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Las virtudes


  1. Introducción
  2. Marco conceptual
  3. Clases de virtudes
  4. Resumen
  5. Bibliografía

INTRODUCCIÓN

En el Bautismo Dios infunde en el alma, sin ningún mérito nuestro, las virtudes, que son disposiciones habituales y firmes para hacer el bien. Las virtudes infusas son teologales y morales.

Cuenta también el cristiano con los dones del Espíritu Santo, que facilitan el ejercicio más perfecto de las virtudes.

MARCO CONCEPTUAL

¿Qué es la virtud?

La virtud es una disposición habitual y firme para hacer el bien.

Las virtudes son el patrimonio moral del hombre. Ellas le ayudan a comportarse bien en toda circunstancia, es decir, a hacerle bueno en el sentido más verdadero y completo. Ningún hombre nace bueno o malo, como nadie nace médico o artesano, pero de la naturaleza recibe la capacidad para llegar a serlo. Y el deber de ser virtuosos, es decir, buenos en el sentido auténtico, debe ser un empeño de todos porque todos deben buscar mejorar moralmente. No existe otra posibilidad: o se hace uno mejor o se hace peor. Esto significa o que se adquieren las virtudes o nos abandonamos a los vicios.

El hombre se encuentra frente a una bifurcación: no se puede no elegir. Se elige el bien, mejora; en caso contrario empeora. Por ejemplo, quien elige ser mesurado en la mesa, hoy, mañana, etc., se hace sobrio y libre ante las atracciones de la comida. Por el contrario, quien es desordenado, hoy, mañana, etc., se hace viciosos y esclavo de los impulsos del momento.

El hombre virtuoso es una persona verdaderamente libre. En cambio, el fumador empedernido está sometido por el tabaco, el alcoholizado no es una persona libre para elegir en materia de alcohol, el drogadicto es una persona encadenada. Son todos ejemplos de esclavitud.

La adquisición de las virtudes es el único camino para ser verdaderamente libres, maduros, dueños de las propias acciones. Se comprende entonces la importancia vital del mandato de Jesús: "Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre que está en los cielos" (Mt 5, 48). Lo que significa: haceros virtuosos, es decir, buenos, haced el bien imitando a vuestro Padre celestial.

La virtud es un hábito bueno que hace al hombre capaz de cumplir el bien de un modo fácil y gratificante.

La virtud es la integridad y excelencia moral, poder y fuerza; castidad o pureza. Es también una cualidad que permite a quien la posee, ayudarlo en las situaciones más difíciles para cambiarlas a su favor. El virtuoso es el que está en camino de ser sabio, porque sabe cómo llegar a sus metas sin pisar las de los otros, porque pone a los demás de su lado y los lleva a alcanzar un objetivo diferente. El virtuoso es el que "sabe remar contra la corriente".

Virtud es la capacidad o fuerza propia del ser humano, es un modo de vida que identifica a las personas su manera de ser.

También, una persona virtuosa es aquella que sabe sacar adelante cualquier problema que se avecina. Es una persona que tiene muchas cualidades y las pone en práctica a diario. La persona que quiere ser virtuosa lucha por adquirir ese hábito bueno que hace al hombre capaz de cumplir el bien.

Las virtudes se consideran cualidades positivas, y se oponen a los vicios. Las virtudes son las cualidades buenas y sensitivas del ser humano.

Platón plantea que el ser humano dispone de tres poderosas herramientas: el intelecto, la voluntad y la emoción. Para cada una de estas existe una virtud: la sabiduría, el valor y el autocontrol. La sabiduría permite identificar las acciones correctas, saber cuándo realizarlas y cómo realizarlas. El valor permite tomar estas acciones a pesar de las amenazas, y defender los ideales propios. El autocontrol permite interactuar con las demás personas y ante las situaciones más adversas cuando se está realizando lo que se debe hacer para lograr los fines propios.

Sócrates nos dice que la virtud nos permitirá resolver las mejores calificaciones y con ella podremos distinguir entre el final, el mal, el bien y lo irrespetuoso. También dice que la virtud se puede alcanzar por medio de la educación fundamentada en nuestra moral y en nuestra vida cotidiana.

