- Historia
- La problemática
- Procesos psicológicos en la relación individuo – medio ambiente
- La crisis ecológica y la psicología ambiental
- Educación ambiental
La psicología ambiental es el estudio del comportamiento humano en relación con el medio ambiente ordenado y definido por el hombre. Es un relativamente nuevo campo de la psicología, pero desde 1960 hay estudios y el trabajo en este ámbito de la psicología. La mayoría de estas obras se originó en el reconocimiento de los problemas ambientales como la contaminación, que comenzó a tomar protagonismo en las oficinas jurídicas.
Esta preocupación social ha justificado vastas operaciones de propaganda y la aparición de movimientos sociales ligados a las estrategias conservacionistas. El hito más importante (la Conferencia de Río) constituye un buen ejemplo de este hecho. Sin embargo, este tipo de iniciativas están atravesadas por algunas falacias y portentosos elementos de retórica de alcance indefinido. Tal es el caso del concepto clave de "desarrollo sostenible", que es retomado (del Informe Burtland) como lema en este conferencia, y sobre cuyo alcance y contenido existen más que divergencias.
Historia
El psicólogo Kurt Lewin (1890-1947) fue uno de los primeros en dar importancia a la relación entre los seres humanos y el medio ambiente. Su objetivo era determinar la influencia que el medio ambiente tiene sobre las personas, las relaciones que establecen con él, la forma en que las personas actúan, reaccionan y se organizan como el medio ambiente.
De acuerdo con la psicología ambiental, el medio ambiente se puede definir como: todos los contextos en que el sujeto (por ejemplo, casas de vivienda, oficinas, escuelas, calles, etc.)se pueda desarrollar actuando más sobre el comportamiento del grupo que en el comportamiento individual.
Esta rama de la psicología principalmente presenta cinco principios que han de tenerse en cuenta a la hora de cualquier intervención o la investigación sobre la base de esta industria:
Tener en cuenta que el hombre es capaz de modificar el ambiente.
Es necesario estar presente en todos los contextos del ambiente día a día.
Considerar a la persona y el medio ambiente como una entidad única, de habitación.
El individuo actúa en el medio ambiente y el medio ambiente afecta a la persona.
Una investigación o intervención de este tipo debe siempre llevarse a cabo con la ayuda de otras ciencias.
Existen intentos de contribuciones. De Castro (1994), por ejemplo, ha mostrado el interés de la teoría de acción razonada para la explicación de la conducta humana en relación con el reciclaje del vidrio. Anteriormente, Yates y Aronson (1983) o Dennis y otros (1990) intentan aplicar esquemas basados en la teoría de la disonancia cognitiva al ahorro energético, y Staats y otros (e.p.) desarrollan un modelo inspirado en la teoría de los dilemas sociales para el estudio de conductas relacionadas con el efecto invernadero. Estos trabajos (y otros que pudieran citarse) muestran la pertinencia de conocimientos psicológicos y sociales para abordar problemáticas medioambientales que, hasta el momento, son objeto sólo de soluciones técnicas o costosas campañas de propaganda.
La problemática
Para la Psicología Ambiental, de acuerdo con De Castro, dos son los retos en relación con el medio natural: en primer lugar, avanzar en el conocimiento de la influencia del comportamiento humano sobre el medio natural, y, en segundo lugar, incorporar al contexto de la producción científica de la Psicología la información sobre la que se basa en la actualidad la gestión ambiental. Habría que añadir, además, el esfuerzo de los investigadores en Psicología Ambiental por superar la dispersión de conocimiento que produce la variedad de problemas ambientales objeto de estudio. Ello debe ser tenido en cuenta en los programas de Psicología Ambiental en los nuevos planes de estudio.
Como variable independiente, el ambiente es tratado en un triple nivel de consideración: ambiente natural; ambiente construido o fabricado; y ambiente social y conductual.1
El ambiente natural es básicamente conceptualizado en el sentido de la influencia del ecosistema en la respuesta molar de los individuos, como por ejemplo: la percepción del ambiente geográfico, así como las actitudes ante el paisaje;
El ambiente construido se conceptualiza a su vez a distintos niveles: ambientes de características fijas, relativamente permanentes, como los edificios; semifijas, relativamente fáciles de alterar, como por ejemplo muebles o decoración; o finalmente a través de características fácilmente modificables como luminosidad, color, temperatura; climas sociales, atmósfera social, características de los escenarios…
El ambiente social y conductual incluye cinco áreas: espacio personal; territorialidad, intimidad, hacinamiento y ecología del grupo pequeño.
