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Pentecostes (página 3)


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1 R 19, 9.11-16; Mt 5 27-32 La narración del ciclo de Elías expone su profunda crisis interna; el profeta está tan decepcionado de la rebeldía de su pueblo y de la persecución desatada en contra suya, después de la ejecución de los profetas de Baal, que desprecia su vida. Elías ha provocado al poder absoluto de Ajab y Jezabel y pretenden exterminarlo. Elías vive su "noche oscura" y a su vez, recibe un momento de consuelo al advertir la presencia del Señor en la suave brisa. Israel se ha convertido en adúltero al abandonar al Señor. En la exhortación del Evangelio de san Mateo, Jesús advierte acerca de las causas profundas que generan la infidelidad entre los esposos. Quien autoafirma en demasía sus deseos egoístas, lesiona la dignidad de los demás, es decir, de todos los miembros de ambos núcleos matrimoniales Escúchame, Señor, que te llamo; ten piedad, respóndeme.

Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.

Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.

Un buen comienzo para la oración (con estos inicios de estrofa del salmo Sal 26,7- 8a.8b-9abc.13-14). Tres verbos (escuchar, buscar, esperar). Son como tres tiempos (actitudes) en la oración activa (en lo que depende de nosotros).

La primera lectura nos presenta un poco de la vida del profeta Elías. Dice al Señor «Me consume el celo por el Señor, Dios de los ejércitos, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derruido tus altares y asesinado a tus profetas; sólo quedo yo, y me buscan para matarme.» Buscar al Señor en la soledad de la montaña como Elías y esperar a que pase:

«se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada de la cueva».

Y Elías recibe la palabra del Señor: «Desanda tu camino hacia el desierto de Damasco y, cuando llegues, unge rey de Siria a Jazael, rey de Israel a Jehú, hijo de Nimsí, y profeta sucesor tuyo a Eliseo, hijo de Safat, de Prado Bailén.». Es consolador saber que permanecer en la oración va a tener, como uno de sus frutos, la visita del Señor y una palabra suya para orientarnos en nuestro caminar.

Enlazando esta lectura con el Evangelio podemos pensar que quizás no nos persigan para matarnos (o sí). Quien sí nos persigue son nuestras pasiones y tendencias larvadas. En este evangelio dice que "el ojo, la mano" nos pueden hacer caer. Pero también puede ser la envidia, el afán de medrar, no complicarse la vida, la falta de fe, interés desmedido por "estar en el candelero", culto al cuerpo y tantas cosas que sabemos de nuestro corazón.

"Más te vale perder un miembro que ser echado al abismo". Palabra tremenda de Jesús. La verdad es que necesitamos "gracia" para decidirnos a "lanzar de sí toda afección desordenada". Pero, a la luz de la Eternidad (de gloria o condena – que ser echado al abismo-), uno toma fuerzas, al menos para recomenzar siempre de nuevo.

1 R 19,19-21; Mt 5, 33-37 Elías invitó a Eliseo a desandar el camino que recorrían todos los campesinos, siguiendo la yunta de bueyes en el campo y cultivando la tierra, para que se convirtiera en miembro y posteriormente en animador de su comunidad profética. Eliseo se entusiasmó tanto con la propuesta, que se despidió de su familia y para sellar la radicalidad de su opción, ofreció a Dios los bueyes en sacrificio. Con ese gesto apostaba su vida al servicio de la renovación de Israel que promovía Elías. En el primer Evangelio, el Señor Jesús alecciona a sus discípulos para que vivan relaciones honestas y transparentes. Los juramentos son innecesarios pues basta con afirmar o negar aquello que se requiera. La transparencia en la comunicación produce confianza y favorece relaciones sanas y perdurables. El uso respetuoso del lenguaje es una forma de respeto hacia las personas. Ofrecemos nuestras vidas al Corazón de Cristo, por medio del Corazón Inmaculado de Santa María, nuestra Reina y Madre, todos nuestros trabajos, alegrías y sufrimientos. Y lo hacemos uniéndonos por todas las intenciones por las que se inmola continuamente sobre los altares.

Después de ofrecer nuestras vidas al Señor, para comenzar nuestra oración podemos leer o recordar el salmo del día de hoy. Lo primero para pedirle la protección, con la confianza de saber que nuestras vidas están en sus manos. Bendecir también al Señor, alabarle siempre, cuando es de día o cuando es de noche. Un corazón religioso siempre, en toda su vida y en sus acontecimientos, sabe que todo le viene de Dios y, por eso, le bendice. Y tercero, la alegría que brota de un corazón que, con confianza y con fe, reconoce que Dios es nuestro Padre. La respuesta a la pregunta que todo hombre se plantea de hacia dónde vamos, cuál es nuestro fin, queda resuelta al final de este salmo: no nos entregarás a la muerte. No conoceremos la corrupción. Dios nos ha creado para una vida gozosa.

La lectura del Evangelio Mt 5, 33-37, es sencilla y moralizante. Aquí Cristo no responde a una pregunta si no que les da una instrucción: "no juréis en absoluto". Es llamativo este mandamiento del Señor y, a la vez, indicativo de la gravedad del asunto. Cuando uno jura quiere afianzarse en sus afirmaciones o hechos, se hace infalible a costa de interponer a sus intereses bienes que no le corresponden. El juramento es la arrogancia del que se apropia de bienes de la tierra o del cielo, incluso del mismo Dios, para hacerse valer en sus actos o intenciones. Aquí está la falta, en el querer justificar nuestras acciones con lo que no nos corresponde. La falta de sencillez. Hay que tener el conocimiento de que todo viene de Dios y que las cosas no se pueden cambiar a consta de nuestro encabezonamiento u obstinación. Como dice Jesús, no podemos ni volver blanco o negro un solo pelo.