Cree en el intelectualismo moral, el cual se basa en la idea de que la sabiduría se basa en la ética. Si alguien es buena persona automáticamente será sabio. El sabio ve el mal de lejos y se aparta. También Sócrates opina que la virtud es aquello que nos ayuda a conseguir el bien mediante razonamientos y la filosofía.

Los estoicos sostenían que la virtud consistía en actuar siempre de acuerdo con la naturaleza, que, para el caso del ser humano, concebido como ser racional, se identifica con actuar siempre de acuerdo con la razón, evitando en todo momento dejarse llevar por los afectos o pasiones, esto es, todo lo irracional que hay en nosotros, que no puede controlarse y por tanto debe evitarse. Los estoicos consideraban que la virtud, como facultad activa, era el bien supremo.

¿Qué son los dones Espíritu Santo?

Los dones del Espíritu Santo son disposiciones permanentes, ligadas a la caridad, que hacen al hombre dócil para seguir las inspiraciones del Espíritu Santo.

Los dones del Espíritu Santo son siete, a saber: la sabiduría, la inteligencia, el consejo, la fortaleza, la ciencia la piedad y el temor de Dios.

Los dones del Espíritu Santo se encuentran en quien posee la caridad. Como la caridad pueden ser más o menos intensos. Su mayor influjo caracteriza la vida mística.

Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Pertenecen en plenitud a Cristo.

Es la tercera y más importante de las virtudes Divinas enumeradas por San Pablo (1 Cor, 13,13), usualmente llamada caridad y es definida como: hábito divinamente infundido, inclinación de la voluntad del hombre a amar a Dios por Sí mismo sobre todas las cosas y al hombre por el amor a Dios.

¿Cuáles son las bienaventuranzas evangélicas?

Las bienaventuranzas evangélicas proclamadas por Jesús en el sermón de la montaña (Mt 5, 3-10) son:

? Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.

? Bienaventurados los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.

? Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

? Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados.

? Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

? Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

? Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los hijos de Dios.

? Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque ellos es el Reino de los cielos.

CLASES DE VIRTUDES

¿Cuántas clases de virtudes hay?

Hay dos clases de virtudes: las virtudes teologales y las virtudes humanas o morales.

  • 1) Las virtudes teologales, son tres: la fe, la esperanza y caridad.

¿Qué es la fe?

La fe es la virtud teologal por la cual creemos en Dios, en todo lo que Él nos ha revelado y que la Santa Iglesia nos enseña como objeto de fe.

¿Qué es la esperanza?

La esperanza es la virtud teologal por la cual deseamos y esperamos de Dios, con una firme confianza, la vida eterna y las gracias para merecerla, porque Dios nos lo ha prometido.

¿Qué es la caridad?

La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios, con el amor filial y fraterno que Cristo nos ha mandado.

Con relación a la virtud teologal de la caridad, o sea, del amor, hay que tener en cuenta que el amor a Dios y el amor al prójimo son una misma y sola cosa de modo que uno depende del otro; por esto, tanto podremos amar al prójimo cuanto amemos a Dios; y, a la vez, tanto amaremos al Dios cuanto de verdad amemos al prójimo.

¿La caridad puede alcanzar la perfección en esta vida?

Se dice que en esta vida la caridad es perfecta cuando excluye no sólo todo pecado mortal o venial deliberado, sino también todo aquello que puede impedir amar a Dios con todo el corazón. El cristiano que ha alcanzado este grado de amor vive en plenitud las bienaventuranzas evangélicas.

¿A quién se dirige la virtud de la caridad?

La virtud de la caridad se dirige ante todo a Dios, y después se extiende también a nosotros mismos y a nuestro prójimo, es decir, a todos los hombres indistintamente, como también a los ángeles del cielo.

¿Cómo se puede perder la caridad?

La caridad se pierde cuando se comete cualquier pecado mortal.

¿Cómo se puede recobrar la caridad perdida?

La caridad perdida se puede recobrar solo con el sacramento de la Penitencia o Confesión, o al menos con un acto de constricción perfecta unido al propósito de confesarse.

