarán las comunidades con régimen ambulatorio. Nosotros mismos hemos abandonado la metodología de internación. ¿Por qué? Varios son los motivos:
1.- Las comunidades de internación aseguran un tratamiento más rápido en las primeras etapas pero las grandes dificultades se producen en el momento de la reinserción social. La razón es sencilla: se crea un ámbito fuerte de pertenencia, sanación de vínculos, nuevos hábitos, etc. Pero esto se hace fuera de la realidad familiar, laboral y por lo tanto la recuperación de los adictos termina siendo artificial.
2.- Las comunidades de internación ayudan para que los padres se desentiendan de su hijo, lo quieran ellos o no. Terminan siendo muchas veces "comunidades-depósito". Al dejar al hijo también se deja con él la enfermedad. Él es el enfermo. La enfermedad se va con él. Se llega a estar convencido que de este modo se asegura la salud familiar.
3.- Se prefiere hoy el ambulatorio para no desconectar al adicto de su realidad. Tendrá que cortar efectivamente con muchos hábitos, pero no es saliendo del mundo como se aprende a vivir en él.
El tratamiento ambulatorio no se reduce a reuniones tres veces por semana. Los jóvenes en recuperación deben explicitar qué actividades van a desarrollar día por día, hora por hora y estas actividades se evalúan junto a los responsables del tratamiento y junto a los padres.
El tratamiento ambulatorio implica pasar por diversas etapas, normalmente una inicial de adaptación en la que se distancian del consumo de la droga y empiezan a aceptar las normas del tratamiento. Le siguen tres etapas con diversos objetivos en las que se busca que el joven adquiera pleno conocimiento de sí, revise y sane su historia personal y se reinserte plenamente en el seno de su familia y sociedad contando con valores y un proyecto de vida propios. El tratamiento suele durar dos años. Intervienen psicólogos, operadores terapéuticos y otros colaboradores que ofrecen sus servicios según la etapa en que el joven se encuentra.
4.- Este modelo ambulatorio exige una mayor participación de los padres en el proceso de recuperación de sus hijos. Los modos de participación varían según sea la etapa del tratamiento
5.- Esto es lo más importante: la experiencia demuestra que un adicto tiene mejores probabilidades de superar su adicción en la medida que es acompañado realmente, día a día, por sus padres. Son los vínculos familiares los que hay que reconstituir y en algunos casos, recrear. Sin un protagonismo de ustedes no es posible. Po eso es que en nuestra Comunidad "Vida Nueva" los padres se acostumbran a decir que ellos también están en tratamiento. Ellos también tienen cosas de qué recuperarse, sanar, transformar. En un encuentro de padres uno de ellos dijo: "Decidí acompañarlo. Hace tiempo que estoy con él. Ahora, gracias a esto, lo comprendo más. Recién ahora, acompañándolo, me doy cuenta de muchas cosas. Cuando no está conmigo lo extraño. Me doy cuenta que yo también lo necesito. La navidad de 1998 fue un infierno. En esta última navidad recuperamos la alegría familiar. Nos estamos acompañando unos a otros".
Un adicto que se siente acompañado por sus padres y unos padres que buscan participar activamente de sus propias reuniones, sus estímulos que conduce a un único puerto: la recuperación de su hijo o hija; la gestación de una familia sana.
4.3.- Revisen su parte de responsabilidad
Llegado un momento del tratamiento, más tarde o más temprano, hay que abordar el tema de las causas que llevaron a alguno de sus hijos a consumir y a ser un adicto. Aquí es importante darse todo el tiempo necesario para hacer un buen discernimiento. Hay que evitar dos extremos: asumir más de responsabilidad que les corresponde o no asumir ninguna.
En un camino de recuperación es importante que tanto padres como hijo o hija asuman su parte de responsabilidad. La experiencia nos ha mostrado, sin excepción, que los que quieren recuperarse de su adicción dan un paso decisivo en su tratamiento cuando ellos y sus padres se hacen cargo de algunos errores cometidos. Mutuamente, gracias al diálogo y al perdón, se ofrecen una nueva oportunidad.
Lo más deseable es que lo más rápido posible salgan del papel de víctimas o de culpables. Llegado un momento, cada uno es artífice de su propio destino. Ustedes pueden haberse equivocado mucho pero su hijo o hija tiene que asumir que es elección de ellos drogarse o no y que no pueden echarle la culpa a ustedes toda la vida.
Al asumir la propia responsabilidad es importante animarse a revisar la propia historia. Muchos padres tienen la posibilidad de hacer algo así por primera vez en sus vidas. Quizá descubran que no han hecho con sus hijos otra cosa más que lo que sus padres hicieron con ustedes.
Y además, seguramente, no todo ha sido malo. Es importante que en algún momento del tratamiento padres e hijos se tomen el trabajo de discernir y conversar las cosas que sí anduvieron bien en la familia. Una enfermedad se la combate atacándola en sí misma y favoreciendo la expansión de la parte sana. Nadie vivo está tan enfermo que no tenga al menos algo sano. Si no estaría muerto. No dejen de ver lo que ustedes y sus hijos viven bien, sanamente. No sólo para hacer honor a la verdad sino para potenciar lo bueno.