Ser sinceros, "sí o no" Podemos cerrar nuestra oración con la petición de un corazón sincero, sin dobleces, sin apoyarnos en juramentos sobre terceras cosas que no nos corresponden. La sinceridad hace a las personas auténticas y de confianza, les da pureza en el corazón pues las hace humildes al reconocer sus limitaciones.

Nos acordamos de María que dijo un simple sí. No le hizo falta apoyarse en más cosas para responder al Señor y darle su sí. Le pedimos que nos alcance la gracia de la sinceridad del corazón para ser capaces de decir sí a la gracia y no al pecado.

EL DIOS MISERICORDIOSO

Ex 34, 4-6. 8-9; 2 Co 13, 11-13; Jn 3, 16-18 La auto revelación de Dios que nos participa este hermoso fragmento del libro del Éxodo es decisiva para comprender la naturaleza más íntima de Dios. Los adjetivos relativos a su compasión son tan notorios que bastan para afirmar que su misericordia es incalculable y que justamente, eso es lo que nos anima a acercarnos confiadamente a Él. La Carta a los corintios certeramente afirma que la fe y la esperanza cesarán al momento que vivamos el encuentro definitivo con Dios-amor. Entonces comprenderemos la grandeza de su amor. Mientras tanto, hemos apreciado la abundancia de su amor al apreciar la entrega amorosa de su Hijo Jesús. La paternidad y la filiación son experiencias que comprendemos y nos ayudan a descifrar la amorosa y recíproca entrega que viven el Padre y el Hijo.

Ofrecemos nuestras vidas al Corazón de Cristo, por medio del Corazón Inmaculado de Santa María, nuestra Reina y Madre, todos nuestros trabajos, alegrías y sufrimientos. Y lo hacemos uniéndonos por todas las intenciones por las que se inmola continuamente sobre los altares.

El Señor bajó en la nube y se quedó con él allí.

Tener presente que Dios nos acompaña en todo momento en nuestra oración, dando gracias de lo que tenemos y que nunca nos abandona.

El Señor pasó ante él, proclamando: «Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad.»

Es un Dios compasivo, un Dios misericordioso, que nos apoya en todo momento, a pesar de nuestras dificultades. Es paciente y no se deja llevar por la ira. Siempre nos da aquello que le pedimos (si lo pedimos con fe, si es en nuestro beneficio). A pesar de nuestros tropiezos siempre está a nuestro lado.

La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con todos Ustedes.

Te pedimos Espíritu Santo que las gracias que nos quieras dar, el amor a Dios y el amor a nuestros hermanos sea una búsqueda constante en nuestra vida, dejándonos llevar por Dios tanto en los momentos difíciles como fáciles.

Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

Darnos cuenta del amor que nos tiene Jesucristo que entregó su vida, no para que vivamos más, sino para llegar un día a la plenitud de la vida, la santidad, a su gloria en el cielo. Sin recriminar, sin hacer justicia, dándonos un camino a seguir.

LA VIÑA DE NABOT

1 R 21, 1-16; Mt 5, 38-42 La propiedad rural era una institución protegida por las leyes en Israel. Un israelita que no disponía de tierras en aquella sociedad campesina, quedaba reducido prácticamente a la condición de esclavo. No disponía de derechos y condenaba a sus descendientes a vivir en el desamparo. El Dios de la vida que había liberado a los hijos de Jacob de la esclavitud no podía desentenderse de tales abusos. Ajab pretende pasar por encima de dicho derecho; su esposa recurre al soborno y comete un doble crimen: asesinato y robo. El Evangelio de san Mateo responde de alguna manera a ese desafío. Las relaciones entre la víctima y el verdugo se convierten en enemistad. La tentación de hacerse justicia por propia mano es seductora, las justificaciones que nos empujan a tratar con violencia a los violentos están a la vuelta de la esquina. Jesús las desautoriza Mt 5, 38 – 42 Al empezar la oración hay que pedir luz al Espíritu Santo, ponerme en la presencia de Dios consciente de ante quién estoy y de qué voy a hacer para que ese encuentro con Él solo sea como todo el día, ordenado en su servicio y alabanza.

Al leer este pasaje del evangelio podemos pensar ¿se puede actuar en nuestra sociedad según el mensaje de Jesús? Sin duda que se puede, pero sabemos el precio que debemos pagar aquí, pero también debemos tener muy claro cuan será la recompensa posiblemente aquí, pero sin lugar a duda que tendremos la que Jesús nos prometió; la vida eterna.

El pasaje evangélico de hoy es difícil y molesto, casi imposible diríamos. Nos podemos sentir incómodos leyendo este pasaje. Al vernos tan lejos del ideal que nos presenta Jesús podemos pensar que Jesús es un iluso que ignora que llevamos dentro la ley del talión que nos hace proclives a la venganza.

Precisamente porque lo sabía, nos propone hoy un camino de felicidad, no mediante la pasividad, sino por la fuerza activa del perdón y del amor.

