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Historia de los primeros estudios Botánicos en Cuba


Partes: 1, 2

  1. Los primero estudios Botánicos en Cuba
  2. Las expediciones Botánicas a la Isla
  3. La Comisión Real de Guantánamo
  4. Formación de escuelas para el estudio de la Botánica en Cuba
  5. Fundación del Jardín Botánico de La Habana
  6. Bibliografía

Los estudios de la botánica moderna están influenciados por tres tradiciones que se consideran de tres tipos clásicos. El primero suponía el ejercicio de esta disciplina por el conocimiento, donde se extasiaba ante la maravilla de la naturaleza y tiende agrupar todo lo nuevo, tratándose de una actividad que reúne en sí la curiosidad y la contemplación, aunque no deja de haber la oposición agustiniana[1]entre ambas actividades.

Para la segunda estaríamos encaminados a la medicina buscando sobre todo las utilidades terapéuticas de las plantas y en España contaría con una fuerte difusión entre médicos y farmacéuticos. Para concluir en tercer lugar tenemos la herencia agrícola muy difundida en la ciencia árabe y no menos en la cristiana. Los materiales útiles para la agricultura se contemplan pronto en los útiles para esta industria y se encuadran en esta tradición en el siglo XVIII y mucho mayor en las Sociedades Económicas de Amigos del País con influencia de la fisiocracia ilustrada. El liberalismo económico insistiría en la especialización productiva con repercusión hacia las colonias americanas y asiáticas.

La botánica actividad recurrente durante la ilustración, hereda la tradición anterior así como la preocupación por fomentar los productos bellos y útiles, y es de gran interés ya que reunió una metodología científica con utilidad y clara belleza. La creación del real Jardín Botánico de Madrid en 1755 fue un acontecimiento destacado ya que con un origen médico supo reunir en él, las tres tradiciones (científica, terapéutica y agrícola industrial) que supone una brillante imagen de la riqueza y el poder del príncipe. Luego de esta creación se extendería una amplia red por todas las colonias para encontrar esos útiles y bellos especímenes. Se extienden así un elevado número de corresponsales, sociedades, cátedras y jardines, experiencias y compras que se encuentran en territorios trasatlánticos.

Ya en el siglo XIX se modifica el panorama y cambia para que todas las instituciones, cátedras, jardines y sociedades marquen un fuerte interés científico. El estudio no se limitó a la descripción y clasificación sino creció el interés por la fisiología de las plantas y a su vez las técnicas agrícolas y médicas comenzando un importante auge. Aunque el interés utilitario siguió en la mira de los productores, el carácter científico permitió comenzar un cambio para agrupar una importante escuela de biólogos y naturalistas. Esto influye en la particularidad de la ciencia cubana convirtiendose esta en la joya de la corona tras la pérdida de las colonias americanas, y ha sido peculiar en su historia ya que se ocupó de sí misma y no siempre pendiente a los decisiones de la corona donde se entiende bien la interconexión entre la actividad Botánica y el interés profesional y comercial.

Asimismo se reúnen varias expediciones científicas y se combina el interés de la colonia y de los propios cubanos, también se aprecia una fuerte presencia de especialistas de varios campos en la Isla y en especial en el Jardín Botánico de La Habana para marcar una notable relación entre españoles y cubanos. Los logros del Jardín Botánico con vida propia no se limitaban a algunos hallazgos locales sino que se centraba en toda la vida natural de la Isla y en cambios constantes.

Las primeras propuestas de creación de un Jardín Botánico en la Habana estuvieron ligadas a la aparición en Cuba de un poderoso grupo azucarero criollo a finales del siglo XVIII, verdadera oligarquía en el terreno económico y autentica elite en los asuntos políticos-militares e intelectuales. Desde el punto de vista estrictamente económico se ha indicado en numerosas ocasiones la vinculación entre la eclosión de ese grupo y la crisis de la producción azucarera haitiana como consecuencia de la revolución de 1791, lo que hizo que Cuba se convirtiera bruscamente en uno de los mayores centros mundiales de exportación de azúcar.

En general se reconoce como punto de partida para la toma de conciencia de este grupo en sus capacidades productivas y comerciales la toma de La Habana por los ingleses en 1762- 1763, que permitió la apertura del comercio habanero y facilito la entrada de mano de obra esclava en la Isla, requisito indispensable para el desarrollo del sistema de plantación. Aparentemente la breve dominación inglesa en La Habana y facilitó el fortalecimiento del grupo de hacendados azucareros, muchos de ellos ahora ennoblecidos con títulos nobiliarios por sus contribuciones en la defensa de la capital.

