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El rapto secreto: 50 razones para no creerlo (página 2)

Enviado por Giovanni Giovanni


Partes: 1, 2, 3

Esa fue, sin embargo, tan sólo una dificultad técnica menor, si se la compara con las lagunas conceptuales que deja Walvoord en su exposición. En ocasiones, Walvoord no es muy explícito. El motivo de esto es que su trabajo no es una cartilla para alfabetizar a todo el mundo en la doctrina dispensacionalista: va dirigido, por el contrario, a un público muy bien determinado: aquellos evangélicos, incluyendo evangélicos dispensacionalistas, que no creen en el "rapto pretribulacionista". A ellos se dirige Walvoord con el objeto de convencerlos de la legitimidad de la teoría del "rapto secreto" antes de la gran tribulación. Este público sabe bien de lo que habla Walvoord, y es por eso que él no se siente en la obligación de aclarar todos los puntos que ya da por entendidos. Esta falta de claridad, sin embargo, podría causar confusión en un lector como yo, no evangélico y no "pretribulacionista", por lo que se hizo necesaria una revisión de la obra teológica de Walvoord, así como de otros autores dispensacionalistas, en busca de claridad.

Aunque no tengo a mi disposición ninguna obra impresa de Walvoord, el portal www.bible.org contiene una colección bien nutrida de la producción de este teólogo, que fue de una ayuda inestimable para llenar los vacíos de las "50 razones".

Siendo esta apenas una primera aproximación al estudio del "pretribulacionismo", presento el resultado de mi investigación en la espera de que sea una herramienta útil para encontrar la verdad.

50 razones para no creer en el rapto secreto

Problemas con el "argumento histórico"

1. Mientras el postribulacionismo apareció apenas en 2 Tesalonicenses 2, muchos en la iglesia primitiva creían en la inminencia del regreso del Señor, lo cual es una doctrina esencial del pretribulacionismo.

Walvoord comienza su exposición reclamando que existen argumentos históricos que avalan la legitimidad de la creencia en el "rapto secreto". En resumidas cuentas, el "postribulacionismo" enseña que la traslación de los redimidos al cielo ocurrirá después de la gran tribulación, en tanto el "pretribulacionismo" afirma que ocurrirá antes de ella.

Un lector adventista común, acostumbrado a hablar del "regreso del Señor", podría tener problemas para entender este primer argumento de Walvoord, pues lo que él llama "regreso del Señor" no es lo que para el adventista será la segunda venida de Cristo. Para Walvoord, "el regreso del Señor" no es lo mismo que el "día del Señor", sino un acontecimiento previo, el cual será silencioso, desapercibido y secreto, y en cambio el "día del Señor" será un evento de captación mundial. Para él, este "regreso del Señor" no será con poder y gran gloria, sino en secreto y gran silencio. Secreto, porque enseña que Cristo no será visto por nadie, sino que "raptará" a los cristianos fieles, quienes desaparecerán súbitamente para ser llevados sin que nadie lo sepa ("venida por la iglesia"). Después de eso, tras un periodo de siete años, el Señor bajará a la tierra con todos los redimidos a ejecutar el juicio de las naciones ("venida con la iglesia"). Así, para los pretribulacionistas, en realidad habrá una "primera" segunda venida, y siete años después una "segunda" segunda venida. Este último evento es lo que Walvoord identifica como el "día del Señor" mencionado en 2 Tes. 2:2, el cual entiende que será visible y audible.

Walvoord argumenta que los primeros cristianos habían sido "pretribulacionistas", y que para cuando Pablo escribe 2 Tesalonicenses, habían caído en el "postribulacionismo", por lo que el apóstol se esmera en corregirlos. Sin embargo, Walvoord sólo especula, pues si por un lado puede deducirse de la carta de Pablo que los tesalonicenses estaban teniendo ideas erradas acerca del momento del "día del Señor", no puede demostrarse de ningún modo que ellos hayan sido antes "pretribulacionistas", ni que Pablo esté enseñando esa doctrina.

Como veremos en este trabajo, el método de Walvoord se basa fundamentalmente en la mera especulación, proponiendo situaciones históricas y futuras que no le constan, pero que necesita para poder validar su posición.

2. El desarrollo detallado de la verdad pretribulacional durante los pasados dos siglos no prueba que la doctrina sea nueva o novedosa. Su desarrollo es similar al de las principales doctrinas en la historia de la iglesia.

Una doctrina es falsa no por el tiempo de su aparición, sino por su falta de argumentos bíblicos. Y el "rapto secreto" no tiene argumentos bíblicos. Tomemos como ejemplo el problema de la resurrección de los justos.

Para la escuela "pretribulacionista", los santos muertos deben resucitar para inmediatamente ser raptados, y así desaparecerán de la faz de la tierra mientras duren los siete años de la gran tribulación. En la tierra quedarán los injustos, más los judíos, quienes, junto con otros gentiles, tendrán una segunda oportunidad de salvación. Durante esos siete años tendrán que decidir entre aceptar a Cristo o seguir a la bestia. En el primero de los casos, serán llevados a muerte, pero resucitarán cuando terminen los siete años. Puesto que la profecía dice: "… y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años" (Apoc. 20:4), los "pretribulacionistas" concluyen que estos judíos conversos y martirizados se levantarán al final de esos siete años, cuando Cristo venga nuevamente acompañado con todos los santos que habían resucitado antes de la tribulación.

Pero hay un detalle muy importante: Apocalipsis 20:4 dice que esa resurrección es la "primera resurrección", dando a entender con esto que antes de eso no hay otro evento que califique como tal. En vista de ello, la primera resurrección pretribulacionista debe ocurrir… ¡antes de la primera resurrección bíblica!

John Walvoord abre su Biblia, lee que en Apocalipsis 20:4 ocurre la "primera resurrección", y sabe que debe resolver la contradicción. Ante esto, confiesa que "la tarea de dar una exposición de este capítulo es altamente complicada". Y especialmente al llegar al verso 4, declara que "es complicado por falta de especificidad".[2] Desde luego, le resulta complicado porque el pasaje niega la resurrección pretribulacional. Pero en lugar de apegarse al texto bíblico, prefiere buscar una explicación de cualquier manera, aunque tenga que especular. Así, llega a decir que tanto la resurrección "pretribulacional" como la "postribulacional" son ambas "la primera resurrección". Pero es extraño que la profecía omita por completo un asunto tan importante como la resurrección "pretribulacional", y en cambio declare de manera lapidaria que la primera resurrección es la que ocurre después de la gran tribulación. En una palabra: postribulacionismo. No puede decirse, entonces, que haya otra resurrección previa a la primera, pues de lo contrario la primera no sería la primera.

De esto se desprende que el "pretribulacionismo" contraría el discurso bíblico.

Problemas con la Hermenéutica

3. El Pretribulacionismo es la única visión que permite la interpretación literal de todos los pasajes del Antiguo y Nuevo Testamentos sobre la Gran Tribulación.

Falso. Si lo que le preocupa a Walvoord es la interpretación literal de las profecías relacionadas con la gran tribulación, ¿por qué irrespeta él esa literalidad en 1 Tes. 4:16? La profecía establece allí que Cristo vendrá "con trompeta de Dios". Para el investigador imparcial que lee la Biblia sin los anteojos del dispensacionalismo, la trompeta de Dios no es otra que la trompeta final, que anunciará la recompensa a los justos y el juicio a los injustos. Pero para Walvoord no es así. Para él no es realmente la final trompeta, sino "un llamado dirigido a los salvados, a aquellos que han confiado en el Señor Jesús".[3]

El "pretribulacionista" Thomas Constable cita a otros dos autores de su misma escuela que exponen: "No necesitamos suponer que San Pablo creyera que una trompeta real despertará y llamará a los muertos. El lenguaje es simbólico de acuerdo con las ideas apocalípticas del tiempo".[4]

¿Qué problemas tienen los "pretribulacionistas" con la literalidad de la trompeta? Muy sencillo: ellos creen que la venida de Cristo será un asunto secreto y por lo tanto los inicuos no podrán ver ni oír nada. Por eso, necesitan que la trompeta no la escuchen los malvados, sino sólo los que serán "raptados", de allí que prefieran entender que "trompeta" significa "llamado" y no un sonido de trompeta literal.

