Un siglo de vanguardias: el expresionismo
Justo hace ahora un siglo desde que surgieron en el Arte las llamadas Vanguardias Heroicas, denominación un tanto pomposa de un conjunto notablemente original de movimientos estéticos, que aún hoy despiertan un vivo interés. Los primeros años del siglo XX constituyen uno de los períodos más fructíferos y creativos de la Historia del Arte que, recogiendo las transformaciones llevadas a cabo en las últimas décadas del siglo XIX, suponen un paso decisivo para lo que entendemos como Modernidad. Los Lenguajes Plásticos inician aventuras totalmente innovadoras, partiendo de las soluciones aportadas por el Impresionismo y el Post-Impresionismo; las causas de esta nueva explosión artística son sobre todo científicas y tecnológicas: la aparición de la fotografía y el cinematógrafo, el descubrimiento y valoración de las culturas primitivas anteriores a la Antigüedad Bíblica, y por último, la revolución de las ciencias físicas producida por la generación que va de 1880 a 1910.
El Materialismo de finales del siglo XIX postuló la seguridad de que la materia existente estaba regulada por leyes que podían ser determinables a través del método científico. Entre 1895 y 1905 una serie de sensacionales descubrimientos científicos —la radiactividad (Curie), los rayos x (Röntgen), la física cuántica (Planck), la dualidad ondas-partículas y la relatividad espacio-temporal (Einstein y otros)? determinó un nuevo sistema de percepción del mundo tridimensional, articulado en torno a un nuevo núcleo cognitivo, el espacio-tiempo, llegándose al extremo final de las investigaciones en torno a la esencia de la materia (con la consolidación definitiva del conocimiento del átomo). En resumen, las viejas certezas tradicionales sobre el misterio del mundo y la materia cayeron de manera ineluctable, siendo sustituidas por un frío y determinante panorama basado en las evidencias cuantificadas por la ciencia, que abría la puerta a un universo en apariencia nuevo y distinto.
Los avances en Geología, Paleontología y Prehistoria llevados a cabo a lo largo del siglo XIX no sólo consiguieron establecer a grandes rasgos el pasado primitivo de la humanidad, sino que también fijaron los límites cronológicos de la Prehistoria. Esto permitió comprender que la llamada "época de la civilización" era sólo una pequeña y reciente parte de la presencia de los seres humanos en la Tierra, proceso multimilenario en el que un ser humano "puro", bruto, "primitivo", había ido encorsetando sus expresiones creativas por los corsés de las sucesivas civilizaciones. Así pues, el concepto sobre el ser humano, la humanidad, había cambiado tanto o más que el concepto del universo material, como antes veíamos. [1]
Junto al estudio de la temporalidad humana se inició el estudio de los reductos menos accesibles de la mente. Frente a la escuela fisiologista británica, que negaba la posibilidad de explicar el comportamiento humano como un ente separado de sus condicionamientos biológicos, se imponen progresivamente las tesis de la escuela psicoanalítica austríaca (el psicoanálisis, con Sigmund Freud), que aventura las primeras hipótesis de trabajo sobre las raíces de la conducta humana. Buceando entre los estratos del subconsciente, el psicoanálisis empezó a sacar a la luz los problemas relativos a los impulsos mentales primigenios y su represión, así como las diversas manifestaciones desviadas o patológicas de la psique humana, conceptuándolos como estados deformados, anormales o deteriorados de una naturaleza psíquica latente en todos los sujetos. El impacto de estas innovaciones psicológicas llevó a un reverdecimiento del culto a lo irracional y a lo subconsciente, como reacción, en parte también, a las desgastadas convenciones de base racionalista que habían dominado el pensamiento psicológico y social desde los tiempos de la Ilustración y a lo largo del siglo XIX. [2]
