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Y sin sacudirse el polvo del camino


Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Antecedentes biográficos
  3. La amistad
  4. La imagen de Venezuela en Martí
  5. Donde José Martí depuso su bordón roto
  6. En busca de su solar nativo y pueblo propio
  7. Sus amigos venezolanos
  8. Como pájaro alejado de su nido
  9. Conclusiones
  10. Bibliografía
  11. Anexos

Introducción

Una de las personalidades de mayor connotación en la historia de la nación cubana es, sin dudas, José Martí. En tanto organizador de la segunda etapa de las guerras independentistas, proceso cuyo análisis comprendió el contexto americano, así como de una multifacética labor ideológica en pos de la unidad de todos los actores; Martí adquirió trascendencia. Su vasta cultura y la perfección en el manejo del lenguaje, lo sitúa entre los autores de mayor producción literaria en latinoamérica.

Su identificación con América Latina lo condujo a superar la estrechez de la concepción nacionalista, para proyectar su pensamiento hacia el continente. Ello no es una exclusividad en Martí, como tampoco fue el primero en asumir una posición emancipadora continental: Bolívar y otros próceres independentistas, fueron sus inspiradores.

Varios fueron los países que lo acogieron: Méjico, Guatemala y Venezuela. En el primero de ellos conoció el amor hacia la persona que se convirtió en su esposa y madre de su hijo. Guatemala lo recibió en su recinto formador de maestros, como profesor de varias disciplinas. Pero, no es de interés examinar la vida y obra del autor en esos dos países, como tampoco en Estados Unidos, donde residió durante quince años. Es, su estancia en Venezuela, la que absorbe el interés en el presente estudio.

No obstante la brevedad de su estancia, Martí dejó en Venezuela una profunda huella, de la cual resultan evidencias, las reseñas por él escritas, así como la correspondencia sostenida con sus colegas venezolanos aún después de su partida. Tales evidencias fueron cuidadosamente recopiladas en sus Obras Completas que, en su tomo VII, también identificado como "Nuestra América"; comprende la producción martiana en los países de ese continente. Uno de sus acápites está dedicado justamente a Venezuela, razón por la cual, constituye la fuente fundamental del presente trabajo.

En el año 2011, en el que se cumple el 130 aniversario del paso de José Martí por Venezuela, es un propósito acudir a los documentos que dan fe de la huella dejada por él en ese país. Tal interés no descuida la búsqueda de la impronta dejada en Martí por el pueblo venezolano. En ese sentido, la indagación aportará claridad en las tres dimensiones en las que ha sido diseñado el estudio:

  • ¿Quien es la personalidad que arribó a Venezuela en enero de 1881, para retirarse apenas siete meses más tarde?

  • ¿Qué circunstancias lo animaron a viajar a Venezuela?

  • ¿Que significación tuvo para él su breve estancia en Venezuela?

Una lectura desde el siglo XXI, cuando el contexto socio histórico latinoamericano, particularmente el concerniente a los dos países involucrados en el estudio, ha sufrido modificaciones respecto al que caracterizó la época de estancia de Martí en Venezuela; adquiere pertinencia.

Si bien los textos escritos por el autor en Venezuela, como quedó expuesto, aparecen en el tomo VII de sus Obras Completas, limitar la búsqueda a ellos, resulta insuficiente para dar respuesta a las interrogantes que guían el estudio.

Venezuela no culmina, para el autor, el 28 de julio de 1881 tras su salida precipitada hacia Nueva York. Por esa razón, la consulta de artículos y de la correspondencia confeccionados con posterioridad; resultan de gran valor en la comprensión de su pensamiento con relación a ese país.

Antecedentes biográficos

La vida de José Martí ha sido inspiración en la obra de numerosos autores. Como resultado de investigaciones emprendidas por prestigiosos historiadores, han visto la luz exhaustivas biografías. Por esas razones, aunque no constituye un propósito conclusivo en el presente estudio la confección de una biografía, resulta pertinente hacer referencias a datos de esa índole, sin los cuales no sería posible un acercamiento a la personalidad que hizo su entrada en Venezuela en enero de 1881.

La emigración, fenómeno que acompaña el desarrollo de la humanidad, adquiere matices en los diversos contextos socio-históricos en los que tiene lugar. En Martí los tuvo. Ellos no fueron ni voluntarios ni desacertados.

A la edad de 28 años, cuando se produjo su viaje a Venezuela, poseía una rica historia de vida en la cual, el crecimiento profesional había alcanzado madurez, en estrecha ligazón con el de carácter político ideológico.

La ignominiosa esclavitud, que permanecía más velada en la ciudad habanera que en el resto del país con un aparente bienestar; no lo estuvo para Martí. Bastó para ello su permanencia en un ingenio azucarero, a donde había sido destinado su padre. Fue ahí donde conoció, cuando apenas contaba nueve años, lo inhumano del sistema dominante en su tierra.

