Los apóstoles de Cristo: elección, magisterio, persecución, martirio y muerte
Enviado por Dr. Luis Alberto Navarrete Obando
- Introducción
- Apostolado
- Elección de los 12 Apóstoles
- Ministerio de los Apóstoles
- Persecusión de los Apóstoles
- Martirio de cada uno de los Apóstoles
- Muerte de cada uno de los Apóstoles
- Conclusión
- Bibliografía
Empezaremos el presente tema con lo prescrito por el Apóstol Juan 5:39[1]que literalmente cita: "Escudriñad las Escrituras porque a vosotros os parece en ellas tenéis las la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí".
El cristianismo de la actualidad, es un cristianismo basado en lo que otros dicen, es decir lo que el pastor dice es la doctrina en la iglesia. Mucho cristiano, tiene el fundamento de su doctrina en comentarios bíblicos o en opiniones de eruditos bíblicos. Tienen su fundamento doctrinal en todo menos en la Biblia, incluso por más exagerado que parezca, muchas iglesias ni doctrina tienen; puesto que la han reemplazado totalmente con la música mundana o carnal. Muy poco cristiano realmente está leyendo y estudiando su biblia.
Por esa razón muchas doctrinas herradas y herejes se han metido en la iglesia. El Señor Jesucristo expresó en Mateo 7:15: "Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Hay muchas personas que enseñan mentiras que destruyen la doctrina bíblica. Esto lo hacen encubiertamente". Es decir, la mentira no se muestra como mentira sino como una verdad, 2 Pedro 2:1, cita: "Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina".
La Biblia aclara que hay falsos maestros que introducen encubiertamente herejías, y estas son destructoras. ¿Cuántas herejías se han introducido y aun se enseñan cómo verdad? Y el mayor problema de esto es que los cristianos de hoy no reconocen la falsedad de una doctrina; porque ellos no leen su Biblia. Y sigue describiendo las Sagradas Escrituras sobre esto en 2 Pedro 3:15,16.
Estos falsos maestros encuentran doctrinas que son difíciles de entender y las tuercen. Hermano y hermana, debe cuidarse de estos falsos maestros. Por esa razón debemos obedecer al mandato de nuestro Señor Jesucristo: "Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las quedan testimonio de mí", (Juan 5:39).
El Señor Jesucristo enseñó que debemos escudriñar las Sagradas Escrituras. Pero ¿Qué significa escudriñad? Significa: "investigar diligentemente o a profundidad algo"[2]; no leer superficialmente sino entendiendo lo que se lee. Nuestro Seños expreso esto, precisamente en un punto de la historia de su pueblo, en el cual ellos no escudriñaban las Sagradas Escrituras, y aunque las leían permanecía un velo que no les permitía comprenderla. 2 Corintos 3:14, cita: "Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. Era necesario que ellos escudriñasen las Sagradas Escrituras, porque Jesucristo, el Señor, sabía que por su ignorancia de la Palabra de Dios en el pasado había sido destruido el pueblo de Israel. Oseas escribió en el Antigua Testamento, Oseas 4:3, quien cita: "Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto, desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la Ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos".
La importancia de escudriñar las sagradas Escrituras.
La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. Salmos 19:7.
En Deuteronomio 17:14–20 hay unas instrucciones para los futuros reyes en Israel. Nos muestran cómo podemos practicar el secreto de una vida basada firmemente en la Palabra de Dios. Los versículos 18 y 19, del mismo Capítulo y Libro, citan expresamente: "Y sucederá que cuando él se siente sobre el trono de su reino, escribirá para sí una copia de esta ley en un libro, en presencia de los sacerdotes y levitas. La tendrá consigo y la leerá todos los días de su vida, para que aprenda a temer al Señor su Dios, observando cuidadosamente todas las palabras de esta ley y estos estatutos". La promesa de Dios, si el rey lo hiciera, fue un reino prolongado para él y sus hijos. David tenía ese deseo de oír, leer, meditar y estudiar la Palabra de Dios todos los días de su vida. Pocos reyes siguieron su ejemplo y prosperaron como Dios había prometido. Los demás sembraron las semillas de la ruina de la nación.
Hoy no tenemos necesidad de escribirnos una copia de la Biblia. Todos tenemos una o varias copias. Pero, ¿la llevamos con nosotros? ¿Leemos algo de ella cada día? ¿Estamos guardándola cuidadosamente en la práctica?
Siempre me he dicho, para nada servirá tener una biblioteca llena de traducciones de la Biblia, comentarios de expertos o estudios bíblicos, si no los estamos leyendo y haciendo punto de reflexión: es necesito acercarnos a Dios para escuchar su voz todos los días.
El término "Escudriñad" según el Diccionario de la Real Academia Española.