4.4.- Anímense a sanar su historia
Revisando la propia vida ustedes mismos se encontrarán con muchas cosas que no les gusta. Descubrirán sus propias heridas, sus vínculos dañados o rotos, sus broncas u odios guardados durante años. Puede que acontezca lo mismo respecto de su pareja. Son momentos delicados que hay que vivir con cuidado.
No existe persona humana que no haya sido herida. Todas nuestras heridas pueden sintetizarse en tres grandes grupos o ramas:
1 Las heridas ocasionadas por nuestros vínculos parentales: los vínculos más o menos lastimados que hemos tenido con nuestra madre, nuestro padre, el vínculo esponsal que nos transmitieron. Padres ausentes, madres sobreprotectoras, embarazos no deseados, padres autoritarios, permisivos e indiferentes, castradores o manipuladores. Vínculos de pareja en los que la esposa es más hija que esposa o a la inversa, relaciones esponsales vacías, sin amor, sin amistad, separaciones, etc. Los diversos tipos de vínculos que entablamos con hermanos menores y mayores. Todo esto produce heridas en nosotros.
2.- Las heridas causadas por las pérdidas: la muerte de nuestros padres, hijos o algún hermano. El modo en que hemos hecho "los duelos". Nuestra cultura ha perdido la sabiduría para enfrentar y asumir la muerte, a diferencia de otras. La muerte es una realidad humana tan tremenda que se opta por "ponerla debajo de la alfombra". Psicológicamente se considera que un buen "duelo" dura dos años. Actualmente los procesos duran cinco, diez años, incluso puede llevar toda una vida. Muy pocos enseñan a integrar y sanar esta verdad humana que no hay cómo esconder. Los abortos espontáneos y los provocados. Nuestra posible complicidad con alguno de estos últimos. En otro nivel, la pérdida del trabajo, de posición social, de amigos, etc. Son heridas que forman parte del paisaje de nuestra vida.
3.- Las heridas que tienen su origen en el mal uso o abuso de la sexualidad: abusos sexuales, sea el grado que sea, que va desde una mirada llena de lascivia hasta la violación. Relaciones de doble vida: esposa y amante y a la inversa. Normalmente las heridas que han afectado nuestra sexualidad son las que guardamos más celosamente y que nos cuesta más confiar a otros. Los jóvenes que se recuperar de su adicción trabajan su sexualidad hacia el final de su tratamiento. Muchos de ellos han sufrido experiencias muy dolorosas y que solo después de un largo camino se atreven a elaborar. Bien podríamos escribir un libro entero acerca de este aspecto con infinidad de testimonios, algunos de ellos desgarradores. También es frecuente que detrás de un adolescente que es adicto a las drogas suele haber una dolorosa historia de pérdidas y muerte. Basta remontarse un poco nada más para descubrir que esa muerte puede venir de historias de los propios padres o aún más arriba y que los padres también suelen tener una sexualidad muy herida.
Sea cuales sean las heridas que anidan en sus corazones ustedes padres también tienen que darse una posibilidad para liberarlas, asumirlas y transformarlas. Bien puede ser una ocasión la recuperación de su hijo de la adicción. Él o ella tendrán que sanar y reconciliar muchas cosas. Ustedes también. Si no han sabido o no han podido antes, puede ser un ejemplo muy positivo que ahora puedan entregarle a sus hijos.
Pero no basta con reconocer la parte de responsabilidad que les toca a ustedes y la que corresponde a sus hijos. Tampoco el reconocer y sanar las propias heridas. Quedarse allí sería un ejercicio masoquista. Lo que hemos hecho mal en la convivencia familiar hay que cambiarlo. Es necesario volver a reeducarse para que la familia sea un espacio de salud, libertad y confianza. Es lo que les proponemos en el apartado que sigue.
4.5.- Aprendan a reeducarse
Ustedes podrán hacer una lista de todas las cosas que deben esforzarse en cambiar. Nosotros hacemos referencia a los aspectos que, según nuestra experiencia, son necesarios tener particularmente en cuenta si tienen algún hijo o hija adicto.
4.5.1.- Tomen contacto con el cariño que sienten por sus hijos y exprésenlo
Muchos de ustedes les cuesta tomar contacto con sus sentimientos respecto de sus hijos. Muchas veces pueden sentir bronca, desilusión, miedo, incertidumbre. Pero, normalmente, más allá de estos sentimientos, ustedes los aman. Si no es el sentimiento fundante tienen que revisar porqué. Pero si realmente lo es y todas sus preocupaciones se deben al amor que sienten por ellos y el bien que les desean entonces tienen que aprender a expresarlo.