La definición realza las características principales de la caridad:

1) Su origen, por infusión divina: "el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado." (Rom. 5,5). Es, por lo tanto, distinto de y superior a la inclinación innata o el hábito adquirido de amar a Dios en el orden natural. Los teólogos (v. Teología) concuerdan al decir que es infundida junto con la gracia santificante, con la cual está íntimamente relacionada ya sea por identidad real, como algunos sostienen o, de acuerdo a una idea más común, por medio de una emanación connatural.

2) Su morada es la voluntad humana. Aunque a veces la caridad es intensamente emocional y frecuentemente reacciona sobre nuestras facultades sensoriales, reside propiamente en la voluntad racional, un hecho que no deben olvidar aquellos que la hacen una virtud imposible.

3) Su acto específico, es decir, el amor de benevolencia y amistad. Amar a Dios es desearle todo honorgloria y todo bien; y esforzarnos, en la medida que podemos, obtenerlo para Él. San Juan (14,23; 15,14) enfatiza el rasgo de reciprocidad que hace de la caridad una auténtica amistad del hombre con Dios.

4) Su motivo, es decir, la bondad Divina o amabilidad tomada absolutamente y como dada a conocer a nosotros por la fe. No importa si esa bondad es vista en uno, o varios, o todos los atributos Divinos, sino que en todos los casos, nos debemos adherir a ella, no como una fuente de ayuda o premio o felicidad para nosotros mismos, sino como un bien en sí mismo, infinitamente (v. infinito) merecedor de nuestro amor, en este único sentido, Dios es amado por Sí mismo. Sin embargo, la distinción de los dos amores: concupiscencia, la cual incita la esperanza; y benevolencia, la cual anima la caridad, no deben ser forzadas a un tipo de exclusión mutua, pues la Iglesia ha condenado repetidamente cualquier intento por desacreditar las obras de la esperanza cristiana.

5) Su alcance: Es decir, ambos, Dios y el hombre. Mientras solo Dios es todo amable, puesto que como todos los hombres, por gracia y gloria, ya sea que realmente comparten o al menos son capaces de compartir la bondad divina, se deduce que el amor sobrenatural (. orden sobrenatural) más bien los incluye que excluye, de acuerdo a Mateo 22,39 y Lucas 10,27. Por lo tanto, una y la misma virtud de la caridad concluyen en ambos, Dios y el hombre, en Dios principalmente y en el hombre secundariamente.

En cuanto a la forma y grado de influencia que la caridad debe ejercer sobre nuestras acciones virtuosas, para hacerlas meritorias del cielo, los teólogos están lejos de ponerse de acuerdo, algunos sostienen que se requiere sólo el estado de gracia, o caridad habitual; otros insisten sobre la más o menos frecuente renovación de los distintos actos de amor divino. Por supuesto, el poder meritorio de la caridad es, como la virtud misma, susceptible de crecimiento indefinido. Santo Tomás, menciona tres etapas principales: (1) liberarse del pecado mortal a través de la tenaz resistencia frente a la tentación, (2) evadir los pecados veniales deliberados por la asidua práctica de la virtud, (3) unión con Dios a través de la repetición frecuente de actos de amor.

  • 2) Las virtudes humanas, llamadas también virtudes morales, son disposiciones estables del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe.

Las virtudes humanas o morales son muchas, pero pueden agruparse en torno a cuatro principales, llamadas virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.

¿Qué es la prudencia?

La prudencia es la virtud que dispone de razón práctica para discernir, en toda circunstancia, nuestro verdadero bien y elegir los medios justos para realizarlo.

¿Qué es la justicia?

La justicia es la virtud que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido.

¿Qué es la fortaleza?

La fortaleza es la virtud que asegura la firmes y la constancia en la práctica del bien, aun en las dificultades.

¿Qué es la templanza?

La templanza es la virtud que modera la atracción hacia los placeres sensibles y procura la moderación en el uso de los bienes creados.

La distinción fundamental es entre virtudes adquiridas, es decir, que se adquieren con nuestro esfuerzo a través de la repetición de acciones buenas, y virtudes infusas, es decir, recibidas como don de Dios junto con la gracia santificante.

¿Cuál es la utilidad de estas virtudes?

Las virtudes cardinales, y en general todas las otras virtudes morales ligadas a ellas, nos permiten cumplir el bien prontamente, con naturalidad y con alegría.

