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Mis camelias (página 5)


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Paula tuvo que aprender las teorías del conductismo, que era la base del Departamento de Sicología de la vrije Universiteit, base de sus estudios. Como no estaba agradada, pasó al existencialismo, referido en la nota al pié de página más atrás y de allí, a las teorías de la Sicología del Desenvolvimiento. Pero su experiencia con el conductismo la marcó para siempre, por lo que he podido observar. Sin embargo, un regalo que me hizo en Diciembre de 1999 en la casa de Cambridge, donde fue con su enamorado Cristan van Emden, muestra que su formación en Psicología del Desarrollo, marcó mucho su saber clínico.

Por causa de cambiar las leyes, la Universidad Libre no daba títulos válidos. Fue necesario que Paula, quién ya había hecho un Maestrado en la Universidad Libre, hiciera otro en la Universidad oficial de Ámsterdam[196], esos maestrados que duran mucho tiempo entre clases y tesis, pero que Paula hizo en tres meses, porque ya sabía mucho e hizo aplicar una ley que reconociera que sus estudios en su primera universidad de Holanda, fueran convalidados por la de Ámsterdam. Fue necesario contratar una Señora Abogada, con quién hasta hablé al teléfono desde nuestra casa en Portugal y, con toda simpatía, aceptó, después de todas las escaramuzas por las que ella había pasado.

Como parte de su formación, Paula debía realizar una terapia en psicoanalices con una de sus profesoras y pagar por eso. La terapia no puede ser gratis, si no se paga, lo que es lo más difícil cuando falta el dinero, la terapia no se siente como propia, como una inversión en nuestro cuerpo y mente. Parte de la terapia era llevar a la familia para oír a los padres y hermana, lo que aconteció con nosotros. La familia toda se desplazó desde Cambrige y Lisboa, para asistir a una sesión de terapia de grupo. La terapia consistía en que ella llevara a la familia a su costo. Pero como la familia estaba muy lejos y era muy caro para Paula pagar todo, en silencio le di el dinero y así  pretender que ella había pagado todo. Estaba a romper las reglas del analices, pero era peor si ella no llevara a la familia. Nada dije, ella a nadie lo refirió, es la primera vez que lo hago público. La sesión fue una de las actividades más tristes de mi vida. Gloria, deprimida como estaba, habló todo el tiempo. Como las cosas que dijo no son mías, no las voy a narrar. Apenas que yo estuve en silencio todo el tiempo, Gloria lloró por sus motivos, nuestras hijas ya crecidas, corrieron al lado de la mamá y la consolaron. La terapeuta, después de pasar este torrente, me dirigió la palabra y dijo que el Profesor Iturra nada había dicho, respondí de inmediato que para qué, si ya estaba acusado y convicto. Las tres mujeres de la casa nada dijeron, por lo que yo agregué: si esa es la verdad para ellas, qué quiere que yo diga. La terapeuta respondió que dijera lo que era mi verdad. Le dije que no valía la pena porque ya estaba acusado y condenado y que si yo hablara, iba a quedar bien peor el asunto. Referí apenas que estábamos donde estábamos, por mi causa, por haber sido expulsado de nuestro país y ser parte de los socialistas de campo de concentración. Que mi hija cuando me había visto de vuelta del campo de detenidos, pensaba que yo era otra persona y que durante muchos años, así lo había creído: yo estaba muerto y la persona al frente de ella, era otra con la cara del papá, como hacían en las películas que siempre veía, esa de Misión Imposible. La terapeuta, holandesa judía y que había estado presa también durante la guerra, dijo que era importante lo que yo había narrado para la salud psicológica de Paula. Al acabar la sesión, salimos todos, excepto Paula, que tenía que hacer una síntesis con su terapeuta y pagar la sesión. Esta vez, pagó de su propio bolsillo. Para alegrar un poco la vida, cuando todos salimos en bicicleta para casa de Paula, le compré a todas un grande ramo de flores, se lo ofrecí a Gloria, quien no lo aceptó, se lo di a las niñas, quienes pasaron partes del ramo a la mamá. Para alegrar más la vida aún, las convidé a andar de barco por los canales de Ámsterdam y a contar la historia de Ana Frank.