Muchos padres quieren que sus hijos vivan. Otros, a pesar de las apariencias, no. Son mucho más frecuentes de lo que se piensa los embarazos no deseados. Este sentimiento puede revertirse inmediatamente o pueden pasar años sin que los padres como tales o alguno en particular desee de verdad que su hijo o hija viva. Es imprescindible ser muy delicado con estas impresiones para no cargar más las posibles culpas. Pero si desean que su hijo o hija viva de verdad entonces tienen que aprender a decírselo. Un padre nos refirió una vez que su hijo le dijo: "¿por qué no me decís que me querés?". Muchos padres, por la formación que recibieron, no pudieron aprender a decir y expresar con gestos el amor por sus hijos. Otro padre nos decía: "acompañando a mi hijo en la recuperación aprendí a besarlo, algo que jamás había hecho".
4.5.2.- Aprender a autocontrolarse
Una de las causas que favorece a que cualquier adicción se instale es la falta de autocontrol. Nos impresiona constatar cuántos padres son los que tienen problemas en este aspecto. Es cierto: sus hijos no tienen autocontrol y se drogan. Pero…… ¿lo tienen ustedes? Muchos se dan cuenta que son muy impulsivos, que no pueden callarse, que sistemáticamente contestan mal, que les faltan esos diez segundos de calma para poder pensar y no explotar, incluso que pueden llegar a la violencia física. Muchas veces los padres hacen con sus hijos lo que quisieran hacerles a sus propios padres. Revisar la propia historia puede ser muy doloroso y también ustedes pueden descubrir muchas broncas y odios ocultos. Sin ser conscientes pueden depositar en su pareja o en sus hijos estos sentimientos. El autocontrol lo tienen que aprender los hijos….y también los padres. Un padre nos decía: "Pedimos que cambie nuestro hijo pero nosotros no cambiamos". Otro padre, en un encuentro de evaluación, le pedía llorando a Dios llorando que le diera la fuerza para poder controlar ese minuto de locura en el que perdía el autocontrol y en el que a veces llegaba a pegarle a su hijo. El esfuerzo por controlarse suele llevar tiempo y reclama de todas muchas tolerancias y paciencia.
4.5.3. Aprendan a decir no……. y también sí.
Ya lo hemos dicho en otros lugares: los adolescentes que son adictos a las drogas necesitan límites. Aún sin que se droguen. Si ellos no tienen claro el ejercicio de la autoridad que deben ustedes manifestar, no la podrán ejercitar en sus vidas. Del mismo modo, aprendan a decir sí. Sobre todo a los padres autoritarios y a las madres sobreprotectoras, que por distintos motivos y de diferente manera, no confían lo suficiente en sus hijos.
5.- Lo que necesitan los hijos
Cualquier conducta adictiva, cualquier rebeldía que salga de los cauces normales es un modo de llamar la atención. Si lo tenemos que resumir en una palabra diríamos que su hijo o su hija necesitan justamente su ATENCIÓN. Estar atentos no es vigilancia aunque la implique. Estar atentos no es interrogar, no es estar encima. Es acompañar siempre con la mirada. Quien está atento busca que el hijo o la hija sepa de cualquier modo que son amados. Quien está atento con la mirada, no asfixia, deja ser, pero puede mirar todo lo que acontece al hijo o hija y aquello que le puede hacer daño o hacer bien. Quien acompaña con la mirada no se está mirando a sí mismo. El centro está puesto en lo que mira. Su hijo o hija necesita esto de ustedes: que los miren. Por algún motivo es muy probable que siendo muy niños no se han sentido suficientemente amados, "mirados". Es sabido los estragos que produce en la personalidad el hecho de no ser mirados o no ser alzados lo suficiente cuando se es bebé. Los padres son el espejo en el que se miran los hijos cuando son pequeños. Esto les permite ir reconociendo quiénes son, cómo son y qué lugar ocupan en el mundo. Quienes no reciben esta "atención" que los haga sentir valiosos experimentarán un déficit que lo volcarán sobre sí mismos. Esto puede traducirse en comportamientos narcisista durante toda la vida. Muchas de esas personas son psicológicamente débiles para mirar a otros, para estar atentos a otros.
Los queremos invitar a que descubran qué implica este "estar atentos".
5.1.- La necesidad de ser querido
Llegada la edad de la adolescencia, donde se inician generalmente conductas adictivas, aun cuando ellos mismos rechacen aparentemente la cercanía de sus padres, las muestras de afecto, etc., en el fondo de ellos mismos, muchas veces, claman a gritos por ser tenidos en cuenta. Quieren y necesitan experimentar de modo nuevo el amor. Y siempre se trata justamente de esto: amar y ser amados. Hijos y padres deben buscar los caminos para poder hacer efectiva esta experiencia. Rodrigo Q., le dijo a su padre: "Nunca te tenía conmigo. Estaba abandonado. No me dabas cabida. Tenía un gran dolor por no tenerte. Yo estaba solo. No me sentía querido. Yo quería ser un hombre fuerte como vos. Vos tomabas mucho. Yo empecé a tomar alcohol para no sentirme solo, para estar acompañado de vos". El padre le respondió: "a mí me criaron a palos. Quiero que me perdones. Yo no soy fuerte. Bebía para sentirme así. No quise hacerte daño. De verdad que te quiero mucho. Quiero aprender a ser padre otra vez". Alejandro S., le dijo a su padre: "Nunca te escuché decir ¡te quiero! Yo necesitaba que estés conmigo. Vos me comprabas figuritas pero yo quería que me preguntaras cómo andaba. Me quedaba muy solo. Yo necesitaba que me preguntaras cómo me había ido en el colegio. Te quiero decir que te quiero mucho".
