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La pospolítica. Una lectura de las elecciones argentinas de 2007

Enviado por Pablo Julián Hupert


Partes: 1, 2

  1. Algunas notas sobre la transversalidad generalizada
  2. Algunas notas sobre la mercantilización electoral
  3. Algunas notas sobre la desadscripción del votante
  4. La ruptura de la liga representativa entre Estado y Nación argentinos
  5. El "conflicto del campo" leído desde la ruptura de la liga representativa entre Estado y Nación argentinos
  6. Esbozo de síntesis para continuar la lectura

Una lectura de las elecciones argentinas de 2007 como tesis para leer el "conflicto del campo" y la política actual en general

En diciembre de 2001, la subjetividad consumidora expulsa a la clase política del estadonación desvanecido: a la cesación le sucede el agotamiento subjetivo. La subjetividad consumidora declara que no hay estado conforme a su determinación actual. Se impugna una institución general agotada. Pero la forma política requerida aún no existe. Sólo está exigida en vacío. A esa exigencia vacía intentan someterse los políticos –debidamente manipulada, ¿pero cómo?

Ignacio Lewkowicz (24/12/2001)

I.

Por doquier oímos decir que la política ha quedado reducida a marketing electoral. Es común incluso que lo repitamos. Lo que no es tan común es extraer las consecuencias de ello y que leamos el escenario político actual según ese enunciado. El propósito de estas páginas es leer algunas prácticas políticas recurrentes de las elecciones argentinas de octubre de 2007 para aportar a pensar el carácter político de la política de la hora. Por lo pronto, adelantemos que es una política posnacional, que no es de representación sino de satisfacción, que no vincula, que no busca el voto de ciudadanos sino de consumidores, que es una pospolítica.

En las elecciones del 28 de octubre de 2007 se presentaron 3637 candidatos a diputados y senadores distribuidos en 239 partidos políticos y 104 alianzas.[1] La fuente no aclara si las 104 alianzas comprenden a parte de esos 239 partidos políticos o si se trata en total de 343 listas. Lo claro, en cualquier caso, es que la proporción de alianzas entre partidos es muy alta, así como también lo es la cantidad de listas (aun si estas cifras no incluyen a los candidatos de niveles municipales y provinciales que también se renovaron en esa oportunidad).

Con estos guarismos ya encontramos, en un vistazo a vuelo de pájaro, dos mutaciones políticas que colmaban el comentario mediático preelectoral (aunque no eran pensadas como mutaciones). Por un lado, encontrábamos proliferación, fragmentación, dispersión, cuyo anverso es el debilitamiento de los límites partidarios y la proliferación de alianzas transpartidarias. Por otro lado, veíamos hasta qué punto la lógica mercantil de diversificación de la oferta para mantener o aumentar las ventas también funcionó en las elecciones. En estas páginas quisiéramos profundizar el examen de estos dos procesos, junto con el que podríamos llamar "desadscripción del votante", para llegar a caracterizar la política actual argentina (y tal vez no solo argentina).

El procedimiento que produjo las reflexiones que siguen no pudo ser disimulado (y sobrevive en la forma de "algunas notas"). En el taller de lectura de la actualidad a pesar del periodismo[2]que venimos coordinando, la discusión de una u otra noticia ha dado lugar a una reflexión asistemática pero perseverante. Más que exponiendo ordenadamente una investigación, estamos reuniendo reflexiones sobre noticias; la intención es pensar de otro modo eso que llaman "la actualidad política".

Esta estrategia de lectura no busca elaborar una teoría sino hacer pensable la circunstancia actual. La noción de pospolítica no es tomada como una hipótesis que espera corroboración o refutación, sino como una tesis que la subjetividad asume para situarse; no es tomada como enunciado sino como un principio de enunciación. Este procedimiento tornó pensable para el grupo, por ejemplo, el llamado conflicto del campo y el voto del vicepresidente Cobos en el Senado.[3]

Algunas notas sobre la transversalidad generalizada

  • El aspecto más notorio de la campaña electoral de 2007 fue el de lo que podríamos llamar la "transpartidarización" (o lo que el kirchnerismo llama transversalidad, aunque este proceso no estuvo limitado al Frente Para la Victoria). Comencemos su caracterización citando las palabras de otros.

Un recuadro anónimo describía:

"La campaña pre-electoral 2007 es pródiga en "perlitas"…: no hay debates y los candidatos no aparecen preocupados por fomentarlos, los partidos parecen haber desaparecido de la escena y los candidatos a votar estuvieron aquí y allá, se presentan para dos cargos al mismo tiempo y hasta se animan a presentarse en distintas listas a la vez… Pero Ricardo Gil Laavedra se convirtió en candidato a senador nacional por la Ciudad de Buenos Aires tras medirse en internas. Pero al hoy extraño episodio de la interna le siguió otro hecho inusual… el radicalismo por primera vez en la historia asistirá a los comicios detrás de un extrapartidario: Roberto Lavagna."[4]

El ex canciller de Néstor Kirchner Rafael Bielsa, por ejemplo, proponía caracterizar el sistema político argentino actual del siguiente modo:

"con los partidos "atrapalatodo" –en épocas de normalidad institucional, el peronismo y el radicalismo– balcanizados, las identidades políticas centrifugadas y los personalismos como referencia."[5]

Pasamos revista ahora a algunos casos de "transpartidarización" o atravesamiento de los partidos por alianzas de ocasión.