Toda esta revolución del pensamiento y la percepción en torno al hombre y al mundo tuvo un impacto directo sobre el arte, que genera respuestas diversas estéticamente, pero con una raíz común basada en una serie de premisas compartidas. Entre ellas destaca el convencimiento de que la civilización occidental, capitalista e imperialista, estaba entrando en su ocaso, con lo que se imponía la búsqueda de nuevos sistemas y objetivos que abriesen nuevos horizontes a la cultura y a la creación. El descubrimiento del arte primitivo supuso una fuente de inspiración en este contexto: los pueblos primitivos, tanto extinguidos como vivos, toman como punto de partida para sus expresiones artísticas el ingenuismo y la espontaneidad no racionalizada, caminos que los artistas y los estetas ven encauzados de un modo u otro hacia la abstracción total, la extracción de lo universal y esencial de la belleza, ajeno a la diversidad accidental de las formas creadas por la civilización occidental de raíz grecorromana y la tradición judeocristiana. [3]
En el arte de estos comienzos del siglo XX se mantienen en vigor y hasta diríamos que predominan las coordenadas estéticas del Post-Impresionismo. Sin embargo, la popularización de la fotografía hace que pierda atractivo para los artistas la representación inteligible y directa de la realidad material; en cambio, ganan en interés los sistemas de figuración no relacionados con el conocimiento establecido y convencional del mundo físico. Así, se ponen de moda las estéticas extraeuropeas e "incivilizadas", surgiendo un "boom" en torno a géneros artísticos como la escultura tribal africana o las artes de "pueblos primitivos" como los aborígenes australianos o los indios de ambas Américas. Los más lúcidos se apoyan en él para reflexionar sobre la convencionalidad del sistema figurativo vigente en Occidente desde el Renacimiento. A esa reflexión se suman los descubrimientos científicos que revolucionan los conceptos sobre el hombre y el universo a que nos hemos referido antes. Todo ello fragua un espíritu artístico caracterizado por el empeño en desmitificar el realismo artístico y en plantear de nuevo la esencia misma del arte plástico, de las categorías de lo bello y lo relevante para el artista. [4]
Los medios al alcance de la creación para la apertura de esos nuevos horizontes buscados para el arte dan origen a las llamadas "Vanguardias", entendidas como movimientos artísticos que experimentan nuevos métodos y nuevas herramientas, distintos de los hasta entonces conocidos y aceptados. Estas Vanguardias, denominadas "Heroicas" por ser las iniciadoras de esta nueva actitud, y por su posterior predicamento a lo largo del tiempo, abordan la consecución de ese nuevo arte moderno que postulan desde diferentes ángulos. El "Fauvismo" explora los valores subjetivos del color; el "Expresionismo", las raíces profundas de la conducta y la vida mental del ser humano, apoyándose marcadamente en el psicoanálisis freudiano; el "Cubismo", descomponiendo la concepción espacial unitaria de origen renacentista, traspone al plano artístico la visión relativista del universo, que se plasma por ejemplo en su uso de múltiples planos en simultaneidad; el "Futurismo" estudia el movimiento, con una marcada afición por la velocidad y la potencia, percibidas como leit-motivs de la vida moderna. [5]
El desarrollo del Expresionismo en la pintura se centra especialmente en Alemania, y se ve favorecido por una serie de planteamientos filosóficos, históricos y de crítica estética, relativos al arte alemán producido desde la unificación nacional de 1871. Estos planteamientos, difundidos por una serie de obras de carácter científico, literario y divulgativo, abogan por la plasmación, en la obra de arte, de una unidad ulterior que, a través de las obras de selección propias de los artistas, llega a ser identificable para el espectador, vinculándolo al artista por medio del goce estético y de apreciación. Estas teorías sobre el arte, la obra y el público maduran cuando en 1905 aparecen en París los llamados "Fauves" en la Exposición del Salón de Otoño, dando entidad al "Fauvismo" como movimiento artístico. Los artistas del ámbito centroeuropeo y nórdico que adoptan las tesis expresionistas comparten, diluidos en el tiempo y en la geografía, una serie de características de base, que permiten agruparlos en una corriente más o menos identificable. En un senstido amplio, se consideran como "expresionistas" todas las obras de arte en que predomina el sentimiento sobre la razón, y en las que no se describen situaciones, sino sobre todo emociones, y casi siempre de tipo intenso o violento.
