- Introducción
- Historia de la Iglesia Católica acerca de la economía
- Doctrinas de la Iglesia Católica y su postura en la relación entre la riqueza y los obreros
- La ética en la economía
- Las necesidades del hombre
- Las tres racionalidades
- Conclusiones
- Bibliografía
- Anexos
La Economía es una actividad que influye y actúa sobre la vida de la sociedad. Existen diferentes puntos de vista que defienden su posición, a veces, vehemente y apasionadamente. En este documento se expone, resumidamente, la postura de la Iglesia sobre este tema y su apreciación desde un punto de vista que está basado en la doctrina cristiana.
Introducción
El tema de este documento trata sobre la doctrina social de la Iglesia y su postura en relación con la economía que es una disciplina y actividad muy importante en la relación entre los seres humanos. En realidad el tema es muy amplio pero aquí nos vamos a limitar a tratar sobre los orígenes de la doctrina social de la Iglesia, de los cuales deriva su postura acerca de la economía. Luego sobre la ética en la economía, pasando por las llamadas tres racionalidades que interactúan en las decisiones sobre el desarrollo y, finalmente, sobre el mandamiento del amor aplicado en la economía.
Historia de la Iglesia Católica acerca de la Economía
La Historia de la Iglesia Católica acerca de la economía se remonta a sus orígenes cuando las primeras comunidades cristianas en Roma y Jerusalén vivían practicando el principio de la solidaridad y compartiendo todos los bienes en común. Los nuevos miembros que ingresaban a formar parte de la comunidad cristiana ofrecían sus bienes materiales —si es que poseían algunos— en favor de la comunidad.
Las epístolas de San Pablo fueron documentos que aportaron de manera sustantiva para la enseñanza de la doctrina cristiana y de las virtudes que debían ser practicadas por los miembros de las comunidades de aquel entonces. Se puede deducir, entonces, que dichos documentos inspiraron para la posición adoptada por la Iglesia en su relación con la Economía.
Goulet (n. d.) menciona que la doctrina social de la Iglesia se encuentra también en las encíclicas papales que vienen a ser declaraciones del Magisterio ordinario. Una de estas encíclicas es la Rerum Novarum del Papa León XIII (1878 a 1903), quien escribió 86 encíclicas.
Principales ideas de la Rerum Novarum (1891):
Mala situación de los obreros pobres.
Concentración de la riqueza en unas cuantas manos.
Declinación de la moral pública.
Explotación de los obreros por los empleadores codiciosos.
Las autoridades no protegen suficientemente los derechos de los pobres (pp. 1-2).
Goulet nos dice que el pensamiento social católico tiene antecedentes en la escuela de Angers, ciudad donde ciertos teólogos franceses predicaban que los ricos debían mostrar generosidad hacia los pobres, y éstos debían cultivar la virtud del trabajo. La escuela de Liege, ciudad belga, sostenía que la justicia debe ser promovida por las autoridades a través de la legislación social.
Los papas del siglo XIX eran ideológicamente conservadores: resistían los cambios traidos por la Revolución Francesa, la Revolución Industrial y el espíritu prevaleciente del liberalismo. La interpretación secular al apremio de los obreros en el sistema industrial capitalista, dada por Carlos Marx (1818-1883), sirvió como acicate al pensamiento cristiano sobre la justicia social (p. 1).
Doctrinas de la Iglesia Católica y su postura en la relación entre la riqueza y los obreros
En la Rerum Novarum, el papa León XIII, hace referencia al siguiente pasaje de la Summa de Santo Tomás: "La ley humana tiene razón de ley solo en cuanto se ajusta a la recta razón. Y, así considerada, es manifiesto que procede de la ley eterna. Pero, en cuanto se aparta de la recta razón, es una ley inicua; y así no tiene carácter de ley, sino más bien de violencia" (LaRouche, 1993, p. vii).
