El presente trabajo pretende hacer una breve descripción de algunos conceptos como el de estructura y coyuntura que se dan en el estudio de la historia como ciencia, abrevando en los escritos de Braudel, Levi-Strauss, Foulcault, Althuser, entre otros.
Sin la pretensión, siquiera, de agotar el tema, se trata solo de una mirada particular de estos conceptos para, al final, decir unas breves palabras acerca de lo que el autor de este trabajo pretende de una ciencia como la historia.
En el siglo XVIII, los historiadores desarrollaron amplios preceptos sobre la forma de hacer historia.
En ese momento, la historia era un complejo literario que se había armado sobre el universo conocido hasta entonces, lo cual implicaba solamente que los que tenían que escribir historia lo hicieran en una forma de exposición.
El Renacimiento había acentuado los modelos de la época clásica; y la historia era vista como una historia moral y filosófica que mostraba las verdades generales, es decir, una historia que "enseña".
Mas adelante, ya en el siglo XIX, la manera de hacer historia puso más énfasis en el problema de las fuentes y como usarlas para desarrollar un relato.
De esta forma, la historiografía romántica y la historiografía positivista ponian el acento en la realidad cotidiana, tratando de darle un sentido a la narración histórica.
Tanto en una como en la otra, el objetivo era reproducir, en el relato, el orden observado en la realidad.
En este sentido, operaba la necesidad de despojar a la composición histórica de todo vestigio de las fuentes. En todo caso, esto solo se admitía como una cita aclaratoria de alguna época distante.
En suma, el historiador aparecía como una especie de testigo presencial de los hechos.
Tras la Segunda Guerra Mundial, la historia basó su método en el estructuralismo, que prescindía del sujeto y reemplazaba la historia de los hombres por la historia de las estructuras económicas y sociales.
Claude Levi-Strauss quiso, en los 50, emprender la búsqueda de "la base inquebrantable de la sociedad humana". Según él, el estudio etnográfico "nos ayuda a construir un modelo teórico de la sociedad humana que no corresponde a ninguna realidad observable pero con la ayuda del cual lograremos desentrañar lo que hay de originario y de artificial en la naturaleza actual del hombre y a conocer bien un estado que no existe ya, que probablemente no existirá nunca y del cual es, sin embargo, necesario tener nociones precisas para juzgar adecuadamente nuestro estado presente". (C. L. Strauss: 351 y ss.)
Levi-Strauss conceptualizó su trabajo como una "antropología estructural", señalando la nueva orientación del estudio positivo de las ciencias del hombre. Según este pensador, la estructura de la historia donde mejor puede verse y discutirse la ideología estructuralista es en la relación entre estructura e historia.
Vilar, en su debate con Levi-Strauss, coincide y discrepa con este último en varios aspectos. Para Vilar, y en esto coinciden, la estructura es una realidad objetiva e inteligible.
Sin embargo, esto no es un descubrimiento de Levi-Strauss, puesto que es tomado por las demás ciencias para definir su objeto.
En realidad, al estructuralismo no le interesaba la génesis de los conceptos, la historia, sino el complejo de relaciones que, en un determinado momento, es posible descubrir. De ahí que se haya definido la estructura como entidad autónoma de dependencias internas.
Por razones diversas, Fernand Braudel y Louis Althusser han rechazado para la historia las nociones estructuralistas.
Althusser las asociaba con la concepción hegeliana de la historia según la cual "la estructura de la existencia histórica es tal que todos los elementos del todo coexisten siempre en el mismo tiempo, en el mismo presente y son contemporáneos los unos de los otros en el mismo presente". (L. Althusser y E. Balibar: 104 y ss.)
Braudel, en cambio, aclaraba que el oficio del historiador no podía quedar encerrado dentro de un estructuralismo para el cual la absoluta inmovilidad temporal era una condición necesaria.
En realidad, Braudel pretendía abrir un puente entre las diferentes ciencias sociales.
Con respecto al estructuralismo y a la sincronía planteados por Levi-Strauss, Braudel veía allí un problema debido a que el modelo de Levi-Strauss se enfocaba en la necesidad de ver las estructuras profundas que los cambios de coyuntura no podían ver.