Una segunda forma de manipular el ambiente es considerándolo como variable dependiente, es decir averiguar los efectos de la conducta sobre la calidad del ambiente: conservación de la energía, comportamiento no contaminante, planificación familiar, son ejemplos de la vida cotidiana.
Procesos psicológicos en la relación individuo – medio ambiente
Entre el individuo y el entorno existe una relación dialéctica, y en la compleja interdependencia que se establece entre ellos, intervienen procesos psicológicos, que reflejan esta interacción sujeto – medio ambiente y regulan a través de la unidad de lo cognitivo y lo afectivo, la conducta del individuo con relación a este. A continuación serán objeto de análisis algunos de estos procesos.
Conocimiento ambiental.
Los procesos cognitivos en sentido general poseen la función de producir un reflejo cognoscitivo de la realidad por parte del sujeto, los mismos "…reproducen internamente, en el plano psíquico y subjetivo, las relaciones y propiedades objetivas de la realidad." Gonzáles Serra, Diego. 1977.
El conocimiento es uno de los aspectos más estudiados desde la psicología ambiental y, por supuesto, dentro de los cuales se han producido múltiples líneas de investigación y abundante literatura científica; la mayoría de los estudios acerca de este proceso, han sido desarrollados a partir de enfoques cognitivistas, mediante el estudio de los mapas cognitivos que se representan los individuos acerca del entorno.
Los mapas cognitivos son personales y únicos; los mismos no constituyen una reproducción fiel sino personalizada de la realidad objetiva; están mediatizados por la subjetividad del sujeto, resultando esta imagen una construcción cargada de significado personal; por estas razones, se encuentran frecuentemente diferencias considerables en la estructura de los mapas de los individuos. Con el estudio de los mismos, podemos acercarnos de manera más precisa a la forma en que los individuos conocen y actúan sobre el medio ambiente a un nivel personal.
"El conocimiento ambiental es un proceso complejo, que incluye la obtención, análisis y sistematización por parte del individuo de la información proveniente de su entorno, social por naturaleza, este constituye un paso importante para su comprensión a través de acciones concretas, que a su vez, influyen en el desarrollo de estos conocimientos" Febles, María, 1999.
Por otra parte, Holahan, 1991 (citado por Ramos, Damián, 2001), señala la existencia de diferentes funciones del conocimiento ambiental:
Orientación de las acciones de los individuos.
Toma de decisiones sobre donde satisfacer las necesidades cotidianas que al individuo se le presentan. Constantemente el ser humano se enfrenta a diferentes problemas de orientación en la vida cotidiana, sin esta posibilidad para localizar los recursos sociales que se necesitan, sería imposible actuar, incluso en tareas muy simples. El conocer donde se localizan los recursos sociales o materiales necesarios para llevar a cabo las acciones que se emprenden a diario, así como cuáles son los atributos o características esenciales de los recursos o personas localizadas.
Desarrollo de la comunicación.
Otra de las funciones psicológicas del conocimiento ambiental que se contempla, consiste en proporcionar una base para la comunicación entre las personas en determinado ambiente, la cual surgió precisamente cuando el ser humano se vio precisado de cierta organización social que le permitiera adaptarse con mayor eficacia a su medio natural, surgiendo esta como mediadora de su actividad.
"El conocimiento ambiental presenta ante todo una naturaleza sociohistórica, por cuanto implica necesariamente la apropiación de los conocimientos adquiridos en el transcurso de la historia humana, reflejados también en el entorno, fuente del desarrollo del mismo y de otras funciones psicológicas específicamente humanas, fundamentalmente por el lenguaje, el cual mediatiza el conocimiento y el pensamiento humanos" Febles, María, 1999.
Actitudes ambientales.
El término de actitud se introduce en la psicología social en la década del 20 del pasado siglo en los Estados Unidos, debido a la ocurrencia de cambios sociales y políticos en esta sociedad, que originaron un marcado interés en el análisis de los mecanismos reguladores del comportamiento humano. Desde entonces se han desarrollado numerosas investigaciones desde diferentes enfoques teóricos acerca de este complejo y multifacético proceso psicológico.
Según Allport (1935), citado por Casales, J. C. (1989), la actitud consiste en: "un estado mental y neural de disposición, organizado a través de la experiencia, que ejerce una influencia directiva o dinámica sobre la conducta del individuo ante todos los objetos y situaciones con los que se relaciona".
Casales, J. C, (1989) señala varias características esenciales de las actitudes:
"1- son estructuras psicológicas, procesos derivados del aprendizaje y la experiencia del individuo, que constituyen el resultado de su actividad. Es decir, las actitudes se forman y desarrollan a lo largo de toda la vida del individuo, condicionadas por el contexto social al cual están expuestos, en dependencia de los grupos a los que pertenecen, los cuales se estructuran de acuerdo con el sistema de valores imperantes en la sociedad…
2- Aunque son el resultado de la actividad del individuo, son modificadas por esta, las actitudes condicionan y modifican las actividades subsiguientes…
3- Tienen la propiedad de reflejarse en el comportamiento del individuo, de orientarlo, de regularlo y guiarlo en determinado sentido.
