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Explorando la Cibercultura. Apuntes desde la teoría Cibernética

Enviado por Marta Rizo García


     

     

    Abstract

    Existen numerosas definiciones del término Cibercultura. Pese a la riqueza que ello puede deparar, se advierte una falta de conceptualización consistente que retome algunas de las fuentes teóricas básicas para la construcción del concepto. La Cibercultura se asocia comúnmente al uso de las nuevas tecnologías de información y comunicación, quedando la reflexión en un plano simple y carente de reflexión teórica. Este texto tiene como propósito explorar los aportes de la teoría Cibernética a la construcción conceptual de la Cibercultura.

     

    I. La polisemia de la Cibernética. Una aproximación al concepto

    La palabra "cibernética" goza actualmente de una notable presencia en la vida cotidiana, en el campo del sentido común. Actualmente, este término es usado con una diversidad de acepciones, para referirse a objetos, enfoques y teorías. Comúnmente, el prefijo ciber o cyber se asocia con los usos de las tecnologías de información y comunicación, y concretamente con el Internet. Esta es la acepción más común de la palabra cibernética. Sin desmerecer tal asociación, consideramos que etiquetar cualquier cosa que usa una computadora como "cibernética" es más vago y confuso que ilustrativo y clarificador.

    El prefijo cyber proviene originalmente de la palabra cybernetics, que da nombre a una disciplina que estudia a comunicación y el control en los seres vivos y las máquinas construidas por el hombre. La conquista científica de los sistemas organizados constituye la tarea esencial de la cibernética. Desde sus orígenes, esta ciencia se propone abordar la materia altamente complejizada (seres vivos, sociedades, etc.) en su evolución misma.

    Parece haber consenso al afirmar que es el año 1948 el que ve nacer a la cibernética. En este año se da simultáneamente la publicación de tres obras importantes: Cibernética, o regulación y comunicación en el animal y en la máquina, de Norbert Wiener (1894–1964), el fundador de la disciplina; Teoría matemática de la comunicación, de Claude Shannon y Warren Weaver, que inaugura la teoría moderna de la información; y, por último, Proyecto de cerebro, de W. Ross Ashby, en la que se expone la teoría del equilibrio u homeóstasis. También hay acuerdo en considerar que el nacimiento de la cibernética fue producto del intercambio de experiencias y datos de laboratorio sobre el funcionamiento del sistema nervioso central entre el propio Wiener y el neurofisiólogo mexicano Arturo Rosenblueth (1900–1970).

    La definición de la cibernética es una tarea compleja, dado el sinnúmero de definiciones a que ha dado lugar. Este término ya fue empleado por Platón (427–347 a.C.), que lo utilizó para referirse al arte de guía y pilotaje, tanto de objetos como de seres humanos. De hecho, la palabra cibernética tiene la misma raíz que la palabra gobierno: el arte de manejar y dirigir sistemas altamente complejos.

    Antes de la publicación en 1948 de la obra de Wiener, ya en 1834 Ampère recoge la palabra cibernética para designar "el estudio de los medios de gobierno". Sin conocer el intento de Ampère, Norbert Wiener consideró nueva la palabra que "él" forjó. El origen de la palabra "creada" por Wiener radica en el vocablo griego "kubernetes", que significa piloto o timonel. Para Wiener (1949), la cibernética es "todo campo de la teoría del mando y de la comunicación, tanto en la máquina, como en el animal". El mismo autor afirma que

    "la cibernética procura hallar los elementos comunes al funcionamiento de las máquinas automáticas y al sistema nervioso del hombre, y desarrollar una teoría que abarque todo el campo del control y de la comunicación en las máquinas y en los organismos vivientes" (Wiener, 1976: 47) (1).

    En la definición de Wiener se observan dos aspectos: el aspecto activo (control) y el aspecto sensitivo (comunicación), que se hallan indisolublemente ligados. Controlar, en el sentido wieneriano, es comunicar información después de haberla recibido y transformado. Wiener considera tres cuestiones fundamentales en la cibernética: las máquinas que aprenden, las máquinas que se reproducen a sí mismas y, por último, la coordinación entre los hombres y las máquinas.