Casi al mismo tiempo con la introducción de la mano de obra esclava africana llega a La Habana como gobernador y capitán general, Luís de las Casas y Aragorri (1790-1796). Asimismo se produjo el despegue definitivo de la industria azucarera cubana y se inició en Cuba un periodo cultural de ilustración tardía, con la creación de dos instituciones culturales básicas, la Sociedad Patriótica de La Habana (1793) y el Real Consulado de Agricultura y Comercio (1794), y: El Papel Periódico de la Habana (1790) un órgano de expresión periodística; en él encontramos ya noticias relacionadas con la modernización científica y técnica de la Isla, así como con la entrada masiva de esclavos africanos y un aumento importante del comercio exterior, fenómenos todos ellos capitalizados por el poderoso grupo de hacendados azucareros criollos, cuyas redes familiares se extienden hacia numerosas direcciones hasta convertirse en la elite dominante en el mundo político, militar, cultural y una auténtica oligarquía en el mundo económico cubano.

En lo que se refiere a la modernización de los conocimientos científicos y técnicos, Francisco Arango y Parreño hizo en el siguiente discurso algunas reflexiones en las que ya aparece la botánica como una de las materias importantes por su posible aplicación al desarrollo azucarero y por tanto al crecimiento económico de la Isla. Así al jusgar el retraso relativo de los conocimientos agrícolas señalaba:

¨ No es menester pasearse por los campos de La Habana para saber que en ellos son forasteros absolutamente desconocidos, hasta por sus nombres, los útiles conocimientos de física natural, de química y de botánica…[2]¨

Como remedio, al proponer la creación de la Junta de Agricultura, Arango dibujaba claramente la necesidad de establecer nuevas instituciones científicas al servicio de la industria azucarera y explicaba:

¨ Será, asimismo, obligación del fiscal examinar los estatutos y rentas del seminario de San Carlos que hay en aquella ciudad para ver si es posible mantener con ellos una cátedra de Física natural, una buena escuela y laboratorio químico y un jardín botánico y en todo buscar los medios de hacer unos establecimientos tan útiles y tan necesarios a la perfección de los conocimientos de la agricultura ¨[3]

Aunque finalmente los planes reformistas de Arango y Parreño plasmados en su propuesta de creación de la Junta de Agricultura no se ejecutaron exactamente según sus deseos, estos se trataron de desarrollar a través de las dos nuevas instituciones aprobadas por la corona española: La Sociedad Patriótica de La Habana y El Real Consulado de Agricultura y Comercio. La primera tenía como antecedente directo a la que había funcionado débilmente en Santiago de Cuba entre 1787 y 1792, creado por iniciativa de Francisco Mozo de la Torre, Pedro Valiente y Francisco Sánchez Griñán que seguía el modelo de lo establecido en la metrópoli y especialmente el de la Sociedad Económica Matritense con objeto de ¨ mejorar la agricultura, adelantar el comercio, aumentar la población establecer escuelas para niños, ocupar la gente ociosa y aliviar a los necesitados ¨ Como en otras Sociedades Económicas el clero ilustrado, la nobleza, los miembros del ejército y las milicias, algunos comerciantes y profesionales aparecían en sus filas, aunque en el caso habanero eran los clanes familiares azucareros los que dejaban sentir su presencia de una forma más evidente; además de algunos destacados intelectuales y profesionales y otros poderosos hombres del comercio muchos de ellos miembros destacados del Real Consulado de Agricultura y Comercio, creado años después en 1794 y liderado intelectualmente por Arango y Parreño.

En cuanto a la posible originalidad del caso cubano en lo que se refiere a los primeros intentos de modificar la sociedad a través de los adelantos científicos- técnicos hay que indicar que la propia metrópoli buscaba vías de modernización desde las primeras reformas borbónicas, con algunos resultados brillantes en el terreno académico y científico casi siempre al margen de la universidad y más débiles en el económico que en parte se trasladaron a los territorios coloniales americanos. El movimiento reformista se concretó en este último caso y en el ámbito de la ciencia y la técnica,

a través del fenómeno de expansión al final del siglo XVIII que se plasmó en el envió de las expediciones para el reconocimiento de los recursos naturales y su control así como la creación de las instituciones académicas.

Los primero estudios Botánicos en Cuba

El primer conocimiento que se tiene en relación al estudio de las plantas en Cuba, es el de Gonzalo Fernández de Oviedo, en su obra: Historia General y Natural de las Indias…, publicada en Sevilla en 1535. Pasaron dos siglos antes de que el escocés William Houston hiciera la primera colección de plantas cubanas, conservadas hoy día en el British Museum. (1700). Para la segunda mitad del siglo XVIII, dos botánicos ilustres visitaron Cuba, Nicolaus Joseph Jacquin y Olor Swartz. El primero se detuvo corto tiempo en Cuba y describió varias plantas de nuestra flora, en su Selectarum Stirpium Americanarum Historia (1781). El ilustre botánico sueco Swatz publicó varias especies cubanas en sus Icones Plantarum Incognitarum (Upsala 1794 – 1800) y en su Flora India e Occidentales (1797- 1806).

