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La competencia comunicativa

Enviado por Erik Orozco Crespo


  1. Introducción
  2. Antecedentes del término competencia
  3. La competencia cognitiva, sociocultural y comunicativa
  4. La competencia comunicativa
  5. Conclusiones
  6. Bibliografía

Introducción

Los países están cada vez más enfrascados en que el acceso a la enseñanza sea un derecho de todos los hombres, dedicándole grandes esfuerzos y recursos. Es por ello que se requiere que el docente desempeñe una actividad cada vez más profesional y que garantice mayores posibilidades de éxito a la población. Por lo que desde su labor debe promoverse el desarrollo y en el que no deben primar conductas empíricas e intuitivas, sino que debe predominar un desempeño verdaderamente profesional que lo diferencie como una persona competente para dar solución a los problemas que puedan surgir.

La labor de los docentes es de gran responsabilidad y trascendencia, cuando desconoce regularidades, principios y procedimientos de la ciencia pedagógica, que pueden servirle para comprender el proceso que él mismo dirige, va perdiendo la profesionalidad que lo distingue de todo aquel que alguna vez ha enseñado algo a otra persona.

Forma parte de este profesionalismo la competencia comunicativa, aspecto que no puede convertirse en una opción al buen gusto o a las buenas intenciones, sino como un requisito esencial para una práctica pedagógica, científica y actualizada que garantice el vínculo eficaz entre los procesos de enseñanza y aprendizaje. Ambos procesos son esencialmente interactivos en los que interviene la comunicación como elemento clave. En proporción directa a la calidad de dicha interrelación comunicativa será la calidad resultante en la educación en general.

Antecedentes del término competencia

La palabra competencia fue documentada por primera vez a finales del Siglo XVI, y tiene su origen en el latín competere, que significa "ser adecuado", "pertenecer", "incumbir". Es sinónimo de incumbencia, jurisdicción, obligación, autoridad, aptitud, idoneidad, habilidad, capacidad, suficiencia, disposición. Está asociado al vocablo griego agón, que da origen a agonía y agonistes, que era la persona que competía en los Juegos Olímpicos con el objetivo de ganar.

Desde la psicología, el término competencia, se define de modo más general como la "[…] configuración psicológica que integra diversos componentes cognitivos, metacognitivos, motivacionales y cualidades, en estrecha unidad funcional, que autorregula el desempeño real y eficiente en una esfera específica de la actividad, atendiendo al modelo de desempeño deseable socialmente en un contexto histórico concreto"(Fernández, Ana María y otros, 2000).

Tejada (1999) en su trabajo sobre las competencias considera que estas:

[…] sólo son definibles en la acción, es decir, las competencias no son reducibles ni al saber, ni al saber hacer, por lo tanto, no son asimilables en lo adquirido en la formación. Poseer unas capacidades no significa ser competente. Es decir, la competencia no reside en los recursos (capacidades), sino en la movilización misma de los recursos. Para ser competente es necesario poner en juego el repertorio de recursos. Saber, además, no es poseer, es utilizar.

Antes de la década de los años 60 el concepto de competencia se asociaba a la condición conductista desarrollada por la psicología behaviorista. Chomsky (1957), acuña el término competencia lingüística, definiéndola como "capacidades y disposiciones para la interpretación y la actuación, se opone al estructuralismo saussureano de principios del Siglo XX que establecía una diferencia entre la lengua, como hecho social y la palabra como hecho individual", pero la teoría propuesta por este destacado lingüista, no logra resolver el problema de la relación entre la lengua y la actuación. Su concepto de competencia comprende sólo la competencia lingüística, con la cual, por sí sola, no se garantiza una comunicación eficiente.

En la década del 60 Dell Hymes (1967) opone al concepto de competencia propuesto por Chomsky el concepto de competencia comunicativa que constituye un paso de avance, en tanto toma en cuenta el componente social.

Siguiendo a este autor, Canale y Swain (1980), ponen de relieve las funciones comunicativas y el contexto social, considerando como dimensiones de la competencia comunicativa la competencia lingüística, la sociolingüística, la discursiva y la estratégica.

Maingueneau (1984) se opone al concepto chomskyano de competencia comunicativa y formula su concepto de competencia interdiscursiva, como el dominio que poseen los enunciadores de un discurso, que les permite producir y entender enunciados de conformidad con una formación discursiva y reconocer los enunciados compatibles e incompatibles con esta.

