La esclavitud en Brasil y Cuba: Un estudio comparativo de su evolución y decadencia
Enviado por Carlos Omar Rodríguez
- Introducción
- Portugal: pionera de la trata de esclavos
- Algunos orígenes del componente africano en Brasil y Cuba
- Decadencia y abolición de la esclavitud
Introducción
El tema sobre la esclavitud africana en América ha sido abordado en sus más variados enfoques, tanto en los planos económicos, políticos y socio-cultural. El resultado de tantas investigaciones han sido brillantes y excelentes tratados, cuyos aportes se deben a una infinidad de documentos y obras recopiladas de quienes conocieron de cerca el fenómeno de la esclavitud, así como los dictámenes oficiales sobre la materia, en sus distintas etapas.
Gilberto Freyre y Fernando Ortiz se encuentran entre esos eminentes investigadores que dedicaron parte de sus vidas a tan ardua pero fructífera tarea, cuya misión, se puede deducir, no era otra que vindicar el martirio del negro africano, capturado y sometido a la esclavitud. Vindicarlo en el sentido de mostrarnos con hechos la baja condición humana del conquistador quien implantó el sistema esclavista con todas sus consecuencias, por una parte, y de la enorme impronta, pocas veces reconocido, que legó la cultura de los conquistados en tierras de América.
En tal sentido, este trabajo no pretende retomar aspecto conocidos sobre la esclavitud, sino más bien el de realizar un esbozo comparativo entre dos sistemas esclavista, los implantados en Brasil y Cuba.
Como justificación general considero válido argumental el hecho que estas áreas mantuvieron el sistema esclavista exitosamente casi hasta las postrimerías del siglo diecinueve, en un contexto muy desfavorable para la esclavitud: revoluciones, procesos independentistas, campañas abolicionistas, etc.
Otra justificación más específica se basa en los planteamientos tanto de Freyre como de Ortiz con respecto a la tipología del negro africano. Los dos afirmaron que el componente africano arribado en sus países estuvo entre los mejores del continente. En este sentido, este trabajo señalará algunos elementos coincidentes en cuanto al origen de los africanos enviados a Brasil y Cuba, así como el nivel de asimilación de los mismos, en sus respectivos contextos. Por supuesto que las fuentes empleadas en este aspecto radican en obras clásicas como: Casa Grande y Senzala de Gilberto Freyre; Los negros esclavos y los Negros Curros de Frenando Ortiz. Otras fuentes de interés fueron empleados como apoyo.
El esquema del trabajo es sencillo y ameno. Parte de un reconocimiento de Portugal como pionera del comercio de esclavos en el hemisferio occidental; del hecho mismo que la trata no fue una actividad exclusiva de europeos, también participaron los nativos africanos.
En una segunda parte se intenta confluir el origen de los esclavos llegados a Brasil y Cuba, si se toma en cuenta que Portugal tuvo el monopolio de la trata en una primera etapa, suministrando esta mercancía a las distintas áreas coloniales en América, así como las preferencias de su selección.
También en esta segunda parte se hace referencia a la sociedad patriarcal, en donde la casa grande y la senzala en Brasil, y en menor medida, el ingenio en cuba, se constituyen como centros de aclimatación del negro africano, de asimilación y de conformación transcultural con los demás componentes étnicos. Esta afirmación reside en las obras de los autores mencionados, de las cuales se extrajeron peculiaridades de cada caso.
Por último, la tercera sección abordará algunos factores que permitieron prolongar, más allá de lo históricamente viable del contexto liberal de la época, al sistema esclavista en Brasil y Cuba. En este sentido, la obra de Roland Ely, Cuando reinaba Su Majestad el Azúcar, ofrece importante información.
Modestamente espero que, cuando menos, este trabajo aporte indicios para otras investigaciones.
Gracias
Portugal: pionera de la trata de esclavos
El comercio esclavista se había constituido en una actividad practicada desde muy antes de la epopeya colombina, siendo el mediterráneo y las costas del África oriental de preferencia para árabes, genoveses y portugueses, principales proveedores de mercancía humana hacia un mercado todavía modesto para el siglo XV. No obstante, con la irrupción de los turcos-otomanos en aguas mediterráneas, interrumpiendo el comercio entre Europa y el oriente, y los posteriores descubrimientos de Cristóbal Colón se abrirían nuevos horizontes para el comercio de esclavo, estimulado por un mercado con un futuro contorno mundial.
