Esto comporta una terrible lucha, interior y exterior. Desde luego el dolor es enorme y hasta desproporcionado. Pero no todos sufren. Son, en cambio, muy pocos. Sólo algunos elegidos que padecen lo indecible en el propio corazón, en la propia vida.
Llamamos la atención… Hora difícil cuando los hombres abandonan el noble arte de vivir según los más elevados principios que brotan de la tradición multisecular. ¿Por qué hemos perdido los criterios, la idoneidad de juzgar con alteza de miras?
Los pretendidos ingenuos en realidad no lo son. Pocas veces en la Historia han salido al escenario tantos pretendidos astutos. Pero éstos son tontos y debe distinguirse severamente al tonto del ingenuo.
En manos de los tontos ha perecido la cultura. Como decía Ortega y Gasset, el tonto no tiene vacaciones. El tonto no puede hacer otra cosa que tonterías…
No puede descuidarse la existencia de la tontería en un plan de vida espiritual. Porque hoy precisamente el espiritual se ve enfrentado a la aplastante vecindad de un sinnúmero de tontos. Tal vez corre más riesgo del que se supone cuando lo rodean y lo juzgan según los lugares comunes.
Los lugares comunes son los grandes enemigos de la cultura. Los tontos los cultivan con entusiasmo y frenesí. Parecen haber sido paridos por aquellos.
No es necesario lamentarse. Por el contrario, lo más urgente y lo más propio es actuar con el coraje correspondiente al valor de la conciencia de cada uno. Es urgente rescatar actitudes viriles y francas en las horas de la simulación y de la cobardía.
Los que pretenden el dominio son, por lo general hoy, indignos de ejercerlo, cualquiera sea éste. La prevaricación general y sus consecuencias imponen una reflexión madura que rechace cualquier compromiso con la mentira y con el error…
Ahora bien, son enormes los campos invadidos y contaminados. ¿Qué hacer? A pesar de todas las confusiones el Espíritu pondrá en nuestra boca lo que haya que decir y en nuestra conciencia lo que haya que actuar.
¡Firmeza! Sí, firmeza. Brota de la confianza y del abandono. No se ha de permanecer atado a ninguna situación ni creatura.
No, no podemos aceptar alianzas. Nada de pactos ni de dobleces ante nada ni ante nadie. Los llamados compromisos son una vergüenza. Es preciso resistir con vigor y sin temor. La hora es dura, pero en la constancia hallaremos paz.
Pero hay un margen que no decimos. ¿Para qué? Lo mejor no puede decirse. Es preciso callar, estar quedos, muy quedos y sosegados. ¡El sosiego! Es digno de conquistarse. El hombre fuerte, verdaderamente fuerte y sin alarde, sabe sosegarse. El silencio enseña el sosiego. Cuando aprendemos a callar…
Es admirable. La melodía sigue su curso sin violencia alguna. En lo más hondo la violencia no existe. En lo hondo siempre hay paz…
Descubrir, de nuevo, el desierto inmenso en el corazón. Pero hay más y más… En efecto, el corazón es ya la tierra prometida, es -efectivamente- la puerta del Cielo. El corazón es la mirada de Dios. No hay que olvidar que el corazón supera toda imagen y lo comprende todo… ¿Cómo morar o alojarse verdaderamente en el corazón? Es ésta una altísima sabiduría…
No hay que detenerse o quedar a mitad de camino en esta meditación. Sería una disminución notable no ver en el alma la apertura del Cielo, no darse cuenta que los ojos del corazón ven a Dios. Y, repito, siempre hay más: a saber, la misma Deidad está y es allí. Nada separa al corazón del Corazón. El Centro del alma es Dios.
¿Cómo haces para no marchitar las cosas con torpe mano? ¿Cómo, para -sin dañar el don de Dios- volver fecundo este o aquel paso? ¡Cuánto es el deseo de confundirse en el abrazo y no dejar fuera ni un solo palmo!
¿Cuál es la medida de las cosas que recibes gratuitamente? ¿Hay medida en verdad o no existe? Pregunto a los aires, quisiera detener los vientos, reclamar algo, un poco de atención, al menos, del correr del agua…
¡Quédate y no te vayas! ¿No es esto lo que pedimos suplicantes a las fuentes, a las flores, a las aves? ¡No sigas tu camino sin detenerte! No sigas… ¡quédate! Que nada de ti se vaya… Que tu esplendor -¿sólo tu esplendor?- no, no, tú, esencialmente tú, totalmente, quédate para siempre.
