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Historia de la arquitectura (página 2)

Enviado por YOSLEY SANCHEZ


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Leon Battista Alberti, autor de De re aedificatoria, construye según la sección áurea (a/b : b/S; siendo igual a S) y utiliza las formas geométricas básicas: el cuadrado y el círculo. Son obras suyas la reforma de San Francesco de Rimini (también denominado templo malatestiano) y el palacio Rucellai de Florencia. 

Cinquecento

El gran centro artístico fue Roma y el mayor mecenas, el papado; también las cortes de las monarquías emergentes promovieron el arte.

Se da una gran importancia al urbanismo y existe una preocupación por situar el edificio en el marco ambiental adecuado. Se conocen y dominan mejor las formas grecorromanas. Se presta gran atención a las cuestiones técnicas; en esta época se escriben muchos tratados. El centro de irradiación es Roma, ciudad a la que el papado pretende restituir la grandeza imperial.

La obra que marca el paso al Cinquecento es el templete de San Pietro in Montorio de Bramante, realizado por encargo de los Reyes Católicos. Fechado en 1502, en él se concretan los ideales arquitectónicos del Renacimiento pleno, por ello puede tomarse como modelo. La admiración que suscitó se pone de manifiesto en el hecho de que Rafael lo representase en sus Desposorios de la Virgen.

Giuliano de Sangallo fue otro arquitecto destacado. Miguel Ángel construyó la nueva Sacristía de la Basílica de San Lorenzo, la Escalera de la biblioteca Laurenziana en Florencia y la basílica de San Pedro del Vaticano, edificio en el que ya habían trabajado Bramante, Sangallo y Rafael. Es un edificio de planta central (cruz griega) coronado por una gran cúpula, de 119 metros de altura interior, inspirada por la admiración que sentía por la de Santa Maria dei Fiori de Brunelleschi. Acaba el Palacio Farnesio y urbaniza el Campidoglio(colina capitolina).

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El Renacimiento en la península Ibérica

En España existe una clara continuidad entre la arquitectura gótica y la renacentista; se habla del gótico florido y del plateresco. El gótico se prolonga en el tiempo y a él se superponen elementos renacentistas y mudéjares. Son ejemplos el Palacio Mendoza en Guadalajara, la Casa de las Conchas en Salamanca, la fachada de la Universidad de Salamanca, el convento de San Esteban de la misma ciudad, el Convento de las Dueñas o San Juan de los Reyes, en Toledo. Existe también en España una vertiente de la arquitectura renacentista que es más clásica, es decir, más italianizante; buenas muestras de ésta son la Sacristía de la catedral de Sigüenza y el Palacio arzobispal de Alcalá, ambos de Alonso de Covarrubias. Diego de Siloé aplica los principios renacentistas en la Capilla Mayor de la catedral de Granada; Pedro Machuca construyó el Palacio de Carlos V en la Alhambra de Granada, con fachada de orden jónico y muro exterior almohadillado. La fachada de la Universidad de Alcalá de Rodrigo Gil de Hontañón contiene todos los elementos de la arquitectura renacentista.

En la Corona de Aragón, empobrecida tras la crisis de finales de la edad media, hay escasas muestras renacentistas (Casa de Arcediano, en Barcelona y Lonja de Zaragoza).

Arquitectura barroca

Se suele denominar barroco al arte del siglo XVII. Se trata de un término peyorativo que el neoclasicismo del siglo XVIII atribuye a las obras del siglo precedente, a las que considera anticlásicas (desmesuradas, recargadas, confusas, faltas de equilibrio y orden).

Templos , palacios y villas serán los edificios barrocos más destacados.

La iglesia de Il Gesú de Roma será el punto de partida de la arquitectura barroca. En este templo se otorga un gran protagonismo al espacio en el que se celebra la consagración eucarística: la grandiosa nave longitudinal, cruzada por un brazo que no sobresale, y la inmensa cúpula están pensadas con este fin.

