Educar a la familia con miembros discapacitados como acción universitaria en la comunidad
Enviado por Adalberto Hernandez
Resumen
Este material interpreta la información sobre las familias con hijos que presentan discapacidades diversas y su atención institucionalizada en Cuba, destacando las acciones necesarias a desarrollar con los padres en el espacio de la comunidad y las escuelas especiales. Se analiza cómo los profesionales deben brindar la atención psicológica y pedagógica a las familias con estos hijos "diferentes". El saber generado en estas experiencias, el estudio científico a realizar y el intercambio con otros colegas conduce a ofrecer estas reflexiones. Para adentrarnos en el análisis de estas realidades tratamos brevemente la comprensión desarrollada en Cuba acerca de la familia con hijos que presentan discapacidades, construida desde la clínica, la investigación y la capacitación a educadores. En conclusión nos proponemos preparar a los padres para solucionar la educación de sus hijos discapacitados dentro del seno familiar como soporte determinante para el aprendizaje posterior en la enseñanza especial.
PALABRAS CLAVES: Familia difusional, autorregulación, conflictos, acervo de valores, salto noceológico, defectos discapacitantes.
Introducción
Para conceptuar la familia con necesidades especiales debemos reconocer la diversidad de los padres como sujetos, las peculiaridades de cada familia en relación con su adscripción socioclasista, y los valores existentes en cada grupo social. Las familias se insertan en ambientes culturales diversos; en cada hogar la cotidianidad expresa un modo de vida y unas relaciones particulares, que deben tomarse en cuenta al atender a cada madre o padre, aunque es posible formular algunas regularidades generales.
Para evaluar a la familia se requiere adoptar una posición mueva, diferente. Muchos han pretendido evaluar a la familia como a un objeto. Puede ser el objeto de su trabajo, de su indagación, de su literatura, de su tratamiento, de su ciencia, etc. Pero realmente la familia vive muy activamente su existencia, en la comunidad, en torno a la escuela, en otros espacios sociales: La familia es la célula viva más importante de nuestra sociedad. Precisamente por ello es la más interesada en conocerse y en mejorarse. Si se trata de la familia con hijos especiales, son esos familiares los que más desean que sus hijos avancen en la vida.
Hemos apreciado que el descubrimiento de la discapacidad en un momento temprano de la vida del hijo se vivencia por los padres con dolor, y esto es legítimo. Muchas veces constituye una gran lesión al concepto que tienen la madre y el padre sobre sí mismos. A partir de este descubrimiento, las familias atraviesan por un período de interiorización de esa nueva realidad, que pudiera denominarse período de elaboración del duelo por las pérdidas sufridas, pues realmente se ha perdido ese ideal de familia que la pareja construyó durante años; incluso suelen perderse las esperanzas en torno al hijo y su futuro.
Otra cosa ocurre cuando tras una infancia "normal", el hijo o la hija sufre un accidente o una enfermedad aguda que ocasiona secuelas permanentes en su sistema nervioso; asimismo cuando debuta una enfermedad genética que deteriora progresivamente su cuerpo. En nuestra experiencia las frustraciones de estas familias resultan tan severas o más que si la discapacidad se hubiera evidenciado desde el nacimiento.
El padre y la madre se preguntarán qué sucedió, qué hizo mal, por qué le tenía que ocurrir a él o ella…. Los sentimientos de miedo, desconsuelo, desespero, culpa, etc., que experimenten estos padres, son naturalmente humanos; debemos interpretarlos como adecuados a la situación. Lo extraño sería no sufrir ante la evidencia del hijo discapacitado.
Los padres están obligados a adoptar diversas estrategias de enfrentamiento, a la realidad que viven.
Desarrollo
Al estudiar a la familia con hijos discapacitados hay que penetrar en su interior.
El profesional no puede pretender situarse "desde afuera" de la familia y manipularla como a un espécimen de laboratorio. Hay que contribuir con ella a la solución de sus problemas, a su propia transformación. Sólo desde esta posición conoceremos qué es lo que ocurre en estos hogares y comprenderemos cómo cambiarlo.