¡Cuántos gemidos brotan del corazón! Desde nuestra morada también llamamos, clamamos no sé qué… Y nos parece que nadie nos oye, que nadie nos atiende…
Y sin embargo lo más próximo y cercano… es lo que menos se ve. Quien más nos escucha y nos cuida parece desentenderse a pesar de ser el más solícito…
No te dejes vencer u oprimir por las invitaciones y las aproximaciones indiscretas. Ten siempre el coraje de decir no cuando tu conciencia y tu libertad lo exijan.
Decir, pretender decir… ¿cantar? No lo sé. Esta o aquella frase, todo puede ser y es, de algún modo, poesía… Dios sabe que la soledad canta, que posee una melodía tan alta como nadie puede sospechar… También canta el deseo. Eso que no me atrevo a definir o a explicar…
Tú pusiste un secreto en lo profundo. Ahora llamas a esa puerta para que el deseo te abra. Yo sé que, ya -ya mismo- Tú estás tan dentro y, sin embargo, llamas una y otra vez. ¿Desde dentro o desde fuera? En realidad, ya lo sé, no hay dentro ni fuera, porque nada hay sino sólo Tú.
Encendido Amor siempre nuevo. Notas de armonía infinita… Que esto, aquello, no se detiene jamás…
Más aforismos y truenos de combate
La Historia como camino ascético…
Sendas a la unión mística.
Del comunitarismo al comunismo no hay más que un paso. Es preciso, claro, que algunos tontos den un empujón.
La comunidad auténtica, entre los hijos de Dios, es comunión en el amor. No conoce otro fundamento ni halla otra explicación. Nunca será la ideología su razón de existir.
Alguien ha dicho, y con toda razón, que los grandes fundadores de Ordenes o familias monásticas y religiosas, San Benito, San Francisco, Santo Domingo, San Ignacio, fueron -ante todo- Padres y, desde luego, en ninguna manera ideólogos. Y un padre verdadero sabe que puede tener un hijo… diferente.
La furia de reunirse, que se percibe en tantos hoy, no se debe solamente al deseo de escapar de la soledad, sino a la cobardía de quienes se disimulan en el anonimato de lo colectivo.
Las colectividades incipientes y con poca o ninguna tradición sólo persiguen un huero y descolorido nivel horizontal, sumándose unos a otros, como los borregos del cuento.
El celo por hacer todos juntos y molestarse por la autoría de una persona sola es otra manifestación, y no bien disimulada, de resentimiento. Muy frecuente en los grupos ideológicos hoy, revela un estadio primitivo y de inmadurez.
¿Por qué el hombre, con tanta frecuencia, se diluye con gusto en rebaños y grupejos? Tal vez porque en nuestros días el resentimiento y el miedo son signos evidentes de los tiempos.
Los torpes han invadido el santuario. La grosería todo lo atropella. El pudor desaparece… ¿Qué es todo esto? Quien lea y medite las Escrituras y sepa discernir la voz auténtica, no contaminada, de los profetas, sacará conclusiones luminosas… El tiempo pasa y los tontos, que siguen pescando en el Sena, no tienen poder alguno para detenerlo.
Las lecciones de la Historia son lecciones de humildad, dijo un poeta. Ahora bien, quien sea auténticamente humilde lo sabe, pero jamás presumirá por ello.
Desde lo hondo es mucho lo que puede descubrirse. Nada más sublime que esa hermosura que en todo y por todo brilla, aunque tantas veces se halle oculta.
Nada opone la contemplación a la lucha. Así como es posible gozar de la belleza también en el exilio.
No hay pensamiento sin historia, aunque los historiógrafos se expresen muy mal… La vieja urbanidad ha perdido todos sus derechos como el pudor y la quietud. Lacortesía es flor preciosa de la Caridad… ¿Quedan algunos que lo tengan en cuenta todavía?
No se deje sorprender el peregrino… Hay quienes se han ejercitado durante mucho tiempo en la práctica de una escrupulosa caligrafía. éstos, los que hacen buena letra, proceden -por lo general- con notable falsedad. Es frecuente, en los resentidos, la búsqueda de reparos y de bastiones que los protejan. Pero cuando pueden obrar sin las trabas que, aparentemente, los moderan, llegan a comportarse en modo sanguinario…
Hay quienes leen mucho los periódicos… Se ha dicho que es el único vínculo de una parte considerable de la humanidad con el invento de Gutenberg. No diré nada de ello. Pero lo cierto es que no se justifica de esta manera el largo aprendizaje de la escuela.
Nada tan urgente como descender hasta Sí… Desde lo profundo y en lo profundo. ¡Descendimiento maravilloso! Comporta una aceptación fundamental que brinda paz y alegría.
