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La utopía y sus mediaciones (página 2)

Enviado por Rigoberto Pupo


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En la misma medida que las contradicciones de la sociedad capitalista se agudizan, las teorías socialistas utópicas, independientemente que carecen de los medios necesarios para producir el cambio, profundizan en la crítica y se plantean brillantes ideas en torno a la posibilidad de una nueva sociedad sin clases, donde no exista la explotación del hombre por el hombre. Es el caso de los socialistas utópicos franceses (Saint Simón (1760-1825) y Fourier (1772-1837) en Francia y Owen /1771-1858) en Inglaterra.

Sus utopías abrieron camino al conocimiento social y a la praxis capaz de producir el cambio. Por eso los clásicos del marxismo la sometieron a crítica, pero al mismo tiempo, reconocieron sus gérmenes racionales y sus intenciones humanistas. Y por derecho propio constituyeron premisas del marxismo. Es que la elaboración de una utopía, encauza proyectos para su realización efectiva en la praxis. Sin agotarla, en tanto utopía, que no cierra las infinitas posibilidades de realización humana, siempre están abiertas a múltiples accesos y aperturas, discernimientos y búsquedas.

Las intelecciones teóricas en torno a la utopía y su función en la teoría social, son diversas y contradictorias. Sorel, opone a la utopía, a partir de la ineficacia que le atribuye, el mito, como "(…) expresión de un grupo social que se prepara para la revolución"

Por el contrario, Mannhein en Ideología y Utopía, entiende que la utopía está destinada a realizarse, en oposición a la ideología que nunca logrará realizarse. La utopía, en este sentido, estaría en la base de toda revolución social"

Sin embargo, Abbagnano, con más sentido conciliador y tolerante, emite su criterio: "(…), se puede decir que la utopía representa una corrección social o religiosa existente. Esta corrección puede permanecer, como ha ocurrido y ocurre a menudo, en el estado de simple aspiración o sueño genérico, disolviéndose en una especie de evasión de la realidad vivida. Pero puede también suceder que la utopía resulte una fuerza de transformación de la realidad en acto y adquiera bastante cuerpo y consistencia para transformarse en auténtica voluntad innovadora y encontrar los medios de la innovación. Por lo común, -continúa el filósofo italiano- la palabra se entiende más con referencia a la primera posibilidad que a la segunda. A pesar de todo, la segunda tampoco se puede excluir, por más que cuando se verifica, la utopía debe reivindicar para sí el nombre de ideología o de idea"

Después de esto, mucho se ha dicho y escrito en torno a la utopía. Pero han predominado los criterios que le reconocen su valor heurístico y práctico, como ideal que afirma el sujeto y dirige su imaginación a la búsqueda de lo que desea y quiere. Se ha impuesto la convicción que sin utopía no hay obra humana.

Por supuesto, con excepción de algunos filósofos postmodernos, que perneados de presentismo nihilista, teñido de pesimismo histórico, han declarado el fin de las utopías, en tanto carentes de legitimidad, por inauténticas e ineficaces. Pero la cruzada no se ha dirigido sólo a la utopía, sino también, a todo ideal y proyecto emancipatorio, incluyendo a los conceptos de sujeto, fundamento y razón, y más radical aún Fukuyama, con su decretado fin de la historia. Pero esta algarabía"teórica", por inconsistente, ha sido efímera, de poca duración. Nació huérfana de ideas.

Es que la utopía misma nacida de las necesidades y la praxis social, además de incitar la búsqueda, deviene bandera de combate. Sencillamente, "(…), no hay proa- escribe Martí desplegando con fuerza su razón utópica – que taje una nube de ideas. Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados."

Sin embargo, no han faltado concepciones pesimistas reflejadas en novelas y en cierta literatura de ciencia-ficción que descalifican las utopías y entronizan las antiutopías. Ejemplos elocuentes se puede encontrar en G.Orwel, A. Huxley, I. Asimov, R. Bradbury y otros. En algunas de sus obras ponen de manifiesto nihilismo histórico; expresando como convicción la crisis de la esperanza y la esterilidad de la lucha revolucionaria y la conciencia crítica para producir cambios. En sus criterios los males sociales no se pueden revertir y el desarrollo de la ciencia y la técnica conduce a la esclavización del hombre. Las antiutopías, en última instancia expresan la enajenación progresiva del capitalismo.

2. La utopía. Determinaciones y condicionamientos.

Si ciertamente la utopía se funda en la imaginación y la fantasía, está mediada por múltiples determinaciones y condicionamientos histórico-sociales. Los sueños del hombre, aunque estén muy alejados de la realidad, tienen sus fuentes en ella. Las utopías como ideales humanos son expresiones críticas de cambio de la realidad presente. Es un proceso subjetivo que parte del ser actual al deber-ser para realizar determinada aspiración humana. Es lo futuro en lo presente para mejor su situación y realizar su ser esencial. "Todos los grandes mitos fundantes imaginaron ese futuro abierto, sin fronteras que como el horizonte, está siempre presenta pero nunca se alcanza y continuamente llama a ser alcanzado. Ellos nos hablan de "la tierra sin males" del "paraíso perdido que será reconquistado" de la "fuente de la juventud", de la "tierra de El Dorado". Las figuras se multiplican y se expresan de diversas maneras de acuerdo con la propia cultura. Las utopías dibujan ese futuro." Un futuro que anticipa y preludia todo un sistema de determinaciones objetivo-subjetivo: necesidad-interés-fin-medios y condiciones, internamente mediado por la praxis.