Estamos ante un paradigma relacionado con la evaluación de la familia. Los miembros de la familia han de participar activamente en su crecimiento, en su mejoramiento, y llegar de esa forma a comprender más claramente su vivir cotidiana, la acción que ejercen diariamente en la formación de sus hijos. Por tanto, es necesario contar con los propios padres para conocer mejor a las familias para entender más claramente sus necesidades, y así construir las acciones para su educación.
Muchas experiencias cubanas de avanzada en el trabajo con la familia han situado ya en una posición protagónica a los padres en consecuencia, el diagnóstico nos debería llevar en primer lugar a que los propios padres, con un enfoque participativo, reconocieran esas potencialidades y en ese proceso movilizativo incrementaran su auto estima.
Desde nuestro punto de vista, la evaluación de la influencia familiar sobre los hijos tiene para el profesionales propósito de conocer aspectos esenciales del funcionamiento educativo familiar en sus condiciones de vida concreta, las actitudes y valores de los padres que conforman su ideal de familia y se expresan en sus actividades cotidianas, los aspectos referidos a los conflictos de crecimiento de los hijos, y otras cuestiones de la existencia objetiva y de la subjetividad de sus miembros.
Pero para los padres tiene otro sentido inmediato: Ellos se interesan en primer lugar por resolver los problemas del hijo; no siempre perciben estos problemas como originados en el mal funcionamiento d de la familia, o sostenedores de los conflictos que arrastra la familia. Cuando el profesional trabaja con los padres puede lograr que todos analicen porqué educar a la familia y como parte de ello cómo conocer mejor lo que nos está ocurriendo.
Esta evaluación debe determinar los problemas existentes y los recursos autorreguladores de la familia para resolverlos. Muchos de los padres requieren solamente orientación y apoyo que eleve su seguridad, fortalezca su autoestima, y potencie sus esfuerzos para seguir adelante. El cumplimiento de sus funciones en la educación de sus hijos puede causarles ansiedades y preocupaciones, pero pueden resolverse generalmente con un poco de orientación y ayuda.
En el trabajo con grupos de familiares siguiendo las técnicas participativas se puede arribar entre todos a un conocimiento claro de muchos aspectos de la vida familiar. Los profesionales que se valen de estas técnicas de autodiagnóstico invierten unas pocas sesiones bien estructuradas para que el grupo reflexione acerca de lo que ocurre en las familias. En la práctica el proceso fusiona la etapa de evaluación con la de educación a los padres.
Sin embargo, de acuerdo a los objetivos del profesional que trabaja en la Educación Especial puede que esta forma de autodiagnóstico cualitativo no sea suficiente, o no satisfaga determinados requisitos de la investigación, o que le invierta mucho tiempo. Algunos profesionales señalan con razón que los temas de indagación en grupos de padres son complejos, y el debate suele ser tan rico que se dificulta el registro cuidadoso para acumular información significativa así como sacar conclusiones.
Para salvar estas complicaciones o cumplir los propósitos de la investigación más cuantitativa, se pueden crear y aplicar con éxito una serie de procedimientos de evaluación, como son la observación de la vida y el funcionamiento familiar, la encuesta o cuestionario, la entrevista a la familia como unidad, así como la aplicación de pruebas proyectivas, escalas valorativas, y otras.
Cabe señalar aquí el estudio que realizamos sobre una indagación realizada a los diagnósticos de la escuela especial nacional para discapacitados físico motores. Para profundizar en el material disponible se consultó 100 expedientes seleccionados al azar de los últimos 10 años de trabajo del antiguo CDO de Ciudad de la Habana. Apreciamos en este estudio de documentos clínicos que existe una curiosa forma de razonar en los profesionales que deben diagnosticar a la familia de niños con discapacidades severas. Se tomaban implícitamente sólo dos indicadores: el mantenimiento o no del matrimonio de los padres, y las condiciones de vida. Encontramos que se consideraba a la familia como disfuncional si se daban estos dos indicadores fundamentales, el divorcio (o la separación de los padres) y las condiciones de vida muy modestas. No se detallaba de ninguna manera No había evidencias de que se indagara cómo eran las relaciones del menor con el padre separado, ni si en la pareja unida se presentaban conflictos en torno a la atención al discapacitado.