Al terminar el siglo XVIII, tuvo lugar la expedición de Brigadier Conde de Mopox y Jaruco, para explorar la Isla, con Baltasar Boldo encargado de la parte botánica y Guío como dibujante. Los resultados científicos fueron de poca consideración, lo único que se publicó fue un tomo de 66 hojas de dibujos de plantas que se encuentra en el Museo del Jardín Botánico de Madrid. El encargado de recoger las directrices de este dentro de la Sociedad de La Habana fue Nicolás Calvo de la Puerta y O´farril, otro de los portavoces de la élite azucarera habanera. Este personaje, ocupaba el puesto de censor de dicha sociedad. Y siendo además familia de muchos otros ilustres señores de La Habana de aquel tiempo lo colocaba en posición excelente. Según José Agustín Caballero era un representante típico del moviendo científico ilustrado con amplios conocimientos y dueño de una extensa colección de plantas, lo que no es de extrañar que este propusiera en 1793 el establecimiento en La Habana de una escuela de química y botánica bajo el patrocinio de la Sociedad Patriótica.

Antonio Parra y Callado llega a La Habana en 1763 no teniendo otro titulo que el de soldado del regimiento de infantería de Mallorca. De formación autodidacta y pescador en su juventud como él mismo confiesa, comenzó a disecar peces en 1776, pero antes había comenzado su colección de historia natural en momentos libres de sus quehaceres militares.

En 1787 pública su libro, Descripción de diferentes piezas de historia natural, coincidiendo todas con el ramo marítimo representadas en setenta y cinco láminas ilustradas gracias a la labor artística de su hijo Manuel Antonio, siendo esta la obra precursora de los estudios ictiológicos en Cuba. Esta contribuyó de forma notable a dar a conocer algunas especies cubanas que fueran más tarde estudiadas. En 1788 Parra logro hacer su deseado vieja a Madrid para entregar su libro y sus colecciones al Real Gabinete de Historia Natural del Rey, este para recompensarlo le pagó cuatro mil pesos y le asigno una pensión como Comisionado Real encargado de preparar más colecciones en Cuba y regresar a Madrid para entregar el trabajo realizado en su Gabinete de Historia Natural Cubana. Su última obra fue de botánica y se refirió a las posibilidades de trasplantar árboles cubanos a la península, influenciado por disposiciones de Carlos III en 1779, en esta se recomendaba la adquisición y propagación en España de árboles, arbustos y plantas útiles. Su obra fue publicada en Madrid en 1799 y dio a conocer un breve catálogo de los árboles cubanos y sus posibles usos. Podemos afirmar que la obra de Parra se enmarca en la de los recolectores y comisionados reales que fueron utilizados para enriquecer las colecciones al marguen de las expediciones científicas oficiales. Por aquella época (1799), el francés M. E. Descourtilz estuvo corto tiempo en Santiago de Cuba estudiando la flora del lugar. Publicó en 8 volúmenes, grabados en colores de 600 especies de plantas medicinales antillanas (1821).

A las exploraciones realizadas en el siglo XVIII, puede agregarse la de Alejandro de Humboldt y Aimé Bonpland (1799_1804), en su gran obra: Voyage aux régions equinocciales du Nouveau Continent, París 1807_35, que tratan de plantas recolectadas en México, la isla de Cuba, etc., y con C.S. Kunth, en el Nova genera et species plantarum…, Vol. VII (1825), (Flora Cubae Insulae), hablan de 156 especies cubanas recolectadas en Regla y Guanabacoa.las dos estancias del barón Alexander von Humboldt en Cuba se sitúan entre 1800 y 1804 ya que estuvo poco tiempo en la Isla por estar de transito por al país. Para este Cuba era excepcional ya que esta acercaba al continente americano y europeo y la sitúa de forma especial en la topografía imaginaria, como frontera geográfica entre América del Norte y América del Sur.

