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La obesidad, como metáfora de nuestro tiempo: La Cuestión (página 2)

Enviado por Felix Larocca


Partes: 1, 2

Elena, era lo opuesto a Ovidio, ella sufrió de la anorexia nervosa cuando estudiara un año, durante el bachillerato, en una escuela de monjas en Montmartre, cerca de la famosa Basílica de Sacré Coeur.

Sacré Coeur

La vida para los recién casados no fue fácil, ya que ambos dependían de sus respectivas familias, emocional y económicamente.

Tuvieron tres hijos, el primero hizo su entrada al mundo a los tres meses de la boda apresurada. Boda, que se celebró en Miami, para disimular el embarazo ostensible de Elena, y el emocional de sus padres.

David, llamaron al primogénito que, desde su nacimiento, exhibiría los rasgos característicos del Síndrome de Down. Los otros dos niños que, pronto siguieron, entrarían a este mundo, sin complicaciones.

Ovidio tendía a las depresiones periódicas, las que medicaba vía el consumo excesivo de comidas pesadas, que obtenía en la calle, o que hacía que le prepararan en la casa.

Elena, todavía medio anoréxica, y disgustada por el espectáculo ofensivo de las comilonas glotonas de su marido, empezó a apartarse más y más de su compañía — Entonces comenzó a razonar que su marido era grosero y vulgar.

El esposo, mientras tanto, llegaba a la casa a las siete de la noche, veía la televisión por media hora, se daba un baño, cenaba y se acostaba.

Dormían en camas separadas.

A medianoche, invariablemente, y sin ocultarlo, Ovidio volvía a la antecocina y despachaba medio galón de helado con galletitas de chocolate.

Elena detestaba el lío que dejaba, ya que el comilón nocturno, como las lechuzas, no recogía los platos, no despejaba las migajas, no lavaba los cubiertos, ni se preocupaba por nada de lo que usara para su empache.

Al las seis de la mañana salía al trabajo, no sin antes haber ingerido una colación opípara, acompañado por la lectura superflua del diario matutino.

Desayuno

Cuando su peso se disparara a las 332 libras, su papá y uno de sus tíos, decidieron que era hora para que los tres fueran a un spa en Arizona.

Todos los años, por seis años, frecuentarían el mismo sitio, en una romería ritualista donde perdían libras que, pronto recuperarían con dividendos adicionales.

Cuando nuestro héroe pesó las 430 libras, se consideró y se efectuó una operación de by-pass del estómago.

"¡Ya basta!" Dijo su tío…

Tristemente, la operación no fue el éxito que todos ansiaban.

Al principio, surgieron de diarreas interminables, seguidas de hemorragias gingivales y finalmente, la descamación de la piel — trastornos comunes en los síndromes de la malabsorción. Simultáneamente el peso comenzó a subir al ritmo de diez ó doce libras por año. Lo que nadie anticipara.

En general, este hombre no era feliz. Su apariencia era pálida amén de enfermiza y daba un aspecto patético.

Diagnóstico: Cirugía Bariátrica sin estrategia post-operatoria de soporte

La cirugía para el sobrepeso no es cirugía menor, ni está eximida de riesgos, los que a menudo aparecen como complicaciones serias.

Además, que citando a uno de los cirujanos bariátricos a quien conozco, aprendemos lo siguiente. Escuchemos lo que dice: "¡Que los pacientes no se hagan ilusiones — El problema es psicológico y no físico!…"

Nosotros sabemos que no es como mi amigo, exactamente, nos dice. Pero, cada loco con su tema…

Para lograr el éxito esperado; la evaluación del paciente no debe limitarse al estado nutricional del mismo, como hicieran con este señor, sino que también debe de considerarse un seguimiento post-operatorio meticuloso para evitar los problemas. Problemas estos, que a medida que estos procedimientos se efectúan con mayor frecuencia, se están reportando, con repetición mayor, en la literatura médica.

Reflexión

Desde de el punto de vista del desarrollo físico del ser humano. Nadie puede explicar con certeza, la razón por la cual algunas personas logran alcanzar niveles de corpulencia que exceden lo que, se consideraría adaptable, para la supervivencia del individuo.

Para lograr un elemento de equilibrio, en el caso de Ovidio, tratamiento intensivo y multifacético fue necesario, con atención enfocada al entorno de su familia disfuncional.