Estar atento es "mirar", pero no de cualquier manera. Es hacerlo con amor. Si consume drogas esto quiere decir que no ha logrado internalizar este experiencia en sí mismo y no puede tener buena estima de sí mismo. Tener una buena autoestima consiste en aprender a quererse y aceptarse tal cual uno es, con sus virtudes y defectos. Para ello, si su hijo o hija tienen alguna deficiencia en esto, debe usted comenzar de vuelta. No para que sea el niño que ya no es sino para que logre pararse en sus propios pies y se ponga a caminar. Como en otros momentos de la vida el amor de nuestros padres, amigos, esposos, es el que nos ayuda a ponernos nuevamente de pie cuando hemos caído. Nadie se levanta sin la experiencia del amor. La buena voluntad o el esfuerzo de voluntad tienen pies de barro si no tienen la consistencia, el piso firme del amor.
Si el adolescente no es capaz de valorarse, de apreciar su particular forma de ser, de aceptar su cuerpo….la vida puede convertirse en una pesada carga difícil de soportar, con muchas expectativas a las que hay que responder e inseguridades de las que hay que escapar.
Los adolescentes que tienen baja autoestima suelen tener dificultades para aceptarse a sí mismos, no se tienen confianza, se sienten inferiores aunque no lo digan, se frustran con facilidad, suelen ser tímidos, pasivos, serios, menos competitivos, con actitudes defensivas y hasta sumisas, con dificultades para afrontar los conflictos, con necesidad de la aprobación de los que los rodea; suelen tener miedo de lo nuevo y desconocido.
Aceptarse a sí mismo es aprender a ver tanto lo positivo como lo negativo que hay en uno mismo, darse cuenta de las posibilidades y las limitaciones y ser consciente de que se puede aprender a mejorar o cambiar si se lo desea de verdad.
Para mejorar la autoestima de sus hijos es bueno lo siguiente:
1.- Recuerden a su hijo sus puntos fuertes con regularidad; destaquen sus talentos y habilidades.
2.- Denle oportunidad de demostrar ante ustedes y ante los demás lo que vale, sus capacidades.
3.- Elogien sus éxitos por pequeños que estos sean.
4.- Entiendan que si alguno de sus hijos consume drogas él o ella es el primero en sentir que hay cosas que no funcionan en sí mismos. Ustedes hagan el esfuerzo por aceptarlos tal cual son sin esperar nada a cambio.
5.- No lo comparen más que consigo mismo. No lo compare nunca con otros hermanos o conocidos.
6.- Inculquen a sus hijos que sólo cuando se acepten y se quieran así mismos, será cuando los demás podrán aceptarlos y quererlos tal como son. Es decir, para gustar a los demás primero tienen que aprender a gustarse a sí mismo.
7.- Nunca le pongan una etiqueta a su hijo. Esto hace focalizar y definir a una persona exagerando una imperfección o una situación por la que se atraviesa. Por ejemplo: su hijo no es un "drogadicto". Ni es "la mejor o peor persona del mundo". Su hijo es un ser humano…..y es su hijo.
8.- Aprendan a comprender y perdonar los errores de su hijo o hija y los propios. A lo errores no le quite ni le dé mayor importancia de la que tienen. Aprenda y enseñe a dejar el orgullo de lado y a reconocer la parte de responsabilidad que corresponde a cada uno. No traigan al presente los errores del pasado si no es para recoger su experiencia. Ofrezcan ayuda y consejo pero ante los problemas que les plantean sus hijos no intenten solucionarlos por ellos. Sí, solucione los suyos.
9.- Las personas que consumen cualquier tipo de droga suelen estar acostumbradas a mentir y mentirse. Cualquier caída o falla los hace perder toda su autoestima y se ven en la obligación de "caretear" y dar una imagen que no corresponde a la verdad. Mienten porque tienen terror a ser rechazados. Para responder a esta conducta es clave:
a) Den muestras de su amor incondicional. Por esto mismo quieran "incondicionalmente" que viva. Para vivir sano es necesario que avance paso tras paso en su recuperación
b) que él mismo se vaya comprometiendo con pasos posibles y evaluables.
c) Elogien todos sus logros.
d) cerciórense siempre de que diga la verdad. No como quien desconfía sistemáticamente sino como muestra de su atención.