De manera restringida, el calificativo de "expresionista" afecta a un amplio grupo de pintores de diferentes tendencias, que transforman la visión convencional de la naturaleza basándose en el uso estático del color y la distorsion emotiva de las formas, eliminando el protagonismo de la realidad evidente, y proyectando en la obra de arte sus experiencias anímicas más profundas e íntimas, como los miedos, el odio, la furia, los complejos, los sueños o la ansiedad. En consecuencia, la temática y la visión de los expresionistas está marcada por lo morboso, lo demoníaco, el sexo, la fantasía, los tabúes y las perversiones. En cuanto a la técnica se precibe como claramente expresionista la pasión en el tratamiento de la superficie del cuadro, con una evidente aplicación violenta de la masa pictórica.
E. Munch (1863-1944): Madonna.
El Expresionismo refleja asimismo un clima de violencia ambiental recogida del entorno social, proveniente de la agresividad reinante en los medios de comunicación y en el clima de opinión pública de los países de Europa Central, muy nacionalistas y radicalizados antes de 1914. A ello se une una visión del artista sobre sí mismo como personaje romántico, angustiado y atormentado por una sensibilidad que exalta su creatividad. Ese ser atormentado también impulsa al artista a rebelarse irracionalmente contra los movimientos de masas, sociales y políticos, que toman preponderancia y protagonismo a partir del cataclismo de la I Guerra Mundial. Hay expresionistas que se identifican con lo más radical de las revoluciones del momento, tanto de signo obrerista —comunistas y anarquistas, sobre todo— como de corte nacionalista y antimarxista, pero casi siempre en las alas más radicales. Los expresionistas que hacen crítica social y política en su pintura, la exacerban por ese afán tan característico de su movimiento de rebelarse y luchar "a muerte" contra injusticias y opresiones de todo tipo. [6]
El Expresionismo se ve arropado en el panorama cultural por diversos correlatos suyos que surgen en la literatura de la época posterior a 1918, en los que abundan la temática tremendista y los adjetivos "cromáticos". También se crece al sentir que recibe un cierto apoyo en sus postulados y tendencias por la revalorización que se produce, precisamente en la década de 1920, de pintores descubiertos por los historiadores del arte, tales como Grünewald, Goya, El Bosco, Pieter Brueghel el Viejo o El Greco, anteriormente ignorados o poco valorados. Por último, los expresionistas también beben del torrente de las artes primitivas al que nos hemos referido al comienzo y de su puesta de moda, reconduciendo motivos procedentes del arte africano, del eslavo y del popular de diversas partes de Europa. Así mismo, también se retroalimenta de géneros de comunicación no estrictamente artísticos pero sí de gran difusión, como el grabado o la caricatura.
Las primeras manifestaciones del Expresionismo surgen en la obra de artistas no asociados de manera consciente, ni vinculados de manera exclusiva al arte alemán dentro de las coordenadas modernistas, post-impresionistas o fauvistas: Edvard Munch, James Ensor y Georges Rouault. Estos artistas no se conocían entre sí y cada uno trabajaba ajeno a las influencias de los demás. Munch (1863-1944), noruego, fue el más original y hoy es más conocido que Ensor y Rouault. Aunque en su obra se aprecia como un destello de la influencia del francés Manet, puede vincularse más estrechamente con Van Gogh, a quien llegó a conocer en persona en París, y del que se imbuyó de varios rasgos visibles en su estilo: el uso irritante y agresivo del color; el uso de la curva "latigueante", siseante; la preocupación social en la temática; y el abismarse en los sentimientos, que plasma con una intensidad se diría que inigualable —como en su obra más famosa con diferencia, "El Grito"?. [7] Sus problemas de personalidad le llevaron a desarrollar pinturas sombrías, de claro matiz depresivo.