Las investigaciones realizadas por Humboldt sobre Cuba ampliaron los conocimientos de la geografía, las comunicaciones, la flora, la fauna, la topografía, el clima, los suelos, el cultivo de la caña y la fabricación de azúcar. Además el científico alemán expuso una tesis sobre la formación de Las Antillas y la constitución de la geografía cubana. Además confecciono un mapa con mediciones exactas de la latitud de varios puertos y ciudades cubanas, entre ellas las de La Habana. A su regreso al viejo continente dedicó una buena parte de su tiempo a registrar por escrito el resultado de su vasta y fructífera producción científica. En 1827 publica Ensayo Político sobre la Isla de Cuba, obra de extraordinaria importancia debido a que da a conocer por primera vez la naturaleza y la sociedad de Cuba a europeos y cubanos, como parte de la fama que ya disfrutaba por sus viajes científicos a Europa y América, José de la Luz y Caballero la reconoció como fuente inspiradora para sus estudios filosóficos y pedagógicos, por lo que le confiere el apelativo del ¨ segundo descubridor de Cuba ¨

En 1801, y de nuevo en 1809, John Fraser visitó también la Isla, actualmente sus ejemplares están en los herbarios De Candolle y Delessert, en Ginebra, y en la Linnean Society de Londres. Hasta principios del siglo XIX, la exploración botánica de Cuba parece haberse limitado a los alrededores de los puertos de La Habana y Santiago de Cuba, escalas obligatorias para los viajeros que se dirigían a México, América Central, y varias regiones de Sur América y las Antillas. Con José Antonio de la Ossa, primer director del Jardín Botánico de La Habana (1817), el radio de acción se extiende hasta 30 leguas de la capital, y permite a de la Ossa redactar el manuscrito de un Ensayo de Flora Habanense y un Ensayo de Flora de Cuba, el obispo Espada quería que el clero ayudara a los progresos de la botánica, y varios presbíteros siguieron su recomendación: don. Ramón de la Paz, párroco de Yaguaramas, envió plantas al jardín habanero, y don. Manuel Donoso, escribió una topografía vegetal del partido de Guanabo, Juan J. Oliver, escribió sobre el partido de Alquízar. Antonio Reinoso exploró la zona de Guanímar, José María Valenzuela, estudio parte de la provincia de Pinar del Río, A. H. Lanier, sobre la Isla de Pinos, Monteverde, analizó las cercanías de Camagüey y Sebastián María de Morales, la provincia de La Habana.

Entre tanto, varios botánicos extranjeros visitaban la Isla: William Hamilton recolectó algo en la provincia oriental, y publicó su Flora Indiae Occidentales, en Londres (1825). George Don recolectó para la Royal Botanical Society plantas antillanas, especialmente de Cuba y Jamaica (1822). Entre 1822 y 1824, Eduard Friedrich Poeppig hacía una importante excursión en Cuba, especialmente en la provincia de Matanzas, sus plantas fueron descritas por Schlechtendal en Linnaea (1833). James Reed recolectó plantas en Cuba y otras Islas de las Antillas, que se conservan en la Academia de Ciencias de Filadelfia. Nicolás Funck estuvo en Cuba entre 1837 y 1840. Sus ejemplares botánicos se repartieron desde el establecimiento de Linden, entre muchas instituciones de Europa. Carl Friedrich E. Otto vino a Cuba en 1838, junto con Gundlach y Pfeiffer, y mandó al Jardín Botánico de Berlín una colección de 328 plantas recolectadas en la zona de Artemisa, La Habana, Matanzas, Cárdenas, Cienfuegos y Trinidad. En 1838-1839, Henri Delessert recolectó plantas cerca de La Habana, en donde murió en 1843, hoy forman parte del Herbario Delessert en Ginebra.

En 1839, F. E. Liebold emprendió un viaje de exploración a Cuba y México. Sus colecciones están en Leipzig, Halle, etc… H. G. Galeotti, a su vuelta de México (1840), estuvo corto tiempo en Cuba haciendo una colección de plantas. J. M. Despréaux llegó a Cuba en 1841, las plantas que recolectó están en el Herbario Delessert en Ginebra. F. M. Liebmann y B. D. Greene se detuvieron también en Cuba por aquella época, las plantas del primero están en Copenhague y otros herbarios europeos, las del segundo en los herbarios de Kew y de Berlín. A. W. Lane visitó Cuba en 1844, sus ejemplares se encuentran en Kew. Poco después, Ferdinand Rugel hizo una importante colección en los alrededores de Matanzas. Muy importantes fueron las expediciones de Jean Jules Linden en busca de orquídeas, donde estuvo tres meses recorriendo Pinar del Río (1837), y durante 6 meses visitó muchos lugares importantes de las montañas de Oriente. Sus ejemplares fueron descritos por Lindley en Orchidaceae Lindenianae (1846).

Al terminar la primera mitad del siglo XIX con la descripción de la primera y única Flora descriptiva de Cuba hasta los tiempos actuales, la Historia Física, Política y Natural de la isla de Cuba por Ramón de la Sagra. Como en otras regiones, las pocas vías de comunicación, y quizá la terrible fiebre amarilla, fueron causa de que en la obra de la Sagra aparezcan sobre todo las plantas recolectadas no lejos de los principales centros de la población y que la gran mayoría de las especies cubanas quedasen desconocidas. Y por otra parte Achille Richard encargado de las Fanerógamas describió 1,108 especies, y Montagne un número menor de Criptógamas.