5.2.- la necesidad de límites
Muchas veces los padres no ponen límites a sus hijos por miedo a ser rechazados, por creer que invaden la intimidad de sus hijos. También es frecuente que crean que no van a ser capaces de comprenderlos o de ayudarlos en los momentos que están viviendo. Eduardo J., le dijo a su padre: "Fuiste permisivo conmigo en el alcohol. Me ponías vino en el vaso. Mamá se enojaba y vos me lo ponías igual…Cuando nos poníamos borrachos los dos yo sentía que estaba cerca tuyo pero que vos no me controlabas. No me sentía protegido. No me defendías. Valoro que me hayas internado y todo lo que ahora estás haciendo por mí". Jorge B., también confrontó con su padre lo siguiente: "Me dabas el auto antes que a mamá. Vos me apañabas si yo le contestaba mal a mamá. Nunca me dijiste que me pusiera las pilas. Con esto aprendí a no respetar a nadie, a sentirme omnipotente, a no valorar nada y a no ser responsable porque me sentía impune".
Muchos padres prefieren no hacer ningún tipo de observaciones a sus hijos. Los dejan actuar a su gusto y placer, "confían" en su bondad original y en todo lo que se le ofreció en la familia hasta entonces. Pero esta confianza no es tal porque ha dejado de ser cultivada y porque esconde una actitud de desatención.
Con mucha frecuencia los adolescentes, aunque no lo sepan expresar bien, agradecen la preocupación de los padres por sus cosas, su disposición a saber con quienes andan, dónde van, qué hacen. Los padres tienen miedo al fracaso o al rechazo y es un miedo producto de una lectura equivocada y precipitada de los supuestos pensamientos y actitudes de sus hijos.
Poner límites es justamente hacerle saber a su hijo o su hija que "más allá" no debe ni puede ir. Muchas veces los padres dan consignas precisas pero luego se desentienden y el discurso no coincide con la realidad. Si se ponen límites -a los que habrá que llegar a ponerse de mutuo acuerdo- estos límites deben ser observados. La parte que corresponde a los padres es verificar que esto se cumpla y no "creer" que se cumple de por sí. Para ello no es necesario estar encima de manera asfixiante ni hacer de cada encuentro familiar un interrogatorio. Un hijo o hija sabe muy bien cuándo sus padres "lo están mirando" con lo que ello implica de tenerlo en cuenta, hacerle saber nuestra preocupación, acompañándolo realmente, en todo lo que vive y siente.
5.3.- la necesidad de ser entregados
Un adolescente o un joven, luego de experimentar muy de cerca el ser acompañado, de ser constantemente "mirado" y tenido en cuenta, necesitará que se confíe cada vez más en su capacidad para elegir bien y vivir una vida sana lejos de cualquier adicción.
Es importante, de manera sucesiva, y normalmente contando con el asesoramiento de especialistas, ofrecer mayor espacio de libertad. Es cuando ustedes tienen que irse habituando a "ampliar la mirada", agrandar el horizonte de atención. Existe una proporción clásica: mayor autonomía a mayores muestras de responsabilidad. Nosotros la sostenemos. Pero ¿hasta qué momento los padres, otros hermanos deben "estar atentos" al caminar de sus hijos? Nosotros nos animamos a decir: siempre. Nos inspira para esto un hecho antropológico. Cada uno es libre de hacer lo que quiera de su vida. Pero ninguno está eximido de decirle a otro si está haciendo las cosas mal, si está yendo por el camino que conduce a la vida o el que lleva a la muerte. Nuestra libertad tiene un punto de partida y un horizonte: es punto de partida en tanto nos ofrece la capacidad para elegir, sea la que sea. Pero su horizonte debiera ser siempre la vida. Todos debemos esforzarnos para que lo que elijamos nosotros y nuestros hijos sea siempre la vida, la salud, la alegría.
CAPÍTULO V:
UNA FAMILIA NUEVA PARA TIEMPOS NUEVOS
1.- Martin y sus padres: protagonistas de una familia nueva
Acompañamos a Martin y su familia durante veinticinco meses. El día de su rehabilitación fue una gran fiesta. Estuvieron sus padres, sus hermanos, muchos amigos, vecinos y, por supuesto, todos los miembros de nuestra comunidad.
Despedir a un chico rehabilitado es parecido a un parto. Es como volver a inaugurar la vida…..una vida nueva. Aun cuando ha pasado tanto tiempo nos dura la alegría. ¡Tan diferente a ese placer artificial, pasajero y destructivo de la droga! Es la alegría que nadie podrá quitarle jamás a la familia de Martin….ni a nosotros.
La alegría los estaba esperando. Allá, en el fondo de sus corazones heridos y maltratados. Y cuando la dejaron brotar se convirtieron en seres nuevos. Tanto esfuerzo no había sido en vano. Había perlas más allá del dolor.
Nada les fue fácil. Para llegar hasta allí tuvieron que vencer miedos, posturas cómodas y una buena cuota de orgullo. Pero llegaron.