Para el éxito final, la asistencia provista por un grupo de apoyo mutuo fue requerida.

El caso de Proserpina y de las cirugías cosméticas

Proserpina. Dante Gabriel Rossetti (1874).

Si Proserpina hubiera nacido en otra época de la historia, su destino, tal vez, hubiera sido distinto.

Nuestra heroína era un vademécum de las cirugías cosméticas. Al cumplir treinta y dos años, se había hecho dos estiramientos faciales, una reducción de la pared abdominal, una disminución del introito vaginal y tres liposucciones.

Tenía, sin dudas, una afinidad al quirófano.

No era muy alta — sólo medía cinco uno. Pero, sí que era muy delgada — pesando 95 libras.

Vivía de dieta en dieta, las que siempre terminaba con períodos caóticos de bulimia en descontrol.

Su cara lucía hinchada como si tuviera paperas, debido al flujo crónico del ácido clorhídrico, proveniente del estómago, en la boca.

Glándulas salivares…

Sus menstruaciones eran impredecibles y sus períodos dolorosos.

Nunca había sido obesa, pero, como tantas que sufren de dolencias parecidas; ella pensaba que lo era.

Porque sus períodos eran erráticos, salió embarazada por un hombre ya casado, quien le otorgaría su apellido a la niña que naciera, sin hacerle más caso, a ninguna de las dos — madre e hija.

Durante el embarazo, Proserpina, obviamente se "descuidó", ganando sesenta y ocho libras de peso, las que juró quitarse de encima, en unos pocos meses.

No lo pudo alcanzar…

Cuando no pudo lograr el objetivo deseado, manteniendo su peso a un nivel abominado de 172 libras, decidió hacerse una liposucción adicional.

La liposucción

Como su nombre lo indica es un procedimiento quirúrgico que remueve grasa acumulada, de los espacios subcutáneos del cuerpo.

Este procedimiento no confiere beneficios de salud a nadie que lo sobrelleva. De hecho, estudios recientes han revelado conocimientos de carácter negativos a su práctica, a sus resultados y a sus efectos.

Está demostrado que el hipotálamo resiste le remoción forzosa de la grasa acumulada en exceso, la cual defiende — por eso es tan difícil perder de peso.

Liposucción

Como remedio a la obesidad, la liposucción, no produce beneficios favorables, a menudo resultando en complicaciones que desfiguran la apariencia del individuo, como fuera en el caso de Proserpina.

Diagnóstico: Distorsión paratáxica de la imagen corporal con derivaciones narcisistas y complicaciones post-operativas…

Reflexión

Proserpina había consignado todos sus recursos emocionales y los había dejado bajo el control de sus propias necesidades de índole narcisistas.

Su idea de ser feliz se resumía a ser "bella" y delgada — aspirando ser cortejada por el mayor número de pretendientes posible.

Su cuerpo lo inmolaba al bisturí, para perfeccionarlo constantemente, como si fuera un objeto inanimado — como si fuera un ornamento o un adorno impersonal.

A medida que los tiempos pasaran, y que se sintiera impotente ante el avance inexorable de los años, acompañados por la llegada de la vejez inevitable, su única solución restaba en tratar de remover la grasa repudiada de su cuerpo, con la que se sentía infeliz, para sentirse mejor.

¡Ay, Proserpina…!

Candidata para la liposucción

El caso de Alexander: cuando las dietas son interminables

Alexander, por Alexander the Great, ya que sus padres emigraron de la isla de Jamaica a Santo Domingo, de lo que hace tanto tiempo, que nadie podía recordarlo — como el legendario don Aureliano Buendía…

Lo bautizaron así, como si el nombre dado lo predestinara a algo glorioso.

Con su patronímico egregio, Alexander se convirtió en otro miembro humilde de una de las tantas dinastías, de pobres dominicanos, con hijos que ostentan nombres ilustres.

César y Cesarina eran los mellizos, Augusto, Octavio, y Reina eran los restantes. El papá, Aristóteles, la mamá, Yocasta.

Alexander creció en Licey al Medio, en la cercanía de un riachuelo. Se ganaba el sustento cargando agua en burros, para venderla a los habitantes de la aldea del Guayabo.