No se detenga nadie en juicios apresurados. Baje más hondo y hallará lo insospechable…
Por debajo de tantos sucesos que tejen y tejen, en la superficie, una red que parece terrible… Por debajo pues. Un plano, primero; luego, otro más profundo. Así, sin detenerse, hallando a cada paso honduras nuevas. ¡El universo que no vemos ni podremos divisar jamás con los telescopios o por medio de lo que cualquier día se invente! Universo interior y verdadero, digno de ser descubierto por el alma dolorida, más allá de cualquier mezquindad o temor.
No es necesario correr. Tampoco se ha de gritar. No sea que con la velocidad que llevamos pasemos de largo y con la violencia del grito ahoguemos… Su voz.
Has pretendido cubrir tu desnudez con un vestido que no te pertenece. San Benito dijo a Totila disfrazado: "quítate lo que no te corresponde…" ¡Cuántas son las máscaras que se superponen ante el rostro verdadero! Es necesario y urgente quitarlas y ante todo para cada uno, descendiendo, en silencio y con firmeza, en el secreto del propio interior… No ejecutes otro papel que no sea tu vida misma. El gigantesco drama de tu historia no consiente otra cosa…
La Historia no se identifica con ninguna suerte de progreso. La Luz está en el Origen y hacia allí vamos de camino a cada paso. Cada instante y jornada comienzan y acaban en el mismo y único Misterio y, de alguna manera muy honda, acontecen en él. En Dios somos, nos movemos y existimos…
La Historia es un cuadro maravilloso contemplado de lejos, con cierta distancia, con cierta proporción. De cerca resulta de gran aspereza y aún de dolor, de dolor intenso, quizá por la sublimidad de su misterio.
¿Qué decir de la indiferencia agresiva? Es ésta hoy un alud del cual no sabemos la intensidad o las medidas. Los hombres se tornan adustos, absorbidos en una mala tristeza que se manifiesta con particular hosquedad.
No sé qué se pueda decir hoy de esa… indiferencia. Es la actitud repetida del distraído que, por lo general, se halla mal dotado para el amor. Podrán buscarse y hallarse explicaciones tranquilizadoras, pero que siempre serán insuficientes para hallar la solución de un mal tan grande. Es claro que, en nuestros días, surgen esas figuras o tipos… ¿Quedaremos en la simple observación? Una mirada, una atención nueva al Misterio y a la Escena de Getsemaní podría abrirnos el camino de la respuesta.
Aprende a renunciar. En cada despojo brotará una fuente nueva de admirable Gracia. Ningún espacio queda vacío. Quédate tú, sin alarma ni temor, allí donde estabas y hoy has sido desnudado. Es muy posible que lo sientas ¡y cuánto! Pero el Señor sólo puede regalarte cuando te dispones a ello. Dios no es causa de dolor sino la única y verdadera liberación de tus penas. Ten confianza.
No importa que… otros no te reconozcan ni te comprendan. Allá vayan todos y cada uno por el camino que llevan. La cuestión no se plantea allí ni de este modo. Tu alma, tu espíritu, es apertura infinita a Dios y esto no será entendido por quien no quiera entenderlo. ¿Otros? Fama di lor il mondo esser non lassa; / misericordia e giustizia li sdegna: / non ragioniam di lor, ma guarda e passa. (Dante, Inf. III, 49).
Deja. Que cada cosa siga su curso y busque su propio fondo, su propio centro. Tú mismo no llegarás a alterar ni a cambiar lo que no te incumbe.
Quieres llegar a la cima de aquel monte… ¡Cuántas veces hemos soñado alcanzarla e intentar, de nuevo, tamaña aventura! Pero no, no es esa cima nuestro destino. En medio del desierto vamos caminando y no acertamos a remontar vuelo alguno… Porque… A te convien tenere altro viaggio / rispuose poi che lagrimar mi vide, / se vuo" campar d"esto loco selvaggio.. (Dante, Inf. 1, 88-91). Si quieres subir: anímate a descender, si quieres hallar: ten el coraje de perder… Quizá, más que en ninguna otra parte, en tu propia imaginación.
¿Descender? ¿Qué es eso de hacer otro viaje para librarse de este terrible lugar? Tal vez sea una prueba muy dura… Precisamente un descenso… Un paso a través y dentro de la Historia.
Es hora de despertar. Es la oportunidad… A pesar de las desilusiones que procura el ambiente extraño… No, no son los ambientes los que nos determinan. Cuando el hombre se sabe levantado por encima de ellos, halla su paz en los días escondidos.
Vivimos la hora, y cada instante, que, como todas las otras, desemboca en la Eternidad. La condición perecedera de este mundo se hace tan patente, y con tanto rigor, que cuesta trabajo admitir que no se la tenga en cuenta…
Cada vez y cada día reaparece la ventolera que todo se lo lleva… Lo escatológico merece especial cuidado y atención y no hay verdadera espiritualidad que lo ignore.