    La teoría cibernética pone el acento en el componente de la información, lo cual se ilustra en la siguiente afirmación del mismo Wiener (1949: 16–17):

    "Cuando yo controlo las acciones de otra persona, le comunico un mensaje, y, aunque ese mensaje sea de naturaleza imperativa, la técnica de la comunicación no difiere de la técnica de la transmisión de un hecho. Además, si quiero que mi control sea eficaz, debo informarme de todos los mensajes procedentes de la persona, capaces de advertirme que la orden ha sido comprendida y ejecutada".

    Unos años más tarde aparece la definición de Raymond Ruyer (1954), quien insiste nuevamente en el aspecto informacional de la cibernética, definiéndola como la "ciencia de las máquinas de información, ya sean máquinas naturales, como las máquinas orgánicas, ya sean artificiales" (Ruyer, 1954: 5).

    Las aproximaciones anteriores ponen de manifiesto que la cibernética se convierte esencialmente en la ciencia de la información. Y "la información sólo tiene valor si permite actuar" (Guillamaud, 1971: 21). Por otra parte, Louis Couffignal subraya particularmente el aspecto de "mando", definiendo a la cibernética como "el arte de asegurar la eficacia de la acción" (1961: 31). Información y acción son, pues, los dos componentes básicos de la teoría cibernética inicial. Esta interrelación se pone de manifiesto también en la siguiente definición de L. Apostel (1961: 191):

    "La cibernética tiene como objeto propio los sistemas capaces de gobernar o de controlar y, por lo tanto, los sistemas autorreguladores. Como los sistemas autorreguladores comportan, en general, numerosas retroacciones, y como la autorregulación no es posible más que por la retroacción… podemos decir que la cibernética es el estudio de los sistemas retroactivos simples y complejos".

    Sirva una última definición inicial para remarcar el carácter de la cibernética, ahora relacionada con la complejidad y, de nuevo, con la información:

    "Cibernética es la ciencia que estudia los principios abstractos de la organización en los sistemas complejos. No se interesa tanto en qué constituye a los sistemas sino en cómo funcionan. La cibernética se enfoca en cómo los sistemas usan la información, los modelos y el control de las acciones para conducirse hacia sus metas, y mantenerlas, mientras actúan en contra de diversas perturbaciones. Siendo inherentemente transdisciplinario, el razonamiento cibernético puede ser aplicado para entender, modelar y diseñar sistemas de cualquier tipo: físico, tecnológico, biológico, ecológico, psicológico, social, o cualquier combinación de estos. La cibernética de segundo orden, estudia en particular el rol del observador (humano) en la construcción de modelos de sistemas y otros observadores" (Herrera Ruiz, 1997).

     

    1. Algunas nociones básicas

    Una noción que aparece siempre en el centro de las definiciones y reflexiones sobre la cibernética es la de Retroacción, sinónima del concepto de feedback o retroalimentación. Si bien estos términos ya fueron utilizados previamente, fue Wiener quien los puso en el centro de la reflexión, al situarlos como fundamento de su propuesta.

    También a menudo la cibernética aparece relacionada con el concepto de sistema, comprendido como una organización que puede ser descrita mediante principios que son independientes del dominio específico que se esté considerando, o como un todo superior a la suma de sus partes vistas de forma independiente.

    Por tanto, muchos de los conceptos usados por la Teoría de Sistemas provienen del enfoque de la cibernética. Algunos ejemplos son la información, el control, la retroalimentación, y la comunicación, entre otros. Sin embargo, la teoría de sistemas se enfoca más en las estructuras de los sistemas y sus modelos, mientras que la cibernética se centra, fundamentalmente, en el funcionamiento de los mismos: en cómo controlan sus acciones, en cómo se comunican con otros sistemas o con sus propios componentes.

    El interés de la cibernética se trasladó pronto a numerosas ciencias que involucran al hombre, de modo tal que se aplicó a los procesos de cognición, a actividades prácticas tales como la psiquiatría, la terapia familiar, el desarrollo de sistemas de información y de decisión, la administración, el gobierno, y a esfuerzos para entender las formas complejas de la organización social, incluyendo, pero sólo como un área de interés más, las redes de comunicación y de computadoras. En definitiva, la cibernética produjo campos inéditos o novedosos en el mundo científico, constituyéndose como un nuevo paradigma de conocimiento.