Así, se ve que el "pretribulacionismo" recurre a la interpretación simbólica de las profecías de la gran tribulación cuando así lo necesita.

Otra profecía relacionada con la tribulación es la de Apocalipsis 17, evento que, según Walvoord, "ocurre al principio de la gran tribulación".[5] Él explica la profecía de Babilonia la Grande de la siguiente manera: "Juan muestra que la visión de la destrucción de Babilonia representa a la falsa religión… el título de Babilonia la grande asignado a esta mujer no se refiere a Babilonia como ciudad o Babilonia como nación, sino como una designación religiosa".[6] Además, en un resumen que publicó acerca del Apocalipsis, declara: "Al igual que los libros del Antiguo Testamento de Daniel y Ezequiel, Apocalipsis usa figuras simbólicas y apocalípticas extensivamente".[7] De esta manera, él entiende que otras profecías de la gran tribulación deben interpretarse de manera simbólica y no literal, como la mujer vestida de sol de Apoc. 12, que interpreta como un "simbolismo" que representa "la gloria de Israel y su triunfo final sobre sus enemigos".[8] Allí mismo, el dragón escarlata que persigue a la mujer es para Walvoord una "representación del poder satánico", y el río que sale de la boca de la serpiente no es realmente un río, sino que "debe entenderse de manera simbólica", representando la persecución de los judíos por parte de Satán.[9]

Otras profecías de la tribulación las asume Walvoord como simbólicas, como la bestia de Apocalipsis 13 y 17, que para él no es una bestia, sino un imperio enemigo de Dios; y la imagen de la bestia, que "no es necesariamente una imagen de la bestia", pero que no sabe exactamente qué es.[10] Además, la estrella que cae del cielo a la tierra y las langostas que salen del abismo, son asumidas por él también como simbólicas.

En cuanto a los 144.000 sellados, ocurre un hecho curioso: Walvoord entiende que son judíos literales, pero no cree que sean literalmente 144.000. Para él, esa cantidad es sólo un concepto simbólico y reclama que se trata de una cifra mayor.[11]

Es evidente que para Walvoord las profecías de la tribulación son literales sólo cuando le convienen. En definitiva, miente él cuando asegura que el "pretribulacionismo" interpreta literalmente "todos los pasajes del Antiguo y Nuevo Testamentos sobre la Gran Tribulación".

Y en este juego arbitrario entre lo simbólico y lo literal, los significados pueden escurrírsele de las manos al dispensacionalismo. Por ejemplo, el significado del número de la bestia (Apoc. 13:18). Al respecto, el gran propulsor del "pretribulacionismo" en el siglo XIX, John Darby, llegó a declarar: "Confieso mi ignorancia en relación con el número seiscientos sesenta y seis. No puedo presentaros nada que me resulte satisfactorio. Hallamos que las palabras apostasía y tradición responden al número seiscientos sesenta y seis, pero no puedo decir nada positivo en este punto".[12]

John Walvoord, por su parte, viéndose incapaz de resolver el acertijo, intenta sacudirse el problema declarando: "Cualquiera que sea el significado más profundo del número, implica que este título referido a la primera bestia, obra maestra de Satanás, lo limita al nivel humano que está bien lejos de la deidad de Jesucristo".[13]

Pero con eso no nos está diciendo nada que no sepamos. Lo que hace Walvoord es eludir la tarea que se nos encomienda en Apocalipsis 13:18: "Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis". Se nos indica contar el número de la bestia, si es que tenemos sabiduría y entendimiento. Pero John Darby confiesa que fracasó en su intento de calcular el número de la bestia, y John Walvoord ni siquiera se atreve a intentarlo.

Pero no se trata de dos casos aislados, sino de la generalidad de los "pretribulacionsitas". Cyrus Scofield, Thomas Constable, Ray Steadman, J. Hampton Keathley, David Guzik, Bob Utley y otros autores "pretribulacionistas", se declaran incapaces de llevar a cabo esta tarea, argumentando que el asunto genera mucha confusión, y se conforman con la esperanza de que sólo podrá comprenderse en el futuro, cuando lleguen los siete años de tribulación. Pero si tomamos en cuenta la precariedad de la interpretación "pretribulacionista" acerca de los siete años de tribulación, podemos concluir acertadamente que, si continúan esperando que llegue ese momento para poder calcular el número de la bestia, en realidad nunca lograrán hacerlo.

Ron Daniels, otro "pretribulacionista" que confiesa su total incapacidad para calcular el número de la bestia, no tiene problemas en reconocer: "Desafortunadamente, no creo ser alguien con el entendimiento".[14] Consecuentemente, pues, si los "pretribulacionistas" confiesan su incompetencia para calcular el número de la bestia, no tienen realmente sabiduría ni entendimiento como lo declara la profecía. ¿Con qué autoridad entonces pretenden enseñarnos profecía?

4. El pretribulacionismo distingue claramente entre Israel y la Iglesia y sus programas respectivos.

Ese es precisamente uno de los más notables errores del dispensacionalismo. Hablar de "Israel" y de la "iglesia" como de dos entidades distintas para el tiempo del fin, es un error. En base a esta pretendida "distinción" entre iglesia e Israel, el dispensacionalista excluye a los cristianos de la mayor parte de las Escrituras, que entiende dirigidas únicamente a los judíos.

Pero, ¿no anuncia la profecía bíblica la restauración de Israel para el final de los tiempos? ¿No se refiere Pablo a esa restauración final en Romanos 9, 10 y 11? Sí, lo hace, pero no dice que Israel vaya a ser una institución paralela a la iglesia cristiana. Antes, lo niega, al decretar que el Israel de Dios queda conformado por ramas judías y gentiles, por medio de la sangre de Cristo.

"¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera" (Rom. 11:1). Walvoord apela a estas palabras para demostrar que el Israel natural será restaurado a su primogenitura en los últimos tiempos. Sin embargo, Pablo intenta explicar a los cristianos de Roma, es decir, cristianos gentiles, lo que ha de ocurrir con los judíos. La pregunta no es menos que lógica: si la iglesia es el pueblo de Dios, ¿quiere decir eso que los judíos han perdido la salvación? Pablo responde de la siguiente manera: "…los hijos de Dios no son los descendientes naturales; más bien, se considera descendencia de Abraham a los hijos de la promesa" (Rom. 9:8, NVI). Con esto, Pablo demuestra que la promesa divina trasciende a una nación en particular. Sobre todo una nación como Israel, pues Dios "soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción" (Rom. 9:22), esto es, la nación infiel. Pero ese mismo Dios ha preparado "de antemano" una gloria para los "vasos de misericordia", esto es, no sólo los judíos fieles, sino también los gentiles (vers. 23,24).

Puesto que no todo Israel fue fiel al pacto, sólo quedará de ellos un remanente que será salvo: "También Isaías clama tocante a Israel: Si fuere el número de los hijos de Israel como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo" (vers. 27). Un remanente judío que, junto con los fieles gentiles, habrá de heredar la gloria. Nótese que Pablo no habla de dos destinos diferentes, sino de la misma gloria para los judíos y gentiles fieles a Dios.

Pablo declara: "Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín" (Rom. 11:1). Decir que Dios haya desechado a los judíos significaría que Pablo mismo no podría ser salvo. Desde luego, su salvación nada tiene que ver con su linaje, sino con su relación personal con Cristo (Gál. 2:20) . Pablo se convirtió a Cristo, fue bautizado y se unió a la iglesia cristiana, y dedicó el resto de su vida a su edificación (Col. 1:24).

Pero, ¿sólo una porción de Israel será salva? Sí, porque "Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley…" (vers. 31,32). En otras palabras, el pueblo de Israel no alcanzó la ley de justicia que predicaba, por no tener fe y por confiar en sus propias obras. Y al decir "no la alcanzó" ("no lo lograron", DHH), Pablo decreta el fracaso de Israel como pueblo escogido. En vista de este fracaso nacional, Jehová Dios llama a otros a ocupar el lugar de la nación infiel. Este llamado lo reciben los gentiles, quienes pasan así a ser parte del Israel de Dios, sin distingo de raza: "Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan" (Rom. 10:12). En esta nueva realidad, el pacto ya no es con la descendencia biológica de Abraham, sino con todo aquel que acepte la invitación a las bodas. Así, la distinción que pretende hacer el "pretribulacionismo" entre judíos y gentiles es negada por Pablo.