E. Munch (1863-1944): El Grito. (Museo de Oslo)
James Ensor (1860-1949), otro de los precursores del Expresionismo, nació en Ostende (Bélgica), y desde sus comienzos como artista mostró un vivo interés por los aspectos más oscuros de la existencia humana. En sus cuadros desarrolló una óptica muy crítica con el ser humano, llegando a una despiadada mordacidad satírica. Creó un mundo de figuras absurdas, más bien como caricaturas a modo de máscaras, vistosas y de gran vivacidad cromática, que ocultan de manera simbólica la podredumbre y la corrupción de los individuos, su verdadera naturaleza, sirviendo como herramientas de la hipocresía. Ensor recogió influencias muy visibles de El Bosco, manteniendo su gusto por la brillantez colorista y el detallismo minucioso. Entre sus obras más conocidas destacan el Autorretrato entre máscaras (Col. part. Amberes), Las máscaras intrigadas (Col. part. París), o La entrada de Cristo en Bruselas (Real Museo de Bellas Artes de Bruselas).
James Ensor (1860-1949): Esqueletos disputándose un arenque (1891).
Por último, Georges Rouault (1871-1958), formó parte en sus comienzos del grupo de los "Fauves", pero por sus obsesiones religiosas y morales, así como por su colorido oscuro y dramático, fue aproximándose en el tiempo a los cánones del Expresionismo. Recoge las enseñanzas de Gustave Moreau, y trabaja como aprendiz de vidriero, lo que condiciona en parte su propia producción artística, dominada por tipos amargados y desagradables, figuras de payasos deformes y caricaturas de personajes públicos y políticos. De entre sus cuadros más afamados podemos entresacar como ejemplos La Pareja (Col. part. París), Cristo ultrajado (Col. part. París) o El viejo rey (Col. part. Nueva York).
Georges Rouault (1871-1958): Cristo y los Apóstoles.
Tras las figuras dispersas de los precursores Munch, Ensor y Rouault, surge en 1905 un primer grupo de artistas comprometidos con el Expresionismo, que se da a sí mismo el nombre de "Die Brücke" (El Puente). Está formado por estudiantes de arquitectura de la ciudad sajona de Dresde, en el sudeste de Alemania, imbuidos más por el espíritu de la revolución social que por las inquietudes artísticas. Su líder más visible es un tal Ludwig Kirchner, quien publica un Manifiesto dirigido "a todos los jóvenes que deseen crear". El programa que pretenden seguir los componentes de "Die Brücke" se basa en el rechazo del arte de su tiempo, la devoción por Van Gogh y la exaltación de un cierto misticismo artesanista que se concreta en la predilección por el grabado en madera, rechazando las técnicas modernas de impresión. "Die Brücke" tiene la voluntad de constituirse en puente entre todos los movimientos de agitación social y cultural del momento en Alemania. Sus más conspicuos representantes serían Ernst Ludwig Kirchner y Emil Nolde.
Ernst Ludwig Kirchner (1880-1938): Doble autorretrato.
Vale la pena detenerse un poco en la biografía artística y personal de Ernst Ludwig Kirchner (1880-1938), líder de "Die Brücke". Su principal leit-motiv constituye la crítica de la sociedad de su entorno más inmediato, caricaturizando a tipos burgueses y atribuyéndoles un carácter siniestro; los representa vestidos con indumentarias punzantes que resaltan sobre fondos ácidos visualmente abstractos. Entre sus obras más logradas figuran La calle (MOMA, Nueva York), Mujer ante el espejo (Col. part. Düsseldorf), o El pintor y su modelo (Museo de Arte de Hamburgo). De Emil Nolde (1867-1956) destacan sus preocupaciones religiosas, cuyo agravamiento desemboca en una pintura violenta y tumultuosa, de colorido llameante, plagada de inquietantes figuras y situaciones. Las posturas exasperadas y los contornos definidos más por manchas que por líneas le dan un toque de infantil ingenuidad. Entre sus obras más destacadas hay que mencionar las Bailarinas iluminadas por velas (Museo Nolde) y la Crucifixión (Col. part. Múnich).