Si otros, que, de jóvenes, acarreaban la leche, eran lecheros. Alexander, ¿qué sería?: ¿"agüero" o, tal vez, "aguajero"? — ¿Qué más da? (El articulo para consultar: F. E. F. Larocca, La Magia de la Semántica).

Un médico, poseedor de tierras y de vacas en una finca cercana, se sintió atraído por la ambición intelectual del jovenzuelo Alexander y lo enseñó a leer.

Alexander, no pudo resistir el deseo de educarse. Dejó de cargar bidones de agua, se dedicó a estudiar, en la escuelita local y completó los cursos necesarios para cumplir la educación primaria. Después, se enganchó en la guardia y, terminó el bachillerato, durante el gobierno del presidente, Rafael F. Bonelly.

Más adelante, se inscribió en la facultad de medicina de la USD egresando con honores. (Consúltese: F. E. F. Larocca, ¡Médico!, para una reseña del arte, la ciencia y la persona).

Con una beca provista por el gobierno costarricense, el joven médico hizo un posgraduado en endocrinología en ese país; de donde retornara, acompañado por Adela, su esposa tica.

Alexander confrontaba dos problemas de índoles difíciles: 1. Era obeso. Pesaba 280 libras, y 2. Fumaba mucho.

Lo del cigarrillo, lo resolvió sin penas. Dejó de fumar cuando empezara a perder pacientes que resentían su adicción al tabaco.

Pero la gordura, no la pudo eliminar.

Mientras que algunos pacientes susurraban cosas desagradables: "doctor cúrese a sí mismo…"

Otros decían: "¿Cómo quiere ponerme a dieta, si usted es quien está gordo?"

Una mujer, muy franca, como suelen ser las dominicanas jamonas, le dijo: "¡Cómprese un espejo!", como consejo gratuito de vecina bienintencionada.

La gente es cruel…

La gordura como fenómeno universal y como metáfora

¡Sorpresa! Aunque no lo crean, ser gordo es ser "normal" — no es broma…

Tomemos una pausa, para digerir lo que aquí hemos dicho.

Veamos

En un estudio completado en la Universidad de Toronto, los esposos, C. Peter Hermann y Janet Polivy, se plantearon el siguiente acertijo, cuya solución nos suministrarían personalmente:

El acertijo y su solución

Si se establece que casi todos los habitantes de una región, están a dieta. O que alguna vez, recientemente, lo han estado; o que contemplan dietar en el futuro cercano — la norma, entonces, es dietar — y no estar a dieta es lo anormal. Entonces, silogísticamente, ser gordo, por la necesidad de ponerse a dieta, es — lo adivinaron — lo normal

Simple… ¿Verdad?

Si lo mismo se determina con cualquier otra característica humana, ésta establece la regla. Ésta constituye lo normal.

Las estadísticas nos informan que más del 60% de todos los americanos son gordos, por consiguiente, el americano normal, para ser normal, debe ser gordo.

¡Punto!

Aquí les presentamos a todos, al Dr. Michael Flemming, presidente electo, hace unos años, de la Asociación Médica Americana.

Presidente de la AMA

El doctor Flemming, en su discurso de toma de posesión, afirmó que él es gordo y que tiene un problema serio que combatir. Un problema que, una gran mayoría de sus colegas comparten, y un problema de solución tan elusiva como incierta.

¡Aplauso!

Alexander confrontaba el mismo dilema.

Si no fuera así, entonces Adela, dietista diplomada, y las tres hijas del matrimonio no serían gordas ellas mismas.

Fernando Botero

La exégesis del conflicto

Nuestros médicos, nuestros gobiernos y nuestros educadores nos han fallado en todo lo que respecta a la salud y a la educación pública.

Cegados, como todos lo están, por el deseo de avanzar las metas de sus ambiciones desmedidas, desdeñan al pueblo — en este caso, ignorándose a ellos mismos.

Nuestros políticos y sus familiares; como sucede con nuestros militares de alto rango, y con sus emparentados, mientras más avanzan en sus carreras, más gordos se ponen.

¡Aplauso!

Aquí no sé por qué se aplaude…

La epidemia de la obesidad no se remedia con las dietas. Mientras que aun no existe país del mundo que haya establecido un programa viable para su erradicación.