Poco después, 1856-1866, el botánico norteamericano Charles Wright, en diez años enteramente dedicados a la exploración botánica de Cuba, triplicó el número de especies conocidas 3.324 hasta la fecha. Sin adentrarse ante la dificultad de los caminos poco transitables, exploró grandes extensiones de Oriente, especialmente entre Santiago y Baracoa, y parte de la Sierra Maestra, sin que, al parecer, haya tratado de alcanzar las más altas cumbres orientales. Recolectó poco en las provincias de Camagüey, Las Villas, La Habana, algo más en la provincia de Matanzas, y muy extensamente en la de Pinar del Río, desde la hospitalaria casa del otro botánico José Blain, en el Retiro, cerca de Santa Cruz de los Pinos. Sus extensas y muy ricas colecciones fueron estudiadas principalmente por Grisebach, y publicadas en Plantae Wrightianae e Cuba orientali (Men. Am Acad, of Arts and Sc. Cambridge and Boston, 1860-1862) y en Catalogus Plantarum Cubensium, Göttingen (1866). Wright de vuelta a Cambridge, estudió sus fanerógamas y describió gran número de especies nuevas en la Flora Cubana o Revisio Catalogi Grisebachiani, en las que Sauvalle y sobre todo José Blain agregaron los nombres vulgares.

Sauvalle tuvo el mérito, al igual que su cuñado Blain, de favorecer a Wright, donó a la Academia de Ciencias de La Habana una colección de plantas de Wright, y en sus pocos ratos libres, escribió Notas sobre algunas plantas venenosas o medicinales de la isla de Cuba y Apuntes para la Flora médica cubana.

En el caso cubano la exploración naturalista de la Isla contribuyó de forma desiciva a la obtención de los primeros datos científicos sobre los recursos naturales cubanos así como a la formación de los primeros especialistas en historia natural y a la sensibilidad de parte de la élite criolla sobre la conveniencia de integrar los conocimientos científicos en los proyectos de fomento en la Isla. En relación a la posible caracterización de las exploraciones españolas dirigidas al territorio cubano, cabe decir que van desde la del comisionado real Antonio Parra cuyo objetivo prioritario fue el enriquecimiento de las colecciones del Real Gabinete de Historia Natural y el Real Jardín Botánico de Madrid; pasando por la expedición de Sessé, destinada al levantamiento hidrográfico de las costas y el estudio de los recursos forestales con un fuerte componente militar, hasta la Comisión Real de Guantánamo, dirigida por el conde de Mopox y Jaruco en la que los intereses científicos- tecnológicos y económicos de la propia colonia se sobre no perdiera de vista la ejecución de una serie de objetivos militares claramente definidos en la expedición.

Se pudiera decir entonces que luego de los dos primeros siglos de colonización los estudios de las colecciones botánicas de la Isla fueron escasos, pero a partir del siglo XVIII comienza un fuerte transito de estudiosos que no llegaron a reconocer todo el territorio insular pero fueron capaces de organizar los estudios anteriores y agrupar de forma sin igual los grupos de ejemplares de naturaleza autóctona; además de elaborar complejos y bien detallados estudios sobre la naturaleza cubana que hasta hoy día son útiles en la bibliografía a consultar por los estudiosos del tema.

Las expediciones Botánicas a la Isla

La Real expedición botánica hacia Nueva España en Cuba

La Real expedición botánica a Nueva España surgió como consecuencia de la presencia en Cuba del Médico aragonés Martín de Sessé que se encontraba en la escuadra del marqués del Socorro. Este propuso la creación de una expedición botánica a México similar a las organizadas al Virreinato del Perú y nueva Granada. Incluyendo la propuesta principal de explotación del territorio novo hispánico[4]este proyectó la creación de un Jardín botánico y su correspondiente Cátedra de Botánica donde se impartiría medicina, cirugía y farmacia por el nuevo sistema linneano para reformar la estructura sanitaria de Nueva España y el burocratizado protomedicado.

En 1787 quedó conformada la expedición de la siguiente manera Martín de Sessé, director de la expedición y del futuro jardín, Vicente Cervantes, catedrático de botánica, José Langinos Martínez, naturalista; Juan del Castillo y Jaime Senseve botánicos. A este grupo se unirían en México los dibujantes naturalistas criollos Atanasio Echevarría y Vicente de la Cerda encargados de las representaciones artísticas- científicas de la naturaleza novo hispánica.