El consejo que Jesús nos da en este pasaje del evangelio tiene aplicación en cualquier circunstancia de nuestra vida porque estamos siempre acosados por la injusticia y la revancha. Las reclamaciones por lo que cada uno consideramos nuestros derechos es constante, tanto a nivel laboral, familiar, de amistad. Jesús no nos propone simplemente una norma de resignación o un apocamiento ante la violencia. Cristo no niega a sus discípulos sus derechos, pero nos pide que el nivel del amor deba primar sobre el nivel del derecho. Para ello es necesario que Jesús con su gracia nos lo alcance por no estar al alcance de nuestras fuerzas. Para Dios todo es posible como la creación visible e invisible y su contenido comprensible e incomprensible todo lo que sabemos y conocemos o estudiamos esta en ella.

Hoy como ayer hacen falta testigos rebosantes de amor a amigos y enemigos, aunque en ello les vaya la vida. Perdonar y amar gratuitamente nos resultará imposible si no vivimos habitualmente en el Corazón de Jesús, como clima ambiental de nuestra vida católica. Devolver bien por mal, querer a los demás a pesar de que nos persigan, amar a fondo perdido, es el amor más grande y auténtico, el que Cristo practicó y nos enseñó, es el amor que hace creíble el evangelio.

Al terminar nuestra oración pidamos al Corazón de Jesús y a su Madre que nos alcance la luz del Espíritu Santo para que en todo momento sepamos dar su valor a las cosas y sirvamos al único Señor que nos puede dar la felicidad completa y eterna.

UN ESPÍRITU HUMILLADO

1 R 21, 17-29; Mt 5, 43-48 La persona humana es un ser inacabado. Por más que se haya empecinado durante mucho tiempo en el mal, puede abrirse al llamado de reconciliación que Dios le ofrece. Ajab había aprobado implícitamente la ejecución de Nabot y se había apartado del camino de la obediencia a Dios; al escuchar la acusación profética que le dirigió Elías, inició un camino de conversión que Dios recompensó perdonándole la vida. Este suceso es la ilustración fehaciente del talante compasivo del Padre celestial que nos proclama el Señor Jesús en el Sermón de la Montaña. Las bendiciones divinas se derraman por igual, sobre justos y pecadores; en las condiciones históricas en que vivimos Dios no se desentiende de sus creaturas. El Dios creador y providente que les dio la vida, se ocupa de protegerlas y custodiarlas. El amor de Dios se traduce en cuidado y benevolencia.

El evangelio nos cuestiona muy seriamente, sobre el lugar que ocupa el prójimo en nuestra vida católica. Fácilmente nos quedamos con una apreciación de los demás demasiado humanas y poco divinas… Jesús hoy nos lo recuerda en nuestro rato de oración, y nos lo concreta de un modo admirable:

"Yo en cambio les digo:

Amen a vuestros enemigos.

Rezen por los que os persiguen.

Es más, Jesucristo nos da razones del porque nos habla así:

El Padre de los cielos… ¿no hace salir el sol sobre buenos y malos…?

¿No manda Dios la lluvia sobre justo e injustos…?"

Luego si Dios nuestro Padre se comporta así con todos nosotros, sin distinción, ni categorías.., ¿cómo vamos a actuar nosotros, de una forma diferente a como actúa El, si somos sus hijos y todos los hombres nuestros hermanos…?

¡La lección que se nos está dando, es magistral, transcendente y definitiva! ¡No habrá nadie en este mundo que pueda superarla.! Tan solo nos queda intentar vivirla con la mayor pureza posible, sobre todo cuando comienzan las dificultades, que las habrá.., pues se nos pide la misma perfección de nuestro Padre que está en los cielos: "Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto…" Yo no sé lo que sentirán al meditar este evangelio…, pero para mí, les aseguro, es todo un reto personal… Van pasando los años y los intentos por vivirlo no cesan, pero las realidades que cosecho suelen ser pobres y limitadas… Estoy totalmente de acuerdo de que hemos nacido para amar y para ser amados., pero la realidad cotidiana es que nos amamos más que amamos.

Por eso es necesario recurrir a la súplica humilde y confiada a nuestro Padre Celestial: Señor mío y Dios mío, tú que nos mandaste ser perfectos en la relación con nuestros prójimos, concédenos la gracia de serlo con tu ayuda y socorro. No nos abandones ante nuestras pobres y limitadas fuerzas, no te conformes con nuestros buenos deseos, concédenos las gracias necesarias para que nuestra vida sea un fiel reflejo de la tuya….

Y entonces, sí conseguimos ser capaces de amar a nuestros enemigos, y de rezar por los que nos persiguen, de la forma en que Jesucristo lo pide,…Nos daremos cuenta de que no somos nosotros, sino que es El en nosotros y nosotros en El, quienes lo vivimos…

Dios nunca pide lo que no podemos dar.., luego podremos darlo, si nosotros se lo pedimos con humildad y confianza…

¡No amemos solo a los que nos aman…! ¡No saludemos solo a nuestros hermanos…! Pues entonces, ¿qué mérito tendríamos…? ¿Qué estaríamos haciendo de extraordinario…?" Hoy y siempre, el Evangelio cuestiona nuestra vida. Yo espero salir de la oración de este día no solo convencido…, sino también decidido…, a correr el riesgo de amar al prójimo como Jesucristo lo ama… ¿Hasta dar la vida? Ojalá que así sea…

LA TRANMISIÓN DEL CARISMA

2 R 2, 1. 6-14; Mt 6,1-6. 16-18 En la tradición bíblica son conocidas las binas sucesorias: la obra de Moisés será continuada por Josué; la de Elí por Samuel y la de Elías por Eliseo. En este caso, el profeta estaba revestido de dones carismáticos que aliviaban el sufrimiento de los necesitados; el Señor decide comunicar esos dones también a Eliseo. Aquella generación demandaba señales tangibles para sustentar su esperanza en tiempos de crisis. Esas señales encontraban justificación porque estaban encaminadas a mejorar las condiciones de vida de las personas. Lo que desautoriza el Señor Jesús en el Evangelio de san Mateo, es realizar señales (ayuno, oraciones públicas) para aumentar la propia reputación. Quien busca la aprobación de los demás, al realizar sus prácticas religiosas, las degrada porque buscar la gloria humana antes que el beneplácito del Señor.