El DRAE[3]le da el significado a la palabra "Escudriñad", los siguientes verbos sinónimos: "Investigar", "Buscar", "Analizar", "Averiguar", "Indagar", "Comparar", entre otros verbos más; y si analizaríamos cada de dichos verbos, nos encontramos que el término bíblico "Escudriñad" significa, leer algo, analizando su contenido y significado; investigando y averiguando que es lo que desea decirnos, y para ello hay que comparar con otros textos que tienen relación con lo leído primero.
Si comparamos lo expresado por el Diccionario Católico, existe una semejanza única en cuando al significado del término estudiado
Método para estudiar la Biblia.
En la lección anterior nos centramos en la persona que estudia la Biblia. Vayamos ahora al método que se debe emplear en el estudio de Biblia. Para estudiar la Biblia, no solamente debemos ser personas rectas, sino que también debemos usar los métodos correctos. Examinemos en tres categorías en qué consiste el método.
Primero, veremos las llaves para estudiar la Biblia; en segundo lugar, examinaremos la práctica; y por último, diseñaremos el plan de ataque.
Llaves para estudiar las Sagradas Escrituras (Biblia).
1. Escudriñar:
El Apóstol Juan no pide que escudriñemos las Escrituras, Juan 5:39, como ya lo hemos visto al iniciar el presente trabajo. En Hechos 17:11, Lucas señala que: "Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra, escudriñando cada día las Escrituras…". Lo primero que debemos hacer cuando estudiamos la Biblia es escudriñarla. Escudriñar significa indagar. Es decir, si queremos extraer algo de la Biblia, tenemos que examinar las Escrituras. Debemos hacer como cuando buscamos en nuestro armario una prenda de vestir que se nos ha perdido. Sacamos muchas cosas con el propósito de hallar una sola. Entre las muchas palabras que Dios ha hablado, hay una que necesitamos en ese preciso momento. Hay una palabra que nos va a ayudar espiritualmente en ese momento particular y en esa ocasión particular. Puede ser que hayamos recibido una revelación, y necesitemos hallar el pasaje que la expresa y la explica en las Escrituras. Para encontrar estas cosas, tenemos que escudriñar toda la Palabra de Dios. Debemos acercarnos a la Biblia con una mente escudriñadora. Escudriñar significa leer deliberadamente y dedicar tiempo a la lectura. Tenemos que estudiar cada pasaje hasta que lo entendamos. Mientras leemos debemos preguntarnos: "¿Cuándo fue escrito esto? ¿Quién lo escribió? ¿A quién está dirigido? ¿En qué circunstancias se escribió? ¿Qué sentimiento hay detrás de este pasaje? ¿Por qué y para qué se escribió?" Debemos hacernos estas preguntas una por una, buscar la respuesta cuidadosamente y no detenernos hasta encontrar lo que buscamos.
Muchas veces, para contestar una pregunta, tenemos que buscar tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, elementos relacionados con el tema. Debemos examinar cuidadosamente toda la Biblia para que no perdamos nada importante. Algunas veces sabemos lo que buscamos en la Palabra de Dios, pero otras veces no; quizá en un estudio sólo busquemos una cosa, pero en otro tal vez busquemos muchas. Al escudriñar tenemos que ser extremadamente cuidadosos y meticulosos. No debemos permitir que una sola palabra o frase se nos escape. Tengamos presente que la Biblia es dada por el aliento de Dios, 2 Timoteo 3:16. Esto significa que cada palabra y frase es la palabra de Dios y está llena de vida. Tenemos que dedicar toda nuestra atención al leerla.
Se necesita paciencia para leer la Biblia. Si no entendemos algo, debemos regresar una segunda vez y leerlo hasta que entendamos lo que dice. Si Dios nos alumbra y abre nuestros ojos la primera vez, debemos darle las gracias por eso, pero si no nos ilumina ni abre nuestros ojos la primera vez, debemos regresar al pasaje en cuestión y estudiar cuidadosamente por segunda, tercera o centésima vez. Si encontramos algo en la Biblia que no entendemos, no debemos preocuparnos ni es necesario que nos forcemos mentalmente para comprenderlo. Tampoco necesitamos exigir que se nos dé luz. Lo que proviene de la cabeza no produce un "amén" en el espíritu. Las doctrinas que la mente formula son rechazadas por el espíritu. No debemos estudiar la Palabra de Dios valiéndonos de nuestro intelecto. Debemos ser pacientes y escudriñar con mucho detenimiento. Cuando llega el momento de Dios, Él nos muestra algo.