    2. La cibernética: ciencia y técnica

    Se ha considerado a la cibernética como una "ciencia de encrucijada" (Guillamaud, 1971: 82), ya que se relaciona con muchos campos del conocimiento y es, en sí misma, transdisciplinaria. En un principio, las reflexiones sobre la cibernética la consideraban fundamentalmente desde su dimensión técnica. Pero los propios progresos de la técnica obligaron al investigador a salir del empirismo y a pensar la ciencia cibernética a partir de la identificación de ciertos aspectos generales que le otorgan especificidad como tal.

    La cibernética, por tanto, es más que una técnica. Eso sí, se puede considerar la base teórica de ciertas aplicaciones técnicas. Y es así como la cibernética conquistó "la edad adulta" al alcanzar la abstracción y generalidad necesarias para ser vista como ciencia.

    El terreno de aplicación de las ideas cibernéticas es, entonces, la técnica. Ésta le proporciona su inserción en lo concreto. Por eso la cibernética puede tener una frontera borrosa con la electrónica y con la automática. Pero, en relación con estas técnicas o ciencias aplicadas, la cibernética se define fácilmente como una ciencia general y abstracta.

    Atendiendo a Herrera Ruiz (1997), las propuestas teóricas de la Cibernética descansan en cuatro pilares básicos: el primero es la variedad, que enfatiza la multiplicidad, las alternativas, las diferencias, las opciones, las redes y la inteligencia, en vez de la fuerza y la necesidad por la singularidad; el segundo principio es el de circularidad, que hace referencia a la retroalimentación, a la autoreferencia en la organización cognitiva, también conocida como autopoiesis; el proceso es el tercer pilar básico, y abarca desde la noción cibernética de información hasta la diferencia entre dos estados de incertidumbre; el último pilar básico es la observación, considerada como un proceso que subyace en las teorías cibernéticas del procesamiento de información y la computación.

    3. Principales aportes de la Cibernética

    El principal aporte de la teoría cibernética es la consideración de la comunicación en términos organizacionales. Así también, nos parece original y novedosa, y sobre todo con total aplicación en varios ámbitos de las ciencias sociales, la propuesta cibernética de unir comunicación y mandato informacional. En este sentido, las ideas de la Cibernética pueden ayudar a esclarecer las confusiones existentes, aún hoy, entre información y comunicación. La información comunicada, según la cibernética, se convierte en programa, se constituye en "órdenes" o "instrucciones" que ponen en funcionamiento, inhiben o coordinan las acciones de la organización.

    "El conflicto central de la cibernética se plasma en la disyuntiva entre la organización fundada en la comunicación, y/o una organización fundada en el mandato" (Ávila, 1998). Este último debe concebirse como cercano, en algunos casos sinónimo, al concepto de información. Wiener juntó, así entonces, a la comunicación y el mandato, aunque subordinó la primera al segundo.

    En términos generales, uno de los beneficios que aporta la cibernética es el enfoque o postura desde la que construye los objetos y modos de conocimiento, en el sentido de que adopta el pensamiento contingente y, de alguna forma, abandona el pensamiento determinístico o reduccionista. El pensamiento contingente tiene carácter holístico, aborda el cambio desde una perspectiva circular y pone el énfasis en la variedad de alternativas que se presentan ante una misma causa. Por el contrario, el pensamiento reduccionista concibe el cambio desde un enfoque lineal, desde la clásica relación causa–efecto.

     

    II. Cibernética y Teoría de la Información

    Como se ha mencionado anteriormente, la cibernética ha sido considerada, desde sus inicios, como una teoría de la información. Esto equivale a centrar el interés sobre la información que se halla en juego en los mecanismos autorreguladores, más que sobre su estructura. Por el contrario, es sobre el aspecto estructural sobre el que se insiste en hacer de la teoría de la información una disciplina particular de la ciencia cibernética.

    Tanto la teoría de la información como la Cibernética comparten el hecho de resaltar el aspecto informacional de los fenómenos sociales. Es difícil hacer de la información una magnitud absolutamente autónoma. Como dice Guillamaud, "no hay información sin soporte, y la información no seguida de utilización –una utilización que pone en juego procesos energéticos– es inútil, sin interés para nosotros, como inexistente" (Guillamaud, 1971: 101).

