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La búsqueda de la salud perdida: los otros terapeutas

Enviado por Juan Gonzalo


Partes: 1, 2, 3

  1. Resumen
  2. Introducción
  3. Los otros terapeutas
  4. Algunas palabras más
  5. Bibliografía

Resumen:

En el marco de un proyecto de investigación relativo al estudio de los sistemas etnomédicos vigentes en Argentina, hemos realizado a principios del 2000 una prospección en cinco localidades de la zona oeste del Gran Buenos Aires (Castelar, Villa Tesei, Ituzaingó, Libertad, Palomar) destinada a detectar profesionales no biomédicos (terapeutas, curanderos, sanadores u otros especialistas afines) a fin de recoger información relativa a su actividad. En el presente trabajo expondremos textos correspondientes a tres de esos profesionales, seleccionados por su representatividad, poniendo especial énfasis en aspectos relativos a las formas iniciáticas, aprendizaje, tipos de enfermedades, técnicas de diagnóstico y de curación, entre otros tópicos relacionados.

Palabras clave: Salud, Enfermedad, Curanderos, Terapias

"Pero ¿qué es lo que cura? Lo que cura es la fe"

Introducción

Uno de los aspectos más dolorosos de la crisis que actualmente sufre nuestra población es la falta de atención adecuada a sus problemas de salud por parte del sistema sanitario imperante, sea el estatal (hospital) o el privado (medicina prepaga, obras sociales, etc.), a causa de su falta de capacidad administrativa y presupuestaria y su creciente ineficiencia en línea con las dificultades sociales, políticas y económicas que sufre el país y que se hace ostensible en toda su dramaticidad en las grandes aglomeraciones urbanas. Esta situación que incide en la multiplicación y preferencias por parte de la gente de métodos curativos sucedáneos, complementarios o superpuestos con la biomedicina (Idoyaga Molina, 1997 a, b y c, 1998) y que van desde las prácticas más elementales de la medicina casera, la automedicación, las medicinas de origen étnico o tradicional, de fundamentación religiosa y hasta las más sofisticadas y foráneas terapias alternativas y cuyo conjunto constituye un verdadero sistema etnomédico (Good, 1987; Idoyaga Molina, 1997 a, 1998 y 1999 a y b) imbricado profundamente en el tejido social urbano tal como sucede en otras grandes ciudades latinoamericanas (Guevara Corral, 1988 y 1990/91; Viturro, 1998).

Si bien los formas curativas tradicionales siempre estuvieron presentes en las áreas urbanas y rurales, así como la práctica de la medicina casera y la automedicación y han constituido desde siempre parte de la formación cultural de nuestra gente en forma más o menos disimulada, es en estos últimos años donde podemos observar un auge notable de este tipo de prácticas, con el aditamento principal de las llamadas alternativas, impulsadas y quizá en muchos casos desnaturalizadas desde los medios de comunicación masiva.

Sin duda que en el fenómeno de su popularización creciente intervienen una gran cantidad de factores además de la mencionada decadencia del sistema sanitario público y su promoción mediática, pero su análisis supera el objetivo del presente trabajo el cual es dar cuenta, aunque sea mínimamente, de parte de esta nueva realidad constituida por un lado por la gran masa de apesadumbrados enfermos que día a día peregrinan de un sitio a otro en busca de alivio, y del otro por los terapeutas que los asisten sin matrículas oficiales y desde lugares diferentes al de la biomedicina.

Es así que sobre la base de esta primera clasificación operativa que discrimina entre pacientes y terapeutas, hemos realizado durante los meses de enero a marzo del 2000 una prospección[1]en cinco localidades densamente pobladas de la zona oeste del Gran Buenos Aires (Castelar, Villa Tesei, Ituzaingó, Libertad, Palomar) con el objeto de detectar, en principio, las principales alternativas al sistema biomédico a que acude gran parte de la población (Gonzalo 2000), empezando por los personajes principales de este drama[2]los llamados curanderos, sanadores, médicos espirituales, manosantas, mentalistas, terapeutas alternativos o chamanes (neochamanes urbanos).

En un informe preliminar hemos dado las principales características de los informantes detectados y el tipo de encuestas[3]a que fueron sometidos (Gonzalo 2000). Presentaremos a continuación a tres de ellos pertenecientes a la primera categoría, la de los curanderos, sanadores o terapeutas, seleccionados por ser representativos de nuestra muestra y que suelen además trabajar a veces en forma conjunta, pero que sin embargo demuestran un grado notable de diferencia tanto en su formación como en el tipo de prácticas que ejercen. Dejaremos que ellos mismos, con sus propias palabras[4]vayan delineando sus respectivas figuras mientras nosotros iremos glosando sus testimonios más notables. Al final de los textos presentados por cada uno de los informantes haremos un breve resumen sobre sus principales contenidos para hacer luego, a modo de conclusión, algunos comentarios de índole comparativa sobre los principales tópicos tratados.