¿Es posible hacer el bien sin las virtudes?

Sin las virtudes el hombre puede hacer alguna acción buena, si quiere, pero la mayoría de las veces puede hacerlo sólo con fatiga y con esfuerzos, por lo cual no puede ser constante en el bien.

¿Es necesario creer todas las verdades reveladas?

Es necesario creer todas las verdades reveladas por Dios y propuestas infaliblemente por el Magisterio de la Iglesia. Si se niega una sola verdad no se es católico.

¿Cómo se puede volver a ser creyente católico?

Se puede recobrar la fe perdida y volver así a ser creyente católico arrepintiéndose del pecado cometido y creyendo de nuevo todo lo que la Iglesia enseña. Sin embargo, es necesario tener presente que quien ha renegado expresamente de la fe debe también pedir a la autoridad competente la absolución de la excomunión en la cual ha incurrido con tal pecado.

Sin embargo, las prerrogativas de la caridad no deben ser interpretadas de forma que incluyan la inadmisibilidad. Lo dicho por San Juan (1 Jn. 3,6) "Quien permanece en El (en Dios), no peca", significa ciertamente la especial permanencia de la caridad principalmente en sus grados más altos, pero no es garantía absoluta contra la posibilidad de perderla; mientras el hábito infundido nunca es disminuido por el pecado venial, una sola falta grave es suficiente para destruirla y terminar así la unión y amistad del hombre con Dios.

No obstante, el hombre debe levantarse a sí mismo más allá de su vida natural hacia la vida Divina: "Sean perfectos como mi Padre que está en los cielos" (Mateo, v, 48). Es necesario entonces tener ciertas virtudes en medio de las virtudes sociales que son humanas, y las virtudes ejemplares, que son divinas. Estas virtudes intermedias son de dos grados de perfección: las menores en el alma las que luchan por elevarse de la vida de pecado hacia la semejanza de Dios –estas son las virtudes purificatorias (virtutes purgatoriae)–; las mayores están en el alma que ya se ha ubicado en la semejanza de Dios –estas son las virtudes de las almas purificadas (virtutes jam purgati animi)–.

En menor grado, la prudencia, movida por la contemplación de las cosas Divinas, deja todas las cosas terrenales y se orienta al pensamiento del alma sólo para Dios; la temperanza o templanza abandona, en tanto lo permite la naturaleza, las cosas que son requeridas por las necesidades corporales; la fortaleza quita el temor de abandonar esta vida y se enfrenta la vida del más allá; la justicia aprueba las disposiciones antes mencionadas.

En los altos grados de perfección de las almas que ya están purificadas y firmemente unidas a Dios, la prudencia no conoce otra cosa que su pertenencia a Dios; la temperanza ignora los deseos terrenos; la fortaleza no conoce pasiones; la justicia se encuentra dentro de la mente Divina en un contacto permanente, para hacer las cosas de manera consecuente. Este grado de perfección pertenece a los santificados en el cielo o a unos pocos que tienen una vida fundamentalmente perfecta.

Estos pocos perfeccionistas son los héroes de la virtud, los candidatos para los honores del altar, los santos de la tierra. Conjuntamente con las cuatro virtudes cardinales, el santo cristiano debe tener las tres virtudes teológicas, especialmente con el amor Divino (caridad); la virtud que nos informa, nos bautiza y nos consagra en todas las demás virtudes; de esa manera se tiene la asociación y unificación para participar en la vida Divina. Se requieren de evidencias como "pruebas de heroicidad" en el proceso de beatificación lo que sirve para ilustrar en detalle los principios generales que se han expuesto.

Así como el amor está en la culminación de todas las virtudes, la fe está en los aspectos fundacionales. Es por la fe que Dios es aprehendido, y el alma levantada a la vida supra natural. La fe es el secreto de la consciencia; para el mundo, se manifiesta en las buenas obras en las cuales se vive, "la fe sin obras es fe muerta" (Santiago, ii, 26). Tales obras son la profesión externa de la fe, la estricta observancia de los Divinos Mandamientos, la oración, la devoción filial a la iglesia, el temor de Dios, el horror del pecado, la penitencia por los pecados cometidos, la paciencia en la adversidad, etc.

