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La filosofia en la definición de la identidad del adolescente (página 2)

Enviado por Luis Ángel Rios


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La definición de la identidad requiere que el joven comprenda la realidad en que vive a través de diversas cosmovisiones, porque es frecuente que muchos únicamente la perciban, interpreten y sistematicen a través de la más tradicional, la más convencional, la más arraigada y la más impuesta (la religiosa), desconociendo que hay diversas formas de contemplar, ver, entender y comprenderla, como la cosmovisión científica, filosófica y estética, entre otras. La comprensión de nuestra realidad, de nuestro mundo, de nuestro universo, mediante una sola cosmovisión, como la religiosa (que es la que más impera y nos condiciona), nos convierte en seres unidimensionales, atentando contra nuestra naturaleza de seres pluridimensionales. Una cosmovisión, "los ojos con que vemos el mundo", es un sistema de pensamiento mediante el cual fundamentamos o sustentamos determinadas posturas con relación a nosotros mismos, a los demás y al universo. Para entender un poco en la práctica cómo influyen las cosmovisiones en nuestra vida, veamos un ejemplo que se nos presenta cotidianamente. Cuando una persona está "enamorada" y su forma de amar está "empantanada", confundida, complicada, con la posesividad, la obsesión, los celos, el acoso, el maltrato (físico y emocional) y otras pasiones que no lo dejan disfrutar de su amor y de su vida en paz, es decir cuando "el amor es enfermizo", hay múltiples explicaciones de este "extraño" comportamiento. Desde la cosmovisión religiosa (un tanto superficial y que contiene elementos irracionales como lo supersticioso, lo mítico, lo mágico, etc.) se dirá que esa persona está "embrujada", que está "encaprichada", que le hicieron un "maleficio", que se "adueñaron" de su voluntad, que le dieron un "bebedizo" o que es un "pendejo"… Desde la cosmovisión científica (un poco más profunda y racional) se dirá que esa persona tiene problemas de autoestima, de dependencia, de inseguridad, de inteligencia emocional, de neurosis, de trastornos de personalidad, y que, por tanto, necesita ayuda psicológica. Desde la cosmovisión filosófica (muy profunda) se dirá que esa persona desconoce la importancia de la libertad y la autonomía de los demás, que no reconoce el derecho a ser diferentes y a decidir soberanamente sobre sus afectos y su vida, que ignora que con su "peculiar" estilo de amar está instrumentalizando y cosificando a la persona que dice amar, y que aún no le ha encontrado un sentido a su vida. Así mismo, desde la cosmovisión estética (percepción y representación de determinados aspectos de la realidad bajo el criterio predominante de lo bello) se dará otra explicación totalmente diferente a las anteriores, pero que nos mostrará otra visión de la misma problemática, por cuanto permite descubrir aristas de la realidad que no contemplan otras cosmovisiones. "Cualquier modo de mirar el mundo es sólo uno entre muchos", sentenció Edward de Bono.

La autoestima contribuye al logro de la identidad. La autoestima es el sentimiento valorativo de nuestro ser, de nuestra manera de ser, de quienes somos nosotros, del conjunto de rasgos corporales, mentales y espirituales que configuran nuestra personalidad. Esta se aprende, cambia y la podemos mejorar. Es el valor individual que cada quien tiene de sí mismo. Es el concepto que tenemos de nuestra valía y se basa en todos los pensamientos, sentimientos y experiencias que sobre nosotros mismos hemos ido recogiendo durante nuestra vida. Se relaciona con la suficiente autoestimación que hace al ser humano más seguro, más capaz y, por consiguiente, más productivo, ya que le permite reafirmar su autoimagen como alguien portador de valores y sujeto a deficiencias que debe superar. Consiste en el reconocimiento objetivo de los propios valores. Es el aprecio que se logra de la misma persona. Es fundamentalmente quererse y respetarse a sí mismo, buscar siempre lo mejor para uno. La autoestima se desarrolla con fundamento en la seguridad de ser y sentirse valioso para nuestros semejantes. Es importante para la supervivencia psicológica. Es esencial en cada sujeto porque contribuye al perfecto funcionamiento psíquico del ser humano y su forma de convivir con otros seres sociales.

