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Tepito Barrio Bravo- Mexico (Historia,Comercio y demás)


Partes: 1, 2

  1. Prólogo
  2. Barrio bravo, Tepito, historia, comercio y demás puntos
  3. Historia
  4. Comercio
  5. Barrio de resistencia
  6. El ropero de los pobres
  7. Deportes
  8. Religión
  9. Reconociendo a un tepiteño
  10. Conclusión
  11. Referencias

Prólogo

La tesis esta basada mediante páginas de internet, documentales y un poco de libros.

Este documento es una tesis de "Punto final.

Justificación.

Este trabajo esta echo para pasar la materia de "Métodos de investigación". Y también}

Barrio bravo, Tepito, historia, comercio y demás puntos

Tepito, barrio bravo de historia muy remota, historia que muchos creen practicamente reciente pero que no lo es, origen de muchos grandes idolos, desde deportistas hasta reporteros de television, este barrio a tenido sus altas y bajas, tiene sus buenos y malos lados, tiene secretos, lugares emblematicos que se dice que si no has ido a esos lugars, no ha ido a Tepito.

Siendo una colonia practicamente pequeña, comprendida entre las calles Paseo de la Reforma y Av. Del Trabajo y las calles Canal del Norte y Rayón, es una de las colonias o barrios que mas historia tienen junto con el centro historico de la Ciudad. Pasando por mucha delincuencia, compra venta de cualquier tipo de producto existente en el pais o no, antiguedades, tecnologia, ropa, lentes, etc.

Barrio bravo, un nombre que se ha ganado a pulso con bastantes hechos y evidencia de que asi lo ha hecho, pero en este trabajo no se hablara de su parte brava sino de su parte historica y desarrollo en general asi como tambien de su parte turistica, albarcando la gastronomia, diversas organizaciones dentro de el, su identidad como barrio, su disntinguida fe, su aportacion al deporte nacional, y su desarrollo como uno de los centros mercantiles mas influyentes de la ciudad, no precisamente en ese orden;

Historia

El origen de Tepito se remonta a la fundación de México, pues no es casual que el nombre del barrio y el de la ciudad, contengan tres sílabas y mismo orden de sus tres vocales. México y Tepito surgieron de islotes y solares nativos fundacionales, cuya toponimia se fue conformando fonéticamente hasta concretarse en la ciudad y en el barrio más emblemáticos de la nación mexicana.

La desidia de la historia oficial, siempre ha omitido referir el acontecer barrial de Tepito tan cargado de grandes y pequeños acontecimientos ásperos y uno que otro acierto material que incomodan a los que dominan y quienes "inventaron el choro del policía que decía: Te-pito cuando vea otra vez al ratero ese…"

Antonio Caso y R. H. Barlow, hicieron la reconstrucción de los barrios prehispánicos gobernados desde Tlatelolco. Y en lo que hoy es Tepito, Peralvillo y La Lagunilla, se mencionan: Coyonacazco, Amaxac, Atenantitlan, Tequipeuhcan, Mecamalinco, Teocaltitlan, Apohuacan, Tlaconcalco, Atenantitech, y Yacaculco; cada cual con su glifo.

Luego de la Conquista en 1521, tales nombres fueron borrados para luego llamárseles parcialidades de Tlatelolco, repartidas entre los indios que sobrevivieron en la defensa de México-Tenochtitlan. Posteriormente, un decreto del presidente Juárez promulgó la expropiación de todos los solares y parcialidades ocupadas por indios, de tal suerte que tuvieron que vendérselas a los presbíteros de las parroquias aledañas quienes fraccionaron y convirtieron el barrio de indios en el primer arrabal de la ciudad.

Algunos académicos han pretendido interpretar el origen de la palabra Tepito, comparándola con vocablos nahuatlatos y con ello han especulado confrontando Tepito con: Tepitón, Tepiyotl, Tepitoyotl, Tecualtepitón, etcétera. Hasta que el investigador Gutierre Tibón encontró que el nombre indígena de la isla de Pascua, también es Te Pito "el ombligo del mundo"esa cicatriz del nacimiento que marca el centro del cuerpo humano.

El obstinado barrio de eaito sintetiza la fuerza, bravura y resistencia, contenidas en la Ordenanza de Cuauhtemotzin, promulgada la tarde del 13 de agosto de 1521, justamente donde fue su último reducto de lucha durante 93 días, en lo que es hoy el cruce de Constancia y Tenochtitlan.

Desde entonces, Tepito se ha significado por serlo todo: modesto barrio Indígena, miserable enclave Colonial, arrabal de la Ciudad de los Palacios, abrevadero cultural de los chilangos, lugar de gestas y gestos, afamado burgo artesanal, semillero de campeones, ropero de los pobres, mercado de ocasiones, bisagra del Centro Histórico y un auténtico barrio popular con su propia teoría sociocultural convertida en conjetura urbana.

Todo este proceso hace que los tepiteños presuman que: México ya es el Tepito del mundo, y que Tepito continúa siendo la síntesis de lo mexicano.