Todos estos o algunos de ellos están unidos al heroísmo cuando son practicados con perseverancia, durante un largo período de tiempo, o bajo circunstancias en las cuales la perfección del hombre ordinario le hubiese prevenido de actuar. Los mártires muriendo en los tormentos por su fe, los misioneros dedicando sus vidas en la propagación de la misma, y los pobres con su paciencia infinita teniéndola en sus míseras vidas a fin de hacer la voluntad de Dios y de cosechar los frutos posteriormente; todos ellos son héroes de la fe.

La esperanza es la confianza firme en la voluntad de Dios en tanto nos da vida eterna y todos los medios necesarios para obtenerla. Se obtiene heroicidad cuando la esperanza se mantiene inamovible en la seguridad de la ayuda de Dios a través de los eventos de la vida, cuando se pueden sacrificar todos los bienes en función de la felicidad prometida en los cielos. Tal grado de esperanza tiene sus raíces en un grado de fe igualmente perfecto.

Abraham, el modelo del hombre fiel, es también el modelo de quien tiene esperanza "quien contra toda esperanza, aún cree en el esperanza… y quien no fue débil en la fe; quien tampoco consideró su propio cuerpo muerto… ni el vientre muerto de Sara". (Rom. iv, 18-22).

El amor inclina al hombre al amor a Dios sobre todas las cosas con amor de amistad. El amigo perfecto de Dios, dice con San Pablo: "Con Cristo soy clavado en la cruz. Y no soy yo quien vive, sino Cristo quien vive en mí" (Gal., ii, 19-20). Porque amor significa unión. Es el tipo de unión celestial que une a la Divina Trinidad; el alcanzar el más alto grado en la creación de Dios, es la visión beatífica, es la participación en la vida de Dios.

En la tierra es la fructífera madre de la santidad, la única cosa necesaria, la única posesión autosuficiente. Se establece en I de Corintios, xiii, y en el Evangelio de San Juan y las Epístolas; el amado discípulo y el feroz misionero de la cruz son los mejores intérpretes del misterio del amor revelado a ellos en el Corazón de Jesús. Con el mandamiento del amor a Dios sobre todas las cosas, Jesús indicó uno más: "y el segundo es parecido al primero: ama a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento superior a estos" (Marcos, xii, 31).

La relación entre ambos mandamientos se basa en esto: que en nuestro semejante, amamos la imagen, la representación de Dios, sus hijos adoptivos y quienes son de su Reino. Por tanto, al servir a nuestro prójimo, servimos a Dios. Y los trabajos de misericordia espiritual y temporal llevados a cabo en este mundo, decidirán nuestro destino en el próximo: "Venid los benditos por mi Padre, que de ellos es el Reino… porque estuve hambriento y me diste de comer. Así te digo que lo hicisteis a uno de estos pequeños, lo hacías a mí". (Mateo, xxv, 34-40).

Por esta razón, los trabajos del amor heroico en alto grado, desde el principio hasta la actualidad, constituyen una marca distintiva de la Iglesia Católica, el compromiso de la santidad en incontables números de sus hijos e hijas.

La prudencia nos permite que es lo que se debe desear y que no, obtiene heroicidad cuando coincide con el "regalo del consejo", dentro de una perspectiva de lo que en la orientación divina es una conducta correcta e incorrecta. Los bollandistas dicen de San Pancrasio Radbert: "Fue tan grande su prudencia que un manantial de prudencia parecía brotar de su mente. Se mantenía allí el pasado, presente y futuro y fue capaz de decir, por el consejo de Dios, que se debía hacer en cada caso" (2 January, c. v, n.16).

La justicia, la que da a cada uno su deber, es el pivote alrededor del cual gravitan las virtudes religiosas de la piedad, obediencia, gratitud, veracidad, amistad y muchas más. Actos de justicia los encontramos en Jesús sacrificando su vida como fue su deber, y en Abraham dispuesto a sacrificar a su propio hijo en acto de obediencia a la voluntad de Dios.

La fortaleza, la que nos urge a mantenernos firmes en momentos difíciles en nuestro sendero del deber, es en sí misma un elemento heroico en la práctica de la virtud. Ella alcanza su pináculo cuando llega a sobrepasar obstáculos que hubiesen sido insuperables para la virtud ordinaria.