  • Un atravesamiento no electoral pero merecedor de atención fue la asunción del socialista Jorge Rivas como vicejefe de gabinete en julio de 2007. Los líderes socialistas "Giustiniani y Cortina, entre otros, evalúan que el gobierno [de Néstor Kirchner] arremete con una práctica de cooptación de dirigentes de la oposición con el falso pretexto de la construcción de un bloque de centroizquierda. Que, según este sector [del partido socialista], lo que oculta es la destrucción de las identidades partidarias."[6] Horacio Tarcus escribe: "Incapaz [el PS] de construir un proyecto económico de los trabajadores, no es casual […] que se vea desgarrado entre los proyectos hegemónicos ajenos. Son las reglas de la política."[7]

Pero aquí no queremos ver cómo entra en crisis el Partido Socialista u otro para coleccionar anécdotas ni buscamos dar con errores morales o encontrar por qué valores morales deberían guiarse los partidos políticos y sus integrantes o el gobierno; tampoco buscamos sumarnos al lamento por la corrosión del clásico sistema de partidos. Lo que buscamos es intentar detectar funcionamientos de la pospolítica, intentar ver según qué pautas se va dando la política propia del Estado posnacional, que no es la política clásica, la propia del Estado nacional, como la que vio crecer y desarrollarse a los partidos más clásicos de la Argentina, como el Partido Socialista y la UCR, y luego, con un formato y un modo de funcionamiento distinto pero también clásicamente nacional, el partido Peronista. Eran partidos de representación. Eran partidos que producían y reproducían el nexo entre el Estado y la sociedad civil. (En este sentido, entre los partidos clásicos argentinos, se incluye, durante buena parte del siglo XX, el llamado precisamente "partido militar".)

Hoy los partidos (si es que todavía pueden llamarse así) no son de representación sino de satisfacción, pues la política no es de representación sino de marketing. En este sentido, como los seguimos llamando partidos, diremos que son partidos en el sentido literal de la palabra, aunque un gerundio vendría mejor: "partidos partiéndose", por ejemplo. Pero las particiones ya no se deben a líneas políticas, a proyectos propios en pugna sino a las búsquedas de satisfacción de los militantes; a Rivas, por ejemplo, tal vez lo satisfizo asumir como vice de Alberto Fernández, mientras que a Cortina y Giustiniani, no.

"Un partido se desgarra [como dice Tarcus] entre los proyectos hegemónicos ajenos", pero no debemos entender –como tal vez quería decir Tarcus– que los proyectos hegemónicos ajenos sean proyectos políticos: más bien son otras máquinas de satisfacción de apetencias que van satisfaciendo apetencias, a los de adentro y los de afuera, según las necesidades de reproducción simple o ampliada de la maquinaria de otro apetente, y al hacerlo desgarran los partidos, o, como decía el artículo citado, van destruyendo las identidades partidarias, pues un partido ya no es un sujeto político representante de un sector sino un canal –entre varios otros– de circulación de apetencias, rivalidades, etc, y una batería de recursos con que lidiar y acumular en esa circulación.

  • Otra escena muy llamativa de la pospolítica fue la alianza entre Kirchner y Rico.

"¿Alguien se hubiera imaginado, hace tan solo unos meses, que el gobierno que hizo de la política de DDHH una bandera podía aliarse con el carapintada…? La respuesta es no. Pero… en la Argentina de los tiempos K, bajo el paraguas de la transversalidad, y ahora de la concertación, las alianzas forjadas antes de los comicios presidenciales sorprenden hasta el límite de lo inimaginable… Se trata de un acuerdo electoral, cuya premisa es asegurar la mayor cantidad de votos para el 28 de octubre. No importan los prontuarios de los aliados de turno. Lo único que sirve es sumar."[8]

En un recuadro aparte, Gustavo Cirelli dice "Rico no es ni vieja ni nueva política. Es lo peor de la política. Se sabe que la construcción de poder real, el que se teje por abajo, es laxa… Pero hay límites. Sapos intragables. Los avances en materia de derechos humanos que impulsó el oficialismo fueron, en términos objetivos, trascendentes. Pero la conducta y la Justicia necesitan de acciones consecuentes. Y la bosta y el betún no construyen buena memoria. Tampoco el futuro" (ibíd.).