Martín, con sus idas y venidas, al final se dejó ayudar por su grupo al que asistía tres veces por semana. Hoy esos chicos son sus mejores amigos, compañeros de un mismo naufragio. Superaron juntos muchas tormentas y por fin arribaron a una orilla que jamás se animaron a soñar. Los padres de Martin tuvieron lo suyo en su grupo de Padres. ¡Tantas veces les costó ir! Sin embargo, junto a ellos recorrieron las mismas tormentas y se encontraron con su hijo en la misma orilla para darse un abrazo. Debieron aprender a confrontarse unos a otros en la historia de sus heridas, en sus permanentes desencuentros y en sus dificultades de comunicación. Aprendieron a expresarse los sentimientos. Cada día, un poco más, permitieron que venza en ellos el afecto común y el anhelo de comprenderse y amarse.
Martin hoy estudia y trabaja. Junto a Laura está pensando un proyecto común. Luego de tanto esfuerzo, sus hábitos adictivos han dado paso a un nuevo estilo de vida: hace una vida sana, no se guarda las cosas, cultiva la comunicación con sus padres y hermanos, pide ayuda si la necesita y sale al encuentro de las necesidades de los demás.
Luego de tantos conflictos y peleas Martin y sus padres se disfrutan cuando están juntos. No viven en el aire, no son perfectos, son seres humanos. Ellos están viviendo una vida nueva. Porque además de estar vivos y alegres ayudan a otros chicos y a otros padres para rehabilitarse. El dolor y la angustia se convirtieron en misión.
Por Martin y su familia, por tantas otras familias que ya se recuperaron y otras que están en camino, no queremos concluir estas páginas sin antes dejarles algunas consideraciones para motivar la reflexión de cada uno de ustedes, de las familias en su conjunto, de los profesores y maestros, agentes de la salud y catequistas y de todos aquellos que hayan tomado este libro entre sus manos.
Estamos convencidos que el combate contra el consumo de drogas no sólo se hace a través de una lucha frontal limitando lo más posible sus efectos. También tiene que ser la ocasión para reflexionar acerca de la familia y animarse a recrear su estilo para estos tiempos nuevos.
Desde esta perspectiva asumimos el desafío de la droga no solo como amenaza sino como una alternativa. Es bueno plantearnos a fondo lo que está mal en el seno de nuestra familia. Pero debiéramos también descubrir estilos nuevos para vivir este tiempo nuevo.
Los puntos que siguen son apenas algunos de los que quisiéramos que ustedes reflexionen. En el seno de sus familias sería bueno que dialoguen otras cuestiones de interés.
1.- Abstinencia y estilo de vida
Uno de los ejes en la lucha contra la droga es trabajar de tal manera en la prevención que los jóvenes se abstengan de consumir drogas. Hoy se habla de tres niveles o tipos de prevención: la prevención primaria procura que aquel que nunca consumió drogas no lo haga. La prevención secundaria tiende a lograr que quien consume deje de hacerlo. La prevención terciaria pretende conseguir que quien consumió, una vez recuperado y reinsertado en la sociedad, se abstenga de las drogas para siempre.
Ustedes sabrán que se insiste en la abstinencia de muy diversas maneras. Nosotros también lo hacemos. Pero aspiramos a que los jóvenes y los padres que se acercan a nosotros la asuman como un estilo de vida. Es realmente bueno y sano abstenerse del consumo de drogas como de otras cosas que resultan nocivas para la salud personal, familiar y social. Pero no es bueno proponer la abstinencia por la abstinencia misma. Nos abstenemos para disfrutar a fondo otros bienes que se nos ofrecen de modo tal que los gocemos compartiéndolos y repartiéndolos. Dios pidió a nuestros primeros padres que se abstengan de comer del fruto de un solo árbol. Pero de todos los demás podían comer, disfrutándolo como quisieran. La droga tiene ese terrible poder de dejarnos sin capacidad para disfrutar de innumerables bellezas que nos ofrece la vida a través de la creación, de la familia, de los amigos, de la labor que realizamos.
Por ello es que nosotros propiciamos la abstinencia de la droga para disfrutar de todo lo demás. Nuestros primeros padres cayeron en la tentación del orgullo. Nosotros podemos caer con la droga en la tentación de creer que nada de lo que se nos regala en la vida está para ser disfrutado, que ésta consiste sólo en sufrir y que todo el tiempo que tenemos se nos escurre luchando contra los miedos y las culpas.
Algunos dicen que dentro de cinco años el 95% de los adolescentes menores de 17 años habrán probado la droga. ¿La lucha contra el "no probar" está también perdida? Es probable. Sea como sea, antes y después de probar la droga, podemos proponerles a los adolescentes un estilo alternativo. Martin L. King dijo alguna vez que si un día se hubiera enterado que el mundo sería destruido al día siguiente, él igual plantaría su manzano. En nuestro caso, por más que el 100% de los jóvenes llegaran a probar la droga, creemos que vale la pena estar allí para ofrecerles otro camino, para que ningún padre y ningún hijo se encuentre solo.