La agudeza de Martí lo habría conducido, sin dudas, en cualquier momento posterior de su vida, a revelarse contra el estado de cosas prevaleciente en la colonia española, particularmente contra la esclavitud. Este hecho, no obstante, aceleró la maduración de su conciencia política en cuyo ideal, empezó a tomar parte la necesidad de erradicar la esclavitud.

No fue únicamente una idea filantrópica. Tampoco una esperanza ajena a su proyecto de vida. Martí se involucra, hace suyo el sufrimiento de los esclavos. Es tal su sensibilidad que, lejos de recrearse en la descripción, el poema escrito al respecto, es más que todo un juramento:

El rayo surca, sangriento,

El lóbrego nubarrón:

Echa el barco, ciento a ciento,

Los negros por el portón.

El viento, fiero, quebraba

Los almácigos copudos;

Andaba la hilera, andaba,

De los esclavos desnudos.

El temporal sacudía

Los barracones henchidos:

Una madre con su cría

Pasaba, dando alaridos.

Rojo, como en el desierto,

Salió el sol al horizonte:

Y alumbró a un esclavo muerto,

Colgado a un seibo del monte.

Un niño lo vio: tembló

De pasión por los que gimen:

Y, al pie del muerto, juró

Lavar con su vida el crimen![1]

La amistad

El concepto de la amistad en Martí, forma parte de su ética. A menudo los autores se refieren a las relaciones amistosas sostenidas por el autor durante su vida. Amigos suyos fueron cubanos, mejicanos, argentinos, guatemaltecos, uruguayos y venezolanos. Entre estos últimos se hallan: Diego Jugo, Agustín Aveledo, Heraclio Martín de la Guardia y Fausto Teodoro de Aldrey.

La amistad no es para este autor sólo un sentimiento. Tampoco una emoción. Surgida de la comunicación franca, asentada en valores, en complicidad ante proyectos afines; ésta resulta profunda y reflexiva.

Un momento recogido en obras sobre José Martí, de gran impacto en la formación de su personalidad, cuya connotación superó las relaciones amistosas para devenir un acontecimiento histórico, involucró a Fermín Valdés Domínguez.

El alistamiento en el servicio de voluntarios del ejército español, de un compañero de escuela de ambos -Carlos de Castro y Castro- motivó sus críticas y enojo.

A la altura del año 1869, cuando la inviabilidad del régimen colonialista español se había evidenciado en la sociedad cubana de entonces; la elección de Carlos de Castro a favor del poder colonial no podía, en el imaginario de Martí, de Fermín y de otros condiscípulos; ser valorada sino como una traición al proyecto independentista.

La casa de Fermín Valdés Domínguez fue objeto de un registro por parte de las autoridades españolas. Allí hallaron una carta en la cual Carlos era acusado de apátrida. Por ese motivo resultó apresado junto a José Martí, acusados de infidencia. Testimonio de lealtad fue la actitud por ambos amigos asumida, al declararse autores de un hecho cuyas consecuencias no les eran desconocidas.

El régimen, consciente de su vulnerabilidad, no pudo actuar sino de forma ejemplarizante: Martí fue condenado a seis años de prisión y obligado a llevar un grillete en un pie.

Aunque no concluyó el plazo de reclusión bajo esas condiciones, ya que fue trasladado en octubre de 1870 a una de las islas del archipiélago cubano y, más tarde deportado a España; Martí no volvió a disfrutar de libertad en su tierra. A partir de entonces, su libertad estuvo indisolublemente ligada a la de su patria. Mientras accionaba en pos de ese empeño, sería el emigrante que prefirió la América a Europa.

El exilio no sumió al autor en el aislamiento y la depresión. Por el contrario, fueron revertidos en su crecimiento profesional tanto en España como en Francia. En la primera estudió Derecho Civil y Filosofía y Letras. En ambas se vinculó con los exponentes de las ideas más avanzadas de la época.

El acercamiento a la realidad española le propició diferenciarla de la opresión colonial sobre Cuba. Respeto y admiración, cobraron forma en su obra en la cual, hasta entonces, sólo había sido reflejada la rebeldía.

Como quedó expuesto en un momento anterior, entre los años 1875 y 1881 en el que arriba a Venezuela; la vida de Martí transitó por varios países de América Latina, así como por Estados Unidos, en los cuales desarrolla una amplia actividad como profesor y periodista. Vivenciar las sociedades republicanas latinoamericanas, le aportó elementos en el diseño y ejecución de su proyecto emancipador para Cuba.

Por todo lo anteriormente expuesto, puede afirmarse que al viajar a Venezuela en el año 1881, a la edad de 28 años, José Martí se hallaba en la plenitud de su madurez. Había cursado estudios del más alto nivel, en su conciencia estaban asentadas las ideas independentistas, republicanas y de igualdad social, así como también dominaba el arte de la comunicación tanto oral como escrita.

La imagen de Venezuela en Martí

No es circunstancial su viaje a la República venezolana. Martí eligió. Y no fue justamente un país desconocido cultural ni políticamente para él.