2. Memorizar:
Pablo les dijo a los colosenses: "La palabra de Cristo more ricamente en vosotros en toda sabiduría", Colonisenses 3:16. Para que la palabra de Cristo more en nosotros ricamente, debemos por lo menos memorizar las Sagradas Escrituras. Por supuesto, la memorización sola no hace que la Palabra de Dios more en nosotros, pero podemos decir que si uno no memoriza la Biblia, no será posible que ésta more en uno ricamente. Si simplemente memoriza las Escrituras, pero no abre el corazón a Dios y no es sumiso ni manso, dicha memorización no hará que la Palabra de Dios more en su corazón. Por otro lado, si una persona piensa que no necesita memorizar la Palabra de Dios y que basta con ser mansa, sumisa y abierta a Dios, tampoco hará que la Palabra de Dios more en su corazón.
Al dirigirse a los efesios, Pablo les dijo: "Recuerden las palabras del Señor Jesús que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir", Hechos 20:35. Para recordar las palabras del Señor, tenemos que memorizarlas. Si no la memorizamos, no nos será posible recordarla. El Señor Jesús memorizó las Escrituras cuando estuvo en la tierra. Él pudo citar las palabras de Deuteronomio cuando fue tentado por Satanás, Mateo 4:1–10.
Cuando entró en la sinagoga de Nazaret, pudo abrir el libro de Isaías y proclamar los mandamientos y la comisión que Él había recibido de Dios, Lucas 4:16–21. Esto nos muestra que nuestro Señor conocía las Escrituras. Por esta razón tenemos que ser mucho más diligentes en el estudio y la memorización de la Palabra. Si no la memorizamos olvidaremos lo que leemos, y cosecharemos pocos resultados. Especialmente los jóvenes deberían tratar de memorizarla y recitarla después de leerla con una mente escudriñadora. Debemos dedicar tiempo durante los primeros años de nuestra vida cristiana a la memorización de las Escrituras. Hay muchos pasajes de la Palabra que debemos memorizar, como por ejemplo: el salmo 23, el salmo 91, Mateo 5:7, Juan 15, Lucas 15, 1 Corintios 13, Romanos 2:3 y Apocalipsis 2:3. Quienes tienen una buena memoria pueden memorizar más de diez versículos al día, y quienes no, pueden memorizar por lo menos un versículo por día. Todo lo que tenemos que hacer es dedicar cinco o diez minutos al día para estudiar un versículo, escudriñarlo y memorizarlo. En unos seis meses habremos terminado un libro como Gálatas o Efesios.
3. Comparar:
Escudriñar y memorizar no es suficiente. Tenemos que unir pasajes de la Palabra y compararlos. En 1 Corintios 2, Pablo habla de las cosas espirituales y el hombre espiritual. Si comparamos el hombre espiritual con las cosas espirituales, notaremos algo.
Salmos 36:9, cita: "En tu luz veremos la luz". No es suficiente tener una sola clase de luz. Necesitamos dos clases de luz. De hecho, una luz nos guía a la otra. La luz complementa la luz de la Biblia. En 2 Pedro 1:20, se prescribe: "Ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada". Fácilmente podríamos entender en este versículo que el hombre no debe interpretar las profecías. Pero según la gramática de lo dicho por Pedro, la profecía tiene su propia interpretación. El contraste está entre la interpretación de la Escritura y la interpretación del hombre. Si este versículo indicase que ninguna profecía debe ser interpretada por el hombre, Pedro habría sido muy elemental, porque los cristianos en general saben que la profecía de Dios no se puede interpretar con las ideas del hombre. Habría sido innecesario afirmar tal cosa. Pedro no se refería a eso. La expresión interpretación privada se refiere a una interpretación del texto de forma aislada. Cuando Pedro dijo que ninguna profecía podía ser interpretada de manera privada, quería decir que toda profecía tiene un significado que armoniza con el contexto. Sin embargo, toda la palabra de Dios no se encuentra en un solo texto. En uno de los profetas se nos dice que la Palabra de Dios es dada "un poquito allí, otro poquito allá", Isaías 28:13. Por consiguiente, ningún estudiante de la Biblia debe interpretar un pasaje aislado, pues eso es una interpretación privada. Cuando leemos Daniel 9, no debemos interpretarlo exclusivamente según Daniel 9. Al leer Apocalipsis 13, no deberíamos interpretarlo según Apocalipsis 13. Si interpretamos estos dos capítulos separados de sus contextos, les daremos una interpretación privada, y estaremos violando el principio de la interpretación profética.
