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Las líneas de investigación como sustrato Onto – epistemológico para la formación de Competencias sociales (página 2)


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Descriptores: The Higher Educational – Investigations Lines – Social Skills

"Una nueva ontología epistémica emerge para la concepción de las líneas de investigación. Se trata de visionar un ámbito de mediación cognoscitivo – afectivo – social para consolidar interacciones cooperativas ("ir con el otro"), en una dinámica relacional como sustrato para la formación de competencias sociales".

Schavino (2009)

Abordaje ontológico

Las instituciones de Educación Superior, específicamente las universidades deben asumir, producto de las permanentes tensiones, transformaciones y cambios onto – epistemológicos, una doble función paradójica: por una parte adaptarse a la postmodernidad científica e integrarla a sus saberes y haceres para responder oportunamente a las necesidades fundamentales de la sociedad; por la otra, erigirse en un espacio pródigo para la generación y construcción del conocimiento, lo cual implica necesariamente transformar el pensamiento que orienta sus acciones, adecuar sus formas de gestionar el conocimiento y ofrecer una educación transdisciplinaria, multidimensional y transprofesional.

De lo que se trata es de impulsar el tránsito de la concepción reproductora, instrumentalista y debilitada socialmente de la universidad, a la emergencia de un espacio de construcción y difusión colectiva de saberes, como centro de pensamiento crítico y como vector socializador de alta responsabilidad nacional y global.

En este marco definitorio de profundas reformas, cabe destacar el papel fundamental de las universidades como núcleos académicos para la construcción y apropiación del conocimiento, es decir como espacios vitales para la expresión colectiva de los procesos de investigación.

Dichas reformas se han adelantado en los últimos años e implican nuevas concepciones para analizar la educación en general y la investigación en particular, más aún en un contexto epocal caracterizado por fuertes transformaciones socioculturales que implican profundos cambios en el pensamiento y en la praxis. En este marco circunstancial, se le presenta al investigador una realidad compleja que sacude fuertemente a la educación, demandando una posición flexible, ética, solidaria, abierta, reflexiva e investigativa.

Derivado de lo precedente, se asume como postura argumentativa de este estudio por una parte que la construcción y apropiación del conocimiento es un proceso organizado y sistemático, que debe ser abordado desde las líneas de investigación como espacios interactivos y de formación de competencias sociales que integran a una comunidad de investigadores identificados con el desarrollo del conocimiento en un área determinada y que debe tener una proyección social, en la medida en que no solamente respondan a las demandas del entorno académico, productivo y social, sino también siguiendo a Fergusson (2005), tengan pertinencia social al ampliar su "contribución a la comprensión teórica de problemas de diversa índole, a la elevación del nivel cultural y educativo de sectores socialmente excluidos y a la profundización de una cultura política democrática" (p. 19).

Respecto al primer argumento, es importante señalar que el proceso de construcción y apropiación del conocimiento como acto investigativo, debe necesariamente ser un proceso organizado y sistemático. De acuerdo con lo cual, las instituciones universitarias deben revisar y repensar sus esquemas investigativos – organizacionales a los fines de proveer las estructuras idóneas para tal cometido. Siendo las cosas así, es factible organizar los procesos de investigación, en fases, secuencias y etapas que darían cuenta de la sistematicidad, como requerimiento sustantivo del mismo.

Seguidamente se grafica, este ideal de expresión universitaria:

Gráfico 1

Ideal de Expresión Universitaria

edu.red

En torno a las líneas de investigación

En referencia a las líneas de investigación, estas se asumen como espacios investigativos que integran a una comunidad de investigadores identificados con el desarrollo del conocimiento en una determinada área, cuyos productos son demandados por el entorno social – global.

La conformación de estos espacios o circuitos de investigación, amerita impulsar el tránsito de la concepción agotada, excluyente, tradicional y descentralizada del investigador libre – individual, a la formación de equipos de investigadores con connotaciones transindividuales y colectivas. No se trata entonces de monopolizar el conocimiento, sino de socializarlo a los fines de cumplir con las grandes políticas sociales y económicas, que en un marco profundamente democrático y humano, se coloquen a la disposición de la sociedad como saberes pertinentes.