Nos dice, además, LaRouche que:
Rerum novarum examinó hace cien años cómo remediar el mal que en ese entonces ocasionaba la "voraz usura; la cual, aunque más de una vez condenada por sentencia de la Iglesia, sigue siempre, bajo diversas formas, la misma en su ser, ejercitada por hombres avaros y codiciosos", práctica que vino a "aumentar el mal" de hallarse los obreros entregados, solos e indefensos, por la condición de los tiempos, a la inhumanidad de sus amos y a la desenfrenada codicia de la competencia (pp. vii-viii).
Varios temas son comunes a las encíclicas sociales:
La dignidad humana.
La nobleza del trabajo, libre y consciente, no como actividad impersonal determinística.
Pago de salario justo.
La propiedad privada es derecho natural, pero puede ser restringida para servir al bien común.
La justicia social es una preocupación global.
El principio guía invocado por León XIII, sostiene que las desigualdades naturales existen entre la gente, pero todas las personas están dotadas con una dignidad intrínseca igual. El fin de la sociedad es el bien común y no el enriquecimiento de individuos o de empresas. León XIII criticó el socialismo porque violaba el derecho de la propiedad privada. Sin embargo, reafirmó el principio de que la propiedad puede ser restringida para servir al bien común.
Los trabajadores tienen derecho al trabajo, a un salario digno y a unirse en sindicatos. Y tienen el correspondiente deber de trabajar de manera honesta, de no dañar la propiedad privada, de abstenerse de la violencia y de ser ahorrativos.
Los empleadores tienen derecho a la propiedad, derecho a no ser afectados por impuestos excesivos y a formar asociaciones privadas. Y tienen el deber de mantener la identidad de los trabajadores —permitiendo que cumplan sus obligaciones familiares y religiosas—, pagar un salario justo y no imponer un trabajo excesivo.
Las autoridades, por otro lado, tienen el deber de promover el bien común, de velar por los derechos de los trabajadores y los derechos de la propiedad privada (Goulet, pp. 1-3).
Duncoin (1958) nos menciona tres aspectos del bien común: 1) Aspecto material: El bien común requiere de un conjunto de bienes, de riquezas. Esta prosperidad debe ser el resultado del trabajo de todos; 2) Aspecto jurídico: El bien común reconoce los derechos de todos a beneficiarse de esta prosperidad y de estos bienes; 3) Aspecto espiritual: El bien común exige que la participación de los bienes producidos sea el fruto de una vinculación de todos, con miras a construir una comunidad (p. 122).
La Ética en la Economía
Goulet nos refiere en su ensayo que Adam Smith, el padre de la economía neoclásica, era un filósofo moralista y autor del conocido libro "La teoría de los sentimientos morales". Smith exigía autonomía para las leyes económicas y de comercio, pero asumía que la gente mantendría sus instintos morales y que la providencia aseguraría que el desarrollo de las leyes económicas no excedería ciertos límites morales, pero el resultado fue un total egoísmo de parte de la gente.
Los autores actuales promueven la resurrección del discurso ético en la economía. El sociólogo AmitaiElzioni, en "La dimensión moral" (1988), sostiene que la racionalidad económica no es solo un cálculo de costo beneficio al máximo, sino que el altruismo y el deber moral son motivadores del comportamiento humano en la economía. Autores como Paul Ekins, "The Living Economy" (1986), Thomas M. Power "TheEconomicPursuit of Quality" (1988) y E. F. Schumacher "Small isBeautiful, Economics as ifPeopleMattered" (1975), han explorado los requerimientos del bien común y de la construcción de la comunidad. Es desde el interior de la economía, y no desde una doctrina externa, que estos economistas buscan restaurar la ética al estudio y a la práctica de su disciplina (p. 3).
Ralph Dahrendorf sostiene que "es el trabajo del sociólogo, cuando ha quedado equipado con sus teorías, tomar parte en el proceso de cambiar la realidad haciendo que lo que es razonable sea real. Este es el dominio de la práctica". (David Walker, "Ralph Dahrendorf Vision for the London School of Economics", Change 8, No. 5, junio 1976, p. 24).