En síntesis, nos abstenemos del consumo de droga porque queremos gozar la libertad de elegir todo lo que nos haga realmente bien a nosotros, a los miembros de nuestra familia, a los amigos, a la sociedad. ¿Quién resistirá la tentación de "probar" el gusto de la alegría, el sabor de aquello que no se acaba? ¿Hay que pasar por muchas cosas para vivir esta alegría? Si, por supuesto. ¿Lleva tiempo? También. ¿Uno puede desalentarse en el camino? ¡Claro!. Pero si algún día dudan en continuar vengan a preguntarle a Martín y sus padres cómo se sienten.
2.- Ser humanos, no perfectos
La sociedad nos impone a cada rato la excelencia, lo eficaz, lo perfecto. Debemos permanentemente alcanzar metas cada vez más demandantes. Esto nos lleva a mirarnos siempre desde arriba, desde los ideales, desde lo que tenemos que alcanzar. Cuando logramos mirarnos por un momento a nosotros mismos nos descubrimos débiles, temerosos, llenos de miedos, atados por nuestra historia familiar, ansiosos por las cosas más triviales, siempre necesitados de ternura. Otras veces nos sentimos fracasados, vacilantes, sin poder pararnos en nuestros propios pies. Existen situaciones que nos llenan de dolor, errores que nos dan mucha vergüenza, o incluso hechos que nos sumergen en el desaliento y hasta la desesperación. Nada de esto es ajeno a lo humano. Descubrir nuestra desnudez y presentársela a otros no es nada fácil.
Necesitamos una nueva experiencia de humanidad. Sabernos frágiles y limitados. Aprender a disfrutar lo que somos y tenemos aunque esto sea poco. Quien reconoce sus propios límites y se anima a renunciar a ser un superhombre puede gozar de las cosas sencillas, detenerse en los detalles, maravillarse cada mañana de estar vivo aunque vivir sea difícil.
Necesitamos aprender a perdonarnos más seguido no ser perfectos o no poder alcanzar lo que nos habíamos propuesto. Podríamos reconciliarnos con serenidad con nuestra condición de criaturas y animarnos a crecer siempre un poquito más….paso a paso…día a día.
Ser humanos, no perfectos, nos permitiría dejar de dar tantas vueltas sobre los errores y las culpas que atenazan por años nuestras vidas y animarnos a depositar la mirada en los dones que a veces esperan años sin que los cultivemos. Por eso una vez más la importancia del diálogo: cuanto antes se converse acerca de nuestras culpas, nuestros errores y heridas, más rápido podemos seguir adelante sin que nos detengan los fantasmas del miedo, la bronca, la desilusión y las cuentas pendientes que pueden hacerse dueños de nuestro corazón.
Todo esto se logrará haciendo un largo camino. En la Comunidad Vida Nueva, junto a los adolescentes y los padres, tratamos de recorrerlo entero: tratamos de hacernos capaces de "hablar la vida", arreglar todas las cuentas y decidirnos por tomar la vida entre las manos para hacerla un pequeño y sencillo don para otros. Todos podemos aprender así esta lección maravillosa de la vida: estamos llamados a ser humanos, no perfectos. O para decirlo de otro modo: la perfección es llegar a ser humanos. Cuando Jesús en el evangelio nos pide que seamos perfectos como lo es su Padre no viene de enumerar una serie de virtudes en las que su Padre lo es. Está hablando de la misericordia. Ser perfectos es vivir de tal modo nuestra humanidad que tengamos la capacidad de perdonar y perdonarnos viviendo la alegría que solo el amor puede provocar.
3.- Aprender a rebelarse y revelarse
Nos podríamos animar en estos tiempos nuevos a rebelarnos contra todo lo que nos impide revelarnos. No es este un simple juego de palabras. No hay porqué soportar los estragos que hace entre nosotros la droga. Podríamos tener acciones más decididas, claras, contundentes, sin dar tantas vueltas. Decir con claridad y autoridad que ese camino conduce a la muerte. Rebelarse con todo aquello que propicia su consumo, denunciar una y otra vez todo aquello que nos enajena de la realidad por más difícil que sea. Rebelarnos contra los traficantes de la muerte, contra los dobles mensajes, contra las mentiras encubiertas.
Muy poco de esto es posible si no nos animamos a revelarnos. Cómo somos y cómo estamos. Sólo quien se desnuda ante sus seres queridos puede vivir con el alma libre y sana. Y otra vez aquí la necesidad del diálogo abierto, sincero, sin caretas, con la osadía de la verdad. Revelar lo secretos, aquellos que no nos atrevemos a volver a mirar, abrir las heridas y las sombras del propio corazón para ser amados. Algunas de nuestras familias se tienen que animar a vivir la transparencia. Cueste lo que cueste. Sólo estos podrán abrazar lo que otros consideran su infierno por haberse animado a transitar el propio. Sólo quienes transparentan sus fragilidades, sus luchas y desalientos son capaces de revelar las perlas que hay más allá del propio fango. Perlas que se llaman ternura, paz, sosiego, alegría; sólo los que se revelan en sus preguntas, en sus propias agonías, pueden conocer la verdadera alegría e iluminar la noche de los que están tristes.