La vivencia profunda del fin consiste en el fecundo abandono en el presente, con la conciencia renovada de que el instante desemboca, inmediatamente, en la Eternidad. O, también (y mejor), que la Eternidad ya está presente en el instante.
La Eternidad, para el corazón abierto en Dios, es ya, hoy y ahora. ¡Misterio formidable! Es como el instante en la confesión del mártir. Participa, sí, lo cotidiano de la plenitud que lo acaba y le da fin y sentido. Todo tiende y se ordena. Todo se recibe; es dado; es don… Fin y Origen.
El enemigo que nos combate viene disfrazado y cambia, frecuentemente, su máscara, sus gestos y sus posturas. En los días que corren es en todo necesario ver un tanto más allá, o más hondamente, y no quedarse en la apariencia de cosas y actitudes.
El asunto de la llamada inculturación puede constituir un terrible engaño para los no advertidos. Ahora hay quienes pretenden una suerte de reviviscencia del antiguo paganismo juzgándolo tradicional. Eso que ocurre en Europa es similar al llamado indigenismo y a todos los gustos prehistóricos, hoy tan de moda.
Porque la vida según el estilo primordial de las cavernas es defendido por los más furibundos actualistas y futuristas, progresistas, al fin y al cabo, en el retroceso colectivo que se sigue al abandono de la Fe.
La Fe es la mayor creadora de cultura que haya conocido y conocerá la Humanidad. La Fe precede la cultura, en el sentido de que todo lo transforma y transfigura. Así, el lenguaje de los Padres de la Iglesia, a pesar de haber adoptado expresiones de la Filosofía, ha mudado su contenido, convirtiéndolo verdaderamente en obediencia a la Fe.
El pueblo que pretende surgir como resultado de una utopía, prescindiendo del tiempo o de su pasado, está destinado a un fracaso, que sólo es superable si posee colectivamente una magnanimidad proporcional a aquella misma utopía en la cual quiso gestarse. De lo contrario pagará el duro precio del resentimiento.
Se ha dicho que las mayores empresas, las obras más grandes, resultan casi siempre inacabadas o terminan, prematura-mente, en una suerte de fracaso. Desde luego que no parece muy consoladora semejante afirmación. Pero quien pueda ver más allá y otear el horizonte de la vida y de la Historia, se dará cuenta -tarde o temprano- de que en la pérdida está la victoria. Es imposible pasar adelante, con las ambiciones de ayer, sin la saludable purificación del desengaño.
¿Dónde estamos? ¿Por dónde vamos? La respuesta cruda y hasta materialista no nos interesa demasiado, sólo lo suficiente. Atendiendo a la realidad más honda nos responderán el amor y el deseo…
No nos dejemos convencer por las voces demasiado normales y aceptadas. No es el incidental consenso ni la mayoría caprichosa quienes llevan la razón. Tampoco los lugares comunes… Vamos más allá, aún más adentro. El tesoro siempre se halla escondido.
¿Y la simpatía? Quizá el hombre, en medio de su angustia, necesite muchas cosas. Es imposible dar cuenta de todas ellas. Pero a todas, y a cada una, las espera y las ansía recibir acompañadas de una sonrisa.
El saludo amable y reverente es signo de nobleza. ¿Se ha meditado esto cuando estamos envueltos en un alud de hosquedad y grosería? De la benevolencia manifestada a nuestros prójimos está sembrado el camino del Cielo. También de respeto y de delicadeza.
Abriéndonos camino por esta terrible jungla llegamos a percibir una luz muy bella, que brilla desinteresadamente y no se muda por el capricho humano. Animémonos a descubrirla, teniendo en cuenta que se halla más allá de nuestras sombras y fuera de la caverna.
Hay una suerte de urbanidad que Dios ha regalado al hombre. Consiste en superar los escollos sin muecas ni protestas, sin reivindicar las posiciones anteriores. A esta bienandanza estamos invitados: abrazando los caminos con mirada pura y callando ¡tantas veces! ante la agresiva necedad.
Busca tu reino en tu interior. Allí está el único Rey. No cejes en caminar ¡adentro! y siempre más adentro. Que la luz es allí siempre nueva y todo lo inunda y todo lo quema.
No te arrepientas ni lamentes el regalo ya hecho. No es bueno retroceder aunque nadie te reconozca, aunque nadie lo sepa.
El abrazo de Dios
La espesura de la selva nada quita a la claridad del sol. Sal y déjate iluminar, no pretendas encender otra lámpara; sería muy torpe y errarías el camino.
