- El hebreo arcaico
- El origen de la escritura
- El origen de la cronometría
- El origen de la semana
- El día solar
- La noche
- El milagro del lenguaje
- Lumbreras celestes
- Conclusión
Este artículo pretende contestar lo más satisfactoriamente posible la siguiente pregunta, basada en el libro sagrado del Génesis: ¿Cómo ha de entenderse el relato del Primer Día Creativo, cuando dice que Dios llamó "Día" a la luz y "Noche" a la oscuridad?
Y Dios procedió a decir: "Llegue a haber luz". Entonces llegó a haber luz. Después de eso Dios vio que la luz era buena, y efectuó Dios una división entre la luz y la oscuridad. Y Dios empezó a llamar a la luz Día, pero a la oscuridad llamó Noche. Y llegó a haber tarde y llegó a haber mañana, un día primero.
Génesis, capítulo 1, versículos 3 a 5.
El hebreo arcaico.
La revista LA ATALAYA del 1-15-1974, páginas 44 a 50, publicada por la Sociedad Watchtower Biblie And Tract, explica, en parte, lo siguiente:
«¿Tuvo el lenguaje de hecho sus orígenes en el pasado lejano a medida que los hombres aprendieron a comunicarse imitando los gruñidos, gemidos y ladridos del mundo animal? Si el lenguaje primitivo fue realmente así de primitivo, ¿cómo es posible que los lenguajes más primitivos que se conocen tuvieran gramática complicada? Y, ¿de dónde provinieron todos los idiomas en cualquier caso? ¿Cómo se desarrollaron tantos lenguajes de modo que hoy existen 2.796 ó más lenguajes hablados, y hasta la tribu más primitiva de la selva habla un lenguaje?…
Las Santas Escrituras, cuyos escritos más primitivos se remontan en su forma presente hasta 1.513 antes de la E.C. (era común), esclarecen mucho el crecimiento y esparcimiento de los lenguajes. Revelan que el lenguaje se originó con Dios. Aun antes que fuera creado el hombre, había lenguaje… El apóstol Pablo reconoció la habilidad de los que moran en las regiones de espíritus para comunicarse, como se muestra por su referencia a "las lenguas de los hombres y de los ángeles" [(en su primera carta a los cristianos Corintios, capítulo 13 y versículo 1)]…
Tal como [Dios] dotó a sus hijos espíritus de este don de expresión, así dotó a su hijo humano Adán. [Dios] no sólo le dio la habilidad para hablar y entender el habla, sino también para formar nuevas palabras, aumentando así el lenguaje, como lo hizo al dar nombres a los animales (Génesis 2: 19). El mismísimo hecho de que [Dios] instruyó a Adán en cuanto al trabajo que debería hacer de llenar la Tierra, cultivarla y tener dominio sobre los animales, así como le advirtió de la desobediencia a Su ley, mostró que Dios le había suministrado a Adán el vocabulario y conocimiento del lenguaje que eran necesarios para permitirle comprender estas instrucciones.
Sin embargo, los animales no compartían este don del lenguaje. Aunque quizás puedan expresar por sonidos sentimientos de temor, cólera, deseo y satisfacción, no obstante como escribió el lexicógrafo Koehler: "Carecen de concepto y pensamiento, el dominio esencial del lenguaje humano". De modo que el lenguaje hablado es un don que el hombre comparte con los ángeles, pero no con las formas inferiores de la creación. El lenguaje verdaderamente es una clave para el conocimiento y la cooperación humana, y forma la base para la inmensa mayoría de todas las comunicaciones. Como declara una enciclopedia: "El pensamiento y las palabras van juntas". Sin palabras uno estaría muy limitado en las instrucciones y pensamientos que pudiera compartir con otra persona, como ha descubierto cualquier viajero en un país extranjero. Parece que sin palabras estaríamos limitados aun en nuestra habilidad para pensar.