Comercio

El artesanado y el comercio son dos de los emblemas fundamentales del barrio de Tepito. Creatividad, productividad y abasto son actos tan humanos en los que se desarrolla la comunicación y la convivencia entre los que acuden fielmente a satisfacer sus necesidades; un mercado callejero en el que todo se vende y todo se regatea, en el que la música de fondo de los supermercados de autoservicio es sustituida por el bullicio de las gargantas de vendedores que ofrecen su mercadería como la mejor opción de compra. Un territorio comercial que desde tiempo prehispánico aún pervive en nuestros días. Por lo tanto, aquí presentamos ensayos que explican la situación del comercio en Tepito.

Tepito es un barrio que infunde respeto. Es el lugar donde se cobra caro "el impuesto a la ingenuidad", y su tradición de baratillo comenzó a principios del siglo XX cuando el ayuntamiento de la ciudad de México determinó que todos los ayateros de la ciudad se congregaran en la plazuela de la parroquia de San Francisco, cercana al lugar.

El estigma de que sus calles son madrigueras de ladrones siempre lo ha acompañado, y pese a que el crecimiento urbano lo absorbió, en el arrabal permanece la imagen de miseria y tugurio.

Lo que no se reconoce con facilidad, a decir de Alfonso Hernández, es que Tepito siempre ha sido "amortiguador" de las necesidades de consumo de las clases medias y bajas de la ciudad.

Barrio de resistencia

En la esquina de Tenochtitlán y Constancia se ubica el templo de la Inmaculada Concepción. Si bien la fiesta patronal es el 8 de diciembre, cada 13 de agosto decenas de tepiteños rememoran en ese lugar la aprehensión de Cuauhtémoc, el último rey azteca.

En voz náhuatl, el lugar es conocido como Tequipeuhcan, que a decir del cronista tepiteño significa "lugar donde comenzó la esclavitud". "Ahí fue hecho prisionero Cuauhtemotzin, y en una esquina existe una placa donde se alude a la ordenanza que hizo a los mexicanos de todos los tiempos (sic), la cual termina con el exhorto a que 'continuemos luchando al amparo de nuestro destino', ello ha contribuido a la imagen de barrio bravo y de resistencia que tiene Tepito."

Pero dicha fama no proviene únicamente de ese hecho, el cronista asegura que durante la intervención estadunidense, mientras "los criollos del centro ponían pendones extranjeros en las fachadas de sus casas", las barriadas de Tepito, Mixcalco y la Candelaria de los Patos se dedicaron a diezmar al ejército de Winfield Scott.

El ropero de los pobres

Los anhelos del porfiriato orillaron a que en 1901 el ayuntamiento de la ciudad de México, presidido por Miguel Angel de Quevedo, determinará reubicar el tianguis El Volador, que se situaba en el costado sur de Palacio Nacional. Dicha decisión incluyó concentrar a todos los ayateros en el barrio bravo.

"Desde siempre Tepito ha sido el ropero de los pobres, inclusive en la época prehispánica al caserío intermedio entre el centro religioso que era Tenochtitlán y el centro de comercio que era Tlatelolco, era conocido como Mecamalinco, y estaba ubicado precisamente en este lugar. Desde entonces había comercio y parte de la mercancía que se ofrecía era robada."

Alfonso Hernández afirma que esta tradición de baratillo aún persiste: "Todos los miércoles, en la calle de Tenochtitlán, en el tramo de Matamoros a Constancia, se vende ropa usada a un peso la pieza. No es ropa de paca, son prendas que los ayateros cambian por loza o cristalería en colonias de clase media y baja".

La fayuca

El cronista asegura que fue a partir del sexenio de Luis Echeverría que se comenzó a introducir la fayuca en el barrio: "Antes, el modelo de ascenso social y económico que tenían los habitantes del barrio eran los boxeadores, pero después el gran capital transformó esto y el ejemplo a seguir fue el fayuquero.

"Fue masivo, empezó como contrabando hormiga, primero fueron maletas, luego camionetas de tres toneladas y pronto se pasó a los contenedores y ahí fue donde se empezó a entrar en contacto con otros grupos. Esos tráilers no iban a regresar vacíos a la frontera y pronto se empezaron a llenar de yerba".

Por último, se refiere a los mitos que perduran, "a la sombra que infunde respeto" y termina por provocar la fama que caracteriza a Tepito; en torno al "impuesto de la ingenuidad", asevera: "encuentras grandes oportunidades de consumo, pero si te apendejas con el perfume, con la etiqueta de la ropa o con el aparato hechizo terminas jodido. Tepito es de artesanos y comercios chingones pero también de tianguistas changadores".

Deportes

En 1919, el H. Ayuntamiento Constitucional, autorizó que la Junta de Salud y Embellecimiento de la 1ª. Demarcación, construyera una pista de patinaje, un frontón, y una biblioteca, para el fomento deportivo y cultural del vecindario en la colonia de La Bolsa y el barrio de Tepito.

La biblioteca "Jesús Urueta" se ubicó en un salón de la vecindad conocida como "La Casa Blanca". La pista de patinaje estuvo en la acera oriente de Avenida del Trabajo, con una fuente de sodas y nevería al centro. Y el muro del frontón de "Las Águilas", fue ubicado enseguida, justo donde funciona hasta hoy; a un lado de la estatua de Don José María Morelos, quien le dio su nombre a esta colonia que no quieren que sea barrio.