La Luz todo lo llena y lo invade. Desde luego cuando halla el espacio dispuesto. No opongas resistencia. Déjale el camino abierto. Hazte transparente y diáfano…
En efecto, no son necesarios ejercicios infinitos ni pasos innumerables. Nada de eso. Es urgente, en cambio, oír y ver lo que nos es dado; dejar, sin temor, el corazón abierto para que de él se apodere y en él se introduzca el fuego.
Dejarse iluminar… Salir o entrar a Dios. Dejar que Dios venga, entre y sea en lo más alto del espíritu, en lo más agudo y fino del alma. Y todo lo transforme a su placer y lo levante hasta Sí y en Sí lo lleve, lo tenga y lo guarde. Que ha de llevar a cabo hasta el fin su obra y encenderá el deseo de alcanzarle, de recibirle y de gozarle en cada instante, que es Aurora del corazón que ya sólo se descubre y está en él y sólo puede recibir a él, que es su Vida, su Alma, su Todo. -Llama de Amor Viva que tiernamente hieres el alma en su más profundo centro!
La memoria, cada vez, presenta la Realidad más escondida. Es una suerte de noticia bienaventurada que atraviesa el tiempo y la historia. Y dice lo que ya sabe, y ha de recordarse, a cada paso, con aspiración de más…
-Señor, enséñanos a orar! -Deja todo cuidado entre las azucenas olvidado… Que estas palabras de San Juan de la Cruz nos valgan aquí como respuesta válida para todas las preguntas que nos salgan al paso. En efecto, cuando pretendamos explicar con ingenio o con conceptos lo que va por otro cauce muy diverso. ¡A orar aprende orando! En el desierto aprende a orar… Allí donde no has de usar figura ni artificio alguno.
Tu mejor instante es el que juzgas desconcertante. Es el que Dios te regala ahora mismo. No te has dispuesto, quizá, inmediatamente a la oración o a la contemplación. Y, sin embargo, te hallas en ella… El viaje sólo demora en intensidad y en decisión. Si el Señor te lleva por el descenso, déjate llevar. No pretendas sitio o lugar nuevo e ideal. El lugar… eres tú mismo y no lograrás ver, con los ojos de la carne, el coro celeste que es tu corazón. Pero ya lo sabes… ¿Qué necesidad de más?
No permanezcas en los dichos ni atiendas las murmuraciones. A veces se producen bajos ronquidos de escasa armonía… No des importancia a las dimensiones de los zócalos y ten bien presente que nadie tendrá poder sobre ti si tú mismo no se lo otorgas.
La belleza interior es intangible. Aventúrate por esos senderos de la soledad. Con la sola mirada, si quieres, conquistarás el reino más maravilloso… Valora lo que conoces y aprende -siempre- a amar más.
Ora desde lo profundo de tu corazón y de tu sitio. Tu fatiga puede elevarse, si quieres, a una altura insospechada. Si te descubres o te sabes ya, de algún modo, abandonado, abandónate aún más y escóndete en el Corazón de Dios.
Contempla el desierto sin fronteras de tu alma. ¿Sabes? estás allí escondido. En realidad no lo ves ni lo reconoces… ¿Para qué? Pero Alguien te ha traído y levantado hasta este desierto para hablar a tu corazón.
Libérate de ti … ; quiero decir de ese ego falso que pretende tantas cosas y que, en realidad, no eres tú… ¡ni en sueños! Desciende, en cambio, a esa ermita que ha dispuesto Dios y que está en Dios… ¡Esa misma eres en verdad!
Más adentro… Allí es donde, en verdad, te encuentras. Porque no eres lo que sospechas. O, mejor, no eres quien piensas. Descúbrete nuevo en la mirada de Dios… Hay un sí-profundo que en el Corazón de Dios -como Juan- se recuesta… Y no digo más, que no es necesario, porque el Espíritu, que nos ha sido dado, te habla en el silencio.
Más adentro, otra vez. No has de conformarte fácilmente. Si no eres conciente… ¿qué importa? ¿Lo eres, acaso, en tus sueños? Pues toda la vida es sueño y los sueños sueños son … ; lo digo con las mismas palabras de Segismundo…
Cuando llega la hora del dolor
Frecuentemente no la aguardarnos… Pero ¿qué hacer con las sorpresas desagradables? Mucho hemos de sacar de las horas más duras. No se trata de afirmar lo imposible sino de hablar con franqueza arraigada en la Esperanza. Y ha de saberse que esta misma tarde o, quizá, mañana o, a lo sumo, luego de un poco de tiempo más, el paisaje será distinto porque todas las puertas no están cerradas.
La hora del dolor es la hora de la esperanza. ¡Cuánta lucha empeñaremos en ello! Pero es necesario atender en este Misterio, prestar atención y adherir a la Voluntad de Dios. El Señor no nos engaña en los caminos exteriores. La Historia, como lo hemos ya dicho, es un tejido a propósito para nuestro bien.