Braudel, por su parte, quería hacer posible algo parecido a una reflexión estructuralista en historia pero sin renunciar a la noción de tiempo. Estaba de acuerdo en que podía superarse el hecho de una historia acontecimiental, apoyada en hechos únicos e irrepetibles.
Para esto, Braudel plantea un "tiempo largo" dentro de los límites de la cual ciertas estructuras profundas actúan pero no se mantienen inalterables. La fuente de esta percepción era similar a la de Levi-Strauss
El concepto de "tiempo largo" permite que los estudios de la etnología puedan ser usados por los estudios históricos.
Braudel plantea que la historia debe integrar la totalidad; y es en el contacto con las otras ciencias donde los niveles se integran en esa totalidad.
En Braudel, y en esto se diferencia de los estructuralistas, la estructura es una especie de encadenamiento descriptivo de los distintos hechos y niveles, poniéndolos en acción.
Este autor enfatiza las permanencias; y esto se manifiesta en la división de los tiempos entre tiempo largo, tiempo medio y tiempo corto.
No es que Braudel descomponga la totalidad; Pero sí lo hace con los tiempos.
El concepto de estructura se vincula, al mismo tiempo, con una estructura englobante (el tiempo largo), y una estructura media, inmersa en la anterior.
Vilar, en su critica a Braudel, plantea que la estructura no es algo fijo o invariante, sino que es un proceso con una lógica de funcionamiento, en el cual se pueden encontrar ciclos de decadencia y ciclos de renovación, todo en un constante cambio.
En realidad, coyuntura tras coyuntura, en el tiempo largo, se modifica la estructura.
La concepción de Braudel ha tenido también una respuesta de Foucault. Según el filósofo francés, al mismo tiempo que la historia se inclinaba por la larga duración y rechazaba la injerencia del acontecimiento puntual, en ciertas disciplinas específicas, como la historia de las ideas, de las ciencias, del pensamiento o de la literatura, la atención se dirigía hacia los fenómenos de ruptura y cambio. (M. Foucault: 12-13)
En La arqueología del saber, Foucault denomina "uso ideológico de la historia" a la historia continua o global.
Se trata de una función conservadora que asume a las continuidades como el fundamento de toda historicidad posible y que se resiste al uso manifiesto de las categorías de ruptura y cambio.
Foulcault acepta una filosofía de la historia fundada en una racionalidad de la teleología del devenir, en la relatividad del saber histórico y en la posibilidad de dotar de sentido a los acontecimientos; encuentra una historia del pensamiento sustentada en la praxis del sujeto.
De esta manera, estudia a la historia global. La describe como una historia que organiza los fenómenos alrededor de un centro, llámese significado, espíritu de una época o visión del mundo.
Por otro lado, Althusser propone una relectura de Marx con el objeto de encontrar un contenido que nadie había podido leer porque estaba implícito: la armadura, la estructura del pensamiento marxista.
Según Marx, existe una continuidad material de la historia: nacemos en un país, en una sociedad, en una clase o fracción de ella, en el seno de una familia, con ciertas costumbres, etc. Y esto produce al hombre. Estos existen en el seno de determinadas relaciones que los preexisten.
Sin embargo, estas relaciones han sido producidas por los hombres: los hombres, decía Marx, hacen su propia historia.
Esta acción de los hombres, realizando su propia historia, está mediada por un correlato mental, es decir, por la ideología dominante.
Ahora bien, Althusser, desde el estructuralismo de izquierda, y Levi-Strauss, desde el estructuralismo antropológico, han descalificando una y otra vez las ideas de gran parte de los autores que se presentan a sí mismos bajo el ropaje del estructuralismo.
Todos ellos consideran que su trabajo debe orientarse hacia el estudio de las estructuras.
Esta concepción implica el principio de la totalidad: según este principio, los elementos que conforman la vida social no tienen significación, ni mayor importancia, ni pueden entenderse separados los unos de los otros. No es posible, por ejemplo, comprender la economía de una sociedad si se investiga solo a esa sociedad. De igual modo, es imposible entender el modo de pensar de la gente, su vida política o el funcionamiento de sus formas de autoridad, sin referirlos a los otros aspectos de su vida social. Esta es la que algunos suelen llamar una visión holística de la sociedad.
Es decir, que la sociedad es un todo; por lo tanto, para poder comprenderla hay que concebirla en esa forma. No es posible estudiarla válidamente considerándola como una suma de pequeñas partes.