Da un poco de ternura ver la candidez de un periodista que cree que hay límites. Se acostumbraba definir una nación como una comunidad de destino con un pasado también común. Resulta que, si esa nación está desdibujada, construir futuro, construir pasado, enhebrar con una línea ideológica pasado, presente y futuro son anacronismos, cosas que existían en condiciones políticas, en condiciones nacionales. La pospolítica es justamente la dinámica que se da el escenario llamado público en condiciones posnacionales.

  • Otra pincelada para el cuadro pospolítico:

"Julio Ledesma, uno de los primeros impulsores de la candidatura presidencial de Néstor Kirchner en 2002, decidió dar por terminado el vínculo que lo unía con el presidente para dar rienda suelta a su deseo de ser intendente de La Matanza de la mano de la alianza Unión Pro, comandada por Francisco de Narváez y Jorge Macri."[9]

Parece que cuando Ledesma se enteró de que el Frente Para la Victoria kirchnerista apoyaría al intendente saliente Fernando Espinoza como candidato a intendente para las elecciones del 28 de octubre de 2007, Ledesma se alió con De Narváez, diciendo "es una situación de coyuntura; estoy con De Narváez porque es peronista".

Pareciera que las consideraciones y las alianzas pospolíticas son de coyuntura. Como decía Cirelli, así no se construye futuro, pero se nota que en la temporalidad pospolítica lo único que hay es presente, sobre todo si es tiempo pre-electoral. Esta "coyuntura" no es el par complementario de "perspectiva", sino pura oportunidad.[10] Hay apetencias –o expectativas de satisfacción de apetencias– que construyen el presente como coyuntura: "me aliaré ahora con quien más chances me dé de concretar mi expectativa en algún momento posterior a las elecciones" (y no "en el futuro").

La aparición de una coherencia que no sigue los parámetros de coherencia de la política representativa nacional clásica (llamada coherencia ideológica) lleva a, por ejemplo, que Ledesma en su boleta ponga "Ledesma intendente, De Narváez gobernador, Cristina Kirchner presidente". La territorialización de las apetencias y de los modos de satisfacer las apetencias, junto al desdibujamiento de los límites de los partidos políticos y sus identidades, hacen que no haya congruencia vertical, hacen que no haya organicidad (es otra forma de decir que esos organismos que eran los partidos políticos nacionales están en crisis, del mismo modo que se dice que el sistema de poder político argentino está territorializado o segmentado, es decir, desarticulado). Así, un candidato a intendente puede aliarse a un candidato a gobernador que es de signo opuesto a la candidata a presidente a la que también se alía.

Temporalmente, sólo existen coyunturas; geográficamente, sólo existen localidades. Lo que por constumbre llamamos "nacional" no es un cuerpo orgánico sino una mera agregación (de votos, de jurisdicciones, de caja, de aliados, de cargos, según sea el caso). En lo que hace a jerarquías institucionales de un país, se desdibuja la coherencia vertical, se esfuma la estrategia orgánica, que ceden el paso a la táctica territorial.

  • Transcribo ahora un pequeño reportaje al Chango Farías Gómez, legislador porteño y candidato por la Democracia Cristiana:

"P:– ¿Usted ingresó a la Legislatura con Macri y luego pasó a formar parte del bloque K?

FG: – En su momento la rama peronista del macrismo me ofreció ser candidato. Lo único que quería, sin importar cómo, era llegar a la Legislatura para volcar mis ideas.

P: – ¿Pero no cree que defraudó a los votantes macristas?

FG: – Para nada. Los partidos políticos hoy no existen, importan los nombres y yo soy una figura popular hace más de cuarenta años. A través de ese voto realicé varias leyes de una importancia significativa.

P: – La Democracia Cristiana apoyó a la Coalición Cívica en las últimas elecciones porteñas y ahora irá con el Frente para la Victoria [en las elecciones presidenciales] ¿Otra borocotización?[11]

FG: – Es tema de la DC… Lo único que sé es que si la gente escuchara las propuestas que tengo me votaría porque soy una figura muy conocida, mucho más que los todos políticos con los que compito."[12]

Farías Gómez dice algo comprobable: que en la política actual no importan tanto los partidos, los programas, los proyectos, sino las personas, los candidatos, la imagen individual postulada (lo expreso así deliberadamente: no se postula una persona sino una imagen individual). Lo que llama la atención aquí es la franqueza con que Farías Gómez dice cómo funcionan las candidaturas y el acceso a las listas y luego a los cargos: si el candidato se cambia de bloque luego de acceder a la legislatura, eso no está mal, porque la gente lo votó a él para legislador y él sigue estando como legislador allí. Hacerse cargo de haber sido elegido no consiste en mantenerse en el mismo partido sino en mantenerse en el cargo para el cual uno fue elegido. Teniendo en cuenta que los partidos están en crisis terminal y sólo existen las figuras individuales, debemos caracterizar que el compromiso con el voto es de las figuras personales y no de los proyectos políticos. Hacerlo nos permitirá evitar desazones o indignaciones (a las que invita el adjetivo cuasi moral "borocotizado"), y situarnos.