Los ojos de Dios penetran nuestras entrañas ¡tan hondo! que allí ellos mismos se espejan y redescubren. En esas mismas profundidades descansamos en una Cruz que comporta un dolor victorioso. ¿Nos animamos a repetirlo y a confiar? ¿dejaremos, alguna vez, de temer y amontonar reparos y recaudos? ¡Dolor victorioso! ¿Dónde está, muerte, tu victoria?
Es en la Cruz donde se nos promete que hoy mismo estaremos con él en el Paraíso.
El sufrimiento será una oración constante. Son las nubes del incienso que arde y asciende y todo lo llena con su perfume… ¡Señor, quiero orar siempre!
Por lo general, no se supone sufrir mañana más que hoy. Tal vez el temor pueda reducir nuestra resistencia… Pero lo que sí hemos de aguardar y, más aún, imponernos, es lo siguiente: esperar mañana más que hoy.
La confianza en Dios, el abandono, ha de caracterizar las horas y los momentos más severos. Pues todo acontece a nuestro favor. Y si los hechos nos determinaran a la resistencia o a la lucha, no dudemos un instante y arrojémonos en Dios.
No, el dolor no es un lugar que podamos simplemente ambicionar o que rechacemos con nuestras solas fuerzas… Se trata de un misterio que trasciende nuestras definiciones o nuestros intentos de explicar… Entrar en el ámbito de un misterio comporta disponerse a nuevos descubrimientos y a la apertura de caminos insospechados. No, no todo termina, así no más, con el dolor o con la situación difícil. Por el contrario, el horizonte se abre precisamente donde me parece que se cierra…
A veces la libertad se halla en el sufrimiento, en la hora difícil… Quizá porque en esos instantes nos vemos ante una decisión; o ante la urgencia de la apertura que nos conduzca al camino por donde Dios nos quiere. Supone, desde luego, una suerte de arrancón que duele y mucho. Pero el hombre se levanta con ello por encima de los condicionamientos que lo detienen en su andar. Porque el bien precioso ha de tener, en tantas ocasiones, espinas como las rosas… Porque estamos llamados a rescatar…
La hora difícil es aquella más promisoria. ¿Es posible alegrarse al mismo tiempo que se sufre? No diré que sí. Pero es muy recomendable que la memoria nos desvele y nos haga presente, de alguna manera, en los instantes de dolor, la fecundidad de éste y la victoria que nos aguarda.
No es fácil el combate… ¿Y porqué habría de serlo? Todo comienza en un punto y termina en otro… Uno primero y el otro después. Es muy posible que lo emprendido no se lleve completamente a término… Pero la gloria no consiste en acabarlo todo. La obra inconclusa (toda obra lo es) le deja su plenitud a Dios.
Magnanimidad y camino de amor
Alguien dirá que ha ganado un premio. Otro replicará que eso nada vale. Un tercero sospechará del valor del primero y aún podrá negar la veracidad del hecho… ¡Dios mío! cuando se llega a semejante extremo es preciso pedir perdón por no alegrarse del bien ajeno y por dudar -¡a veces obsesivamente!- del bien de los demás. Mientras que es de corazón magnánimo aceptar con gozo que alguien sea capaz de lo que él mismo -tal vez- no pueda.
Cuando te admiras y te alegras por el bien o la bienaventuranza de alguien, de algún modo, lo haces todo tuyo, más que si te perteneciera… ¡Tanto valen el desinterés en el corazón y la grandeza del ánimo!
Inclínate, siempre, a creer bien de los demás. Goza con las virtudes de los otros. Anima a todo el que pasa o cruza tu camino. Disculpa a quien se equivoca y nunca seas tardo en perdonar.
Nunca ahorres una sonrisa. ¡Que llevas a Dios en tus entrañas! Tampoco te ofusques en tu apuro. La prisa en ir de aquí para allá no te conduce al cielo.
Cuando vayas a algún lugar no lo hagas por costumbre o por simple rutina. Cada paso por esta vida es diferente y único. Contempla, más bien, la misericordia de Dios en tu camino y bendícele por ir con él.
Aprende a oír con modestia. Deja que las palabras te transmitan el secreto que encierran… Un alma abierta a la verdad está -siempre- dispuesta al asombro. Gózate con el bien y no tropieces con la… nada.
Huye las ocasiones de la murmuración y del desvarío. En la horas aciagas aprende a guardar silencio, imitando así la intimidad y hondura de tu alma.
Callando… vencerás más fácilmente, aunque no lo creas. La verdad, tarde o temprano, brilla …; aunque tú mismo no la veas.