Integrado a la intelectualidad habanera, tomó parte en las tertulias literarias, las cuales contemplaron también obras de autores venezolanos. Allí se leían "amorosamente los volcánicos versos de Lozano"[2], como también eran objeto de interés la lectura de los "periódicos que de estas tierras[3]ocultos como crímenes, llegaban a nosotros"[4]

Estar al tanto de la evolución de la sociedad venezolana, resulta insuficiente para afirmar que Martí había decidido establecerse en ese país. Es, más tarde, tras su recorrido por Europa, Guatemala y Méjico, cuando da muestras, en sus obras, de su elección.

Antes de llegar, Martí estaba identificado con la sociedad venezolana, la admiración y respeto que dejó expresados en las obras por él escritas, no sólo durante su estancia, sino con posterioridad a su salida hacia Nueva York; ya formaban parte de su ideal.

Donde José Martí depuso su bordón roto

Tal como fue declarado, el interés en el presente estudio está centrado en el período durante el cual José Martí radicó en Venezuela. Aunque el período fue de apenas siete meses, la significación en su pensamiento posee una riqueza que trasciende ese marco temporal. Por ello la pertinencia de una exploración en torno a la vida anterior al autor. De esa forma, fueron situados los antecedentes que ofrecen una visión de la personalidad que en enero de 1881 viajó a la República de Venezuela.

La significación de Venezuela para Martí no se agota en su historia de vida anterior, aún cuando tuviera conocimiento de su realidad. Ella adquirió contenido con posterioridad a su arribo a ese país.

Si bien el autor comienza a escribir sobre Venezuela a partir de marzo de 1881, ese tema continuó siendo fuente de su inspiración durante su prolongada estancia en Estados Unidos. Hasta julio de 1894, cuando ultimaba los preparativos de la revolución para iniciar su proyecto de república en Cuba; Martí no abandonó el interés en divulgar la obra venezolana, reflejo de las tradiciones y valores de su pueblo.

Sentados los antecedentes, procede, al dar continuidad al estudio, centrar la atención en las obras escritas por el autor en las que se refiere a Venezuela. Como esas obras corresponden a un período extenso y a escenarios disímiles, lo cual adquirió reflejo en sus obras; conviene establecer un ordenamiento en virtud del propósito de la indagación.

De esa forma, serán interpretados los textos que vieron la luz en Venezuela, con independencia de aquellos escritos en Estados Unidos. Esta lógica respeta el ordenamiento histórico, por cuanto el tema venezolano en Martí se incorporó a su producción literaria con anterioridad a su estancia en norteamérica. No obstante, en atención a los propósitos del presente estudio, ha sido indispensable el análisis de obras de ambos períodos para lograr el completamiento de las ideas.

Los textos en los cuales Martí se refiere a Venezuela, identificados en el presente estudio, ascienden a treinta y seis: nueve de ellos son cartas, el resto – veintiséis- son artículos y discursos[5]

La producción martiana en la tierra de Bolívar alcanza siete artículos y tres cartas[6]mientras en Estados Unidos vieron la luz la mayor parte de sus obras en torno al tema de Venezuela: veinte artículos y seis cartas[7]Ello confirma una idea expuesta en el presente estudio: Venezuela, para Martí, no perdió significación tras su retiro de ese país.

Una primera mirada, revela una información cuantitativa de los trabajos de Martí según el lugar en que fueron publicados: Venezuela o Estados Unidos. Otra percepción es posible cuando se hace un detenimiento en las obras[8]aunque sólo sea atendiendo a sus títulos, toda vez que el presente estudio constituye una primera aproximación al pensamiento martiano relativo a Venezuela.

Durante los diez años de peregrinaje por Europa y América, el autor no da muestras de la intención de establecerse en ninguno de esos países, ni siquiera en aquel donde contrajo matrimonio. Sin embargo, con relación a Venezuela fue explícito su deseo de asentarse.

Desde su primera presentación pública, ocurrida el 21 de marzo de 1881 en el Club de Comercio, Martí expresa su admiración por el pueblo venezolano y su decisión de establecerse en ese país.

El discurso por él pronunciado, es una confesión enardecida recreada en la historia, el paisaje y la laboriosidad del pueblo venezolano.

Las expresiones de simpatía, desafían las malas interpretaciones: "¡cómo se me asusta mi palabra de que me la puedan tener, como a quien corteja dama rica, por aduladora y mentirosa"[9].

Rememora el homenaje rendido a Simón Bolívar a su llegada a Caracas al visitar la tumba en que reposaban los restos de El Libertador cuando fue "a pagar, frente a una tumba blanca, como cumplía a un alma tan pura"[10]. Describe la emoción que aquel acto le despertaba: "Así, temblando mis mejillas al recuerdo de los días de patriarcal grandeza"[11]

Momento de encuentro con las ideas emancipadoras en latinoamérica, con la independencia del régimen colonial, con el derecho de los pueblos a constituir su república; que Martí sintetiza en la obra de Bolívar, ideales aún por concretar en la patria que dejaba atrás, precisamente por haberlos defendido.