La persona que tiene alta autoestima siente que es importante, que el mundo es un lugar mejor porque ella está ahí. Tiene fe en todo lo que realiza, si bien solicita ayuda a los demás, lo hace porque al creer en sí mismo escucha opiniones y es capaz de quererse t respetar a los demás. Irradia confianza, esperanza y se acepta a sí misma. La persona con su autoestima alta usa su intuición y percepción. Es libre, nadie la amenaza, ni amenaza a los demás. Dirige su vida hacia donde cree conveniente, desarrollando habilidades que hagan posible esto. Es consciente de su constante cambio, adapta y acepta nuevos valores y rectifica caminos. Aprende y se actualiza para satisfacer las necesidades del presente. Acepta su sexo y todo lo relacionado con él. Se relaciona con el sexo opuesto en forma sincera y duradera. Ejecuta su trabajo con satisfacción, lo hace bien y aprende a mejorar. Se gusta a sí misma y gusta de los demás. Se aprecia y respeta a sí misma, y aprecia y respeta a los demás. Se percibe como única y percibe a los demás como únicos y diferentes. Así mismo, conoce, respeta y expresa sus sentimientos y permite que lo hagan los demás. Toma sus propias decisiones y goza con el éxito. Acepta que comete errores y aprende de ellos. Conoce sus derechos, obligaciones y necesidades, los defiende y desarrolla. Asume sus responsabilidades, y ello le hace crecer y sentirse pleno. Tiene la capacidad de autoevaluarse y no tiende a emitir juicios de otros. Controla y maneja sus instintos, tiene fe en que los otros lo hagan. Maneja su agresividad sin hostilidad y sin lastimar a los demás. Tener confianza y seguridad en sí mismo ayuda a hacer la vida mucho más agradable y alcanzar con mayor facilidad las metas propuestas.

"La alta autoestima es uno de los recursos más valiosos de que puede disponer un adolescente. Así aprende a desarrollar relaciones más gratas, aprovecha las oportunidades que se le presentan, tiene metas a seguir. El y la adolescente que termina esta etapa de su vida con una autoestima positiva y bien desarrollada entrará a la etapa adulta con bases sólida para lograr una vida productiva y satisfactoria.

La adolescencia es la etapa del desarrollo humano más crítica para afianzar la autoestima. El y la joven apenas comienza a definir su identidad, tiene que reconocerse como una persona distinta, conocer sus posibilidades, su talento y sentir su valor como persona que avanza hacia un futuro.

La autoestima va influir en él y la adolescente, en cómo se siente, piensa, aprende, crea, valora, se relaciona y comporta. Podrá saber con claridad con qué recursos y objetivos cuenta. Ayudar a los y las adolescentes a acrecentar su autoestima puede inducir situaciones beneficiosas y reforzar recursos para la vida adulta. Durante la adolescencia fraguar su identidad y sentirse bien consigo mismo es una auténtica necesidad. Si puede satisfacer tal expectativa, a su debido tiempo, podrá seguir adelante y alistarse para asumir la responsabilidad de satisfacer sus necesidades en la vida adulta.

La mayoría de los adolescentes, independientemente de su estrato social, carece de un concepto definido de sí mismo. Como persona ignora sus necesidades, niega sus obligaciones, no les da importancia o las evade; ya que su energía está orientada a complacer o satisfacer a los demás…

La autoestima se consolida como el resultado de la confianza que tenemos en nosotros mismos y en nuestras posibilidades, tomando en cuenta nuestras capacidades y sentido de nuestra valía personal. En este proceso debemos aprender a desarrollar todos los elementos que estén íntimamente ligados a la naturaleza personal"[42].