4- En toda actitud puede distinguirse su objeto, dirección e intensidad…"
A partir de una investigación realizada por La Piere, se demostró que las relaciones entre actitudes y comportamiento no siempre son lineales, por lo cual no podemos interpretarlas de manera simplista, ni mecánica. No en todas las situaciones las actitudes cumplen una función predictiva de la conducta humana; el hecho de que esta constituya una disposición a la reacción, no significa que siempre va a ser correspondiente con ella, ya que las mismas no constituyen el único factor determinante del comportamiento, en el cual, además de las actitudes, pueden influir la situación específica en la que se encuentra el sujeto a la hora de actuar, el aprendizaje de conductas, normas grupales, características individuales, o las consecuencias previsibles de la conducta.
No obstante, es innegable que las actitudes juegan un papel fundamental en el proceso de toma de decisiones y en las acciones concretas de los seres humanos, es por ello que el estudio de las actitudes ambientales ha sido preocupación de muchos psicólogos sociales desde que el saber ambiental comenzó a tener relevancia para los científicos.
Para Febles, María (1999) las actitudes ambientales deben definirse como una "predisposición del pensamiento humano a actuar a favor o en contra del entorno social, teniendo como base las vivencias, los conocimientos y los valores del individuo con respecto a su entorno; estas no solo se proyectan en una dirección determinada, también poseen un nivel de intensidad (fuerte o débil)"
De acuerdo con Holahan, 1991 (citado por Ramos, Damián, 2001), las actitudes ambientales cumplen diferentes funciones:
Elección de ambientes: Ayudan a seleccionar el ambiente donde se desea vivir, estudiar, trabajar o divertirse. Dicha elección conlleva un proceso de reflexión, análisis y predicción de futuras consecuencias de su comportamiento, esta elección estará determinada por el nivel de satisfacción – insatisfacción de las necesidades individuales en dicho espacio.
Protección del entorno natural: Las actitudes ambientales también ayudan a los individuos en la toma de decisiones en el uso y preservación del medio ambiente, por ejemplo, crear o formar parte de un grupo ecologista, o simplemente dejar de fumar, son expresiones favorables hacia el medio ambiente. Aunque como ya habíamos dicho las actitudes no poseen la capacidad de determinar de manera directa los comportamientos ambientales, sí en tanto mejoren las actitudes hacia el entorno, aumentarán y se harán más consistentes las conductas de las personas con respecto al mismo.
Vivencia.
Mientras los procesos cognitivos poseen como función fundamental reflejar los diferentes objetos y fenómenos componentes del medio ambiente, los procesos afectivos de manera primordial se encargan de significar como influyen estos elementos de la realidad, sobre los seres humanos.
"Los procesos afectivos expresan como afectan los objetos y situaciones de la realidad a las necesidades del sujeto, y modifican su disposición para la acción correspondiente" González Serra, Diego. 1977.
Ahora bien, todos los elementos y procesos que integran la personalidad humana, poseen una naturaleza cognitivo – afectiva; el ser humano se apoya en este principio de la unidad cognitiva y afectiva de los procesos psicológicos, para regular y orientar las diferentes esferas de su comportamiento.
Las personas intercambiamos constantemente información con el medio ambiente, la cual es personalizada por el mismo, es decir, cargada o dotada de un significado personal, que dependerá en gran medida de la relación existente entre esta información, con los contenidos afectivos, motivacionales y las necesidades de las personas, y que influirá notablemente en la regulación y orientación de la conducta humana hacia los diferentes objetos y fenómenos del medio.
Las peculiaridades y características de la actualización y configuración personalizada e individualizada de la información que intercambian las personas con el medio ambiente, dependen, según González Rey, Fernando y Mitjans Martínez, Albertina, 1989, "del nivel de desarrollo de la personalidad, y del desarrollo motivacional que esta logra en las diferentes áreas de su expresión individual".
La vivencia como proceso afectivo, resulta de gran relevancia al entender la relación hombre – medio ambiente; la misma expresa la relación afectiva del individuo con el medio, y constituye, tal como lo entendió Vigostky (citado por Bozhovish, 1976) una "unidad", en la que están representados en un todo indivisible, por un lado el medio, y por otro, lo que el propio individuo aporta a esta vivencia; la unidad dialéctica de lo interno y lo externo.