Asociado a lo anterior, el conformar líneas de investigación debe propugnar el agenciamiento de la participación colectiva de la comunidad universitaria en las actividades propias del quehacer investigativo. Decimos entonces, que de una práctica exclusivista y elistéstica, asumida por una minoría con fines absolutamente individualistas se debe trascender cualitativamente a una acción de inclusión participativa – social – protagónica, donde todos los actores tengan acceso y posibilidad de incursionar en dicha práctica.

En este orden, la consolidación de las líneas de investigación amerita de la voluntad de convivir y cohesionar al grupo de investigadores en un conjunto de proyectos comunes.

Siendo las cosas así, y de acuerdo con Chacín y Briceño (2001), las líneas de investigación, son un campo fructífero para la transformación del conocimiento, ya que están sustentadas en una práctica de aprendizaje en equipo, donde los constructos mentales y los supuestos individuales pasan a una esfera de intersubjetividad, enriqueciendo compromisos, valores y conceptos comunes.

En sintonía con tales criterios para Pirela y Otros (2003):

El intercambio social en el seno de las líneas de investigación contribuye al reconocimiento del otro y se complejiza en la comprensión empática, lo cual exige una relación estrecha, sensibilidad a las percepciones y sentimientos de los otros, recibir retroalimentación de las acciones y más aún una relación de aceptación y reconocimiento (p. 17).

Articulando con este discurso, la investigación como práctica, esencia y razón de ser de la universidad, exige cambios académicos, pero más aún demanda cambios de actitud, de posiciones ante la vida, de profundas transformaciones que arrancan desde nuestra revisión como personas, lo cual significa incorporar la esencia del ser humano, sentimientos, ideas, criterios, inquietudes y creatividad al proceso investigativo.

Es por ello que la actividad investigativa y el conocimiento por ella generado, no deben ser sesgados por límites convencionales, fraccionados, divididos o parcelados, sino que deben gozar de toda su amplitud y multiplicidad, por cuanto constituyen una totalidad, un conjunto de iniciativas personales y colectivas, de ideas innovadoras.

Sobre la base de tales planteamientos, resulta impostergable enfrentar el reto de comprender los procesos e intercambios intersubjetivos que se producen en los espacios universitarios de las líneas como lugares de reflexión y de innovación, de experiencia vital y manifestación del quehacer investigativo.

Conforme a este planteamiento Balza (2006), denota que cuando se investiga en redes de trabajo es posible juntar saberes provenientes, tanto de las capacidades y experiencias individuales, como aquellos derivados de los distintos campos disciplinares. La red investigativa, genera una interacción cognoscitiva sinérgica y comunicacional que estimula la criticidad y permite conjugar en un sólo plexos, experiencias, teorías, paradigmas y métodos con un propósito común, el cual es enriquecer el conocimiento desde el holos y la transversalidad de la sabiduría humana.

En sintonía con lo precedente, investigar implica asumir un modo y un proyecto de vida, que solo tiene sentido si es compartido, en una dimensión más comunitaria que tienda puentes hacia un espacio de inclusión y fomento de competencias sociales.

Desde esta perspectiva, cabe citar a Maturana (1994), quien definía la convivencia como un espacio de relaciones consensuado. Desde ahí considero que crear dicho espacio para la construcción social del conocimiento, supone un reto al que deben responder las universidades y desde donde resulta imprescindible la participación de todos los actores universitarios y sociales, como epicentro de la construcción democrática.

En este orden de consideraciones, es vital la concreción de la universidad como un escenario de producción social, ya no vista entonces desde la concepción tradicional de "recinto cerrado" o "claustro del conocimiento", sino como una organización o sistema abierto al influjo social y más aún con capacidad para dar respuesta a las necesidades y demandas cognoscitivas de un contexto epocal, donde lo permanente es el cambio, la transformación y el desafío es permanecer a la vanguardia del conocimiento socialmente pertinente.