Las estrategias de desarrollo alternativas, los programas y los proyectos tienen impactos distintos sobre poblaciones que son victimizadas por la pobreza, los privilegios de clase, la explotación económica o el dominio público. Una ética de la justicia social necesita dominar los instrumentos concretos en apoyo a la lucha conocida por las clases más bajas en la escala social. Hay que promover la eliminación de las enfermedades endémicas, la pobreza crónica y los sistemas injustos de tenencia de la tierra.
Morris Ginsberg (1965) escribe que "la ética trata también con el valor relativo de los distintos fines en relación a los costos involucrados en lograrlos y este trabajo no lo puede realizar adecuadamente sin inquirir sobre las necesidades humanas básicas y las bases de nuestras preferencias y de nuestras elecciones". El mayor peligro que tienen los éticos del desarrollo es caer en el rol de los predicadores en las plantaciones en los días de la esclavitud: darle buena conciencia a los ricos, mientras que le daban consuelo espiritual o "del otro mundo" a las víctimas de las estructuras injustas. De este modo, los éticos no cumplen sus obligaciones al atar las aspiraciones humanas a objetivos del desarrollo tales como. El crecimiento, la modernización o aún el cambio estructural.
Ducoin sostiene que hay un hecho que se impone en nuestro mundo económico moderno y es la constitución y el desarrollo de grandes unidades económicas, la creación de grandes empresas con detrimento de las pequeñas y medianas del artesanado. En 1931, Pío XI ya señalaba esta concentración económica y la dictadura económica de un pequeño número. Posteriormente esto se ha desarrollado más. Como resultado de ello hay una verdadera deshumanización del hombre, siendo este arrastrado por el movimiento económico y por el abuso de la técnica (p.87).
Las necesidades del hombre
Dificultad en determinarlas
Toda necesidad presenta un carácter subjetivo; es decir, no todos la experimentan de la misma manera. Las necesidades están condicionadas por el desarrollo de la sociedad y la variedad de bienes y riquezas propuestos al hombre. Por ello es difícil construir una economía sobre un estudio científico de las necesidades. La misión de la Iglesia no es de orden técnico sino moral. La Iglesia no pretende aumentar las necesidades sino denunciar las falsas necesidades que pervierten al hombre.
Contra las falsas necesidades
El materialismo y su sed de placeres aumentada y alimentada por la publicidad que busca solo una mayor ganancia suscitan dos falsas necesidades.
Los gastos de lujo para satisfacer las falsas necesidades del hombre contribuyen a desequilibrar la economía, que una vez desequilibrada también tiende a crear nuevas necesidades (Ducoin, pp. 33-34).
"Hay necesidades que deben ser satisfechas urgentemente: los alimentos, el vestido, la habitación, la educación de los niños, el sano restablecimiento del alma y del cuerpo" (Pio XII, 29 de junio de 1948, a los trabajadores italianos) (Ducoin, p. 34).
Las tres racionalidades
Vienen a ser tres puntos de vista acerca de cómo debe implementarse el desarrollo en los pueblos de modo que este sirva en beneficio de la población. Estas tres racionalidades son la tecnológica, la política y la ética (Goulet, p. 5).
La racionalidad tecnológica
Es aquella que tiene como objetivo cumplir con un trabajo concreto: construir una presa, limpiar un bosque, extraer mineral o elevar la producción de una cosecha. Esta racionalidad, al hacer su trabajo, trata todo lo demás como una ayuda o un obstáculo. Los obstáculos que encuentre serán eliminados, sean estos de orden físico, burocrático, político, etc.
La racionalidad política
La racionalidad política es diferente a la técnica; mientras la primera es suave, la segunda es dura. Es decir, los políticos pueden llegar a compromisos, negociaciones, adaptaciones e intercambios. Un político puede dejar de cumplir con una promesa electoral debido a la crítica de los adversarios, a la oposición seria y a los obstáculos financieros. Pero, lo que realmente le importa al político, no es cumplir con sus promesas electorales, sino el preservar su influencia y la de su partido. Mientras que los políticos navegan en orillas opuestas, los técnicos tienen que llegar a la orilla opuesta a cualquier precio (Goulet, p. 6).