  • El proceso de atravesamiento de los partidos políticos tuvo su herramienta y expresión máxima en las listas colectoras, listas que, como los carriles colectores en una autopista, "encarrilan" a un montón de candidatos municipales y/o provinciales detrás de un candidato presidencial con chances. Aquí hay una definición de lista colectora: "varios candidatos, muchos no afines a la boleta de la que se cuelgan, buscan a través de una figura consolidada llegar al cargo por el cual compiten". Agrega la definición:

"La Plata es un caso ejemplar: cuatro aspirantes, todos ellos ligados al peronismo, buscarán quedarse con la intendencia encolumnados detrás de Daniel Scioli y Cristina Fernández… Los intereses políticos no siempre van de la mano con la afinidad ideológica. Raúl Paroli, candidato a diputado por el Frente Cívico y Social –coalición representada por el reelecto gobernador de Catamarca, Eduardo Brizuela del Moral– romperá con toda lógica posible cuando el próximo 18 de octubre intente ocupar una banca en el congreso. Es que decidió presentarse en tres boletas distintas: la de Cristina, la de Lavagna y la de López Murphy."[13]

Lo que queda claro es que de lo que se trata es de sumar la mayor cantidad posible de votos. Lo importante es permanecer en, acceder a, un cargo y no llevar al cargo un proyecto político. Como decía Julio Ledesma, "son alianzas de coyuntura". El criterio mercantil se ha impuesto a las elecciones (y a la política en general, pues la política ha quedado reducida a marketing electoral). Tal vez el criterio para armar listas colectoras no sea "quién me va a dar más guita" –aunque esto no se puede asegurar– sino "quién me va a dar más votos". En lugar del afán de lucro propio de un empresario encontramos el afán de votos propio de un funcionario que ocupa un cargo elegible.

  • El siguiente pasaje nos permite profundizar la función de las listas colectoras en la dinámica pospolítica:

"El kirchnerismo se consolida como fracción hegemónica a partir de montar una ingeniería electoral a través de las "listas colectoras", que no hace más que desnudar la enorme atomización que existe en el peronismo."[14]

La "lista colectora" fue una tecnología especial para tiempos pospolíticos. En tiempos en que la disciplina partidaria es inalcanzable, en tiempos en los que no se puede asegurar que distintas corrientes políticas de un mismo partido se encolumnen detrás de una ganadora en elecciones abiertas o en dedocracia, la "lista colectora" funge como algo así como una Ley de Lemas, que permite que todos los que quieran presentarse en el ruedo electoral general se presenten sin tener que someterse a las decisiones del organismo. La "lista colectora", así, en lugar de encontrar un obstáculo en la atomización, la aprovecha recolectando votos de distintos "ramales" y llevándolos a un candidato troncal en el nivel de rango mayor, provincial y/o nacional. En otros casos, como el de Raúl Paroli, se dio el oxímoron de "colectoras ramificadas" que colectaban votos hacia varias autopistas a un tiempo; en estos casos, la innecesariedad de coherencia ideológica permitía una mayor acumulación de votos al candidato de rango menor. Desde otro punto de vista, la "lista colectora" no sólo converge sino que también ramifica, en el sentido de que un candidato provincial o nacional no necesita "jugarse" por uno u otro de sus candidatos acólitos de los niveles distritales sino que le permite mantener relaciones más o menos aceptables con todos ellos para aprovechar sus cuotas territoriales de poder, movilización y votos. Así, en la Provincia de Buenos Aires, el Frente para la Victoria presentó 200 candidatos para intendente en un total de 134 distritos. En La Matanza llegó a haber cinco candidatos, que finalmente se redujeron a uno; en Lomas de Zamora se presentaron cinco; en La Plata, se presentaron tres o cuatro; en San Isidro, dos; etc.

La postulación del peronista Lavagna por parte de los radicales, una postulación explicada programáticamente por el radical Gil Laavedra, merece un comentario porque daba la apariencia de reintroducir la importancia del programa político en las elecciones de 2007. Hemos visto que las alianzas destruyen las identidades de los partidos, desdibujan sus límites, porque se hacen sin programa, porque no dependen de un programa. A veces una alianza se hizo con programa pero, incluso en esos casos, resulta que la alianza desdibuja el rol de representación del partido, desdibuja su identidad, convierte en inestable y aleatoria la adhesión a él, etc.

En todos los casos, la herramienta "lista colectora" fue el mecanismo adecuado para permitir a la clase política argentina la reproducción de su conexión a los recursos estatales y eludir el escollo que a esos fines hubiera representado el tener que respetar límites partidarios o ideológicos.