Sin embargo, en otros estudios se ha demostrado que lo decisivo en la educación de los hijos, según estudios del ICCP con grandes muestras de alumnos de diferentes edades, no es tanto el nivel de vida de la familia, o la profesión de los padres, o el mantenimiento de la pareja parental, sino el clima hogareño, la atención afectiva y la comunicación de los padres con los hijos. Nuestros estudios actuales revelan que hay madres que han reconstituido su hogar y logran relativa funcionalidad encabezando el hogar.
Estudios recientes revelaron que en las familias de la muestra nacional significativa de 22 138 escolares, sólo el 48% de los hijos vive con ambos padres, mientras que el 17% vive sólo con la mamá.
Se aprecian diferencias en la composición familiar, según la raza. En la raza blanca el 51% de los alumnos vive con ambos padres, mientras que en negros y mestizos el porcentaje es inferior (43%). Hay un predominio de jóvenes negros que viven sólo con sus madres 21%, así mismo, las familias reconstituidas con un padre sustituto son más frecuentes entre mestizos y negros (23% y 22% respectivamente). También levantamos interesantes datos que revelan la variación de estos indicadores según la ocupación de los padres y su nivel educacional; pero no es posible ampliar aquí.
Toda esta información nos conduce a plantear la necesidad de que abordemos con mayor énfasis los problemas de la convivencia familiar en la educación especial.
Por lo que las relaciones entre los padres y la escuela, requiere una atención especializada.
En cuanto a las relaciones entre la escuela y la familia, es necesario profundizar desde el colectivo cómo transitan estas relaciones de acuerdo al cambio en las características psicológicas de las edades.
Estas relaciones también cambian debido las tareas que se presume corresponde a cada edad, según las tradiciones sociales.
Los padres sienten gran compromiso por la educación de sus hijos y aprecian la necesidad del acercamiento entre las dos principales instituciones educativas: la escuela y la comunidad, destacando la acción dirigente de la escuela para orientar así a la familia.
Por otra parte, apreciamos que la cultura refleja una tradición existente en los docentes sobre la forma de vincularse con los padres de los diferentes niveles educacionales. Cuando un maestro regaña a un padre por lo que sucede con el alumno en el aula (por ejemplo, que tiene mala disciplina, que no se interesa por al actividad de la clase, etc.) descarga en al familia la dificultad que debe enfrentarse en el propio centro docente.
La posición de algunos educadores consiste en señalar las dificultades de los padres antes de estimular sus potencialidades. Cuando requiere a la familia porque el hijo no hizo las tareas, en lugar de analizar y buscar la colaboración desde las condiciones favorable que tiene la familia, el hogar, lo que hace es cuestionar y exigir, en lugar de estimular y enseñar nuevas vías para educar al hijo.
La herramienta ofrecida a los educadores de la clasificación familiar en desventajas sociales contribuyó a afianzar este desempeño de los docentes. En estos años se han empleado términos peyorativos para denominar a los hogares "en desventaja". En las normativas del Ministerio, y también en documentos conjuntos del MINED y el Ministerio del Trabajo, se estableció la categorización de las familias, y los que se sienten incluidos en esas clasificaciones están como encasillados, además de que proyectan hacia los demás la responsabilidad. Sería mejor encontrar en cada familia sus deseos de educar a los hijos a pesar de los defectos que puedan presentar los mismos; sus empeños por obtener un bienestar mayor para su hogar.
Cuando la escuela exige una mejor educación a los padres con evidentes disfunciones familiares debería comprender las limitaciones reales de los padres y la misión que corresponde al sistema educativo en las actuales condiciones sociales. La institución social destinada a equiparar las condiciones de vida y educación de todos los cubanos es precisamente la escuela. En esta década en que surgieron algunas diferenciaciones sociales inevitables, le corresponde más aún a la escuela equipararlas. Si tenemos a una madre sola, con escasos ingresos, que agrede al hijo, que no se ocupa de sus tareas escolares, etc., se requiere especialmente que el maestro atienda al alumno con en enfoque educativo diferenciado, compensador de sus carencias sociales y familiares. Pudiéramos concluir que la primera tarea de la escuela en nuestra sociedad de hoy consiste en educar a ese hijo, aún ocupando parte del terreno de responsabilidad de los padres. Y desde estas acciones constructivas, en una nueva posición de ayuda y confianza, la postura de la escuela será convencer a esos padres para que colaboren.