Febles María, 1999, plantea que por estas razones, es justamente la vivencia el punto de partida para la transformación del entorno, ya que la misma representa la unidad indivisible de las características personales y las características ambientales, por lo cual, la influencia del entorno sobre el individuo, va a depender no solo de la naturaleza de la situación, sino también de la manera en que este la percibe y la vive.
Percepción Ambiental.
Una parte considerable de nuestro desempeño diario depende de la capacidad para percibir adecuadamente los diferentes elementos que conforman el medio en el cual nos desenvolvemos, nuestras percepciones ambientales condicionan las actitudes, sensibilidades, e influyen considerablemente en la orientación y regulación de nuestras acciones hacia el entorno; es por ello que resulta importante el estudio de este proceso, a manera de contribuir a que el desenvolvimiento humano sea adecuado y armonioso, de acuerdo a las características del entorno que contextualice la conducta.
Existe una larga tradición en la psicología en el estudio de las percepciones, en sus inicios y debido a la complejidad de este proceso, se trató de simplificar el mismo con el objetivo de analizar aspectos específicos de este. Por tanto el enfoque tradicional en el estudio de la percepción parte de la fragmentación del proceso, centrándose en el análisis de las reacciones de las personas ante estímulos específicos, convenientemente aislados del resto de los aspectos que conforman la realidad objetiva, en situación de laboratorio.
A diferencia de este enfoque tradicional, los psicólogos ambientales han estudiado el proceso perceptivo desde una perspectiva holística, tomando en consideración toda la complejidad del ambiente como unidad perceptiva, y analizando los procesos globales que permiten a una persona captar adecuadamente el entorno, incluyendo la propia persona dentro del proceso de definición y configuración del mismo.
Los diferentes enfoques teóricos que han abordado la percepción desde esta perspectiva, entre los que se incluyen laaportación de Berlyne, el funcionalismo probabilístico de Brunswik,La perspectiva ecológica de Gibson y la perspectiva transaccional de Ames, contienen según Valera Sergui, Pol Enriq, y Vidal Tomeu (2002), ciertos principios comunes, como son:
La consideración de la persona como un agente activo, orientado y participativo dentro del proceso perceptivo.
El entorno como una unidad global sobre la cual se estructuran los procesos perceptivos.
La incorporación, en mayor o menor grado, de los aspectos cognitivos, interpretativos y valorativos dentro de las teorías sobre la percepción ambiental.
La percepción ambiental como un proceso global, más allá de la simple captación y estructuración estimular.
La percepción "consiste en el reflejo en la conciencia del hombre de los objetos o fenómenos, al actuar directamente sobre los sentidos, durante cuyo proceso ocurren la regulación (ordenamiento) y la unificación de las sensaciones aisladas en reflejos integrales de cosas y acontecimientos". Petrovski, 1970.
El proceso de sensaciones es relativamente simple y automático, en el mismo los receptores sensoriales se activan en función de la presencia o no de estímulos provenientes del entorno. La percepción en cambio, constituye un proceso mucho más activo y complejo desde el punto de vista psicológico; en el cual las personas resultan agentes activos, implicando diversos procesos cognitivos y afectivos, mediante la interpretación, valoración y reorganización de los diferentes estímulos sensoriales que provienen del medio, para formarse una imagen coherente e íntegra del mismo, logrando así el reflejo integral de la realidad objetiva.
El proceso perceptivo posee un carácter global y unitario, y sobre este, los mismos autores Valera Sergui, Pol Enriq, Vidal Tomeu (2002), señalan la influencia que ejercen algunas variables entre las cuales podemos citar: las personales, como la edad, la actividad habitual o determinadas características de los órganos perceptivos; el género (algunos estudios sugieren que existen diferencias significativas entre hombres y mujeres en la manera de percibir las distancias); la experiencia (se considera que la experiencia en un entorno o la familiaridad puede afectar percepción sobre éste); los juicios estéticos; la cultura; la profesión y las características del propio entorno físico.
Ahora bien, la percepción ambiental nos interesa tanto por su importancia en la obtención por parte de individuo de información necesaria para el intercambio con el medio, en la dirección y regulación de las acciones del individuo, en la génesis de fenómenos culturales, en la interpretación del simbolismo del entorno humano; como para la estimulación de las habilidades en este sentido. Frecuentemente las personas presentan dificultades en la percepción de muchos recursos como el paisaje y los valores emocionales asociados al mismo, por ello los esfuerzos de los cientistas sociales, y de la educación ambiental, deben dirigirse hacia la estimulación de estilos de percepción que ganen en correspondencia con el contexto en el que las personas se desenvuelven habitualmente, así como con las diversas problemáticas y valores del medio ambiente que los rodea, lo cual favorecerá la comprensión y gestión de los procesos naturales y el patrimonio que ellos representan, así como el desarrollo de determinados patrones de comportamiento, adecuados respecto al entorno, y coherentes con el modelo de la sustentabilidad.
