Descargar

Los intelectuales. Entre el mito y el mercado

Enviado por cschulmaister


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

    1. Abstract
    2. Trabajadores intelectuales e intelectuales
    3. ¿Qué dicen, quiénes lo dicen, cómo lo dicen y dónde lo dicen?
    4. ¿Qué se espera de los intelectuales?
    5. El "compromiso"
    6. Política y organicidad
    7. Los intelectuales, los MM y el mercado
    8. Mediáticos y antisistema
    9. Las gratificaciones del Poder
    10. Los cortesanos
    11. ¿Intelectuales o revolucionarios?
    12. Errores y readaptaciones de la izquierda
    13. Algo más sobre intelectuales de izquierda
    14. Los intelectuales que valen la pena
    15. La originalidad y la creación
    16. Las crisis de los intelectuales
    17. Mala praxis. Responsabilidad. Costos y costas
    18. Finalmente….Volver a pensar nosotros

    ABSTRACT

    Este ensayo aborda el registro de las percepciones y preconceptos usuales respecto a los intelectuales y sus presuntas misiones, mostrando el otro lado de la realidad, es decir, la mitificación del rol por una parte y su consiguiente inserción mercantilista en el mercado con el resultado de las contradicciones permanentes entre el discurso y la práctica.

    Asimismo, pasa revista a las crisis experimentadas desde los 90´s en Argentina, mostrando cómo constituyen un sector vulnerable en varios aspectos y en constante decadencia, sobre todo los que se sitúan del centro a la izquierda del espectro político ideológico.

    PALABRAS CLAVE

    Intelectuales de izquierda- intelectuales y poder – influencia de los intelectuales – crisis de los intelectuales.

    En memoria

    de Melitón Fierro,

    el intelectual que inspiró

    al gaucho José Hernández.

    "Lo importante

    no es cambiar de collar,

    sino dejar de ser perro."

    Arturo Jauretche

    INTRODUCCIÓN

    Estas páginas están surcadas de impresiones que son producto fundamentalmente de la observación empírica acerca de los comportamientos visibles de ciertos intelectuales en tanto que tales, en los espacios públicos y privados de Argentina.

    Escribo sobre esa clase de intelectuales de hoy, la misma que he conocido en el último medio siglo, cuyos nombres y rostros reconcentrados y adocenadamente lookeados asaltan y sobresaltan desde las mesas de novedades de las librerías al desprevenido paseante, y desde la pantalla del televisor a su familia, sin que ninguno de los dos los haya invocado previamente; es decir, sin que, por lo general, alguna lectura previa les haya permitido conocer aunque sea parcial y superficialmente lo que piensan, lo que proponen, o la presunta importancia atribuida a sus ideas o "teorías".

    En principio, para hablar críticamente sobre los intelectuales se considera de buen tono demostrar que se cuenta con aval académico o con algún tipo de personería que habilite la emisión de alguna idea, como por ejemplo el hecho de pertenecer a una corporación o cofradía política, social, religiosa o artística, si uno no es un periodista intelectual con un espacio propio. O sea, contar con la autorización correspondiente y a la vez ser considerado un intelectual.

    En mi caso, no integro clubes de fans, ni de cotizantes, ni capilla, banda o secta política alguna; por tanto no necesito, no he buscado ni deseo adquirir ninguna clase de legitimación simbólica para decir lo que pienso acerca de ellos.

    Es por eso que deliberadamente he desechado impostar imagen, voz y estilos intelectuales a la moda, y no he comprado el know how más actualizado que ofrece el mercado en materia de formatos, moldes y modelos de escritura debida o conveniente, ni tampoco acato ni legitimo los tics y los clichés a la moda para el tratamiento conceptual de esta temática.

    Descreo de los dictados explícitos e implícitos de las modas y de los dictadores de todo tipo, especialmente de los del campo socio educativo y cultural. Y como no me llevo bien con la obediencia debida a las prescripciones acerca de los moldes de la expresión y la creación, que acaban siendo recipientes sin fondo para el pensamiento, no pago peajes de ninguna clase ni adscribo a términos, lenguajes o formalidades estéticas conocidas ni novedosas por más que éstas puedan ser útiles si por ellas -o a pesar de ellas- un libro es publicado, y mejor aún, leído y comprendido.