Los padres con hijos discapacitados requieren de la educación adecuada…
La educación de los padres consiste en un sistema de influencias pedagógicamente dirigido, encaminado a elevar la preparación de los familiares adultos y estimular su participación consciente en la formación de su descendencia, en coordinación con la escuela. La educación de la familia suministra conocimientos, ayuda a argumentar opiniones, desarrolla actitudes y convicciones, estimula intereses y consolida motivaciones, contribuyendo a integrar en los padres una concepción humanista y científica de la familia y la educación de los hijos.
Una eficiente educación de la familia debe preparar a los padres para su autodesarrollo, de forma tal que se autoeduquen y se autorregulen en el desempeño de su función formativa de la personalidad de sus hijos. En la medida en que la cultura de los padres se va elevando, las familias están más conscientes de sus deberes para con la sociedad.
Realmente está demostrado, como principio pedagógico, el carácter activador que corresponde a la escuela en sus relaciones con la familia, para influir en el proceso educativo intrafamiliar y lograr la convergencia de las acciones sobre el alumno. Debemos asumir que los padres siempre están deseosos por esta interacción, pero sus ocupaciones y preocupaciones diversas, y tal vez sus concepciones prejuiciadas, los han alejado un poco de la institución escolar.
No obstante, sería ingenuo creer que solo con la educación a la familia se resolverían una serie de problemas hogareños, que inciden penosamente en la atención al hijo adolescente. Las situaciones de conflicto familiar, de familias divididas o desintegradas, así como las dificultades en las condiciones de vida, provocan disfunciones familiares que deterioran la atención a la vida escolar de los hijos.
La cultura cubana tiene un acervo de valores humanos que favorecen la educación de las nuevas generaciones, desde ellos tenemos que superar críticamente los elementos incongruentes del pasado.
El cambio de formas de pensar, de actitudes y de comportamientos familiares se induce principalmente por procesos de reflexión grupal, que cuestionan paulatinamente los referentes culturales y comunitarios de los estereotipos sociales. Ello requiere desarrollar talleres de sensibilización con una fuerte carga afectiva que permita trabajar el imaginario social y construir una nueva mirada de la relación sociedad – familia – persona.
En nuestra labor de educación a la familia dimos un salto gnoseológico al colocarnos en las referencias históricas sociales con una mirada materialista. Nos planteamos que los propios sujetos pueden hacer una lectura de sus condicionantes sociales, lo que ocurre inicialmente a nivel bien superficial de la lectura de los estereotipos culturales y familiares, y sólo si se avanza consecuentemente en un proceso de construcción grupal del conocimiento es que profundizamos en estos condicionantes.
Creamos en la acción investigativa un sistema de trabajo con los padres, la pareja o la familia. Se privilegian las sesiones grupales de orientación y se brinda ayuda más individualizada, de manera directa, en consulta y en terapia cuando los problemas lo reclaman. En las escuelas de padres se logró abordar las temáticas de su realidad familiar y social como grupos operativos bajo conducción psicológica poco directiva, tomando en cuenta el marco de conocimientos que ya tenemos sobre las problemáticas de la educación intrafamiliar.
El enfoque de los grupos operativos, que planteamos son muy diferente de los llamados grupos focales, permite llegar a la reflexión consciente sobre los determinantes sociales que han modelado el imaginario social de sus integrantes. La intervención de los profesionales debe movilizar la comprensión de los grupos de personas investigados, modificando sus desempeños de roles. Los roles grupales son básicamente la expresión de los roles sociales que validan la ideología dominante, por ejemplo, aquí se trata de los prejuicios sociales.
En esta línea, a los grupos de padres les proponemos realizar un análisis conjunto de sus realidades cotidianas, intentando descubrir entre todos qué es lo que anda mal. Con este enfoque metodológico participativo y transformador llevamos a cabo escuelas de padres. Como regla, organizamos y desarrollamos ciclos de debates que permiten reconstruir en un espacio dramático – a veces muy simbólico – lo que nos ocurre a todos en el diario vivir. Los psicólogos orientadores han formulado, con una intención investigativa, series de ejercicios dramáticos y situaciones proyectivas que permiten acceder fácilmente a las representaciones comunes de la gente en torno a la paternidad, la maternidad, etc.