He aprendido en la vida que la mejor manera de recuperar la razón y pensar con la cabeza y no con las emociones, era desviar la vista para otro lado y hablar de terceras personas o hechos. Es lo que hice.

Lo más lindo, es lo que tengo en mis manos: el certificado de post doctorado de Paula, donde puedo leer en Neerlandes: los abajo firmado, reconocen que Paula E. Iturra ha pasado, de forma notable, sus exámenes para ser analista, con el título de Post Doctora en Psicología del Desarrollo, certificado firmado por el Decano de la Facultad y el Secretario de la misma, el primero Catedrático con Doctorado y post doctorado, el segundo, con su primer Doctorado.

Paula había trabajado, costeado sus estudios, pasó todas las barreras, especialmente la más importante: la del amor. Había encontrado al hombre de su vida, Cristam van Emden, Magíster en Museología, pintor de lindos cuadros, que cuestan muy caros, en euros o guineas en aquel tiempo, y que coronó su vida, por ahora, al ser normado Director de un Museo en Utrecht y supervisor de varios. Lo mejor de nuestro yerno es que dedica mucho tiempo a su familia, les ha hecho una casa muy grande, y aún tiene tiempo para leer.

Hemos ganado dos Camelias, con sus brotes: sus hombres y los hijos que han tenido, que han juntado, de nuevo, a la familia. Nunca olvido el matrimonio de Paula, en ese 8 de Septiembre de 2001, cuando la llevé del brazo al altar y la entregué a su novio. Era una comitiva, como he narrado en otros libros: Gloria y Whillhelm van Emden primero, Ans van Emden y su hijo después, y, con un grande espacio entre las personas, Paula con su vestido blanco y un inmenso velo, ese vestido de novia, hecho por su madre, el Rosario de quince piedras transparentes e inmensas, el mismo que usara Gloria en si matrimonio conmigo y la música de Bach tocada en el órgano de la Catedral de Utrecht, donde casaron con tres padres, sus amigos: uno hablaba en Dutch, el otro en inglés y un tercero en Castellano Español. Después, un desayuno ofrecido por los padres de Cristan, y a seguir un baile con almuerzo, con las típicas empanadas chilenas. ¡Bueno! Gloria y yo danzamos el día todo, como cuando teníamos veinte años. Fue… ¡un placer! A las siete de la tarde los novios se fueron, tuve que pararme enfrente de la puerta para agradecer la presencia de todos, más de doscientas personas, de todas las partes del mundo. Me acompañó el mejor amigo de nuestro nuevo yerno, su amigo de Suriname, dominio Neerlandés en las Antillas, por opción de los habitantes que fue su padrino, o best man, como se dice en inglés. La fiesta fue paga por Paula, por lo que, al día siguiente, convidé a todos a un almuerzo al lado del río de Utrecht, amigos, parientes, consuegros…

No lo he olvidado, lo he dejado, lo he dejado para el postre. En el medio de la ceremonia matrimonial, entre la Epístola y el Evangelio, la Misa paró, la nana de Tomás lo llevaba en brazos, lo pasó a Camila, su madrina, y al hermano gemelo de Cristan, su padrino, y Tomas fue bautizado. ¡Era el placer de los dioses! Ser abuelo, ser suegro, una hija analista clínica, bueno, ¿qué más podía pedir? Bailando con Gloria todo el día.. como era antes

Así es que han crecido y brotado nuestras Camelias. Los brotes aún vendrán de toda nuestra descendencia, especialmente de parte de Camila y Felix. Puedo morir en paz: mi familia está… bien cuidada.

8. – Los botones de nuestras flores.