La temperanza o templanza nos mantiene alejados de las pasiones, cuando estas últimas nos inclinan a actuar incorrectamente, se origina el compromiso, la modestia, la abstinencia, castidad, sobriedad, y otras virtudes. Ejemplos de templanza heroica se tienen en San José y San Juan el Bautista. Debe notarse que cada acto de virtud derivados de los principios Divinos tienen en nosotros elementos de todas las virtudes; sólo el acto de análisis mental, ve el mismo acto desde varios aspectos.

Hay quienes, opinan que las virtudes humanas, son diez:

1.- Resiliencia: Seguir adelante cuando sólo vemos oscuridad en nuestro futuro. Aceptar que las decepciones y los reveses forman parte de cualquier vida humana. No asustar a otras personas con nuestros miedos.

2.- Empatía: La capacidad de conectar con las experiencias de otra persona. Y también el coraje de ponerse en el lugar del otro y mirarse a sí mismo con honestidad.

3.- Paciencia: Con frecuencia perdemos los nervios porque creemos que las cosas tendrían que ser perfectas. Los humanos hemos avanzado mucho en algunos aspectos (por ejemplo en la tecnología) pero muy poco en otros: por ejemplo, en la capacidad para aceptar que las cosas no siempre son como queremos.

4.- Sacrificio: De forma natural, todos buscamos nuestro propio beneficio. Pero también tenemos una capacidad milagrosa para, en algunas ocasiones, olvidar nuestros intereses personales y sacrificarnos por otra persona o por una causa.

5.- Buenos modales: Los buenos modales tienen mala fama. Normalmente asumimos que "ser educado" es sinónimo de "ser falso" y lo contrario de "ser nosotros mismos". Pero los modales son una regla necesaria para cualquier civilización y están íntimamente asociados a la tolerancia: la capacidad de vivir junto a personas con las que nunca estaremos de acuerdo.

6.- Sentido del humor.

7.- Consciencia de uno mismo: No hacer responsables a los demás de todos nuestros problemas o cambios de humor.

8.- Perdón.

9.- Esperanza: El pesimismo no es necesariamente un signo de "inteligencia y profundidad intelectual", ni el optimismo un reflejo de necedad.

10.- Confianza: A veces no alcanzamos nuestros sueños por el simple hecho de que no nos atrevemos a intentarlos. La confianza no es arrogancia, sino la consciencia de que nuestras vidas son cortas y de que, en realidad, tenemos muy poco que perder cuando nos arriesgamos a luchar por lo que queremos.

Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: "caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad", (Ga 5,22-23).

RESUMEN

La virtud es una disposición habitual y firme para hacer el bien.

Las virtudes humanas son disposiciones estables del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe. Pueden agruparse en torno a cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.

La prudencia dispone la razón práctica para discernir, en toda circunstancia, nuestro verdadero bien y elegir los medios justos para realizarlo.

La justicia consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido.

La fortaleza asegura, en las dificultades, la firmeza y la constancia en la práctica del bien.

La templanza modera la atracción hacia los placeres sensibles y procura la moderación en el uso de los bienes creados.

Las virtudes morales crecen mediante la educación, mediante actos deliberados y con el esfuerzo perseverante. La gracia divina las purifica y las eleva.

Las virtudes teologales disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Tienen como origen, motivo y objeto, a Dios conocido por la fe, esperado y amado por Él mismo.

Las virtudes teologales son tres: la fe, la esperanza y la caridad (cf 1 Co 13, 13). Informan y vivifican todas las virtudes morales.

Por la fe creemos en Dios y creemos todo lo que Él nos ha revelado y que la Santa Iglesia nos propone como objeto de fe.

Por la esperanza deseamos y esperamos de Dios con una firme confianza la vida eterna y las gracias para merecerla.

Por la caridad amamos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios. Es el "vínculo de la perfección" (Col 3, 14) y la forma de todas las virtudes.

 Contra soberbia, la Humildad Contra avaricia, la Generosidad Contra lujuria, la Castidad Contra ira, la Paciencia Contra gula, la Templanza Contra la envidia, la Caridad Contra pereza, la Diligencia.