Por ejemplo, en nuestras actividades con padres les pedimos que relaten lo que ocurre en un hogar con hijos pequeños o con adolescentes discapacitados una tarde cualquiera de la semana, en el momento en que están la mayoría de los integrantes. Cuando el relato hablado avanza, les invitamos a que nos representen dramáticamente las tareas en las que se enfrascan todos. Sorpresivamente, llegan a expresar con tremenda riqueza los conflictos de relaciones entre los miembros del hogar, entre esposo y esposa, entre padres e hijos con defectos discapacitantes, etc.
Como puede apreciarse, en lugar de pedirles a los participantes que racionalicen los motivos del comportamiento, como si respondieran a las precisas preguntas de un cuestionario tradicional, preferimos que se recreen determinados comportamientos prototípicos de las familias con hijos en diversas edades, revividas en el espacio grupal. La magia de estas actividades de grupo consiste en que los especialistas no imponen el desarrollo de temas preestablecidos sobre ciertos conflictos familiares en torno ala discapacidad, sino que sus protagonistas conscientes los traen a primer plano porque desean entender sus propias vidas para cambiarlas.
Así, les van dando una nueva significación a lo que han viso hacer y decir en la comunidad en donde viven, y a lo que ellos mismos hacen y dicen cada día en sus hogares. Cuando el grupo avanza, se logran proponer, mejor diríamos, construir dramáticamente en el espacio grupal, las nuevas formas de relación con los hijos o con los vecinos, de tal manera que pueda superarse los conflictos evocados.
Cuando trabajamos con familias que tienen hijos con discapacidades diversas realizamos estas acciones de intervención educativa conducidos de algunas hipótesis previas acerca de cuáles pueden ser los principales conflictos de las familias en determinado medio sociocultural. No se trata de explicaciones terminadas, sino de las hipótesis que razonablemente pueden surgir de experiencias similares realizadas en casos semejantes que hemos conocido. Es algo así como pasar de la experiencia vivida a la interpretación y de ahí enfocar una nueva realidad, de manera dialéctica.
Las transformaciones a las que aspiramos se inician por la comprensión de su necesidad, desde las contradicciones vividas; se concreta en una voluntad de cambio, y conducen a las acciones transformadoras en la vida cotidiana, como son la educación que se da a los hijos cada día en el hogar, la escuela y la comunidad.
Es necesario respetar este proceso complejo, contradictorio y hasta traumático de cambio en las concepciones morales de la familia, hay que entender desde su historia el ritmo en que cada padre asume y resuelve los retos de la sexualidad adolescente de sus hijos.
Buscar en estas acciones la mejora de la comunicación intrafamiliar, propiciando la comprensión y aceptación de las expresiones psicosexuales de los hijos, elevando la confianza mutua entre los miembros del hogar.
Propiciar la comunicación intrafamiliar sobre los temas cotidianos de educación infantil. Elevar la confianza mutua entre los miembros de la familia, incidiendo en la modificación de los estilos comunicativos padre – hijo.
Desde este encuadre de escuelas de padres para la Educación Especial necesitamos tener un programa e orientación, con diversidad de opciones. El programa de orientación los padres consiste en un sistema de acciones de aprendizajes que promovidas por la escuela estimule su participación activa, demostrada en su sensibilización, compromiso e implicación en la educación de sus hijos, de forma integrada. Como se ha señalado, las escuelas elaboran sus acciones para la orientación y educación a los padres para desarrollar con la participación de todos los agentes de la institución escolar.
Se han de combinar modalidades grupales con individuales; es decir, se prevé incluir a todos los padres en las acciones de orientación grupal, especialmente escuelas de padres, cuyas sesiones suelen denominarse talleres. Además, desarrollar variadas acciones de orientación sobre familias aisladas o grupos pequeños de ellas, con objetivos determinados, en diferentes momentos del curso.
Como actividades grupales, además de las escuelas de padres, están los debates con los padres, las conferencias y mesas redondas, etc. Otras actividades grupales orientadas son los video debates, filmes como Mi pie izquierdo, Gabi, y otras.