Los palacios deben ser símbolos de las monarquías absolutas triunfantes en este siglo. La villa es la primera manifestación del deseo de la nobleza y alta burguesía urbanas de huir de la ciudad y vivir en el campo, pero no como campesinos o nobles terratenientes, sino como refinadas gentes de ciudad. El templo barroco

En el templo barroco se mantienen las plantas basilicales, pero predominan las centrales, cada vez más complejas: plantas circulares, elípticas, octogonales y de cruz griega.

Respecto a los soportes, hay que tener en cuenta que en el barroco lo constructivo y lo decorativo se funden, así como también lo simbólico. Las columnas, elementos constructivos, se hacen decorativas hasta llegar al extremo de la columna salomónica y son también el símbolo de la solidez y elevación de la Iglesia Católica.

Se emplean todo tipo de cubiertas, pero el elemento distintivo es la cúpula, que cubre e ilumina. Su vertiente simbólica es también importante: se eleva hacia los cielos.

Las fachadas son importantísimas en el barroco, puesto que este estilo busca integrar el edificio en el conjunto urbano. Por esta razón, a menudo la fachada no guarda relación con el interior sino que responde al proyecto urbanístico exterior. La fachada debe llamar la atención de los fieles. La entrada se sitúa en el centro de la fachada y es monumental; está cubierta por un frontón u otro elemento decorativo; decorada con columnas, nichos, ménsulas, etc. Las fachadas son, en muchas ocasiones, curvas (cóncavas, convexas) y su perfil crea un entramado de luces y sombras que refuerza el protagonismo de la pantalla.

Como artífices, en Italia destacan Gian Lorenzo Bernini (también arquitecto, además de escultor) y su discípulo Francesco Castello, más conocido como Borromini. El baldaquinoque cubre el altar mayor de San Pedro del Vaticano, la iglesia de San Andrea del Quirinal (Roma) y la gran columnata de la plaza de San Pedro del Vaticano son obras de Bernini.

Borromini construye Sant'AgneseSan Carlo alle Quattro Fontane (de planta elíptica, compleja fachada con columnas exentas, cornisas sobresalientes y profusión de líneas curvas) y Sant'Ivo alla Sapienza (con cimborrio de muros ondulantes y linterna en hélice cónica. 

El palacio barroco

Mientras que en Italia la arquitectura religiosa sigue manteniendo el liderazgo, en Francia, aun sin abandonar la construcción de templos (Los inválidos de París, obra de Mansart, por ejemplo), la arquitectura barroca dará sus mejores frutos en la arquitectura civil, especialmente la palatina.

Son características del gusto barroco francés el mantener en las fachadas la concepción y líneas clásicas (columnata exterior del Louvre de París, obra de Claude Perrault) y construir interiores suntuosos, llenos de espejos, techos decorados, etc.

El palacio de Versalles es la muestra más acabada de la arquitectura barroca francesa. El arquitecto Mansart concibe su planta y alzados. De dimensiones gigantescas, en este palacio domina la horizontalidad, reforzada por la división del edificio en tres plantas y cuerpos. El ritmo de la fachada de Versalles lo marca la repetición de cuerpos, repetición que rompe la atonía de este inmenso paramento d e 600 m. de longitud. La arquitectura barroca peninsular

La arquitectura barroca española destaca por su originalidad en muchos aspectos. Mientras que no se alteran las formas constructivas de siglos precedentes, la decoración se hace más profusa que en cualquier otra zona de Europa. Quizá pueda establecerse un paralelismo con lo que ocurre en los campos económico y político: lo estructural es frágil, pero la pompa lo recubre todo.

Es difícil datar en España los inicios del barroco arquitectónico. El monasterio de El Escorial puede ser definido como renacentista, pero también como barroco por lo que tiene de desmesurado. El plano general del edificio fue obra de Juan Bautista de Toledo, Juan de Herrera fue su arquitecto definitivo. Juan Gómez de la Mora es el primer arquitecto que se considera barroco, al romper con el clasicismo en el Convento de la Encarnación de Madrid. Francisco Bautista construye San Isidro el Real (Madrid), plenamente barroco.