El Gimnasio Gloria, ubicado en Ferrocarril de Cintura, estaba reservado no solamente para quienes podía pagar sus servicios, sino para los que se aventuraban a cruzar el Infierno de las calles y el Purgatorio de las pulquerías sin sentirse atrapados por ellas.

El ambiente de esa época lo plasmó Mariano Azuela (1873-1952) en su novela La Malhora, publicada en 1920, por quien fue médico de enfermedades venéreas en uno de los consultorios de la Beneficencia Pública, de Rivero y Tenochtitlan.

párroco de San Francisco de Asís, ideó que en la fiesta patronal de cada 4 de octubre, la bravura de la barriada se demostrara boxeando en un ring colocado frente el atrio. Donde con la bendición del cura comenzaban las competencias para encontrar al campeón de la festividad, que culminaba con un bailongo en el a cual mas hacía gala de sus pasitos chéveres seguidos por su pareja.

Era un honor ser el campeón de las competencias de box y ser el bailarín más aplaudido por la concurrencia. Lo cual motivó tener que ejercitarse durante el resto del año, jugando en el frontón, entrenando en el gimnasio, y asistiendo a muchos bailes de vecindad. Para luego saber apostar en las peleas de la Arena Coliseo o rifársela con los pachuchos y tarzanes de los salones de baile. Pues cuando el Salón México tuvo una pista de baile para cada clase social, los tepiteños se la rifaban en la de cebo, manteca, y mantequilla.

En el frontón comenzaron a destacar verdaderos atletas en eso de lanzar tiros mortales, lo cual se reflejaba en el punch que tenían al contestar la bola de buche o la dura, exclusiva de los machines; lo cual fue forjando a los primeros boxeadores  de Tepito. En ese entonces, en el Gimnasio Gloria ya entrenaba el afamado "Chango" Casanova. Y luego Luis Villanueva Páramo, mejor conocido como "Kid Azteca".

En los colegios de Avenida del Trabajo, el chavo Eladio Segura, hijo de un asaltante de la zona, tenía asolados a los alumnos; pero más a Enrique Bolaños, delgaducho y pálido, con nariz larga y afilada. Hasta que un día Enrique supo el secreto de Eladio, quien dos o tres veces por semana aprendía a boxear en el Gimnasio Gloria.

El entrenador José Cortés se percató que Enrique Bolaños tenía una zurda noqueadora, por lo que en 1940, cuando apenas tenía 16 años, inició su carrera profesional. Después emigró a California, donde pronto se convirtió en el ídolo de la raza. Habría sido campeón mundial de los pesos ligero, de no haberse topado con Ike Williams, quien era conocido como el asesino de los rings. En 1947, a pesar de la cátedra boxística de Enrique Bolaños, perdió por decisión a favor de Williams.

En 1952, Raúl "Ratón" Macías fue seleccionado para representar a México en los Juegos Olímpicos, de donde regresó triunfante para convertirse en uno de los máximos ídolos del pugilismo profesional en México, pues llegó a ser campeón mundial de peso gallo. El Ratón Macías, hizo escuela en lo referente a la disciplina boxística, exigir medicina deportiva y que se pagara lo justo a los boxeadores. Y hasta consiguió que donde estuvo la pista de patinaje, se edificara el Deportivo "Ramón López Velarde", que luego fue demolido por las obras del Eje Vial 1 Oriente. Lo cual se recuerda diciendo: Aquí estuvo el parque deportivo de El Ratón.

Otro de los grandes ídolos de Tepito, lo fue José "Huitlacoche" Medel, quien en 1952 comenzó a entrenar en el Gimnasio Gloria. Luego participó en torneos de los Guantes de Oro, y en 1955 debutó profesionalmente en la arena Coliseo.Medel se coronó Campeón Nacional Gallo derrotando a José "Toluco" López, en una pelea inolvidable, cuyo triunfo no le perdonó la afición. Estuvo en el trono 7 años y perdió el título frente a Chucho Castillo.

Octavio "Famoso" Gómez se coronó campeón del barrio en una fiesta patronal de San Pancho, y de allí saltó a los Juegos Panamericanos en Brasil. Profesionalmente contendió con los mejores pesos mosca nacionales. Luego de 18 triunfos consecutivos perdió lo invicto frente al "Alacrán" Torres, para luego incursionar en la categoría de pesos pluma.

Cuando se saturó el gimnasio "Gloria" y el frontón "Las Águilas" estaba lleno, la chaviza su iba a jugar futbol al parque "Calles", donde Gerardo "El Pinocho" Gutiérrez comenzó a entrenar equipos. Y luego de que en 1957 inauguraron los mercados 14, 23, 36 y 60, y fueron quitados los puestos de madera que estaban en la plazuela de Tepito, "El Pinocho" y "El Manolete" Hernández, apoyados por el Club Veteranos de la Amistad, propusieron utilizar el solar como campo de futbol y edificar un gimnasio.