El lazo de unión entre todos los estructuralistas es, entonces, la concepción de que los elementos que constituyen la sociedad, o cada uno de sus sectores, se relacionan entre sí en formas determinadas que conforman modelos; por consiguiente, cuando se quiere explicar algo, la investigación no debe encaminarse hacia el estudio de sus componentes, sino a la manera como ellos se ligan entre sí, es decir, a la estructura, a los sistemas de relaciones entre esos elementos.
Para ello, algunos estructuralistas recogen conceptos ya existentes; por ejemplo, Althusser retoma el concepto de formación económico-social de Marx, para afirmar que la estructura básica de una sociedad es su formación social y que ésta es un sistema de relaciones entre los distintos elementos que la componen, tales como las relaciones de producción, las fuerzas productivas, etc.
Desde el punto de vista estructural, por ejemplo, lo importante de una silla no son la madera ni la tela ni el metal que la forman; lo que hace que sea una silla es el modo como esa madera, esa tela, ese metal se relacionan entre sí, se arman; con los mismos elementos se pueden armar muchas otras cosas diferentes y, sin embargo, los elementos siguen siendo los mismos, porque son comunes, generales; lo que cambia son sus relaciones, cambios que están sometidos a leyes de transformación también universales.
Igual ocurre con las sociedades; los aspectos que las componen son los mismos para todas ellas. Lo que distingue a una sociedad de otra, lo que diferencia períodos históricos en una misma sociedad, no son sus componentes, porque éstos son universales, sino el cómo se relacionan entre sí en un sistema. Los mismos elementos organizados de otra manera producen un resultado distinto.
Con el estructuralismo, la historia había ampliado su objeto: ya no era la historia de cada hecho, de cada dimensión, de cada hombre, sino que implicaba la reconstrucción de los grandes relieves del devenir de las sociedades. El objeto y el marco serian, entonces, las sociedades en movimiento.
El estructuralismo choca con las concepciones del individualismo metodológico (Popper, Von Hayek, Escuela de Viena), dominante en la ciencia económica, que concibe a los individuos como previos a las relaciones sociales, y como supuestos primeros y últimos de la actividad económica, política y social.
Luego, estaba el tema de la totalidad social, que planteaba la coexistencia de los hombres y de sus relaciones. Las relaciones existen previas al nacimiento de cada hombre. Sin embargo, esas relaciones no existen por fuera de la acción de todos los hombres, aunque preexisten a cada hombre y se le presentan como condiciones objetivas.
El análisis estructural tiene que ver con una realidad social estructurada. Era preciso descubrir ciertas regularidades determinantes de ese todo, que desde el punto de vista del devenir es lo más estable y permanente.
Sobre la base de descubrir esas regularidades, vendría la discusión acerca de la naturaleza de esa estructuración, que es la discusión sobre la naturaleza de esa sociedad.
El análisis histórico pone de manifiesto que toda estructura es un proceso, que tiene un devenir y un movimiento que hay que captar.
El concepto de invarianza y permanencia, propio del estructuralismo, generaba una visión del cambio o ruptura exógena a la estructura misma.
Si nos remitimos específicamente a la historia, es en la historia económica donde se usa más el concepto de estructura.
Cardoso afirma que "el concepto de estructura se da en historia económica, en oposición al concepto de coyuntura o movimiento. La estructura designa entonces, a la vez, las permanencias económicas y las proporciones que existen entre los fenómenos". (C.F.S. Cardoso y H. Pérez Brignoli: 49-50)
El concepto de estructura, dice Cardoso, "aparece vinculado a la toma de conciencia de los historiadores acerca de que el estudio de la evolución de las sociedades, demuestra la existencia de ciertos sectores y elementos de la realidad social, caracterizados por una estabilidad y una permanencia relativas y extremadamente variables". (C.F.S. Cardoso y H.Perez Brignoli: 50)
Para Cardoso, sin embargo, estructura y movimiento están vinculados. Los diferentes tipos de estructuras tienen aparejados diferentes tipos de coyunturas. Cuando estas últimas se acumulan, se producen los cambios estructurales.