No era justamente en Cuba donde podía expresar "con efusión fluvial"[12] sus sentimientos hacia Bolívar, encarnación estos del ideal independentista. Por eso, tal vez lo califica como "mi tributo impaciente"[13] cuya entrega no podía seguir aguardando, en reconocimiento a la contribución de El Libertador a la América "de largo tiempo en mi alma comprimido"[14]en alusión a su historia anterior, perseguido y desterrado.

Su acercamiento a la realidad venezolana, aumentaba la simpatía hacia ese país y lo llenaba de un orgullo que fue descrito por él al confesar: "inflamaba mi pecho en mis paseos, buscaba a quien enseñar tanta hermosura"[15]

En su obra La Edad de Oro, escrita con posterioridad en 1889, Martí se refiere nuevamente al tributo por él rendido a Bolívar al llegar a Caracas. A diferencia del anterior, éste es un relato contado en tercera persona, en el cual presenta la frase que da título al presente trabajo: "Cuentan que un viajero llegó un día a Caracas al anochecer, y sin sacudirse el polvo del camino[16]no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino cómo se iba donde estaba la estatua de Bolívar"[17].

Martí se sorprende al constatar la creación del pueblo venezolano en la conservación de los edificios, en la construcción de viales y de escuelas: "Si preguntaba por un barranco, hallaba al vuelo puente. Si me acercaba a leer un rótulo, leía escuela; si me daba con una arrogantísima fachada que más que invita, obliga, por su imponente forma a toda grandeza de la ley, decíame que eso era ha poco pared musgosa, donde andaban, como búhos dormidos, épocas muertas"[18]

Aunque las descripciones del paisaje y de las instalaciones, revelan la simpatía que en el autor despertaba la tierra venezolana, es acerca de sus valores donde presenta un juicio de gran profundidad, del cual puede ser inferida la identificación con los suyos propios. Su afirmación de hallarse en "¡uno de los pueblos más sanos y de los hogares más honrados que he visto en mis peregrinaciones por la tierra![19] apunta hacia la elección.

Tal elección es explicitada por él a través de una sentencia: "Depón tu bordón roto al umbral de este pueblo de hidalgos y damas; reposa en estos valles: con agua de estos ríos restaña tus heridas: ayúdales en su trabajo, aflígete con sus dolores; echa a andar por estos cerros a tu pequeñuelo[20]estrecha la mano de estos hombres, caminante: besa la mano de estas damas, peregrino"[21].

Obligado estaba Martí a residir en un país extranjero, por su condición de desterrado: "Luché en mi patria, y fui vencido"[22]. El compromiso con su país es puesto de manifiesto en una referencia a la obra Oda al Niágara escrita por el poeta cubano José María Heredia[23]"Se sabe que al poema de 1810 falta una estrofa, y yo, cuando sus verdaderos poetas habían desaparecido, quise escribirla" declaración ésta de su complicidad con la lucha por la emancipación en Cuba, razón por la cual le estaba vedada la permanencia en su propio país. Pero que el país de residencia haya sido Venezuela, resulta una elección.

En sus obras referidas a Venezuela, es posible constatar que aún después de su obligado retiro hacia Estados Unidos; aquel país continuó siendo su ideal o alternativa.

Momento de particular desgarramiento fue cuando, impuesto de la decisión del Presidente de la República, de la orden de abandono inmediato, Martí declara sus sentimientos a la tierra a la cual amó como suya: "Deme Venezuela en que servirla: ella tiene en mí un hijo"[24]

En busca de su solar nativo y pueblo propio

Coincidiendo con el mes de su natalicio, al cumplir los veintiocho años, se produce el arribo de Martí a Venezuela[25]tal vez sin una clara definición todavía de asentarse en ese país, hasta tanto pudiera regresar al suyo para liberarlo.

Sin embargo, desde su primera presentación en público, manifestó que había llegado a Venezuela "en busca de su solar nativo y pueblo propio"[26]. Contrariamente a sus intenciones, su estancia no rebasó los siete meses.

No faltaron muestras de apoyo y afecto en tierra venezolana, con lo cual se sintió en deuda desde los primeros días de estancia. Para saldarla sólo necesitaba "que den a su servidor nueva ocasión pronta de pagarles en prácticos servicios los consuelos que de todos hoy recibe"[27]

Desde su llegada, se vinculó a los círculos intelectuales, donde halló colegas y amigos con los cuales mantuvo sus relaciones aún después de abandonar el país y de retirar su colaboración con la publicación caraqueña "La Opinión Nacional". Entre ellos estuvieron: Fausto Teodoro de Aldrey, Diego Jugo, Agustín Aveledo, Heraclio Martín de la Guardia, Guillermo Tell Villegas, Arístides Rojas, Eduardo Blanco, Felipe Tejera, Domingo Hernández, Julio Calcaño. Juan Antonio Pérez Bonalde, Antonio Calcaño y Rafael de la Cova.