José Benito Churriguera alcanza un nivel de originalidad y popularidad tal, que se ha hablado de arquitectura churrigueresca para denominar buena parte de la producción española del siglo XVII. Una muestra de esta tendencia es la intervención que se hace en la catedral de Santiago de Compostela, en especial la fachada principal u Obradoiro de Fernando Casas y Novoa. Narciso Tomé es el autor de la fachada de la Universidad de Valladolid y del retablo del Transparente de la catedral de Toledo. Pedro de Ribera concibe, entre otros proyectos, la Capilla y la portada del Hospicio de Madrid. Rovira es el autor del Palacio del marqués de Dos Aguas de Valencia. Rococó

El final del siglo XVII y el siglo XVIII están dominados por dos estilos sucesivos: el denominado rococó y el neoclasicismo, que es una reacción contra el primero.

Rococó es una denominación peyorativa que dieron a las artes de la etapa inmediatamente anterior los defensores del retorno al clasicismo. Rococó deriva de rocaille («rocalla», combinación de conchas y piedrecillas), un tipo de decoración que tuvo mucho éxito en palacios y jardines.

El rococó fue un estilo cortesano, galante, muy del gusto de la aristocracia y la alta burguesía urbanas: gentes refinadas, cultas, ociosas… pero que frecuentaban salones donde no todo era superficial. En ellos se divulgarán las «luces», las ideas filosóficas de la Ilustración que habrían de cambiar el mundo al concretarse en la Revolución francesa de 1789.

El rococó se preocupa sobre todo de los interiores y de la decoración; por lo tanto, los edificios rococó no presentan innovaciones estructurales respecto de los anteriores.

La decoración es desbordante, colorista y excesiva, aunque en los palacios urbanos se busca también la comodidad. La decoración se basa en estucos, frescosespejos,tapices, etc. Se introducen formas y objetos orientales, porcelanas por ejemplo, que aportan todavía más lujo a los ya refinados espacios. Los muebles deben estar en consonancia con la ambientación general, con los cortinajes.

En Alemania triunfa el rococó; Johan Balthasar Neumann es su máximo representante (iglesia de Vierzehnheiligenpalacio de Würzburg). Los Borbones traen a la Península el estilo dominante en la corte francesa. Sin embargo, al ser el XVIII un siglo de decadencia para la Corona de Castilla, el rococó no cuenta con manifestaciones destacadas.

Arquitectura neoclásica

El neoclasicismo se desarrolla a partir de mediados del siglo XVIII y dura hasta principios del XIX. Es un estilo muy vinculado a la filosofía de las Luces y al desarrollo de la arqueología, que da un nuevo impulso al conocimiento de la Antigüedad clásica. La burguesía ilustrada va a encontrar en Roma, que es «redescubierta» con el hallazgo de las ruinas de Pompeya y Herculano, un modelo en cuanto a virtudes cívicas, heroicas, republicanas.

La arquitectura neoclásica desecha la ornamentación rococó y se inspira en los artes griego, etrusco, romano e incluso egipcio. Desaparece progresivamente la arquitectura religiosa y se construyen edificios públicos con finalidad civil: bibliotecas, mercadosmuseos, pórticos, etc. Napoleón, con ánimo propagandístico, emula la arquitectura romana (Arco de la Estrella en París). También en los territorios Germánicos triunfa el neoclasicismo arquitectónico. En Inglaterra el clasicismo renacentista no se había olvidado y en el dieciocho se exporta a las colonias norteamericanas. Neoclasicismo en España

Se adopta el clasicismo, aunque la decoración de las residencias reales de Aranjuez y La Granja son plenamente rococó. El Palacio Real de Madrid, el palacio de La Granja de San Ildefonso y el de Aranjuez fueron proyectados por el arquitecto italiano Filippo Juvara y ejecutados por discípulos suyos. Dos buenos arquitectos neoclásicos son Ventura Rodríguez y Juan de Villanueva (Museo del Prado).