La autoestima (qué tanto me quiero) se compone de: autoimagen (qué tanto me gusto), autoconcepto (qué pienso de mí mismo), autoeficacia (qué tanta confianza tengo en mí mismo) y autovaloración (cuánto valgo), autodimensión (qué tanto creo y ayudo a los demás), autoconciencia (para qué sirvo y para qué soy bueno), autoproyección (cómo se sienten los demás al relacionarse conmigo y cómo me siento con ellos), autoexpectativa (cómo busco y espero lo mejor de la vida), automotivación (qué razones tengo para actuar de una manera determinada), autocontrol (qué dominio tengo sobre mí), autonomía (soy yo mi propia ley y mi propio gobierno) y autodeterminación (qué tanto soy capaz de tomar mis propias decisiones).

Un docente de filosofía, si es un intelectual con depurado espíritu crítico, en el quehacer filosófico en procura de contribuir a la consolidación o cierre de una óptima identidad del estudiante, no puede desconocer que, tal como lo plantea la aludida Leonor Noguera Sayer, el mismo marco jurídico institucional insta a seguir normas y modelos que conllevan a la repetición de lo mismo, sin generar espacios para la práctica de la criticidad, el debate y la auténtica búsqueda de la verdad. "Obsérvese el código educativo en cualquiera de los campos en donde se aplica y se verá la invitación a seguir las normas y los modelos escogidos como ejemplares… La óptica desde la cual miramos es conjunta, es enseñada y aprendida; no se propone el descubrimiento del propio lugar para la propia mirada; sólo se trajinan las preguntas que ya tienen respuesta y sobre la fidelidad a ellas, se valora el conocimiento y/o la madurez… No se promueve el espacio para el debate que desarticule las verdades tan fuertemente definidas porque se confunden con la identidad de sus adherentes. Las discusiones, son formas de entretener la atención, ayudándonos a ser aún más fieles a los dictados de la organización social, jerárquica, escalonada y majestuosa. La invitación se dirige a la proximidad, al acuerdo, a la bienaventuranza de acogernos a las verdades universales que de alguna forma responde a la primigenia añoranza de unidad y de fusión"[43].

La tarea educativa, por el contrario, es un compromiso existencial en el que se posibilite el descubrimiento en el interior de sí o del entorno como una experiencia en sí mismo, en donde haya lugar para la sugerencia, la sorpresa, para las preguntas y para las respuestas, como una aventura de la imaginación, que al unirse a la realidad, la descubre y la trasforma. Aquí, en el cierre de la identidad del alumno, será de poca ayuda la educación tradicional, que es el culto a lo ya conocido, en donde "se toleran preguntas en relación con la materia académica, mas no con las actitudes que el sagrado maestro imparte, ejemplifica, aprueba o reprende, silenciando o permitiendo de la discusión aquella dosis mínima, necesaria para que el como si que la caracteriza, se convierta en un sí aparente pero más fuerte que evite enfrentamientos con calado y profundidad"[44]. En este sentido se pronuncia el profesor Julio César Carrión C.[45] (licenciado en ciencias sociales), al señalar que el tipo de educación (autoritaria) prepara a los individuos para el manejo de un conjunto de disfraces que sabrán colocarse acomodaticiamente en cada particular situación de su diario vivir. Corresponde a la educación –agrega– la formación de ciudadanos para la vida democrática, la participación comunitaria, el ejercicio de la contradicción y el conflicto, pero fomentando el respeto por las diferencias. Entender las diferencias es aceptar que otros piensen distinto, y "mientras más piensen otros más posibilidades tengo yo de pensar", nos decía el maestro Zuleta.

El genuino maestro de filosofía, en un auténtico gesto de eticidad y honradez consigo mismo y con los estudiantes, acudirá a su irrefutable e incuestionable sagacidad y habilidad profesional para contribuir, con el valioso aporte del filosofar, a que los discentes logren una satisfactoria definición de su identidad, por cuanto, como ya se vio, no lograr este vital propósito les acarrea diversas dificultades en el transcurso de la existencia. En concepto de Erikson, no logar forjarse una identidad lleva a la confusión de roles y a la desesperación. Si una persona no ha resuelto con éxito la crisis de identidad de la adolescencia, puede tener serios problemas para elegir un rumbo adecuado. El hecho de lograr el sentido de la identidad personal permite establecer relaciones personales satisfactorias. El psicólogo J. L. Orlofsky, citado por Morris, concluye que "un sentido positivo de la identidad constituye la base de las relaciones personales satisfactorias".