Dios nos muestra el principio de que al leer, debemos comparar un pasaje de las Escrituras con otros pasajes. No podemos basar nuestra interpretación solamente en el texto que leamos. Cuando abordamos una enseñanza bíblica, es muy importante que busquemos las explicaciones de esa enseñanza en otros pasajes de la Biblia. Muchas herejías que han surgido en la cristiandad son el resultado de aferrarse a uno o dos versículos de la Biblia sin compararlos con otros pasajes afines. Satanás también citó las Escrituras, pero las citó con el fin de tentar al hombre. Debemos recordar que cuanto más comparamos, menos expuestos estaremos a interpretaciones privadas. Es más seguro si comparamos un versículo con otros diez. Si sólo encontramos cinco versículos, está bien, pero sería mejor encontrar diez versículos. Cuanto más comparaciones hagamos, mejor. Si sólo hay un versículo que dice algo, debemos ser muy cuidadosos, pues no podemos edificar algo grande sobre un caso aislado. De hacerlo, encontraremos problemas. No es muy confiable basar toda una enseñanza en un solo versículo. Cuando leemos la Biblia tenemos que hacer comparaciones. No podemos interpretar nada apoyados en el texto de un solo pasaje. Debemos tener la confirmación de otros pasajes.
Hay que señalar que existen métodos de interpretación, como: "método literal" o llamado también "método gramatical"; tenemos al método "método teológico", "método filosófico", "método sociológico", "método antropológico", "método histórico", "método comparativo", acabamos de analizar; y así, existen diferentes métodos de interpretación, no sólo de las Sagradas Escrituras, sino de cualquier libro que se desee leer.
4. La Meditación:
Tanto Josué 1:8 como Salmos 1:2 dicen que debemos meditar y permanecer continuamente en la Palabra del Señor. En nuestra vida cotidiana (como por ejemplo, cuando no estamos leyendo la Biblia), debemos meditar en la Palabra del Señor. Debemos aprender a moldear nuestros pensamientos de acuerdo a los pensamientos de la Biblia. Debemos meditar cuando estemos leyendo la Palabra y cuando no lo estemos haciendo. Romanos 8:6 habla de "la mente puesta en el espíritu". Esto indica que debemos pensar en el espíritu, poner nuestra mente en el espíritu y mantenerla ahí. Este versículo significa que no sólo debemos poner nuestra mente en el espíritu, sino que también debemos tener la mente del espíritu. No basta con concentrarnos en el espíritu, sino que debemos tener una concentración que sea del espíritu. Es decir, cada vez que nuestra mente se vuelva, debe volverse a la Palabra de Dios. No importa cuáles sean las circunstancias, nuestra mente debe mantenerse fija en la Palabra de Dios. No me refiero a un esfuerzo artificial por recordar, sino a una meditación espontánea. Por lo general, nuestra mente debe estar puesta en la Palabra continuamente, no solamente cuando estamos pensando en ella. Debemos acudir a la Palabra de Dios de una manera espontánea.
Nuestra meditación tiene dos aspectos. Por una parte, meditamos cuando leemos la Biblia; por otra, meditamos continuamente. Cuando estamos leyendo la Biblia, nuestra mente debe meditar en la Palabra de Dios, y cuando no lo hacemos, también debemos estar activamente usando una mente adiestrada. No tenemos que forzarnos a pensar en las Escrituras. El Espíritu Santo dirigirá nuestros pensamientos en esta dirección, lo cual se convertirá en parte de nuestro hábito. Cuando desarrollemos tal hábito, llegaremos a ser ricos en el Señor.
Por último diremos que los temas (últimos) no están descritos en las Sagradas Escrituras, por lo que hemos trabajado en base a las tradiciones y leyendas que se cuentas de estos pasajes, escritos por autores con vocación teológica, sin mencionar citas bibliográficas para ser anotadas en el presente trabajo.
2.1. Definición.
Se llama apostolado a una actividad en concreto que es tomada ya sea individualmente o con un grupo, congregación u orden religiosa para fundar congregaciones y confirmar las existentes, véase apostolado de pablo. El apostolado de un cristiano corriente, se trata de acercar almas a Dios.
Es un sustantivo masculino. Se define como el oficio del apóstol. La congregación de los santos apóstoles. Las imágenes que representa los doce apóstoles o discípulos de Jesucristo. Como adjetivo en desuso alude como perteneciente a los apóstoles o que desempeña las funciones de apóstol.
Según el Diccionario de la Real Academia Española, lo define en siguientes términos[4]
Sustantivo masculino.
i. Enseñanza y propagación de la doctrina cristiana: este sacerdote se en–carga del apostolado juvenil.
ii. Campaña de propaganda a favor de un ideal o doctrina: el concejal hace apostolado de la política de su partido.
iii. Ministerio o misión del apóstol. Congregación de los santos apóstoles. Tiempo que dura una misión apostólica.
Fig. Propaganda en pro de alguna causa o doctrina.
iv. Predicación del evangelio: Son responsables del apostolado en países asiá
ticos.
v. Enseñanza de ideales o doctrinas apostolado cristiano.
vi. Religión período de una misión apostólica.
vii. Arte serie de imágenes de los doce apóstoles apostolado tallado en pino.
2.2. Etimología.
Esta palabra etimológicamente se compone del latín "apostolatus" con el mismo significado.