Comportamiento ambiental.
Bajo este concepto se puede agrupar las diferentes acciones del sujeto, dirigidas a modificar aspectos del entorno o de la relación con el mismo, y que influyen a su vez en las concepciones, percepciones, y sensibilidades que posee el individuo del medio. Esto puede darse en dos sentidos: positivo o negativo, en dependencia precisamente del grado de compromiso del sujeto con su medio ambiente.
A pesar de que el conocimiento, las percepciones, actitudes, sensibilidades, valores y comportamientos ambientales se han analizado mucho desde la psicología, los resultados de numerosos estudios de las relaciones entre estos procesos son aparentemente contradictorios, surgiendo, según Nieto, Luz María (2003), ciertas interrogantes: ¿cómo se convierten el conocimiento y la preocupación ambiental en conductas y acciones proambientales?, ¿por qué pueden las personas estar supuestamente preocupados, tener conocimientos adecuados sobre medio ambiente, sin que esto se traduzca necesariamente e comportamientos a favor del mismo?, ¿en que consiste la brecha existente entre pensamientos, emociones, actitudes, percepciones con respecto a la conducta del individuo? El resultado de estas interrogantes en la comunidad científica ha sido un debate intenso, complejo, en el cual no se ha alcanzado un consenso.
Los primeros modelos explicativos de estas relaciones, desarrollados en los ´70 y los ´80, fueron lineales, suponían una cadena de causas y efectos automáticos y directos, es decir, se pensaba que los conocimientos ambientales generan actitudes ambientales que a su vez generan comportamientos a favor del medio ambiente. Estos modelos parten de una premisa racional, Teoría de la Acción Razonada, Fishbein y Ajzen (1975), y suponen que las personas hacemos un uso sistemático de la información que poseemos para dirigir nuestras acciones, desconociendo las motivaciones inconscientes o no reconocidas. Esta concepción fue muy utilizada en esa época en el diseño de programas de educación ambiental. No obstante, muy pronto se demostró que esas concepciones eran equivocadas e incompletas en varios sentidos.
Evidentemente pronto se demostró que no es así, de manera que los modelos se volvieron más complejos, en tanto se produjeron más aportes al entendimiento de las relaciones entre estos procesos y categorías psicológicas.
"Un tercer tipo de modelos desarrollados desde los ´80, son los llamados sociológicos. Desde esta perspectiva, aunque también se incluyen factores psicológicos, se cuestionan los modelos descritos antes, porque fallan en comprender las restricciones individuales, sociales e institucionales, y porque asumen que los humanos somos solo racionales. De acuerdo con los modelos sociológicos, no se trata tampoco de que seamos solo irracionales, sino de que las actitudes y valores de las personas son negociados, transitorios, y algunas veces contradictorios. La dimensión social es importante porque el poder de toma de decisiones en cuanto a los problemas ambientales locales o globales está irregularmente distribuido". Nieto, Luz María, 2003.
Según la propia autora, el modelo de Comportamiento pro Ambiental, de Kollmus y Agyeman (1985), intenta explicar como interactúan dos tipos fundamentales de factores que influyen en el comportamiento ambiental, los internos, entre los que se incluyen el conocimiento, los sentimientos, las motivaciones, el grado de concienciación, los valores, las actitudes, las percepciones; y los externos, como los demográficos, institucionales, políticos, sociales, culturales, económicos, etc. Este modelo intenta determinar como y bajo que circunstancias estos potencian u obstaculizan las acciones humanas a favor del medio ambiente.
Aunque es evidente que entre estos procesos psicológicos no existe una relación automática, mecánica o directa, es decir, entre conocimiento, conciencia, sensibilización y preocupación ambiental por una parte, y conductas o comportamientos ambientales por el otro; los mismos se relacionan de manera dialéctica, y no existen independientemente unos de otros, sino que se encuentran interrelacionados genética, estructural y funcionalmente; ellos van formando un complejo sistema de motivos orientados a la regulación de la relación entre el individuo y su entorno. La labor de los científicos sociales que se dedican al estudio de la problemática ambiental debe encaminarse precisamente hacia la optimización de estos procesos y de sus mutuas dependencias, partiendo del diagnóstico, la intervención y evaluación de los mismos, y encaminando los esfuerzos de la ciencia al logro del aumento de los conocimientos de las personas con relación al entorno, del grado de compromiso con éste, así como a la implementación de conductas a su favor.