Cristo ilustra el llamado a los gentiles con la parábola de la fiesta de bodas (Mat. 22:1-14), en la que el Rey, ante la indiferencia de los convidados (Israel), pide a sus siervos invitar "a cuantos halléis", y así se logra el festejo. Al aceptar la invitación, el gentil se hace heredero de la promesa hecha a Abraham. Deja de ser gentil y se vuelve parte del Israel de Dios. Es como si Israel fuera un olivo del que se desgajan algunas ramas infructuosas, y pasan a ser sustituidas por injertos de "olivo silvestre", y así el tocón del olivo silvestre puede decir que aquellas ramas infructuosas "fueron desgajadas para que yo fuese injertado" (Rom. 11:19).

Pablo demuestra así que el Israel de Dios está conformado por judíos y gentiles. No hay dos pueblos distintos con dos programas distintos, porque

…en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne. En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios (Ef. 2:11-19).

Así, el Israel de Dios no es la nación natural, sino el conjunto de creyentes redimidos por la sangre de Cristo, conformado por judíos y gentiles por igual. Los gentiles, que antes eran extranjeros, dejan de serlo una vez que aceptan a Cristo, y pasan a gozar de la ciudadanía de Israel. Es por eso que Pablo les dice a los Gálatas:

Todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa (Gálatas 3:27-29).

No hay, pues, dos pueblos de Dios ni dos programas distintos para judíos y gentiles. Hay un solo Israel, el espiritual, conformado por judíos y gentiles redimidos por la misma sangre, circuncidados del corazón y herederos de la misma promesa, con una misma salvación, un mismo Señor, una misma fe y un mismo bautismo.

Quien enseñe otra cosa, está enseñando "otro evangelio".

Naturaleza de la tribulación

5. El pretribulacionismo mantiene distinción en las escrituras entre la Gran Tribulación y en la tribulación en general que le precede.

También lo hace el "postribulacionismo", pues la tribulación del cristiano es parte de su vida a causa del Nombre (Juan 16:33). De modo que la distinción entre la "tribulación general" de siempre y la futura "gran tribulación" ni es exclusiva del "pretribulacionsimo", ni le da mérito alguno a esa doctrina.

6. Los pretribulacionistas interpretan apropiadamente la Gran Tribulación como el tiempo de preparación para la restauración de Israel (Deut. 4:29-30; Jer. 30:4-11). El propósito de la Tribulación no es preparar la iglesia para la gloria.

Cierto, esa es la interpretación del "pretribulacionismo" acerca de la gran tribulación. Pero el hecho de que lo interprete así, no significa que lo haga "apropiadamente".

En la interpretación dispensacionalista de la gran tribulación y los eventos subsiguientes, surgen elementos interesantes relacionados con el panorama profético que merecen nuestra atención. Primero, detallemos el cuadro de la tierra al terminar la tribulación, de acuerdo con la interpretación literal que el "pretribulacionismo" hace de la profecía: lo primero que señala son los siete sellos, que traen guerras que provocan una "gran pérdida de vidas", según palabras de Walvoord.[15] Luego, basándose en Apoc. 6:7,8 predice la muerte de la cuarta parte de la humanidad. Si tal mortandad ocurriera en estos momentos, cuando somos más de seis mil millones de habitantes en todo el planeta, la cuarta parte de los hombres representaría más de mil quinientos millones de muertos a un mismo tiempo. Walvoord comenta al respecto que "…nunca antes desde los tiempos de Noé se ha consumado un juicio tan devastador que destruya un cuarto de la población mundial de un solo golpe".[16]

Pero, de acuerdo con los "pretribulacionistas", los que logren escapar de esta terrible mortandad, no tendrán garantizada la supervivencia. Se nos introducen dos terremotos mortíferos en Apocalipsis, que Walvoord interpreta como un solo terremoto descrito de dos maneras diferentes. En Apoc. 6:12-14 dice que mueve las islas y las montañas de su lugar. No hace falta mucha imaginación para estimar la mortandad que semejante movimiento, de ser literal, pudiera provocar entre isleños y montañeses en todo el mundo. Luego, en Apoc. 16:18, se dice que la séptima plaga trae "un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande, cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra" (vers. 18). El "pretribulacionismo" describe los efectos de este portentoso terremoto:

El movimiento de las islas y las montañas mencionado en [Apocalipsis] 6:14 como resultado del sexto sello es llevado aquí [en Apocalipsis 16] a una conclusión más violenta, aparentemente con toda la tierra cambiando radicalmente su apariencia. Tal juicio causa indudablemente una gran pérdida de vidas y la interrupción de la organización mundial tal como pueda haber permanecido hasta ese momento.[17]

No es para menos. Ante las proporciones globales de tan terrible movimiento tectónico nunca antes ocurrido en toda la historia, no sólo es comprensible que toda la civilización se desmorone, sino que apenas puede comprenderse que alguien sobreviva.

Pero si el cuadro que se nos presenta hasta ahora no luce lo suficientemente terrorífico, el "pretribulacionismo" nos presenta otros asesinos globales que devastarán la civilización, como la lluvia de granizo, fuego y sangre, que destruirá toda la hierba de la tierra y la tercera parte de los árboles (Apoc. 8:7). Walvoord asegura que esta lluvia no sólo afectará la vegetación sino también a los hombres y a las bestias.[18] Además, una montaña que cae en las aguas y las convierte en sangre destruye la tercera parte de los animales acuáticos y la tercera parte de los barcos, indudablemente con toda su tripulación y pasajeros (Apoc. 8:8,9). Un cometa que caerá en las aguas las convierte en ajenjo, causando la muerte a "muchos hombres" (Apoc. 8:10,11). Luego se produce una mortandad de "la tercera parte de los hombres" (Apoc. 9:18), evidentemente refiriéndose a la cantidad de hombres que han sobrevivido a los juicios previos. Walvoord describe este juicio como un "atroz derramamiento de sangre".[19] Retomando nuestro ejemplo con los más de mil quinientos millones de muertos por el cuarto sello, este cometa provocaría una mortandad simultánea de otras mil quinientos millones de personas adicionales.

Las aguas del mar se convierten como en sangre de muerto, matando a todo ser viviente (Apoc. 16:3). Walvoord asegura que no será solamente en el mar Mediterráneo que esto sucederá, sino en "todas las grandes masas de agua",[20] con lo que extiende el radio de acción de esta plaga a todo el planeta. Lo mismo sucederá con los ríos.

Y así, Walvoord predice que la humanidad será sacudida por estos juicios divinos que afligirán a los seres humanos durante los siete años de la gran tribulación, dejando un saldo de destrucción sólo comparable al que la generación del siglo XX imaginó durante la paranoia de la Guerra Fría.

En suma, más de la mitad de la población mundial será destruida por estas plagas, afectando también el medio ambiente y las obras del hombre de manera irreversible.

Y justo cuando pensábamos que las cosas no podían ir peor, sobreviene Armagedón. Nuestro autor pasa a describir el final de la batalla de Armagedón de acuerdo a su comprensión de Apocalipsis 16:

En adición al gran terremoto que es el principal medio de juicio divino en la séptima copa, el versículo 21 registra una gran granizada en la que cada piedra pesa cerca de un talento… parece ser que el peso de un talento son cien libras [45 kg] y representan todo lo que un hombre puede cargar normalmente. Tal granizada del cielo cayendo sobre los hombres tendría un efecto devastador y destruiría mucho de lo que quedó en pie tras el terremoto. Es un juicio comparado a la destrucción de Sodoma y Gomorra, pero extendiéndose sobre la tierra entera.[21]

¿Qué quedó de Sodoma y Gomorra? Nada. Así sucederá con "la tierra entera" después de Armagedón, justo antes del milenio, según explica la teoría "pretribulacionsita". Y así como en Sodoma y Gomorra todo fue destruido, así quedará la tierra destruida, y todas las obras de los hombres reducidas a polvo y cenizas. Por si fuera poco, a los inicuos que a duras penas logren sobrevivir a esta hecatombe universal, todavía les aguarda una escena justo al término de los siete años de tribulación: la "segunda" segunda venida del Señor, momento cuando todos los impíos sobrevivientes serán destruidos con la espada de su boca. Y así, nada de lo que hoy conocemos permanecerá.