La necesidad opera como fundamento regular que da cuenta de lo que falta. Es una forma humana condicionada por la insatisfacción. Existe como insuficiencia de algo, que aparece se intensifica y sirve de fuerza motriz a la proyección del hombre.

La necesidad tiene su primera concreción en los intereses que mueven las acciones del hombre, sus iniciativas de cambio y búsqueda para resolver la necesidad. El interés es la propia necesidad hecha consciente.

Al mismo tiempo, el interés se realiza y concreta en los fines y objetivos. Los fines expresan el ser de la necesidad y el interés, y anticipan idealmente lo futuro , lo que se quiere, el resultado apetecido. Pero el fin requiere de medios y condiciones para realizarse. En correspondencia con esto, el fin puede realizarse, o permanecer como posibilidad y potencia y nunca, concretarse en acto. "La actividad de los hombres-individuo, es una actividad interesada y, por ello, para comprenderla hay que partir de los intereses humanos que se expresan en ciertos fines que responden a su vez, a cierta situación objetiva"

La utopía, no es quimera de la razón. Es un ideal de ideales que proyecta el hombre en los marcos de las necesidades, los intereses, los fines, los medios y las condiciones. Todo un proceso objetivo-subjetivo, subjetivo-objetivo, mediado por la praxis. El devenir efectivo de la utopía está condicionado internamente por dicho proceso que garantiza la conversión recíproca de lo ideal y lo material.

3- Utopía y proyecto.

A veces, erróneamente, en mi criterio, se identifica la utopía con la proyección ideal, con el proyecto del hombre. El proyecto, como anticipación de las posibilidades, como previsión, predicción, predisposición o plan ordenado preludiado por los fines, es un cauce de apertura a la utopía, un camino orientado a realizar la utopía, que puede devenir en acto o quedarse simplemente como proyecto no realizado, como posibilidad. "Las creaciones a las que movilizan las utopías se realizan mediante proyectos. Así como es la imaginación la encargada de dibujar las utopías, -enfatiza Dri- es la razón la que debe elaborar los proyectos y buscar los medios necesarios para realizarlos. Es el ámbito propio de las ciencias. Estas sólo pueden desplegarse en el ámbito que abren las utopías.

El momento de la utopía y el del proyecto-enfatiza con fuerza conceptual Rubén Dri – se comportan dialécticamente como dos momentos polares del proyectarse del sujeto."

Esta tesis resulta muy interesante, independientemente que se pudiera estar de acuerdo o no con el ejemplo que lo ilustra. Pero lo cierto es que identificar o contraponer utopía-proyecto, metodológicamente resulta nefasto. La utopía en su devenir y aprehensión por el sujeto, en pos de su encarnación en la praxis, conjuga dialécticamente los momentos cognoscitivo y valorativo de la subjetividad humana.Integra en concreta síntesis conocimiento y valor, mediados por la praxis. Proyectar lo por venir, lo que queremos, es de por sí, iniciar la apertura a la utopía ,pero no su apertura misma, en cuanto a su realización efectiva. En la política, en la ciencia, constantemente se están elaborando proyectos, que a veces consciente o inconscientemente, tributan resultados a una utopía, o se acercan a ella, sin agotarla. Sencillamente, "la imaginación se enciende dibujando los mundos utópicos que mueven a todo tipo de creación, trátese de proyectos políticos, culturales, académicos, científicos o artísticos."

No se trata de una relación entre la parte y el todo. Es una unidad dialéctica, donde cada proyecto participa de la utopía, en tanto momento suyo constitutivo; y la utopía se realiza y concreta en ellos. Es una totalidad compleja (proyectos-utopía) que realiza el hombre como sujeto.

4. Utopía y realidad. Praxis y razón utópica.

Si perjudicial resulta identificar de modo absoluto la realidad con lo deseado, también lo es contraponerlos y hacer de ellos aspectos en relación de antítesis. Utopía y realidad conforman una unidad dialéctica, que en tanto tal presupone la identidad y la diferencia. Igualmente sucede con la relación praxis-razón utópica.

Estos aspectos complejos y contradictorios son partes estructurales y constitutivas del hombre como sujeto que piensa, actúa, valora, conoce y se comunica.

Un proceso inmanente a la actividad humana, que se cualifica en la relación sujeto-objeto y sujeto-sujeto, y se concreta en los varios atributos aprehensivos de la realidad por el hombre: actividad cognoscitiva, práctica, valorativa y comunicativa.