Fue el reino de Portugal quien mejor aprovechó estas circunstancias históricas, los primeros en estar preparados para tan abarcadora faena. Su posición geográfica en la península ibérica, de caras al Océano Atlántico, le fue propicia para cuando el comercio europeo se reorienta del Mediterráneo al Occidente. Para entonces este reino había alcanzado un cierto desarrollo de la actividad marítima, además de contar con una ventaja fundamental frente a sus rivales: sus conocimientos sobre las costas del África occidental, pues sería ésta porción de ese continente de donde se embarcaría el grueso de la mercancía humana rumbo a América.
Este conocimiento se debe a las largas exploraciones, desde Marrueco hasta Angola; estableciendo pequeños fuertes en algunos puntos: Senegal en 1446; Costa de Oro, Fernando Poo, Gabón, Sierra Leona y Delta del Níger entre 1471-1480; Río Congo, 1482-85. Esta ventaja estratégica le otorga al Portugal el monopolio de la trata de esclavo en el hemisferio occidental, casi hasta mediados del siglo XVII. La prosperidad de los comerciantes portugués en este sentido debió ser extraordinario, si se toma en cuenta que entre 1580 y 1640 el reino de España se anexa al reino de Portugal, concediéndoles en consecuencia un vasto mercado.
España estuvo imposibilitada de proveer sus propios mercados a causa de sus aventuras guerreras y de la desastrosa derrota de su armada invencible en 1588. Otros reinos emergieron como potencias marítimas, disputándole a Portugal dicho comercio. Holanda, Inglaterra y Francia, que a lo largo del siglo XVII, establecen sus propias colonias en las antillas, arrebatan a los portugueses puntos estratégicos de las costas africanas: en 1618 los ingleses dominan el Río Gambia; 1637, los franceses en san Luis de Senegal; 1637, los holandeses desplazan a los portugueses en Arguin, Gorea y Elmina; 1645, los suecos en Costa de Oro; 1777, España adquiere Fernando Poo[1]Es probable que la pérdida de estos enclaves haya obligado a Portugal hacerse de otros puntos, principalmente en la costa oriental. Otra merma para los comerciantes portugueses lo constituyeron los asientos otorgados por España para el ingreso de esclavos a sus colonias, primero a la francesa Real Compañía de Guinea en 1799, y luego a la Real Compañía de los Mares del Sur de origen inglés en 1713. Pese a estas pérdidas, Portugal siempre contó con su colonia del Brasil, en constante expansión, un mercado seguro que la mantenía en el negocio.
1.1 LAS FACTORIAS COMO CENTROS
DE INTECAMBIO
El comercio de esclavo no fue una actividad exclusivamente de europeos, también fue obra de nativos, sin los cuales la trata hubiese sido imposible. Las factorías constituían el centro de intercambio, en donde los traficantes ofrecían telas, enseres, armas y otros objetos por cautivos, capturados por los mismos africanos. Estos enclaves eran fuertes bien ubicados y defendidos en las zonas costeras; contaban con almacenes para las mercaderías y barracones en donde confinaban a las victimas en espera de ser embarcados en las naves. Los europeos comúnmente aseguraban el suministro de esclavos a través de pactos y acuerdos con poderosos reinos, quienes sometían a etnias rivales, e incluso a sus propios súbditos, esclavizando aldeas y poblados enteros. Reinos como el Ashanti en Gana; el Fon en Dahomey; los de habla mande, mandinga y susu en Guinea, y otro como el Fula y Akán victimizaron a los pueblos Kissi, Ga, Mbondemo entre muchos otros[2]
Las factorías fungían también como centros de intercambio cultural, formándose idiomas que entrelazaban palabras europeas con dialectos nativos, necesarias para el entendimiento comercial[3]En este sentido, la lengua portuguesa fue la que prevaleció por ser la primera en establecer factorías.