Eran tal la afición en torno a los equipos San Francisco y Casa Blanca, que se formaron mas equipos por categorías: infantil, juvenil, femenil, y veteranos. Además de las "Gardenias de Tepito" y las "Amazonas de la Lagunilla". Hasta que el 27 de marzo de 1968 se inauguró el Centro Social y Deportivo "Fray Bartolomé de las Casas" con un gimnasio modesto y una cancha a la que se le conoce como "Maracaná" de tanta afición futbolera que concurría, sobre todo en los torneos de la fiesta patronal y en cada aniversario de los mercados.

Ya con un gimnasio en el mero corazón del barrio de Tepito, "El Pinocho", Don Vera, y Villagrán se convirtieron en los tres entrenadores de la nueva camada de boxeadores, asistidos por el "Ratón" Macías, José Medel, el "Famoso" Gómez, y Rodolfo Martínez.

Por mucho tiempo, el boxeo era el modelo de ascenso social y económico individualizado, el cual fue abatido por la fayuca, convertida en el nuevo modelo de ascenso masivo, que volcó el comercio otra vez a las calles, con un tianguis cuyo nicho comercial comenzó a competir con las tiendas del centro de la ciudad. Este auge comercial redujo el número de jóvenes dedicados al boxeo, no así en el frontón ni en el futbol.

José "El Copetón" Jiménez pasó de las peleas callejeras al gimnasio "Gloria" de donde salió para debutar profesionalmente sin haber tenido una sola pelea de preparación, llegando a ser campeón nacional pluma. Clemente Muciño era tan buen futbolista que lo apodaron "Didí", que era un jugador brasileño. Fue campeón de los guantes de oro en 1965 y ganó 7 trofeos como amateur. Su mejor combate lo hizo contra David Sotelo.

Lorenzo Gutiérrez destacó en peso mosca. Lo apodaron el "Halimí" porque su estilo recordaba al del vencedor del "Ratón" Macías. Halimí Gutiérrez se mantuvo invicto en 1969-70 con 20 triunfos y un empate. Pero, le dio mucho gusto al gusto, subió de peso y perdió facultades, por lo cual ya no pudo competir por el campeonato mundial.

Rodolfo Martínez siempre fue muy disciplinado, y de tarde en tarde iba al "Gloria" donde aprendió a boxear siguiendo el ejemplo de su ídolo José Medel. Ganó 25 combates y perdió 2. como profesional se mantuvo invicto durante 29 peleas. Boxeaba bien, pegaba duro, y se le reconoce como boxeador ejemplar.

Tarcisio Gómez es hermano del "Famoso" Gómez, quien le enseño a boxear profesionalmente, por lo cual se le conoce cómo "El Famosito". Enrique "El Trapitos" García, peleó contra Octavio Gómez y llegó a ser campeón nacional pluma. José "El Plátano" Salas también salió del "Gloria". Su mayor victoria fue contra el venezolano y peso pluma mundial Leonel Hernández.

Tomás Frías fue en 1969 el novato del año. En 1972 había ganado 9 combates por nocaut, 10 por decisión, empató 4 veces y perdió siete. En el torneo de guantes de oro 1972, dos tepiteños resultaron campeones: José Flores en peso gallo. Y Juan Cruz en peso welter. Y así continúa funcionando Tepito ¡cuna y semillero de campeones!

Desde 1997 hubo otro declive boxístico, pues el deporte y la cultura quedaron en la sepultura, ya que las autoridades no quieren que Tepito figure ni vuelva a ser semillero de campeones. Pretendiendo que con ello, que el barrio se convierta en un santuario de impunidad de la delincuencia apadrinada y renteada por la corrupción policiaca.

Para los tepiteños de antes, jugar en las calles y hacer deporte en los gimnasios significó aprender las reglas básicas de la convivencia sana y la competencia justa, donde en lo individual o en equipo prevalece el respeto al contrario y la superación personal. Hoy, ya no es así, pues el sistema ha fomentado nuevos "ídolos" del barrio, que son de plastilina, que andan en motos de alto pedorraje, y que tienen padres alcahuetes pues no les preocupa que sus hijos se hundan en la calabaza o se conviertan en carne de presidio.

Si un gimnasio modesto y un barrio con tanta casta han forjado tantos baluartes y glorias deportivas, qué tiene que pasar para que el vecindario de Tepito reciba apoyo y fomento deportivo. Y aunque el gobierno usa el Ángel de la Independencia como emblema de la ciudad, el barrio bravo de Tepito seguirá siendo el símbolo de la raza que se la rifa, pues cada vez que le avientan un recto, lo cabecea bien y bonito.

Religión

En la historia de la ciudad, Tepito es un barrio que lo ha sido todo: modesto barrio Indígena, miserable enclave Colonial, arrabal de la Ciudad de los Palacios, y abrevadero cultural de los Chilangos.

Entre las calles de esta segunda naturaleza llamada ciudad de México, pervive un obstinado barrio, antiguo y rizomático, sin tregua en la lucha, y sin reposo en la macabrona sobrevivencia urbana, donde la vida tiene su atractivo y la muerte guarda su encanto.

Tepito, continúa siendo un reducto de sabiduría barrial, cuya realidad está preñada de testimonios históricos y contenidos antropológicos inéditos, donde su desbordante cotidianidad recicla con fuerza y bravura su resistencia comunitaria, en una defensa sacralizada de sus devociones más íntimas.