En el proceso posterior al estructuralista, la historia realizó un giro de retorno al actor, al individuo, a la acción subjetiva. De esta manera, se descomponen las esferas que el estructuralismo mantenía unidas: la economía, la sociedad, la política, la cultura, etc.; es decir, existe una emancipación de las diversas historias: se habla de historia de las estructuras económicas, historia de los pensamientos, etc.
Procesos tales como el Mayo Francés en 1968 hicieron que se volviera nuevamente la vista al sujeto. De aquí en más, el postmodernismo se sumió en el subjetivismo. Era la época de los Anales.
En la primera etapa, los Anales buscaban reacomodar los fenómenos políticos en un todo más amplio. La influencia del estructuralismo en la etapa de los Anales, lleva a desplazar el análisis político, lo que implica, también, el desplazamiento del conflicto.
En los últimos tiempos, el uso de las fuentes y de los problemas que eso trae, han sido, de alguna manera, subsanado por los prestamos hechos por las otras ciencias sociales.
En este sentido, la historia actuaría como una ciencia auxiliar de dichas disciplinas.
Ahora bien, la historia es auxiliar de las otras ciencias solo en el sentido de reponer la dimensión histórica de las mismas, es decir, identificar la génesis y el devenir de los objetos que las otras ciencias estudian.
Las fuentes han pasado a ser una referencia indirecta de la realidad social, incapaz de ilustrar todos sus aspectos o de responder a todas las preguntas que podemos formular sobre ella. Por esto, cualquier inferencia sobre esa realidad no descansa en las fuentes mismas sino en la asociación entre las fuentes y una teoría, un modelo o una hipótesis explicativa. Las fuentes adquieren una significación sólo con respecto a una teoría y no constituyen piezas reveladoras en sí mismas o eslabones en un encadenamiento narrativo. Esto ha traído dos consecuencias: una, la ampliación del rango de las fuentes aprovechables; otra, la alteración de la escritura de la historia, que en vez de una coherencia narrativa exige ahora una coherencia analítica.
En los 90, predominaron, en las ciencias sociales, las concepciones posmodernas de la "historia en migajas", al decir de Dosse, las cuales surgieron a partir de la fragmentación estructuralista.
Esto implicaba una extrema subjetivización: la explicación por el imaginario, el paradigma; ya no el motivo individual de cada actor sino la acción de las ideas.
Sin embargo, ya no estamos a principios de los 90. Actualmente se ha manifestado que la economía tiene una historicidad en el sentido de su conflicto y su desarrollo. La crisis económica mundial ha puesto de manifiesto que la crisis es objetiva y que no existe fuera de la acción de los hombres.
Con la ampliación del objeto, la historia ha logrado utilizar con provecho el instrumental de otras ciencias: la economía, la sociología, etc.
Una visión personal
La caída del muro de Berlín y el fin de la Unión Soviética configuraron el entorno de las publicaciones de Fukuyama y su supuesto "fin de la historia" que significaba el triunfo final del capitalismo a nivel planetario.
Esos hechos plantearon la necesidad de nuevas reflexiones acerca de la naturaleza de la investigación, la enseñanza y la divulgación de la historia.
En realidad, la historia bien entendida, a mi modo de ver, debería destacar destaca la relación sujeto-objeto, la amplitud de las fuentes, todo esto unido a una necesidad de interdisciplinariedad.
Es decir, se trata de concebir la subjetividades de los sujetos históricos, en un camino para llegar a la objetividad de la ciencia histórica.
Se hace cada vez más necesario el empleo de fuentes no gubernamentales, de la iconografía y de las fuentes orales.
Todo esto sin dejar de prestar atención a las imágenes y a las voces, además de la lectura de textos entre líneas.
Todo historiador actual debería recurrir a la historia de genero, a la historia oral, a la ecología y las fuentes de Internet.
Sin embargo, estas nuevas visiones no deberían estar desprovistas de ideas, hipótesis de investigación, explicaciones e interpretaciones. No existe una mirada desideologizada de las fuentes. Las hipótesis ayudarían, en este sentido, a construir las fuentes de la investigación.
Es más que obvio que esta propuesta solo es plausible en el marco del la integración de las ciencias sociales, las naturales y las nuevas tecnologías de información y divulgación.
