Las actividades físicas cooperativas: generando valores desde el ámbito de la educación física
Enviado por María de Lourdes Sánchez Franyuti
Hemos aprendido a volar como los pájaros,
a nadar como los peces,
pero no hemos aprendido el sencillo arte de
vivir como hermanos.
Anónimo
El hombre, desde las primeras civilizaciones, se vio forzado a estructurar un conjunto de reglas que le permitieran de manera colectiva trabajar en armonía para lograr alimentarse, vestirse y sobrevivir en el mundo hostil que le rodeaba.
Con una perfecta sincronización de todos los elementos a su alcance y a través de un trabajo conjunto, fue capaz de levantar enormes construcciones entre las que destacan por su magnificencia, las Pirámides de Egipto, consideradas hasta hoy una de las grandes maravillas de todos los tiempos.
Nos situamos en esta región del planeta, porque en el antiguo Estado Egipcio, la idea prevaleciente durante la Cuarta, Undécima y Decimoctava Dinastías, era que debía existir una severa coordinación de los esfuerzos económicos y físicos de toda la población para garantizar a cada uno de los miembros de la comunidad y en su conjunto, el más alto grado de prosperidad.
Actualmente, basándose en los vestigios encontrados y con fundamento en el tipo de trabajo colectivo que realizaban, se puede afirmar que el auge alcanzado por esta cultura, fue debido en gran medida, al tipo de organización interna que implantaron: una organización basada en el trabajo cooperativo.
De esta manera, el hombre moderno, gracias a los avances de la ciencia -como producto de su inteligencia-, y a un trabajo conjunto y coordinado, ha erigido obras monumentales que han causado la admiración y el asombro de cuantos las han podido contemplar.
Sin embargo, y paradójicamente, en la misma medida que construye, el hombre también es capaz de destruir y destruirse a sí mismo en cuestión de segundos. La sola mención de una fecha, 11 de septiembre, nos da prueba de ello.
Es evidente, que la destructividad es un elemento que está presente en la cultura actual; los valores del ser humano han sido trastocados, pudiendo de tal forma y con la misma facilidad, reducir a cenizas sus más grandes obras.
Hemos llegado a un punto, en donde la alerta interna nos obliga a reflexionar sobre la urgente necesidad de rectificar el camino. Es evidente que la supervivencia de la especie humana se halla en peligro. Los valores universales y las reglas básicas de convivencia se han ido diluyendo en el devenir cotidiano de una generación marcada por la violencia, el odio, la intolerancia, la competencia que genera rivalidad y el ansia de poder; hechos que en su conjunto, han terminado por confrontar al hombre con el hombre mismo.
Por ello, resulta urgente analizar los patrones de conducta y revisar los valores que rigen a las sociedades actuales. Es fácil entender que existe la imperiosa necesidad de trabajar en favor de una cultura de paz. Una cultura basada en el ejercicio constante de hábitos, actitudes y valores que permitan una mejor convivencia entre los miembros de cualquier grupo social.
Por ello, las organizaciones sociales como la familia y la escuela deben ser en primera instancia quienes se aboquen a trabajar sin descanso para inculcar en cada uno de sus miembros, aquellas conductas que permitan al ser humano coexistir armónicamente en un mundo de paz.
Y es aquí donde entra en juego el rol medular que el profesor de la escuela básica debe desempeñar. Todo maestro debe tener claridad absoluta en que su misión principal estará encaminada a fomentar desde su diaria labor, una cultura de paz en la que prive la aceptación del "otro" como la aceptación de uno mismo, trabajando siempre sobre la idea de que "en colectivo se avanza más que en solitario", de igual manera que la lógica matemática nos revela "que dos, serán siempre más que uno" y que ello, sólo será posible cuando logre inculcar en los niños y desde sus primeros años, una cultura de aceptación e inclusión.
Fomentar una cultura de paz en la escuela, es posible a través del ejercicio constante de valores tales como la solidaridad, la comprensión, el respeto a la diversidad de razas, culturas, creencias religiosas, ideologías, y capacidades individuales.
Surge entonces la primera pregunta: ¿es posible inculcar valores desde el ámbito escolar? La respuesta contundente no se hace esperar, por supuesto que es posible fomentar valores desde la escuela inicial y básica, si es que entendemos a éstos como aquellas conductas que nos permiten convivir en armonía con nuestros semejantes.
A decir de Carlos Velázquez Callado, "los valores poseen una naturaleza abstracta e intangible, por lo que sólo se hacen explícitos a través de las conductas que manifiesta una persona", y es precisamente en las conductas, en donde puede incidir tanto la familia como el docente, a partir de los primeros años de vida del niño.