En el año 1795 se embarcaron en Veracruz con destino a La Habana, donde en primer lugar tuvieron que resolver como primera medida el cobro de sus salarios antes de ponerse en contacto con la Sociedad Patriótica y el Real Consulado. Por este motivo se comisionó a Nicolás Calvo de la Puerta para que solicitara al director de la expedición asesoramiento botánico para mejorar el Diccionario de Voces Provinciales que se elaboraba en dicha institución, enterados de la llegada a La Habana de los naturalistas; así como la construcción de un Jardín Botánico en La Habana que la Sociedad quería establecer.

Para Sessé fue una idea estupenda ya que coincidía perfectamente con el afán metropolitano para la creación de una red de jardines americanos que establecerían como vivero de aclimatación y como instituciones de nuevo tipo que introdujeran los nuevos saberes y los nuevos paradigmas científicos para la reforma de la medicina. Este propuso además a la sociedad patriótica influenciado por los resultados en las otras colonias, la incorporación de un joven criollo que mostrase interés en la ciencia de los vegetales. Esta institución considero muy interesante su oferta ya que sería útil tanto para el desarrollo de la medicina como de la agricultura cubana. Aunque la élite azucarera siempre insistió en la formación química del potencial profesor, al entender que era imprescindible para el despegue de la industria mas importante del país.

Dos miembros relevantes de la sociedad patriótica, Joaquín de Herrera y Tomás Romay, fueron los encargados de elaborar un informe sobre el asunto y de la selección del futuro botánico cubano, atendiendo a algunos criterios que ellos mismos expresan:

no se trata de aprender únicamente las virtudes de las plantas conocidas sino también de inquirir experimentar, clasificar y hacer la nomenclatura de otras muchas ignoradas por Tournefort, y desconocidas del inmortal linneo. Solicitase quien pueda sustituir a los vegetales exóticos, secos y enervados de que hacemos uso en nuestras dolencias otros indígenos recientes y proporcionados a nuestra constitución….[5]

Finalmente recomendaron al médico José Estévez Cantal, discípulo de Romay, para este puesto de expedicionario:

…. Esperamos satisfacer los deseos de la junta proponiéndola a Dn. Joseph Estévez, quien se ha distinguido entre todos los demás discípulos que he tenido en el espacio de quatro años por su talento, aplicación y honradez, cualidades que ha conservando después que terminado sus cursos de medicina especulativa, la ha practicado constantemente por dos años con un facultativo que nos atesta su aprovechamiento….[6]

Unos días antes de su regreso a México, Sessé se dirigió a la Junta Real Consulado para proporcionarle el Reglamento del RJ. Jardín Botánico y plan de enseñanza de México, para que les sirviera de modelo y se pudiera establecerse en la capital habanera. En realidad eran una mera adaptación de las disposiciones por las que se regía el Real Jardín Botánico de Madrid, redactadas por Casimiro Gómez Ortega con el visto bueno del ministro Floridablanca. Sessé recomendaba también hacer dos copias del trabajo y la recolección de raíces, cortezas, semillas, hojas, frutos, flores, etc. Y el envió a Madrid de aquellas que se considerasen de mayor interés para su experimentación en los hospitales de la Isla y la península por último este comunicaba su propuestas para que Estévez fuese nombrado miembro correspondiente de los jardines botánicos de México y Madrid, lo que facilitaría el intercambio con los profesores de ambos centros científicos, así como la resolución de las dudas que pudieran sugerirle en el desempeño de su labor investigativa.

En 1796 partía Seseé y Estévez rumbo a Puerto Rico, junto al farmacéutico Senseve y el pintor Echevarría y aunque los datos exactos sobre las observaciones botánicas son muy escasos, se han encontrado documentos que dan un recorrido de estos por la isla boricua. Sobre las primeras recolecciones botánicas de los expedicionarios no se puede decir mucho, dado que el mal tiempo y las enfermedades impidieron prácticamente esta actividad, aunque el director de la expedición llegó a enviar al Jardín Botánico de México un cajoncito con semillas, fruto de estas primeras excursiones en la isla.

La Comisión Real de Guantánamo

Para muchos de los estudiosos del tema esta expedición fue de índole muy diferente tanto por los objetivos que se perseguían de fomento de la isla de Cuba como por el posible origen criollo de esta empresa, los primeros, a excepción de los naturalistas que se incluirán más tarde, aparecían claramente fijados en el oficio dirigido por el príncipe de la Paz a Joaquín de Santa Cruz, conde de Mopox y Jaruco.

En cuanto al posible origen criollo de esta empresa científica y de fomento de la Isla, solo hay que recordar que la poderosa elite azucarera cubana, apoyada por elementos clave de la administración española como Luís de las Casas y José Pablo Valiente, ya se había planteado en el Real Consulado habanero unos años antes algunos de los objetivos más claros de la comisión, como el fomento de poblaciones. Al parecer el elemento clave de toda la operación de organización de esta empresa fue Francisco Arango y Parreño, apoderado en Madrid del Ayuntamiento de La Habana, miembro destacado de la Sociedad Patriótica de La Habana y síndico del Real Consulado de Agricultura y Comercio, quien mantenía un enlace personal y económico muy estrecho con el conde de Mopox y Jaruco y con otros personajes relevantes de la época.