Este intercambio también originó, como consecuencia del amancebamiento entre europeos y nativas, la formación de una clase mulata, la cual desempeñó un papel importante como comerciantes, e incluso muchos llegaron a alcanzar ciertas posiciones en algunos reinos. Los portugueses por su parte fueron quienes mayor impronta dejaron en ese sentido. Veamos lo que describe Walter Rodney:
"los mulatos ganaron, realmente, influencia política en zonas de África Occidental. Eran particularmente fuertes en Dahomey y Nigeria, donde los mulatos procedentes de Brasil actuaban de consejeros de los reyes y eran los traficantes más importantes de esclavos"
La práctica de internarse profundamente en territorios inhóspitos del África en búsqueda de esclavos constituyó una experiencia valiosa para los portugueses en la colonización del Brasil. El mismo autor dice:
"Eran ellos quienes se internaban profundamente en África Central con el objetivo de traer esclavos a la costa, y es sabido que llegaron a recorrer toda la distancia desde Angola hasta Mozambique"[4]
En Brasil esta tarea en gran parte la realizaron los caboclos[5]conocedores de las selvas y expertos en la captura de indígenas.
Por último, las factorías sobrevivieron hasta bien entrado el siglo XIX, cuando los portugueses finalmente cesan el tráfico de negro en el occidente africano. Los únicos reductos de explotación esclava en América, Brasil y Cuba, se valieron de otros medios para mantener este sistema de explotación casi hasta el final de esa centuria.
Algunos orígenes del componente africano en Brasil y Cuba
Gilberto Freyre y Fernando Ortiz ofrecen una serie de datos relacionados a los orígenes culturales de los africanos transportados a Brasil y Cuba, pero muy poco con respecto a la ubicación geográfica de los mismos. No es de extrañar, pues en el continente africano, durante el largo período de la trata, yacía una diversidad muy considerable de comunidades con niveles de desarrollo distintos, que iban desde los cazadores, recolectores hasta Estados o reinos relativamente estructurados, todos diseminados en ese continente. La ubicación geográfica es importante si se toma en cuenta un factor significativo, como lo es la presencia en ese continente de la religión musulmana en algunas regiones, y su influencia en la población negra. Podemos destacar el norte y oriente de África como santuarios de esa religión, cuya población es semita o blanca, y su idioma el árabe[6]El nivel cultural de los negros esclavos dependía del contacto con esas áreas dominadas por el Islam. Mientras más lejano menor el grado de desarrollo. El traficante europeo conocía muy bien esa realidad y su selección o preferencia iban de acuerdo al tipo de demanda en América. Gilberto Freyre por su parte nos ofrece una clasificación cultural interesante:
a) Hotentotes: caracterizado por la cría de ganado, por el empleo de bueyes para el transporte de carga, utilizaron el cuero en el vestuario, vasto consumo de carne.
b) Bosquimanos: cultura inferior, pobre nómade, sin animal alguno al servicio del hombre, sin organización agraria o pastoril, semejante al indígena.
c) Los Bantú del África oriental: empleo de la agricultura, pero más aún de la ganadería, trabajos en hierro y madera.
d) Área de Congo, también bantú, Ibo, fanti: economía agrícola, caza y pesca, domesticación de cabra, cerdo, gallina, cestería, practicaron el comercio.
e) Cuerno oriental: organización social influenciada por el Islam, actividad pastoril (vaca, cabra, oveja, camello).
f) Sudán oriental: más influenciada por el Islam, lengua árabe, pastoril y nomade.
g) Sudán occidental: influencia mahometana, región de grandes monarquías (Dahomey, Ashanti, Haussa, Borne, Yoruba), actividad agrícola, ganadería, comercio trabajos artísticos[7]
Destaca Freyre que la colonización africana del Brasil se realizó principalmente con elemento bantú y sudanés.