Asociado a lo expuesto y como aspecto nuclear de esta discusión epistémica , las líneas de investigación se postulan como esferas de vivencias y como vida cotidiana del investigador que fundan una nueva perspectiva de lo social, soportada en una red de interacciones entre sujetos que observan, opinan, sienten, consideran, que dicen o responden, en una concepción de realidad significante en que queda develado el intercambio subjetivo y donde cada integrante del circuito de investigación, debe involucrarse plenamente y sumegirse en dicha trama conductual.

De allí que se postula como una necesidad impostergable y vital, buscar, organizar y sustentar una nueva concepción de las líneas de investigación, que la profundice, la teorice y la convierta en un escenario humano y social.

Prosiguiendo con el hilo discursivo, se plantea que el saber – conocimiento generado en estos espacios de investigación debe responder a los altos intereses socio – colectivos. Así pues, Schavino (2005), propone la concepción de "universidad productiva" como:

Una organización esencialmente humana, competitiva, dialógica, innovadora, abierta a la pluralidad y la diversidad, pero profundamente social y comunitaria, en la medida que el conocimiento construido logre permear sus fronteras hacia la solución de los grandes problemas sociales, logrando una visión de sinergía y complementariedad relevante (p. 50).

En concordancia con lo citado, la universidad debe educar para una nueva sociedad, con una visión global y regional al mismo tiempo, teniendo como gran destinatario al colectivo. Este desideratum implica una relación dialógica y dinámica entre el hombre y la sociedad, sobre la base del saber construido y por construirse, de un saber necesario para desarrollar acciones socializadoras que garanticen la evolución de una sociedad en permanente cambio.

En este marco definitorio se postula a las líneas de investigación como sustrato ontoepistemológico para la formación de competencias sociales, por cuanto se considera que la calidad y profundidad del conocimiento generado en estos ámbitos académicos, debe estar muy relacionado con las competencias sociales que representan la combinación de habilidades, actitudes, técnicas y conciencia tanto del sentido como de las consecuencias y prácticas sociales. Es así, como se permea una nueva ontología para asumir desde las líneas de investigación la formación de competencias para lo colectivo, la ciudadanía, lo social – protagónico y lo cultural.

Frente a esta postura, se comparten las apreciaciones de Contreras (1997) para quien las competencias son consecuencias de compromisos, éticos y sociales puesto que se alimentan de las experiencias en las que deben afrontarse situaciones dilemáticas y conflictos y donde entran en juego el sentido y las consecuencias de la práctica social.

Así las competencias sociales poseen un carácter funcional en cuanto implican modos de conducta inteligente puestos al servicio de la voluntad, a objeto de alcanzar estados mayores de desarrollo o dominio de capacidad para integrarnos con otros y realizar una vida social plena.

Atendiendo a lo expuesto conformar líneas de investigación, implica abrir espacios de encuentro para la generación del conocimiento. Se trata de construir colectivamente modelos de prácticas democráticas para el desarrollo de competencias sociales, sobre la base del saber necesario que permita apuntalar el desarrollo humano.

Dentro de este orden de ideas Chacín y Briceño (2001), consideran que la formación de un equipo de investigación implica compartir un conjunto de normas y valores individuales, colectivos e institucionales, que de una u otra manera inciden no solo en la productividad y efectividad del trabajo realizado, sino en el logro de una mayor identificación del grupo con el trabajo y con la propia institución.

Ello refuerza y fomenta aspectos tales como la confianza mutua, el grado de aceptación a los demás, los sentimientos positivos, la perseverancia, la criticidad, la autonomía, la solidaridad, la conciencia colectiva, el código ético común y muchos otros que contribuyen a valorizar la investigación colectiva en contraposición a la individualizada y a una recuperación energética y ganancia de espacios en beneficio de una mejor calidad de vida.