Como se pude apreciar en muchos otros trabajos en esta comisión no se incluirían naturalistas pero en la contestación del conde de Mopox a Maule Godoy, 8 de marzo 1796[7]para agradecer el nombramiento, comentando la necesidad de incorporar algún botánico que pudiera reconocer las plantas de la isla y alcanzar otros objetivos. Una vez considerada favorable esta petición, Godoy se dirigió al intendente del Real Jardín Botánico de Madrid a fin que buscase la persona adecuada para reconocer las plantas y demás correspondientes a su profesión. En su contestación este recomendó a Baltasar Boldo como el más indicado para la Comisión Real de Guantánamo y fue nombrado el 26 de agosto de 1796, Boldo había estudiado medicina y tenía nombramiento de protomédico, consultor de los reales ejércitos además de haber estudiado dos años botánica que le valió para pedir el título correspondiente y poder utilizarlo en las comisiones que les fuera bien encargarle. Además de Boldo se incorporo el dibujante naturalista José Guío y Sánchez que traía consigo una muy buena referencia de otras expediciones.

En cuanto a las actividades naturalistas previstas por la Comisión Real de Guantánamo, la coincidencia con la real expedición botánica de Nueva España dirigida por Sessé en La Habana, determinó que se estudiasen las posibilidades y probables actividades conjuntas y el posible traspaso de José Estévez para terminar su formación como botánico junto a Baltasar Manuel Boldo. La junta del Real Consulado de La Habana dio su visto bueno a esta propuesta en septiembre de 1997 y sugirió a Sessé la redacción de instrucciones para las investigaciones que haría Estévez en su nuevo cargo así como para el desarrollo de la ciencia botánica en Cuba. Sessé meses después informaba sobre estas instrucciones y las de formación de un jardín botánico en La Habana, donde pudieran instruirse los jóvenes dedicados a los tres ramos de la medicina. Como primer encargo sugirió crear cursos de botánica con las plantas de Cuba, y utilizar el Curso Elemental de Botánica de Casimiro Gómez Ortega, así como también instruía la construcción de herbarios con plantas cubanas en los que se debería seguir los preceptos de la filosofía de Linneo siempre bajo la supervisión de Boldo.

En 1801 se comunicó al conde de Mopox la real orden que ponía fin a la los trabajos de exploración de la Real Comisión y mandaba permanecer a la espera de nuevas instrucciones o de recibir la orden de regreso. Hasta la partida a España los miembros de la expedición aprovecharon el tiempo para arreglar y poner en limpio los trabajos que habían desarrollado con la finalidad de formar diferentes expedientes que acompañaran a la memoria final del viaje.

A pesar de la carta que el director del Real Jardín Botánico dirigió a Godoy en 1802, recomendando la publicación ¨ Cuanto antes, para que los extranjeros no nos quiten la gloria, las descripciones y estampas de las plantas de aquel país ¨ y la aprobación real de la posible edición, esta no llego a realizarse por lo que los resultados botánicos de la comisión no tuvieron un impacto real en la comunidad científica internacional de su época.

La llegada a La Habana en 1816 del nuevo intendente de Hacienda, Alejandro Ramírez, dio un vuelco al antiguo proyecto de establecer un vínculo de aclimatación. Este era el más típico representante de la antigua ilustración española en la cultura, como ya había demostrado en la Capitanía General de Guatemala. Sobre sus actividades científicas sabemos que 1801 introdujo en la Capitanía algunas especies vegetales como la canela, el pimentón, el alcanfor, el mango, el árbol del pan y varias clases de caña Otahiti, tras un viaje a Jamaica. En la Isla se convirtió rápidamente en el alma de un movimiento reformista lanzado desde arriba con el apoyo del nuevo gobernador José de Cienfuegos, en el terreno cultural el plan desarrollado por el nuevo grupo gobernante retomaba muchas de las ideas planteadas en la gobernación del siempre recordado Luís de las Casas, fuerte aliado de la oligarquía azucarera cubana, con el apoyo decisivo del obispo Espada, que lideraba desde hacía unos años al grupo reformista criollo.