En algunos lugares se celebra la fiesta del Corpus y en la mayoría del mundo Católico se celebra el domingo. Dedicar estos días a preparar esta fecha tan especial es importante.

Jesús con la Eucaristía ha pretendido hacer realidad una frase que muchas madres les dicen a sus hijos: "te comería a besos". Jesús ha querido que nos lo podamos comer. Nuestro Dios es un Dios cercano: le podemos ver, le podemos tocar, le podemos hablar, lo podemos comer. Para las demás organizaciones, sociedades o sectas que se dicen religiones y para los que no creen, Dios está lejos, no pueden tratar con él como nosotros tratamos con Jesús.

En la puerta de todos los sagrarios del mundo debería aparecer la frase: "vengan a mí todos los cansados y agobiados, que yo los aliviaré". VENGAN A MÍ, espero que sientas en tu corazón esta llamada en la oración de hoy.

En cualquier rato de oración delante del Sagrario, no es lo más importante mirar a Jesús, que sí lo es; sino dejarse mirar por Él y sentir esa mirada que te penetra y te llena por completo: ¡DÉJATE MIRAR POR ÉL! Esta mañana estoy con Jesús, haciéndole compañía. Pero es más importante escuchar a Jesús que te dice desde el Sagrario: "estaré con Ustedes todos los días, hasta el fin del mundo".

Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir. Tú presencia, Jesús del Sagrario, me seduce. Me seduces con tu corazón. Me enamoras con tu ternura. Me abres las puertas de tu Corazón y me dices que la Eucaristía es tu Corazón vivo, sin puertas.

Es hermoso estar con él y, reclinados sobre su pecho como el discípulo predilecto, palpar el amor infinito de su Corazón. Si el católico ha de distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el "arte de la oración", como no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos en conversación espiritual, en adoración silenciosa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el Santísimo Sacramento?

De la misma forma que los ríos frescos de esta época corren por las montañas sin que nadie los contemple; de la misma forma que las flores del campo se abren y perfuman las montañas sin que nadie lo note, así Dios en la Eucaristía nos ama y se sigue entregando por nosotros; aunque no lo notemos, aunque no le hagamos caso pero si pones atención cuando lo recibes en tu boca en la Sagrada Eucaristía te darás cuenta que te acaricia y se deja acariciar por ti porque es su Santísimo Cuerpo lo que tienes en la boca, ya no es el pan en especie, se ha convertido en su cuerpo y te regala una caricia, siéntela.

UN SOLO PAN, UN SOLO CUERPO

Dt 8, 2-3. 14-16; 1 Co 10, 16-17; Jn 6, 51-58 La Eucaristía es una experiencia sacramental que constituye y realiza a la Iglesia católica. Somos convocados por la Palabra de Dios y alimentados por el Cuerpo y la Sangre de Cristo para que podamos conformar nuestras opciones con aquellas que nos plantea la palabra que salva. Tal como lo señala el libro del Deuteronomio, no solamente conviene alimentar nuestro cuerpo, precisamos también y con la misma urgencia del pan de la Palabra que Dios nos regala.

Quienes participamos de la Eucaristía no somos receptores pasivos, sino que participamos activamente de los vínculos que consolidan el Cuerpo del Mesías. Una comunidad verdaderamente eucarística, vive en espíritu y vida, construyendo relaciones de servicio, entrega y solidaridad que se prolongan en el diario vivir.

En estos días que tanto se oye hablar de la crisis, de la recuperación económica o no, de la subida o bajada del los precios, los intereses de la deuda, etc., etc., uno acaba saturado de tanta información económica y echa en falta otro tipo de intereses.

Hay quien ha dicho que la actual crisis es una crisis de valores más que una crisis económica y que esta quizás sea consecuencia de la primera. Y es que parece que todo nuestro interés y nuestra meta se reducen a la coreada sociedad del bienestar. Según el diccionario de la RAE, bienestar se refiere al "conjunto de las cosas necesarias para vivir bien". Probablemente radique ahí parte del problema, en el conjunto de cosas que hemos asumido como necesarias e imprescindibles para poder vivir bien. Nos parece imposible no estar conectados con el grupo de amigos con un teléfono de última generación, o pasar un poco de calor porque no tengo aire acondicionado, o dejar de salir de copas a una terracita de verano porque no tengo dinero. El Papa Francisco nos dice en Evangelii Gaudimum:

"La tentación aparece frecuentemente bajo forma de excusas y reclamos, como si debieran darse innumerables condiciones para que sea posible la alegría. Esto suele suceder porque «la sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría" En la segunda acepción de la RAE, bienestar es "Vida holgada o abastecida de cuanto conduce a pasarlo bien y con tranquilidad". Aquí también se entiende un bienestar centrado en uno mismo, en los propios intereses, y este no es el concepto católico de bienestar.