Aquí, me consta, se mencionó a los niveles más altos, hace unos ocho años… pero ahí quedaría…

Las cirugías de by-pass, las liposucciones y las dietas, como ya viéramos, no son la respuesta.

Prosigamos

La dietas para adelgazar: remedio, cura… ¿o enfermedad?

Las dietas puede que sean, la misma enfermedad que pretenden remediar, porque las dietas restrictivas, todas, sin excepción nos han fallado, dejando como estela circunstancias adversas…

¡Todas!

La historia

• 1087 – Guillermo el Conquistador intenta una dieta líquida para perder de peso, metiéndose en cama y no consumiendo nada más que alcohol. Quizás, más adelante, padecería de DT’s. • 1600s al 1700 – El escocés Dr. George Cheyne, autor de libros populares en estilos de vidas saludables, usa líquidos de modo muy diferente, escribiendo que una dieta de leche exclusivamente, lo vuelve a uno "delgado, ágil y veloz". Mientras que a algunos les causa diarrea — de esto vendría la velocidad mencionada…

• 1811 – El poeta romántico Lord Byron empapa su comida con vinagre para perder de peso, reduciendo su corpulencia de 194, a menos de 130 libras. • 1830s – En los Estados Unidos, el Reverendo Sylvester Graham, apodado el "Dr. Aserrín", recrimina en contra del vicio de la gula, que en su convicción, conduce a la lujuria, la indigestión y a la educación de hijos malcriados y enfermizos. La respuesta que Graham ofrece: una dieta espartana: pan negro sin levadura, vegetales, agua y comprar sus galletas. • 1860s – Debut de la dieta baja en carbohidratos. En Londres el director de funeraria William Banting pierde 50 libras en un régimen alto en proteínas que consiste de carnes magras, tostadas secas, huevos pasados por agua y vegetales. Su libro se vende como best seller.

– Otro proponente del régimen alto en proteínas, el Dr. James Salisbury, promueve una dieta de agua caliente alternando con la fría y carne molida (el famoso bistec Salisbury) para mejorar la salud y perder de peso. Tristemente, nunca explicó las diferencias nutritivas del agua caliente y la fría — Pero sería Nuna, una de nuestras empleadas, quien lo esclareciera. Porque Nuna creía que fue el agua enfriada en nuestra nevera lo que la engordó… (Véase mi artículo: Yo Tengo mi Dios: Así Habló Nana…). • 1876 – John Harvey Kellogg introduce sus propios remedios para combatir la obesidad. Sus invenciones son las barras de granola y el "Kellog’s cornflakes". También aconsejó el uso profuso de las enemas, el masticar despacio, el conteo de calorías, las comidas sin condimentos, y las dietas individualizadas. Los cornflakes lo harían muy rico.

• 1898 – El movimiento del masticar despacio es introducido por el negociante Horace Fletcher, luego de negársele seguro de vida por la gordura. Por un tiempo, esta "fiebre" se populariza.

• 1918 – El conteo de las calorías entra de nuevo en la escena. Lulu Hunt Peters publica su best seller Dieta y Salud, con una Llave a la Puerta de las Calorías. La dieta de Lulú se inaugura con un ayuno, luego se aplican las ideas de Fletcher y se procede al conteo de calorías, con un límite diario de 1,200. Es una sentencia mortal para seguir de por vida.

• 1920s – El Dr. William Howard Hay propone una dieta basada en la combinación de comidas. Su plan del "Milenio Médico", abogaba lavativas diarias, masticar despacio, y estipulaba que no se deben de combinar frutas, almidones y proteínas en la misma comida. Algo que hay que explicar a los, ignorantes, animales omnívoros.

• 1932 – La Comida Dietética del Dr. Stoll, un polvo que sustituye por las comidas reales, comienza a venderse en los salones de belleza, mientras que en las gasolineras se encuentra el pan.

Paréntesis. Todavía nadie excluye el azúcar

• 1948 – Take Off Pounds Sensibly (TOPS), el primero de los muchos grupos nacionales para combatir la obesidad se funda bajo la inspiración de Esther Manz en Milwakee. Todo se regula, se cuentan las calorías, se usan balanzas y menús para controlar el sobrepeso, incluyendo (lo más importante) el uso sin estructuras, de los grupos de soporte mutuo.

Para medir lo se come…

• 1950 – Reducer's Cookbook, el primer libro de cocina para quienes están a dieta, se publica.