He querido siempre dejar la conclusión de cualquier libro mío, para el lector pensar. Es una espécie de caída libre sobre el texto. El narrador ya voló. El vuelo, ese que nunca llegaba al comienzo del libro, acabó por aparecer y duro, el aterrizaje más de cuarenta años. Pero como adultos mayores que somos, no pueden esperar tanto. Si esperamos, los nietos crecen, tienen sus rebientos de flor, o somos bisabuelos o ya no estamos en la tierra. Lejos de mí, por ahora, poder pensar que existe una eternidad. En el comienzo de mi vida, creía todo lo que me decían, especialmente nuestra madre Doña Flora, y esa cantidad de Padres, Obispos y Cardenales que visitavan nuestra casa o a cuyas casas íbamos. Mi instrucción de Catequesis comenzó en la más tierna infancia y duró una eternidad de veinte años. Eternidad, porque el terror que imponía en nosotros la Iglesia Romana, a cuya fe pertenecíamos, nos hacía pensar que la vida era corta y acababa en un tic de ojos, esos que he tenido siempre, como herencia de familia. Todas las peronas de la familia pestañeaban como la Julia Roberts, solo que con menos elegancia y menos estilo. Estilo que no pasó a nuestros rebientos. Nunca me olvido que, como he narrado en otros textos míos, que era el campeón de las misiones. Misiones para formar sindicatos, misiones para construir escuelas en la zona rural de Chile, bien como caminos, bajo el ardiente sol de las cumbres altas de las ciudades San Felipe y de Los Andes, donde era Intendente, y después Gobernador, nuestro tío el médico Segismundo Iturra Taito. Ese tpio que me entregaba la Intendencia para yo gobernar, sin nunca parar. El único ateo de la familia, era nuestro padre, el Ingeniero y terrateniente, Raúl Iturra Merino. Ese nuestro papá que, ya verca de su muerte, pasó a la profesión del catolicismo. No le bastaba ser cristiano por lógica cultural. Al saber o intuir que iba a morir, pasó a ser un ardiente católico. Dice nuestra madre Doña Florentina Maria Redondo Carretero de Iturra, que la conversión era su obra. De que lo dudo, lo dudo. El temos a la muerte es muy grande. Lo dive quién pasó por esos hechos más de lo que tres vezes. Lo que nuestro padre queria era vivir más. Así se convirtió. En el último minuto de su vida. Mandas y promesas, sacrificios de la familia, nada habían logrado encuanto estaba con salud y a divertirse en la vida.