Por más de dieciocho siglos después de la creación del primer hombre Adán, toda la humanidad hablaba el lenguaje que originalmente le dio Dios (Génesis 11: 1). Sin embargo, actualmente hallamos que hay cerca de 3.000 lenguajes que se hablan a través del mundo, sin incluir numerosos dialectos regionales.
¿Cómo sucedió esto? El registro bíblico informa que fue en una llanura de Sinar, después del Diluvio, [cuando] los hombres decidieron hacer un nombre para sí mismos edificando una ciudad con una torre que se extendía a los cielos. Evidentemente iba a ser un centro de adoración falsa, ya que los esfuerzos de los constructores eran contrarios a las instrucciones previas de [Dios] a Noé y sus tres hijos casados de esparcirse y llenar la Tierra. Como resultado, [Dios] dijo: ""¡Mira! Son un solo pueblo y hay un solo lenguaje para todos ellos, y esto es lo que comienzan a hacer… Bajemos y confundamos allí su lenguaje para que no escuche el uno el lenguaje del otro." Por eso se le dio el nombre de Babel, porque allí había confundido Jehová [Dios, el Todopoderoso,] el lenguaje de toda la tierra, y de allí los había dispersado Jehová sobre toda la superficie de la tierra".
¿Cómo confundió Dios el entendimiento de ellos del hebreo original, haciendo que la humanidad se dividiera en diferentes grupos lingüísticos? Evidentemente fue por medio de borrar la memoria de su lenguaje anterior y sustituirlo con nuevos vocabularios y gramáticas. Como reconocen los estudiantes del lenguaje, hay varias familias de lenguajes. No hay evidencia de que todas se remonten al lenguaje original de Adán ni de que todas sean variaciones del hebreo, sino, más bien, brotan de la variedad de lenguajes que se originaron al tiempo de Babel. Cada uno tiene su propio vocabulario y manera de formar pensamientos, de modo que la gente realmente piensa en diferentes modelos de lenguajes, dependiendo de la gramática y de las desinencias de las palabras, por ejemplo. Por consiguiente, el capítulo diez de Génesis habla de los setenta grupos nacionales que vinieron de Noé y los lenguajes que Dios dio en Babel, diciendo: "Procedente de éstos la población de las islas de las naciones se esparció por sus tierras, cada una según su lengua, según sus familias, por sus naciones".
A medida que transcurría el tiempo, dialectos, aun nuevos lenguajes relacionados con estos lenguajes originales, empezaron a desarrollarse debido a una variedad de factores, tales como barreras geográficas, distancia, asociación con otros pueblos y conquistas. Pero, aparte del hebreo, se puede demostrar que todos estos grupos o familias de lenguajes provienen de la cuna de los nuevos lenguajes del mundo en las llanuras de Sinar. Por lo tanto el docto en lenguaje sir Henry Rawlinson hizo notar: "Si fuésemos a ser guiados por la mera intersección de senderos lingüísticos, e independientemente de toda referencia al registro bíblico, todavía se nos llevaría a escoger las llanuras de Sinar, como el foco del cual habían irradiado las diversas líneas". Otro factor interesante acerca de estos lenguajes dados divinamente es que, en vez de ser muy sencillos y primitivos, informa Science News Letter, a menudo eran mucho más complejos que los lenguajes europeos modernos. ¿Cómo sería posible esto si los lenguajes evolucionaron de la etapa de gruñidos y gemidos?
Los dialectos y variaciones dentro de las familias de lenguajes que tenemos hoy día se pueden atribuir a la habilidad que [Dios] le dio al hombre en conexión con el lenguaje. Tal como Adán tuvo la habilidad de añadir palabras a su vocabulario, así el hombre ha podido añadir a su propio vocabulario y hasta aprender nuevos lenguajes. Abrahán, por ejemplo, evidentemente no tuvo ninguna dificultad en conversar con el pueblo camítico de Canaán, y no se menciona que se hayan usado intérpretes (Génesis 23: 7-15). Es posible que supiera el lenguaje de Akkad, que se usaba extensamente en la zona a la cual se había mudado. Más tarde, el relato bíblico indica, José aprendió egipcio mientras estuvo en Egipto, muy probablemente mientras era esclavo de Potifar, y por eso pudo conversar libremente con Faraón.