Los otros terapeutas

La primera de nuestras informantes, M.[5], es una mujer de aproximadamente cincuenta y dos años de edad al momento de la encuesta, residente en la localidad de Castelar, nacida en la provincia de Buenos Aires y de religión católica. Indagada sobre el modo por el cual llegó a ejercer su actual labor terapéutica, manifiesta poseer un don o capacidad especial que se hizo evidente en su adolescencia:

" [Yo tengo un don] desde chica. A los catorce años …"[6].

Este don consiste en percibir ciertas manchas en la figura humana invisibles para otros observadores:

"… veía a la gente y me mostraban si había alguna mancha en su cuerpo …".

Considera que dicho don no le ha sido otorgado en forma particular, sino que es más bien una cualidad de origen divino que tienen todas las personas:

"… eso es mentira que dicen que le legan el don. Todos tenemos el don de la curación para eso Dios puso sus hijos sobre el mundo".

Este don de curación otorgado por gracia divina implica como contrapartida la aceptación de una misión a cumplir con los enfermos que acudan en busca de alivio. Su ejercicio entraña riesgos para su persona como los de adquirir graves enfermedades debido al tipo de casos difíciles que le toca tratar, pero se siente obligada a continuar con su profesión a pesar de la oposición familiar:

"Yo, gracias a Dios me digo: – Vengo con una misión a la vida de despertar cosas -, a mí no me vienen casos de amor como otros compañeros que para tirar a las cartas, siempre gente dañada, gente para que tengan que salir adelante. Todos venimos con una misión en la vida, yo si fuera por mi familia, mis hijos, no tendría que hacer esto, no quiere mi marido tampoco, ni mi madre; yo tengo siete operaciones que los médicos no saben lo qué es, y yo sé que son todas cosas que yo de curar me voy dejando …".

Ese don consiste entonces en la visión de manchas cromáticas y amorfas sobre ciertas partes del cuerpo de las personas que denotan o indican la presencia de algún tipo de enfermedad:

"… me ha pasado casos que han tenido una persona internada y yo le vi la mancha de una enfermedad y bueno, uno le dice que vaya al médico; la mancha la veo sobre la persona [en lugares] específicos del cuerpo, [si alguien tiene, por ejemplo, un problema en un pulmón] le veo una mancha en el pulmón, una cosa, ¿cómo le puedo decir?, me lo marca como una mancha sin forma, más oscura …".

A este elemento de valor diagnóstico constituido por la percepción de manchas informes, obscuras o cromáticas, sobre alguna parte del cuerpo del paciente y relacionadas en general con órganos específicos, se suma otro que juega un papel importante en su técnica diagnóstica actual el cual es la percepción de una entidad llamada "aura"[7] (Brennan, 1990:50-51/57-62), especie de campo energético radiante que rodea a la persona como un halo y que sólo es percibido por observadores entrenados o sensibles a este fenómeno y al cual M. define de la siguiente manera:

"El aura es una cosa como que cubre, hay personas que la ven al aura, los colores que yo veo en el mundo este no existen. Son, por ejemplo, como un verde brillante, un verde que nunca se vio, un celeste, un rosa …".

Este aura variopinto, de colores inexpresables, que cubre a la figura humana, es asimismo indicador de determinados estados de ánimos que van desde la tranquilidad al enardecimiento, a ciertas características de la personalidad y a las enfermedades que estuviera sufriendo la persona observada:

"[un verde brillante indica] que la persona está muy bien anímicamente, espiritualmente, que esta tranquila con sí misma. El rojo [indica a] una persona que está enardecida, que puede hacer cualquier cosa, que todo le está yendo por dentro y el blanco es un ser de luz, un ser muy espiritual que puede ayudar a otras personas de muchas formas; [veo manchas de colores que muestran la enfermedad o el] estado anímico de las personas, un aura muy amarilla, hermosa, según [las] personas, es el aura más grande, es un aura de sabiduría, de dar a los demás para enseñar …".

Con relación a las manchas diagnósticas, M. nos da a continuación algunos ejemplos:

"… el cáncer es una mancha muy negra, que le muestran un color negro …".

"La enfermedad pulmonar yo la veo como un gris plateado, cuando está enfermo el pulmón …".

"… el riñón me lo muestran como un marrón …".

Por un lado tenemos entonces el cáncer percibido como una mancha negra, las enfermedades pulmonares como manchas gris plateadas y las del riñón como marrones. Pero hay además otros elementos que pueden ser utilizados en el diagnóstico, tal como puede verse en el ejemplo siguiente en relación a los problemas cardíacos los cuales son percibidos por M. como una presión sobre su pecho:

"El cardíaco no lo siento, cuando la persona tiene dolor, siento una presión en mi pecho yo no le digo; [le digo] que vaya al médico, que se haga ver …".