En este sentido, se considera muy acertado, el enfoque que propone la Dra. María Febles, que parte de entender la "educación ambiental como un proceso, en el que existe una distancia entre su nivel de desarrollo real y el nivel de desarrollo potencial. El primero de ellos está determinado por el conjunto de acciones concretas del individuo en relación con su entorno, avalado por el nivel de desarrollo alcanzado hasta ese momento en su propia búsqueda de conocimientos con respecto a este, mientras que el otro encierra estas mismas acciones, las cuales surgen no solo a partir de una búsqueda activa por parte del propio sujeto, sino también a partir de la información que pueda obtener de otros, a través de las acciones de estos o de la influencia de los medios de comunicación. En ambos casos estas acciones están dirigidas a lograr una actitud más responsable por parte del sujeto con relación a su medio ambiente" Febles, María 1999.
La crisis ecológica y la psicología ambiental
Una de las expresiones más equívocas en los discursos sobre la crisis ecológica es la de "problemas ambientales". En realidad se trata de "problemas-de-la-humanidad", y, por ende, del comportamiento humano. Son los comportamientos de las personas los que provocan un incremento de la gravedad de un problema ambiental; y es sobre la vida de las personas sobre las que influye la alteración de un parámetro ambiental. Tal y como recogieran Cone y Hayes (1980), muchos problemas ambientales tienen soluciones conductuales, de la misma forma que muchos problemas conductuales tienen soluciones ambientales.
Si hay algo que unifica, más allá de las desdibujadas diferencias ideológicas en el momento presente, es la preocupación social, ampliamente extendida, por los problemas ambientales. En uno de los más recientes estudios (Corraliza, en preparación) se presentan resultados obtenidos en una muestra nacional, donde se destaca que el 69,2% de los encuestados considera que la protección del medio ambiente es un problema muy urgente, y estos resultados, según este informe, pueden extrapolarse a ámbitos geográficos más reducidos y también al ámbito comunitario.
Esta preocupación social ha justificado vastas operaciones de propaganda y la aparición de movimientos sociales ligados a las estrategias conservacionistas. El hito más importante (la Conferencia de Río) constituye un buen ejemplo de este hecho. Sin embargo, este tipo de iniciativas están atravesadas por algunas falacias y portentosos elementos de retórica de alcance indefinido. Tal es el caso del concepto clave de "desarrollo sostenible", que es retomado (del Informe Burtland) como lema en este conferencia, y sobre cuyo alcance y contenido existen más que divergencias.
Existe la ficción (y el propio concepto de desarrollo sostenible la ilustra) de que los graves problemas medioambientales son sólo una cuestión de solución tecnológica y económica. Margalef (1993) en un sugerente comentario sobre por qué le resulta difícil hablar de medio ambiente define la falacia social del medio ambiente de la siguiente manera: Ante cualquier problema medioambiental, los técnicos ya encontrarán una solución y los políticos ya se encargarán de aplicarla. Este argumento es un reflejo de la ausencia de profundidad del discurso conservacionista. Está formado por un conjunto de recetas técnicas de efectos no necesariamente probados y, en lo que se refiere al comportamiento humano, un catálogo de buenas intenciones. ¿Es esto suficiente? Stern y Oskamp (1987), en el trabajo antes mecionado, destacan la carencia de explicaciones y propuestas desde los conocimientos psicológicos y reclaman un mayor compromiso en la investigación sustantiva de los psicólogos ambientales.
Existen intentos de contribuciones. De Castro (1994), por ejemplo, ha mostrado el interés de la teoría de acción razonada para la explicación de la conducta humana en relación con el reciclaje del vidrio. Anteriormente, Yates y Aronson (1983) o Dennis y otros (1990) intentan aplicar esquemas basados en la teoría de la disonancia cognitiva al ahorro energético, y Staats y otros (e.p.) desarrollan un modelo inspirado en la teoría de los dilemas sociales para el estudio de conductas relacionadas con el efecto invernadero. Estos trabajos (y otros que pudieran citarse) muestran la pertinencia de conocimientos psicológicos y sociales para abordar problemáticas medioambientales que, hasta el momento, son objeto sólo de soluciones técnicas o costosas campañas de propaganda.