El quehacer filosófico le permitirá al estudiante saber dónde está, qué es lo que quiere y para dónde va; porque quien no sabe a dónde va es un perdido en la existencia. La naturaleza del pensar determina la naturaleza del ser. Por eso se necesita vivir de acuerdo a como se piensa, para no terminar pensando como se vive. El adolescente, luego de definir su identidad, deberá tener objetivos y metas perfectamente claras en la existencia.

El joven es un ser grandioso con todo un horizonte infinito de posibilidades en donde buscar y desarrollar un proyecto de vida auténtico que le permita trascender la alienación y los sofismas que le impone la cultura, con el ánimo de que tenga perfectamente claro quién es él, dónde está y qué quiere hacer con su vida. Aforísticamente, Nietzsche sentenció que "hay que saber lo que se quiere y qué se quiere"[46]. Tiene que consolidar su identidad individual. "Como lo han expresado los filósofos humanistas, el carácter inacabado del ser humano hace que la construcción de la identidad individual, el proceso de convertirse en persona, sea ante todo un proyecto, una apuesta hacia el futuro inexistente en cuyo diseño y realización el ser humano se juega la vida"[47].

Al observar tantos conflictos entre los docentes y los discentes y, sobre todo, al apreciar que muchos jóvenes terminan su educación media, es decir se gradúan de "bachilleres" sin haber logrado su identidad, surge la inquietud que algunos "educadores" pareciere que desconocen la profunda y compleja psicología del adolescente, un "ser en crisis". Ignoran acaso que adolescencia, en su misma etimología, quiere decir crecer, avanzar, desarrollarse, hacerse fuerte, superar la época tutelar; también da la impresión de no ser conscientes que el adolescente de nuestro contexto "se halla dentro de una situación casi desesperada, de aislamiento entre generaciones, de pocas posibilidades de participación social y política ante un futuro de subempleo o desempleo, ante una educación de baja calidad que no los entusiasma y que no asegura ni empleo, ni progreso social, en una sociedad sin un proyecto claro de futuro en el cual ellos puedan insertarse"[48]. Nubia Lobo Arévalo y Clara Santos Rodríguez dicen que "nunca podremos saber hasta qué punto la ignorancia de la psicología y de la pedagogía… es la responsable de oportunidades perdidas, ambiciones defraudadas, esfuerzos abandonados, casos de crímenes y delincuencia, defectos mentales específicos y personalidades desintegradas". El educador, como experto en ingeniería humana, influye en la modelación de la inteligencia y de la personalidad de sus educandos. "La labor del docente –agregan dichas educadoras– es mucho más compleja que cualquiera otra actividad profesional, por tanto exige una permanente actualización y preparación para hacer de la tarea educativa una actividad agradable y fructífera"[49]. Dentro de las crisis de ese "ser en crisis" encontramos la crisis de adolescencia, en donde, según Maurice Debesse, el joven se manifiesta por un agresivo inconformismo que confunde a los adultos y a los adolescentes mismos. "Suscita un vigoroso sentimiento del valor personal, de la unidad de experiencias y remata en una exaltación de la personalidad naciente y en una especie de egotismo personal, para apoyarse –al fin– en una rudimentaria y frágil síntesis mental"[50]. La crisis de adolescencia es temporal y en el tiempo está el remedio natural. "En todo caso esta "crisis" debemos aceptarla como parte de una forma de transformación del individuo, como un modo de búsqueda de identidad que pueda concebirse en un proceso de ensayo y error que induzca al joven a luchar por construir sus propias identificaciones, porque él mismo no pide tan sólo ser comprendido, sino respetado"[51].