  • Como los partidos han perdido vigor como canales de la vida política del país, como han perdido vigor en su capacidad de concitar lazos de adhesión y las adhesiones las producen las personalidades y no los partidos, el personal político en general (incluso el personal partidario) aprovecha la mayor labilidad del partido para catapultarse a la visibilidad pública recurriendo a las alianzas extra partidarias que parezcan convenientes. Esto a su vez tiene un efecto de debilitamiento mayor del partido, puesto que relativiza su tradición (o, como decían los socialistas mencionados en Veintitrés, "destruye la identidad partidaria").

"La sigla o partido en la actualidad está investida de un sentido presente atribuido por la conformación de la escena pública, por la imagen del candidato, por los enunciados de los candidatos o de la coalición que se ha constituido."[15]

Como el partido está débil, el candidato con apetencias de cargo recurre a alianzas extrapartidarias y, como recurre a alianzas extrapartidarias, el partido se debilita. Es decir: si el partido de tiempos nacionales estaba investido de un sentido no sólo pasado sino también presente, pero en el sentido tradicional de que su investidura se conformaba tanto por su pasado como por su presente, hoy el partido queda sometido a la temporalidad fluida y sólo vive en el instante. Por esto no hay militancia política consecuente a lo largo del tiempo sino alianzas tácticas coyunturales.

"Las lealtades de grupo del personal político se guían por los vaivenes de la opinión y sus demandas […] En un espacio público multifacético, las oportunidades para la constitución de nuevas alternativas políticas, más estrechamente, para la renovación de la oferta electoral, se multiplican."[16]

Da la sensación de que la política se fluidifica porque las lealtades políticas se fluidifican, vale decir que toma relevancia mayúscula la opinión por sobre las identidades o los lazos ideológicos. A su vez, la opinión fluye tan libremente porque las relaciones sociales, la sectorización social se han fluidificado también por obra de la velocidad mercantil y de la evolución tecnológica. Luego, la pospolítica (los liderazgos de figuras populares, la crisis de los partidos, la encuesta del gobierno acerca de la opinión pública, la legitimación constante y el cambio constante de las acciones y palabras de los actores políticos en función de lo que las encuestas construyen, la transpartidarización, el cortoplacismo, etc, etc), son una adaptación de la esfera política a lo que ha pasado en la esfera socioeconómica, o simplemente habría que decir que la esfera política es parte de la esfera socioeconómica y que la matriz de relacionamiento mercantil matriza toda las esferas de la actividad social.

Algunas notas sobre la mercantilización electoral

Así es que debemos dejar de tomar el enunciado "la política ha quedado reducida a marketing electoral" como un reproche desencantado o una descalificación moral e intentar asumirlo como una caracterización. Ese enunciado es en realidad el principio de enunciación de toda la cháchara pospolítica. Es la clave de la conducta pospolítica.

  • Un asesor de imagen organizacional decía en julio de 2007 que Mauricio Macri había ganado en la Capital porque no había otra opción ("porque no hay otra cosa", dijo literalmente). Me parece que este es el principio mercantil de elección de un producto: el consumidor pretende consumir siempre algo nuevo. Esa estrategia de innovar constantemente es un recurso de las marcas para fidelizar al cliente.

Que un fenómeno político admita ser "explicado" por criterios de marketing significa que la dinámica pospolítica tiene funcionamientos mercantiles. El hecho de que en las elecciones 2007 a gobernador de Santa Fé, Ushuaia, Capital (y en Misiones el octubre anterior) hubieran ganado candidatos no oficialistas de tan diverso signo político (socialista, arista, macrista, fudista[17]no se podía entender como la conformación de una nueva tendencia ideológica del electorado de alcance nacional sino como la mutación del acto electoral de acto político en acto de consumo. Algunos decían que el triunfo de Macri era el triunfo político del mercado; lo era, pero no porque Macri fuera un empresario o un político neoliberal sino porque se constituyó en lo que el mercado llama "una alternativa", un producto nuevo que, como prometen tantas campañas publicitarias, permitía "cambiar para seguir siendo vos mismo". En este sentido, el triunfo del ARI en Ushuaia o de los socialistas en Santa Fé en 2007 también constituyeron un triunfo político de las prácticas electorales mercantiles. No se está gestando una corriente de opinión opuesta sino una, como le dicen, "necesidad de cambio", que no es necesidad de cambio social sino una necesidad de variar la ingesta, un gusto por la diversidad de oferta en la góndola.