A esta capacidad de percibir imágenes y sensaciones físicas con valor diagnóstico podríamos denominarlas "innatas" en el sentido de que le han sido otorgados sin mediación de su voluntad o, si se quiere, como una característica propia de su naturaleza a la que se suma también en forma complementaria la imposición de manos como técnica curativa. Otro elemento que se imbrica con el primero es el concepto de aura, también usado como elemento diagnóstico en forma individual o combinado con las manchas. Pero el uso de este segundo concepto, no la capacidad sensitiva de M. para percibirlo concretamente, no parece ser innato en el sentido anterior, sino más bien adquirido en forma posterior y a partir de aprendizajes específicos. En efecto, nuestra informante nos cuenta que ante la evidencia de su peculiaridad, decide adquirir otros conocimientos que fortalezcan sus primeras capacidades terapéuticas. Llamemos entonces "adquirido" al aprendizaje posterior realizado a través de estudios formales de parapsicología[8]y otros medios (Colatarci, 1999; Pérez de Nucci, 1988 y 1989; Palma, 1978; Vivante, 1959; Pelegrin, 1998; Vellard, 1987):

"… y bueno, a través de mi, después de lo que he hecho, de la parapsicología, he leído o he estudiado, me he dado cuenta que yo lo hacía sin aprenderlo de libros; después [de] muchos años me enteré que se llamaba mesmerismo[9]…".

Además de encontrar una explicación a su propia peculiaridad terapéutica, la cura por la imposición de manos a la cual atribuye igual naturaleza que los fenómenos estudiados por Mesmer hace más de doscientos años, a través de estos estudios formales y lecturas personales aprendió variadas disciplinas como por ejemplo la magia hebrea o el chamanismo:

"… era como cuando tuve magia hebrea. Ahí se presentó un rabino, la magia por intermedio de símbolos hebreos, letras hebreas …".

"… [el chaman habló] de la naturaleza, del agua, las hierbas, todo por la fuerza de la naturaleza, ellos curan por la fuerza de la naturaleza; chamán [es] un médico brujo, un médico de la tribu, yo estuve con clases con chamanes que enseñaron como curar con yerbas, lo que es la naturaleza, la fuerza de la naturaleza, la fuerza de un árbol para curar una persona; era de la provincia del Chaco …".

Esta formación también implicaba la asistencia a eventos académicos tales como congresos realizados en la Facultad de Medicina:

"… yo he ido a la Facultad de Medicina, en congresos, con médicos paragnostas[10]que son médicos videntes y creen y hacen; cuando yo fui a ese congreso eran médicos de Norteamérica, italiano y francés; [hace] como tres años, en la Facultad de Medicina, [se hizo en] el Aula Magna de la Facultad de Medicina …".

Así entonces esta formación habilita a nuestra informante a considerarse una médica espiritual que tiene bien delimitadas sus incumbencias y sabe cuáles son los casos en que debe hacer mutis por el foro para permitir el ingreso a escena del biomédico con el cual, a veces, suele colaborar:

"… a nuestro nivel somos médicos espirituales, que podemos curar a una persona pero sin recetar. Por eso yo tengo gente paraguaya que me viene a ver y dice la médica, allá, en Paraguay son médicos …".

"… en nombre de Dios yo te puedo ayudar, vos andá al médico, que yo voy a ayudarte por intermedio de la oración de mis manos …".

Estos terapeutas suelen trabajar solos, pero en este caso nuestra informante mantiene contactos con algunos compañeros con los cuales comparte algunas tareas, pero a los que considera distintos en cuanto a formación y objetivos de trabajo:

"[Yo trabajo] sola, sólo tengo compañeros de estudio, de que uno se conoce por intermedio de esto, porque todos trabajan distinto, todos …".

No obstante, en general existe entre ellos un profundo sentimiento de desconfianza que los impulsa en la mayoría de los casos a ser trabajadores solitarios y a considerar a muchos de sus colegas como falsos terapeutas o estafadores cuyos engaños manchan la imagen de aquellos que ejercen la profesión honradamente:

"… en todo orden de la vida hay chantas, y hay quien lo hace bien y quien lo hace mal, es como los médicos, como el policía, como el presidente, como todos los gremios, por eso a mí me molestan cuando hablan de que dicen son todos unos chantas, son esto o el otro. No hay que meter a todos en la misma bolsa, se ha utilizado mucho las cosas, de cobrar y de [no cumplir], la gente está cansada, pero yo muchas veces les digo: – Ustedes tienen la culpa de ir a los cargos -, o porque salen en una televisión, usted sabe que un Aragón, un Schiariti, una Blanca Curi cobra una consulta cuatrocientos pesos, trescientos pesos, ¿ellos llaman a alguien?, ¡no!, la gente va. Ellos no tienen la culpa. [La gente] va, o porque sale en la televisión, o en la radio, o en una revista …"[11].

"… que para eso hay mucho chanterismo, somos muy manoseados, el que paga todo como tiene que pagar, el que está todo al día las cosas, muy manoseados somos, a nivel de todo …".