No llegó Martí a Venezuela solamente a ofrecer sus penas[28]sino también a ayudar al pueblo en su trabajo y a afligirse con sus dolores[29]

Sus amigos venezolanos

Las relaciones amistosas estuvieron asentadas en el respeto y reconocimiento de la obra de cada una de las personalidades con las que Martí se vinculó en Venezuela. Destacada consideración le merecieron Agustín Aveledo, Diego Jugo, Heraclio Martín de la Guardia y Fausto Teodoro de Aldrey. Con los tres primeros, el mutuo afecto se mantuvo con posterioridad a su retiro de Venezuela, empero el último se apartó del círculo de sus amigos.

Aunque en este acápite no es un propósito hacer un detenimiento en la Revista Venezolana, sino en las personalidades más cercanas a Martí en ese país. Justamente por esa razón, resulta imprescindible hacer referencia al documento, toda vez que los intelectuales con los cuales sostuvo relaciones, estuvieron involucrados junto a él, en la publicación literaria.

Las personalidades mencionadas sostuvieron estrechas relaciones de trabajo con José Martí, tanto en el desempeño del magisterio como del periodismo. Especial escenario para el fortalecimiento de esas relaciones fue, sin dudas, la Revista Venezolana[30]cuya impronta en la producción literaria del país, especialmente del romanticismo; es reconocida[31]

Agustín Aveledo dirigía el colegio Santa María y no dudó en disfrutar del ejercicio pedagógico de José Martí a su llegada a Caracas. Allí se desempeñó en las cátedras de Literatura y Gramática francesa.

Fue Aveledo uno de los intelectuales que apoyó el proyecto de la publicación literaria. Martí lo llama "amado Aveledo" cuando se refiere a él al reseñar los artículos que, en tanto editor de la Revista Venezolana, sometió a juicio y publicó en atención a su calidad.

La profesión de educadores, así como el humanismo; parecen estar entre los sentimientos que unieron a estos dos hombres, quienes mantuvieron correspondencia luego de la partida de Martí hacia Nueva York.

Fue uno de los amigos con los que intercambiaba acerca de sus proyectos literarios, entre los cuales se hallaban la Revista Venezolana y el libro Ismaelillo[32]ambos concretados durante su estancia en Caracas.

El escritor Diego Jugo fue uno de los amigos venezolanos más próximos de Martí. Estuvo entre las primeras personalidades con las que se comunicó a su arribo a Caracas, a quien profesaba respeto en atención a la profesionalidad de ese autor.

Con él compartía proyectos y reflexiones: "Otros no entenderán esto: por eso yo no lo escribo para otros"[33] le manifestó a Jugo cuando, ya establecido en Nueva York, lo embarga la nostalgia por la tierra que había echo suya: "allí donde puse mis esperanzas, y las perdí, allí dejé lo más caro de mi vida"[34]

Diego Jugo no dudó de la entereza de Martí, luego de la decisión del presidente venezolano de que debía abandonar el país. Por tal muestra de lealtad, el autor le estuvo muy reconocido: "Usted fue mi amigo en la hora amarga: Usted está sentado en puesto de honor en mi corazón"[35]

Heraclio Martín de la Guardia "uno de los más grandes poetas de la lengua española" a juicio de Martí estuvo, junto a Jugo y Aveledo; entre sus más caros amigos venezolanos.

Es un autor con el que Martí se sintió endeudado doblemente: una de las deudas fue porque Heraclio le dedicó uno de sus poemas mientras la otra está relacionada con la independencia de Cuba, aún por lograr.

Con relación a la primera, Martí le prometió la creación de versos en su honor: "Juntaré mis versos, me dije: unos versos atormentados y dolientes que yo hago, y pondré al frente, como quien posa sobre un haz de zarzas un águila blanca, el nombre de Heraclio Guardia"[36].

En cuanto a la segunda, en plena preparación de la revolución para reiniciar la guerra de independencia en Cuba, Martí le confiesa: …"nuestros guerreros están limpiando su armadura: -¡y entonces sí seré digno de responder a su dedicatoria"[37]

Otras personalidades con las cuales Martí se involucró en Venezuela, cuyas obras reseñó al publicarlas en la Revista Venezolana, de la cual era redactor; no aparecen relacionadas en su correspondencia, como en el caso de Guillermo Tell Villegas. Por ello no ha sido posible incorporarlas al análisis, en este estudio.