De nuevo citamos al Papa Francisco en Evangelii Gaudimum:

"El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente." Como nos dice el Papa, los católicos no estamos libres de caer en esta filosofía de vida egocéntrica, dado el bombardeo mediático al que también nosotros estamos sometidos. La propuesta de solución nos la da también el Papa:

"La propuesta es vivir en un nivel superior, pero no con menor intensidad: «La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás".

Este debe ser para un católico su concepto de sociedad del bienestar, una vida que se realiza y se hace plena en la medida en que se entrega a los demás. Así debió de hacerlo la Virgen en la Visitación.

EL CORAZÓN TRAS LA RIQUEZA

2 R 11,1-4. 9-18. 20; Mt 6, 19-23 El título es deliberadamente ambiguo, no obstante es apenas una paráfrasis de la enseñanza del Señor Jesús, que nos explica la manera en que las riquezas se adueñan del corazón humano. Conviene buscar riquezas verdaderamente trascendentes, sin desentendernos por otra parte de vivir de manera digna, para no terminar siendo esclavos de realidades mezquinas y fugaces, como las riquezas deshonestas y el poder ejercido de manera despótica. Cuando el corazón persigue tales realidades se envilece. La narración del libro de los Reyes, nos ilustra lo anterior. Atalía, una princesa del reino del norte, favorecía el culto de Baal y pretendía adueñarse de manera despótica del poder, realizando un verdadero baño de sangre. La resistencia liderada por el sacerdote Yehoyadá lo impidió y logró restablecer la dinastía davídica en Jerusalén.

"Después de acostado, ya que me quiera dormir, por espacio de un Avemaría pensar a la hora que me tengo que levantar, y a qué, resumiendo el ejercicio que tengo de hacer." (San Ignacio – primera edición – ejercicios espirituales). Al día siguiente: iniciaremos nuestro rato exclusivo con el Señor, poniéndonos en su presencia y recordando la oración preparatoria de san Ignacio: "Pedimos gracia a Dios nuestro Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad".

Invocamos al Espíritu Santo, siguiendo al Papa pedimos la gracia del don de piedad. Entendiéndole como el auténtico espíritu religioso de confianza filial, que nos permite rezar y darle culto con amor y sencillez, como un hijo que habla con su padre.

Recordamos que siempre en nuestro rato diario de oración estamos acompañados por la presencia maternal de María. A san José le pedimos por nuestra perseverancia.

Sujetemos nuestra imaginación, metiéndonos en una escena en la que Jesús de pie con su túnica blanca de una sola pieza en un pequeño monte, con discípulos a su alrededor, uno de ellos podemos ser cada uno de nosotros. Jesús empieza a hablarnos del peligro de la riqueza.

Las lecturas de hoy nos hablan de los apegos de Dios y los apegos del hombre.

Dios está buscando ayudar a su pueblo. "El Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella" (salmo 131). Ha elegido a un descendiente de su ungido David para ponerle al frente de su pueblo. (Apego de Dios-amor a su pueblo).

En la primera lectura el ansia de poder de Atalía quiere cambiar el plan de Dios. Ella ha escogido el ídolo del poder para su propio beneficio, se ha equivocado de camino y pagará con su vida su el error. (Apego del hombre-poder).

No es Dios quien la castiga, Dios perdona siempre. El castigo viene de los hombres que solo perdonan algunas veces.

Dios desea nuestra fidelidad: «Si tus hijos guardan mi alianza y los mandatos que les enseño, también sus hijos, por siempre, se sentarán sobre tu trono.». Ahora, conoce el barro del que estamos hechos y nos ama por El mismo, para mantener eternamente su alianza.

"Dios no está ciego, nos dice san Juan de Ávila. Dios nos ve con nuestras imperfecciones, miserias, limitaciones. Y sin embargo nos ama a pesar de todo esto, porque Él es el Amor, es la bondad, es la perfección" El pasaje del evangelio nos empieza hablando del desapego a las riquezas: «No atesoren tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesoren tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los coman ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque donde está tu tesoro allí está tu corazón".

Jesús refleja en su comentario lo que ha visto en las casas de Palestina. En cofres y arcones se guardaban telas, trajes, tejidos valiosos, también ocultos en tierra. Al mismo tiempo alimentos y todo tipo de grano.

La polilla acribilla los tejidos, el grano es buscado por insectos y roedores para su sustento. Los ladrones robaban fácilmente, horadando las casas palestinas, hechas de argamasa y adobe. Acordémonos del paralítico al que descuelgan por el techo, "hecha una abertura" desmontando en un momento el tejado.

Así son las riquezas de la tierra, tarde o temprano desaparecen. O te las roban o las dejas. "No he visto nunca un camión de mudanzas detrás de un entierro", dijo el Papa Francisco.

Continúa el evangelio con una extraña referencia a la luz, que nosotros podemos interpretar como la luz interior de nuestra fe. "La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad! ».

El ojo es sinónimo de corazón, se me ocurre que hay una relación inversa entre nuestros apegos a cualquier tipo de riqueza y la intensidad de nuestra fe, nuestra confianza en Dios. Cuando el corazón está lleno de cosas, de autosuficiencias, la presencia de Dios es más débil, más tenue:" el ojo está enfermo".