Respecto a estos comentarios sólo hay que mirar las revistas o librerías especializadas, los diarios, los programas de televisión o radio, los sitios de Internet, los repartidores de volantes y los innumerables predicadores de credos salvacionistas en los vestíbulos de las grandes estaciones ferroviarias metropolitanas (Once, Constitución, Retiro), las santerías, los avisos pegados en vidrieras de comercios de todo tipo ofreciendo servicios mágicos o esotéricos, etc., para comprender la dimensión de lo que quiere decir M. cuando habla de "chanterismo" y manoseo.

Este "trabajar distinto" a que hace referencia nuestra informante en una cita anterior, se hace evidente en las distintas especialidades o líneas de trabajo que siguen algunos terapeutas, especialmente en el campo de las terapias alternativas donde existen algunos que practican una sola técnica, aunque es común encontrar, como veremos más adelante, el uso por una misma persona de técnicas diferentes, complementarias, según el particular punto de vista de cada uno:

"… las terapias alternativas, la magnoterapia[12]el reiki[13]las curas con hierbas[14]con gemas[15]yo hice Flores de Bach[16]pero a mí no me gusta recetar nada, porque para eso están los médicos …".

Entre estas terapias se encuentra el citado mesmerismo, método basado sobre el magnetismo animal que utiliza la imposición de manos para trabajar sobre las energías corporales:

"… Mesmer es una persona que sacó el mesmerismo, por eso se llama así curar por intermedio de las manos …".

Y también la magnoterapia, relacionada con el mesmerismo, pero que utiliza imanes para curar, aunque M. nos dice que ella utiliza las manos:

"Después está la magnoterapia, que es una rama más de la parapsicología: también es curar con las manos; con las manos se puede, sin tocar nunca a la persona, con la energía de uno, después salió el reiki …".

El reiki, técnica que utiliza una supuesta energía universal que se transmite por intermedio de las manos de un operador (canal) sobre una serie de siete puntos sensibles o centros energéticos o chakras[17]ubicados a lo largo del cuerpo y según una cierta disposición:

"El reiki es pasar su energía, sacar su energía por intermedio de símbolos, todo, darle a la otra persona, también, sin tocarla a la persona, pero pasándole a un nivel de cinco centímetros la mano y cambiar la energía y desbloquear todo lo que está bloqueado, las chakras que están bloqueadas; las chacras son los centros energéticos que tenemos a través del cuerpo con las manos, pero nunca tocarlos …".

Estas tres técnicas, magnoterapia, mesmerismo y reiki, se basan, según M., en la manipulación de un tipo de energía que se caracterizaría por ser dinámica y de cuyo equilibrio armónico depende la salud[18]la cual es fácil de comprobar:

"… si usted se hace así, sus manos mismas, usted pruebe en hacer eso, así, va a ver que sus manos mandan energía, [enfrentando las palmas] así, acercándolas, usted haga esto y después hace esto [frota las manos, las palmas, las separa unos diez centímetros y las acerca en un movimiento de vaivén las palmas] ahí usted se da cuenta la energía que tienen ¿ahí no siente usted?, esa es una energía …".

Otro grupo importante de enfermedades y consecuentes técnicas curativas se refiere a las llamadas "tradicionales" que encuentran sustento en el acervo étnico y folklórico característico de cada región y que se han difundido por todo el país siguiendo las rutas de las migraciones internas. Entre los casos típicos figura la "pata e " cabra" (Disderi, 1999-2000; Torres y Aprea, 1995) que afecta a los niños de corta edad y que presenta el siguiente cuadro:

"La pata e" cabra es que le agarra a las criaturas o recién nacidos o un poquito más avanzado, es que se las chupa, la criatura empieza con vómitos, colitis, se mueve, no se quedan quietas, y hay médicos que no le encuentran. Uno por intermedio de la oración lo cura. [Le agarra] a los chicos nada más. Siempre son bebitos …".

La causa de la enfermedad siempre es la "maldición", una imprecación o palabra o frase que se dirige a una persona con enojo y deseo vehemente de ocasionarle daño intencional y que actúa por su propia energía, fuerza o potencia negativa implícita, por envidia real o supuesta:

"… según la creencia de la gente, que siempre es gente muy avanzada en años, de campo dicen que la pata e" cabra viene de maldiciones, de cuando la criatura esta en el vientre de la madre, que la maldicen o que no quieren que nazca o cualquier cosa es eso, que llegan las criaturas a tener hasta la carita de la cabra. Y la maldición es: – Yo te maldigo, que te pase esto, lo otro –, de envidia, de envidia …".

"… si usted se pone a pensar, usted sabe que todo es poder de la mente, no hay ninguna cosa que no vocifere la mente de una persona, es maldición de palabra, es todo lo que proyectamos, si usted esta pensando veinte minutos, cincuenta minutos a una persona y quiero que te pase esto, que te pase lo otro porque usted este proyectando según con qué intención …".