Con grande acierto sentenciaba Platón que era más importante la ciencia de educar a la juventud que la ciencia de gobernar al pueblo. El reconocido intelectual William Ospina precisa que, ante nuestra degradante realidad colombiana, nadie se siente convocado por un proyecto de sociedad y que "los jóvenes se aturden por gozar el presente sin preguntas y sin pensamientos porque nadie cree en el futuro, salvo cuatro caballeros de industria y sus voceros en los medios de comunicación"[52].

Según Estanislao Zuleta, la educación actual reprime el pensamiento, porque "lo que se enseña no tiene muchas veces relación alguna con el pensamiento del estudiante, en otros términos, no se le respeta, ni se le reconoce como un pensador, y el niño es un pensador"[53]. Un iconoclasta como André Bretón afirma en su Primer manifiesto surrealista que los "cuidados" de sus educadores le habían destrozado su infancia. Tanto de la educación familiar como de la educación escolar depende un valioso aporte en la búsqueda de la identidad, porque la adolescencia, tal como nos dice el aludido Héctor Daniel, es, si se quiere una etapa muy delicada y clave en el desarrollo de la personalidad que va a regir la vida del adulto, su desarrollo social, emocional y desenvolvimiento positivo en la sociedad. Es por ello que el estudiante no se motiva, y por falta de motivación incurre en indisciplina y bajo desempeño académico.

Debido a que uno de los quehaceres concretos del educador es despertar la motivación interna del estudiante, aquél no puede renunciar a esta tarea, teniendo en cuenta que "el niño es un investigador" (de acuerdo con la teoría psicoanalítica freudiana) y "si se le reprimen y lo ponen a repetir y a aprender cosas que no le interesan y que él no puede investigar, a eso no se le puede llamar educar"[54]. Las diversas teorías pedagógicas insisten en la importancia de la motivación del alumno. Ya desde los tiempos renacentistas, ese gran humanista y genio universal, el filósofo Erasmo de Rótterdam, además de criticar la educación autoritaria, abogaba por la motivación de los estudiantes.

Ese desconocimiento de la psicología del adolescente les impide saber (o se hacen los que no saben) que la adolescencia se compone de una larga serie de crisis; que "constituye una etapa difícil en el desarrollo de las personas"[55], y que es una época de agitación que hace complicada la adaptación al joven, por lo cual "no admite ya la autoridad de sus padres y de sus maestros como evidente e indiscutible"[56]. Por eso, a veces, "discute en forma violenta, impulsiva y dogmática, enfrentándose con su medio familiar o social"[57], debido a que afronta algunos cambios psíquicos como la rebeldía, la ciclotimia y la dialéctica. Estas entidades psíquicas lo llevan a la desobediencia, que "es la condición para el conocimiento de sí mismo…, por su capacidad de elegir, y así, en último análisis, ese acto de desobediencia es el primer paso del hombre hacia la libertad"[58]. Al ignorar todo esto, inexorablemente, el "profesor" se convierte en un ser intolerante, incapaz de reconocer el derecho a la diferencia (esencia del humanismo moderno) y el reconocimiento del otro como una persona distinta a él (alteridad), como un ser único e irrepetible, que tiene su universo propio y su cosmovisión particular. Estas actitudes de los "educadores" propician que los conflictos del joven (en proceso de búsqueda de identidad) se generalicen y se agraven, ante lo cual "se sentirá impulsado hacia muchas direcciones simultáneamente y será incapaz de tomar una decisión sobre su futuro"[59]. ¿De qué le sirve a un joven salir del colegio con un diploma en sus manos si no sabe quién es, para dónde va y qué quiere hacer con su vida?