    Un estilo de comunicación puede ser natural o artificial, y ello no quita ni agrega nada demasiado importante al valor intrínseco de las ideas de un mensaje cuando no se trata de ficción ni de poesía, por más que él mismo pueda convertirse en un éxito de ventas o quedar desplazado, relegado o encriptado a causa de su exterioridad estético formal. Pero lo que sí debe poseer un mensaje invariablemente -insisto- es autenticidad y verdad , por respeto a sus receptores. De modo que si además de ello posee otras cualidades, mejor para su autor que vive y cotiza en el mercado.

    No pretendo "desentrañar leyes ni tendencias", ni "los supuestos subyacentes" referidos al comportamiento de los intelectuales, ni las del mismo sistema que los produce y reproduce. No vengo en carácter de científico ni de epistemólogo, ni de mago ni sacerdote para esparcir un nuevo maná sobre los lectores, ni a tocar la flauta como Hamelin. Dios, supuestamente, hay uno solo; en cambio, encantadores de ratas ya hay demasiados.

    No he optado por la vulgaridad, ni la insolencia, ni la ironía, buscando atrapar su atención para permanecer en su cabeza de cualquier modo. Así que donde se perciba alguna cuota aparente de aquellas entiéndase que no se trata de cálculo ni afectación, pero tampoco del mero azar, sino exclusivamente de convicciones y cansancios naturalmente expresados, sin tremendismo ni arrestos temperamentales reales ni inventados, pues todo lo que digo se halla bajo mi absoluto control.

    A fin de cuentas, muchos trabajos críticos en el exterior han sido tremenda y deliberadamente impiadosos en la consideración de sus correspondientes intelectuales en los más variados aspectos. Por mi parte, nada me ha sobrepasado. En todo caso, quepo en los límites exactos de mi estatura y mis deseos, ni menos ni más.

    Decididamente, no hay nada en estas páginas que le permita apropiarse del más pequeño valor de cambio. Si a esto se lo puede considerar como una posición o un pensamiento singular, no es moneda que circule en el mercado, ni bien fungible que se le parezca. Pero eso no es responsabilidad mía sino del mercado, que está en otra cosa.

    Deliberadamente, casi no se hallarán citas de ningún tipo ni menciones de autores ni de términos o categorías intelectuales . No se debe a que no lea autores locales, ni tampoco a que no reconozca los méritos intelectuales de muchos de ellos. Simplemente, no deseo hacerles publicidad gratuita a ninguno ni utilizarlos en mi exclusivo beneficio con el pretexto habitual de citarlos para "beneficio de los lectores".

    Recuerdo a muchos intelectuales radiados del mercado por sus ideas, muchos de ellos ya muertos, muchos de ellos asesinados, a los que debo el tributo permanente de mi agradecimiento y afecto por haber podido abrevar en sus ideas haciéndolas mías a la par de muchos otros, y cuyos libros con extraordinarios aportes ya no se editan, ni se leen, ni se citan, ni se recomiendan. Por respeto a ellos, me abstengo de la frivolidad de citar a intelectuales de mercado por más importantes que sean algunos de ellos.

    En consecuencia, mi tratamiento de los intelectuales apunta a abstraer las peores notas que caracterizan a muchos intelectuales argentinos que hacen como el tero: en un lado pegan el grito y en otro ponen los huevos.

    Me ocuparé de ellos puesto que los trabajos más frecuentes son de sentido contrario pues provienen de los intelectuales que se hacen autobombo indirectamente al difundir un perfil sobre ellos mismos, cargado de connotaciones positivas, solidarias, morales, optimistas, etc, sin mencionar el otro lado de la luna.

    Y así como deliberadamente no cito casi nada ni a nadie, tampoco robo ni doy por propio nada. En consecuencia, espero que usted ignore mi nombre a cambio de leer y pensar lo que leyó. No sea que el árbol le impida ver el bosque.

    Pero si no está dispuesto a una aventura de este tipo, o la misma excede sus expectativas, sus conveniencias o su tolerancia, le sugiero que me lea en voz alta mientras se graba, y cuando se vaya a la cama escuche el casette mientras se va durmiendo. Así tal vez permita que alguna solitaria semilla anide en su cerebro, por más que sea en su inconsciente. De ahí en más… ¡Quién sabe…! ¡Hasta es posible que brote y se transforme en planta, en frutos, en perfume y hasta en fresca sombra!

    Ése es, pues, mi objetivo. Más claramente, acercarle otro punto de vista distinto a los que quizá frecuenta.

    Por si eso llegara a ocurrir, le doy las gracias anticipadamente.

    Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
    Página siguiente