Pero para no revelar prematuramente su identidad cuando primero habló con sus hermanos hebreos recurrió a un intérprete.
[Es interesante lo que indica el libro de Hechos de los Apóstoles, al decir que fue] en el Pentecostés del año 33 E.C. cuando [Dios] volvió a demostrar su habilidad que infunde temor reverencial en conexión con el lenguaje en el momento en que los cristianos primitivos reunidos en Jerusalén súbitamente fueron dotados […] de la habilidad para hablar en muchos lenguajes que no habían conocido antes. Pero esta vez [Dios] aumentó el conocimiento lingüístico que ya tenían estos discípulos de Jesús, en vez de borrar de su memoria su lenguaje nativo, como había hecho en Babel. El propósito de este don de lenguajes adicionales fue diferente también… no para desviar a los hombres de un propósito incorrecto, sino para promover el esparcimiento de la adoración verdadera y el conocimiento del Creador entre gente de muchos lenguajes (Hechos 2: 1-11)».
La revista DESPERTAD de noviembre-2007, páginas 16 y 17, publicada por la Sociedad Watchtower, informa lo siguiente:
«La Biblia indica que los israelitas eran un pueblo alfabetizado. Sin embargo, los críticos disentían y afirmaban que la historia bíblica se había transmitido por tradición oral, un método poco confiable. Su teoría sufrió un gran revés en 2.005 cuando los arqueólogos descubrieron en Tel Zayit, a medio camino entre Jerusalén y el Mediterráneo, un alfabeto arcaico inscrito en piedra caliza, quizás el alfabeto hebreo más antiguo jamás hallado.
Fechado en el siglo X antes de la E.C., este hallazgo indica la existencia de instrucción formal para escribas, un alto nivel cultural y una burocracia israelita de rápido crecimiento en Jerusalén. Así pues, contrario a las opiniones de los críticos, parece que al menos para ese siglo ya los israelitas conocían la escritura y, por tanto, estaban en condiciones de consignar su propia historia».
Así, pues, todo parece indicar que la escritura hebrea se remonta hasta un pasado bastante lejano y que el hebreo arcaico (es decir, el hebreo más primitivo) era el lenguaje original de la humanidad. Este hebreo ancestral o arcaico debió ser, consecuentemente, el idioma que el Creador implantó en la mente del primer hombre cuando lo trajo a la existencia.
El origen de la escritura.
El tomo primero de la obra PERSPICACIA PARA COMPRENDER LAS ESCRITURAS, páginas 837 y 838, editado por la Sociedad Watchtower en 1991, explica:
«Al primer hombre Adán se le dotó con la facultad de hablar un idioma. Sin embargo, en un principio debió tener poca o ninguna necesidad de escribir. En aquel entonces toda la comunicación de Adán podía ser verbal, y, como hombre perfecto, no tendría que depender de un registro escrito que compensara una memoria imperfecta. No obstante, tenía la capacidad de idear algún método de escritura, pero la Biblia no dice nada con relación a que escribiera, ni antes ni después de su transgresión.
Las palabras "éste es el libro de la historia de Adán" han llevado a algunos a la conclusión de que Adán fue el escritor de este "libro" (Génesis 5: 1). Comentando sobre la frase "ésta es la historia" ("éstos son los orígenes"), que aparece con frecuencia en el libro de Génesis, P.J. Wiseman dice: "Es la frase de conclusión de cada sección, y por lo tanto se remite a una narración previa […]. Suele referirse al escritor de la historia o al propietario de la tablilla que la contiene" (New Discoveries in Babylonia About Genesis, 1949, página 53).