• 1960 – Optifast, un líquido dietético, basado en el polvo Metrecal, se introduce con muchos imitadores a su estela. Pero, como método falla. Con Oprah, haciendo el ridículo, a la cabeza — Pero, por la plata baila Oprah, sino el mono.

• 1961 – Best seller, Las Calorías no Cuentan, por Herman Taller, endosa una dieta alta en grasas, alta en proteínas y baja en carbohidratos. Taller, finalmente es hallado culpable de fraude por vender semillas de azafrán como medicina. Irónicamente, las semillas de azafrán poseen más posibilidades dietéticas y medicinales que lo demás que Taller abogara.

– El Dr. Irwin Stillman publica La Dieta del Doctor para Perder de Peso Rápidamente. Ésta no es más que una dieta baja en carbohidratos, alta en proteínas y rica en carne y quesos.

• 1961-63 – Weight Watchers se funda. • 1960s – La era de las dietas amistosas al alcohol y a la reducción de carbohidratos se inaugura, con la publicación de la Dieta para el Bebedor y de otro libro, La Dieta de los Martinis y de la Crema Batida. El que vive borracho se burla de la humanidad, aseveraba el beodo del Santiago de mi juventud.

• 1972 – Diet Revolution, por Robert Atkins, recomienda el uso de carne en abundancia y grasas, pero sin carbohidratos. El Dr. Atkins, muere, año después, obeso… pero, muy próspero…

• 1970s – La Dieta de los Astronautas se publica, imitando la dieta de los primeros astronautas en el espacio, donde sus pesos se reducen, naturalmente, por la cero gravedad.

Organillero chileno. Reparen en las banderas que adornan su instrumento…

• 1976 – La Dieta del Último Chance aparece, publicada por el osteópata Robert Linn. Ésta última consiste en un régimen de ayunos acompañados por una mezcla de proteínas líquidas extraídas de tendones y pieles de animales. Cincuenta y ocho muertes se asocian eventualmente con éstas y otras bebidas similares, que además de ser peligrosas, carecen de todo valor nutritivo.

• 1978 – Herman Tarnower publica la dieta Scarsdale, alta en proteínas y con un límite de 700 calorías al día. Su amante lo mata, no por la dieta, sino por celos, en 1980.

• 1979 – Las dietas bajas en grasa se popularizan con la publicación de Nathan Pritkin Programa para Dieta y Ejercicio. • 1981 – Judy Mazel publica La Dieta de Beverly Hills. Ésta consiste en un plan cargado de frutas. Mazel afirma que nadie gana de peso si las comidas se digieren apropiadamente. Lo que se hace ingiriendo cantidades enormes de piñas, papayas, y mangos consumidas en una rotación constante. — y pensar que somos omnívoros…

– La Dieta de Cambridge, propuesta por Jack Feather y endosada por un "experto" de la Universidad de Cambridge, aconseja las bajas calorías, las proteínas líquidas en forma de bebidas presentadas en un esquema piramidal. Treinta personas, en esta dieta, mueren de ataques al corazón antes de que el gobierno la prohíba.

•1983 – Jenny Craig forma su compañía en Australia. • 1992 – Atkins publica su nuevo libro. Una re-edición del que antes publicara.

¡Aplauso!

• 1993 – Las dietas bajas en grasa aparecen de Nuevo. Coma Más y Pese Menos por Dean Ornish, se publica. Es una dieta vegetariana baja en grasas.

• 1995 – Las dietas bajas en carbohidratos y altas en proteínas retornan con la publicación del libro La Zona. El que pronto comparte el escenario con los libros Sugar Busters! Protein Power y la Dieta para los Adictos a los Carbohidratos.

• 1996 – Mazel publica La Nueva Dieta Beverly Hills. Lo mismo de antes en un paquete nuevo.

  • • 1998 – Uno de los muchos homenajes a la estrategia de Lord Byron, se publica, Pierda de Peso con Vinagre de Manzana. Coma la botella y no engorde…
  • • 1999 – Atkins publica otra revisión de su libro, mientras que su "método" sigue prosperando.
  • • 2003 – The South Beach Diet se generaliza bajo el nombre del Dr. Arthur Agatston. Esta dieta no es nueva, cae en el medio de lo que el Dr. Atkins y los nutricionistas, que la oponen, recomiendan.