Para finalizar, es procedente reflexionar sobre lo que nos dice el psicólogo Horacio Krell, con respecto a este complejo y crucial tema, teniendo en cuenta aspectos como el autorretrato de la identidad, la pérdida de identidad, la creación de la identidad, el conocerse a sí mismo, el logro de la identidad, la cultura y la identidad, la crisis de la identidad, los modelos de identificación, los nuevos disvalores, la sociedad de consumo y los nuevos valores:

"La identidad es la respuesta a las preguntas quién soy, qué soy, de dónde vengo, hacia dónde voy. Pero el concepto de identidad apunta también a qué quiero ser. La identidad depende del autoconocimiento: ¿quién soy, qué soy, de dónde vengo?; de la autoestima: ¿me quiero mucho, poquito o nada?; y de la autoeficacia: ¿sé gestionar hacia dónde voy, quiero ser y evaluar cómo van los resultados?

El ojo interno de la mente crea la identidad con la información que proviene de la experiencia en un proceso que dura toda la vida. Al responder a la sugerencia Socrática ¡Conócete a ti mismo y conocerás el Universo!, la mente refuerza la identidad interconectando experiencia, vocación y filosofía de vida… "Conócete a ti mismo". La libertad es la capacidad de seleccionar actos conscientes. Pero si mi racionalidad es limitada, cualquier observador puede ver otra realidad. Al elegir la identidad sobre la diferencia, admitimos el pluralismo y el principio de relatividad…

Si no se resuelve bien la crisis de identidad, se puede aceptar una identidad creada por los padres, los amigos, o la autoridad. La falsa identidad pone en contradicción actos, pensamientos y emociones, elimina la pasión y rebaja la autoestima.

Para afirmar la identidad la educación debe sacar de adentro el potencial que traemos al nacer. El cerebro es una página en blanco a completar con el saber y la experiencia, que construye su realidad con las limitaciones de su sistema perceptivo.

Construir identidad consume energías hasta que al final se convierten en el logro. Caer en la falsa identidad es fácil: asumir como propios planes ajenos, eludir el compromiso, como una hoja arrastrada por el viento o cambiar de colores según la ocasión, como el camaleón, diferir la resolución de la crisis produce parálisis por exceso de análisis.

Se puede esperar poco de una sociedad donde priva la conveniencia sobre la autorrealización, sálvese quien pueda sobre los valores. La cultura establece directrices; un poder central fuerte, articula la identidad según la distancia con el centro. La cultura de la función crea identidades: soy contador, abogado, obrero. La cultura de la tarea acentúa el proyecto y cuando este concluye sobreviene la desorientación. La cultura del individuo como centro de todo, es la categoría del consultor.

Al tomar conciencia se puede modificar, al detectar valores obsoletos o que interfieren en los planes se pueden cambiar. La identidad empieza en la infancia, y se afirma en la adolescencia con crisis y compromisos. La crisis termina con la selección de la identidad. El compromiso es involucrarse en actividades compatibles con la elección.

La calidad depende del contenido del compromiso, de su intensidad y de la extensión de la exploración. Abarca filosofía de vida incluyendo religión y política, relaciones familiares, con amigos, escuela, ocupación futura y del tiempo libre, destrezas personales, relaciones íntimas. El logro se revela en el ejercicio práctico de la identidad…

Hoy la identidad no está en el territorio por la globalización, ni en los viejos valores por la omnipresencia del consumo. Se perdieron los grandes relatos que brindaban racionalidad y visión holística a los que se aferraba la identidad individual. La democracia es formal: iguales como ciudadanos –un hombre, un voto–, desiguales como consumidores. Una mayoría de perdedores aplaude el discurso de los ganadores.

Perder la brújula generó pensamiento light, relativismo, doble discurso, violencia, no creer en la justicia ni en la política, fin de la solidaridad, fundamentalismo del consumo, buscar la satisfacción inmediata, vivir el momento y a la moda, falta de oportunidades laborales. Hasta la cultura se transformó en industria.

Antes la identidad personal se basaba en la autonomía, en compartir anhelos con el grupo de pares; en acceder a una sexualidad plena, a lograr una inteligencia abstracta, a la esperanza de concretar los sueños. Hoy la adolescencia se extiende pese a la maduración temprana por las barreras el empleo. Muchos jóvenes no estudian ni trabajan, y no tienen futuro. Las exigencias de belleza, cuidado del cuerpo, moda, se atienen al parecer físico, dificultando establecer vínculos satisfactorios y plenos. El otro se reduce a la mera necesidad de estar para confirmar nuestra imagen.