Por el contrario, si vivimos abandonados en Dios "sin creernos personitas", nuestra fe se agiganta. En este mismo sermón poco más adelante, Jesús nos pone el ejemplo de los lirios del campo, las florecillas que sin preocuparse no carecen de nada.

De ellas Jesús dijo que "no tejen ni hilan, pero ni el rey Salomón se vistió con mayor esplendor". Nos alentó a contemplarlas e imitarlas dándonos la clave de nuestra felicidad: "No andéis preocupados por vuestra vida".

Acabemos nuestras reflexiones con un coloquio con Jesús. San Ignacio nos lo precisa: "el coloquio se hace, propiamente hablando, así como un amigo habla a otro, o un siervo a su señor: cuándo pidiendo alguna gracia, cuándo culpándose por algún mal hecho, cuándo comunicando sus cosas y queriendo consejo en ellas. Y decir un Padre Nuestro".

LAS PREOCUPACIONES MUNDANAS 2 Cro 24, 17-25; Mt 6, 24-34 Nos afligen porque somos dependientes de numerosas necesidades reales y de otras ficticias, que nos inventan los publicistas. Moderar nuestra ansia de poseer y adquirir es más que necesario, no solamente porque vivimos en una situación económica crítica, sino porque tal comportamiento termina robándonos la libertad. Cuando no aprendemos a vivir de manera sencilla y satisfecha, nos convertimos en consumidores compulsivos, movidos por intereses egoístas que lastiman a los débiles. El relato de Crónicas presenta una anécdota que ejemplifica el uso de la ley del talión. Joás había ordenado la muerte del profeta Azarías, justo por eso los partidarios de la religión genuina, alentada por el sacerdote Yehoyadá y su hijo Azarías, vengaron su muerte, dando muerte al rey Joás. Hacerse justicia por propia mano es una decisión terrible que sigue desatando en nuestros días la espiral de la violencia.

Empezamos nuestra oración invocando al Espíritu Santo: "Ven Espíritu Divino e infunde en nuestros corazones el fuego de tu amor".

En la oración de este día te propongo que reflexiones sobre la confianza en el Señor, al hilo de lo que nos dice el Evangelio de este día. Puede que en la vida estés pasando una época complicada, que te vayan las cosas mal, puede que "se te venga el mundo encima"; no te preocupes, no te agobies y ten confianza en el Señor ya que él nos cuida y nos da lo necesario para cada día, como le pedimos en el Padrenuestro "danos hoy nuestro pan de cada día". No decaigas, ten ánimo, porque si Dios se preocupa de dar de comer cada día a unos pequeños pajarillos y viste precioso a solo unos lirios, cómo no va a ocuparse con todo cariño a la mayor obra de la Creación que eres tú, el hombre, hecho a su propia imagen y semejanza, su criatura más preciosa. Fíate del Señor y persevera en su amor y no tengas miedo, porque estás en sus manos.

Para vivir esto y confiar, es necesario creer en la providencia divina por la cual Dios nos da lo mejor para cada uno de nosotros y lo que más necesitamos para nuestra salvación y no te abandona.

Por estas dos cosas, la confianza en el Señor y la providencia divina, no debemos tener miedo de nada, como ya nos indicaba San Juan Pablo II con su ¡No tengas miedo!, porque Dios te ama. No tengas miedo por el futuro, porque aún no ha llegado y no sabes cómo será y por lo tanto preocuparse por él es absurdo. Al contrario, ¡vive el momento presente! y santifícate en el ahora. Vive el momento presente y ahora que estás rezándole, en silencio, háblale, Él ya sabe lo que más necesitas. Dios proveerá.

Al final de la oración pídele a la Virgen que te cuide y pide la intercesión de San Luis Gonzaga, patrón de la juventud católica.

NO TENGAN MIEDO Jr 20, 10-13; Rm 5, 12-15; Mt 10, 26-33 El profeta Jeremías profetizó la ruina de Jerusalén y levantó ámpulas entre las autoridades de Israel; la nobleza militar y los sacerdotes lo estigmatizaron señalándolo como un traidor que sembraba el pavor y la confusión entre los soldados. Jeremías no firmaría nunca un cheque en blanco a favor de los dirigentes de Israel, su amor y fidelidad los reservaba exclusivamente para Dios. No hay final feliz para los profetas que denuncian los extravíos del pueblo. Así como persiguieron a Jeremías también hostigaron a los primeros profetas que anunciaban a Cristo. En el discurso misionero del Evangelio de san Mateo, el Señor Jesús exhorta a sus discípulos a mantenerse tranquilos cuando arrecie la persecución. Sus perseguidores podrán quitarles la vida, pero no les podrán aniquilar para siempre, porque Dios defenderá su causa en la hora definitiva.

Meditación de la homilía de San Juan Pablo II, en la Misa de la Solemnidad del "Corpus Christi", en San Juan de Letrán

«Tú caminas a lo largo de los siglos » (canto eucarístico polaco).

La solemnidad del Corpus Christi nos invita a meditar en el singular camino que es el itinerario salvífico de Cristo a lo largo de la historia, una historia escrita desde los orígenes, de modo simultáneo, por Dios y por el hombre. A través de los acontecimientos humanos, la mano divina traza la historia de la salvación.

Es un camino que empieza en el Edén, cuando, después del pecado del primer hombre, Adán, Dios interviene para orientar la historia hacia la venida del «segundo» Adán. En el libro del Génesis se encuentra el primer anuncio del Mesías y, desde entonces, a lo largo de las generaciones, como atestiguan las páginas del Antiguo Testamento, se recorre el camino de los hombres hacia Cristo.