Profundizando sobre la comprensión del significado del término "conducta", entendemos que ésta se hace objetiva en las actitudes que presenta el ser humano en cada situación de vida. La actitud dicen, "es algo pequeño -como pudiera ser el efecto que causa una simple gota al caer sobre un espejo de agua– lo que hace una gran diferencia". Traducido a la práctica, y para una mejor comprensión, podríamos recurrir a un refrán del dominio público que reza "en el modo de pedir, está el dar", lo que reitera que la actitud que presenta una persona ante cada situación, tiene que ver con los resultados que desencadena en cada una de sus acciones, así como en las relaciones que se establecen con los demás.
De tal forma, es posible señalar que entre las muchas tareas que debe desempeñar el educador actual, se aúna la de ayudar a transformar a la sociedad desde sus raíces, promoviendo una cultura de paz en las nuevas generaciones a través de la ACCIÓN.
Específicamente la labor del educador físico deberá estar enfocada a promover valores desde su quehacer cotidiano; es decir, desde el ámbito de la educación física, a partir del cual se fomente la no violencia, la tolerancia; la consideración "del otro" y el diálogo cordial con "el otro", como parte de la aceptación y respeto a la diversidad. Aprender a ser comprensivos, solidarios, altruistas; tener disposición de escuchar, apoyar y entender "al otro", como elementos esenciales que permitan la toma de conciencia de que cada acto en la vida conlleva una VISIÓN COMPARTIDA.
Lo anterior resulta agradable al oído, "suena bonito", pero… ¿cómo transformar las palabras en hechos? De aquí se desprende la segunda gran interrogante que se nos presenta en el camino y a la cual damos respuesta:
Enseñando a través de la práctica de las actividades físicas y deportivas aquello que hasta ahora pareciera ser la frase ¿mítica? del Barón Pierre de Coubertin, al señalar: lo importante no es ganar, sino competir.
Pero… ¿cómo? volvemos a preguntar. Entonces, encontramos que docentes ubicados en otras latitudes y con unas décadas de antelación, han resuelto esta problemática educativa transformando las actividades competitivas en actividades cooperativas.
Al respecto, cabe señalar que desde la década de los setenta y durante los ochentas, investigadores como David W. Johnson, Roger T. Johnson y Steve Grineski en Estados Unidos, así como Terry Orlick en Canadá, han venido desarrollando la propuesta de las Actividades Físicas Cooperativas como un recurso para formar en valores desde la educación física.
Posteriormente, en los noventa se adentran en este planteamiento, renombrados docentes españoles entre los que destacan por sus trabajos Vicente Omeñaca Cilla, Jesús Vicente Ruiz y Carlos Velázquez Callado, este último, encabezando el movimiento Educación Física para la Paz desde Valladolid, desde hace aproximadamente diez años.
Y ahora podríamos preguntarnos ¿por qué este tipo de actividades y no otras?
Aquí vale la pena subrayar, que estos maestros a través de la puesta en práctica de las Actividades Físicas Cooperativas, han podido constatar que éstas, son un invaluable recurso para promover una cultura de paz en el ámbito de la educación física, ya que ponen en práctica una metodología que propicia una mayor interacción, favorece el desarrollo físico, la integración social y el proceso de comunicación de los alumnos, así como un mayor rendimiento y participación dada su naturaleza grupal y cooperativa.
Para dar una idea más clara de cómo la interacción que subyace en este tipo de actividades puede promover actitudes tanto positivas como negativas entre los participantes, estos autores lo ejemplifican y resumen en una frase ilustrativa cuyos ejemplos se citan a continuación:
- En las estructuras de carácter competitivo los alumnos se esfuerzan por lograr objetivos que no todos pueden alcanzar, lo que conlleva interacciones negativas. Aquí la frase sería: "Tu éxito me perjudica; tu fracaso me beneficia".
- En las estructuras de carácter individual cada alumno trabaja independientemente tratando de alcanzar sus propias metas, por lo que no existe interacción ni dependencia alguna entre los logros, por lo cual "El éxito del otro, no beneficia ni tampoco perjudica; el que ocupa y preocupa es solamente el éxito propio".
- En las estructuras de carácter cooperativo, cada alumno alcanza sus objetivos al mismo tiempo que el resto de sus compañeros, por lo que se promueve una interdependencia positiva entre los logros de todos los participantes. Aquí la frase que se desprende es la siguiente: "Tu éxito es mi éxito y mi fracaso tu fracaso también".