La sociedad tiene los medios para bañar al sujeto en sus paradigmas. No hay patologías sin sujetos, pero tampoco sin historia. Los jóvenes no tienen modelos en los cuales creer. Ante su ausencia se estimula la ilusión de una juventud como valor que choca ante la autoevidencia de los hechos, y aumenta la sensación de frustración e inseguridad. El consumo es un valor egoísta, la señal de éxito y el caldo de cultivo de adicciones y de la violencia para alcanzarlo simbólica o materialmente. La publicidad empuja hacia la moda pero la sociedad de consumo, marca diferencias y jerarquías. La gente debe integrarse al consumo, por las buenas o por las malas.

La situación actual requiere que reinventemos nuestra identidad reinventando nuestras relaciones pensando, diciendo y haciendo para que los demás compartan este cambio. El ciberespacio, mundo paralelo a la realidad cotidiana, abre perspectivas para inventar identidad… Si tú puedes, yo puedo.

Para que la identidad no sea un sueño y evitar que ocurra lo que dijo Rousseau: el hombre nace libre y sin embargo por todas partes se lo encuentra encadenado, hay que adquirir una metodología que enseñe a desarrollar el potencial, a conocer y usar la totalidad de los recursos naturales, a dominar los mejores métodos, a elegir los mejores proyectos y modelos, a convertirnos en arquitectos diseñadores de nuestro propio destino"[60].

 

 

Autor:

Luis Angel Rios Perea

[1] BIANCHI, Ariel. Adolescencia: epifanía y polaridad. www.bnm.me.gov.ar

[2] MUÑOZ FERNÁNDEZ, Sergio. La identidad del adolescente. La identidad del adolescente. /www.mipediatra.com

[3] BONILLA, Ana. Adolescencia, identidad y creación artística. http://www.avizora.com

[4] VARIOS. Guía para una Vida Plena. Círculo de Lectores, Bogota, 1984, p. 101.

[5] VARIOS. Psicología del desarrollo. www.cepvi.com

[6] VARIOS. Cambios físicos y psicológicos del adolescente, en “Formación familiar y ciudadana”. Santillana, Caracas, 2010.

[7] CASTALDI, Daniela. Reflexiones sobre la adolescencia. www.colpsibhi.org.ar

[8] DAVITZ, Lois y Joel. Su Hijo Adolescente. Editorial Norma, Bogotá, 1995, p. 119.

[9] Ibídem.

[10] FELDMAN, Robert S. Psicología. McGradw Hill, México. P. 370.

[11] PERARSON, Gerald. La adolescencia y el conflicto de las generaciones. Siglo Veinte. Pág. 46.

[12] FELDMAN, Robert S. Ob. Cit. P. 370.

[13] VARIOS. Desarrollo psicológico y sexual del adolescente, en “Formación familiar y ciudadana”. Santillana, Caracas, 2010.

[14] MUÑOZ FERNANDEZ, Sergio. Ob. Cit.

[15] LOPEZ QUINTAS, Alfonso. Manipulación del hombre a través del lenguaje. http://www.riial.org

[16] TORRES MARTÍNEZ, Gertrudis. Desarrollo del Niño en Edad Escolar. USTA, Bogotá, 1992, p. 329.

[17] RESTREPO TRUJILLO, Jorge. Filosofía para profanos. Ariel, Bogotá, 1999, P. 224.

[18] SAVATER, Fernando. Ética para amador. Ariel, Bogotá, 1994.

[19] Ibídem.

[20] QUEVEDO BARRAGAN, Ana Judith. Proyecto de vida. www.edu.red

[21] FLAUBERT, Gustavo. Cartas a Louise Colet. Ediciones Siruela. hppt//www.es.scribd.com/doc/36079862/Flaubert-Gustave-Cartas-a-Louise-Colet

[22] NOGUERA SAYER, Leonor. En Busca de una Vida Propia. Planeta, Bogotá, 1995, p. 113 y 118.