Después, cuando en la plenitud de los tiempos el Hijo de Dios encarnado derrama en la cruz la sangre por nuestra salvación y resucita de entre los muertos, la historia entra, por decirlo así, en una dimensión nueva y definitiva: se sella entonces la nueva y eterna alianza, cuyo principio y cumplimiento es Cristo crucificado y resucitado. En el Calvario el camino de la humanidad, según los designios divinos, llega a su momento decisivo: Cristo se pone a la cabeza del nuevo pueblo para guiarlo hacia la meta definitiva. La Eucaristía, sacramento de la muerte y de la resurrección del Señor, constituye el corazón de este itinerario espiritual escatológico es decir del fin último del ser en donde Cristo es nuestra meta final después de esta vida con El en la vida eterna.

«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que come de este pan vivirá para siempre» (Jn 6,51).

Acabamos de proclamar estas palabras en esta solemne liturgia. Jesús las pronunció después de la multiplicación milagrosa de los panes junto al lago de Galilea. Según el evangelista san Juan, anuncian el don salvífico de la Eucaristía. No faltan en la antigua Alianza prefiguraciones significativas de la Eucaristía, entre las cuales es muy elocuente la que se refiere al sacerdocio de Melquisedec, cuya misteriosa figura y cuyo sacerdocio singular evoca la liturgia de hoy. El discurso de Cristo en la sinagoga de Cafarnaúm representa la culminación de las profecías vetero-testamentarias o sea referente al antiguo testamento y, al mismo tiempo, anuncia su cumplimiento, que se realizará en la última cena. Sabemos que en esa circunstancia las palabras del Señor constituyeron una dura prueba de fe para quienes las escucharon, e incluso para los Apóstoles.

Pero no podemos olvidar la clara y ardiente profesión de fe de Simón Pedro, que proclamó: «Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios» (Jn 6, 68-69). Estos mismos sentimientos nos animan a todos hoy, mientras, reunidos en torno a la Eucaristía, volvemos idealmente al cenáculo, donde el Jueves Santo la Iglesia se congrega espiritualmente para conmemorar la institución de la Eucaristía.

«La noche de la última cena, recostado a la mesa con los Apóstoles, cumplidas las reglas sobre la comida legal, se da, con sus propias manos, a sí mismo, como alimento para los Doce».

Con estas palabras, santo Tomás de Aquino resume el acontecimiento extraordinario de la última cena, ante el cual la Iglesia permanece en contemplación silenciosa y, en cierto modo, se sumerge en el silencio del huerto de los Olivos y del Gólgota.

El doctor Angélico exhorta: «Pange, lingua, gloriosi Corporis mysterium…».

«Canta, lengua, el misterio del Cuerpo glorioso y de la Sangre preciosa que el Rey de las naciones, fruto de un vientre generoso, que se derramó como rescate del mundo».

El profundo silencio del Jueves Santo envuelve al sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Parece que el canto de los fieles no puede desplegarse en toda su intensidad ni tampoco, con mayor razón, las demás manifestaciones públicas de la piedad eucarística popular.

Por eso, la Iglesia sintió la necesidad de una fiesta adecuada, en la que se pudiera expresar más intensamente la alegría por la institución de la Eucaristía: nació así, hace más de siete siglos, la solemnidad del Corpus Christi, con grandes procesiones eucarísticas, que ponen de relieve el itinerario del Redentor del mundo en el tiempo: «Tú caminas a lo largo de los siglos». También la procesión que realizaremos hoy al término de la santa misa evoca con elocuencia el camino de Cristo solidario con la historia de los hombres. Significativamente a Roma se la suele llamar «ciudad eterna», porque en ella se reflejan admirablemente diversas épocas de la historia. De modo especial, conserva las huellas de dos mil años de catolicismo.

En la procesión, que nos llevará desde esta plaza hasta la basílica de Santa María la Mayor, estará presente idealmente toda la comunidad católica de Roma congregada alrededor de su Pastor, con sus obispos colaboradores, los sacerdotes, los religiosos, las religiosas y los numerosos representantes de las parroquias, de los movimientos, de las asociaciones y de las cofradías. A todos dirijo un cordial saludo.

Preparémonos, tanto individual como comunitariamente, para profundizar el gran don del Pan partido para nosotros en la celebración eucarística. Vivamos en espíritu y en verdad el misterio profundo de la presencia de Cristo en nuestros tabernáculos: el Señor permanece entre nosotros para consolar a los enfermos, para ser viático de los moribundos, y para que todas las almas que lo buscan en la adoración, en la alabanza y en la oración, experimenten su dulzura. Cristo, que nos alimenta con su Cuerpo y su Sangre, nos conceda entrar en el tercer milenio con nuevo entusiasmo espiritual y misionero.

6. Jesús está con nosotros, camina con nosotros y sostiene nuestra esperanza.

«Tú caminas a lo largo de los siglos », le decimos, recordando y abrazando en la oración a cuantos lo siguen con fidelidad y confianza.

Con fervor e íntima fe proclamamos: «Tantum ergo Sacramentum veneremur cernui…». «Adoremos el Sacramento que el Padre nos dio. Que la antigua figura ceda el puesto al nuevo rito. Que la fe supla la incapacidad de los sentidos».

«Genitori Genitoque laus et iubilatio… ».