Este autor estuvo cerca de Martí, dado que dirigía el "Colegio Villegas" en el cual colaboró. Allí, además de impartir clases, fundó una nueva cátedra: la de oratoria[38].Sin embargo no fue posible hallar en las obras del autor, cartas o artículos que los relacionaran, salvo la mención que de él hace en el primer número de la Revista Venezolana, al calificar la palabra de este autor: "elocuente, arrebatada y justa"[39]

Sólo de los tres mencionados -Agustín Aveledo, Diego Jugo y Heraclio Martín de la Guardia- además de Fausto Teodoro de Aldrey; se encuentran recopiladas las cartas confeccionadas por Martí. De ahí que en el presente acápite, al hacer referencia a sus amigos venezolanos, es en ellos en quienes el análisis estuvo centrado.

Este último autor, estuvo entre sus amigos y colaboradores. Como director del diario caraqueño "La Opinión Nacional", Aldrey recibió los servicios periodísticos de Martí. Juntos emprendieron el proyecto fundacional de la Revista Venezolana[40]publicación literaria mensual que nació "del afecto vehemente que a su autor inspira el pueblo que la crea, va encaminada a levantar su fama, publicar su hermosura, y promover su beneficio"[41]

El proyecto contó con el apoyo de intelectuales nacionales, quienes no vacilaron en remitir sus obras a la redacción de la revista, cuya responsabilidad editorial recayó sobre José Martí. Ello fue un reconocimiento de la intelectualidad venezolana al valor de este autor en tanto escritor.

La idea de "dar aposento a toda obra de letras que haga relación visible, directa y saludable con la historia, poesía, arte, costumbres, familias, lenguas, tradiciones, cultivos, tráficos e industrias venezolanas"[42]; encontró realización en la nueva revista.

Si bien con anterioridad, durante su estancia en Guatemala, Martí había acunado la idea de fundar una revista, "tales sueños encontrarían su verdad al publicar, en Caracas y en julio de 1881, su Revista Venezolana…"[43]. La revista "ha sido considerada tanto por su espíritu como por su estilo precursora del Modernismo hispanoamericano"[44]

Hacia Aldrey demostró Martí un profundo afecto por su responsabilidad al frente del órgano "La Opinión Nacional", así como el interés en fomentar la producción literaria venezolana y latinoamericana. Fue este autor quien emprendió en su país una acción intelectual para honrar la memoria de Andrés Bello en el centenario de su natalicio.

Ello consistió en un libro, en cuya elaboración intervinieron varios escritores venezolanos, con obras en prosa y en poesía, alegóricas a esa personalidad. Tomaron parte en esa empresa: Antonio Leocadio, Vicente Coronado, Heraclio Martín de la Guardia, Felipe Tejera y Diego Jugo, con obras en prosa. Arístides Rojas y Eduardo Blanco; ofrendaron poemas épicos, mientras José María de Rojas compendió la correspondencia por él sostenida a propósito de Bello.

Es Aldrey una de las personalidades a las que Martí manifiesta sus sentimientos hacia Venezuela: "noble tierra madre de todas las Américas y la nuestra…"[45]así como sus propósitos: "A servir modestamente a los hombres me preparo; a andar, con el libro al hombro, por los caminos de la vida nueva; a auxiliar, como soldado humilde, todo brioso y honrado propósito, y a morir de la mano de la libertad, pobre y fieramente"[46]

Fue también a quien se dirigió, luego de conocer la decisión del Presidente que le imponía su retiro forzoso de Venezuela: "Mañana dejo a Venezuela y me vuelvo camino de Nueva York"[47]. En una carta cargada de emociones, los resentimientos y rencores no tuvieron espacio. Por el contrario, deja sentado que su amor al país no concluye con su salida: "sus goces me serán recreo, sus esperanzas, plácemes, sus penas, angustia"…[48]

Resume sus sentimientos por Venezuela, su pueblo y por su amigo Aldrey en especial, en su despedida: "A este noble país, urna de glorias; a sus hijos, que me han agasajado como a un hermano; a Usted, lujoso de bondades para conmigo, envía, como agradecimiento y con tristeza, su humilde adiós"[49]

Tras el retiro de Martí de Caracas, cesó la publicación de la Revista Venezolana, fundada por él junto a Aldrey. Aunque continuó colaborando con el envío de artículos al diario "La Opinión Nacional"; un año más tarde, ésta cesó.

A juicio del autor, Aldrey modificó su actitud, manifiesta en las cartas que escribía a Martí "antes agradecidas y vehementísimas y preñadas de las más calurosas protestas de consideración y afecto"[50]

La renuncia de Martí a colaborar con el diario venezolano, no se produjo sin dolor y desgarramiento: "Mucho me duele haber perdido una amada tribuna"[51], confiesa con nobleza a su amigo Diego Jugo.

Igualmente lamenta la pérdida de su amistad con Aldrey, para quien no tiene sino expresiones nobles y respetuosas: "Sólo hay una cosa comparable al placer de hallar un amigo: el dolor de perderlo"[52]

Como pájaro alejado de su nido

A pesar de la corta estancia de Martí, y de sus ocupaciones como profesor, periodista y editor; Venezuela fue fuente de inspiración para las dos dimensiones de su proyecto de vida: su obra literaria y la preparación de la revolución en Cuba.