En Apoc. 14:20 se describe la destrucción de los inicuos en los siguientes términos: "Y fue pisado el lagar fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos, por mil seiscientos estadios", esto es, por 300 kilómetros. La mortandad que dejará toda esta destrucción apenas si podemos visualizarla hoy desde la comodidad de nuestro hogar.

Pedro incluso es lo suficientemente gráfico en su descripción del "día del Señor":

Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! (2 Pe. 3:10-12).

Todas las cosas serán "deshechas", quemadas, fundidas. Tanto los elementos naturales como las obras del hombre: puentes, casas, industrias, rascacielos, acueductos, represas, carreteras, etc. Todo quemado y reducido a cenizas. Es un cuadro muy bien pintado por la escatología evangélica.

Ahora bien, según nos explica Walvoord, después de toda esta terrible destrucción general, llega el milenio. Asegura que en este periodo habrá "un suministro generoso de alimentos" y una "era general de prosperidad como el mundo nunca la ha conocido",[22] y promete: "Los muchos factores que producen pobreza, dolor, y desigual distribución de los bienes serán en gran parte inexistentes en el milenio. Los problemas laborales que ahora acosan a todas las naciones se resolverán, y todos recibirán una justa compensación por su trabajo".[23] Será, en definitiva, la edad de oro con la que habían soñado todos los utopistas de la historia.

Pero es aquí donde se plantea el problema. ¿Cómo, en un mundo completamente destruido y devastado podrá garantizarse semejante prosperidad? ¿Cómo se llegará a tal bonanza cuando el mundo organizado hasta entonces ha desaparecido por completo? No hay infraestructura; no hay medios de producción; no hay materias primas; no hay tecnología; no hay medios de transporte. ¡Ni siquiera hay agua potable!

Lo primero que deberán afrontar los sobrevivientes es el problema de los miles de millones de cadáveres que quedarán sobre la faz de la tierra y en las aguas, así como las megatoneladas de escombros, fierros retorcidos y fundidos, y todas las ruinas de las grandes obras de ingeniería del hombre que quedarán reducidas a chatarra. Si la tribulación ocurriera en este momento, unas seis mil millones de personas muertas cubrirían la superficie terrestre, amontonados unos sobre otros, sin mencionar los miles de millones de animales terrestres y acuáticos que también serán víctimas de la hecatombe. Es cuestión de horas antes de que la escena empeore: el hedor de los cadáveres en descomposición, las moscas, los gusanos. Es un cuadro demasiado desalentador para los sobrevivientes. ¡Es una gran tribulación después de la gran tribulación! ¿Cómo resolverán semejante caos? Walvoord no nos lo explica, ni ningún otro autor "pretribulacionista".

Luego vendrá el problema de la producción. Con todos los medios de producción del mundo destruidos, con toda la tecnología del mundo reducida al polvo, sin medios de transporte, sin redes comerciales, sin fuentes de agua potable, sin semilleros, ¿cómo se logrará la producción y distribución de los bienes? ¿Cómo se logrará la seguridad alimentaria en un mundo cuya infraestructura ha quedado completamente en ruinas? ¿Cuánto tiempo ha de transcurrir antes de que llegue la primera cosecha? ¿Cuánto tiempo pasará antes de que las primeras plantas maduren y rindan frutos? ¿De qué vivirán los hombres mientras ese momento llega?

¿Podemos imaginar siquiera la terrible situación que les aguarda a los judíos que sobrevivan al Armagedón y a las plagas? Para ser francos, si a los judíos de la tribulación les toca heredar semejante caos, teniendo que enterrar los restos de sus enemigos, y trabajar sin maquinarias ni herramientas, sin alimentos, ni medicamentos, sin hospitales, sin cama, ni techo, podemos concluir que los judíos estarán entonces en la situación más adversa y funesta que jamás les haya tocado vivir, incluyendo la esclavitud en Egipto, la cautividad babilónica, la invasión romana, y el holocausto nazi.

Otros elementos del milenio dispensacionalista no son menos inquietantes. Al hablar Walvoord del fin de los problemas laborales y de la "justa compensación" para los trabajadores, ¿quiere decir que habrá clases sociales como la clase trabajadora y la clase empresarial? ¿Quiere decir además que habrá dinero para pagar salarios justos a los trabajadores? ¿Economía de mercado? ¿Bancos? Nada de esto se nos aclara, pero se da a entender. Por otra parte, cuando Walvoord declara que el crimen irá disminuyendo, ¿no implica esto que el crimen continuará? Y cuando dice que habrá protección de las minorías, ¿no implica que continuará la segregación social, contra la cual deberá intervenir el gobierno? ¡Y todo eso ocurrirá bajo el reino de Cristo!

7. Ningún pasaje del Antiguo Testamento sobre la Tribulación menciona a la Iglesia. (Deut. 4:29-30; Jer. 30: 4-11; Dan. 8:24-27; 12:1-2).

Eso es porque Walvoord olvida que las promesas de la Biblia hechas al Israel natural, son heredadas por el Israel espiritual compuesto por gentes de todas las naciones: "Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa" (Gál. 3:28,29). Así, mientras el dispensacionalismo declara que hay distinción, la Biblia declara que no hay distinción alguna.

8. Ninguno de los pasajes del Nuevo Testamento sobre la Tribulación menciona a la Iglesia. (Mat. 13:30; 39-42, 48-50; 24:15-31; 1 Tes. 1:9-10; 5:4-9; 2 Tes. 2:1-11; Rev. 4-18).

Veamos si nuestro Señor apoya ese argumento:

Oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores. Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre… Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin. Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes. El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa. Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo; porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados (Mat. 24:6-9; 13-22)

¿Ignora Walvoord que Cristo está hablando a su iglesia, que en ese momento estaba conformada por los discípulos? Como puede leerse en las palabras de nuestro Señor, los cristianos deberán huir de la tribulación. Pero si deben huir, es porque estarán en medio de ella. Si en realidad han de estar en el cielo, las palabras de Cristo pierden todo significado. Ellos estarán aquí para oír los rumores de guerras, para ver las hambrunas y los terremotos, para ver a los falsos profetas, y para padecer persecución. Es por eso que el Señor les insta a huir.

Para demostrar que Mateo 24:15-31 se refiere exclusivamente a los judíos, Walvoord argumenta que "su contexto es definitivamente judío. La señal dada es la abominación desoladora conectada con la profanación del templo judío de aquel tiempo. Se dan instrucciones para que los que estén en Judea huyan a los montes, otra indicación de que se refiere a los israelitas".[24]

La falacia de esta aseveración se deja ver por el registro de la historia: quienes se salvaron de la destrucción no fueron los judíos, sino los cristianos quienes, "recordando la admonición del Señor, abandonaron la ciudad destruida a buen tiempo y huyeron al pueblo de Pella en Decápolis, más allá del Jordán, al norte de Perea, donde el rey Herodes Agripa II, ante quien estuvo Pablo una vez, les dio asilo seguro".[25] A diferencia de los cristianos, más de un millón de judíos murieron en el sitio, y casi cien mil fueron llevados cautivos.[26]

Esto demuestra que aunque el marco de la profecía era Jerusalén, el anuncio fue dado a la iglesia y no al Israel natural. Así, nuestro Señor desmiente la teoría "pretribulacionista".

Pero Walvoord intenta otro argumento para demostrar que Cristo en realidad se refería a los judíos: "Se hace referencia al sábado, una institución judía (Mat. 24:20) y se les dice que oren para que su huida no sea en sábado…".[27] Pero este es un argumento completamente artificial y falso. ¿Dónde dice la Biblia que el sábado sea una institución judía? En ninguna parte, porque fue instituido en el Edén, siglos antes de que existiera un solo judío (Gén. 2:1-3). De esta manera, la mención del sábado sólo demuestra que los cristianos no deben huir en sábado, porque al igual que el resto del decálogo, está todavía vigente, y aplicará a la última generación de cristianos, quienes evidentemente son los que "guardan los mandamientos de Dios y tienen la fe de Jesús" (Apoc. 14:12).