De esta manera la biografía y la microhistoria, por ejemplo, se abordarían desde nuevas perspectivas capaces de ofrecer resultados interesantes y significativos para la historia regional, nacional y mundial, para el pasado, el presente y el futuro y para la economía y la política.
Retomando a Braudel, cualquier objeto de investigación debería ser estudiado dentro de una matriz en la que los niveles de la realidad se configuran en un movimiento temporal y espacial.
El conocimiento previo del objeto de estudio y la imaginación del historiador nutrirían las hipótesis que guiarían la investigación.
Es necesario rescatar las tradiciones del marxismo y de los Anales, en una apertura hacia lo nuevo, sin dejar de lado el compromiso social.
El auge estructuralista generaba una visión que despreciaba lo micro.
Por otro lado, la microhistoria, en las décadas del 80 y 90, suponía que cada hecho tenia su historia. De ahí el rechazo a descubrir una regularidad de la totalidad.
Estos estudios implicaban una vuelta al empirismo, desteorizando los hechos, es decir, un retorno a lo ahistórico.
Cuando estudiemos cada componente, debemos verlo, a la vez, como efecto de ciertas causas, como causa de ciertos efectos y como signo en relación a un todo, es decir, es preciso ver los procesos de génesis y sus consecuencias.
A veces se da en simultaneidad: una cosa es, al mismo tiempo, efecto de causas y causa de efectos simultáneamente operantes. A veces se dan en diacronía; de ahí la cronología, que permite estudiar ese mecanismo en su desarrollo. Las coyunturas, entonces, también son partes de procesos.
Debemos pararnos en la coyuntura para analizar, en su totalidad, los fenómenos de la estructura.
Entre la visión determinista del estructuralismo y la indeterminación de la fragmentación de la historia posmoderna, el punto es ver que la historia no está predeterminada pero que tampoco es indeterminada: no podemos decir qué va a ocurrir, pero tampoco ocurre cualquier cosa, sino que siempre ocurre algo en el marco de conflictos y tendencias condicionadas por ciertas posibilidades y limites que generan un set de opciones.
Resumiendo, se hace necesario situar el interés y el significado de los problemas de investigación histórica en un contexto de múltiple globalidad; esto es, reconociendo las subjetividades de los agentes históricos y de los historiadores y la ineludible interacción sujeto-objeto; integrando historia, ciencias sociales y humanidades; enfocándolas globalmente en el aspecto temático (economía, política, sociedad y cultura), en el aspecto espacial (local, regional, nacional y mundial) y en el aspecto temporal , integrando pasado, presente y futuro.
Recordando la historia total del estructuralismo, de lo que se trata es no abarcar todo sobre todo, sino de construir e imaginar una relación entre el objeto de estudio y los múltiples problemas de las sociedades actuales.
La idea del "fin de la historia" se esfumó en los campos de batalla del Golfo Pérsico, en la "limpieza étnica" de Bosnia-Herzegovina, y en las Torres Gemelas de Nueva York.
En realidad, habría que hablar de los fines de la historia: el historiador debe bucear en la impotencia del neoliberalismo que, al no satisfacer las más urgentes necesidades humanas, reduce a masas enteras de población a niveles impensados de indigencia.
Habría que reivindicar el papel del historiador en la reconstrucción de la sociedad y el poder, haciendo uso pleno de la función ética y educadora de la historia.
En síntesis, unir lo académico con la praxis, sacándose el lastre popperiano, para asumir el compromiso con las causas sociales y políticas vinculadas a la defensa de valores universales de educación y salud, justicia e igualdad.
- P.Vilar, Estructura y Coyuntura, en Introducción al Vocabulario del análisis histórico, pp. 51-105.
- F. Dosse, La historia en migajas, Alfonso el Magnánimo, 1994. Los años Braudel y Una historia en migajas, pp. 101-203.
- C. L. Strauss, Tristes tropiques, París, 1955
- L. Althusser y E. Balibar, Para leer El Capital. México, 1974
- M. Foucault, La arqueología del saber, Paris, 1969
- C.F.S. Cardoso y H. Pérez Brignoli, Los métodos de la historia, Critica, Barcelona, 1976
Jorge S. Zappino
Licenciado en Ciencia Política (Universidad de Buenos Aires)
Magister en Historia Económica y de las Políticas Económicas (Universidad de Buenos Aires)