El concepto de competencia pragmática fue definido por Cot (2000), tomando como base los criterios de Canale y Swain, y declara como dimensiones la sociolingüística, la textual y la estratégica, en las cuales está presente el componente interactivo.

Posteriormente, Charaudeau (2001) propone retomar elementos tratados por la pragmática, la enunciación y la sociolingüística, dentro de una teoría del sujeto. Elabora un modelo que consta de tres niveles, con tres tipos de competencias correspondientes para el sujeto: nivel situacional y competencia situacional, nivel discursivo y competencia discursiva y nivel semiolingüistico y competencia semiolingüistica.

Recientemente se ha reconceptuado el término competencia, al incorporarle el componente cognitivo o de producción de significados, además de hacer explícita la competencia sociocultural. En esta concepción se ponen de manifiesto los tres componentes del llamado triángulo del discurso: cognición, discurso y sociedad (Van Dijk, 2000).

La competencia cognitiva, sociocultural y comunicativa

La elaboración del marco conceptual de un nuevo enfoque de la enseñanza debe revelar los nexos entre los procesos cognitivos, el discurso y los procesos socioculturales en los que las personas interactúan, lo cual exige el desarrollo de su competencia cognitiva, comunicativa y sociocultural.

La competencia cognitiva, comunicativa y sociocultural, constituye un todo divisible sólo desde el punto de vista metodológico. La unidad y cohesión de sus dimensiones está dada porque quién aprende y se comunica es la personalidad, de acuerdo con la herencia sociocultural adquirida socialmente y que implica sus saberes culturales, sus conocimientos, necesidades, intereses, motivos, sentimientos y valores. Teniendo en cuenta esta concepción integradora se considera necesario asumir tres dimensiones en su definición: la cognitiva, la comunicativa y la sociocultural.

Mediante la dimensión cognitiva se revela la función noética, que es una de las funciones fundamentales del lenguaje y se hace latente en la participación del lenguaje, en la construcción del pensamiento y conceptos, lo cual constituye la unidad dialéctica del pensamiento verbal y el lenguaje intelectual. Tiene por indicadores los conocimientos, habilidades, capacidades y convicciones relacionadas con el proceso de información, mediante los cuales las personas comprenden y producen significados.

La dimensión sociocultural está referida al conocimiento del contexto, los roles de los participantes, su jerarquía social, su ideología, la identidad de los sujetos, sus sentimientos y estados de ánimo, su pertenencia a una clase o grupo social, su intención y finalidad comunicativa y la situación comunicativa en la que tiene lugar la comunicación. Tiene como indicadores los conocimientos referentes al contexto, las habilidades para lograr la adecuación al mismo y las actitudes relacionadas con el desenvolvimiento.

La dimensión comunicativa pone de manifiesto la segunda función esencial del lenguaje: la semiótica. En esta perspectiva el lenguaje se define como un sistema de signos que participan en la comunicación social, lo que implica saberes lingüísticos, discursivos y estratégicos. Los indicadores de esta dimensión son los conocimientos, habilidades, capacidades y convicciones, relacionados con los códigos, los signos y las reglas sintácticas que permiten relacionarlos, su adecuación a las exigencias del contexto, el discurso y su estructura, la tipología de los discursos y las estrategias para iniciar, desarrollar y concluir la comunicación. Comprende el saber y saber hacer en términos de construcción gramatical.

La competencia comunicativa

Por naturaleza el hombre es un ser social que tiende a relacionarse con los demás y es, precisamente, en esa interrelación donde se hace posible su desarrollo; el cual es un proceso global, dialéctico que abarca todas las dimensiones del ser y en el que intervienen aspectos biológicos, naturales, históricos y culturales. Es complejo y en él se integran regularmente distintas funciones y transformaciones que enmarcan, además, el avance sistemático de las relaciones sociales.  

El vehículo gestor de estas es la comunicación. Ella acompaña al hombre en todas sus actividades; siendo el lenguaje el elemento primordial en la interacción humana, seguido de signos, gestos y representaciones gráficas

La sociedad de hoy exige una eficiente capacidad comunicativa, sobre todo en el aspecto oral. Las posibilidades de trabajo, estudio, relaciones sociales y superación dependen, en buena parte, de nuestra capacidad para interactuar con los demás. Teniendo como herramienta fundamental la expresión oral. Es necesario entonces, que la institución docente contribuya a fortalecerla; máximo cuando se trata de la Educación Superior, donde el estudiante se apropia de un estilo de comunicación para el resto de su vida profesional.