La tradición de la Iglesia Católica afirma unánimemente que las virtudes infusas –con excepción de la fe y de la esperanza– desaparecen con el pecado mortal y que no pueden "disminuir" dado que no provienen de la repetición de actos.

Las virtudes según Aristóteles.

Virtudes dianoéticas o intelectuales:

Propias del intelecto teórico:

Inteligencia (nous)

Ciencia (episteme)

Sabiduría (sofía)

? Propias del intelecto práctico:

Prudencia (frónesís)

Arte o técnica (tekne)

Discreción (gnome)

Perspicacia (sínesis)

Buen consejo (euboulía)

Virtudes éticas o del carácter:

Propias del autodominio:

Fortaleza o Coraje (andreía)

Templanza o Moderación (sofrosine)

Pudor (aidos)

Propias de las relaciones humanas:

Justicia (dikaiosine)

Generosidad o Liberalidad (eleutheriotes)

Amabilidad (filía)

Veracidad (aletheia)

Buen humor (eutrapelía)

Afabilidad o Dulzura (praotes)

Magnificencia (megaloprepeia)

Magnanimidad (megalofijía)

Santo Tomás de Aquino y las Virtudes.

¿Alguna vez ha escuchado la frase "Una virtud sin prudencia, no es virtud? Tal vez al escucharse esto por primera vez parezca confuso, pero después de razonarlo y pensarlo por unos segundos nos daremos cuenta de que es cierto. ¿Acaso no es la virtud de la Magnanimidad el punto medio entre la soberbia y la pusilanimidad? Pero ¿cómo podemos clasificar y llegar a la conclusión de que las virtudes son precisamente eso?

Esto fue posible gracias a Santo Tomás de Aquino, un teólogo y filósofo italiano, nacido en 1224. Era hijo de una familia influyente, quienes se opusieron a que entrara a la Orden de los Hermanos Predicadores, lugar donde pensaba estudiar teología. Al ser encarcelado por sus hermanos, decidió aprenderse muchas frases de la Biblia de memoria, sus hermanos no pudieron quitarle la idea de volverse religioso. Al salir fue llevado a estudiar a Alemania, donde destaco y se graduó en teología, para luego obtener un doctorado y dar clases en la Universidad de París  Es reconocido como Santo por la Iglesia Católica. Sus aportaciones más destacadas figuran en diversas materias como la metafísica, lógica, psicología, ética, razón y ley natural, además de las 5 vías para conocer a Dios.

Sobre las virtudes, Santo Tomás las definió como el punto medio entre dos vicios opuestos. Esto quiere decir que una virtud debe vivirse con prudencia, ya que al llevarla al extremo negativo (ausencia de la virtud) se vuelve un vicio, así como también lo es  el extremo al que le podríamos llamar positivo (a pesar de que no lo sea) es el que se da cuando la virtud se lleva al extremo, cuando se vive sin prudencia. Un ejemplo claro es la modestia. Primero definamos la modestia y sus dos extremos.

Modestia: "Humildad, falta de vanidad y no ostentación de los propios méritos."

La modestia es el punto medio entre estas ya que en un punto, no se acredita lo que se debe, y en el otro se ignora, o se atribuye más de lo merecido.

Desvergüenza: "Falta de vergüenza, insolencia."

Timidez: "Falta de seguridad en uno mismo, dificultad para hablar en público o relacionarse con otras personas."

Además de esto clasifico las virtudes en morales e intelectuales y agregó las teologales. Define a las intelectuales como, hábitos del entendimiento, consecuencia de la práctica de estas, que son posibles debido a la voluntad debido al conocimiento. Las morales como los hábitos del alma que se adquieren al ejercitarlos y que habilitan una vida moralmente buena. Y las teologales se definen como las que Dios otorga a la voluntad e inteligencia humana para poder actuar divinamente al desprendernos de los impulsos egoístas terrenales.