Esta enfermedad, caracterizada entonces por vómitos, colitis, hiperactividad y facies cabruna en niños muy pequeños, es conjurada por intermedio de una oración que invoca a Dios y a los Santos o al Padre, al Hijo y a la Santísima Trinidad en nombre del enfermo, impetrada con fervor, para expulsar el mal:

"… uno por intermedio de la oración lo cura, [le pide] a Dios y a los Santos. La oración que yo digo es: "Pata e" cabra, pata e" cabra, pata e" cabra/ yo te corto, yo te corto / si eres macho, si eres hembra / a tu tierra te irás / en nombre del Padre, del Hijo y la Santísima Trinidad". Esa es la oración, la mía, de muchas oraciones. Cada cual la cura a su manera y hace su oración. [Yo la digo] tres veces, siempre, y haciendo la señal de la cruz, siempre sin tocar la persona, [en presencia] del niño, o si está internado, o lo que sea, como una ropita de la criatura, [cuando está lejos el chico, rezo delante] de la ropa y con el nombre del bebé …".

Aquí la oración utilizada por M. es de su propio cuño y para aplicar a esta enfermedad en particular, reconociendo asimismo que existen muchas otras de su tipo y que su uso depende del criterio del curandero. Se repite tres veces (la sacralidad del número tres deviene de la Santísima Trinidad) y se refuerza por medio de la señal de la cruz (acción gestual cuya sacralidad deviene del poder implícito en el símbolo) sin tocar el cuerpo del niño cuando está presente, o de su ropa cuando está ausente, lo que configura en este un último caso un ejemplo de cura a distancia.

La culebrilla, otro doloroso clásico de la medicina tradicional, es un herpes cutáneo que consiste en una erupción inflamada de forma acordonada o circular, con pequeñas ampollas que supuran un humor acuoso que al secarse forma costras, acompañado de comezón o escozor, y que se extiende formando líneas o círculos ondulados sobre la piel, pudiendo aparecer en diversas partes del cuerpo:

"… según la creencia es una víbora que se agarra la cabeza con la cola. [Es como una erupción circular que] con la tinta china se cerca, se hace como [un círculo]. Se empieza, se le pregunta a la persona de dónde salió, bueno, el primer granito empezó acá, porque si es hembra es de agua, si está el macho es de pus, porque es como una varicela que sale, y bueno, uno lo va cercando, primero tiene que cercarlo para que eso no se agrande, porque se va agrandando, se va agrandando y [se va ampliando el círculo; sale] en distintos lados del cuerpo, yo la última culebrilla que curé a un hombre hace poco, hará quince días, de un ojo tenía el hombre, el ojo todo hasta acá, el médico le dijo: – Es un herpes – Es un herpes, claro, [es como una erupción] rojiza, según dicen, que pica, pincha, según dicen, porque hay personas que vienen después de mucho tiempo y tienen un grande; ¡Ay!, a mí me han tocado culebrillas vaginales, en el vientre, en la espalda, en cualquier parte del cuerpo".

La descripción de M. coincide en líneas generales con la descripción biomédica del herpes, pero la suya es más rica porque agrega más datos: se cree que es una víbora que se agarra la cola con la cabeza en los casos de erupciones circulares y si el líquido supurado es agua la culebrilla es hembra y si es pus, macho. La técnica de curación consiste en dos pasos simultáneos: se traza un cerco de cruces dibujadas con tinta china o aceite con ajo (para los casos en que la erupción sea visible, por ejemplo sobre una mejilla o un ojo) para cercar la erupción e impedir que siga avanzando:

"… se cura con tinta china o con aceite de ajo, según en donde esté, como se puede tocar ahí, eso sí, porque hay que encerrarla, se cerca para que no avance eso, para que no corra, [por medio] de crucecitas así. Es por medio de cruces, tiene un cerco para que eso no siga …".

Mientras, se pronuncia una oración donde se invoca a Dios para pedir la curación del enfermo mencionando su propio nombre:

"… la cura también por intermedio de la oración: "Padre Nuestro que estás en los Cielos, que todo lo sabes, perdona los pecados de [nombre del enfermo], y cura a este hermano, y saca la culebra que quiere amar a este mi hermano Fulano de Tal", de mientras uno va haciendo las crucecitas con tinta china, por ahí, si es un lugar visible usted no lo va a hacer con tinta china, se cura con ajo y aceite si es un lugar visible, como será este hombre que la tenía en la cara y por intermedio siempre de una oración …".

Concluida esta parte del ritual reza tres Padres Nuestros y tres Ave Marías para reforzar el pedido:

"… y después [de la oración específica] … se dicen tres Padres Nuestros, después [tres] Aves Marías que siempre se dicen en todas las curaciones eso es mi forma, cada cual tiene su forma …".

Toda esta operatoria se practica en presencia del enfermo, ya que a diferencia del caso de la pata de cabra, la culebrilla no se puede curar a distancia:

"… la pata e" cabra, eso es lo único que [se puede curar a distancia], la culebrilla usted no la puede curar si no es [presente la persona] …".