En la actualidad la competencia comunicativa forma parte de las competencias profesionales. En la comunidad científica se habla de competencia didáctica (Parra Vigo, I. 2002); competencia investigativa (Fuentes, H. 2001); competencia discursiva (Morgunova, E. 2002); competencia literaria (Cruzata Martínez, A. 1999); competencia lingüística (Chomsky, N. 1969) y por supuesto, la competencia comunicativa (Fernández González, A.M. 1996) y otros.

El término competencia comunicativa se incorpora al pensamiento científicamente estructurado en la década de los sesenta del siglo XX. Signado por la autoría lingüística y asociado a su progenitor, el norteamericano Noam Chomsky.

Como se comprende, ningún acto de comunicación sucede en el vacío, dos personas que se comunican pueden actuar significativamente tan solo si poseen una competencia comunicativa suficientemente homogénea, que no quiere decir simplemente uniformidad de códigos (aspecto formal); sino convergencia de disposiciones pragmáticas y por consiguiente socioculturales, cognitivas y dinámico – afectivas (Titone, R., 1986).

El acto comunicativo no se entiende como algo estático, ni como un proceso lineal; sino como un proceso cooperativo de interpretación de intenciones. No se limita a la expresión oral; de manera simultánea se puede dar en diferentes modalidades (escuchar, hablar, leer y escribir). Por esto requiere la capacidad de codificar y decodificar mensajes atendiendo a las finalidades de la comunicación.

La competencia lingüística sólo se queda en la habilidad del hablante-oyente para manejar con fluidez todas las reglas de su lengua sobre la base de modelos de sujetos y comunidades ideales que generan frases exclusivamente gramaticales. Esto es una limitante para analizar al lenguaje en su actividad comunicativa cotidiana, en su uso real dentro de un contexto determinado y más que esto, ver cómo el individuo le da a su habla una manera muy particular, cómo es capaz de hacer uso de una manera creativa e ingeniosa adaptándola a diferentes contextos según lo requiera el caso.

Por lo anterior, el enfoque comunicativo, centra su interés en el desarrollo de la competencia comunicativa: entendida como la capacidad de comprender un amplio y rico repertorio lingüístico dentro de la actividad comunicativa en un contexto determinado. Implica el conocimiento del sistema lingüístico y de los códigos no verbales y de sus condiciones de uso en función de contextos y situaciones de comunicación. La capacidad de comprender y manejar un amplio y rico repertorio lingüístico dentro de la actividad comunicativa en un contexto determinado.

Esta comprensión se corresponde con las ideas de J. Habermas que considera que la competencia comunicativa, en esencia, consiste en establecer un diálogo con los contextos y, consiguientemente, las competencias comunicativas básicas constituyen desarrollos mínimos en las acciones de interpretar, argumentar y proponer frente a los acontecimientos.

En la competencia comunicativa se incluyen los procesos lingüísticos, psicolingüísticos y sociolingüísticos. Por esta razón, trasciende el sentido propio del conocimiento del código lingüístico, para entenderse como una capacidad de saber qué decir, a quién, cuándo, cómo decirlo y cuándo callar, que implica aceptar que la competencia comunicativa no es reductible al aspecto lingüístico, que tienen que considerarse además, los aspectos sociológicos y psicológicos implicados.

Una de las estudiosas del tema: Fernández González, A.M., sostiene que la competencia comunicativa es un fenómeno que va más allá de la eficacia de nuestros conocimientos, hábitos y habilidades que intervienen en la actuación personal en situaciones de comunicación. Por tanto, trabajar por la competencia comunicativa significa abordar elementos de las dos esferas básicas de la personalidad, tanto la motivacional-afectiva como la cognitiva-instrumental.

Desde nuestra percepción el trío integrado por las habilidades comunicativas, los estilos de comunicación y la competencia comunicativa precisa ser tratado en la íntima e indisoluble relación que los une y les da sentido y complementación, que les proporciona la coherencia y armonía que se expresan en la calidad de la planificación, la ejecución y los resultados del acto comunicativo. Parece razonable afirmar que es improbable lograr una verdadera competencia comunicativa al margen del desarrollo de las habilidades comunicativas y el empleo de un apropiado estilo de comunicación. Esta representa una síntesis singular de habilidades y estilos que se emplean acertadamente por el sujeto en consonancia con las características y exigencias de los participantes y contextos donde tiene lugar la comunicación.