Por otra parte, la clasificación que nos ofrece Fernando Ortiz da cuenta más específicamente del africano arribado a Cuba. Su lista es muy larga. Aquí se cita los más importantes:
a) Abaya de lengua Ibó: Costa de Oro, entre Elmina y Cape Coast.
b) Acocuá: norte de Fernando Poo
c) Achanti: negros minas
d) Apapá: negros haussa del alto Níger
e) Arará, yorubas: de vecindad dahomeyana.
f) Cambada: procedencia Mozambique.
g) Fanti: de Costa de oro.
h) Fula: raza roja, superior, provienen del este; llamados mandigas en el Senegal.
i) Guineos: golfo de Guinea (Costa de los Esclavos).
j) Loanda: colonia portuguesa de Angola.
k) Macuá: Mozambique.
l) Mandingas: África superecuatorial, desde Senegal hasta Liberia, se extiende al interior por el norte, hasta el país de los Achanti y dahomey:
m) Mina: pueblo de la Costa de los esclavos, sometidos por los Achantis del oriente y vendidos.
n) Mombasas: norte de Mozambique.[8]
Muchos africanos traídos a Cuba a lo largo del siglo XVI y mediados del XVII debieron ser suministrados por traficantes portugueses, pero fue una etapa en que la economía cañera cubana se encontraba en pañales. Esta tendría su auge a fines del s. XVIII y primeras décadas del XIX, con lo cual en esta etapa la mano de obra esclava fundamentalmente fue proveída por traficantes de otras nacionalidades, y su selección iba de acuerdo a los requerimientos de la dura faena en las plantaciones. En Brasil, la demanda de fuerza de trabajo esclavo fue constante a lo largo de la colonia y el Imperio, debido a su diversidad económica y necesidades domésticas, por tanto la selección del negro africano fue más cuidadosa. Las colonias españolas debían conformarse con las ofertas disponibles, mientras que los colonos del Brasil gozaban de mejores opciones. A esto hay que agregar las peculiaridades de la sociedad colonial porque ciertamente este factor influyó en la escogencia y trato dado al negro, especialmente en el caso del Brasil. Aspecto que veremos posteriormente.
Por otra parte, Freyre Y Ortiz coinciden en que los negros importados a Brasil y Cuba, con raigambre musulmana, eran muy superiores al resto. Ambos hacen mención de los pueblos de habla fula o fulata, oriundos de Senegal. Ortiz los engloba en la gran familia mandinga, de religión islámica, mientras que Freyre los sitúa en el Sudán occidental, región de grandes monarquías, Dahomey, Ashanti, Haussa, sin dejar de mencionar a los mandigas. Fueron descritos, los felatas, como gente de color cobrizo abermejado y cabellos ligeramente ondulados, considerados antropológicamente como superiores por su mezcla de sangre hamítica y árabe. A los fulas como gente alta, de piel amarilla o rojiza, de cabello rizado, rostro oval y nariz prominente. En Bahía, Minas Geraes y Matto Grosso fueron traídos preferentemente, ya que estos esclavos hicieron aportes técnicos en diversas actividades como la minería y la cría de ganado, conocimientos supriores a la de los blancos. Pero las necesidades del colono iban más allá de la mano de obra, también comprendía la necesaria compañía femenina. En este sentido las mujeres felatas fueron preferidas, según refiere, pues próximas en cultura y domesticidad, a los blancos…para amigas, mancebas y caseras. A Pernambuco fueron llevados negros australes del grupo bantú, más aptos para el recio trabajo en los cañaverales[9]
En la obra de Fernando Ortiz se describe someramente a estos pueblos. Hace referencia de los mandingas, como raza muy inteligente…Por alcanzar la civilización arábiga, la mayor parte han venido a Cuba hasta sabiendo escribir y con varias industrias que los hacen ser muy estimados. No continuaron arribando a la isla debido a la vigilancia de los ingleses desde Sierra Leona[10]Probablemente otras consideraciones se impusieron. En Cuba, el negro esclavo, independientemente de su nacionalidad, fue explotado brutalmente, salvo los que tenían la suerte de ser utilizado en labores domésticas.
No cabe duda que tanto a Brasil como a Cuba arribaron esclavos del mismo origen cultural. Por supuesto que en diferentes proporciones. Falta revisar el tipo de sociedad colonial en las que estos esclavos fueron establecidos, para poder valorar el grado de desenvolvimiento o asimilación de que fueron capaces.