Asimismo, y para todos los casos, es necesario realizar una "novena"[19], o sea repetir el ritual durante nueve días seguidos:

"… yo lo hago venir nueve días, todos los días. En la pata de cabra y en la culebrilla también siempre es una novena que se hace. Siempre son nueve días. Hay personas que me dicen que lo curan en tres días, no sé, yo siempre hago venir a la persona nueve días. Yo tengo compañeros que lo curan en tres días, bueno. Y porque [son estas diferencias] no sé, ellos dicen que la curan así …".

En este caso la sacralidad del número nueve (Cassirer, 1972:II,187; Eliade, 1960:222), que a veces se alterna con el siete, deviene de su posición en la liturgia católica en relación a las Novenas, pero no parece tener la misma importancia del número tres o el siete que aparecen constantemente en los rituales terapéuticos.

Otro caso es el del estómago caído, cuyos síntomas son dolores de vientre y vómitos sin causas detectadas por el biomédico y que tampoco remiten a otras afecciones tradicionales como el empacho:

"… el estómago caído, bueno por ahí a la persona le duele el estómago, también come y devuelve, yo tuve un caso de un chiquito el otro día que los médicos no le encontraban nada, que no quería comerme, lo trajo la mamá, le digo: – Mirá Graciela, lo único que puede ser – le digo – empachado no está – le digo – el hígado no lo tiene inflamado, vamos a ver si tiene el estómago caído – …".

Para precisar el diagnóstico de este síndrome, M. utiliza una técnica de medición que recuerda al uso de la cinta métrica en la detección del empacho, ya que también aquí se trata de medir, aunque no con cinta, la diferencia o igualdad que pueda existir entre los extremos digitales de las dos manos extendidas hacia arriba y con las palmas enfrentadas del enfermo en posición de sentado. Si hay diferencia hay estómago caído:

"El estómago caído, usted lo hace sentar en el suelo, le mido las manos así y cuando está caído, póngale que las manos no llega a los dos dedos, los dos dedos así, es una cosa que ya sale, [levanto las manos hacia arriba y apunto, enfrentando las palmas, y si no están juntas, si hay diferencia, hay estomago caído] …".

Como en la culebrilla y la pata de cabra, también aquí la curación se ejerce por medio de dos acciones simultáneas: se levanta un poco al enfermo desde debajo de las axilas dos o tres veces mientras se musita la oración correspondiente. Luego se vuelve a repetir la medición aludida para comprobar si las diferencias detectadas se han modificado a favor de la igualdad digital indicadora de la desaparición de la dolencia. Esta operación se repite durante tres días:

"… y usted lo levanta de acá un poquito, [lo levanta de las axilas], dos o tres veces, [y le mete al costado] pidiéndole a Dios que levante ese estomago que está caído; [entonces lo tomo], siempre de abajo de las axilas y levanto, lo mido de nuevo y ahí levantó, bueno, y ahí se da cuenta que está, y eso son tres días. Tres días, yo lo hago venir tres días".

La oración de M., dicha para sí misma, invoca el nombre de Dios, Jesús y el Sagrado Corazón para que le otorguen fuerza para curar al enfermo. Notemos que ahora ella es el canal de la potencia sanadora, la cual en los casos anteriores parece ser otorgada directamente al enfermo por las deidades invocadas:

"Y la oración, pidiéndole a Dios que levante ese estómago para que esa persona [se sane], yo le pido a Dios y a Jesús, Sagrado Corazón de Jesús, que me dé la fuerza por intermedio de él para poderlo ayudarlo. [Yo digo las oraciones] para mí, siempre para mí. [Noto la mejoría] en todos los casos, sí, gracias a Dios".

Además de estas enfermedades tradicionales y que se manifiestan por síntomas físicos, nuestra informante se ocupa también de otros problemas que califica de "mundanos" y que ya implican directamente la esfera de las relaciones sociales:

"Problemas de la gente, porque no tiene trabajo, siempre son cosas mundanas …".

Ahora bien, la reversión de las situaciones sociales conflictivas (y también emocionales que repercutan en el campo de las relaciones sociales), percibidas también como enfermedades en sí mismas, lo cual se advierte en el hecho de que para su solución se recurre al mismo terapeuta que cura los dolores físicos, requiere el uso de otro ritual que consiste en pedir por medio de oraciones, potenciadas ahora por velones de colores adecuados a la índole del problema que se quiere tratar y que llevan el nombre y la fecha de nacimiento de la persona, a una deidad cristiana o grupo de ellas la solución adecuada y que se repite durante siete días. Así, la falta de trabajo por ejemplo se revierte de la siguiente manera:

"[por falta de] trabajo se prende un velón amarillo [y] le pido a San Antonio que es de lo imposible, a San Pedro que le abra las puertas, a San Cayetano que lo ayude con trabajo, uno hace con energía de un velón amarillo, siete días, se le pone el nombre de la persona y se le pide con la energía de uno, que energetice, se pide todos los días, [el velón amarillo es traído por la persona y es de unos veinte centímetros de alto por cinco centímetros de diámetro]. En toda santería hay. [El nombre de la persona] lo escribo [sobre la misma vela y] se pide [a] Jesús, póngale San Antonio, se pide para que Fulano de Tal le abra las puertas, para el camino, para que a San Pedro que le abre las puertas, que le encuentre trabajo, que le abra los caminos a esa persona, que le de luz para sanar, [queda] siete días encendido. Todos los días se le pide por la persona al santo para que encuentre trabajo porque siempre se pide, [con el velón amarillo] o con el velón blanco …".