Tepito es también un barrio cuyo santuario devocional permanece incomprendido, debido a que su vida cotidiana pertenece a la esfera particular del llamado realismo grotesco. Que no se excluye a sí mismo del mundo en evolución. Pues también él se siente incompleto, también él renace y se renueva con la muerte; y crea sus propios mitos y recicla tabúes que mantiene vigentes y sin restricciones en la universalidad de su entorno barrial a tan solo ocho calles del Centro Histórico de la ciudad capital.

En barrios como Tepito, la Santa Muerte está interactuando como un catalizador devocional en tiempos de crisis. En medio de un sincretismo emulante, que no hace mucho tenía en los altares y en el santoral católico a Santa Marta. Por lo cual, la voz popular del barrio etiqueta chido el entorno de su culto y el contexto de sus devociones. Pues más allá de los símbolos y de los deseos, de los motivos y de las motivaciones, en el terreno de los sentimientos, no habita la razón, ni otro motivo alguno, sino que prevalece la lógica de lo inesperado.

El tepiteño interpreta la lucha de la vida contra la muerte, siguiendo el actuar del ñero de coraza, significado como el sujeto de la experiencia, quien recrea la lucha (máscara contra cabellera) de la vieja vida recalcitrante contra la nueva vida renaciente, como una crisis más de relevo. Donde el realismo grotesco manifiesta que no le tiene temor a la muerte, sino a la vida, ante la que hay que estar siempre al tiro.

En un barrio tan popular como Tepito, es permitido salirse de los moldes convencionales, liberándose de los dogmas y las reglas, reemplazando los convencionalismos corrientes por otros más variados, festivos y realistas. Donde la imagen de la Santa Muerte es profundamente activa y triunfante, pues fundamenta el fin material de las cosas, mezcladas orgánicamente a la idea de una verdad, libre y lúcida, que no conoce el temor ni la piedad. Ya que la sabiduría popular está imbuida de la idea del tiempo dichoso, que se encamina hacia un porvenir mejor, destinado a cambiar e ir renovando todo a su paso.

Y hoy que en el barrio de Tepito, los laberintos son como un Infierno sin demonios, y las calles son un Purgatorio donde todo se paga, y las azoteas son el Cielo y los zaguanes el Limbo, este obstinado "barrio de las almas perdidas" tiene en la Santa Muerte, quien lo ayude, lo cuide, y lo proteja.

Establecimiento y adopción de la Santa Muerte, como culto familiar

El vacío dejado por La Llorona, nuestro fantasma nacional por excelencia, lo ha venido a llenar la Santa Muerte, que se ha convertido en la "Señora de los Tepitos" de la ciudad y del país, pues si a lo largo de su historia, Tepito no ha sido un barrio modelo, pues siempre lo han mantenido inmerso en la tragedia, Tepito sí es un barrio ejemplar, cuya fuerza, bravura y resistencia alienta este culto cuya milagrería social es lo único que le da confianza a los desprotegidos.

En las celdas de las prisiones y en las casas de los familiares de los presos, se encomendaban a la Santa Muerte, como medida de protección ante el inminente peligro de morir a la mala. Y esa devoción soterrada fue haciéndose pública tan luego como la crisis acrecentó la marginalidad y la violencia, cuyo desborde ahora tiene santuarios de impunidad del crimen organizado y del narcotráfico.

La ambivalencia de esta devoción funciona para quienes se quieren proteger de actuar fuera de la Ley. Narcotraficantes, contrabandistas, plagiarios, sicarios, y simples ladrones, buscan darse valor y sortear sus fechorías con acciones de alto riesgo personal y social. Pero dicho culto a la Santa Muerte se ha extendido también a los jóvenes y niños, comerciantes, madres solteras, y personas de la tercera edad, convirtiéndose en una devoción pública y familiar.

Se trata de un culto marginal y contestatario, cuya devoción es una búsqueda para encontrarle sentido al vivir como se vive, en esta ciudad caótica y en este país en crisis.

Identificar la Vida con una imagen de la Muerte, permite convocar a una fuerza sobrenatural, que está por encima del caos social y la crisis económica. Por ello, la Santa Muerte se ha convertido en una imagen de culto familiar, venerada en cuerpo, alma y espíritu por quienes están fuera del sistema oficial y en peligro constante por la pobreza e inseguridad galopantes.

El culto y las celebraciones religiosas han querido sustituir a las festividades profanas, convirtiéndose en un Censor que fomenta el temor a lo sagrado, la prohibición autorizada y el miedo anclado al espíritu humano.

Para tratar de comprender el culto a la Santa Muerte en Tepito, se debe partir desde un punto de vista nuevo, pues no se le puede abordar como una devoción sombría, sino como una alegre dramatización, en cuya dirección, La Muerte representa una de las deidades de la crisis. Y si su imagen ya está presente en los hogares, es porque cada altar familiar representa la fe, los miedos o la esperanza de sus devotos.

Las creencias y los prejuicios religiosos están pasando otra prueba frente a las escorias y los sedimentos de las nuevas experiencias e ideas de cada barrio popular, donde el lenguaje iconográfico de las imágenes devocionales se está refinando y adquiriendo nuevos matices.