Lucha y conversión
Apréstate para el combate. Has de resistir la prueba y la tentación. Conviértete a cada instante; a cada instante arrójate y abandónate en el Señor.
El Señor no se muda. Ten confianza y no temas. Déjate alcanzar cada vez. Como decía un Cartujo: si tuvieras la certeza de que Dios te ama ya serías un santo.
¿No recuerdas que debes volverte niño pequeño? Así recobrarás la inocencia, si la perdiste alguna vez… ¿No has descubierto la dicha de ser –siempre- principiante? El que comienza, el que nace, es quien más admira… ¡Alabado sea Dios!
La conversión es un movimiento constante del alma. Retorna, vuelve a casa sin cesar. Más aún, renace porque el mismo Verbo de Dios nace en lo más hondo de ella.
La lucha, la resistencia a los asaltos de los sitiadores, no ha de quitar la paz. Léase la Vida de Antonio y se verá hasta dónde llega la guerra… Pero los enemigos no pueden más y, bien mirado, no logran nada… Porque donde abundó el pecado sobreabundó la Gracia.
No se asuste, el peregrino, de los fantasmas con los que topa. La persecución es necesaria y la incomprensión también. El discípulo no es mayor que su maestro… Pero tal es la escala que asciende de gracia en gracia. Guarde el secreto en su corazón y no se detenga a mirar hacia atrás.
Los fantasmas te perseguirán en una parte o en otra… Pero no hay que detenerse en lo que no existe. La mejor manera de convertirse sin cesar es asumir, con devoción y coraje, la realidad profunda y, desde allí, levantarse en plegaria.
La inocencia perdida se recupera en la infancia espiritual.
Volverse como un niño muy, muy pequeño, que no sabe nada y sólo se abandona a su madre. Si te vuelves como un niño habrás vencido… Eso sí, vivirás de la certeza de que Dios no se muda y te ama infinitamente.
Ten compunción y aprende en la escuela de la misericordia. Dios ha tenido misericordia de ti, tú tendrás misericordia de todos…
Conviértete y permanece fiel. No abandones tu dedicación a la misión que llevas porque otros te disuadan alegando obligaciones novedosas. Nada de eso. Permanece fuerte y firme en la soledad de Getsemaní.
En muchas ocasiones… puedes quedar a oscuras. Con ello el Señor quiere mostrarte que sólo él es la Luz. ¡Cuánta luz hay en el corazón! Y es suficiente dejarse alumbrar.
Ubícate más allá de toda limitación. No atiendas a lo que te parece conveniente. Usa de todo con olvido y libertad. Cuando percibas alguna ausencia recuerda que te hallas por encima de ella.
Un desierto nuevo
De camino, descúbrese la soledad nueva. En efecto, no se percibía antes de ayer. Tal vez los picachos demasiado altos o la aridez o el viento ¡qué importa! Pero hoy hemos visto la irrepetibilidad de los pasos y de las horas. Hoy se descubren honduras que no tienen posible imitación…
A pesar de apariencias y de fantasías, redescubrimos la insondable profundidad del corazón cuando logramos probar el sabor de lo incomunicable.
Este horizonte es maravilloso e infinito… Es el Amor quien lo ha abierto. En la Fuente misma brota una sonrisa que todo lo vence y lo atraviesa. Y envuelve y penetra, con su encanto, a quien halla a su paso y le da posada.
En el desierto descubrirás que, en tus días, ni te festejan ni te aplauden… Quizá no percibas eco alguno y si quisieras publicidad fracasarías… Olvida los ecos, las proyecciones y las consolaciones de semejante estilo. Déjate, en cambio, arrebatar por la acción de Dios.
Si quieres ser perfecto -¿recuerdas estas palabras del Señor?- ve, anda, y déjalo todo… y vuelve sin esto o aquello, sin reparos y sin máscaras, sin nada que no sea tu pura y simple soledad.
Muchos lamentan no hallar discípulos… Y quizá tienen razón. Tal vez en nuestros días no se obtenga sucesión con facilidad, porque todo parece estéril. El trabajo insistente y fatigoso de la tierra no da los resultados que se esperaba obtener… Pero ¿es aquél el campo verdaderamente fértil? Hoy, en cambio, descubrimos la asombrosa fecundidad de la soledad siempre nueva, que amanece, silenciosa, en la mirada providente de Dios.
En el desierto, más que en ninguna otra parte, cada hora vale por sí misma y, todas ellas, proceden de la única Hora del Señor.
El lenguaje verdadero
Buscábamos palabras o una nueva fidelidad. Pero sólo logramos hallarlas cuando abrimos el corazón para recibirlas.
La Palabra es don… Nuestra creación consiste en ser creados por Ella.