Además se deben emplear las lecturas recomendadas, apoyados en los numerosos materiales publicados en nuestro país para la educación familiar. De acuerdo con el nivel y los intereses de las familias, esta modalidad puede sustentarse en una mayor autonomía de los padres y las madres.
Se agrega la correspondencia entre docentes y padres, especialmente cuando viven lejos de la escuela con amenas orientaciones educativas sobre el desarrollo. También se utilizan los buzones para las preguntas que deseen hacer los padres y las madres, articulado con un mural para divulgar respuestas a las inquietudes generales.
Los talleres de padres constituyen un proceso aprendizaje en grupo, socialmente activo, donde se relaciona lo social con lo individual. Se convierte en una vía concreta que perfecciona las relaciones escuela – familia, implica de manera específica a cada familia en el proceso de educación de la personalidad de sus hijos.
El sistema de talleres ha sido confeccionado y desarrollado para incidir en la ampliación, actualización y profundización de los conocimiento sobre sexualidad humana general y sus características en la adolescencia, iniciar la modificación de actitudes de los padres, y sobre esta base mejorar la comunicación padre- hijo sobre estos temas.
Se realizan a partir de los grupos de padres creados por la escuela. Tradicionalmente estos se forman a partir de los grupos escolares, es decir los padres y madres de los estudiantes de un determinado grupo escolar son convocados por la escuela para el desarrollo de diferentes actividades, las cuales varían de acuerdo a la vía seleccionada por la escuela: reuniones, escuelas de educación familiar, consejo de escuela, entre otras. Un enfoque nuevo que permita ofrecer a este trabajo el carácter alternativo y participativo puede ser, la organización de los grupos de padres a partir de sus necesidades e intereses, esto conduce a que se encuentren en un mismo grupo, padres cuyos hijos pertenecen a diferentes grupos y grados.
Los talleres se organizan en cada escuela atendiendo a diferentes aspectos organizativos y de contenido, los esenciales son:
Las necesidades de aprendizaje de los padres,
El tiempo de que disponen para cada sesión,
La frecuencia acordada entre todos,
Las condiciones de locales disponibles,
La posibilidad de recibir ayuda de otros especialistas,
La cantidad de padres involucrados,
La experiencia del orientador,
Las características geográficas de las zonas de residencia de los padres y la distancia respecto a la escuela
Las potencialidades que posee la comunidad para apoyar la realización de los talleres y calidad de la relación escuela – comunidad.
Las escuelas de padres, cuando forman parte de un ciclo educativo de largo alcance, pueden operar como grupo de discusión de la manera siguiente:
Los padres y las madres se convocan a partir de la necesidad que experimentan de intercambiar sobre sus inquietudes o preocupaciones en cualesquiera aspectos de la vida familiar. Por lo común, el grupo se integra sobre la base de la afinidad como padres y madres que tienen a sus hijos e hijas en las mismas edades. Se extraen las necesidades de capacitación desde el propio grupo, es decir, no se imponen por orientadores externos a la escuela. Es posible que los pedagogos y orientadores encuesten previamente estas necesidades, o se basen en sugerencias recogidas en un buzón u otro procedimiento.
Los grandes eventos normativos del crecimiento de la familia seguramente aparecen en un buen programa anual de escuelas de padres, pero la formulación de los temas debe corresponderse con la expresión de las necesidades de ellos.
Lo esencial es invitarlos a proponer sus necesidades y a conformar en un análisis colectivo el programa anual que desean desarrollar. Para ello pueden utilizarse diversos procedimientos y técnicas participativas.
Una vez organizada la programación de la escuela de padres se abre el problema de la forma idónea para desarrollar las sesiones.
Una sesión típica de escuela de padres transcurre regularmente por varios momentos:
Se requiere un tiempo inicial para conocerse o reconocerse entre los participantes. En este momento se deben tomar en cuenta los sentimientos que los participantes traen a la sesión, que de alguna manera están relacionados con la tarea convocada, pero que refleja entre otras cosas situaciones familiares particulares. Con ello se conforma el clima emocional de trabajo, muy propio de cada grupo, e incluso específico para cada encuentro de un mismo grupo de personas.