En cuanto a los pasajes que él cita y que asegura no se refieren a la iglesia, podemos ver que:

  • 1. En Mateo 13 no se plantea ninguna distinción entre Israel y la iglesia, pues allí sólo se habla del reino de Dios, que evidentemente está compuesto por un solo pueblo, un solo cuerpo, en que crecen por igual el trigo y la cizaña. En la explicación que hace Cristo en los vers. 39-42, no habla de Israel y la iglesia como de dos grupos diferentes. La única distinción que plantea Cristo es cuando habla de "los hijos del reino" y "los hijos del malo", que tienen lógicamente dos destinos diferentes. En los versículos 48-50 también se hace distinción entre "los malos y los justos", no entre "Israel" y "la iglesia".

  • 2. En Mateo 24 y 25 tampoco se establece ninguna distinción entre Israel y la iglesia. La única distinción planteada es nuevamente entre los justos que serán cosechados para el reino (Mat. 25:31) y los malos que serán cortados (vers. 41). En este momento no hay espacio para la tribulación, lo que demuestra que la tribulación es ya pasada, como el resto de los eventos antes de la segunda venida. Así como en los tiempos de Noé, cuando unos fueron salvados y otros fueron dejados afuera (vers. 37-42), así sucederá al final: los hijos de Dios serán tomados para vida, y los hijos del malo serán dejados para muerte. ¿Dónde esperamos estar nosotros?

  • 3. En 1 Tesalonicenses 1:9,10 y 5:4-9, tampoco se menciona a la iglesia ni a Israel. Y Pablo, que habla a cristianos, ¿no debió aclarar que estaba refiriéndose a judíos y no a cristianos? Si la gran tribulación es sólo para judíos y no para cristianos, ¿qué sentido tenían todas las amonestaciones de Pablo a los cristianos para el tiempo del fin? Dice allí que Dios nos libra de la ira venidera, pero no dice nada de un "rapto secreto", ni dice que esa liberación sea anterior a la segunda venida. Eso sólo lo infiere Walvoord sin ninguna prueba. Pablo demuestra, por el contrario, que esa liberación ocurrirá cuando el Hijo venga "de los cielos", es decir, en su segunda venida en gloria y majestad (1 Tes. 1:10). No antes.

  • 4. En 1 Tes. 5:4-9 tampoco se menciona a la iglesia, ni a la nación de Israel, ni se hace distinción entre uno y otro grupo, excepto para referir la persecución que los cristianos de Judea estaban padeciendo de manos de los judíos (1 Tes. 2:14).

  • 5. Finalmente, en Apocalipsis 7 se menciona a "Israel". Pero, ¿se trata del Israel natural? No, del mismo modo que en ese libro las naciones de "Sodoma", "Egipto" y "Babilonia" no tienen un significado literal.

Si fuera cierto lo que Walvoord pretende, ¿por qué en ninguno de estos pasajes se hace la distinción entre "Israel" e "iglesia" que el dispensacionalismo tanto necesita?

9. En contraste con el midtribulacionismo, la visión pretribulacional provee una explicación adecuada del principio de la Gran Tribulación en Apocalipsis 6…

Falta demostrar que la suya sea una "explicación adecuada" de Apocalipsis 6, en vista de que se trata de una interpretación futurista, que desvía la atención del verdadero anticristo y de la verdadera raíz del problema: la violación de la ley de Dios.

…El Midtribulacionismo queda refutado por la clara enseñanza de la Escritura de que la Gran Tribulación comienza mucho antes de la séptima trompeta de Apocalipsis 11.

Apocalipsis podrá refutar el "midtribulacionismo", pero no apoya en lo más mínimo tal idea como el "pretribulacionismo". La refutación del "midtribulacionismo" no valida para nada el "pretribulacionismo", interpretación igualmente errónea y antibíblica, porque ambas destruyen la explicación angélica de la profecía de las 70 semanas de Daniel 9, arrancando la última semana

10. La distinción apropiada es mantenida entre las trompetas proféticas de la Escritura por el Pretribulacionismo. No hay buena base para el argumento principal del midtribulacionismo de que la séptima trompeta del Apocalipsis sea la última trompeta porque no hay conexión establecida entre la séptima trompeta de Apocalipsis 11, la última trompeta de 1 Corintios 15:52, y la trompeta de Mateo 24:31. Son tres eventos distintos.

Aunque sea cierto que la séptima trompeta de Apocalipsis 11 no es la misma de Mateo 24:31 y 1 Cor. 15:52, definitivamente no es cierto que la trompeta de Mateo 24:31 no sea la misma de 1 Cor. 15:52, pues ambas describen el mismo acontecimiento: la cosecha de todos los redimidos.

Walvoord cree que la trompeta de 1 Corintios 15:52 "sonará" silenciosamente, y la ubica en la "primera" segunda venida, es decir, siete años antes de la "segunda" segunda venida. Eso lo concluye porque Pablo habla allí de la resurrección de los justos y la transformación de los cuerpos, eventos que, según el "pretribulacionismo", ocurrirán al momento del "rapto secreto". En cambio, como la trompeta de Mateo 24:31 anuncia el juicio de las naciones, Walvoord concluye que eso sucederá después de los siete años de la gran tribulación.

Contrariando esta conclusión, Pablo dice que la trompeta de 1 Cor. 15:52 es la "final trompeta". Final: (gr. e?´s?at??), última, postrera.

¿Qué argumentos bíblicos presenta Walvoord para asegurar que la "última trompeta" no será realmente la "última"? Ninguno. Él se limita a sentenciar: "Sólo porque se haga mención de la última trompeta en 1 Corintios 15 no significa que sea la última trompeta en todo el programa de Dios".[28] Espera él que, aunque la Biblia declare que esa es la "última trompeta", si él dice que no lo es, le creamos a él. Siguiendo su particular método especulativo, podríamos cuestionar casi cualquier profecía, y así concluiríamos, por ejemplo, que sólo porque se diga que vendrá la mayor tribulación de la historia, no significa que sea la mayor tribulación de la historia en todo el programa de Dios. ¡Absurdo!

En lugar de basarse en la Biblia, Walvoord cita un caso cotidiano del Seminario Teológico de Dallas, donde dice él que suena una infinidad de timbres durante el día, y a veces los alumnos no saben con certeza cuál es el timbre que anuncia el final de una clase. Argumenta que el timbre que anuncia el final de una hora de clase precede al timbre que anuncia el inicio de la siguiente clase. Y así, el timbre final de una clase no es de modo alguno el último timbre que vaya a sonar en el Seminario. La lógica de Walvoord concluye, pues, que la "última trompeta" de la Biblia no puede ser la última trompeta porque en el Seminario de Dallas suenan muchos timbres.

¿Pensará Walvoord acaso que en el "programa completo de Dios" habrá varios juicios finales sucesivos, que deban ser anunciados cada uno con su respectiva "trompeta final"? Pues sólo si hubiera una serie de juicios finales consecutivos, como son consecutivas las clases en el Seminario de Dallas, tendría sentido su analogía. Pero como la Biblia enseña que en el juicio final Jehová "hará consumación; no tomará venganza dos veces de sus enemigos" (Nah. 1:9), toda la analogía de Walvoord se desbarata.

Así, pues, queda evidenciado que la resurrección de los justos no ocurrirá siete años antes de la manifestación gloriosa del Hijo, sino justamente en ese momento, en la "final trompeta", y que esa "final trompeta" que anunciará el único Juicio final de la historia, necesariamente tiene que ser única.

11. Los pretribulacionsitas defienden la unidad de la septuagésima semana de Daniel. En contraste, el postribulacionismo y el midtribulacionismo destruyen la unidad de la septuagésima semana de Israel y confunden el plan de Israel con el de la Iglesia.

Interesantemente, Walvoord acusa a otros de romper la unidad de la última semana de la profecía, como si él mismo no rompiera, de manera injustificada, la unidad y continuidad de las 70 semanas, al separar la última semana de las 69 anteriores y catapultarla hacia el futuro, asegurando que, mientras las primeras 69 semanas se cumplieron en la antigüedad, la semana septuagésima no se cumplirá sino hasta final de los días. ¿Cómo justifica él esta medida? Veamos.

En Daniel 9:27 leemos: "Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda…".

¿Quién es este personaje que haría "el pacto con muchos"? La Biblia no nos deja lugar a la duda: "esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados" (Mat. 26:28).