El hombre elabora utopías y mira la realidad con sentido utópico para mejorar. Como decía Alejo Carpentier en La Consagración de la Primavera, se impone tareas (proyectos) para mejorar. No se trata sólo de las grandes utopías conocidas en la historia: la Utopía de Moro, la Atlántida de Bacon, la República de Platón, la ciudad del Sol de Campanella o la ciudad de Dios de San Agustín, sino de la eterna posibilidad humana de dar riendas sueltas a sus sueños y fantasías para superar la realidad presente y mejorar sus condiciones de vida.

Por otra parte, es desacertado concebir la utopía como simple fantasía, ilusión o sueño, desligado de la realidad. Ella misma es realidad idealizada, que nacida de realidades empíricamente registrables, la trasciende y opera como meta que afirma al hombre y a la sociedad como sujeto creador que se propone ascender peldaños superiores. La gran utopía de Nuestra América y su integración unitaria, fundada en la obra de Bolívar, Martí y otros, constituye en sí misma, un resultado engendrado en necesidades reales e impulsada por la praxis social de nuestros pueblos. Y esta utopía no puede morir, porque sería matar a la esperanza. Mucho tiene que hacer aún, pues las condiciones reales que le sirvieron de sustentación, aún existen. Y en los tempos que corren nuevas acechanzas y desafíos enfrenta que la actualizan y renuevan para seguir viviendo, así como nuevos sujetos portadores de proyectos que hacen "camino al andar".

No importan las vicisitudes, los retrocesos para desbrozar el camino hacia la meta. Lo importante es que continúe alumbrando, pues de lo contrario, la muerte de los sujetos sería inevitable. He ahí la importancia de una utopía como bandera de lucha y de resistencia para no dejar de ser; así como la necesidad insoslayable de que praxis y razón utópica marchen unidades en la proyección del futuro.

Praxis y razón utópica insertos en la cultura, constituyen una fuerza ivital, en la conformación de una cultura del ser que sirva de baluarte de contención ante el capitalismo salvaje que nuclea a la globalización neoliberal. No importa que anuncien un réquiem a las utopías, ni declaren el desarme de ellas. Ellas seguirán viviendo y guiando el camino al porvenir, conjuntamente con los sujetos que afirman e impulsan.

¡ Cuánta razón utópica y praxis demistificadora hay en el manifiesto-programa identitario de Nuestra América expuesto en el ensayo homónimo. "Lo que quede aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo en la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio que vencen a los otros. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra".

La razón utópica, por su cauce aprehensivo mediato y antipresentista, es por antonomasia una fuente inagotable de proyectos con sentido cultural, que los sujetos con su praxis creadora realizan.

Las utopías y la razón utópica que acompaña a los sujetos históricos, en su accionar práctico-teórico, devienen realidad y esta es base nutricia de nuevas aprehensiones, de nuevas utopías, sin las cuales resulta quimérico hablar de sujeto y de cambios que reviertan las circunstancias presentes.

Es indiscutible que el hombre y la sociedad no pueden existir sin utopía. La historia milenaria del hombre lo ha demostrado.

La Filosofía, la Sociología, la Ciencia Política y en fin las ciencias del hombre, no pueden hacer de las utopías expresiones quiméricas de la razón. Su lugar en el devenir histórico y su valor heurístico, le han otorgado el derecho de convertirse en objeto especial de estudio y de reflexión. Muchas mediaciones inmanentes al corpus teórico de la utopía requieren de estudios profundos, y no es, por supuesto, un problema sólo de las ciencias sociales.

Hay que superar lo que aún queda en las ciencias y en la metodología del conocimiento científico del paradigma racionalista de la modernidad, particularmente los rezagos intelectualistas y objetivizantes, dirigidos sólo al interior del conocimiento, a los proyectos, sin detenerse en la subjetividad y en sus varios atributos cualificadores, sin mirar la meta, que aunque inagotable en su naturaleza misma, es guía orientadora. Evitar, en síntesis, que los árboles impidan ver el bosque…

Bibliografía mínima

Bacon, F. La nueva Atlántica. Edit de C Sociales, La Habana, 1974

Dri, R. La utopía que todo lo mueve… Editorial Biblos, Argentina, 2001, pp 207-209.

Martí, J. Nuestra América. O.C. tomo 6, Edit Nol de Cuba, La Habana, 1963. pp. 15-23.

Abbagnano, N. Diccionario de Filosofía. Edic Revolucionaria. Instituto Cubano del libro, La Habana, 1973. p. 1171

Pupo, R. L actividad como categoría filosófica. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1990 (2do capítulo).

Pupo, R. Identidad y subjetividad humana en José Martí. Casa de Altos Estudios (en proceso de edición).

Henríquez, Ureña, P. La utopía de América. En Leopoldo Zea. Fuentes de la cultura iberoamericana. Fondo de Cultura Económica, México, 1993, pp. 381-392.

Flores,L. Utopía y Modernidad..Revista Intersticios. Año. 2 No.3 .México, 1995. p. 59-66.

 

Dr. Rigoberto Pupo

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