La Palabra nos precede. La Palabra es primordial. La Palabra es eterna. En el principio es el Verbo… Todo lenguaje es un balbuceo que de Aquél procede y transforma. Todo lenguaje dice referencia a él, y si es válido, a él sólo muestra y aproxima y en él sólo introduce o a él sólo abre las puertas…
La única lengua original es el Verbo. Los lenguajes no son otra cosa que traducciones, más o menos fieles, en la medida en que se proponen una renovada transparencia.
Llevamos la Palabra en el corazón. Ha venido y viene, cada vez, a cada instante, a morar en lo más hondo. Su Espíritu crea una connaturalidad nueva, descubriéndola -como la aurora- iluminada por el sol que nace…
La Belleza nos precede. Como columna de Fuego y de Gloria. Fuego que está en el corazón y allí arde, quema y transforma. La Palabra prorrumpe en hermosura. Fuego que asciende en Llama…
No son los comentarios de los hombres los que, en realidad, interesan. Tampoco las glosas interminables de parlanchines y maestrillos. Es grave error aguardar siempre la aprobación o el aplauso… Apetezcamos cada vez esa palabra despojada que, plena de belleza, resuena en la soledad del corazón.
La Palabra tiene predilección por el Desierto. En el silencio surge, en la soledad resuena la Voz como brisa delicada.
Desierto e inmensidad
De nuevo, oteando el horizonte… ¿Qué hay más allá? Quizá en este plano… nada. Decía Hugo de San Víctor: es delicado aquel para quien es dulce su patria; es fuerte quien en cada lugar la encuentra; es perfecto aquel para quien todo el mundo es exilio. El primero fijó su amor en una parte de la tierra, el segundo lo distribuyó en muchos lugares, pero el tercero aniquiló en sí el amor del mundo. (Didascalicon III, 19; PL 176, 778).
En el exilio, camino del Cielo. Pero cuando todo se ha dejado y abandonado y nada turba ya el interior silencio, cuando más que estar unido se es uno… Qui autem adhaeret Domino, unus Spiritus est (I Cor. 6, 17).
Dijo Dios… "sal de tu tierra, de tu parentela, de la casa de tu padre, para la tierra que yo te indicaré" (Gen. 12, l)… Anima, nam ubi amat ibi est, recuerda el Maestro Eckhart y fray Luis de Granada: Tiene otra excelencia la caridad, que es unir al hombre con Dios y transformarlo en él. Porque como dice San Agustín, el amor es vida que ajunta al que ama con la cosa amada y de dos cosas hace una (..) Por donde dijo muy bien Platón, que el que verdaderamente ama, está muerto en su cuerpo propio y vive en el ajeno (Adiciones al "Memorial de la vida cristiana" c. 1). El paso de dejarlo todo y quedar en nada para abrazar a solo Dios y dejarse hacer uno con él, es el ritmo y el latido del Desierto.
Aquel, para quien todo el mundo es un exilio, sabrá hallar el desierto y la soledad en todas partes.
Si quieres ser fecundo deja a Dios engendrar a Dios en tu corazón.
Oración del Maestro Eckhart
¡Oh alta riqueza de la naturaleza divina!
muéstrame tu camino, el mismo que en tu sabiduría has dispuesto,
y ábreme el tan precioso tesoro al que Tú me invitas:
comprender con "inteligencia sobre toda creatura,
amar con los ángeles y ser íntimo familiar de tu hijo único,
nuestro Señor Jesucristo,
heredar de Ti y acogerte según tu sabiduría eterna.
Y, con tu auxilio, ser preservado de todo mal.
Pues Tú me has levantado por encima de toda creatura
y has impreso en mí el sello de tu eterna imagen.
Tú has vuelto mi alma
inasible a todas las otras creaturas
y nada has creado a Ti más semejante
que el ser humano según el alma.
Enséñame a vivir de tal manera
que nunca me encuentre sin Ti
y que el flujo de tu obra amante en mí jamás halle obstáculo.
Que yo nunca me rinda
a ningún deseo fuera de Ti.
Señor, tu espíritu es inasible a toda creatura
y Tú espiritualizas el alma
para que, en su condición espiritual,
sea levantada sobre toda creatura,
de suerte que por tu sabiduría eterna
se baste según tu voluntad divina
y que en la gracia sea liberada
de cuantas imágenes indignas
haya podido absorber en ella.
Pues Tú has hecho tuya el alma según tu naturaleza
y la has emparentado contigo.
Guárdala, pues, para que no se establezca en ella
nada que no seas Tú mismo.
W. Wackernagel
(The Prayer of Meister Eckhart en
Eckhart Review n. 7 (1998) p. 39-40)
Autor:
P. Fr. Alberto E. Justo O.P.
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