Aunado a los múltiples beneficios que conlleva la práctica de las actividades físicas cooperativas, es posible añadir que a través de ellas, se atiende a la diversidad:
- De género, al brindar igualdad de oportunidades de participación a hombres y mujeres.
- De capacidades individuales, al incluir al más apto de igual manera que al menos hábil sin distinción alguna.
- De credo, al unir por medio del juego conjunto, a niños y adolescentes que profesan distintas religiones, sobre todo en las comunidades marginadas y en las zonas más pobres y alejadas del centro del país, situándose en el contexto de México, en donde esta situación ha sido causa de graves enfrenamientos entre los pueblos.
- De raza, al practicar de manera conjunta e intercambiar entre las distintas etnias de una región, los juegos predominantes de cada cultura, así como por el fomento de una cultura de no discriminación, aceptación y respeto hacia el hombre de color o raza distinta a la propia.
- De clase social, al incidir de igual manera, por medio de las actividades cooperativas, en el fomento de valores entre los que predomine el interés y el respeto por el "otro", sin importar la clase social de la cual provenga, dado que en las grandes urbes, es en donde las diferencias sociales se hacen más evidentes y por consecuencia en donde existe mayor discriminación en este sentido,
- De participación familiar, dado que por medio de la práctica cooperativa, es posible fomentar el apoyo de todos los miembros de la familia hacia los hijos, sobre todo, brindando atención especial a aquellos alumnos que provienen de núcleos desintegrados.
Lo anterior no pasaría de ser simple retórica si no fuera porque a través del fomento de las actividades físicas cooperativas dentro del ámbito educativo, es posible modificar la concepción competitiva imperante en los juegos infantiles y en los deportes –sale sobrando decir "de competencia"– por otra enfocada a la cooperatividad, en cuyo caso, factores como la eliminación, la reproducción, el acatamiento, la desintegración, la agresión y el egocentrismo entre otros, se verían desplazados por la colaboración, la inclusión, la creatividad, la elección y la toma de decisiones; la unión, el pacifismo y el pluralismo.
De igual manera, permitiría convertir el deseo de supremacía en el deseo de igualdad; buscar el éxito compartido, más que el individual; desarrollar en los niños el gusto por el diálogo, en vez del monólogo; construir críticas positivas y tender vínculos humanos, en lugar de generar relaciones destructivas; erradicar la idea de jugar "contra" un adversario, y reemplazarla por el pensamiento de jugar "con" un compañero. De tal forma, todas estas conductas nos conducirían sin lugar a dudas, al inicio de una construcción palpable y tangible a mediano plazo, de la cultura de paz y legalidad a la que apela el Programa Nacional de Educación 2001-2006 y de la cual nuestra sociedad está urgida.
Si bien el papel fundamental del docente radica en sembrar en los educandos de la escuela inicial y básica, la semilla de una sociedad más justa, equitativa y propositiva, ello sólo será posible promoviendo desde la práctica, acciones que fomenten en los niños y adolescentes el deseo de actuar "para bien de…" y "en bien de…"; destacando con ello que siempre será más importante el proceso dentro del cual se realizan las acciones, que los resultados emanados de las mismas.
Asimismo, el maestro, desde el ejercicio diario de la práctica, deberá enseñar a los niños y adolescentes que los errores son oportunidades para aprender, erradicando con ello la idea de concebir a éstos, como intentos fallidos; por medio de la práctica reiterada de estos patrones de conducta, los estudiantes aprenderán que el camino al éxito está plagado de dificultades, no así de derrotas. Entender que en el intento no hay triunfos ni fracasos, sino oportunidades constantes para aprender y múltiples obstáculos a superar. Específicamente, con las actividades físicas cooperativas, se aprende a compartir por igual el camino del éxito, ya que no hay derrota cuando el esfuerzo se reparte.
Esta alternativa, destaca la importancia de promover la cooperación en lugar de la competencia; de favorecer un trabajo conjunto y solidario en donde el resultado beneficie a cada uno de sus integrantes sin menoscabo de sus potencialidades, enfatizando una responsabilidad compartida, en lugar de luchar por vencer a un "rival" desde una perspectiva individualista y egocéntrica; una propuesta que mejore el proceso de comunicación, la interacción grupal, y la autoestima de cada integrante por igual, en lugar de atender al sobresaliente y relegar al menos apto; una propuesta desde donde se aprenda a respetar al otro, y a tomar decisiones conjuntas que beneficien a todos en lugar de a unos cuantos; una propuesta basada en el trabajo colaborativo en el que sus miembros participen en la adquisición de nuevos conocimientos y en el mejoramiento de sus capacidades individuales, no precisamente para vencer y competir con un adversario, sino todo lo contrario, para sumar esfuerzos y vencer retos en colaboración conjunta.