Tanto el amor a la república venezolana, como su ideario independentista, tomaron cuerpo en su obra literaria desde 1881, año en que viajó a ese país.

Su proyecto independentista se fortaleció en el entorno venezolano, donde ya se había roto el yugo español. Fue allí donde halló puntos de contacto con la realidad cubana y latinoamericana: "Quien dice Venezuela, dice América: que los mismos males sufren y de los mismos frutos se abastecen"[53]…

Fue allí también donde se fue asentando la idea de la unidad continental en torno a la emancipación que, más tarde, sería completada con la identificación del opositor común: el imperialismo norteamericano.

El auto reconocimiento de Martí en tanto hijo de América, es revelado en una de sus frases más célebres, devenida ícono del latinoamericanismo y de la ética martianos[54]"De América soy hijo: a ella de debo"[55]. Es justamente Venezuela el escenario en que esa frase es acuñada por él, en vísperas de su salida forzosa y precipitada del país.

El carácter emprendedor de su pueblo en pos de la prosperidad nacional, así como los valores manifiestos en sus habitantes; fortalecieron el espíritu de Martí, maltratado por el presidio y el exilio durante once años por varios países europeos y latinoamericanos.

Allí encontró consuelo a sus penas y solidaridad con su dolida patria. Fue Venezuela, el país que le inspiró frases de gran profundidad y lirismo, las cuales han pasado a ser referencias en el pensamiento y la ética de José Martí.

La trascendencia del proceso libertador emprendido en Venezuela por Simón Bolívar, fue constatada por Martí tanto en los círculos intelectuales como en el pueblo, con los cuales interactuó: "De Venezuela, donde nació América"[56], con lo que hace alusión al rol desempeñado por ese país en el despertar del continente contra el colonialismo español.

Particular reconocimiento le mereció Simón Bolívar, por el hecho de no haberse limitado a liberar sólo a Venezuela, sino porque su proyecto se extendió más allá de la zona continental: "Bolívar, que engendró un mundo, pensó redondearlo con la libertad de las Antillas"[57]. Por ello, Martí se muestra pródigo al homenajear al Libertador desde su arribo a Caracas en enero de 1881, a quien llama padre[58]

Es posible apreciar en las referencias de Martí, además del valor de la obra independentista de Bolívar, su compromiso en darle continuidad, aún cuando no se halle explícito. Su expresión de que …"lo que él no dejó hecho, sin hacer está hasta hoy: porque Bolívar tiene que hacer en América todavía"… sugiere, amén de la convergencia de propósitos entre ambos, un llamamiento para completar la obra iniciada por El Libertador.

La citada frase corresponde al año 1893, cuando ya había madurado en Martí la dimensión antimperialista de su pensamiento, luego de doce años de permanencia en Estados Unidos, y se aprestaba a reiniciar el proceso liberador en Cuba. De ahí la noción de que en la referencia a "lo que no dejó hecho" Bolívar, el autor alude a la permanencia de la dominación colonial en Cuba.

Tal compromiso puede ser apreciado cuando, luego de recibir la confirmación de que tenía que abandonar Venezuela sin dilación, en emotiva carta al director del periódico La Opinión Nacional, confiesa su firmeza en dar continuidad a la obra emancipadora en América Latina. De igual forma deja explicitada su consideración acerca del rol desempeñado por Venezuela en ese empeño: "Y de la América, a cuya revelación, sacudimiento y fundación urgente me consagro, ésta es la cuna"[59]

Ese compromiso es sellado cuatro años más tarde cuando, consagrado ya a la preparación de la revolución en Cuba, expresa la indisposición ante la creación literaria: "La mano, ganosa de armas más eficaces, o de tareas más viriles y difíciles, rechaza, como una acusación, la pluma"[60]

En las obras escritas por Martí acerca de Venezuela, se puede apreciar su inconformidad con el estatus colonial de Cuba. El hecho de que su país continuara sojuzgado por España, se revela ante este autor, en el contexto venezolano, liberado ya del coloniaje, como una deuda para la América en general y con Venezuela de manera muy particular.

No es casual entonces, que desde su primera aparición pública, en el Club de Comercio de Caracas, manifestara su decisión de liberar a Cuba, para lo cual hizo referencia al poema "Oda al Niágara" del autor cubano José María Heredia, considerado un himno a la libertad. De igual forma, deja sentado que su condición de desterrado es justamente consecuencia de sus actos en pro de la independencia.

Años más tarde, en homenaje por el cincuenta aniversario del fallecimiento de Heredia, al retomar esa idea, hace un nuevo compromiso de dar continuidad a la obra libertaria cubana, desfasada de la latinoamericana: "Y si hasta en la desaparición de sus restos, que no se pueden hallar, simbolízase la desaparición posible y futura de su patria, entonces ¡Oh Niágara inmortal! Falta una estrofa, todavía útil, a tan soberbios versos"[61]

Es en la primera publicación de Martí en Caracas, cuando sale al aire la Revista Venezolana, donde presenta una frase que es referente para la educación formadora de valores, tal cual la concibió: "Hacer es la mejor manera de decir"[62].