En tales circunstancias, la Santa Muerte se está convirtiendo en una imagen poderosa para el dominio artístico de la realidad, ya que sirve de base a un realismo verdaderamente amplio y profundo. Pues esta imagen ayuda a captar la realidad no en forma hueca y desprovista de sentido; sino en un proceso evolutivo orientado contra el culto religioso dominante. Pues es allí de donde proviene el universalismo profundo y el optimismo lúcido del sistema de imágenes de esta resurgente devoción popular. Con la cual se están acortando las distancias jerárquicas entre las cosas y los valores, conflictuando o mezclándose libremente lo profano y lo sagrado, lo superior y lo inferior, lo espiritual y lo material; sin que los devotos perciban grandes diferencias entre ambos términos.

Vínculos y contextos entre La Vida y la Muerte quienes son buenas, muy buenas comadres

Desde el origen de los tiempos, nuestros antepasados veneraban a sus muertos guardando los huesos de su cuerpo para mantener vivo su recuerdo. Aprendiendo también a reverenciar los huesos sagrados de la Madre Tierra simbolizados en largas rocas que sobresalían en el campo.

Los cuatro méxicos ancestrales: Nahoa, Maya, Olmeca, y Chichimeca. Y los cinco siglos del México: prehispánico, virreinal, criollo, liberal y moderno, no han borrado la esencia que se busca y que se ofrenda a sí misma, en el culto soterrado a una imagen polimorfa y sonriente, que no pertenece a una época fija, pues siempre nos recuerda que la vida es breve y la muerte duradera.

Nuestra mismidad simbólica es un proceso histórico que nos mantiene unidos a pesar de tantas costuras y remiendos religiosos, pues en el filo de la obsidiana ritual y antes que la Historia de la salvación del mundo mexicano por el milagro de la Mujer -Virgen –Tonantzin – Guadalupe; Mictlantecutli y Mictlantezihuatl ya eran la dualidad que dominaba el inframundo Azteca.

Atravesando todas las culturas y las épocas históricas, consagrando en la Muerte el destino final de la Vida, la lectura del hecho guadalupano es la de un milagro devocional, frente al continuo culto tradicional a la muerte.

La Virgen de Guadalupe continúa haciendo milagros, mientras que la Santa Muerte sólo hace paros y favores insospechados.

Es por ello que, no es casual que en un barrio central de la ciudad de México, se encuentre el más concurrido santuario devocional de la Santa Muerte, en Alfarería número 12, sobre la misma calle, atrás de la célebre vecindad donde vivieron Los hijos de Sánchez.

Doña Enriqueta y la difusión del culto de la Santa Muerte

En la acera de la Calle de Alfarería se encuentra instalado uno de los altares dedicados a la Santa Muerte, más conocidos de todo México. Allí, doña Enriqueta Romero es la guardiana del culto devocional a La Niña Blanca o La Flaca, que es como le suelen llamar los niños. Donde cada día primero de mes se congregan cientos de devotos para rezarle un Rosario comunitario, haciendo en cada Misterio las peticiones particulares por todos los presentes, sus familiares, sus enfermos, sus presos, sus amigos, por los moribundos, los desempleados, y entre otros muchos, por quienes no pudieron asistir esa tarde o algún otro día de la semana.

Lo notable de cada devoto es que porta una o varias imágenes, cada cual vestida con el color afín a la petición que hace o a la necesidad que tiene. Dejándose ver un peregrinar de innumerables personas con imágenes de todos los colores y tamaños, en torno a la imagen principal que preside el rezo del Santo Rosario, que concluye con una oración comunitaria en la que todos se toman de las manos.

Los niños también lucen sus imágenes y ofrendan dulces y juguetes sencillos. Los jóvenes le depositan flores o manzanas. Y los adultos le obsequian dinero, licores, cigarrillos y puros, arreglos florales, música interpretada por mariachis, alhajas y veladoras.

Al final del Santo Rosario todos los devotos muestran su agradecimiento, obsequiando réplicas de la Santa Muerte, flores y manzanas, relicarios y oraciones, ya que todo lo regalado allí, vale más que lo comprado en otros lugares.

Cada mes, doña Quetita también se encarga de cambiarle un vestido nuevo, que puede ser de cualquier color, menos negro. Y en noviembre se le viste de tul blanco cual si fuera una novia. Y la lista nominal de donantes de los vestidos, abarca hasta 24 meses de espera.

Construcción de una nueva forma devocional y de culto emergente

Lo que la filosofía identifica como pesimismo, en el barrio se significa como realismo. Donde los enigmas de esta devoción están a la vista de quienes osen descifrar su iconografía, que muchos etiquetan de patética y fanática, pero, que por virtud de otra óptica dialéctica se percibe como impenetrable o permeada marginalmente entre quienes viven en la cuerda floja y al filo de la navaja.

En otros lugares de este culto, se aprecia un nivel devocional marcadamente utilitario, comandado por "sacerdotes" cuya constitución como Asociación Religiosa (A. R.) les autoriza la celebración de misas e impartición de bendiciones por parte de su obispo y diáconos, quienes están sembrando imágenes en lugares donde asignan un custodio del nicho y de las limosnas que se capten.