Revelarse. Desnudarse. Ser transparentes. Allí, ante tu pareja. En muchas cosas, también con sus hijos. ¿Por qué no? ¿Lo intentaron una vez? Un solo momento de desnudez que nos hace experimentar la ternura de los que nos aman rompe en mil pedazos las caretas que nos fabricamos para posar ante quienes nos ponen nota de 1 a 10.
4.- La sabiduría por sobre los modelos
No necesitamos para estos tiempos nuevos un modelo de familia. No duraría nada y nadie buscaría imitarla. Para estos tiempos nuevos necesitamos apropiarnos de la sabiduría. Sabiduría de vida. Aquella que se gesta a lo largo de los años, paso a paso, día a día, noche a noche.
No hay modelo para proponer más que el sabio. Necesitamos familias sabias. Y que nos cuenten su historia. Con sus luchas, errores y aciertos; con el modo en que sacaron experiencia de los yerros y del dolor; con el modo en que transita cada etapa de la vida. Para eso es necesario que cada familia haga su propio relato. Aquellos hitos que la marcaron, aquellos acontecimientos que la convirtieron en historia original, única. Y contar, contar, contar la historia.
No es fácil que las familias se animen. Las que se animan hay que encontrarlas. Ojalá ustedes quieran ser una de ellas. Las necesitan las otras familias que caminan como ustedes. Las necesitamos todos los que buscamos un mundo nuevo para este nuevo tiempo.
5.- Vivir la satisfacción del presente: las atenciones del amor
A los adolescentes se les inculca por todos lados que deben satisfacer ahora, ya, de inmediato, todos sus deseos. En el fondo de nuestro corazón todos quisiéramos eso. Los que hemos pasado esa etapa de la vida sabemos que no es posible, que es necesario postergar algunas gratificaciones en función de bienes más grandes. Todo lo realmente bueno para ser disfrutado debe ser primero cultivado.
Pero hay algo de verdad en esta necesidad de vivir el gozo del presente. Muchos viven durante meses o años sin poder jamás alcanzar lo que desearon. Hay un modo de llegar a los bienes más grandes y más hermosos disfrutando a fondo el momento presente. ¿Cómo? A través de las atenciones del amor. Cada día podemos tener para nuestros seres queridos gestos de atención. Aquellos que nos permitan cultivar, renovar y profundizar el amor entre nosotros.
Vivir atentos a los que amamos para amarlos…..esa es la cuestión.
Así podemos ser felices, un poco cada día, apuntando a la alegría sin fin.
Gozos y alegrías nuevas…..para un tiempo nuevo
Lo mejor, lo más feliz, lo más pleno para sus familias….está por venir.
¿Por qué no ser una de estas familias?
¡Buena suerte! ¡Qué Dios bendiga este maravilloso viaje de la vida!
AGRADECIMIENTOS:
A los jóvenes y sus padres que durante estos años hemos acompañado en nuestra Comunidad Vida Nueva. Ellos son los verdaderos protagonistas de este libro.
A Luis Suarez y Graciela San Martin quienes se dejaron llevar por el Espíritu. Ellos crearon este espacio de pertenencia para tantos que andan buscando un lugar para sanarse, para reencontrarse y para servir.
A Viviana Zárate, por su lucha constante; a María Luisa y Graciela por su dedicación con los grupos de padres de la Comunidad. Gracias a todos los operadores, cuerpo de profesionales y colaboradores que trabajan en la Comunidad ofreciendo un modo alternativo de vivir.
A todos los que me ayudaron con sus sugerencias y observaciones: Jorge y Hebe, los certeros aportes de Gastón Yaryura y Ana María Casalins. Gracias también a la agudeza de José María y Estela. A Silvia Helena, por haberse tomado el trabajo de corregir el manuscrito.
A Ediciones Paulinas que me animó a llevar adelante esta tarea de poner en palabras tantos años de experiencia.
A todos ustedes que leyeron estas páginas. Si necesitan de nosotros, nos pueden encontrar en Murature 276 Banfield (C.P.1828) T. E.: 011-4286-7731. También en el 02224-433965. Sepan que nosotros siempre necesitamos manos y corazones para seguir ayudando.
A Jesús, nuestro hermano, amigo y Señor. Él es quien nos ha conducido hasta aquí y nos impulsa a seguir sembrando……¡¡Gracias por todo a Él!!
Autor:
Juan Pablo Berra
Enviado por:
Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo S.
"NO A LA CULTURA DEL SECRETO, SI A LA LIBERTAD DE INFORMACION"?
Santiago de los Caballeros,
República Dominicana,
2015.
"DIOS, JUAN PABLO DUARTE Y JUAN BOSCH – POR SIEMPRE"?
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