Asimismo, Ramírez fue atacado por la prensa españolista del periodo constitucional que desde 1812 lanzó libelos contra algunos de los dirigentes de la oligarquía azucarera cubana y sus portavoces intelectuales. Pero se pudiera decir que esta fue totalmente infundada, si tenemos en cuenta que el propio Ramírez desde su puesto de director de la Sociedad Económica, impulsó la creación de una Cátedra de Constitución en el Colegio Seminario de San Carlos, con el apoyo del obispo Espada. En la misma sección de Educación presidida por Ramírez se leyó en 1816 un papel sobre el establecimiento de un jardín botánico, sin firma pero que por sus conocimientos médicos y botánicos muy bien se puede creer que fuera escrito por José Estévez, al que por otra parte se había consultado. Este indicaba que para el uso de la cátedra era necesaria la adquisición a cargo de los fondos de la biblioteca de la sociedad económica, las obras de botánicos de la época.

El plan presentado preveía como en Madrid que los médicos y cirujanos tuvieran que estudiar botánica para poder presentarse al examen del protomedicato del que formaría parte el nuevo catedrático, atendiendo a la utilidad de la botánica para los comerciantes en la búsqueda de materias primas vegetales y para los hacendados y labradores a quien beneficiaría por su total conocimiento sobre el tema. En cuanto al jardín el plan consideraba de forma optimista su puesta a punto ya que el encargado de dirigirlo ya tenía facultades por sus anteriores servicios al Real Jardín Botánico de Madrid. La piedra necesaria para su construcción podría extraerse de la cantera real y de la orilla del mar y la cal de la cueva de Taganana, su conservación podría financiarse por suscripciones individuales de aficionados, que tendrían a cambio semillas, plantas aromáticas y flores.

Cervantes indicaba que tras la elección de Alejandro Ramírez como director de la sociedad, este desplegó todas sus facultades para fundar el Jardín Botánico de La Habana en un terreno mas a propósito que el ofrecido por el obispo Espada según Cervantes este había descubierto el lugar idóneo para el nuevo jardín en la orilla septéntrional de la zanja Real de agua que ya había recomendado Espinosa en el año anterior. En 1817 inauguraba solemnemente la instalación de la nueva instalación científica.

Formación de escuelas para el estudio de la Botánica en Cuba

Para cumplir con este objetivo Calvo de la Puerta, proponía la formación de una auténtica escuela formadora de maestros de azúcar, dirigida por un hombre que reuniera suficientes conocimientos de Química y Botánica, ciencias tan precisas para conocer y cultivar bien la caña y otras plantas, una vez presentado el plan de este, se aprobó en 1793 para que comenzase la suscripción pública y la contratación de maestros y el sostenimiento de un laboratorio. En la escuela se pone en práctica de acuerdo a las ideas de este, expuestas en su discurso en la clase de artes y ciencias de la Sociedad Patriótica, y con posterioridad con una serie de creaciones institucionales, entonces ambiciosas:

. Es preciso fundar una escuela en que se estudien las Matemáticas; otra de Física Experimental…… plantar un jardín botánico al cuidado de un maestro perfectamente enterado de los métodos.[8]

A pesar de estos primeros intentos de la sociedad patriótica, plasmados por los proyectos de Arango y Calvo de la Puerta, la fatalidad acompañó el despertar de la cultura científica cubana, siendo estos los primeros intentos de la intelectualidad cubana para lograr el avance científico en la Isla y su encaminación hacia el despegue de los estudios superiores de botánica en Cuba.

En lo referente a la creación de una escuela de Botánica, en las memorias de la Sociedad Patriótica se reflejan también los intentos del botánico francés Pedro Lacomte. Este fue nombrado correspondiente del Real Jardín madrileño por el intendente Joseph Pérez Caballero, para recorrer los montes de Cuba y Nueva España y examinase las plantas dignas de trasplantar y cultivarse en el jardín de la corte. Luego los planos continuaron por medio del cirujano Mariano Espinosa quien fue nombrado correspondiente del Real Jardín Botánico de Madrid y expuso sus planes a Martín de Sessé, el director de la Real Expedición Botánica a Nueva España el cual llegaba en esos días a La Habana.

En 1795, Pedro Juan de Erice y Nicolás Calvo de la Puerta fueron los encargados de presentar un informe para dirigir los trabajos del Consulado en el que volvían a manifestar su preocupación por la falta de una enseñanza científica en La Habana:

….. Quien hubo aquí jamás que desease aprender quanto quisiera de teología, cánones y leyes que dejaba de conseguirlo a causa de no tener escuela donde aprenderlo. Pero quantos y quantos son los que malogran su deseo de aprender porque en toda esta isla cuya población de blancos es mayor que la de ninguna de las Antillas no hay absolutamente una sol de Matemática, ni de Física, ni de anatomía y ni de Botánica, ni de Química[9]………

Sin considerar la botánica, todavía proponía Arango y Parreño junto a su pariente Calvo de la Puerta en 1797, la fundación de un instituto habanero para establecer en la cuidad la enseñanza de varias asignaturas importantes y que sería financiado por los fondos del seminario de San Carlos.

Partes: 1, 2
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