  • En el mismo sentido, Jaime Durán Barba, asesor de campaña de Macri (pero también del presidente ecuatoriano Correa y del ex presidente mexicano Fox), ha dicho:

"En la antigüedad la vida era tremendamente aburrida, no había mucho que hacer en la casa, no había oferta de placer. Si uno tenía que aburrirse frente a la radio o no tenía más que dos o tres canales de televisión absolutamente tontos, podía parecer divertido ir a oír a un señor, a un líder como Perón. Ahora la vida es mucho más hermosa, más divertida, mucho más múltiple

"Hace 40 años, la gente se divertía escuchando los debates del Congreso, porque no había nada más divertido que hacer. ¿A alguien se le ocurriría hoy escuchar por radio los debates del Congreso? Ni los congresistas se escuchan, porque ellos también se aburren."[18]

Durán Barba, que ha demostrado saber obtener el voto de la gente, sabe que no hay que ofrecerle coherencia, sino diversión, varieté.

En este sentido, el locus de la "lista sábana" se nos aparece como el reclamo de un consumidor por una multiplicación de la posibilidad de elegir. Se habla de la lista sábana como de algo poco democrático, y se usa "poco democrático" como "lo que impide elegir". Las listas en las elecciones siempre fueron lo que ahora se llaman "sábana" y no se decía de ellas que fueran poco democráticas. Si se habla de poder cortar boleta, si se habla de una lista que no tiene que ser como una sábana, es simplemente porque se habla de aumentar la posibilidad de diversificar la elección, que es lo que piden de la pospolítica los ciudadanos-consumidores.[19]

La oferta electoral toma los modos de la oferta mercantil también en otros aspectos. "Así como hay sensacionalismo en la tele por un par de puntos de audiencia, también hay sensacionalismo en la política por un poco más de votos."[20] Zlotogwiazda se refería al sensacionalismo con que economistas de la oposición hablaban como si el futuro de la Argentina hubiera pasado por el precio (que ascendía en momentos de campaña electoral) del tomate, la papa o la lechuga. Lavagna y Melconian "hacen lo que hacen y dicen lo que dicen por la imperiosa necesidad de impacto". Lo importante de esto no son Lavagna y Melconian ni una supuesta baja calidad de la clase política argentina, sino que nuestra enunciación asuma el hecho de que, en condiciones mercantiles, este funcionamiento mediático de las campañas electorales tiene carácter necesario.

  • El gobierno de Néstor Kirchner preparó el triunfo de Mauricio Macri, pero no en el sentido de que fue un desacierto electoral, que no pasa de anecdótico, no presentar una alianza Filmus-Telerman. El periodo 2003-2007, periodo de languidez del movimiento colectivo de 2001, fue a la vez, correlativamente, un periodo de apuntalamiento de la subjetividad consumidora que había, y esto en un sentido bien material: el congelamiento de tarifas asegurado por los subsidios y la estabilidad de precios supervisada por la Secretaría de Comercio. Kirchner había dicho al asumir, el 25 de mayo de 2003:

"El Estado es el que debe viabilizar los derechos constitucionales protegiendo a los sectores más vulnerables de la sociedad, es decir, los trabajadores, los jubilados, los pensionados, los usuarios y los consumidores."

La inclusión de los usuarios y los consumidores en la lista de los que el Estado debía defender es una novedad de la que pocos, excepto Kirchner, habíamos tomado nota. Al incluirlos, el nuevo presidente acusaba recibo de que los consumidores –y no los ciudadanos– habían obligado a renunciar a cinco presidentes. Que Kirchner preparó el terreno para el triunfo de Macri significa que aseguró la buena salud del sujeto al que la campaña electoral macrista apelaba (el "vecino").

  • La búsqueda de impacto por parte de los políticos también encuentra otros recursos. El candidato a intendente de la UCR para el distrito mendocino de Godoy Cruz Leonardo Salvini se ofreció en el rubro 59 (rubro de saunas) de un diario. Dice: "la intención era hacer una propaganda a través de un medio simpático. De esta manera, pudimos instalarnos en los medios de comunicación". También publicó un aviso en la sección clasificados Profesionales y en la de Autos. En la de autos decía: "Joya nunca taxi. Modelo 72. Intendente todo terreno." Para Salvini la elección resultó "innovadora, pero también barata".[21]

Algunas notas sobre la desadscripción del votante

  • Decía un correo electrónico enviado a un grupo de correo acerca de las últimas elecciones (algo que puede valer para cualquiera de las elecciones actuales): "Creo que las limitaciones de la democracia actual llevan a que uno opte por alternativas posibles y, en ese marco, no está mal optar dentro de la oferta "potable", lo que no quiere decir ser chupamedias de quien uno ha votado."[22]

Ya sabíamos que el ausentismo electoral fue alto y que los votos blancos o impugnados fueron pocos, pero aquí vemos también otra cosa: por un lado, que incluso los votos positivos son hechos de manera desencantada, descomprometida y, por otro, que el voto no es vinculante: quien votó a un candidato no debe guardar ningún tipo de lealtad a ese candidato (simétricamente, los funcionarios elegidos no asumen su elección como mandato). Diríamos, entonces, que, así como hace tiempo que los candidatos no son consecuentes con sus promesas electorales, parece que ahora los votantes tampoco son consecuentes con su voto. La pospolítica es el reino de la opinión, es decir, de la inconsecuencia. Llamaría a este proceso "fluidificación del electorado".