Sin embargo, Walvoord objeta que Cristo no puede cumplir con esta profecía, porque su ministerio no duró siete años: "no hay ningún periodo de siete años relacionado con Cristo que provea el cumplimiento de todo el pasaje".[29]

En el diagrama profético adventista, la última semana se ubica entre los años 27 y 34 de nuestra era. Puesto que Cristo no estaba en la tierra en el año 34, ¿podemos afirmar que el argumento de Walvoord acerca de los siete años es válido? No, porque la profecía no dice que el personaje allí mencionado deba hacer algo al final de esa semana: su obra es localizada específicamente "a la mitad de la semana", lo que nos ubica en el año 31. Urías Smith explica al respecto:

Como [Cristo] inició su ministerio en el otoño del año 27, su primera Pascua ocurrió en la primavera del 28; la segunda en 29; la tercera en el año 30; y la cuarta y última, en el 31. Esto nos da tres años y medio para su ministerio público, y corresponde exactamente a la profecía que exige que sea cortado a la mitad de la semana septuagésima. Como esa semana de años empezó en el otoño del año 27, la mitad de la semana llegará tres años y medio más tarde, o sea en la primavera del 31, cuando se produjo la crucifixión.[30]

Por lo tanto, Cristo satisface perfectamente el cumplimiento de esta profecía, y esta primera objeción de Walvoord no aplica.

Pero Walvoord tiene otra carta bajo la manga: "los sacrificios no cesaron sino hasta el año 70 DC, unos cuarenta años más tarde", y entonces concluye que Cristo realmente no hizo "cesar el sacrificio y la ofrenda". Quiere decir él que, como los judíos siguieron con sus sacrificios en el templo hasta la interrupción del año 70, eso demuestra que Cristo no hizo cesar el sacrificio y la ofrenda.

Contrario a esta pretensión, Pablo demuestra que Cristo sí hizo cesar los sacrificios y las ofrendas en la cruz:

…entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí. Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley), y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último (Heb. 10:5-9).

¿Cuándo fue que se decretó ese cambio en la ley? Pablo lo expresa a continuación: "mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre" (vers. 10). Sí, fue exactamente en el momento en que Cristo expiró. Por eso, cuando la mano invisible rasgó el velo que dividía el lugar santo del santísimo, no hizo sino confirmar el terminus ad quem del sistema sacrificial judío y la expiración de los servicios del templo terrenal en el plan de redención (Mat. 27:51).

Al comentar la profecía del "nuevo pacto" anunciada siglos atrás por Jeremías, Pablo concluye sin mayores problemas: "Al llamar «nuevo» a ese pacto, ha declarado obsoleto al anterior; y lo que se vuelve obsoleto y envejece ya está por desaparecer" (Heb. 8:13, NVI). En otras palabras, Pablo explica que la caducidad del antiguo pacto anunciada por Jeremías, había tenido su cumplimiento en la cruz. Se confirma de esta manera que Cristo sí hizo cesar el sacrificio y la ofrenda, al presentar un mejor sacrificio que aquellos (Heb. 9:23). De modo que, aunque los judíos continuaron con sus sacrificios, eran sacrificios completamente inútiles en el plan de salvación.

John F. Walvoord asegura que el cese de los sacrificios en realidad será en el futuro, durante la septuagésima semana, cuando los judíos reconstruirán el templo y restituirán el sistema de sacrificios, al tiempo que pactarán con un gobernante mundial, quien después de tres años y medio los traicionará, y suspenderá los sacrificios como en el pasado lo hiciera Antíoco Epífanes. Para justificar esta historieta, Walvoord niega que Cristo satisfaga los requerimientos de la profecía, y asegura que la septuagésima semana no se ha cumplido todavía. Entonces decide que lo que hay que hacer con ella es despegarla de las 69 semanas precedentes, y lanzarla hasta el final de los tiempos. A esto se conoce como la "teoría de la brecha", que quiere decir que entre la semana 69 y la 70 se produce una brecha histórica que llega hasta la segunda venida de Cristo a la tierra. No obstante, ¿qué argumentos bíblicos presenta Walvoord para justificar esta amputación sui generis del tiempo profético? ¿Qué evidencia, modelo o paralelismo bíblico ofrece para validarla? Ninguno. En toda la Biblia nunca se da cabida a una "brecha" para los periodos proféticos, que son siempre matemáticamente exactos, continuos y completos. Cercenar las 70 semanas para ubicar las primera 69 en el pasado, y catapultar la última hacia el futuro, dejando una "brecha" de por medio, es una medida arbitraria y sin fundamento, que destruye la uniformidad y claridad de la profecía.

Por otro lado, ¿cómo se explica que la mencionada "brecha" no se trate de una simple rendija de algunos años, sino de milenios? En realidad, esta pretendida "brecha" ¡cuadriplica en duración a las setenta semanas completas! No se trata de una mera "brecha": ¡es todo un abismo histórico!

La única "brecha" aquí la tiene el sistema dispensacionalista, que está evidentemente perforado con hoyos epistemológicos por donde se le escapan la lógica y el buen sentido.

Naturaleza de la Iglesia

12. La transposición de la Iglesia nunca se menciona en ningún pasaje que hable de la segunda venida de Cristo después de la Tribulación.

¿Y dónde dice que será antes?

Cuando Cristo habla de su segunda venida dice claramente: "vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis" (Juan 14:3). Esto demuestra que la trasposición de los santos se efectuará en la segunda venida de Cristo, no antes de la tribulación. El problema es que Walvoord, prejuiciado con la hipótesis de la "brecha" de siete años, producto de pura especulación, cree que habrá dos segundas venidas de Cristo, lo que desde luego es un adefesio hermenéutico sin fundamentación.

13. La iglesia no está para la ira. (Rom. 5:9: 1 Tes. 1:9-10; 5:9) La Iglesia por lo tanto no puede entrar "el gran día de su ira" (Apocalipsis 6:17)

¿Estuvieron para la ira los israelitas en Egipto? No, porque Jehová no dejó entrar al heridor en las casas de los hebreos (Éxodo 12:23). No tuvieron que ser raptados para escapar de los juicios de Dios. Del mismo modo, la última generación de cristianos será protegida de las plagas al final de los días. Aunque el mundo inicuo desfallezca de hambre y sed, no será así con el cristiano: "fortaleza de rocas será su lugar de refugio; se le dará su pan, y sus aguas serán seguras" (Is. 33:16).

En cuanto a Romanos 5:9 ("por él seremos salvos de la ira"), Walvoord razona que esto demuestra que los cristianos deberán ser evacuados antes de la tribulación.[31] Sin embargo, es evidente que está forzando el pasaje, pues no hay nada allí que demuestre ni sugiera un "rapto secreto". Todo lo que dice Pablo es que Dios protegerá a su pueblo para que no sea tocado por las plagas.

Cuando Pedro declara "sabe el Señor librar de tentación a los piadosos" (2 Pe. 2:9), Walvoord vuelve a concluir que se refiere al mencionado "rapto secreto". No obstante, para empezar, allí no está hablando de las plagas, sino de la tentación general a que son sometidos los hijos de Dios (comp. 1 Cor. 10:13). Por otro lado, el verbo griego empleado allí para "librar" es ???´?µa?, que Pablo emplea en 2 Tim. 4:17 para decir que fue "librado de la boca del león", no queriendo decir con esto que haya sido raptado, sino simplemente que el tribunal falló en su favor y salvó la vida. Sí, Pablo fue librado, incluso estando en medio de sus captores, sin necesidad de ser raptado.

La razón de que el pueblo remanente no pasará por la ira de Dios no es porque haya de estar ausente, sino porque, estando presente, se cumplirá la promesa divina:

Él te librará del lazo del cazador,

de la peste destructora.

Con sus plumas te cubrirá,

y debajo de sus alas estarás seguro;

escudo y adarga es su verdad.

No temerás el terror nocturno,

ni saeta que vuele de día,

ni pestilencia que ande en oscuridad,

ni mortandad que en medio del día destruya.

Caerán a tu lado mil,

y diez mil a tu diestra;

mas a ti no llegará.

Ciertamente con tus ojos mirarás

y verás la recompensa de los impíos (Sal. 91:3-8)

No hay ningún "rapto secreto" mencionado allí, ni en ninguna otra parte. La promesa es protección en medio de las plagas, tal como ocurrió en Egipto. Y esa es la promesa que anida en el corazón del creyente, la misma que han guardado todos los hijos de Dios en todos los tiempos.