Entonces podemos concluir que se denomina "Apostolado", según las definiciones del Diccionario de la Real Academia Española y de su etimología, como: "Al oficio del apóstol, a su obra y a su actividad. La palabra apóstol proviene del vocablo griego "enviar". Como decíamos "Apostolado" proviene del latín "apostolatus", y significa "enviado", "mensajero", "embajador". En sentido estricto, el apostolado tiene una significación eminentemente religiosa en el marco del cristianismo, mientras que en sentido laxo puede aplicarse a ciertas profesiones o actividades que, en su buen ejercicio y bajo ciertas circunstancias, signifiquen un nivel eminente de entrega y dedicación (v.gr. "en situaciones de carencia, la enseñanza es un apostolado"; o "ejerció la Medicina como un apostolado", etc.)".
En el Nuevo Testamento, se emplea la palabra "apóstol" para designar, unas veces, a los doce discípulos más próximos a Jesús de Nazaret, a los que hay que añadir varios nombres: el de "Matías" el Apóstol, Hechos 1:15–26; el de "Pablo de Tarso", apóstol de las naciones o apóstol de los gentiles por excelencia, Romanos 11:13, que se presenta como apóstol, Romanos 1:1; 1 Corintios 1:1, no de parte de los hombres, sino de Jesucristo, Gálatas 1:1. Además, Pablo presenta a sus colaboradores "Timoteo" y "Silas" también como apóstoles, 1 Tesalonicenses 2:5–7, como así también a "Bernabé". Otras veces se otorga el nombre de apóstoles a los diversos predicadores del Evangelio, incluso no pertenecientes a la jerarquía eclesiástica, a punto que se hace referencia al apostolado como uno de los carismas propios de la comunidad cristiana, 1 Corintios 12:28[5]
En este sentido, las palabras "misión" y "apostolado", del mismo modo que "misionero" y "apóstol", son etimológicamente equivalentes. Los términos "misión" y "misionero" provienen del verbo latino "mitto", que significa enviar, exactamente igual que las palabras apóstol y apostolado. En sentido religioso, se considera al "apóstol" como un enviado de Dios y de la comunidad para predicar el Evangelio a los hombres.
2.3. Grados de Apostolado.
i. El apostolado en su grado eminente corresponde a "Jesús de Nazaret", que en el cristianismo se considera enviado del Padre para traer al mundo la Buena Noticia (El Evangelio) y el mensaje redentor, Juan 3:17; Juan 17:3. De él reciben el mandato y la misión apostólica todos los demás apóstoles, Juan 20:21.
ii. El segundo lugar corresponde a los "apóstoles" por antonomasia, los discípulos escogidos en vida por Jesús, todos ellos enviados a predicar el Evangelio a toda criatura, Marcos 16:15, a quienes se suman "Matías" el Apóstol, "Pablo de Tarso" y "Bernabé".
iii. En diferentes denominaciones cristianas tales como la Iglesia católica, la Iglesia ortodoxa y la Comunión Anglicana, el tercer grado lo ocupan los obispos como sucesores de los apóstoles y herederos de la misión que Jesús de Nazaret les confió. En la Iglesia católica destaca el obispo de Roma como "primus inter pares".
iv. Los presbíteros, enviados por los obispos con una misión jurisdiccional.
v. Los laicos o seglares, encuadrados en alguna organización apostólica (por ejemplo, Acción Católica) que, sin participar en modo alguno en la potestad eclesiástica, es parte de las actividades apostólicas.
vi. En sentido amplio, se llama apóstol a cualquier persona que realiza alguna acción de apostolado (ofrecer catequesis o enseñanza de la Biblia, realizar obras de misericordia tales como dar un buen consejo, visitar enfermos, presos, o desamparados de forma voluntaria) aunque sea por su sola cuenta y razón y sin misión oficial alguna.
El Concilio Vaticano II señaló los diferentes grados de forma sucinta, indicando la importancia del apostolado de los laicos:
La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado. (…) En la Iglesia hay variedad de ministerios, pero unidad de misión. A los apóstoles y a sus sucesores les confirió Cristo el encargo de enseñar, de santificar y de regir en su mismo nombre y autoridad. Más también los laicos hechos partícipes del ministerio sacerdotal, profético y real de Cristo, cumplen su cometido en la misión de todo el pueblo de Dios en la Iglesia y en el mundo.
En realidad, ejercen el apostolado con su trabajo para la evangelización y santificación de los hombres, y para la función y el desempeño de los negocios temporales, llevado a cabo con espíritu evangélico de forma que su laboriosidad en este aspecto sea un claro testimonio de Cristo y sirva para la salvación de los hombres. Pero siendo propio del estado de los laicos el vivir en medio del mundo y de los negocios temporales, ellos son llamados por Dios para que, fervientes en el espíritu cristiano, ejerzan su apostolado en el mundo a manera de fermento[6]
Apostolados en la Vida Diaria.