    La teoría de la información, relacionada con las leyes matemáticas, rige la transmisión y el procesamiento de la información. Más concretamente, se ocupa de la medición y representación de la información, así como de la capacidad de los sistemas de comunicación para transmitirla y procesarla. Esta teoría fue desarrollada, como se apuntó anteriormente, por el ingeniero electrónico estadounidense Claude E. Shannon, en su obra A Mathematical Theory of Communication (Teoría matemática de la comunicación). La información es concebida, en esta obra, como el conjunto de datos transmitidos.

    El modelo de comunicación de Shannon y Weaver (1948) consta de varios componentes: una fuente de información que produce un mensaje o información que será transmitida; un transmisor que convierte el mensaje en señales electrónicas o electromagnéticas; estas señales son transmitidas a través de un canal o medio, que es el tercer componente; el cuarto componente es el receptor, que transforma de nuevo la señal recibida en el mensaje original; y el último componente es el destinatario, quien recibe el mensaje.

    Un concepto fundamental en la teoría de la información es que la cantidad de información contenida en un mensaje es un valor matemático bien definido y, sobre todo, susceptible de ser medido. El término cantidad no se refiere al número de datos que se transmiten en un proceso de comunicación, sino a la probabilidad de que un mensaje, dentro de un conjunto de mensajes posibles, sea recibido. En lo que se refiere a la cantidad de información, el valor más alto se le asigna al mensaje que menos probabilidades tiene de ser recibido.

    1. Un nuevo concepto de Comunicación

    El estudio de la comunicación no nace con el advenimiento de la Cibernética. La comunicación, concebida como el intercambio de significados entre individuos mediante un sistema de símbolos compartidos, fue ya una preocupación en tiempos de la antigua Grecia.

    Las primeras reflexiones en torno al fenómeno comunicativo tomaron como punto de partida el modelo de la comunicación de Harold D. Lasswell, fundamentado en el establecimiento de algunas preguntas básicas que tienen lugar durante el proceso de comunicación: quién le dice qué, a quién, y con qué efecto. Este modelo, por tanto, presuponía la existencia de un emisor, un mensaje, un receptor y un efecto en este mismo receptor.

    El modelo desarrollado por Shannon y Weaver ofrece una lectura lineal –diádica– del proceso de comunicación. La incorporación del concepto de retroalimentación o feedback por parte de la teoría cibernética contribuyó a un abordaje más complejo de los procesos de comunicación, comprendiéndolos como circulares, no lineales.

    En palabras de Winkin (1982), este cambio supone el paso de un "modelo telegráfico" a un "modelo orquestral" de la comunicación, el cual se seguiría desarrollando posteriormente con los trabajos de los integrantes de la Escuela de Palo Alto. A ellos, precisamente, se debió el surgimiento de una nueva teoría de la comunicación humana.

    La obra Teoría de la Comunicación Humana (1971), de Watlawick, Jackson y Beavin, establece los principios básicos de la comunicación para la Escuela de Palo Alto. Las ideas expuestas en esta obra están fundamentadas en la cibernética y la teoría general de los sistemas, y en la actualidad sigue considerándose un libro clásico en el campo de la terapia sistémica, uno de los ámbitos en los que ha gozado de mayor aplicación el ideario de Palo Alto. Los autores conciben a la comunicación como un conjunto de conductas y comportamientos que influyen a los sujetos en todos sus procesos de interacción. En concreto, la Escuela de Palo Alto parte de tres premisas básicas:

    1. La esencia de la comunicación reside en procesos de relación e interacción;
    2. Todo comportamiento humano tiene un valor comunicativo;
    3. Los trastornos psíquicos reflejan perturbaciones de la comunicación.

    La principal aportación de esta corriente de pensamiento es que "el concepto de comunicación incluye todos los procesos a través de los cuales la gente se influye mutuamente" (Bateson y Ruesch, 1984). Los mismos autores afirman que "la comunicación es la matriz en la que se encajan todas las actividades humanas" (Bateson y Ruesch, 1984: 13). La comunicación fue estudiada, por tanto, como un proceso permanente y de carácter holístico, como un todo integrado, incomprensible sin el contexto en el que tiene lugar.