Quién tuvo más suerte fue mi mujer. Nació en el seno de una familia francesa, antiguos Hugonotes que, al pasar quinientos años de su protentastismo, no solo los Nolle de Monjeville se olvidaran de su rebelión, como de todo. Inmensos esfuerzos hice yo para convertirla a nuestra fe. En Edimburgo, íbamos a Misa a los Domibgos, en la Capilla Universitaria de los Dominicos, esos pedófilos de los que me pude salvar porque fui un ser humano avisado: hacían cariño en las partes más eróticamente sensibles de mi cuerpo de adolescente. Como yo nada entendía, para mí había solo una verdad: mi familia y, después, mi mujer y nuestras hijas. Mi mujer me excitaba mucho y espero que yo también a ella. Si así no fuera, no nos hubiésemos casado y tenido cuatro hijos, con dos sobrevivientes apenas, nuestra Camelias Paula y Camila. Tenía ya la fama de mujeriego, pero de esta vez era verdad. Usé mi virginidad, por la primera vez, a los trece años, en tre las piernas, los pechos y los brazos de la empleada más bonita de todas las que había en nuestra casa. Como és evidente, al día siguiente me iba a confesar. Tenía terror del Infierno, esa sagrada idea con las cuales los curas nos aterrorizaran. Nuestra hermana Blanquitavtebía tanto miedo, que depertaba con pesadilas en la noche, a soñar y correr el diablo. A sus quince años en nada creía, como el reto de nuestros hermanos. Por fidelidad a nuestros padres, los acompañaba a Misa y comulgaba con ello. Mis confesiones eran siempre mentiras, porque el cura me pregubtaba si estaba arrepentido y nuca más lo haría. Yo cruzaba los dedos, y decía, no padre, nunca más, pero esa noche ya estaba otra vez en la cama con otra mujer para pecar. En mi juventud, había dos tipos de mujeres: para csar, que no se tocaban, y mujeres para fornicar. Como era hijo de patrón, tal como él, yo tenía muchas, hasta me enamorar de Gloria. Paré y esperé. Lo que ella haya hecho, es su historia y lo dirá o no, es con ella. Una duda me saltó después del matrimónio. Enrique Hayerman, en amigo ítimo de Raoul Gonzáles Nolle, a quién llamábamos Quille, y su mujet Ema Hoffen, padrinos de bautizo de Gloria, insistía mucho en dejar colgada una sabana de cama con una mancha de sagre. El Quille me día, entre trago y trago, porque bebía mucho, es en Chile que se bebe mucho, no era sólo el Quille, me mostraba la sábana y me decía con la compliocidad de "machos": la desvirginaste, niño, ¡felicidades! Y Ema, la madrina, de apellido Hoffen, que nunca bebía como mi suegra hacía, también insistía.La Emi, que vivió hasta los ciento y dos años. No me parecía que era afable que una señora de su alcurnia, hablara de mi vida privada, ni me parecía señor del Quille hacer lo mismo. Mi vida era mi vida, conmigo y mi mujer. Las insistencias de los padrinos, me hizo sospechar que talvez… Pero no es mi história. Gloria no tenía nada de mojigata, viajaba, enamoraba, era muy hermosa y aún lo es, y tenía una corte de admiradores que me hacía la vida negra. Hija de liberales no creyentes, masones todos ellos, mi idea era convertirla e hice lo que pude, pero no apenas no lo conseguí, sino que hastaa yo perdí la fe. En nuestro matrimónio no hasbía cultivo de la misma. Es asi que, como ya he narrado en otro libro, un día de Allende, en Chile, comencé a sentir que algo me faltaba:la divinidad. En un segundo dejé de creer, hasta hoy.  La verdad sea dicha: desde que la ví, quedé apasionado por mi mujer, hasta hoy. En esos veinta años, es bien peor, epecialmente en nuestro caso, que anadábamos solos por todas partes, dormíamos en la misma cama, pero con el incurtido respeto a la novia enseñado a mí por la máma y su ajedrez de Curas, Obispos. Cardenales de Chile y de Roma, y hasta un Papa, puedo yo  jurar que no la toqué.  Que jugábamos eróticamente, es verdad, pero a mayor excitación, mas pasión. Me había quedado el bautizo de mojigato, esa palabra chilena que, ya en este último Capítulo, no voy a definir. Apenas puedo decir que un mojigato es una persona simple, medio tonta,significado de casi monje. No resisto a mi mente inqusitiva, que me ha hecho buscar el sigificado.[197]. El lector puede advertir mi incapacidad para no saber y buscar, me picaba el saber… y como soy muy confiado, es mejor saber que no. A los confiados, todo el mundo nos engaña. Nosotros los confiados no somos tontos y, por ese creer en los otros, nos dejamos embaucar, con la la alegría de dar felicidad a otros.

Y nada más digo. Es supuesto que sea un libro con mi mujer, ella dirá lo que falta. Los botones de nuestras flores han sido criados dentro de creencias religiosas. Yo, las estudio. He escrito mucho sobre religión, Derecho Canónico, Teologia, leido todos Tomás de Aquinos, todos los libros sagrados para entender la mentira que allí se esconde, o la verdad, para otros, que los guía. Solo sé que los Católicos de Portugal están podridos en riqueza y saben hacer alianzas con las personas convenientes y adequadas, conceptos sobre el caul tengo un copy right, desde que los crée en mi libro del año do mil, cuando nació mi primer nieto, a 20 de Junio de ese año, día en que Daniel Sampaio presentó mi libro en la ciudad de la Guarda y en nuestra aldea de Vila Ruiva.

El resto, es para mi familia comentar.

Parede, Porugal, 21 de Mayo de 2008. Día de las glorias navales de Chile.

Para mi nieto Ben, hijo de Camila Iturra e Felix Ilsley, esa nueva pareja que sabe mirar para el futuro.

De

El Abuelo

10 de Abril de 2008.

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