En este tiempo, donde el protestantismo evangélico predica con una amplia cobertura sociocultural en todo México; la teología de la prosperidad y la economía de la salvación; La Muerte se ha convertido en un artículo más de consumo, con el que sus devotos protegen la propiedad de su remedio para curar el miedo. En cuyo contexto, los barrios como Tepito son reductos de los símbolos matrios y de los mitos patrios, donde el caos, la crisis y el infierno no son ajenos, pues siempre han estado viviendo en ellos y aprendiendo a sacar provecho de ellos.

Así como el Estado mexicano articula conurbaciones funcionales y regiones culturales oficiales, la Iglesia implementa los santuarios devocionales y en consecuencia sus imágenes de culto masivo, y tales jurisdicciones operan como espacios de poder y de control frente a una realidad social indiferente e indomable pues tiene su propio brasero y crisol existencial.

Como telón de fondo, algunos investigadores, etiquetan este culto como una obscenidad escatológica, propia de los tiempos modernos; sin considerar que forma parte orgánica del mundo amplio y complejo donde ya es una más de tantas devociones populares. Y hasta la fecha, todas las principales facetas de este culto a la Santa Muerte en Tepito y anexas, se articulan o se confrontan básicamente en seis escenarios:

  • PRIMERO.- La Iglesia católica oficial niega el culto: En la Catedral metropolitana, al pie de la milagrosa imagen del Señor del Veneno, se colocó un letrero donde se pide a los católicos que ya no practiquen cultos paganos. Y que se reconcilien con la Santa Iglesia Católica, depositando a los pies de Cristo, las imágenes, las veladores, las flores y las demás ofrendas que le hacen a la Santa Muerte.

  • SEGUNDO.- La Iglesia católica tradicional retoma el culto: El obispo David Romo, sobrepuso al nombre de su Asociación Religiosa, el de "Santuario Nacional de la Santa Muerte MEX-USA". Y constantemente hace declaraciones que entran en conflicto con la jerarquía católica oficial, habiendo llegado inclusive a excomulgar al Papa y al Obispo de México. Este santuario se encuentra en la calle de Bravo y San Antonio Tomatlán, cerca de los barrios de Mixcalco y de La Merced. Y predica contra el santuario de Tepito, descalificando las actividades y oraciones que allí se realizan. Y tan se puso en contra de todos, que Gobernación recientemente le canceló su registro como A. R., por contravenir doctrina y haberse desviado de su objetivo pastoral.

  • TERCERO.- Los escritores e intelectuales recrean el culto: El escritor Homero Aridjis, quien con su reciente novela titulada La Santa Muerte, cuya narrativa chafona se plagia el seudo lenguaje de los devotos, estereotipando y pervirtiendo este culto, identificándolo como propio de narcotraficantes y secuestradores, prostitutas y delincuentes, y de todo tipo de transgresores de la ley, sin considerar toda la gama de devotos que nada tienen que ver con esas actividades.

  • CUARTO.- Se comercializan todas las facetas del culto: En el conocido Mercado de Sonora, cercano al de La Merced, donde rifa el más lucrativo fetichismo de la mercancía, exhiben y venden toda clase de imágenes y de artículos propios para hacer o quitar hechizos, hacer limpias o conjuros blancos y negros, quitar o hacer maleficios. E inclusive existe un local atendido por quien se dice Hija de la Santa Muerte.

  • QUINTO.- Los investigadores niegan que se trate de un culto ancestral: Dentro del marco académico, el INAH tiene un área de estudio en torno a la muerte. Pero, sus antropólogas insisten en que esta devoción nada tiene que ver con el culto prehispánico a los muertos, ya que durante la Conquista de México, fueron masacrados todos los indígenas y sacerdotes, borrándose todo vestigio de algún rito ancestral en torno a la muerte. Pero, se fascinan ante tal sincretismo devocional.

Sin embargo, han encontrado testimonios documentales de que durante el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas, políticos anticlericales tuvieron su anuencia para retomar y configurar este culto y difundirlo popularmente, para con ello mermar el control del clero y el avance de los grupos evangélicos.

  • SEXTO.- Los devotos promueven la difusión del culto: La devoción callejera ya está más allá del control ritual oficial, pues se trata de conglomerados urbanos que han dejado de creer en la iglesia, en los ministros, en los dirigentes de los partidos políticos, en los gobernantes y en toda autoridad. Pues pareciera que da lo mismo la imagen, con tal de creer en algo, que a unos les funciona, mientras que a otros les espanta la portentosa vida de la muerte.

Derivada de la pérdida de espacios vitales, la creciente hibridez urbana ha socavado los puntos de encuentro y de referencia cultural popular. Cuyo vacío fue llenado con un sembrado de nichos guadalupanos en las calles o con otras devociones y actividades demandantes de protección insospechada. Y de cara a una realidad que rebasa en mucho lo que se puede decir o escribir de este culto, no pretendo elucubrar lo que sienten o lo que quieren encontrar los devotos de la Santa Muerte.

La mercadotecnia y la política quieren vender la idea de que para poder estar en su paraíso, no es necesario pagar el costo del ayuno consumista ni tener que padecer la muerte del libre mercado. Pues la geopolítica del poder ha hecho de la violencia un artículo más de consumo para administrar el miedo y fracturar a las instituciones que dan o que procuran certidumbre.