En la vida diaria los católicos reconocen que se pueden realizar diversos apostolados: el apostolado del testimonio, de la palabra, de la acción, de la oración y el sacrificio.[7] Un cristiano corriente puede realizar, un intenso apostolado de amistad y confidencia, entre su entorno familiar, profesional, etc.
Errores en el Apostolado.
i. Activismo. En orden al apostolado, son mayores los errores que provienen de una sobreestima exagerada de la vida activa que de una exaltación enfermiza de la vida contemplativa[8]
Por ello, el activismo, entendido como exceso de actividad incontrolada, también llamado americanismo o, en el decir de Pío XII, herejía de la acción, es una desviación del apostolado en la que el hombre, devorado por la fiebre de la acción, se entrega más y más a actividades exteriores desconsiderando la vida interior. De ello advertía ya el poeta y místico cristiano san Juan de la Cruz.
ii. Quietismo. Como error diametralmente opuesto al activismo se encuentra el quietismo, que busca refugiarse en la oscuridad e indolencia movido por una falsa prudencia.
Es el quietismo, ridícula caricatura del recogimiento y vida contemplativa, que coincide en realidad con el más repugnante egoísmo (…) El quietista no quiere meterse en nada. So pretexto de concentración y oración, se encastilla en su aislamiento y ociosidad sin pensar en nadie fuera de sí mismo ni preocuparse de otra cosa que de sus propios intereses. (…) Es muy cómodo no meterse en nada ni abandonar un instante la dulce ociosidad –il dolce far niente– pero no es lícito llamarse discípulo de Jesucristo que precisamente por haberse metido en todo acabó muriendo en lo alto de una cruz[9]
Apostolado de la Oración.
Evitando el mero activismo y el quietismo, se expandieron diversas asociaciones, tales como el Apostolado de la oración que cuenta con más de 50 millones de socios en todo el mundo,[10] cuyo carácter distintivo es el ofrecimiento interior de las actividades diarias a través de la oración,[11] es decir, la "actitud orante" que impregna la acción cotidiana.[12]
Jesucristo eligió a doce hombres que le acompañarían en Su ministerio para llevar Su testimonio de Salvación al mundo, los doce apóstoles. Antes de la elección pasó una noche de oración con el Padre, ante tan importante decisión. La palabra apóstol viene del griego "apostolos" –enviados en nombre de– el equivalente a embajador, lo que equivaldría a la palabra usada en el Antiguo Testamento para un profeta, o emisario del Señor o discípulo, en hebreo era "shelihim". Ninguno de ellos era sacerdote, ni escriba o anciano de los fariseos o saduceos. Llama la atención que el Señor no eligiese a ningún Judío vinculado al liderazgo religioso de Israel, aunque Juan era conocido del sumo sacerdote, sería el más feroz seguidor del Maestro y Mesías.
¿Por qué a 12?. La respuesta es por las 12 tribus de Israel, las cuales son las bases generacionales de los Judíos solamente, pero el ministerio de Jesucristo era primeramente una vuelta de su pueblo a Dios, para poder también llevar el verdadero mensaje a todas las naciones. Sin este paso previo que bien podríamos considerar como reforma, hubiera sido imposible. En tiempos de Jesús, Israel estaba lejos del Señor y además rechazaron al Mesías, y los judíos sin el Mesías no pueden dar testimonio a las demás naciones. Su separación del Mesías Yahshua se refleja en la historia de las profecías sobre Israel. El Señor tenía que comenzar una nueva etapa con 12 nuevos patriarcas espirituales, como Abraham, basados en la fe.
Los discípulos, o apóstoles, de Cristo fueron las piedras fundamentales de su iglesia. En Apocalipsis 21:14 se nos dice que los doce cimientos del muro de la Nueva Jerusalén tendrán inscriptos sobre ellos los nombres de los doce discípulos (o apóstoles). Es evidente, de esta forma, que nuestro Señor le atribuye gran importancia a estos hombres.
Los doce apóstoles cumplirían el propósito del Señor y en efecto llevarían el Evangelio del Reino de Dios a todas las naciones, obra que perdura hasta hoy y que sigue expandiéndose a todos los rincones de la tierra. La Biblia está traducida ya a más de 200 idiomas.
Los 12 apóstoles fueron un ejemplo, con sus virtudes y defectos, del mismo modo que nosotros hoy tenemos los nuestros, pero es en el carácter e historia de ellos que centraré un acercamiento para aprender espiritualmente el significado de unas vidas consagradas al Hijo de Dios y, por ende, al Padre en el Espíritu Santo, que recibieron en Pentecostés; la promesa del Padre, como dijo Jesucristo, unas vidas elegidas por Dios mismo.