Emil Nolde (1867-1956): Familia (grabado en madera al estilo "Die Brücke")
El carácter exclusivista del programa del grupo, y las disensiones entre los egos de sus integrantes llevó a su disolución, acelerada por la búsqueda de nuevas experiencias por diversos miembros del mismo. Kirchner, agotado por su desgraciada trayectoria vital y sus problemas de personalidad, renunció expresamente al liderazgo de "Die Brücke", que puede darse por disuelto a partir de 1913. Otro grupo de tendencias similares, derivado de la experiencia de la "Sezession" en Viena, aparece en Múnich en 1911, dándose a conocer como la "Nueva Asociación Artística", e integrando a diversos artistas no alemanes. En 1911 se celebra asimismo en Berlín la primera exposición del grupo, a la que sigue un Manifiesto que, aunque recoge el espíritu del grupo "Die Brücke", abandona la violencia emocional y la preocupación por la injusticia social para encauzar su directriz artística hacia el estudio de la abstracción. Los miembros de este nuevo grupo son más independientes, que exponen su obra en compañía de artistas de otras tendencias coetáneas, cubistas, fauves, simbolistas, así como los pintores que se proclaman seguidores de la llamada Escuela de París.
Este segundo grupo expresionista acabará por hacerse famoso bajo la denominación de "Der blaue Reiter" (El Jinete Azul), y constituye una plataforma intelectual a la que concurren no sólo artistas, sino también poetas, filósofos y músicos. Su internacionalismo y su flexibilidad de límites le permitió prolongarse más en el tiempo y llegar hasta el estallido de la I Guerra Mundial en agosto de 1914. Tras la posguerra, y con la llegada de los nazis al poder, la producción artística acumulada de "Der blaue Reiter" fue estigmatizada como "arte degenerado" y perseguida de manera oficial en el III Reich a partir de 1935. Por todo ello, los miembros de "Der blaue Reiter" se vieron obligados a dejar Múnich y emigrar, en muchos casos, a los Estados Unidos o a países periféricos del Viejo Continente. Entre sus miembros más destacados figuraron el ruso Vasili Kandinsky (1866-1944) y el suizo Paul Klee (1879-1940)
Kandisky, nacido en Moscú, emigra a Múnich en 1910 para dedicarse a la pintura. Pertiendo de un impresionismo popular, evoluciona sensiblemente hacia un arte objetivo, en el que el único tema es el color, la línea y la superficie. De ahí nacen sus acuarelas abstractas y su libro titulado De lo espiritual en el arte (1912). En este tratado programático, Kandinsky plasma su teoría según la cual el arte debe relacionarse más con lo espiritual que con lo material. Renuncia a la representación figurativa y se propone establecer una correspondencia nueva entre la forma, el color y el estado de ánimo del espectador, de modo similar al efecto estético logrado por la música en el que la escucha. Uno de los fragmentos más significativos del libro de Kandinski dice así:
"Puede decirse que toda obra seria es tranquila. En toda gran obra seria resuenan unas palabras sublimes y tranquilas: "¡Heme aquí!" La admiración o el desprecio se desvanecen. No queda más que el eterno sonido de estas palabras. Ciego frente a la forma, "reconocida" o no, debe ser el artista, como debe ser sordo a la enseñanza y a los deseos de su tiempo. Su ojo debe estar abierto sobre su propia vida interior, su oído siempre haci la voz de una Necesidad interior. Entonces podrá servirse impunemente de todos los procedimientos, incluso de los que están prohibidos. Éste es el único medio de llegar a expresar esta necesidad mística que es elemento esencial de una obra. Todos los procedimientos son sagrados si son enteramente necesarios. […] El artista no sólo tiene el derecho, sino el deber de manejar las formas de la manera que juzgue NECESARIA para almacenar SUS fines… La libertad sin límites que autoriza esta necesidad se convierte en criminal cuando no se funda en esta misma necesidad." [8]
Vasili Kandinsky (1866-1944): Dama en Krinolinen.
Paul Klee, nacido en Suiza y afincado en Múnich, proce del mundo de los músicos, lo que explica sus numerosas coincidencias ideológicas y metodológicas con Kandinsky. Aunque practica a veces la abstracción, predomina en su obra la figuración a base de caligrafías infantiles, que dan a su producción una frescura primitivista. Entre sus obras más conocidas destacan Dos pueblos (Col. part. Nueva York), Con el huevo (Col. part. Zúrich), o Gama coloreada (Fundación Klee, Berna). Klee, al igual que Kandinski, difundió su pensamiento artístico a través de escritos y conferencias, siendo una de sus intervenciones más conocidas la que en 1924 decía: "Las leyendas de mi infantilismo en materia de dibujo vienen probablemente de mis composiciones lineales, donde he intentado combinar una imagen concreta, como la de un hombre, con su representación, no usando otro elemento que el rasgo. El arte no reproduce lo que está visible: lo hace visible." [9]
Paul Klee (1879-1940): El globo rojo (1922).