    Del diálogo establecido por los tres autores del libro y el antropólogo Gregory Bateson, surgieron los denominados "axiomas de la comunicación", que se resumen como sigue:

    1. Es imposible no comunicar, por lo que en un sistema dado, todo comportamiento de un miembro tiene un valor de mensaje para los demás;
    2. En toda comunicación cabe distinguir entre aspectos de contenido o semánticos y aspectos relacionales entre emisores y receptores;
    3. La definición de una interacción está siempre condicionada por la puntuación de las secuencias de comunicación entre los participantes;
    4. Toda relación de comunicación es simétrica o complementaria, según se base en la igualdad o en la diferencia de los agentes que participan en ella, respectivamente. (Watzlawick et.al., 1971: 49–71).

    El planteamiento de estos axiomas rompe con la visión unidireccional o lineal de la comunicación. De alguna manera, los axiomas marcan el inicio para comprender que la comunicación no es sólo cuestión de acciones y reacciones; es algo más complejo, y debe pensarse desde un enfoque sistémico, a partir del concepto de intercambio. Así entonces,

    "la comunicación en tanto que sistema no debe pues concebirse según el modelo elemental de la acción y la reacción, por muy complejo que sea su enunciado. En tanto que sistema, hay que comprenderla al nivel de un intercambio" (Birdwhistell, 1959: 104) (2).

    Los axiomas de la comunicación vienen a confirmar el modelo relacional, sistémico, que enmarca toda la reflexión sobre los fenómenos comunicativos realizada desde la Escuela de Palo Alto. En una situación comunicativa, por tanto, es la relación misma lo fundamental que hay que estudiar, más que las personas que están implicadas en ella. De ahí que la interacción se erija como el centro del debate y como el objeto a atender antes que cualquier otro elemento (3).

     

    III. Cibernética de la Cibernética. Un paradigma reflexivo

    El avance máximo de la cibernética, su más alto grado de complejidad, se alcanzó cuando la cibernética se aplicó a sí misma. Es decir, en el momento en que se desarrolló una epistemología de los sistemas que involucran a los mismos observadores. Según Heinz von Foerster (1991), el impulsor de esta "cibernética de la cibernética", la historia de la cibernética se puede observar como un proceso que se desarrolla en dos niveles de complejidad: el primero se corresponde con la "Cibernética de Primer Orden", una reflexión explicitada en la obra de Norbert Wiener (1948); mientras que el segundo momento está constituido por el advenimiento de una "Cibernética de Segundo Orden", es decir, una reflexión sobre la reflexión de la Cibernética.

    Fue Magoroh Maruyama (1963) (4) quien definió esta segunda etapa del pensamiento cibernético y sistémico como "segunda cibernética". Sin embargo, el desarrollo de esta nueva epistemología se debe, sobre todo, a los nuevos desarrollos de la física quántica, a los aportes del neurofisiólogo Warren Mc. Culloch (1965) (5), del físico, cibernetista, biomatemático y filósofo Heinz von Foerster (1991) y de los biólogos chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela (1990). Todos ellos se erigen como los pilares sobre los que descansa el ideario de la cibernética de segundo orden.

    En 1972, Margaret Mead, presidenta de la Asociación Norteamericana de Cibernética, dedicó uno de sus discursos al tema "Cibernética de la cibernética". Fue en esos momentos cuando Von Foerster sugirió el nombre de "Cibernética de Segundo Orden" o "Cibernética de los Sistemas Observantes", diferenciándola de la Cibernética de Primer Orden o Cibernética de los Sistemas Observados.

    Se da el paso de la epistemología tradicional, según la cual la realidad existe de forma independiente de quien la observa, a una epistemología que incluye al observador en todo acto de observación. El observador, el sujeto cognoscente, pasa a forma parte del mundo observado. Para Von Foerster (1991), la incorporación del observador, que descansa en una relativa pérdida de neutralidad y objetividad, es esencial para la construcción de una epistemología reflexiva o de segundo orden.