La racionalidad ética
Para esta racionalidad es más importante ser y estar bien, que hacer o que se piense bien de sí mismo. Construir una carretera, o mantenerse en el poder, es juzgado por la racionalidad ética como bueno o malo según ayude a la gente "no importante" a obtener su libertad o un trato justo.
Ejemplos de las racionalidades
Como ejemplo de la racionalidad tecnológica se podría poner el hecho de una gran empresa minera que quiere llevar a cabo la explotación de una mina en algún pueblo. Para ello va a utilizar todo el poder de que disponga para eliminar a la oposición que encuentre. Esta oposición puede estar representada por organizaciones civiles, autoridades del pueblo donde está la mina y gente de opinión contraria al proyecto. La empresa minera buscará desacreditar las opiniones contrarias utilizando los medios y la prensa a su favor y no escatimará en los gastos necesarios para ello.
Como muestra de la racionalidad política se puede mencionar el poder que puede tener una autoridad elegida por el pueblo y que impone sus ideas y opiniones usufructuando ese poder, de modo que podría enfrentar a la racionalidad técnica logrando que esta no lleve a cabo su objetivo.
Como paradigma de la racionalidad ética tenemos la campaña realizada en contra de la explotación infantil en diversas partes del mundo. Esta campaña ha sido llevada a cabo en diversos medios televisivos y es organizada por grupos que están en contra de la explotación inhumana de los niños.
Interacción de las racionalidades
Goulet nos menciona, también, que las tres racionalidades se infringen una sobre otra cuando convergen en un campo de decisión común. Cada una trata de enfocar a la otra de manera triunfal y reduccionista. La lógica tecnológica trata de imponer su punto de vista sobre todo el proceso de la toma de decisiones. Las racionalidades política y ética hacen lo mismo; cada una busca que las otras dos acepten sus reglas de juego para el diálogo. Un conflicto tal garantiza malas decisiones. Por ello, las buenas decisiones deben desplegar muchas cualidades y estas no pueden emerger de la aplicación unilateral de una sola racionalidad en los campos de decisión. Se necesita, entonces, un modelo de diálogo auténtico donde los intercambios entre las tres racionalidades sean circulares y recíprocos y no verticales y reduccionistas.
El diálogo debe basarse en el reconocimiento de que cualquier tipo de conocimiento, aunque sea parcial, corre el riesgo de creerse el todo. Se debe ver la realidad desde diferentes ángulos. Uno no debe presumir que su propia disciplina intelectual posea la comprensión más correcta de la realidad que se estudia, sino que es solo un punto de vista válido entre los otros. Se debe tener una actitud de respeto de los otros puntos de vista y de reconocimiento de las limitaciones del propio. Debe haber la disponibilidad de reinterpretar la lectura de la disciplina que uno tiene a la luz de la lectura obtenida de las otras disciplinas. Esta postura promueve el examen activo de las preferencias de procedimientos y de criterios para establecer normas que colocan su sello sobre todas disciplinas y diferentes racionalidades (p. 8).
El amor en la economía
Actualmente la Iglesia condena la apatía política y está comprometida con la humanización de la vida y de la justicia mundial. Las encíclicas han evolucionado en la forma en que presentan su enseñanza: se alejan de lo extrínseco, deductivo y unidisciplinario en sus métodos a algo más intrínseco, inductivo y pluridisciplinario. La Iglesia se presenta como el Pueblo de Dios comprometido en la lectura de los signos de los tiempos. La nueva metodología enfatiza la primacía del amor sobre la ley. Esta primacía tiene tres significados:
El amor es el punto central de la justicia y hace que las acciones de la justicia alcancen su potencial mayor.
El amor es la motivación que lleva a la gente a actuar a favor de la justicia; y
La opción fundamental de amor produce una acción moral.