Nosotros, como Cristianos que leemos la Biblia durante nuestras vidas, por estar Ésta viva, y por ser El Verbo de Dios, nuestra guía de conducta moral y la base de nuestra relación personal con Dios a través de Jesucristo, en Espíritu, y con nuestro prójimo, podemos ver en el carácter de los 12 apóstoles, mostrado en la Biblia, un ejemplo de vidas y compararlos con nuestras reacciones y comportamientos, como lo hacemos con otros personajes de la Biblia y la historia de la Iglesia. Veremos que estos 12 hombres eran normales y corrientes, como cualquiera de nosotros, pero creyeron al Señor y le siguieron durante sus vidas.
Toda esta información se basa en lo que se cuenta de estos 12 hombres en el Nuevo Testamento, junto con las más respetadas leyendas y tradiciones. Nosotros no queremos decir que la leyenda y la tradición constituyen afirmaciones históricas. Pero sentimos que tienen valor en el estudio de las vidas de estos hombres que " cambiaron el sentido del mundo ".
Para el desarrollo de este punto, seguiremos el orden que la Biblia señala en Mateo 10:2–4, Marcos 3:13–19 y Lucas 6:13–16. Aunque los dos Apóstoles no siguen el mismo orden de elección y llamado, lo que importa es conocer a cada uno de ellos. Luego desarrollaremos a cada uno de los Apóstoles, sus características, sus cualidades, en fin todo sobre cada uno de ellos.
Jesucristo al primero que llamó fue a "Simón", a quien Jesucristo le dijo, " que tú eres "Pedro", y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia ", Mateo 16:18; En cada lista apostólica, el nombre "Pedro" es mencionado en primer lugar. Sin embargo, "Pedro" tuvo otros nombres. En el tiempo de Cristo, el idioma común era el griego y el idioma familiar era el hebreo. Así su nombre griego fue "Simón", Marcos 1:16; Juan 1:40,41. Su nombre hebreo fue "Cefas", 1 Corintios 1:12; 3:22; 9:5 y Gálatas 2:9. El significado griego de "Simón es roca". El significado árabe de "Cefas también es roca".
Junto a "Pedro", estaba su hermano "Andrés", a quien Jesucristo también lo llamó que lo siguiera; ambos eran pescadores, Mateo 10:2. Según Marcos 3:14–19, llamó en segundo lugar a los hermanos "Jacobo" y "Juan", hijos de Zebedeo, y les apellidó "Boanerges", que significa "Hijos del Trueno". Luego llama a "Andrés" y a "Felipe", a "Bartolomé", a "Mateo", a "Tomás", a "Jacobo", hijo de Alfeo, a "Tadeo", a "Simón" el cananista; y a "Judas Iscariote".
Según Mateo, Jesucristo llama también a "Felipe" y "Bartolomé"; "Tomás" y "Mateo" el publicano; luego a "Jacobo" hijo de Alfeo y a "Lebeo", por sobrenombre "Tadeo"; "Lebeo"; "Simón", el cananita y a "Judas Iscariote", quien lo entregó, Mateo 10:3,4. Según Marcos, la relación del llamado de los Apóstoles es similar al de Mateo, Lucas 6:13–16.
"Id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que les he mandado; y yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo", Mateo 28:19–20.
Si bien está ampliamente aceptado que los doce discípulos que escogió Jesús, siendo añadidos luego Matías y finalmente Pablo de Tarso, fueron los apóstoles originales, no existe consenso entre las diferentes religiones cristianas respecto a qué otras personas, hasta la actualidad, puedan hacer uso de este título con la misma autoridad original. Varias iglesias, como la mormona y la Iglesia Nueva Apostólica, creen por fe estar conducidas por apóstoles de la actualidad, los cuales son escogidos por Dios.
De acuerdo con lo que aparecen en la Biblia, son cinco las características necesarias para ser llamado "apóstol":
Haber conocido personalmente a Jesús.
Haber sido escogidos y enviados por Jesús.
Haber sido testigos de Jesucristo resucitado.
Dar la vida por Dios y por el evangelio.
Seguir a Jesucristo.
Todos los apóstoles, excepto "Matías" que fue elegido por sorteo para reemplazar a "Judas Iscariote", cumplieron estas cinco características. En el caso de Pablo de Tarso no está claro si vio a Jesucristo, dado que solo se menciona que escuchó la voz de Jesucristo y quedó ciego, pero se sobreentiende que fue elegido personalmente por Cristo. Posteriormente, firmó sus escritos como "Pablo", Apóstol de los gentiles" y fue protagonista de la mayor parte del libro de los Hechos de Apóstoles.
A efectos de evitar confusiones innecesarias, estudiaremos a cada Apóstol en orden alfabético.
1) Andrés.