Un examen del contenido de estas historias pone en tela de juicio la corrección de las conclusiones de Wiseman. Por ejemplo, según esta opinión, la sección que empieza en el versículo 10 del capítulo 36 de Génesis debería concluir con las palabras de Génesis 37: 2: "Ésta es la historia de Jacob". Sin embargo, casi todo el relato tiene que ver con la descendencia de Esaú y sólo habla de Jacob de forma incidental. Por otra parte, el relato que sigue presenta extensa información sobre Jacob y su familia. Es más, si esta teoría fuera correcta, significaría que Ismael y Esaú fueron los escritores o propietarios de los documentos más extensos sobre los tratos de Dios con Abrahán, Isaac y Jacob. Esto no parece razonable, pues supondría que quienes no tuvieron ninguna participación en el pacto abrahámico fueron los más interesados en él. Sería difícil aceptar que Ismael tuviera tanto interés por acontecimientos relacionados con la casa de Abrahán como para conseguir un registro detallado de éstos, que en su mayor parte ocurrieron mucho tiempo después que se le despidió con su madre Agar (Génesis 11: 27b – 25: 12).
De igual manera, no hubiera habido ninguna razón para que Esaú, que no tenía ningún aprecio por las cosas sagradas (Hebreos 12: 16), escribiera o fuera propietario de un relato que tratara principalmente sobre los acontecimientos de la vida de Jacob, acontecimientos que Esaú mismo no presenció (Génesis 25: 19 – 36: 1). Además, no parece lógico concluir que Isaac y Jacob no se interesaran en poseer un registro de los tratos de Dios con ellos, contentándose sólo con breves registros de genealogías ajenas (Génesis 25: 13–19a; Génesis 36: 10 – 37: 2a).
[Por otra parte, no] se puede precisar si algunos de los relatos del libro de Génesis se escribieron antes del Diluvio, y la Biblia no contiene ninguna referencia a escritura antediluviana. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la edificación de ciudades, la manufactura de instrumentos musicales y la forja de herramientas de hierro y de cobre empezaron mucho antes del Diluvio (Génesis 4: 17, 21, 22). Por lo tanto, es razonable pensar que los hombres tuvieran poca dificultad en inventar también un sistema de escritura. Puesto que en un principio sólo había un idioma (que más tarde llegó a conocerse como hebreo…) y los que siguieron hablando ese idioma, los israelitas, utilizaron un alfabeto, la escritura alfabética pudo haber existido antes del Diluvio».
El origen de la cronometría.
La página 147 del tomo I de la obra PERSPICACIA PARA COMPRENDER LAS ESCRITURAS dice, en parte:
«La principal palabra hebrea para "año", scha·náh, proviene de una raíz que significa "repetir; hacer de nuevo", y, al igual que su equivalente griega e·ni·au·tós, conlleva la idea de un ciclo de tiempo. El paso de las cuatro estaciones marca visiblemente un período anual; las estaciones se deben a la inclinación del eje de la Tierra con relación a su plano de traslación, y se suceden en el tiempo en que la Tierra completa su órbita alrededor del Sol. De este modo el Creador proporcionó un medio para medir el tiempo en términos de años. Además, con las fases regulares de la Luna se puede subdividir el año en períodos más cortos. Este modo de medir el tiempo está indicado en el mismo comienzo del registro bíblico.
Desde el principio, el hombre hizo uso de estos indicadores de tiempo provistos por Dios, y midió el tiempo en términos de años, que a su vez subdividió en meses. La mayor parte de los pueblos antiguos usaron un año de 12 meses lunares. El año lunar común tiene 354 días y consta de meses de 29 ó 30 días, dependiendo de la aparición de cada luna nueva, por lo que es aproximadamente 11+1/4 días más corto que el verdadero año solar de 365+1/4 días (365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos)…
El primer registro de cómo se dividía el año en tiempos antiguos data de los días de Noé. Es evidente que él dividió el año en 12 meses de 30 días cada uno, pues en Génesis 7: 11, 24 y 8: 3-5, el "diario" que mantuvo muestra que 150 días eran equivalentes a 5 meses. En este relato se mencionan directamente los meses segundo, séptimo y décimo del año del Diluvio. Entonces, después del primer día del décimo mes transcurre un período de 40 días y dos períodos de 7 días cada uno, lo que hace un total de 54 días (Génesis 8: 5-12). Luego transcurre un período de tiempo indeterminado desde que Noé envía el cuervo hasta la primera vez que envía la paloma (Génesis 8: 6-8), y en Génesis 8: 12 también se habla de otro período indeterminado después de la tercera y última vez que envía la paloma. En el siguiente versículo hallamos que se menciona el primer día del primer mes del año siguiente (Génesis 8: 13). Sin embargo, no se revela qué método usaron Noé o sus antecesores para adecuar el año de meses de 30 días al año solar».