LA SOCIEDAD PATRIARCAL
Freyre emplea este término para caracterizar a la sociedad señorial formada en Brasil durante el largo período de la esclavitud. De grande propietarios de fazendas[11]amos y señores de todo lo existentes en sus predios, de familias de elevada alcurnia, acreedores de privilegios incuestionables. También en Cuba cabe este término, y con más razón, ya que los propietarios de las grandes plantaciones implantaron una sociedad estamental más rígida que su contraparte del Brasil.
Sin embargo, la sociedad patriarcal desarrollada en Brasil obviamente presentó caracteres diferentes a la de Cuba. Bien sea por el factor idiosincrásico del portugués y el español. Al respecto Freyre dice que los contactos de raza y cultura, apenas dificultados pero nunca impedidos por los antagonismos de religión, fueron en Portugal los más libres y entre los elementos más diverso[12]El roce con la cultura mora y judía fue de gran importancia en este sentido. Cuando la reconquista contra el moro culmina en el Portugal ya ésta contaba con una sociedad con fuerte mestizaje: el rubio transitorio, el semi rubio y el falso rubio, tales eran aquellos aspecto del portugués común. El contacto con el negro africano se añade a esta tipología. Antes de su llegada a América la presencia negra ya era común en el mismo Portugal; el amancebamiento y el concubinato fueron habituales en la península. Asimismo el carácter pragmático en los negocios del portugués hizo de su relación con los judíos el principal socio y una fuente de prosperidad en el que se basó el imperialismo portugués para su expansión[13]País pequeño, con escasa riquezas y poca población obliga al portugués a la aventura marítima, al contacto con otras regiones, transformándose en una sociedad abierta a todo tipo de influencias. A la colonización del Brasil llevaron estos elementos, creando una sociedad híbrida, esclavista, cristiana y promiscua, tal como la describe Freyre.
Por otra parte, el elemento español que coloniza a América tenía rasgos diferentes. Del reino de España fue Castilla la que realiza este proceso. Marcadamente feudal e ideológicamente intransigente los reyes católicos imponen un exclusivismo, incluso en la propia España. Judíos y moros fueron tratados como infieles y expulsados del territorio, mientras que la colonización de las indias occidentales le era prohibitiva a otras regiones españolas, ajenas a Castilla. La distinción religiosa, que no fuese la católica, acentuó la inflexibilidad del reino de España. Estas características en esencia fueron los patrones que se impusieron en América, porque aún cuando el tipo de sociedad que se establece fue igualmente híbrida, esclavista y cristiana, la división rígidamente estamental marca una importante diferencia con respecto al Brasil.
No obstante, Cuba presenta peculiaridades que la apartan un tanto de estos moldes. Una de ellas es su condición de isla estratégicamente ubicada, lo cual favoreció a La Habana como puerto de tránsito de los galeones cargados de riquezas con rumbo hacia España. Esa condición de puerto de tránsito y desembarque, de toda especie de individuos con ansias de gastar y divertirse, transforman a ésta en un emporio del vicio. El resto de la isla fue desamparada por las autoridades, situación aprovechada por piratas, corsarios y bucaneros para abastecer a los colonos de todo lo necesario. Ese contacto a lo largo de siglos hace de la sociedad de la isla un conglomerado menos apegado a los convencionalismos religiosos y a las leyes coloniales, y le imprime a su clase patriarcal o latifundista un cosmopolitismo acorde con las épocas y un sentido de autosuficiencia tal vez superior que el resto de las colonias. Aún así no dejó de ser una sociedad en su conjunto muy estamental y segregacionista con relación al negro.
Estos breves antecedentes nos ofrecen una idea de las diferentes tendencias de las sociedades colonial de Brasil y Cuba, dentro de las cuales se desenvolvió el esclavo.