Arquitectura en el siglo XIX

La arquitectura del siglo XIX es una arquitectura urbana. En este siglo las ciudades crecen vertiginosamente. Londres, por ejemplo, pasa de un millón de habitantes a finales del XVIII a casi dos millones y medio en 1841. Además, nacen nuevos núcleos urbanos en lugares situados cerca de las fuentes de energía o de materias primas para la industria. La revolución industrial iniciada en el siglo XVIII en Inglaterra se difunde a Europa y a los Estados Unidos de América. La industrialización crea la necesidad de construir edificios de un nuevo tipo (fábricas, estaciones de ferrocarril, viviendas, etc.) y demanda que éstos sean baratos y de rápida construcción; al mismo tiempo aporta soluciones técnicas a las nuevas necesidades. Por esta razón, desde el siglo XIX, la arquitectura y el urbanismo van indisolublemente ligados a la industrialización.

Sin embargo, no se puede hablar de uniformidad en los estilos y las soluciones arquitectónicas y urbanísticas, sólo de algunas constantes: tecnificación de las soluciones, empleo de nuevos materiales como el hierro colado, vidrio, cemento éste a finales de siglo y tendencia al funcionalismo. Al lado de estos datos que reflejan el empuje de la "modernidad", hay que recordar que la nueva realidad no es del gusto de todos y, frente al triunfo del maquinismo y de la técnica, se elevan las voces que reclaman un retorno al orden anterior. En arquitectura estas reivindicaciones se concretarán en los estilos revival. La ciudad decimonónica

La nueva ciudad se caracteriza por la separación entre barrios burgueses (céntricos, con grandes avenidas y núcleos comerciales elegantes) y barrios obreros (con viviendas miserables, a menudo no urbanizadas, insalubres), por la importancia creciente de las vías de comunicación interna y por la aparición de nuevos edificios –las fábricas– con sus sórdidos alrededores. La ciudad decimonónica, en definitiva, es un fiel reflejo de la nueva estructura social.

Aunque las ciudades se planifican –o se planifican sus ampliaciones y remodelaciones, cuando son antiguas– respetando estrictamente los privilegios de la burguesía, que es la clase dominante, las aspiraciones y demandas obreras también se reflejan en el urbanismo decimonónico; en este sentido, ejerció una especial incidencia el llamado pensamiento utópico.

París se remodela siguiendo los proyectos de George-Eugène Haussmann. Se abren grandes avenidas que desmembran los barrios populares del centro y lo comunican con el exterior con estaciones ferroviarias, carreteras… El tráfico y la circulación son los elementos organizativos de la ciudad.

También se remodelan Bruselas, Viena y Londres. Madrid conserva el centro histórico, al que se añade un ensanche diseñado por Carlos María de Castro. A finales del XIX, Arturo Soria y Mata urbaniza un barrio de Madrid con su proyecto de la Ciudad lineal.

En 1860, Barcelona aprueba el proyecto del ingeniero Ildefonso Cerdà. Se conserva el casco antiguo, que se articula con la ciudad nueva o Ensanche mediante anchos ejes viarios. El Ensanche de Cerdà recoge algunas de las ideas de los utópicos. Se organiza en manzanas uniformes en cuanto a tamaño, pero con formas y tipologías distintas; grandes avenidas, que siguen funcionando en la actualidad, conectan rápidamente todas las zonas de la ciudad. Los servicios públicos (hospitales, cuarteles, plazas, iglesias, mataderos, etc.) se integran en la retícula del Ensanche y son de cómodo acceso para los habitantes de la ciudad. Ildefonso Cerdà es considerado uno de los urbanistas más importantes del mundo. Los estilos históricos

Existe en el XIX un retorno a la estética del pasado; de hecho, el neoclasicismo del XVIII ya fue una primera manifestación de esta tendencia.