El origen de la semana.
El tomo 2 de PERSPICACIA PARA COMPRENDER LAS ESCRITURAS, páginas 991 y 992, comenta:
«La palabra hebrea "semana" (scha·vú·a?) significa literalmente una unidad o período séptuplo. La palabra griega "sáb·ba·ton", a su vez, se deriva del vocablo hebreo para sábado (schab·báth).
El contar los días en ciclos de siete se remonta a los comienzos de la historia del hombre. El precedente para tal división del tiempo lo puso Jehová Dios, al dividir su período de trabajo creativo en seis días o unidades de tiempo, coronados por un séptimo día de descanso. Después de esto, la siguiente referencia a un ciclo de siete días se menciona con relación a Noé en el tiempo del Diluvio, pero nada se dice acerca de un día séptimo de descanso. En Padán-aram y en Filistea se observaban períodos de siete días en relación con las bodas. También se observó un período de siete días en el funeral de Jacob. Sin embargo, el registro bíblico no indica que estos períodos de siete días se ajustaran a una estructura semanal, empezando regularmente con un día específico seguido de otros períodos comparables de siete días. En el caso de algunos pueblos antiguos, los ciclos de siete días estaban gobernados por las cuatro fases de la luna, y empezaban de nuevo con cada luna nueva. Como un mes lunar dura veintinueve o treinta días, no sería posible contar ciclos completos consecutivos de siete días.
En Génesis 24: 55 aparece una referencia temprana a un período de diez días. En el antiguo Egipto el tiempo se dividía en ciclos de diez días (tres de ellos cada mes), y, como es natural, los israelitas se familiarizaron con esta división durante su larga estancia en Egipto.
Bajo la Ley [de Moisés, junto] con las instrucciones sobre la Pascua, por primera vez hallamos una orden divina que requería la observancia de un período específico de siete días. Este período fue la fiesta anual de las tortas no fermentadas que después celebraron los israelitas a continuación de la Pascua. Tanto el primer día como el séptimo o último tenían que ser días de descanso.
[…] Sin embargo, después de la inauguración de esta semana especial, durante aproximadamente el primer mes del éxodo de los israelitas de Egipto, no se hace mención de ninguna observancia semanal que finalizara con un séptimo día de descanso. Pero después del día quince del segundo mes de su salida de Egipto, Jehová [Dios] comenzó a proveer el maná, y dio por primera vez instrucciones respecto a que se observara regularmente el sábado cada siete días. Tal observancia del sábado resultó en una división semanal de días consecutiva, sin relación alguna con los meses lunares. A este respecto, Dios formuló más tarde un decreto incluido en el pacto de la Ley dado a la nación de Israel mediante Moisés.
[…] Por supuesto, había ciertos períodos de fiesta estipulados en la Ley que duraban siete días y que no empezaban o terminaban necesariamente a la par con la semana normal encabezada por el sábado. Empezaban en un día señalado del mes lunar, de modo que cada año el día inicial caía en un día diferente de la semana. Éste era el caso de la fiesta de las tortas no fermentadas, que iba después de la Pascua y se celebraba del 15 al 21 [del mes hebreo llamado] Nisán, y de la fiesta de las cabañas, que se celebraba del 15 al 21 [del mes hebreo llamado] Etanim. La fiesta de las semanas, o Pentecostés, también se basaba en un cálculo de siete semanas más un día, pero las siete semanas se empezaban a contar el 16 de Nisán, por lo que no siempre coincidían con las semanas normales que terminaban en un sábado.