«Al Padre y al Hijo, gloria y alabanza, salud, honor, poder y bendición. Gloria igual a quien de ambos procede». Amén.

Oración: Oh Dios, Padre de misericordia, cuyo Hijo, clavado en la cruz, proclamó como Madre nuestra a santa María Virgen, Madre suya, concédenos, por su mediación amorosa, que tu Iglesia, cada día más fecunda, se llene de gozo por la santidad de sus hijos, y atraiga a su seno a todas las familias de los pueblos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO.- Aunque no contemos con todas las figuras proféticas que necesitamos, el Señor no ha dejado de suscitar hombres congruentes con la fe en el Dios de la vida. Los que han defendido a los migrantes exponiendo su vida están ahí cumpliendo su ministerio profético. Dios nos sigue interrogando a través de su fidelidad y nos pregunta por la calidad de nuestro compromiso católico. El testimonio profético continúa manifestándose en nuestra sociedad y nos persuade de la presencia del Espíritu que sigue sacudiendo a la comunidad católica para que cumpla con su verdadera misión en el mundo. No obstante, como siempre ha ocurrido, los profetas no están exentos de la polémica y la controversia; la opinión dominante los descalifica, acusándolos de protagonismo. Su existencia encuentra sentido por todo el bien que realizan a los necesitados.

LA CRÍTICA Y LA AUTOCRÍTICA 2 R 17, 5-8. 13-15. 18; Mt 7,1-5 El balance final que nos presenta el Segundo libro de los Reyes explica el fracaso del reino norteño de Israel a partir de la conducta idolátrica tanto del pueblo como de sus dirigentes. Los profetas de Israel fueron silenciados o desoídos en la práctica y el pueblo desperdició la oportunidad de renovarse a fondo; sobrevino la catástrofe y padecieron el doloroso destierro a Asiria. Ahora bien, no es tan sencillo asumir una postura profética, al menos así parece advertirlo el capítulo séptimo de san Mateo; primero es necesario realizar una autocrítica para merecer la credibilidad y poder señalar los desaciertos de los demás. El Señor Jesús lo formuló en una de sus conocidas hipérboles: primero conviene sacarse la viga para intentar animar al otro a que extraiga la paja del propio ojo ¿Qué es la oración? La oración es la gran puerta de entrada en la fe. Quien ora ya no vive de sí mismo, para sí mismo y por sus propias fuerzas. Sabe que hay un Dios a quien se puede hablar. Una persona que ora se confía cada vez más a Dios. Busca ya desde ahora la unión con aquel a quien encontrará un día cara a cara. Por eso pertenece a la vida católica el empeño por la oración cotidiana.

Ciertamente no se puede aprender a orar como se aprende una técnica. Orar, por extraño que parezca, es un don que se recibe a través de la oración. No podríamos orar si Dios no nos diera su gracia.

Muchos días comenzaba a primera hora. He intentado ir a misa para que Jesús viva más dentro de mí y me de "Mi secreto es muy sencillo: yo rezo y mediante mi oración me hago una con el amor de Cristo y comprendo que orar es amarle, que orar es vivir con él y esto significa hacer verdad sus palabras. Orar es para mí estar 24 horas el día unida a la voluntad de Jesús, vivir para él por él y con él." (Beata Teresa de Calcuta)

Para ello comenzamos nuestro tiempo de oración.

La lectura: -«Vuélvanse de su mal camino, guarden mis mandatos y preceptos, siguiendo la ley que di a sus padres, que les comuniqué por medio de mis siervos, los profetas.» Que tu mano salvadora, Señor, nos responda, nos dice el Salmo Eso esperamos, que nos responda el Señor en este rato de oración a nuestras dudas: de caridad con el prójimo con nuestros familiares, amigos, nuestras comunidades. El evangelio, corto y con mucho mensaje: No juzgaras y no serás juzgado. Qué bien vemos las faltas de los demás. Fíjate como lo dice el evangelio.

Porque te fijas en la mota que tiene tu hermano y no ves la viga en el tuyo. Pedir al Señor que nos haga ver nuestras faltas o que otros nos las descubran.

Acudamos al Corazón de Jesús y digamos de ¡ti yo si me fío¡

EL PROFETA DEL JORDÁN

Is 49, 1-6; Hch 13, 22-26; Lc 1, 57-66. 80 El Segundo Cántico del Siervo es usado por la liturgia de la Palabra para enmarcar la misión profética de Juan Bautista. Como todos los profetas auténticos que Dios envío a Israel, Juan vivió proclamando una palabra dura e incómoda contra sus contemporáneos. Padeció hostilidades y se mantuvo fiel hasta que Herodes Antipas lo ejecutó. En conformidad con los relatos de nacimiento presentes en la Biblia, el de san Juan Bautista provoca admiración y cuestionamientos entre los vecinos que leen los signos que acompañan su nacimiento, como un presagio de la misión extraordinaria que cumplirá. Un pequeño nacido de un par de ancianos es un regalo y una bendición de Dios para su pueblo. Las personas extraordinarias son consagradas por Dios desde el principio para que sirvan como señal para sus hermanos.

Damos comienzo a nuestra oración desde la súplica humilde: ¡Padre, en el nombre de Jesús, danos tu Espíritu! Le pedimos a la Virgen que nos acoja en su Corazón de Madre para orar, escuchando la Palabra de Dios y guardándola en nuestro corazón para que dé fruto en este día.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9
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