Se habla de revival porque se construye a imitación de las antiguas arquitecturas egipcia, india, china, romántica o gótica. Pero no siempre de manera unitaria, sino que se toman elementos de una y otra añadiéndolos a edificios que poco tienen que ver con los modelos antiguos.

Mientras que muchas de estas obras son deplorables, otras tienen un notable interés, como la decoración exterior neogótica del Parlamento de Londres. John Ruskin, teórico inglés, defiende una síntesis entre la belleza antigua, para él encarnada en el gótico, y al tecnología del momento: las estructuras deben ser modernas; la decoración, gótica.

En Francia Eugène Viollet-le-Duc restaura importantes monumentos góticos como Notre-Dame de París, las catedrales de Reims y Chartres o reconstruye ciudades enteras –Carcasona–. Como fruto de su riguroso estudio de las estructuras góticas, propugna la aplicación de las soluciones que este arte aportó, pero a partir de los materiales y las técnicas que ofrece el siglo XIX. La arquitectura del hierro y los nuevos materiales

A finales del siglo XVIII se utiliza en algunas construcciones el hierro colado, que se obtiene por fusión: el puente Coalbrookdale, construido en 1777 por T,. F. Pritchard) o el Teatro Francés de París, de 1789, obra de V. Louis. El hierro sustenta grandes cargas. Al mismo tiempo, se desarrolla la producción de vidrio en cantidad y variedad. El hierro y el cristal se complementan puesto que permiten construir edificios que sean a la vez grandes y ligeros, transparentes. Son respuestas a las nuevas necesidades: puentes de amplio tendido, edificios de varias plantas que necesiten estar despejadas, como las naves de las fábricas, mercados, estaciones de ferrocarril, etc.

La máxima expresión de la arquitectura del hierro son las construcciones para las exposiciones universales. El Palacio de Cristal de Londres (obra de Joseph Paxton, de 1851) es una construcción-esqueleto a partir de elementos prefabricados en serie. Este tipo de construcciones "por piezas" se pueden montar y desmontar, trasladar e instalar en otra ubicación. El Palacio de Cristal se construyó en menos de seis meses con 70.000 m2 de superficie; lo sustentan 3.300 columnas de hierro, con 2.224 travesaños y 300.000 láminas de cristal. Esta construcción es un antecedente de lo que será la arquitectura del siglo XX.

Se inicia la colaboración entre arquitectos e ingenieros, como en el Halle aux Blés, aunque la formación que se da a ambos tipos de profesionales es muy distinta; los primeros deben pensar en términos estéticos; los segundos, en términos técnicos. Con Henri Labrouste, que construye la Biblioteca de Sainte Geneviève de París, se concilian las dos orientaciones,. Se trata del primer edificio público construido con hierro fundido y hierro forjado desde los cimientos hasta la cubierta. Sin embargo, aún se "enmascara" el edificio con fachadas de estilos clásico; lo mismo sucede en su Biblioteca Nacional de París.

El Palacio de la Industria, de París (1855), construido también para una exposición universal, supera con creces la obra de Paxton, pues tiene un cuerpo central de 48 metros de luz. En 1889 sorprende la Galería de las Máquinas, edificado así mismo para una construcción.

La obra más conocida de la construcción mecánica fue la Torre Eiffel. Al contrario que otras torres, no fue desmontada y se ha convertido en un símbolo con sus trescientos metros de altura, toda ella hecha con piezas prefabricadas y con cálculos precisos relativos a la dilatación térmica y a la fuerza del viento. La escuela de Chicago

En los Estados Unidos se opta por una arquitectura utilitaria y racionalista. La ciudad de Chicago es destruida por un incendio en 1871, lo que obliga a levantarla de nuevo. Se produce una gran especulación sobre los solares, ya que Chicago es una ciudad floreciente y ello suscita una gran demanda de construcciones. La solución que se adopta es la construcción en vertical: muchos pisos elevados sobre una planta reducida. Nace así el rascacielos, cuya estructura será metálica y permitirá la ubicación de ascensores. El primer rascacielos es de 1864.