En este sentido, en el Brasil, la sociedad colonial que se fue conformando, le dispensó al negro, esclavizado o no, oportunidades de asimilación e integración, gracias a una colonización mucho menos desprejuiciada en cuanto a los dogmas de la época. De esta manera, según Freyre, en la sociedad esclavista el negro encarnaba todo lo negativo, a la vez que personificaba todo lo deseable. Todo lo negativo porque pervertía y corrompía las buenas costumbres de la sociedad blanca, y positivo porque no se podía prescindir de ellos, sobre todo en el uso arbitrario e inmoral, y hasta en lo intimo y familiar. Pero la misma naturaleza de la esclavitud propendía a esta corrupción, ya que los negros fueron sometidos a una infinidad de caprichos de los amos blancos.
Para Freyre La casa grande o vivienda de los señores y la Senzala o habitación de los esclavos se habían constituido en el principal centro de contacto cultural. Veamos algunos aspectos extraídos de su obra
"La casa-grande alzaba de la senzala, para el servicio más íntimo y delicado de los señores, una serie de individuos, amas de crianzas, mucamas, hermanos de leche de los niños blancos. Individuos cuyo lugar en la familia pasaba a ser no el de esclavos, sino el de personas de la casa. Algo así como los parientes pobres de las familias europeas. A la mesa patriarcal de las casas-grandes se sentaban, como si fuesen de la familia, numerosos mulatitos. Crías. Muleques apreciados. Algunos salían en coche con los amos, acompañándolos en sus paseos como si fuesen sus hijos."[14]
"Las casas-grandes tuvieron casi siempre aulas de enseñanza…Muchas veces se unían las crías y muleques[15]aprendiendo todos juntos a leer y escribir, a cantar y a rezar. En otros ingenios crecieron en pareja ignorancia niños y muleques"[16]
De esto se desprende que la liberalidad de la sociedad colonial del Brasil rompía con todos los esquemas, establecidos duramente en otras colonias, las cuales le parecería inconcebible que niños blancos y muleques crecieran jugando como hermanos, o que felices de los niños que aprendieran a leer y escribir con profesores negros, afables y buenos.
Al parecer, por lo descrito por Freyre, el contacto íntimo con el negro, atenuó la ferocidad de la esclavitud en el Brasil. Pero ese contacto sólo era posible si el señor y su familia permanecían viviendo en la casa-grande[17]a diferencia de las colonias españoles en donde los hacendados por lo común se ausentaban de sus predios rurales. La convivencia cotidiana con el esclavo inevitablemente iría creando esos vínculos fraternales; prácticamente el niño blanco se criaba con el muleque, a veces hasta siendo hermanos, pues el amancebamiento entre el señor y sus esclavas era común.
El hecho de que un negro en los tiempos de la esclavitud llegase a ser maestro, e incluso hasta cura, así lo refiere Freyre, evidencia el grado de asimilación a que llegaron.
La corrupción y disipación de la sociedad esclavista brasileña, producto de sus desprejuicio, contradictoriamente favoreció al negro, en su condición de esclavo o libre. El autor citado nos ofrece otro interesante ejemplo, esta vez relacionado con el clero. Veamos:
"muchos llevaron la misma vida musulmana y corrompida de los señores de ingenio, bajo la provocación de mulatitas y negras de la casa, que se redondeaban en mozas, de mulecas echando pechos de mujer, y todo fácil, al alcance de la mano más indolente."
"Fue por cierto una de la causas por las que Antonil recomendó a los capellanes que habitasen fuera de la casa del ingenio."
"La misma recomendación de fray José Fialho a los reverendos párrocos de Pernambuco: que no tuviesen en casa esclavas de menos de cuarenta años. De cuarenta años para arriba, ya no se consideraba peligrosas a las negras."[18]
Lo más interesante es que tales encuentros no se consideraban como un sacrilegio ni eran motivo de grandes escándalos, más bien era habitual en esta sociedad, con lo cual el ascenso social de los negros y los pardos era posible. Freyre refiere una cita de Luis de los Santos Vilhena erudito profesor de lengua griega:
"Hay eclesiásticos y no pocos-informa Villena- que por aquella antigua y mala costumbre, sin acordarse de su estado y carácter, viven así en desorden con mulatas y negras de las que a su muerte dejan a los hijos por herederos de sus bienes; y por estos y parecidos modos llegan a parar en manos de mulatos presuntuosos, soberbios y haraganes, muchas de las más preciadas propiedades del brasil, como son aquí los ingenios que a corto se destruyen con gravísimo perjuicio del Estado."[19]
Ascenso social a través de los medios económicos, y hasta culturales, pues ser hijo de clérigo representaba una ventaja, bien sea si fuese blanco o mestizo claro, se le posibilitaban las profesiones o carreras más nobles, al mismo tiempo que se le faciliten los casamientos en el seno de las familias más exclusivistas. Es inimaginable una situación como la descrita en Cuba u otra colonia española, e incluso en la etapa pos independentista. Es de suponer que estos privilegios no eran generalizados, sólo una minoría ínfima corrían con esa suerte, pero el hecho mismo era sintomático de la flexibilidad social existente en Brasil durante esa larga etapa histórica.