En cuanto a la ira mencionada en Romanos 5 y 1 Tesalonicenses, evidentemente se refiere al castigo final de los enemigos de Dios (Rom. 2:8), ya que se habla de la salvación de los hijos de Dios, cuando los inicuos serán echados en el lagar de la ira de Dios y serán aniquilados para siempre (Sal. 21:9; Sal. 34:16; Apoc. 19:15).

14. La iglesia no será tomada por sorpresa en el día del Señor (1 Tes. 5:1-9), el cual incluye la Tribulación

¿Por qué la iglesia no será tomada por sorpresa? ¿Será acaso porque estará en el cielo y verá de lejos lo que está ocurriendo abajo en la tierra, como pretende Walvoord? Pablo nos da la respuesta: "Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os coja como ladrón" (1 Tes. 5:4). O como lo vierte la versión La Palabra de Dios para Todos: "Pero ustedes, hermanos, no están viviendo en la oscuridad como para que ese día los tome por sorpresa como un ladrón". En otras palabras, la iglesia no será tomada por sorpresa porque estará atenta a las señales y se preparará para recibir al Señor en el aire.

Esto demuestra que la última generación de cristianos presenciará la tribulación. Es por eso que Cristo oró: "No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal" (Juan 17:15). La oración de Cristo es, pues, que su iglesia sea preservada del mal mientras está aun en la tierra, no que sea sacada del mundo mientras llega el mal a los infieles. Interesantemente, Walvoord no hace un solo comentario acerca de este pasaje.

Al contrario de lo que pretende el "pretribulacionismo", lo que realmente refutan las palabras de Pablo en 1 Tes. 5:4 es precisamente la teoría del "rapto secreto", ya que esta idea dice que el arrebatamiento será un evento repentino, simultáneo e inesperado. Pero Pablo dice claramente que no lo será, porque los hijos de Dios estarán atentos a las señales de los tiempos.

15. En Lucas 21:36 se menciona la posibilidad de que escape el creyente.

¿Cuál creyente? ¿El judío o el cristiano? Walvoord es inconsecuente, pues después de declarar que las palabras de Cristo en Mateo 24 y Lucas 21 se refieren a los judíos que pasarán por la tribulación,[32] ahora pretende que Lucas 21:36 se refiere a los cristianos, porque dice que "escaparán", y ese escape lo interpreta él como el "rapto secreto". ¿Querrá decir él que los judíos no escaparán? Lógicamente, si el escape de Lucas 21:36 es sólo para la iglesia, entonces eso significa que los judíos no escaparán de la ira. Pero si Lucas 21:36 se aplica también a los judíos, entonces se cae la tesis de Walvoord, pues cristianos y judíos escaparán igualmente, y eso significaría que los judíos también han de ser raptados. Ahora bien, si el escape realmente no significa "rapto" sino simplemente "huida", entonces no hay cabida para la idea del "rapto secreto" en todo el mensaje de Cristo. Como se le mire, el argumento de Walvoord es contradictorio.

Pero en todo Mateo 24 y Lucas 21 Cristo habla a un solo grupo de hombres: sus seguidores, los cristianos, sean de origen gentil o judío. A todos ellos les advierte acerca de las señales que vendrán. A todos ellos les pide que oren para que su huida no sea en sábado. A todos ellos les indica que deben estar atentos porque las señales que verán les dirán que su salvación está cerca. El discurso de nuestro Señor es inequívoco. Cristo no hace distinción alguna entre sus seguidores, como si estuvieran divididos entre "Israel" y la "iglesia" por separado. Esa distinción la introduce Walvoord de manera arbitraria y sin ninguna justificación alguna en el texto.

En cuanto a la palabra "escapar", de ningún modo significa "rapto". La palabra griega e??fe?´??, traduce "escapar", "huir" o "fugarse" (Hec. 16:27; 19:16; 2 Cor. 11:33). Esto concuerda perfectamente con lo que aconseja nuestro Señor: "huyan a los montes" (Luc. 21:21). El contexto demuestra, pues, que el escape mencionado por Cristo se refiere a las montañas, y no al cielo.

En todo el NT la palabra e??fe?´?? nunca implica "rapto", ni mucho menos "rapto secreto". Darle ese significado es violentarla a martillazos para que se acomode a una idea preconcebida. Es evidente que la exégesis de Walvoord es arbitraria y se dedica a acomodar las palabras y los textos como mejor le convengan. Pero esta es una manera muy poco productiva de armar una doctrina.

16. A la iglesia de Filadelfia se le prometió que sería librada "de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra" (Apocalipsis 3:10)

Apocalipsis dice que será "guardada", y hasta podemos aceptar que sea "librada". Pero no dice que vaya a ser "raptada". El verbo empleado en Apocalipsis 3:10 es t??e´?, que significa "cuidar", "proteger", "echar el ojo". No implica rescate ni huida. La palabra sugiere un acto de vigilancia, como cuando los soldados vigilaban el cuerpo de Jesús (Mat. 27:36,54); o como cuando Pablo fue custodiado por la guardia romana (Hec. 24:23). Es por esto que versiones como Dios Habla Hoy, Biblia Latinoamericana y La Palabra de Dios para Todos traducen en Apoc. 3:10: "yo te protegeré". Ninguna traducción de la Biblia en ningún idioma traduce "yo te raptaré", ni se da a entender el significado de un "rapto secreto".

De hecho, Cristo mismo demuestra que el verbo t??e´? es muy diferente de un "rapto" cuando dice: "No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes [t??e´?] del mal" (Juan 17:15), con lo que demuestra que guardarnos o librarnos es una idea contraria a sacarnos del mundo.

Puesto que la palabra t??e´? no le sirve de gran ayuda, Walvoord apela a la palabra que le sigue en Apocalipsis 3:10: la preposición e?? ["de"]. Su explicación procede así:

"Muchos han observado también que la preposición «de» (Gr., ek) debe entenderse como «fuera de» más bien que simplemente «de». Otras instancias del uso del mismo verbo ["guardar"] y la preposición ["de"], indicarían que tal vez es hacer mucha presión para que signifique liberación absoluta. En vista del contexto del libro de Apocalipsis, sin embargo, como en él se despliegan los horrores de este periodo de tribulación, es evidente que la promesa aquí a la iglesia de Filadelfia es una liberación de este tiempo de angustia".[33]

En otras palabras, Walvoord cree que la frase "te guardaré de" debe entenderse "te sacaré de", lo que daría un apoyo a la teoría del "rapto secreto". Pero lo cierto es que la preposición ek la emplea Cristo en Juan 17:15 para decir: "No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del [ek] mal", lo que demuestra que de ninguna manera ese "guardarnos" implica "raptarnos".

Así, Apocalipsis 3:10 no apoya la idea de ningún "rapto secreto", a menos que se tergiverse el sentido de las palabras.

17. Es característica divina librar a los creyentes antes de que un juicio divino sea infligido en el mundo, como es ilustrado con Noé, Lot, Rahab, etc. (2 Pedro 2:5-9)

Y así como Noé, Lot y Rahab fueron librados de los juicios divinos sin ser raptados del planeta, así sucederá en los últimos tiempos. Todos estos santos de la antigüedad huyeron, y es lo mismo que harán los cristianos durante la gran tribulación. Así, los ejemplos a que apela Walvoord combaten su doctrina en vez de ayudarla.

La profecía declara expresa y claramente cuándo serán recogidos los santos para ser llevados al cielo:

E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro (Mat. 24:29-31).

Será una cosecha después de la gran tribulación, no antes de ella. En una palabra: "postribulacionismo".

18. En el tiempo de la transposición (1) de la iglesia, todos los creyentes van a la casa del Padre en el cielo (Juan 14:3) no regresan inmediatamente a la tierra luego de ver a Cristo en el aire como enseña el postribulacionismo.

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(1) Transposición se refiere a la acción de ser movido de un lugar a otro. Trans es un prefijo que indica transferencia. Es referente a lo que ocurrió con Enoc cuando fue transpuesto de la tierra al cielo por Dios y con Felipe con el etíope.

Eso lo enseñarán los evangélicos "postribulacionistas" a quienes Walvoord se dirige. Pero no es lo que enseña la Biblia. Los santos son arrebatados para recibir al Señor en el aire, no para regresar. Obviamente los santos deberán regresar a la tierra, para que se cumpla la promesa (Sal. 37:11; Mat. 5:5), pero esto no ocurrirá sino después del milenio, cuando desaparezca todo vestigio de mal y el fuego purificador borre las últimas manchas de la rebelión (Mal. 3:2; Apoc. 21:1,2).