¡Hasta la próxima dieta! Todas esas dietas y más, han sido probadas por millones de personas. Mientras que el único resultado cierto ha sido — para quienes las mercadean, cuyos ingresos se estiman en los miles de millones de dólares al año.

Not too bad…

Peor aún, los gordos permanecen gordos y los números de gordos siguen creciendo, ahora añadiendo a sus números, a los niños, como víctimas "colaterales" inesperadas.

Para concluir, consideremos la noción infundada de que existe un gen para la obesidad.

Del gen de la obesidad. Of mice and men

El escritor norteamericano, John Steinbeck, ganador del Premio Nóbel de Literatura, escribió en el año 1937 una obra de gran significado social la cual hoy se cuenta entre los trabajos clásicos de la literatura moderna; la llamó: "Of mice and men".

La búsqueda de un gen en la rata para explicar las causas del fenómeno morboso de la obesidad humana no es nueva. John Daniels, contribuyendo un capítulo en la edición de junio del 1984 de la renombrada publicación científica The Psychiatric Clinics of North America (número ése el cual fue publicado bajo mi dirección editorial), alude a este gen para describir ciertos rasgos inexplicables de la gordura que este animal de laboratorio exhibe.

El comportamiento de estos roedores, que atrajera la curiosidad de los científicos, es que, en algunos casos, las ratas comen incesante e insaciablemente, engordando, pero sin aparente razón alguna. Estas ratas, que así se comportan, se entiende, que han sostenido un proceso mutante en uno de dos genes: ob (por obeso) y db (por diabético).

Subsiguientemente, investigadores en los EEUU anunciaron que ellos habían descifrado la secuencia del gen ob en el ADN. Este hallazgo era congruente con una de las teorías que tratan de explicar la regulación del peso en el ser humano — no, en la rata. De acuerdo con esta teoría, los tejidos grasosos envían señales al cerebro; el cual, a su vez, responde de un modo adaptante: Más adiposidad, más fuerte es la señal, resultando en que el animal use más grasa y coma menos comida, — de este modo equilibrando su peso. Por el otro lado, ratas equipadas con el defectuoso gen ob carecen de este elemento regulador y no dándose por enteradas que ya son muy gordas, continúan comiendo como si estuviesen sufriendo de la inanición forzada.

La evidencia de la presencia de este gen, derivó de experimentos en los cuales ratas normales y ratas anómalas genéticamente, se comportaban como era esperado si compartían la circulación sanguínea entre ellas, de ese modo compartiendo las mismas hormonas circulantes.

Más adelante en la publicación Science, otro grupo de investigadores sugirieron la posibilidad de que este hallazgo en las ratas, pueda ser de mucha importancia en el entendimiento y en el tratamiento de la obesidad humana.

El investigador, Jeffrey Friedman, asistido por sus colaboradores, aisló la proteína a la que se debe este fenómeno; designándola con el nombre de leptina (de la palabra griega leptus, que significa ser "delgado"). Ellos, también demostraron, que existe otro factor que asimismo entra en juego en la regulación de la gordura ratera, es el hecho de que la leptina aumenta la temperatura del cuerpo, confirmando la existencia de un metabolismo acelerado.

Si es cierto que las ratas afligidas no se enteran de que están gordas o de que son obesas. Por su parte el pobre ser humano, sí que sabe que ha engordado; y desperdicia, a veces, enormes sumas de dinero en sus cruzadas y peregrinaciones, frecuentemente fútiles, para lograr la delgadez. Además de este aspecto dramático, existe otro de mayor importancia; éste siendo, que el ser humano no ha hecho cambios genéticos manifiestos en los últimos 45,000 años… pero, y a pesar de ello, en países como lo son los EEUU y Australia, donde la dieta es horrorosamente engordante; la obesidad ha adquirido proporciones tan epidémicas y exageradas, que algunos de los "expertos" cuyas opiniones se leen frecuentemente en la prensa de esos países son, por definición… obesos ellos mismos… ¿qué más? (El libro que aquí debe de consultarse es: The Hungry Gene: The Science of Fat and the Future of Thin, por E. R. Shell).

Bibliografía

Suministrada por solicitud.

 

Dr. Félix E. F. Larocca

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