Suerte diferente corría el negro en la Cuba colonial, esclavo o libre. Por supuesto que el trabajo en los ingenios obviamente debió ser brutal, lo cual esta situación era muy diferente si se trataba del trabajo doméstico, sobre todo en los centros urbanos. Una diferencia con respecto a Brasil es que los hacendados cubanos comúnmente no llevaban una vida familiar en el batey[20]con lo cual la intimidad de la vida diaria con los esclavos era muy relativa. Claro está que el amancebamiento se producía, pero sin que ello representase ventaja alguna para las esclavas y sus críos. Fernando Ortiz retrata algunos aspectos de la vida de los esclavos en Cuba[21]
"el esclavo en las plantaciones era tratado como una bestia, como un ser al que se le desconocía todo carácter humano, como no fuera para obligarle en las horas de ocio a adorar el Dios de sus amos."
"En los ingenios de fabricar azúcar, en los cafetales, en las vegas de tabaco se exigía a los esclavos una labor superior a sus energías y se les mantenía en una situación inferior a la que reclamaban sus escasas necesidades."
En cuanto al trabajo de los niños, Ortiz cita lo descrito por un visitante a uno de estos ingenios:
""En la puerta de la fábrica de 50 a 60 negritos de ambos sexos y de seis a doce años ocupados en echar caña al elevador que la llevaba al trapiche para ser triturada; las carretas iban y venían con su carga de caña. Estos pobres niños bajo el sol ardiente y sometidos a un trabajo mortal, volvían la mirada hacia un foete de cuero que blandía un negro sobre aquellos, si querían descansar o comer un trozo de caña."
La situación de la esclava en el ingenio no era diferente, pero hay que hacer la salvedad, según se describe en la obra de Ortiz, acerca de la oposición de la hacendados de introducir negras en sus ingenios, ya sea por los problemas que acarreaban los embarazos, el cuidado de las crías y la oposición de los moralistas que se oponían a la convivencia de esclavos no casados, además de que la oferta de esta mercancía era tan abundante que no se requería su reproducción en la isla, situación que por lo demás condenaba al esclavo al celibato, hasta que en el siglo XIX se cambia este criterio debido a la campaña de poner fin a la trata.
En cuanto al esclavo doméstico su situación cambiaba significativamente, principalmente para aquellos que se encontraban en los poblados. El mismo Ortiz nos ofrece una serie de situaciones por las que atravesaban:
"El esclavo domestico encontraba también una fuente de recursos económicos y de benevolencia, sirviendo de cómplice y encubridor a los hijos de sus amos en sus aventuras juveniles."
"Los varones solían vestir, aunque más modestamente como los blancos…tenía además sus diversiones; ya era la posibilidad de conversar y beber libremente en la bodega o el puesto de fruta con sus amigos o sus carabelas."
"las negras gozaban además de otra ventaja, de la facilidad de proporcionarse algún dinero y aún lograr su emancipación, haciendo vida sexual común con algún blanco, caso bastante frecuente"
"La pequeña burguesía invirtió a menudo sus ahorros comprando un esclavo como podía comprar un animal de carga, y lo arrendaba convirtiéndolo en fuente de ingreso."
"Las negras solían ser también arrendadas ya para las labores caseras, ya como nodrizas, ya para la costura, en cuyo caso eran muy buscadas."