Pero la problemática medioambiental tiene lecturas que van más allá del sentimiento de nostalgia que refleja la degradación del Edén bíblico. En realidad, el medio ambiente es un amplio escenario donde aparecen tensiones sociales y en el que se desarrollan programas sociales. Pitt y Zube (1987, 1014) indican como las "políticas de gestión del medio natural reflejan una pluralidad de propósitos que, a su vez, reflejan valores normativos e implican a actores". Más recientemente, Dunlop (1993, 79) resalta el hecho de que el ambiente (natural) es, tal y como hoy lo conocemos, el resultado de ambiciones humanas, deseos, actuaciones y actitudes. Es en este punto en el que resulta pertinente la demanda de contribuciones de los psicólogos que se sitúen en el punto intermedio entre la imposición de las soluciones teconológicas y económicas y el voluntarismo de muchas de las propuestas políticas. Un buen ejemplo de la carencia de este eslabón intermedio lo constituyen las tensiones sociales que se producen cada vez que en países desarrollados se propone la declaración de un espacio como espacio protegido. Ni los razonamientos técnicos o ecológicos ni el voluntarismo político son suficientes para explicar las reacciones de la misma población que, en las encuestas, manifiestan la urgencia y prioridad de la protección del medio ambiente.
Para la Psicología Ambiental, de acuerdo con De Castro (e.p.) dos son los retos en relación con el medio natural: en primer lugar, avanzar en el conocimiento de la influencia del comportamiento humano sobre el medio natural, y, en segundo lugar, incorporar al contexto de la producción científica de la Psicología la información sobre la que se basa en la actualidad la gestión ambiental. Habría que añadir, además, el esfuerzo de los investigadores en Psicología Ambiental por superar la dispersión de conocimiento que produce la variedad de problemas ambientales objeto de estudio. Ello debe ser tenido en cuenta en los programas de Psicología Ambiental en los nuevos planes de estudio.
Una propuesta de agenda para el Psicólogo ambiental
De todo lo expuesto se deduce la importancia de que el psicólogo ambiental preste atención a aspectos vinculados a lo que se conoce como la "crisis ambiental". De hecho, a lo largo de los últimos años se ha prestado atención a estos problemas, aunque sus resultados y conclusiones estén dispersos y aparezcan fragmentados. Es difícil hacer frente a esta fragmentación, pero, tal y como señalan Stern y Oskamp (1987) es necesario fomentar estrategias de investigación acumulativa.
En este trabajo se propone un esquema (incompleto) a partir del cual pueda estructurarse investigaciones y estudios psicológicos sobre distintos aspectos de los problemas medioambientales. No son todos, sino aquellos que, en función de trabajos previos, resultan en opinión del que esto escribe problemas emergentes y abordables desde la experiencia de investigación psicológica. Esto queda reflejado en el cuadro de la figura 1.
Dicho cuadro se formula como una propuesta abierta y como una "manera de pensar", y no tanto como un esquema de contenidos cerrados. En el eje de ordenadas, se incluyen dos categorías que recogen las posibilidades de trabajo del psicólogo: conocimiento de procesos (imágenes y acciones) y diseño de programas (de intervención que inducen cambios y de evaluación que pretenden registrar efectos). En el eje de abscisas, se incluyen algunos de los problemas ambientales que merecen atención prioritaria. Entre estos, se han incluido los siguientes:
• Problemas relacionados con la ESTETICA AMBIENTAL y la calidad escénica de los lugares naturales (véase Kaplan y Kaplan, 1989).
• Problemas relacionados con la GESTION DE ESPACIOS NATURALES, que afectan tanto a la determinación de espacios protegidos, como al control de acceso , como, finalmente, a los recursos formativos e informativos de los espacios naturales (centros de interpretación, de apoyo, etc.). Una de las áreas estratégicas de mayor interés en la actualidad es, precisamente, la intervención del psicólogo en los trabajos previos para la elaboración de los Planes Rectores de Uso y Gestión (PRUG) de los espacios naturales protegidos y de los Planes de Ordenación de los Recursos Naturales (PORN). El capítulo de medio humano requiere estudios de dichos espacios como escenarios y plantaformas de actividad humana.
• Problemas relacionados con la CALIDAD AMBIENTAL y los procesos de degradación medioambiental (contaminación, incendios, etc.) con especial referencia a las dimensiones psicológicas y sociales de la evaluación de impacto ambiental.
• Las CONDUCTAS PROAMBIENTALES (conducta ecológica responsable), con especial referencia al uso y modificación del consumo de recursos naturales, tales como el agua, la energía, etc.
• Aspectos relacionados con la EDUCACION AMBIENTAL, en el que se incluye la referencia a los programas y recursos que desde los años 70 se han puesto en marcha con el objeto de mejorar la información y aumentar la toma de conciencia de la población sobre los problemas ambientales. Este ámbito, con todas las ambigüedades que en la actualidad presenta, constituye un referente inexcusable para el trabajo del psicólogo ambiental sobre aspectos del debate ecológico.