  • Parece también que hubo un gran "bricolage" electoral.[23]

"Jorge Colazo sorprendió a muchos pues en las últimas elecciones se convirtió en senador luego de dos años de haberse convertido en el primer gobernador provincial destituido en Tierra del Fuego. Mientras tanto, en Misiones, en las elecciones a gobernador del año pasado [2006], los misioneros le dieron la victoria al obispo Joaquín Piña sobre el gobernador postulado a reelección, Carlos Rovira. Pese a esto, los votantes revirtieron sus votos en estas elecciones [2007] y dieron como ganador a Maurice Closs, delfín de Rovira."[24]

Hubo mucho recorte de boletas, y parece que en Capital ninguna de las listas de candidatos a senadores o diputados superó el 15%. Por ejemplo: los diputados y senadores del Pro obtuvieron el doble de votos que su postulante a presidente, Ricardo López Murphy. En Tierra del Fuego, Cristina Kirchner obtuvo el 57% de los votos pero el ARI se llevó dos de las tres bancas de senadores, mientras que la mayoría de los diputados se repartían entre el ARI y el PAUFE. En la provincia de Buenos Aires, Sobisch recibió el doble de votos que su candidato a gobernador, Juan Carlos Blumberg. En esta provincia también, sobre el millón y medio de votantes que se inclinaron por Carrió, 700 mil no eligieron a Margarita Stolbizer como gobernadora. La revista termina con una pregunta: "¿Habrá llegado la hora del collage electoral?".

Y sí: llegó la hora del patchwork electoral (patchwork es una labor tradicional norteamericana en la cual las mujeres toman retazos de telas y van cosiéndolos para formar una manta). Vemos que no sólo las alianzas inter-partidarias van re-trazando las definiciones y los límites partidarios o ideológicos según las apetencias de los postulantes y según las oportunidades de triunfo, sino que también el electorado mismo ha dejado de elegir según los límites partidarios. En 2007, electorado y personal partidario se han unido para hacer, digámoslo así, un patchwork inverso: agarrar una manta o una sábana e ir cortándola, fragmentándola en jirones, para luego coser y armar otra manta que no va a tener nada que ver con la identidad inicial. Las denostadas listas sábanas han sido tijereteadas por votantes-consumidores que cambian para ser ellos mismos.

La ruptura de la liga representativa entre Estado y Nación argentinos

  • Desde un punto de vista de la historia electoral, las elecciones legislativas de octubre de 2001 pueden ser registradas como las que mostraron la ruptura de la liga representativa: los dos partidos mayoritarios y tradicionales (el PJ y la UCR) en 1983 habían obtenido, entre los dos, el 86% de los votos, mientras que en octubre de 2001 obtuvieron el 56% del total de votos. En total, entre los partidos tradicionales y los partidos de segunda línea que ya tenían unos años de trayectoria en la década del "90, perdieron en esas elecciones unos 6 millones de votos. Entre los amigos, se recuerda esas elecciones como las "elecciones del jamón y queso", porque se metía cualquier cosa en el sobre, con tal de impugnar.

Desde un punto de vista jurídico, sin embargo, la liga representativa que, podemos decir, es la principal bisagra entre Estado Nación y población, o, más precisamente, entre Estado y Nación, había cambiado de signo con la reforma de 1994, que dispuso que desde entonces los porcentajes electorales se iban a considerar sobre los que efectivamente votaron y no sobre el total de votantes que figuran en el padrón; es decir, el 100% dejaba de corresponder a toda la población en condiciones de votar para ahora referir a la población que efectivamente había ido a votar el día de la elección. Para ganar en primera vuelta, además, se iba a considerar primera mayoría, no a quien había obtenido más de la mitad de los votos de ese 100% registrado en el padrón electoral, sino sólo de los que habían votado, por ejemplo, el 70%. Desde entonces, mayoría no significa más del 50% sino más del 35% del total del padrón. Pero hay más: para obtener la primera mayoría (y evitar el ballotage) un candidato presidencial ahora no necesita obtener más del 50% de los votos sino más del 45% (31,5% del padrón), o también –merced a un artilugio de aritmética electoral que estima la mayoría a ojo de buen cubero– puede evitar el ballotage obteniendo más del 40% de los votos (28% del padrón) y a la vez más de un 10% de diferencia con el segundo.