"El esclavo urbano podía hallarse en otra condición más cercana a la libertad, se arrendaba a si mismo. Previo el pago periódico a su amo de determinada cantidad el esclavo podía trabajar por su cuenta."[22]
El negro libre, por lo que nos muestra el propio Ortiz, disfrutó, si cabe esta palabra, de un desenvolvimiento que superaba a sus similares de otras colonias. Pero esta libertad, permitida, mientras no se alterara con ello el régimen político, ni se lesionara al blanco, por lo general derivó en la criminalidad. El negro curro[23]quien simbolizaba esta condición, según Ortiz, tenía conciencia de que al ser libre era un aristócrata entre los negros, y los curros no fueron sino embriagados por la libertad, fanfarrones y petulantes fantaseadores de ella[24]Era sinónimo a su vez de la mala vida, del raterismo y eran tenidos como asesinos. Tal condición la propiciaba la mala vida de los blancos:
"De estos emanaban los ejemplos buenos o malos; de éstos, las normas de vida las cuales por grado o por fuerza y tarde o temprano tenían que adaptarse los dominados."[25]
El goce de esta libertad no implicaba propiamente una posibilidad de ascenso social, bien sea por la vía de la educación, o por los medios económicos. De hecho, estos negros curros vivían, aún cuando fraternizaban con blancos de la mala vida, de forma segregada, habitaban en barrios apartados y confluían en áreas específicas de la ciudad. La segregación conllevó a que muchos negros citadinos, aparte de los curros, se agruparan en sociedades secretas, las cuales:
"(…) practicaban unidos a sus iniciados mediante juramentos de sangre, ceremonias religiosas, sacrificios de animales, cantos, tamboreos, funerales y demás ritos crípticos, cuyas fraternidades o cofradías, conocidas conjuntamente en Cuba por ñañiguismo y por abakuá."[26]
Curros y ñañigos, y la negritud en general en Cuba, sin duda hicieron grandes aportes culturales a la sociedad cubana, siendo su máxima expresión en ese sentido, no obstante el negro sufrió de un racismo ingénito en una sociedad patriarcal muy regimentada.
Comparar y valorar la impronta social del negro tanto en Brasil como en Cuba resulta dificultoso. Tal vez en Cuba el negro acarreó mayores desventajas, si se coteja con lo planteado por Freyre. Habría que extraer mayores elementos de las obras de Fernando Ortiz que avale su afirmación en cuanto a la superior calidad del componente negro en Cuba. Posiblemente se haya basado en la capacidad del negro cubano para crear su propio espacio cultural, al margen de una sociedad esclavista renuente en brindarle posibilidades de asimilación.
Decadencia y abolición de la esclavitud
Paradójicamente el inicio del proceso de eliminación de la trata y abolición de la esclavitud coinciden con una expansión del sistema esclavista en Cuba y Brasil. Inglaterra, quien a lo largo del siglo XVIII monopolizó este comercio, se erguía como la garante en extirpar este flagelo[27]Para la Gran Bretaña, este modo de producción, símbolo de la etapa mercantilista, obstaculizaba sus propósitos de establecer la libre concurrencia económica, en beneficio de su expansión industrial. Pero esta etapa del capitalismo industrial contradictoriamente benefició a Brasil y Cuba, al estimular la producción de materias primas, como el azúcar y el café.
Tanto Brasil como Cuba, de distintos modos, también se vieron beneficiadas por los procesos independentistas que devastaron a otras colonias, tal como ocurrió con la revolución haitiana, en donde casi toda su infraestructura azucarera terminó destruida. Estas circunstancias, favorables para las colonias mencionadas, se reflejaron en un repunte vigoroso de la importación de esclavos. Veamos algunas cifras en el caso del Brasil[28]
1811-1820 ingresan 266.800 esclavos
1821-1830 " 325.000 "
1831-1840 " 212.000 "
1841-150 " 338.300 "
1851-1860 " 3.300 "
En cuanto a Cuba[29]
Para 1817 habían 119.115 esclavos
Para 1827 " 286.000 "
Para 1838 " 436.000 "
Página siguiente |