El velón amarillo, blanco en su defecto, que permanecerá encendido durante siete días (el siete es un número sagrado en muchas cosmovisiones: por ejemplo, en el cristianismo se asocia a los Siete Sacramentos y las Siete Virtudes Cardinales y Teologales, los Siete Días de la Creación, etc.) (Rand, ?; Cassirer, 1972:II,181-194; Eliade, 1960:222), al que se le graba en la misma cera el nombre (el nombre es una de las entidades, junto con el cuerpo y el alma, que integran la persona) y la fecha de nacimiento (identifica a la persona de otras que puedan llevar el mismo nombre) del desocupado por el que se pide trabajo, contiene una energía que refuerza la potencia implícita en la plegaria que durante esos mismos días se dirigirá a las deidades, santos cristianos con atributos adecuados al fin que se busca lograr, que es en este caso específico el trabajo (San Antonio, el de las causas imposibles, San Pedro, el que abre las puertas y San Cayetano, el que propicia el trabajo). Cabe destacar que la grabación del nombre y la fecha de nacimiento de la persona en el cuerpo del velón puede tener diferentes sentidos según se lo haga hacia arriba o hacia abajo. Nótese asimismo que además de trabajo se pide "luz para sanar" lo que confirma la idea de la conflictiva social como enfermedad.

Otro caso del uso de los velones refiere a los problemas emocionales como es el caso de los "nervios" o la depresión con tendencias suicidas:

"El velón blanco yo lo uso para el sagrado Corazón de Jesús, para limpiarle la mente a una persona cuando está muy nerviosa, que no encuentra el equilibrio justo, se le pide al Sagrado Corazón con agua bendita [que] se pone ahí dentro de una compotera para que limpie la mente de esa persona, para que esa persona se serene y vea las cosas; siempre se escribe el nombre de la persona; la fecha de nacimiento porque siempre es importante, porque sino Fulano de Tal puede haber diez mil, pero con la fecha de nacimiento. Siempre el velón se prende siete días …".

El agua, cuyo valor simbólico esta relacionado en muchas partes con la vida, la regeneración y los estados positivos (van der Leeuw, 1975; Eliade, 1974; Turner, 1980), aquí, como agua bendita purificadora cuya potencia curativa deviene de su sacralidad, coadyuva en la limpieza de la mente del enfermo

"[la vela azul] Esa persona está muy depresiva, ha tomado pastillas, se quiere matar, no va a venir la persona, viene un familiar a pedir por la persona, y uno pide, lógico, si la está atendiendo un médico, le está dando todo lo que [puede], pero espiritualmente, esa persona esta mal, no está bien consigo mismo, entonces ¿adónde se pide?, a las fuerzas del universo; [me traen] fotos o el nombre de la persona y pido por la persona esa. Es una ayuda …".

Aquí, ambos velones, blanco y azul, se usan de la misma forma que el velón amarillo, es decir, potenciar el ruego al Sagrado Corazón o a las fuerzas del universo, con el agregado del agua bendita que limpia, clarifica y serena la mente en el caso de la persona atacada de "nervios". En el caso del depresivo la diferencia consiste en que es una ayuda espiritual a distancia que se ejerce a través de una foto de la persona o de su nombre traídos por amigos o familiares.

Un rasgo peculiar de algunos velones es la forma abotellada que tienen algunos usados para curar el hábito de la bebida:

"… hay personas que toman y uno le pide al Sagrado Corazón de Jesús, para eso están las velas botellas. Una vela con forma de botella, se escribe, ahí también se le pone el nombre de la persona y usted va pidiendo que esa persona deje de tomar …".

Referido a la forma y al color, hemos observado en algunas santerías velones con forma de pene de color negro o blanco, destinados los primeros a dañar la sexualidad masculina y los segundos a restituirla. Asimismo pueden hallarse otros con forma de muñecos que representan parejas de hombre y mujer tomados de la mano, de color negro los destinados a destruir matrimonios, noviazgos o amantes, o de color rosa para mantenerlos en armonía y protegerlos contra los celos, envidia u otros sentimientos negativos por parte de terceros. Este último modo de usar los velones como medio de prevención y protección de personas o grupos contra el daño causado por las intenciones negativas de terceros coincide con lo expresado al respecto por M.:

"[hay ocho velones para] ocho personas, yo siempre me pongo para mí, para mis hijos, mi familia. Yo lo utilizo para protección, contra daños de brujería, todas las semanas preparo para mi marido, mi hija, mi hijo, mi yerno".

No sólo usadas como preventivos contra la brujería, también se las utiliza para cortar su efecto cuando las personas ya han sido afectadas:

"Esas son rojas, blancas y negras, porque son para San Cipriano, para cortar cosas que tiene la gente, para cortar brujerías, malas ondas …".