De esta manera, la representación sigue siendo electoral pero deja de ser exhaustiva. El gobierno -que actúa en nombre del Estado, y por lo tanto, el Estado- ya no es representante del total de los votantes existentes en el país sino de los que fueron a votar (y, de entre estos, solamente de los que votaron positivamente). En este sentido diríamos que la reforma constitucional del "94 mercantilizó el cómputo de porcentajes, de votos y demás, y lo desnacionalizó, en el sentido de que dejó de ser exhaustivo, y también en el sentido de que las encuestas (y un sufragio es una especie de enorme encuesta) para sondear la satisfacción o los gustos de los clientes potenciales no miden una totalidad sino solo el "universo" que responde a la encuesta (y aún así las encuestadoras lo llaman "universo").

  • Sin embargo, desde un punto de vista político, histórico, el retiro del Estado, operado en los "90, encuentra una efectuación imprevista con la intervención popular de diciembre de 2001. La consigna "Que se vayan todos, que no quede ni uno solo" decide echar a la clase política enquistada en un Estado que ya se había retirado.

Los consumidores le ponen límites a la clase de estado. Esta clase-estado, ya subjetivamente nominada como clase política, es el signo de descomposición absoluta del estado-nación. Cuando el estado-nación está en funciones, representa y organiza a las clases – pero no constituye una clase. Cuando desaparece como estado-nación, el conjunto de quienes ganan su pan y sus yapas de las supuestas funciones de representación se constituye en clase en sí y para sí a partir de las funciones de gobierno. Y esto con independencia ya no relativa respecto de la liga orgánica con las clases, que ya han organizado otro modo básico de ejercer la hegemonía y la subordinación. La clase-estado es corrupta e internista por naturaleza: no es corrupta ni internista por motivos morales; es corrupta e internista porque se ha roto la liga representativa – y por eso se ha constituido en clase.[25]

El "conflicto del campo" leído desde la ruptura de la liga representativa entre Estado y Nación argentinos

El "conflicto del campo", más que la ocasión para posicionarse a favor o en contra de uno u otro contendiente, fue una ocasión para preguntar y pensar qué está pasando en la sociedad y la política. Creemos que mostró cómo es la sociedad argentina actual. Ese conflicto obliga a leer lo social con las claves de lectura que proporcionó.

1. Recordemos que durante los días anteriores a la derrota parlamentaria del proyecto de ley de retenciones móviles a la exportación granaria (conocida como "la resolución 125"), cuando lo más probable parecía la aprobación del proyecto oficial, los ruralistas llegaron a poner en duda que fueran a someterse a la decisión del Congreso.[26]

Debemos ver que tanto en el gobierno como en el "campo" hay algo en común, que es este procedimiento de que "si no me satisface lo que hace el otro, no obedezco". No existe una legitimidad desde el vamos que desde el vamos asegure una obediencia, sino que cada ley, cada partido, cada presidente, tiene que hacer, como una marca cualquiera en el mercado, una campaña para lograr la aceptación y/o la fidelización de los clientes. Al parecer, estamos viendo que no hay obediencia instituida sino "fidelización" ad hoc.[27]

2. El conflicto campo-gobierno ha sido un conflicto pospolítico. Si la política clásica consistía en programar un rumbo, en este conflicto no hubo sino inmediatez. Las reflexiones de Ariel Colombo, que referiré licenciosamente, echan luz sobre este proceso y sobre el locus visitado por Nelson. Según Ariel Colombo,[28] la política clásica, la de la hegemonía, consistía en introducir un intercambio intertemporal, en el que los dominadores convencían a los dominados de aceptar algunos sacrificios presentes a cambio de una prosperidad futura. Para Colombo, la política contemporánea no busca tanto la hegemonía como el señoreaje, que en lo temporal consiste en asegurar a los dominados que el pasado no volverá. Si la hegemonía prometía el bien mayor, el señoreaje promete el mal menor; si aquella apoya en la confianza, este apoya en el miedo. Ni el gobierno ni los rurales proponían un proyecto de país: solo miedo al pasado. El país derivó (¿sólo por un instante?) en lugar imposible.[29]

3. Volvieron las oscuras cacerolas. A fines de diciembre de 2001, Ignacio Lewcowickz preguntaba: "¿volverán las oscuras cacerolas?" Se refería a la dificultad que presentaban las cacerolas para interpretar su mensaje, su proclama, en clave de representación. Ahora bien, el 26 de marzo de 2008, de la mano de la protesta del campo, volvieron las oscuras cacerolas. Las cacerolas son oscuras porque es difícil o imposible representarlas, difícil o imposible decodificar su mensaje. A la vez, lo que no volvieron son las luminosas asambleas. Es imposible saber qué dicen las bienudas cacerolas si no se crean su propio dispositivo de irrepresentabilidad. En este sentido, los cacerolazos de marzo de 2008 son la farsa de los de diciembre de 2001. Como no se crearon su dispositivo autónomo, las cacerolas fueron abrochadas a la lógica mercantil. (No digo que hayan sido otra cosa que eso: sencillamente, sin dispositivo de autodeterminación, no eran ni eso ni nada, pues no eran.)

Partes: 1, 2
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