Como continuación y muy enlazado con lo anterior hace falta el caldeamiento emocional, es decir, la creación de una predisposición positiva para adentrarse en el tema. No se trata de cualquier actividad para perder las inhibiciones, sino de aquellas que asocien estados emocionales y vivencias individuales en torno a los hijos e hijas adolescentes con el espacio grupal creado, y más específicamente con el tema que se va a tratar.
Hay muchas formas de introducir el tema, pero es valioso partir de las vivencias de los miembros y evocar algunas de ellas en el espacio grupal, de tal manera que se pueda trabajar con lo que todos han presenciado. Esta etapa de proyección de vivencias personales o de expresión de valores y actitudes estereotipadas relacionadas con la educación infantil, etc., permite además explorar por dónde van las inquietudes de los miembros.
El momento más productivo de la sesión consiste en el análisis del asunto evocado, para lo que se emplean múltiples técnicas, que comúnmente requieren la formación de subgrupos, la graficación de las ideas producidas por esos equipos, así como diversas formas de integración con vistas a concluir el análisis. Si se sigue una orientación psicodramática en la conducción de la escuela de padres, se ensaya la modificación de roles mediante diversas técnicas; así, el análisis más racional da lugar a la construcción dramática de nuevas vivencias reestructuradoras.
Parece necesario que la sesión no termine sin estas vivencias positivas que contribuyen a la formación de planes futuros de la familia y del grupo.
A esta altura también es recomendable algún tipo de evaluación de la satisfacción experimentada durante la sesión, muy necesario para evaluar todo el trabajo con los padres y madres.
En particular, la primera sesión de un ciclo de escuela de padres requiere una cuidadosa preparación para el logro de buenos resultados en todo el ciclo. El propósito de esta primera sesión es enrolar a padres y madres en las acciones de la educación a padres; la determinación de las necesidades de orientación, y la discusión de las alternativas de acciones que las satisfarán.
Esta primera sesión deja inaugurado un nuevo espacio escolar y comunitario en donde ellos pueden traer con libertad sus inquietudes y entre todos intentar su solución, con el auxilio de información especializada. El estilo y contenido de la sesión debe lograr el comprometimiento de ellos en estas acciones. A partir de ese encuentro quedan citados para las próximas actividades de este tipo.
Puede establecerse un buzón u otro procedimiento para canalizar inquietudes, preguntas sobre la educación infantil, etc. entre las sesiones.
Es conveniente destinar recursos para elaborar medios de propaganda en la escuela, generales e individuales, es decir, plegables, folletos u otros.
Las técnicas participativas son muy variadas y hay numerosas experiencias cubanas en educación a padres que las emplean con éxito; pero debemos advertir que su utilización no puede ser festinada: requieren su aplicación sobre la base de la comprensión de los procesos grupales implicados, así como de los propios contenidos. Asimismo, se requiere por parte de los coordinadores gran creatividad tanto en su utilización como en el diseño de las sesiones con estas técnicas.
Una síntesis de las variantes metodológicas demostradas como eficaces en la conducción de talleres con padres, contiene al menos las de:
Animación o caldeamiento que permiten crear el clima psicológico grupal adecuado para adentrarse en los temas escogidos.
Exploración de las ideas y opiniones que traen los padres y las madres, muy útiles para adentrarse en el tema central de la sesión a partir de las preocupaciones y conocimientos existentes.
Análisis y profundización en los problemas identificados, que son muy variados y pueden realizarse por subgrupos. Tienen en común que permiten al grupo extraer sus conocimientos y experiencias positivas, construir un saber común e incluso proponerse nuevos enfoques ante sus problemas.
Expresión dramática de roles sexistas en la familia con hijos e hijas adolescentes y en su actuación en espacios sociales. Contribuyen tanto a la exploración como al análisis, especialmente permiten la construcción de nuevas actitudes en los participantes.
Evaluación del estado de ánimo, interés y comprensión del grupo y de sus integrantes.
Graficación de las producciones grupales, las opiniones existentes o el curso de las ideas en debate.
Bibliografía
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Reca, Y. y otros. Análisis de las investigaciones sobre la familia cubana 1970-87. Ed
Autor:
MSc. – Adalberto Ismael Hernández Prieto.
Ing. – Yoan Cepero Santana
País: Cuba