    La cibernética de segundo orden nos introduce en la observación del observador. El objeto de conocimiento es, así pues, el observador observando su propia observación. Dicho de otra forma, esta nueva epistemología amplía, y hasta cierto punto inaugura, el espacio para la reflexión sobre el propio acto de observar, algo en lo que Von Foerster vio, además de implicaciones científicas, también consecuencias morales o éticas.

     

    IV. Exploración de la Cibercultura. Miradas desde la Cibernética

    Actualmente, el término "Cibercultura" se utiliza comúnmente para referirse al uso de las tecnologías de información y comunicación, específicamente la red de Internet. Pese a que consideramos importante tomar en cuenta este uso del concepto, lo creemos insuficiente y reduccionista. Nos parece pertinente ahondar en el término de Cibercultura, tomando en cuenta sus raíces en la Cibernética, por un lado, y ubicándola en el terreno de la cultura en general, comprendida como organizadora de la experiencia de los sujetos. Así entonces, la Cibercultura no sólo se "vive" en el ciberespacio, término sobre el que ahondaremos más adelante, sino que traspasa los límites de la tecnología y puede constituirse como una nueva organización de lo social.

    1. Del espacio al Ciberespacio

    El ciberespacio (6) o espacio virtual, además de permitir una comunicación con el mundo "real", se configura como un mundo en sí mismo. Algunos autores lo consideran un "mundo paralelo", un "mundo alternativo", distinto al "real" pero dependiente de éste. Este cibermundo se organiza con una lógica espacio–temporal que le es propia. Y también, construye un tipo de relaciones sociales, de interacciones, que sólo pueden darse en el seno de sus fronteras. La interdependencia con el mundo real es completa: si por un lado el ciberespacio inaugura nuevas formas de interacción, éstas, a su vez, afectan a las interacciones que tienen como escenario al mundo real, al que se da fuera del ciberespacio.

    Siguiendo a Sherry Turkle (1997: 41),

    "construimos nuestras tecnologías y nuestras tecnologías nos construyen a nosotros en nuestros tiempos. Nuestros tiempos nos hacen, nosotros hacemos nuestras máquinas, nuestras máquinas hacen nuestros tiempos. Nos convertimos en los objetos que miramos pasivamente, pero ellos se convierten en lo que nosotros hacemos de ellos".

    Lo anterior significa que somos los sujetos los que construimos Cibercultura y, a la vez, ésta nos construye a nosotros.

    La Cibercultura no debe comprenderse como algo distinto a la cultura; más bien se trata de su nueva forma, la nueva configuración que, actualmente, está tomando la cultura. Por tanto, la abordaremos como una nueva forma de organización social que, lejos de anular a las formas anteriores, las complementa y, de una u otra forma, convive con ellas. Y convive en el sentido de que, en los tiempos presentes, el ciberespacio funciona como un lugar en el que los sujetos desarrollamos parte de nuestras interacciones sociales.

    Tal y como la concibe Jesús Galindo (2004), la Cibercultura

    "configura poco a poco una nueva civilización, una nueva forma general de orden social, de formas de relación e interacción, de sentimiento y pensamiento, de concepción de la vida misma y de la sociedad misma".

    En este sentido, la Cibercultura no sólo nos sitúa como usuarios de las nuevas tecnologías, sino que, yendo más allá, nos propone nuevas formas de pensar y vivir la cultura, mismas que se amplían al ser posible la interconexión con conocimientos de diferentes realidades, lejanas geográficamente pero accesibles en el ciberespacio.

    El punto clave no es, por tanto, qué tanto usamos las nuevas tecnologías de información y comunicación. Sino, más bien, para qué las usamos, y cómo afecta este uso a nuestra forma de vivir y pensar el mundo. Las preguntas y reflexiones anteriores confirman el punto de partida inicial: la Cibercultura supone la construcción de una nueva cultura.

    2. Cibercultura y reflexividad

    La Cibercultura ha generado una nueva organización social y cultural, y ha puesto en el centro a la utilización de las tecnologías informáticas como medios de información y comunicación. Como medios que han superado, con creces, las posibilidades de los medios de difusión anteriores –que, pese a todo, siguen prevaleciendo y, por el momento, no parece que vayan a desaparecer–, en el sentido que amplían las directrices o coordenadas espacio–temporales que han regido a los medios tradicionales.