Cuando el crimen organizado y el narcotráfico feudalizaron la impunidad, se rompieron todas las cadenas de lealtad comunitaria. Por ello, algunas calles y vecindades del barrio de Tepito produjeron una generación de jóvenes convertidos en carne de presidio. Donde justamente afloran los remedios para controlar el miedo y resolver la crisis entre lo religioso y lo esotérico.

Tepito se caracteriza por preservar sus propias formas de trabajo y vida con las que recrea el mito del barrio bravo y el mitote del barrio desbordado más allá de sus límites geográficos. Donde cada día se reconstruye el adentro y el afuera de su identidad barrial con la que recicla consciencias e inconsciencias chilangas que se desbordan por sus excesos.

Lo cual reafirma a Tepito como una matrilocalidad prodigiosa que funciona como punto de contacto entre personas de diferentes contextos sociales que hacen de Tepito su punto de encuentro devocional desbordado rizomáticamente. Mientras tanto, algunos devotos diariamente encienden la chispa que ilumina la idea de que ni los vivos ni los muertos estarán a salvo del enemigo, si este vence.

Reconociendo a un tepiteño

El carisma de Tepito permanece latente en la ciudad,  generando la emoción sensible que lo unen a esos otros barrios, con los que comparte identidades estigmatizadas, cuya complejidad cotidiana es una catarsis convertida en una vía de conocimiento urbano. Donde las prácticas silenciosas, son ante todo orgánicas y rizomáticas, es decir, el enemigo tiene menos importancia que el vínculo social que se deriva de ellas.

En la ciudad, la homogeneización mundial se da a través de procesos económicos, tecnológicos y culturales; con los que la pérdida de identidad territorial se difumina en el paisaje urbano y en la falta de un grupo estable y con pertenencia a un espacio determinado.

Cada vez es mayor el proceso de ruptura de la identidad barrial asociada al territorio. La reordenación del espacio urbano se ha traducido en una nueva geografía en la cual los habitantes de la metrópoli ya no se reconocen en ella. Pues las calles ya no son espacios comunales sino espacios de apropiación excluyente. Por lo que a nosotros nos interesa más el espacio de Tepito que el tiempo que tiene este barrio sobreviviendo con bravura.

La nueva sociedad del espectáculo, además de la televisión, está utilizando la piratería en audio y video para propiciar el confinamiento domiciliario, cuyo etiquetamiento identitario funciona como amortiguador social otorgado por los aparatos de poder, que propician que el pueblo se convierta en un público consumidor de sus eventos.

Desde su conformación como barrio de indios, y posteriormente como arrabal, Tepito quedó inscrito como barrio marginal inmerso de programas disciplinarios, que le han ido socavando la vitalidad de su centro de barrio y la de sus plazas públicas. Y qué decir de cómo han fraguado el olvido de la lucha y la organización para la defensa del barrio y de su vecindario convertido en la columna vertebral de Tepito. Pues hoy, nada puede contrarrestar la indiferencia condominial ante el subarriendo de las accesorias y viviendas por comerciantes coreanos.

Ante esta mutación cultural, está fuerte la disputa entre los tepiteños y los tepiteros, y la riña entre los chingones de Tepito contra los chingadores de tocho. Todos con las mismas emociones del marginado, en este barrio de las almas perdidas, cuya historia de la vergüenza y el orgullo, es asumir la culpa de todos por la fama de algunos. Pero eso sí, nadie se excluye de ser reconocido por otros como un ser diferente.

El Estatuto del barrio sigue estableciendo de manera virtual la forma en que nos constituimos como personas, como sujetos, y como individuos socializados para la interacción con los otros y con el tianguis global. Lo que explica el proceso por el que nuestra identidad social real ha devenido en un modo de vida, en un estado de ánimo, en una forma de ser, y hasta en un estado mental, que nunca nos podrán expropiar. Pues con el pensamiento barrial y la digestión cerebral, articulamos una razón sensible para instrumentar metáforas que funcionen como ajedrez mental y palancas metodológicas y albureras para tratar de explicar ese Tepito, que pocas veces revela, que se rebela, porque su destino es que nadie crea en su destino de continuar siendo un barrio en resistencia.

Conclusión

La verdad es que si aprendi un poco mas, sobre las calles tan cercanas a donde vivo, la historia, y varias cosas que yo viviendo hay no sabia

También aprendí que no se necesita tener el dinero suficiente para poder estar feliz con tu familia y que por muy feo y mal reconocido es la colonia donde vives hay una gran historia que vale muchísimo y que la gente no valora por que "Tepito" ya tiene la fama de ser la peor colonia y mas fea.

Pero en realidad no es así y enserio atrévanse a vivir y visitar muy bien el "Barrio de Tepito".

Referencias

http://www.barriodetepito.com.mx/

http://www.alaingarcia.net/agcronicas/tepito.htm

http://www.alaingarcia.net/agcronicas/tepito.htm

http://blog.rtve.es/desdemexico/2008/10/tepito-el-barrio-bravo.html

http://www.jornada.unam.mx/2007/03/16/index.php?section=capital&article=041n1cap

Partes: 1, 2
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