En función del cruce de ambos ejes aparecen posibles temas de investigación que ocuparían la agenda del psicólogo ambiental. Tan importante es la consideración de los trabajos desde el eje de abscisa (alcance y tipo de trabajo del psicólogo) como desde el de ordenada (relevancia de los problemas ambientales). Los ítems incluidos en las distintas cuadrículas de cruce son ejemplos de posibles temas de trabajo del psicólogo, y pueden ser modificados en función de los intereses teóricos o de los programas que se demandan.
Educación ambiental
Todos los miembros de la sociedad, en todas las etapas de su formación y sea cual fuere su actividad o profesión, deben enfrentarse a un contexto educacional, ya sea colegio, universidad, institutos, etc. Es precisamente en estos contextos en donde se inserta la educación ambiental. Esta no solo se preocupa de transmitir contenidos ecológicos, sino que también aborda temas que tienen que ver con la actitud ambiental de los sujetos en determinados espacios. Para esto el educador ambiental es fundamental, este educador el cual puede ser cualquier persona como por ejemplo un profesor o algún monitor a cargo, debe a través de su discurso fundamentado lograr que el oyente se motive a actuar sobre su medio.
Los escolares de nivel básico, son unos de los grupos donde hay que empezar ya con esta educación acerca del ambiente, debido a que en este nivel los niños se encuentran en una etapa de desarrollo adecuado para la formación de hábitos y actitudes que contribuyen al aprovechamiento y conservación de los recursos naturales y la protección del ambiente. Para así formar a adultos con un mayor grado de comprensión sobre la problemática ambiental y la forma de prevenirla o solucionarla. Además la educación ambiental de los escolares, no solo es absorbida por los alumnos sino que estos a su vez tienen un gran vínculo con sus familiares, en donde lo que aprenden en la escuela lo pueden compartir con las personas con quienes se interrelacionan, es decir, a partir de las actividades en la escuela pueden involucrar a la comunidad.
La descripción y análisis del ambiente escolar se ha visto influida por una corriente de investigación que ha ocupado el interés de los psicólogos ambientales. El estudio de las denominadas aulas abiertas. Esta corriente de investigación define el ambiente escolar utilizando el término de isomorfismo (semejanza en la forma). Este término hace referencia a la unidad eco-comportamental que implica una congruencia entre la forma del medio físico y la forma del comportamiento, por ejemplo: una clase en la que alumnos y profesor se sientan en círculo para leer en alto y debatir después sobre un tema.
El isomorfismo es una unidad ambiental que posee un tiempo y un lugar determinado; cuando este se modifica cambian también las limitaciones y posibilidades del comportamiento de los alumnos.
La definición de ambiente escolar, según esta perspectiva psicológica, implica la descripción de distintos ambientes escolares generados a partir de la interacción entre programas educativos y escenarios físicos donde se desarrollan; sin embargo los alumnos sujetos al mismo medio físico y programa educativo pueden mostrar conductas diferentes.
Los ambientes generados por los escenarios físicos y los programas educativos de las diferentes etapas educativas pueden ser denominados macroisomorfismos o ambientes dentro del sistema educativo general.
La distinción de ambientes escolares en función del nivel cognitivo, social y emocional de los alumnos, así como de sus necesidades y posibilidades, y de los programas educativos desarrollados ha permitido identificar características propias de los ambientes.
Las investigaciones llevadas a cabo focalizan su atención en el análisis de los efectos que producen los diferentes diseños escolares sobre el desarrollo cognitivo y social de los niños. El desarrollo de capacidades cognitivas y sociales se ha medido a través de la socialización, la autonomía y el comportamiento exploratorio de los niños.
Actitudes y Educación ambiental
En las últimas décadas se ha observado un aumento gradual de la sensibilidad social hacia la conservación y mejora del entorno. Esta mejora de la calidad ambiental está relacionada con la capacidad que tiene la persona de modificar e intervenir en el entorno y de los comportamientos específicos que mantiene con respecto a los elementos que lo componen. Estos comportamientos se ven influenciados por la cultura y dependen directamente del proceso educativo en que se ven enfrentados los individuos a lo largo de su vida. Por esto la educación ambiental puede desempeñar un importante papel en la solución de la crisis ambiental a través de la concienciación y a la sensibilización social.
Para ello se deben transmitir a los individuos los conceptos y vivencias necesarias que le permitan desarrollar y adquirir unas actitudes más responsables sobre las implicaciones de los distintos comportamientos del hombre frente al entorno, tanto natural como construido.
Normalmente cuando nos referimos a las actitudes de un sujeto describimos a una serie de dimensiones que determinan su forma de pensar, opinar y actuar. Estos componentes son tres: el componente cognitivo, afectivo y el conativo.
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