"Andrés" era el hermano de "Pedro", e hijo de Jonás. Vivió en Betsaida y Capernaúm y era pescador antes de que Jesús lo llamara. Originalmente fue un discípulo de Juan el Bautista, Marcos 1:16-18. "Andrés" trajo a su hermano "Pedro" a Jesús, Juan 1:40. Él es el primero en tener el título de Misionero en Casa y en el Extranjero. Es reclamado por tres países como su Santo Patrono, Rusia, Escocia y Grecia. Varios estudiosos dicen que predicó en Sitia, Grecia y Asia Menor.
Andrés trajo a otros a Jesús también. Aunque las circunstancias lo colocaron en una posición donde podría haber sido fácil para él llegar a ser celoso y resentido, fue optimista y estuvo contento en el segundo plano. Su principal propósito en la vida fue traer a otros al Maestro.
De acuerdo con la tradición, Andrés murió como mártir en Acaya, Grecia, en el pueblo de Patra. Cuando la esposa del Gobernador Aepeas fue sanada y convertida a la fe cristiana, y poco después de que el hermano del Gobernador se volviera cristiano, Aepeas se enojó mucho. Él arrestó a Andrés y lo condenó a morir en la cruz. Andrés, sintiéndose indigno de ser crucificado en una cruz en la misma forma que su Maestro, suplicó que la suya sea diferente. Así que fue crucificado en una cruz con forma de X, la cual hasta el día de hoy es llamada la cruz de San Andrés y es uno de sus símbolos apostólicos. También se usa un símbolo de dos peces cruzados para referirse a Andrés, ya que él era pescador originalmente.
Cualidad: Afecto Fraternal.
2) Bartolomé.
Bartolomé Natanael, hijo de Talmai, vivió en Caná de Galilea.
La tradición dice que fue misionero en Armenia. Un número de estudiosos cree que fue el único discípulo que provino de sangre real, o de una familia noble. Su nombre significa Hijo de Tolmai o Talmai, 2 Samuel 3:3. Talmai fue rey de Gesur cuya hija, Maaca, fue esposa de David, madre de Absalón.
El nombre de "Bartolomé" aparece en cada lista de los discípulos, Mateo 10:3; Marcos 3:18; Lucas 6:14; Hechos 1:13. Este no era el primer nombre, no obstante, fue su segundo nombre. Su primer nombre probablemente era Natanael, a quién Jesús llamó "un verdadero Israelita, en quien no hay engaño", Juan 1:47.
El Nuevo Testamento nos da muy poca información sobre él. La tradición indica que fue un gran investigador de la Escritura y un estudioso de la ley y los profetas. Se transformó en un hombre de rendición completa al Carpintero de Nazaret, y uno de los misioneros más aventureros de la Iglesia. Se dice de él que predicó con "Felipe" en Phrygia y Hierápolis; también en Armenia. La Iglesia de Armenia lo reclama como su fundador y mártir. Sin embargo, la tradición dice que él predicó en India, y su muerte parece haber tenido lugar ahí. Murió como un mártir por su Señor. Fue despellejado vivo con cuchillos.
Su símbolo apostólico es tres cuchillos paralelos.
Cualidad: Paz.
3) Santiago, el Anciano.
"Santiago", llamado el Anciano, cuyo apellido era Boanerges, hijo de Zebedeo y Salomé, hermano de "Juan el Apóstol"; un pescador que vivió en Betsaida, Capernaúm y Jerusalén. Predicó en Jerusalén y Judea y fue decapitado por Herodes, en el año 44 d.C. Hechos 12:1,2. Fue un miembro del Círculo Interno, llamado así porque estaba formado por los que recibieron privilegios especiales. El Nuevo Testamento nos cuenta muy poco sobre Santiago. Su nombre nunca aparece separado del de su hermano "Juan". Ellos eran un dúo inseparable, Marcos 1:19,20; Mateo 4:21; Lucas 5:1–11.
Fue un hombre de coraje y espíritu de perdón – un hombre sin envidia, viviendo a la sombra de Juan, un hombre de extraordinaria fe. Fue el primero de los doce en convertirse en mártir.
Su símbolo es tres caparazones de crustáceo, en señal de su peregrinación por el mar.
Cualidad: Piedad y Benignidad.
4) Santiago, el Menor (o Más Joven).
"Santiago", el menor o más joven, hijo de Alfeo, o Cleofás y María, vivió en Galilea. Fue el hermano del "Apóstol Judas".
De acuerdo a la tradición él escribió la Epístola de Santiago, predicó en Palestina y Egipto y fue crucificado en Egipto. Santiago fue uno de los discípulos menos conocido. Algunos estudiosos creen que fue el hermano de Mateo, el recaudador de impuestos. Santiago fue un hombre de carácter fuerte y un tipo de los más ardientes. La tradición nos cuenta que él también murió como un mártir y su cuerpo fue cortado en pedazos. La sierra se convirtió en su símbolo apostólico.
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