    El término Cibercultura no es casual. El concepto cibernético de feedback o retroalimentación parece ser el que mejor define las relaciones que sustenta la interacción a través de las nuevas tecnologías de información y comunicación. El ciberespacio se erige como un lugar de encuentro, como un lugar que propicia la interactividad y la retroalimentación entre todos los sujetos que participan cotidianamente en él.

    Pero la Cibercultura va más allá, y no se queda en el mero hecho de la retroalimentación de la Cibernética de Primer Orden. Como afirma Begoña Gros (2003), "el modelo del ciberespacio se aproxima mucho más al modelo de complejidad elaborado por la cibernética de segundo orden". Y ello es posible porque la Cibercultura nos permite observarnos como actores del espacio virtual, nos permite situarnos no sólo como observadores de lo otro, sino como actores que observamos y nos observamos simultáneamente. Estamos en nuestro propio punto de mira. De ahí que hablemos de la relación entre Cibercultura y reflexividad.

    El paso de una sociedad de información centralizada y vertical, a una sociedad de comunicación (Galindo, 2001) fundamentada en la emergencia y desarrollo de las redes sociales, en relaciones horizontales, en vínculos entre iguales, es el centro de la Cibercultura. Y ello nos coloca en una posición privilegiada para convertirnos en observadores de nuestro propio hacer, sea éste en el "mundo real" o en el "cibermundo".

    3. Nuevos patrones de conectividad e interacción

    Hablar de Cibercultura implica, en la actualidad, poner énfasis en la importancia de la presencia de las nuevas mediaciones electrónicas que cambian la configuración de las relaciones sociales. La Cibercultura, como nueva forma de la cultura, se constituye como sistema, se autoorganiza. Sin embargo, es difícil trazar sus límites; las fronteras de este nuevo sistema cultural parecen no estar completamente delimitadas, de tal forma que no se puede reducir su existencia al espacio de uso de las nuevas tecnologías. Eso sí, la Cibercultura se constituye como sistema en tanto que toda la información que se mueve en el ciberespacio está en manos de una comunidad de usuarios activos. Suscribiendo a Begoña Gros (2003), "el orden y el desorden se generan a través de la interacción y la participación activa de los usuarios que son a la vez productores y consumidores del propio sistema". Por tanto, en la Cibercultura no hay un centro, sino que se constituye como una red de redes.

    La sociedad–red, término que se ha usado como sinónimo de la Cibercultura en su sentido más abarcador, va acompañada de algunas características indisolublemente ligadas con la consideración de la Cibercultura como configuradora de una nueva cultura. Algunas de ellas son la comunicación, la conectividad y la comunidad, por citar sólo algunas.

    Cada vez es más común escuchar expresiones como "comunidad virtual" o "estar conectados". Éstas son algunas de las metáforas que se han usado para hablar de la Cibercultura. Otras son "navegar", "autopista informática", "red", "telepolis", y "portal" (Regazzoni, 2000).

    Lo que está claro es que la Cibercultura está transformando las formas de comunicación, a través de comunidades virtuales alejadas del clásico esquema de emisor–receptor, y mucho más cercanas al concepto originario de la comunicación, que la ligaba a la comunión, la comunidad y el diálogo. Por tanto, no sólo cambia el proceso de la comunicación, sino que el mismo concepto de información también se ha transformado.

    En el ciberespacio, la comunión se da en el sentido de que se crean comunidades con base a afinidades, intereses, gustos y conocimientos compartidos. Y todo ello, independientemente de la cercanía o lejanía entre los actores que las conforman. De alguna forma, en el ciberespacio la distancia se modifica, ya no se mide en quilómetros, sino más bien en términos de participación, de cercanía afectiva y/o cognitiva, dependiendo del tipo de comunidad virtual de que se trate.

    El diálogo virtual, lejos de ser caótico y desordenado, como se le suele considerar, está estructurado conforme a unas reglas, implícitas o explícitas, conocidas por todos los miembros que interactúan en los "lugares" específicos del ciberespacio: chat, correo electrónico, grupos de discusión, etc. Las formas de comunicación son muchas y muy variadas, y no excluyen a otras formas de comunicación interpersonal "cara a cara", lo cual desmiente, a nuestro entender, las afirmaciones "apocalípticas" de que las nuevas tecnologías de información y comunicación están obstaculizando la comunicación interpersonal. Más bien se da lo contrario, la Cibercultura amplía la comunicación, hace de ésta su forma básica de existencia.