Más particularmente se asume que los sistemas de conocimiento no son suficientes si no están integrados por sistemas de competencias sociales que garanticen la adquisición sólida, el uso y la aplicación consciente, reflexiva, humana y creadora de estos conocimientos. De acuerdo con lo expuesto, las competencias sociales, se relacionan con la capacidad de integrarse a una sociedad y alcanzar autonomía en ella, e implica modos de conducta puestas al servicio de la sociedad para el logro de una realización plena, lo cual denota un compromiso para la solución de problemas vitales y construcción del porvenir.

A continuación se plasman los planteamientos precedentes:

Gráfico 2

Las Líneas de Investigación como Sustrato Ontoepistemológico para

la Formación de Competencias Sociales

edu.red

Fuente: Schavino (2008)

A manera de reflexiones

– Las competencias sociales vinculadas a los valores y afectos, cobran sentido al actuar como ámbito de mediación entre el acceso al saber cognoscitivo y el saber afectivo, relacionando la valoración con la acción y descubriendo en cada experiencia el sentido de esa acción.

– La consolidación de este ámbito de mediación cognoscitivo – afectivo – social (líneas de investigación) permitirá:

– Compartir saberes

– Fortalecer las relaciones dialógicas

– Aceptar múltiples perspectivas de enfocar la existencia.

– Interactuar socialmente, aceptando la construcción de versiones múltiples de la realidad.

– Facilitar el tránsito de un proceso de reproducción de conocimientos, hacia un proceso de producción de conocimientos – socialmente pertinentes.

– Replantear la relación investigador – investigado – investigador.

– Conferir gran importancia a las vivencias, percepciones, estrategias, resistencias, sentimientos y experiencias de los investigadores.

– Aprender, construir y reconstruir en colectivo.

– Asumir actitudes de compromiso hacia metas superiores de convivencia.

-Consolidar interacciones cooperativas ("ir con el otro") en una dinámica relacional, como sustrato para la formación de competencias sociales.

Lista de referencias

Balza, A. (2006). Las Líneas de Investigación como Eje de la Formación Doctoral en Venezuela. Una Discusión desde la Transdisciplinariedad del Conocimiento. En Entretemas: Revista Venezolana de Investigación Educativa. Año 3, Nº 5 de Julio – Diciembre, 2006. El Mácaro.

Chacín, M. y Briceño, M. (2001). Como Generar Líneas de Investigación. Taller Tipográficos de Miguel Angel García e hijo. Caracas, Venezuela.

Contreras, J. (1997). La Autonomía del Profesorado. Madrid, España: Morata.

Damiani, L. (1997). Epistemología y Ciencia en la Modernidad. El traslado de la Racionalidad de las Ciencias Físico – Naturales a las Ciencias Sociales. Venezuela: Ediciones FACES- UCV.

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Hevia, O. (2001). Reflexiones Metodológicas y Epistemológicos sobre las Ciencias Sociales. Caracas, Venezuela: Fondo Editorial Tropykos.

Martínez, M. (1999). La Nueva Ciencia. Su Desafío, Lógica y Método. México: Editorial Trillas.

Maturana, H. (1994). El Sentido de lo Humano. Santiago de Chile, Chile: Dolmen.

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Pirela, D., y Otros (2003). Valores, Afectos y Competencias Sociales. Taller Tipográfico de Miguel Angel García e hijo. Caracas, Venezuela.

Ricoeur, F. (1998). Una Interpretativa de la Cultura. Segunda Edición. Editorial Siglo XX.

Rusque, A. (2003). De la Diversidad a la Unidad en la Investigación Cualitativa. Venezuela: Vadell Hermanos Editores.

Sandín, E. (2003). Investigación Cualitativa en Educación. Fundamentos y Tradiciones. España: . Mc. Graw Hill.

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Autora:

Dra. Nancy Schavino O. de Viloria

Universidad Nacional Experimental

Simón Rodríguez

San Juan de los Morros

Estado Guárico – Venezuela

Enero, 2010

Partes: 1, 2
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