No se deja de lado a la razón en la enseñanza social, pero se la subordina al amor. La encíclica de Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, toma su lugar entre las escrituras normativas de desarrollo que, hasta muy recientemente, eran desechadas como el trabajo de una minoría frente al universo de los expertos en desarrollo. La Sollicitudo rei socialis no es un ejercicio de análisis social, sino una homilía, "un llamado a la conciencia". La Iglesia, cuando habla del desarrollo, lo hace para "llevar a la gente a responder, con el apoyo de la reflexión social y de las ciencias humanas, a su vocación como constructores responsables de la sociedad terrenal".
Ciertos disidentes, como Gandhi, trabajaron como activistas utópicos predicando los méritos del desarrollo en las pequeñas aldeas, el lento progreso del artesanado a los conocimientos tecnológicos, y de los modos sencillos de vida para que las personas se pudieran liberar de la servidumbre de los deseos crecientes de bienes materiales. Otros críticos, como L. J. Lebret y Erich Fromm, optaron por un modelo que promueven la comunidad, la realización espiritual y el fortalecimiento de la libertad creativa, ante la abundancia material, la proeza tecnológica o las instituciones funcionalmente eficientes. Por otro lado, E. F. Schnacher abogaba por una economía que otorgue prioridad a la gente y una tecnología intermedia que proteja a la cultura local y al medio ambiente. Finalmente, creadores de paradigmas como Iván Ilich y J. P. Naik, pedían que la gente recapturara el monopolio de la resolución de problemas, del cual se habían apropiado especialistas profesionales de todo tipo —bajo la bandera de la modernización— como educadores, médicos y economistas.
Los temas de valores y las prioridades de acción abordados por estos disidentes han entrado al léxico general de estos planificadores del desarrollo y ya son puntos de agenda en los debates sobre el mismo. Incluso muchas organizaciones financieras buscan de dar "un rostro humano" a su política. Un informe reciente del Banco Mundial sobre las finanzas públicas expresa: "…los aspectos estructurales de una política de finanzas públicas —cómo el gasto se distribuye y cómo se reciben los ingresos— es tan importante como el balance macroeconómico conjunto".
Conclusiones
Encuentro muy positivo el acercamiento que puede haber entre las personas que deciden el camino al desarrollo teniendo éstas diferentes puntos de vista. Es imprescindible que estas diversas posiciones, que a menudo se ven confrontadas cuando tienen que decidir, tengan más acercamiento entre ellas y aprendan a conocerse y a entenderse mejor. Eso evitaría futuros conflictos.
Un aspecto que no contribuye al desarrollo es el fuerte egoísmo existente. El afán de lucro desmedido y la opresión económica, que se practica aún entre las personas consideradas de pocos recursos, tampoco ayudan al desarrollo. Con la opresión económica me refiero al hecho de querer pagar menos por las cosas y los servicios.
Pienso que el mandamiento del amor llevado a las esferas de la economía ayudaría mucho al incremento del desarrollo entre los habitantes del mundo. La Alianza para el Progreso llevada a cabo por el presidente Kennedy fue una muestra de buena política para con los vecinos.
El mensaje de la Iglesia contenido en las encíclicas es de gran importancia y debería ser difundido más, quizás en resúmenes cortos para que puedan ser leídos por más cantidad de personas.
Bibliografía
DUCOIN S.J. (1958). Economía y bien común. Ediciones Mensaje. Santiago de Chile.
GOULET, Denis (n. d.). La doctrina social de la Iglesia y la Economía. Recuperado de
http://www.centrolindavista.org.mx/archivos_index/goulet/gouletdoctrinasocial.pdf
LaROUCHE Jr., Lyndon H. C. (1993). La ciencia de la economía Cristiana. Instituto Schiller. Washington D.C.
Anexos
La Rerum Novarum
Protestando contra un proyecto minero (Racionalidad política).
Iglesia de Angres
Autor:
Enrique Bracamonte Heredia