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Pensamientos de un peregrino: aforismos


Partes: 1, 2

    1. Aforismos y propósitos diversos
    2. El abrazo de Dios
    3. Cuando llega la hora del dolor
    4. Magnanimidad y camino de amor
    5. Lucha y conversión
    6. Un desierto nuevo
    7. El lenguaje verdadero
    8. Desierto e inmensidad

    les plus belles agapes fraternelles,

    les plus magnifiques réunions d"hommes

    électrisés par un plaisir commun n"en

    donneront jamais de comparable á celle

    (jouissance) qu"éprouve le Solitaire, qui,

    d"un coup d"oeil, a embrassé et compris

    toute la sublimité d"un paysage.

    Ce coup d'oeil lui a conquis une propriété

    individuelle inaliénable.

    Charles Baudelaire

    Petits Poémes en prose

     

    Tout le malheur des hommes vient

    d"une seule chose, qui est de ne savoir

    pas demeurer en repos dans une chambre.

    Pascal

     

     Estas meditaciones, pensamientos, aforismos o propósitos, integran una serranía que, paso a paso, vamos creando y atravesando. A veces nos toca llegar a una cima, en otras ocasiones vamos por un valle y, luego, nos es necesario emprender una subida harto empinada.

    Como cada lugar se liga al precedente e invita al siguiente, y no es ajeno a los acontecimientos que se suceden, hay en este curso una encendida musicalidad que evoca los caminos de la Historia.  Se trata del orden de todos los días, cuando se nos presentan mil cuestiones que nos parecen en desorden, pero que son -siempre- reflejo de una armonía infinitamente más alta.

    Tenga el lector la paciencia y la benevolencia de leerlos, recordando sus propias meditaciones, cuando en una sola jornada se enfrenta con tan diversas situaciones y propuestas.

     Aforismos y propósitos diversos

    Descubramos la musicalidad del pensamiento. Sereno fluir desde lo profundo del alma. Todo resuena en silencio en la memoria de esa primera música que es abismo de hondísima armonía. Es quietud escondida… ¡Paz admirable que los razonadores de este mundo no conocerán jamás!

    Aún suena el rumor del agua, aún canta el arroyo cercano. Su melodía está más cerca del corazón. Sí, el sosiego es posible siempre. Porque la Belleza es signo de la Presencia del Señor que todo lo llena, que todo lo supera, que todo lo invade, que todo lo habita… él es. él es él. Que no hay otro… Los fantasmas no existen… Se ilusiona vanamente el hombre cuando va detrás de ellos.

    Dolor… ¿Hay alguien que pueda sospechar la angustia del testigo? Parece que todo se ha perdido.

    Lucha desigual. Por una parte la debilidad, por la otra la torpeza.  El atropello de esta última asola campos y poblados. ¡Torpeza infinita de una edad caduca!

    Todos pasan indiferentes ante el dolor sin medida. Máxima es la desolación en la edad de la prueba.

    Cuanto mayor es la visión, cuando ésta es más nítida y aguda, más grande es el mal y más incurable parece…  Alguien ha dicho, y con mucha razón, que el dolor del pensador es tal que sólo la bienaventuranza eterna puede compensarlo…  ¡Inconmensurable es el sufrimiento del testigo, sobre todo en las horas del abandono!

    Pero no hay que temer. Resuene -siempre- en el corazón la invariable invitación y llamada del Señor: -No temas

    Dolor nuevo. ¿Quién pudiera valorar mejor estos instantes? ¿Vale la pena apelar a un camino siempre inédito? La furia de un tiempo desconocido se desata en el más oscuro horizonte. Sólo la ruina y la muerte aparecen como espectros de una desazón infinita.

    ¿Por qué? ¿Qué es lo que ha ocurrido en este reventón de los siglos? ¿Es la cultura de la muerte que sustituye la belleza y siembra y cultiva la angustia y el desconcierto?

    Se han levantado no sé qué aires de tormenta. Son pocos, muy pocos, los que aciertan a percibirlos en toda su crudeza. Ha llegado una hora terrible, cuando las columnas que, hasta ayer, todo lo sostenían, hoy caen causando un derrumbe desconocido. Este es el misterio de nuestros días y de toda la historia.

    Se trata de la desaparición, de una suerte de mudanza que devuelve imágenes, períodos y cosas al corazón, hacia lo interior, ya que no se hallan más delante de los ojos. Las grandes crisis que parecen destruir tantas cosas son, en cambio, las grandes ocasiones para interiorizarlas nuevamente, como si se requiriera una nueva conversión para gestarlas de otra manera.

    Partes: 1, 2
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