La escuela de Chicago está integrada por un conjunto de arquitectos que proponen soluciones similares: estructuras metálicas revestidas según la función del edificio; las ventanas pueden ser tan grandes como se quiera y el muro de carga deja de tener sentido. El representante más importante de la escuela de Chicago es Louis Sullivan (Auditorio de Chicago). El modernismo

Es un movimiento estético internacional que se manifiesta en todos los campos creativos. En arquitectura representa el paso de la arquitectura decimonónica a la arquitectura del XX.

Se le conoce con diversos nombres como Art Nouveauen Francia, Modern Style en Inglaterra, Jugendstil en Alemania y Sezessionstil en Austria.

El modernismo parte de un doble rechazo, del academicismo y de la fealdad del mundo industrial. Por esta razón, es un estilo muy decorativo, y a veces es sólo eso, aunque los grandes arquitectos modernistas aportan soluciones innovadoras a los problemas constructivos, por ejemplo el concepto global de edificio o el uso de los elementos estructurales como decorativos.

Los motivos decorativos del modernismo, que son los que a primera vista llaman la atención, se inspiran en la naturaleza: líneas curvas, ondulantes, arabescos, flores, árboles, hojas, ramas, olas, algas, libélulas, mariposas, pavos, cisnes y, siguiendo la tónica decimonónica dominante que identifica la mujer con la naturaleza, el cuerpo femenino.

Bruselas fue uno de los grandes centros del modernismo. Victor Horta y Henry Clemens van de Velde son los abanderados de la ruptura con el historicismo; éste último fue además uno de sus mejores teóricos y fundó la primera gran escuela de diseño moderno.

En Escocia Charles Rennie Mackintosh conjuga también arquitectura y diseño (el modernismo se pretende globalizador).

Otto Wagner es el líder del movimiento "secesionista" en Viena; Joseph Maria Olbrich fue su discípulo más aventajado.

En España la arquitectura modernista triunfa sobre todo en Cataluña, con arquitectos como Domènech i Montaner Puig i Cadafalch.

Antoni Gaudí, siendo modernista y el arquitecto más importante del momento, no se ciñe por entero a los rasgos generales del modernismo, y ello es debido a su originalidad. Se inicia en la arquitectura de revival con obras neomudéjares o neogóticas. Su estudio de las estructuras góticas le hace avanzar en la búsqueda de nuevas soluciones constructivas globalizadoras. La Casa Batlló, la Casa Milà (conocida como La Pedrera), el Parque Güell y la inacabada Sagrada Familia, todas ellas en Barcelona, son sus obras más destacadas. Gaudí rompe con la concepción ortogonal de los espacios; incluso las habitaciones de las viviendas que construye son curvilíneas, usa el arco parabólico, construye fachadas y cubiertas ondulantes y las columnas se inclinan en lugar de mantener la verticalidad.

Arquitectura en el siglo XX

La arquitectura del siglo XX está dominada por el funcionalismo. No se trata de un movimiento artístico, sino de un principio estético racionalista que se manifiesta en obras adscritas a diferentes tendencias. Se enraíza en planteamientos muy antiguos de la cultura occidental y queda definido de forma sencilla en palabras de Louis Sullivan (1896): "La forma siempre sigue a la función". Como es obvio, el funcionalismo se desarrolló sobre todo en los campos del diseño y la arquitectura, puesto que en ambos la "función" de la obra marca necesariamente la forma.

El Racionalismo

El movimiento llamado racionalismo reunió a las personalidades más notables de la arquitectura de este siglo; las obras y la teoría de este movimiento son profundamente individuales, pero tienen los denominadores comunes de la simplicidad de formas, del retorno a los volúmenes elementales (el cubo, el cilindro, el cono y la esfera) y de la lógica constructiva por encima de la evasión ornamental.