El Expresionismo no sólo influyó en la pintura, sino también y de manera muy principal en el cine alemán de la década de 1920. Así, el cine expresionista alemán crea argumentos y escenografías muy peculiares y con un gran valor artístico, con películas míticas como Nosferatu, El gabinete del Doctor Caligari, o la famosísima Metrópolis de Fritz Lang. En la arquitectura, el Expresionismo se manifiesta entre 1910 y 1925 en Alemania y Europa Central, y aunque su desarrollo se vio muy obstaculizado por la I Guerra Mundial y sus consecuencias, conoció un cierto período de esplendor antes de ser oficialmente prohibida por el III Reich nacional-socialista de Hitler. La arquitectura expresionista sentó las bases de la llamada arquitectura de estilo internacional, confluyendo junto con otras corrientes a su maduración en la década de 1950. El rasgo más acentuado del Expresionismo en la arquitectura es su tendencia a la monumentalidad, a la que se superponen un dinamismo y un afán de originalidad muy característicos. Entre los arquitectos más ligados al Expresionismo destacan las figuras de Hans Poelzig (1869-1936), Erich Mendelsohn (1873-1953) y Rudolf Steiner (1861-1925).
NOTAS
[1] R. Huyghe, El arte y el mundo moderno. Barcelona, Destino, 1971, p. 114.
[2] G. C. Argan, El Arte Moderno. Valencia, Ed. Fdo. Torres, 1975, pp. 87 ss.
[3] A. Boime, Historia social del arte moderno. Madrid, Alianza, 1996, pp. 102 ss.
[4] V. Montoliu Soler, Arte, cultura e Historia para arquitectos. Valencia, Ed. UPV, 2006, pp. 175 ss.
[5] M. Stangos, Conceptos de arte moderno. Valencia, Ed. Fdo. Torres, 1976, pp. 86-113.
[6] A. Boime, op. cit., p. 49.
[7] G. Heard Hamilton, Pintura y escultura europeas, 1880-1950. Madrid, Alianza, 1980, pp. 111 ss.
[8] V. Kandinski, De lo espiritual en el arte (en alemán). Múnich, 1912 (edición de René Drouin, París 1950), pp. 21 y 23.
[9] P. Klee, Über die moderne Kunst (Sobre el arte moderno), conferencia dictada en 1924 (edición de J. Grasset, París, 1959), p. 18.
BIBLIOGRAFIA
G. C. Argan, El Arte Moderno. Valencia, Ed. Fdo. Torres, 1975.
G. C. Argan, El Revival en las artes plásticas, la arquitectura, el cine y el teatro. Barcelona, Gustavo Gili, 1977.
A. Boime, Historia social del arte moderno. Madrid, Alianza, 1996.
G. Heard Hamilton, Pintura y escultura europeas, 1880-1950. Madrid, Alianza, 1980.
R. Huyghe, El arte y el mundo moderno. Barcelona, Destino, 1971.
V. Kandinski, De lo espiritual en el arte (en alemán). Múnich, 1912 (edición de René Drouin, París 1950).
P. Klee, Über die moderne Kunst (Sobre el arte moderno), conferencia dictada en 1924 (edición de J. Grasset, París, 1959).
E. Lucie-Smith, Movimientos en el arte desde 1945. Buenos Aires, FCE, 1979.
S. Marchan, Del arte objetual al arte del concepto. Madrid, Akal, 1985.
V. Montoliu Soler, Arte, cultura e Historia para arquitectos. Valencia, Ed. UPV, 2006.
M. Stangos, Conceptos de arte moderno. Valencia, Ed. Fdo. Torres, 1976.
Autor:
Jorge Benavent Montoliu