Estas clasificaciones nos ayudan a entender mejor las virtudes, y diferenciar cuando un hábito es positivo, o es llevado a uno de los dos extremos posibles y se convierte en un vicio. Además de identificar si se vive por que la inteligencia lo ve como algo bueno, o porque esta moralmente bien vivir esa virtud. El estudio de estas virtudes nos lleva a un extenso campo de conclusiones e incógnitas nuevas. Sin duda esto es un gran aporte de Santo Tomás de Aquino, y que tiene un valor inmenso para varias materias, que siguen estudiando esto hoy en día basándose en estos conceptos.

BIBLIOGRAFÍA

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Cajamarca, 09 de Junio del 2014.

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* El Dr. Navarrete Obando, Luis Alberto, es Abogado de Profesión; Ex – Catedrático Principal de la Universidad Nacional de Cajamarca; Catedrático invitado de la Escuela de Post Grado de la Universidad Nacional de Trujillo (http://www.pg.unitru.edu.pe/); Condecorado como "Doctor Honoris Causa" por la Universidad Nacional de Trujillo (La Libertad–Perú) (http://unitru.edu.pe/); Catedrático Honorífico por la Universidad Nacional Autónoma de México, D.F. México; Condecorado como "Doctor Honoris Causa" por la Universidad Nacional Autónoma de México, D.F. México; Ensayista, Escritor, Poeta e Historiador autodidacta; Magister en Educación Universitaria por la Universidad Nacional de Trujillo; Doctor en Educación Universitaria por la Universidad de Sao Paulo – Brasil; Doctor en Investigación Universitaria por la Universidad de La Habana – Cuba; Doctor en Teología, Filosofía y Humanidades por la Universidad La Salle, Barcelona – España; con estudios en Teología, Seminario de Santo Toribio de Mogrovejo, Lima – Perú; colaborador de las Revistas Virtuales de http://www.monografias.com (Universidad de Madrid, España); http://[email protected] (Universidad de La Habana, Cuba); http://unam.mx; http://[email protected] (Universidad Nacional Autónoma de México); http://www.unim.it (Universidad de Milán, Italia); http://www.derechoycambiosocial.com y http://[email protected] (Revista Virtual especializada en temas de Derecho, Sociales, Culturales, Literarios, Económicos, entre otros); http://[email protected] y/o http://proups.msn.com; (Revista Virtual CIENCIAs JURÍDICAs & POLÍTICAs); Consultor Permanente de la UNESCO, en representación de la Universidad UNAM de México, en temas de Educación, Cultura y Desarrollo Social para América Latina y El Caribe (http://www.unesco.org.pe); colaborador en la elaboración del "Diccionario Histórico Jurídico" de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de México" y en el "Anuario de la Suprema Corte de Justicia de la Nación" (http://[email protected]) de dicho país; Miembro Numerario de la "Sociedad Latinoamericana Iusfilosófica" (http://sli.org.es/); Miembro Numerario de la "Sociedad Peruana de Leyes" (http://www.spda.org.pe/); Aprobación y aplicación de la materia jurídica "Epistemología Jurídica" por la Universidad de Milán, Italia (http://www.unim.it); incorporado como "Honorarium Member" por la "Federal Association of Lawyers of Los Angeles (EE.UU); colaborador en diferentes Diarios y Revistas especializadas en Perú (http://www.elperuano.com.pe; http://www.la republica.com.pe; http://www.elcomercio.com.pe); y, columnista en el Diario Oficial "Panorama Cajamarquino" (Derecho y Sociedad – (http://[email protected]; http://[email protected]), (http://[email protected]); Director de la "Fundación para el Desarrollo y Bienestar Familiar" – FUNDEBIF (http://www.fundebif.org.com.pe; [email protected]); Gerente General del Estudio Jurídico Contable: NAVARRETE & OBANDO – ASESORES, CONSULTORES & ANALISTAS (http://www.navarreteabogados.org.com.pe; [email protected]). Publicación de Libros especializados en materia de Derecho; publicación de Libros de naturaleza social y Poemarios. Ganador del Poeta más joven del Perú; Ganador de los XII Juegos Florales Universitarios del Perú; y, Ganador de los I Juegos Florales Universitarios Latinoamericanos (Chile); En talleres, el Ensayo: "La Revolución Campesina del Valle Chicama".

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Autor:

Dr. Luis Alberto Navarrete Obando*

ABOGADO – DOCENTE UNIVERSITARIO – ESCRITOR

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