Los arquitectos más remarcables de este movimiento eran Le Corbusier, Mies van der Rohe y Walter Gropius, con su escuela Bauhaus.

La escuela de Bauhaus (1919-1933) desarrolló el funcionalismo vinculándolo al mismo tiempo a una estética. Las enseñanzas de la Bauhaus transcendieron los límites de Alemania y el marco cronológico de su duración; se puede decir que toda la arquitectura y el diseño del siglo XX son deudores de la "poética" de la Bauhaus. Walter Gropius fue su fundador y primer director, le sucedieron Hannes Meyer y Mies van der Rohe; fueron profesores, entre otros, Kandinsky, Klee y Laszlo Moholy-Nagy. El éxodo que provocó el ascenso del nazismo llevó a muchos de estos artistas a los Estados Unidos, donde siguieron desarrollando sus enseñanzas.

El funcionalismo está vinculado al progreso técnico; sus propuestas son irrealizables sin los aportes contemporáneos de la técnica (hormigón, acero, etc.).

El máximo exponente del funcionalismo es Le Corbusier, que reduce las formas arquitectónicas a las esenciales: cuadrado, cubo, círculo, cilindro. Sus casas están pensadas para vivir en ellas y dar una respuesta generalizable, es decir, racional, a los problemas prácticos que plantea la vida cotidiana.

En España el funcionalismo arraigó fuertemente; el catalán Josep Lluis Sert es uno de sus máximos exponentes, incluso a nivel mundial. 

La arquitectura orgánica

Este movimiento pretendía integrar la obra arquitectónica en su entorno, fuera o no natural. En esta línea trabajó Frank Lloyd Wright, aunque concede mayor importancia a la subjetividad de quienes habían de habitar sus casas, pues no se trata de dar a todo el mundo la misma respuesta. 

Arquitectura de postguerra

Es remarcable el caso de Italia, con Pier Luigi Nervi, que sabía explotar todos los recursos de la nueva tecnología, así como de los nuevos materiales, y creó una obra monumental y llena de sensibilidad. En Milán hizo el Edificio Pirelli en colaboración con Gio Ponti.

Algunos países latinoamericanos, que entonces tenían unos niveles económicos altos, se lanzaron a la búsqueda de una arquitectura que reflejara la nueva situación. Así, Oscar Niemeyer y Lúcio Costa proyectaron Brasilia, con una concepción de la arquitectura a medio camino entre el símbolo y la función. Estilo tardomoderno

Realmente es la continuación del movimiento racionalista. Utiliza el mismo vocabulario formal, pero exagera y remarca los valore tecnológicos para proponer un sentido estético nuevo. En el fondo es un manierismo creativo del movimiento originario. Los arquitectos más notables son: Renzo Piano, Richard Roges, James Stirling y podríamos incluir al japonés Arata Isozaki. Estilo postmoderno

Este estilo tiene un doble código. Por un lado, se mantiene vinculado al estilo racionalista y acepta algunas posiciones del tardomoderno para comunicarse con una élite cultural; por otro lado, intenta comunicarse con el público en general y que éste lo acepte. La posición postmoderna es atractiva porque, intentando ser aceptada, llega a alcanzar unos resultados sorprendentes y espectaculares. Entre los arquitectos más representativos de

este estilo están: Michael Graves, Robert Venturi y Ricardo Bofill. Arquitectura actual

El panorama del último decenio del siglo XX resulta atractivo, no tanto por la existencia de un programa o de unas tendencias generalizadas, sino por la obra, a veces colosal, de algunos arquitectos. Hay figuras que pueden definir el final de este siglo: el canadiense Frank Ghery, el español Rafael Moneo y el ingeniero, también español, Santiago Calatrava.

 

 

Autor:

Abdel Sager

Enviado por:

Yosley Sanchez

VIII SEMESTRE ARQUITECTURA

PROFESORA: ARQ. VIRGINIA EEKHOUT

REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN

I.U.P. "SANTIAGO MARIÑO"

PORLAMAR, 27/04/13

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