19. El pretribulacionismo no divide el cuerpo de Cristo en el rapto bajo un principio de obras. La enseñanza de un rapto parcial se basa en la falsa doctrina de que la traslación de la iglesia es una recompensa por buenas obras. Es más bien un aspecto culminante de la salvación por gracia.

La salvación por la gracia ni es negada por el "postribulacionismo", ni hace falta la interpretación "pretribulacionista" para apoyarla. La salvación nunca ha sido por obras, ni siquiera en el Antiguo Testamento.

El dispensacionalismo divide la historia de la redención en varias dispensaciones, en las que entiende la salvación se consigue por medios diferentes. Scofield define una dispensación como "un período de tiempo durante el cual el hombre es probado con respecto a la obediencia a alguna revelación específica de la voluntad de Dios".[34] Según esta teoría, el Antiguo Testamento fue una dispensación para los judíos, en tanto en el Nuevo Testamento es una dispensación para la iglesia: dos pactos diferentes, dos medios diferentes de salvación, y dos destinos diferentes. Es en base a esta pretendida diferencia que el "pretribulacionismo" fundamenta su interpretación de la profecía, entendiendo que Israel y la iglesia son dos realidades distintas y dos programas distintos en los planes de Dios. Si tals premisas fueran alteradas de alguna manera, todo el andamiaje profético del "pretribulacionismo" se vendría al suelo. Lamentablemente para Walvoord, esto es precisamente lo que ha sucedido.

A pesar del arduo y largo trabajo que durante décadas dedicara John F. Walvoord a la validación del dispensacionalismo, este tema ha sido objeto de revisión interna en los últimos años, en busca de un aggiornamento que lucía necesario, en razón de las contradicciones entre los postulados dispensacionalistas y el discurso bíblico. Basta con leer una exposición del dispensacionalismo para de inmediato notar que no se logra un discurso soteriológico coherente. De hecho, los mismos autores dispensacionalistas se confiesan confundidos en este respecto. El teólogo dispensacionalista Glenn Peoples, en su trabajo de Maestría en Teología (Universidad de Otago, 2003), comenta al autor Charles Ryrie, también dispensacionalista, y señala un evidente vació conceptual en relación con la salvación demasiado evidente como para ignorarlo:

¿Qué significado tiene decir que el contenido de nuestra fe es la gracia, a diferencia del contenido de la fe de Moisés, que era la observación de la ley? ¿Quizás signifique que nosotros, a diferencia de los Israelitas, tenemos la fe de que Dios nos salvará por Su gracia, mientras que ellos tenían fe de que Dios los salvaría debido a su adherencia a la ley, aún cuando en realidad eran salvos por gracia? Si hay otro significado para estas palabras, Ryrie no da aquí ninguna otra explicación adicional.[35]

Es obvio que los postulados contradictorios del dispensacionalismo requerían de una revisión. Y este revisionismo se ha hecho, no desde afuera, desde sus opositores, sino desde adentro, desde el corazón del dispensacionalismo: el Seminario Teológico de Dallas.

Nace así el "dispensacionalismo progresivo", sustentado en la idea de que "no hay tanta discontinuidad entre el Antiguo Testamento y el Nuevo", sino que ambos testamentos son complementarios y armoniosos.[36] En este sentido, se reconoce que "los temas de Israel encuentran cumplimiento y continuidad en la Iglesia". Así, "no se trata, pues, de un pueblo terrenal que recibirá bendiciones terrenales, y de otro pueblo celestial que recibirá solamente bendiciones celestiales. Ambos pueblos son coherederos de las promesas de Dios".[37]

Esta nueva manera de interpretar la historia luce más ajustada a la enseñanza bíblica. Representa, sin embargo, una negación de los postulados que la escuela dispensacionalista ha estado defendiendo con ahínco por más de cien años. Se la define como "una modificación radical del Dispensacionalismo de Darby".[38] Pero al cambiar de raíz el dispensacionalismo, lo que hace es fracturar toda la interpretación "pretribulacionista", pues niega su premisa fundamental de la división entre "Israel" e "iglesia".

20. Las Escrituras claramente enseñan que toda, no parte, de la Iglesia será arrebatada en la venida de Cristo por la Iglesia (1 Cor. 15:51-52; 1 Tes. 4:17).

Sea que vaya completa toda la iglesia a recibir al Señor, o sólo una parte de ella, eso no añade ni un gramo de validez a la teoría del rapto secreto.

No hay una "primera" segunda venida antes de la gran tribulación, y otra "segunda" segunda venida siete años después. Hay una sola segunda venida, la cual será no sólo para la iglesia, sino para todas las naciones (Mat. 25:31,32; Apoc. 1:7). En Apocalipsis 11:18 se demuestra que después de la tribulación es cuando todos los santos, profetas y siervos de Dios recibirán el galardón; no antes de la tribulación. Por lo tanto, es evidente que no podrán estar en el cielo antes de la gran tribulación.

21. Opuesto a la visión de un rapto parcial, el pretribulacionismo se funda en la enseñanza definitiva de la Escritura que la muerte de Cristo libra de toda condenación.

Tanto el "rapto parcial" como el "rapto total" y cualquier otro tipo de "rapto secreto" son igualmente erróneos y antibíblicos. La teoría del "rapto parcial" se fundamenta en el principio del "pretribulacionismo", que es negado por las Escrituras.

22. El remanente de la Tribulación es descrito como Israelitas, no como miembros de la Iglesia, tal como sostienen los postribulacionistas.

¿Y qué es el Israel bíblico después de Cristo sino toda la iglesia cristiana? Pablo nos aclara que "no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra" (Rom. 2:8,9). Y además: "no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes" (Rom. 9:6-8).

De donde se entiende que los cristianos sinceros son los verdaderos judíos, sin importar su linaje. Pablo se refiere así al "Israel de Dios" (Gál. 6:16), que no es otra cosa que "todos los cristianos sinceros, sean judíos o gentiles, que son todos israelitas en verdad, quienes, aunque no lo sean naturalmente, se convierten en la simiente espiritual de Abrahán" (Henry); "La verdadera iglesia de Dios; todos sus verdaderos adoradores" (Barnes); "Los verdaderos cristianos, llamados aquí el Israel de Dios para distinguirlos del Israel según la carne" (Clarke); "el Israel espiritual, para distinguirlo del Israel según la carne" (Gill); "no el Israel según la carne… sino la simiente espiritual de Abrahán por fe" (Jamieson, Fausset & Brown); "Israel, esto es, la iglesia de Dios, constituida solamente por toda nación y pueblo que anda según su norma" (Wesley).

Es por eso que Jacobo escribe su carta "a las doce tribus que están en la dispersión", (Sant. 1:1), aunque al leer su carta se entiende que se refiere a la congregación cristiana en toda la geografía del mundo antiguo conformada por judíos y gentiles por igual.

Es por eso también que Pablo, al referirse al pueblo judío en 1 Cor. 10:18, lo llama "Israel según la carne" (Reina-Valera); "Israel carnal" (Nácar-Colunga); "Mirad a Israel, al que lo es según la carne" (Versión Moderna). ¿Qué necesidad tenía de aclarar que está refiriéndose al Israel carnal, como si hubiera otro Israel no carnal? Pablo demuestra así que hay otro Israel que va más allá de lo meramente sanguíneo.

Cuando el profeta Joel describió los últimos acontecimientos previos al "gran día de Jehová", menciona entre esos eventos del derramamiento del Espíritu Santo y la repartición de los dones espirituales, y la conmoción de los elementos. Al leer el contexto, veremos que el profeta está hablando de "Israel" (Joel 2:27). Sin embargo, Pedro explica que esa profecía se cumplió en la iglesia cristiana, no en el Israel natural (Hec. 2:17-20).

Pablo, también, en Hebreos 10:16,17 cita la profecía de Jeremías 31:33,34, profecía que iba dirigida a "la casa de Israel". Pero Pablo declara que esa promesa del nuevo pacto se refiere a "los santificados" (Heb. 10:14), es decir, a los "santificados en Jesús", los que son "llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro" (1 Cor. 1:2).

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