Es también en Venezuela donde manifiesta el reconocimiento a su condición de latinoamericano: "De América soy hijo: a ella me debo"[63]

Y es, en Venezuela, donde escribió "Ismaelillo", aunque el texto vio la luz al año siguiente en Nueva York.

En la correspondencia de Martí, aparecen recopiladas dos cartas fechadas en Nueva York el 25 de mayo de 1882, dirigidas a dos de sus más cercanos amigos venezolanos: Diego Jugo y Agustín Aveledo. En ambas cartas anuncia el envío de un libro de su autoría a cada uno. Es en ese año cuando fue publicado Ismaelillo.

Si bien el título del texto no aparece en la mencionadas cartas, la referencia sugiere que se trata de Ismaelillo: al primero de los destinatarios le confiesa: "He visto esas alas, esos chacales, esas copas vacías, esos ejércitos"[64]; alusiones éstas a pasajes del poemario.

Con Aveledo, la comunicación revela una complicidad: "¿No recuerda que le ofrecí un libro para sus huérfanos?"[65], de donde se puede inferir que el autor le había participado de ese proyecto. Es además, según expresa el propio autor, un texto de gran valor sentimental: "Yo no vendo ese libro: es cosa del alma"[66]

Conclusiones

La lectura de los textos confeccionados por Martí en o acerca de Venezuela, permite apreciar su identificación y simpatía con ese país. Su entrega a la labor pedagógica en dos de los colegios caraqueños, así como a la periodística, lo atestiguan.

Su formación profesional por un lado y las experiencias en su vida política por otro; lo condujeron a un radicalismo en los que la libertad, pendiente aún en Cuba, y la creación de la república; constituían sus pilares. Estos pilares los encontraría en la sociedad venezolana.

Igualmente, el estudio ha aportado la noción de que la simpatía por Venezuela es anterior a su arribo en 1881. Las lecturas de textos y periódicos de esa nación en las tertulias literarias habaneras, revelan el interés que despertaba en los intelectuales cubanos, entre los cuales se hallaba José Martí; la sociedad venezolana. De ahí la consideración de que al llegar tenía una sana disposición a asentarse allí.

El paso del autor por varios países de Europa y América, parecía detenerse en Venezuela, a juzgar por sus declaraciones, en las que es posible hallar una intención de permanecer allí, y reunirse con su familia.

Es ahí donde logra concretar el proyecto de creación de una revista literaria, apoyado por los intelectuales con quienes sostuvo estrechas relaciones amistosas y de colaboración, no sólo durante su estancia, sino con posterioridad a su salida precipitada de Venezuela.

Resultado de su estancia en Venezuela, además de la Creación de la Revista, son discursos, artículos y cartas. Allí pronunció frases de gran valor, algunas de las cuales resultan conocidas y citadas abundantemente. El libro Ismaelillo fue también redactado durante su estancia en Venezuela.

Si bien desde antes de llegar, ya el autor se sentía identificado con la sociedad venezolana, ello se refuerza durante su estancia, e incluso después de su salida.

Su retiro forzoso no significó la anulación de sus sentimientos. Contrariamente, sus referencias están cargadas de añoranza y amor hacia ese país. Por ello la afirmación de que Venezuela, para Martí, no culminó tras su retiro.

Su interés por presentar la realidad venezolana no sólo se mantuvo, sino que tomó cuerpo en las publicaciones con las cuales el autor colaboraba.

Aún después de interrumpir su relación con el diario caraqueño "La Opinión Nacional", hasta el año 1894, Martí no dejó de manifestar su amor por Venezuela en artículos y correspondencia, país con el cual se sintió en deuda dado el predominio del colonialismo en el suyo.

Bibliografía

  • Campos, Jorge N; José Martí y el discurso histórico literario en la revolución venezolana; wwwhispatecno.net

  • Chacón, Nancy; José Martí, Madre América y Nuestra América en:wwwjosemarti.com

  • Guerra Díaz, Ramón; José Martí, su visita a Venezuela, en: wwwmonografías.com.sa, 20 de febrero de 2010.

  • Habana Patrimonial; Impronta de Martí en Venezuela, 2 de enero de 2006, calendar.log.eokomk

  • Martí, José; Obras Cmpletas, Ciencias Sociales, La Habana, 1975.

  • Martínez, Mayra Beatriz; Privilegio de El Viajero en: wwwjosemarti.com

  • Miliani, Domingo; Vísperas del modernismo en la poesía venezolana,Tomo XXIII, #3, Thesaurus, 1968.

  • Ocampo Andina, Lourdes; Por los caminos de la identidad latinoamericana en: wwwjosemarti.com

  • Santos Moray, Mercedes; La Revista Venezolana, [email protected]

  • La Revista Venezolana, ain.com

  • Partes: 1, 2
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