Entender la competencia comunicativa como un estado de preparación general del sujeto implica asumirla como un proceso susceptible de ser moldeado, formado y desarrollado a partir de la intervención pedagógica pertinente que se expresa en diferentes niveles. Presupone concordar con la idea de que la preparación general hace alusión tanto a la teórica, como a la afectiva y a la práctica. Es decir, incluye la preparación psicológica, lingüística y la social-cultural. Por ello cuando afirmamos que estamos considerando un estado de preparación general, nos referimos tanto a la posesión de los recursos y conocimientos que son necesarios, como a la disposición para realizar eficientemente la comunicación.

Visto en el plano educativo y en consecuencia con estas ideas, se define como un estado de preparación general que garantiza el desarrollo exitoso de las tareas y funciones de la profesión en correspondencia con las exigencias de los participantes y de los contextos de actuación.

De esta forma se está enfatizando la idea de que tiene que ser ponderada en un contexto determinado; pero siempre expresando la inserción del personal docente en el sistema de relaciones sociales, dado que con sus especificidades condiciona todo el accionar comunicativo y existencial.

Cada vez más la comunicación en el proceso docente educativo trasciende la participación de alumnos y profesores como emisores y receptores y a la dirección del flujo de información que comparten como contenido de la enseñanza. Se trata de un verdadero y complejo proceso de relación interpersonal que lleva implícito también el establecimiento de relaciones entre sujetos, donde se crean y recrean significados sobre la base de reglas previamente establecidas en un determinado contexto (Durán, A., 1996) y en donde intervienen las tres funciones básicas de la comunicación: informativa, afectiva y reguladora.

La competencia comunicativa es un fenómeno que va más allá de la eficacia de nuestros conocimientos, hábitos y habilidades que intervienen en la actuación personal en situaciones de comunicación. Por tanto, trabajar para la competencia comunicativa significa abordar elementos de las dos áreas básicas de la personalidad, que en ninguna medida se encuentran disociadas en la actuación y en la vida síquica del hombre: la esfera afectivo-valorativa, de carácter dinámico e inductor, y la esfera cognitiva, instrumental, de carácter ejecutor.

El hecho de que el docente logre una actuación competente como comunicador implica, en primera instancia, el desarrollar una serie de conocimientos, sistema de acciones y operaciones que pueden sistematizarse en habilidades y hábitos que vayan conformando toda una cultura de la comunicación necesaria para quien tiene como centro de su trabajo al hombre.

También es necesario el desarrollo de elementos metacognitivos en esta esfera, como pueden ser el conocimiento de sus propias posibilidades de éxito en la relación interpersonal, sus limitaciones, dificultades o sus mecanismos de control y compensatorios que le permitan superar barreras comunicativas.

Es útil, así mismo, trabajar por el desarrollo de determinadas cualidades de los procesos cognitivos que tributan a esta competencia, como pueden ser la flexibilidad del pensamiento, tan necesaria para un comportamiento aceptante y democrático en el educador, la distribución de la atención, para poder captar todo tipo de señal que sirva como información en la situación comunicativa y el desarrollo de la observación como fenómeno perceptivo.

Sin embargo, de poco vale todo este instrumental para la ejecución de un comportamiento efectivo en la relación comunicativa si no existen necesidades, motivaciones, actitudes favorables a la relación humana; si no se cree y confía en el hombre; si no existe un propósito de mejoramiento humano en el trabajo del educador.

Conclusiones

El desarrollo de la competencia comunicativa implica un contacto personalizado que contribuya significativamente al mejoramiento humano y a la expresión y desarrollo en el hombre de todas sus posibilidades. Lograrla en los docentes es de vital importancia en las nuevas formas de enseñar hacia una práctica más profesional en el manejo de las relaciones humanas durante este proceso.

Bibliografía

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  • 7. FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, A.M. La competencia comunicativa del docente: exigencia para una práctica pedagógica interactiva con profesionalismo.- Revista digital de Educación y Nuevas Tecnologías.-No. 10.- agosto, 2000.

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  • 12. TITONE, R. Bilingüísimo y Educación. Editorial Fontanella, Barcelona,1986

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  • 14. VIGOTSKY, S. L. Historia de las funciones psíquicas superiores.- La Habana: Ed. Científico Técnica, 1987.

 

 

Autor:

Dra. Iliana M. Vence Suárez

Enviado por:

Erik Orozco Crespo