El procedimiento es el mismo, sólo que en este caso cambia el santo, San Cipriano, cuyo principal atributo es la capacidad de cortar o anular estas fuerzas nocivas que se conocen como "daño". Todos estos velones se distribuyen en el consultorio de M. sobre una especie de altar. Al señalarlos, nos dice respecto al significado de sus colores:

"Y allá hay un velón amarillo para trabajo, después el azul está para enfermedad. Bueno, a eso se lo enseñan en cromoterapia[20]y en parapsicología hay una materia que se llama cromoterapia, que es a través de los colores, y el azul se utiliza para enfermedad, para tranquilizar a una persona. Y los blancos siempre también para enfermedad, para que la persona se cure".

Entonces el color amarillo es para la búsqueda de trabajo, el azul y blanco para enfermedades, el rojo, por estar asociado a la sangre y a la energía vital, para protección (son características las cintas rojas usadas para prevenir el ojeo o la envidia) y el negro, relacionado con el daño y lo demoníaco (Idoyaga Molina, 1999 b, c y d) podría tener otro valor al estar asociado al rojo y a San Cipriano. Cabe acotar, no obstante, que los significados de los colores son variables según la fuente[21]que se consulte. El concepto de "daño", que bajo la forma de "maldición" ocasiona la pata de cabra en los niños recién nacidos, se origina en la envidia percibida como un sentimiento cuya potencia negativa se activa por medio de la palabra y puede estar originado en cualquier persona que sufra esta pasión. Otra forma del "daño" es el mal ocasionado por alguna de las tres magias más conocidas, llevado a cabo tanto por especialistas como por legos (Barrios, 2000; Idoyaga Molina, 1999c y d, 2000a y b; Pérez de Nucci, 1989):

"… y según dicen la magia blanca es la más liviana, la que no se utilizan [cosas], la roja, cuando ya se utiliza ropa, foto, uña, pelo, y la negra cuando utilizan de todo, cosas del cementerio, tierra o animales o los otros. Todos los tres son para dañar …".

"… la magia roja, la blanca y la negra, que es la que las tres magias que siempre usan más los que usan el mal …".

En los dichos de nuestra informante, las tres magias, blanca, roja y negra, se disponen en una especie de continuo en relación a su capacidad de producir daño, el cual a su vez se correspondería con la utilización o no de cierto tipo de objetos: desde la no utilización de objetos en el caso de la blanca, objetos personales en el caso de la roja, y objetos que comportarían una potencia negativa extrema como en el caso de la negra en la que se usan elementos extraídos de cementerios que comportan toda la carga negativa que se asocia a la muerte. Los efectos que producen abarcan todos los aspectos de la vida humana: salud, emociones, vida social, etc., según la clase de daño que se quiera realizar que puede, incluso, llevar a la víctima a la misma muerte. M. aprendió las técnicas de producción del daño:

"… a través de la parapsicología me enseñaban a hacer el daño y también a contrarrestarlo, cuando terminábamos una clase de magia, el profesor nos decía: – Bueno, a ustedes les di una 45 [arma de fuego de grueso calibre], si la quieren usar está en ustedes, y si no– [Yo sé cómo] se puede hacer, sí, se puede hacer, como se puede, como se hace …".

Y a detectarlo por medio de la experimentación de molestias en su propio cuerpo luego de ver, por ejemplo, el nombre del afectado que, como dijimos, es una de las entidades integrante de la persona :

"… yo lo que siento si usted tiene algo y usted ahora da su nombre, me lo muestra, yo empiezo a bostezar, a llorar, a lagrimear y a eructar, es una cosa que me viene, es como si usted esta sentado ahí y le duele la espalda, a mí me duele la espalda …".

Y luego lo confirma por medio del tarot, las cartas españolas o los velones, en particular los dedicados a San Cipriano:

"… uno después lo contacta, tirándole el tarot a una persona, uno lo percibe y después uno se da cuenta por el tarot o cartas españolas, las velas de San Cipriano se pone, si se apaga uno sabe con qué magia estuvo trabajada esa persona …".

Detectado el daño, el curandero pasa a su curación impetrando la ayuda de los santos especialistas en lidiar con brujerías:

"… y uno limpia a la persona; yo, en este caso le pido a San Cipriano, a San Miguel de Arcángel y a San Benito, que es para cortar, todos son santos para sacar las brujerías, en el rito católico se dice que son santos para ayudar …".

El ritual terapéutico se completa con un baño de limpieza del aura. El resultado del tratamiento siempre es positivo ya que la víctima recupera la salud en todos los casos:

"[Los daños] siempre se curan, siempre uno le llevará más tiempo, menos tiempo, pero siempre la persona se siente bien, y mientras uno pide por la persona, o uno aporta con las velas, lo que sea, yo como ser, le mando un baño a la persona [para] que se limpie su aura, que limpie la persona misma …".

Partes: 1, 2, 3
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