Una propuesta que prima el proceso integrador y formativo que opta por la cooperación en lugar de la competencia; en donde existe un oponente en lugar de un adversario, y en donde resulta relevante la actividad en sí misma por los beneficios que implica (el proceso) en lugar de tratar de llegar en primer sitio "a como de lugar", para vencer al otro (el resultado).
De ahí, que este nuevo planteamiento mantiene en todo momento presente, que su objetivo principal está centrado en estructurar actividades de participación colectiva desde donde se promueva la cooperación y en donde lo relevante se centre en la participación (inclusión) de todos sin menoscabo de sus capacidades individuales.
La estructura de las Actividades Cooperativas, se inicia en la organización misma de la clase, transitando desde la metodología y las estrategias planteadas en todas las actividades, hasta la necesidad de integrar una evaluación subjetiva dentro de la práctica cotidiana, como proceso encaminado a observar los avances individuales de cada alumno, tanto en lo concerniente a sus aprendizajes y a su desarrollo, como a su socialización, y su formación de valores.
Y también aquí la pregunta no se hace esperar: pero… ¿cómo transformar las palabras en hechos? ¿cómo llevar la teoría a la práctica?
Carlos Velázquez Callado, profesor de educación física español quien ha venido trabajando por varios años la propuesta de las actividades físicas cooperativas con el colectivo de docentes de educación física para la paz, CODEPAZ "La Peonza", señala que es posible lograr el cambio de cultura transformando la práctica educativa desde la lógica misma de las actividades:
- Promoviendo la participación activa de todos los alumnos.
- Aumentando el número de balones en la clase, aunque es bien sabido que esto no siempre es posible, dado que en determinados contextos se carece hasta de los más mínimos recursos. Sin embargo, se pueden utilizar otros recursos materiales más económicos o aquellos que proporciona el entorno mismo.
- Reduciendo el número de personas que participan en cada uno de los equipos.
- Añadiendo dificultades compensatorias que favorezcan a los alumnos menos hábiles en el desarrollo de las actividades.
- Cambiando el sistema de puntaje, el cual represente mayor reto para los más aptos en cualquier disciplina deportiva o habilidad motora.
- Primando la actividad por sobre la competencia.
- Enseñando al alumno que lo que interesa y divierte es el juego por sí mismo y no en base al resultado.
- Jugando "a empatar y divertirse" en vez de "ganar derrotando".
- Incluyendo recursos que permitan dejar a la suerte (juego de dados, pégale la cola al burro u otras) la definición del puntaje en un juego.
- Fomentando un protagonismo compartido.
- Insertando actividades competitivas de interés pedagógico en las cuales puedan participar del protagonismo aquellas personas que generalmente no lo tienen.
- Coadyuvando a transformar una mentalidad individualista por otra basada en un espíritu de equipo, en donde la lógica que se imponga sea aquella que indique que al ganar uno, ganan todos.
Al respecto, valdría la pena preguntarse ¿por qué los deportistas que han destacado en México, lo han hecho por lo regular en competencias individuales? Cada lector tiene su propia respuesta… al final, todas coinciden… porque no sabemos trabajar en equipo; es parte de nuestra cultura.
Para finalizar, retomamos la frase ilustrativa que se desprende de las Actividades Físicas Cooperativas,
"TU ÉXITO ES MI ÉXITO…
MI FRACASO TU FRACASO TAMBIÉN"
Esta es la ideología que basada en valores y principios,
pretende sembrar esta propuesta.
Todos y cada uno de los docentes tenemos como tarea fundamental trabajar por una sana convivencia entre los seres humanos fomentando en nuestros alumnos una verdadera cultura de paz, con lo cual estaremos contribuyendo a la construcción de una mejor sociedad y colaborando con nuestro grano de arena para heredar a los que vienen detrás, un mundo mejor.
Este es el reto,
¿cuántos de nosotros estamos dispuestos a superarlo?
Delors, Jacques (1997), La educación encierra un tesoro. Reporte para la UNESCO de la Comisión Internacional sobre Educación para el Siglo XXI, París. UNESCO.
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Por:
María de Lourdes Sánchez Franyuti
México, D. F., septiembre de 2004.