    En cuanto al concepto de información, la Cibercultura se organiza con base a la generación y recepción de información por parte de usuarios activos, a la vez emisores y receptores. Cualquiera puede ser creador de información, de modo que se rompe con la visión vertical y centralista de la sociedad de información. Dicho de otra forma, la información pasa a ser vista como un atlas, como un mapa de búsqueda y no como algo dado y expuesto de forma estática e inamovible. El usuario, emisor y receptor de información, es un peregrino del conocimiento. La Cibercultura amplía las preguntas posibles, genera nuevas formas de racionalidad, de construcción y apropiación de conocimientos. Y todo ello, gracias a la interactividad total que se da entre la máquina y el ser humano.

     

    V. La Cibercultura: un nuevo orden social y cultural

    La Cibercultura convive con la cultura "tradicional", no la anula. Sin embargo, sí ha generado una serie de desplazamientos importantes que, juntos, han construido esta nueva forma de organización social y cultural que llamamos Cibercultura. Algunos de los desplazamientos, que ya han sido apuntados a lo largo del texto, son el paso de la palabra escrita al predominio de lo audiovisual; el tránsito de una visión lineal a una circular o espiral del proceso de comunicación; el regreso al concepto de comunidad como forma de organización social; el cambio en la forma de construcción de conocimiento, que con la Cibercultura es más intuitivo que dogmático y estable. La interacción está en el centro de todos estos desplazamientos o cambios.

    ¿Qué guarda de la primera Cibernética esta nueva organización social y cultural que nombramos como Cibercultura? Para empezar, ambos términos surgen en un momento de transformación de la relación de los sujetos con las máquinas. El punto de mira de ambos es la organización del proceso de transmisión de información y comunicación.

    Con la Cibercultura, sin embargo, este proceso se complejiza, se torna multidimensional y no sólo se reduce a la relación hombre–máquina, sino que traspasa los límites de la tecnología y modifica las relaciones sociales, la cotidianeidad de las personas. De alguna forma la Cibercultura amplía los límites del tejido social y, de este modo, supera a la Cibernética, una ciencia restringida pese a los grandes logros y avances que ha generado en la construcción de conocimientos y aplicaciones prácticas. De hecho, sin la Cibernética, sería imposible hablar de Cibercultura, dada la dependencia de ésta con las tecnologías, con las máquinas, como generadoras de un nuevo orden social y cultural.

     

    Bibliografía utilizada

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    Notas

    [1] – El texto al que hacemos referencia forma parte de la compilación Comunicación y Cultura, de Alfred G. Smith, Tomo 1, pp. 47–61.

    [2] – Citado en Winkin (1982: 77).

    [3] – Los tipos de interacción nos remiten a la diferencia establecida entre señales analógicas y señales digitales. Las primeras se refieren a lo que se conoce como comunicación no verbal, esto es, a los gestos, las posturas, el paralenguaje, etc., a todo lo que no remite a unos códigos concretos. Por su parte, las señales digitales están sujetas a palabras comprensibles a partir de un código determinado, y serían lo que comúnmente se conoce como comunicación verbal, hablada. Junto a esta clasificación, la Escuela de Palo Alto abordó la comunicación a partir de la distinción entre interacción simétrica y complementaria. Suscribiendo a Mucchielli (1998), esta distinción favorece la constitución de roles complementarios: por un lado el individuo sumiso favorece el rol autoritario del que manda, y por el otro, ambos miembros pueden instaurar y mantener la igualdad de posiciones e intercambian sus interacciones a modo de espejo.

    [4] – Citado en Hoffman, L., 1981, pp. 40–46.

    [5] – Citado en Sluzki, C., 1987, p. 65.

    [6] – El término ciberespacio fue empleado por primera vez en la literatura de ciencia ficción. Concretamente, por el autor estadounidense William Gibson, en su obra Neuromante (1984).

     

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    Marta Rizo García