[23] LLANO ESCAOBAR, Alfonso. ¿Por qué no van a misa los adolescentes? www.eltiempo.com

[24] MUÑOZ FERNÁNDEZ, Sergio. Ob. cit.

[25] FROMM, Erich. Tener y ser. webs.uvigo.es/consumoetico/textos/tener_ser.pdf.

[26] BIANCHI, Ariel. Ob. Cit.

[27] DURAVIA, Luis. Dimensión Afectiva de la Personalidad. Editorial Kimpres Ltda., Bogotá, 1992, p. 115.

[28] VARIOS. Filosofía 2. Voluntad.

[29] BIANCHI, Ariel. Ob. Cit.

[30] MORRIS, Charles G. Psicología, un nuevo enfoque. Prentice–Hall Hispanoamericana, S. A., México, 1987, p. 375.

[31] BIANCHI, Ariel. Ob. Cit.

[32] MUÑOZ FERNANDEZ, Sergio. Ob. Cit.

[33] DARAVIA, Luis. Ob. cit. p, 115.

[34] BIBLIOTECA DE CONSULTA MICROSOFT ENCARTA.

[35] DARAVIA, Luis. Ob. cit. p, 92.

[36] DANIEL, Héctor. Los adolescentes en busca de su identidad. www.monografías.com.

[37] VARIOS. Desarrollo psicológico y sexual del adolescente, en “Formación familiar y ciudadana”. Santillana, Caracas, 2010.

[38] GAARDER, Jostein. El mundo de Sofía. Siruela–Norma, Bogotá, 1995, p. 3.

[39] GAARDER, Jostein. Ob. Cit. P. 9.

[40] DELCID ROBLES, Moisés Jesús. Trasmitir la filosofía hacia los jóvenes. www.filosofia.mx

[41] SUÁREZ ALARCÓN, José Antonio. El hombre, realidad personal: problemática y dimensiones. En Antropología, perspectiva latinoamericana. Usta, Bogotá, 1993, p. 229.

[42] VARIOS. La autoestima, (en “Formación familiar y ciudadana”). Santillana, Caracas, 2010.

[43] NOGUERA SAYER, Leonor. En Busca de una Vida Propia. Planeta, Bogotá, 1995, p. 117.

[44] Ibídem. P. 141.

[45] CARRIÓN C., Julio César. Ensayo publicado en la revista Educación y Cultura.

[46] NIETZSCHE, Federico. Cómo se filosofa a martillazos. www.librodot.com

[47] VELASCO ORTIZ, Rodrigo. Revista “Cuestiones”. Universidad Autónoma de Bucaramanga, 1999, p. 3.

[48] TORRES MARTÍNEZ, Gertrudys. Ob. cit.

[49] LOBO ARÉVALO, Nubia y SANTOS RODRÍGUEZ, Clara. Psicología del aprendizaje. Usta, Bogotá, 1993.

[50] DEBESSE, Mauricio. La crisis de originalidad juvenil. Nova. www.bnm.me.gov.ar

[51] BONILLA, Ana. Adolescencia, identidad y creación artística. http://www.avizora.com

[52] OSPINA, William. ¿Dónde está la franja amarilla? http://books.google.com.co

[53] ZULETA, Estanislao. Educación y democracia, un campo de combate. Corporación Tercer Milenio, Bogotá, 1995, p. 19.

[54] Ibídem, p. 20.

[55] FELDMAN, Roberto. Ob. cit. P. 365.

[56] TORRES MARTÍNEZ, Gertrudis. Ob. cit. P. 330.

[57] Ibídem.

[58] FROMM, Erich. El corazón del hombre. Fondo de Cultura Económica, México, 1985.

[59] MORRIS, Charles. Ob. cit. P. 358.

[60] KRELL, Horacio. La identidad. www.ilvem.com

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