Los días de la semana no recibían nombre, sino que simplemente eran designados por número, salvo el séptimo día, al que se llamó "sábado". En los días de Jesús y sus apóstoles todavía se seguía ese método, si bien a la víspera del sábado se la llegó a llamar el día de la "Preparación".
[…] Debido a la importancia que el pacto de la Ley concedía al sábado, es decir, el séptimo día, la palabra "sábado" se utilizaba comúnmente para representar toda la semana de siete días.
También se utilizaba para referirse al séptimo año, que era un año sabático de descanso para la tierra. Y también representaba todo el período de siete años o la semana de años que finalizaba en un año sabático. La Misná judía utiliza las expresiones "año séptimo" y "septenio" [literalmente, "semana de años"] en diversas ocasiones».
El día solar.
El tomo 1 de PERSPICACIA PARA COMPRENDER LAS ESCRITURAS, páginas 676 y 677, explica:
«[Dios introdujo la noción de DÍA como] división fundamental del tiempo en el primer "día" del período preparatorio de la Tierra para la ocupación del hombre, cuando la luz difusa penetró la capa de gases que envolvía la Tierra y alcanzó la superficie acuosa, con lo que el planeta, al girar sobre su propio eje, tuvo su primer día y su primera noche. "Efectuó Dios una división entre la luz y la oscuridad. Y Dios empezó a llamar a la luz Día, pero a la oscuridad llamó Noche" (Génesis 1: 4, 5). En este caso, la palabra "Día" se refiere a las horas de luz solar, a diferencia de la noche. Sin embargo, a continuación el registro usa la palabra "día" (hebreo yohm; griego he·mé·ra) para designar otras unidades de tiempo. Tanto en las Escrituras Hebreas como en las Griegas la palabra "día" se usa en sentido literal y figurado o incluso simbólico.
El día solar, la unidad fundamental de tiempo, viene determinada por la rotación completa de la Tierra sobre su eje, es decir, desde el momento en que el Sol pasa por un meridiano, alcanzando el punto más alto al mediodía, hasta que regresa a él. El día solar se divide en dos períodos de doce horas. El primero se designa en algunos países por la expresión latina ante meridiem (a.m.) y el segundo, por la expresión post meridiem (p.m.). Sin embargo, en tiempos bíblicos se emplearon otros métodos para dividir el día.
Los hebreos empezaban su día al anochecer, después de la puesta del Sol, y lo terminaban con la puesta del Sol del día siguiente. El día, por lo tanto, iba de anochecer a anochecer —"desde la tarde hasta la tarde debéis observar su sábado" (Levítico 23: 32)—, lo que seguía el modelo de los días creativos de [Dios]: "Y llegó a haber tarde y llegó a haber mañana, un día primero" (Génesis 1: 5; compárese con Daniel 8: 14).
Los hebreos no fueron los únicos en contar el día desde el anochecer hasta el anochecer, también lo hicieron así los fenicios, los númidas y los atenienses. No obstante, los babilonios contaban el día desde la salida del Sol hasta la salida del Sol, mientras que los egipcios y los romanos lo hacían de medianoche a medianoche, como se suele hacer hoy».
La noche.
El tomo 2 de PERSPICACIA PARA COMPRENDER LAS ESCRITURAS, páginas 494 y 495, señala:
«[La noche es el período] de oscuridad transcurrido desde la puesta del Sol hasta el amanecer, designado por [Dios] como "Noche" (Génesis 1: 5, 14). Entre la puesta del Sol y la oscuridad de la noche hay un corto período crepuscular, después del cual empiezan a verse las estrellas. Los hebreos llamaron a ese tiempo "né·schef", y parece que es al que se refiere la expresión "entre las dos tardes", registrada en Éxodo 12: 6. De manera similar, el crepúsculo matutino aparece al final de la oscuridad de la noche hasta la aurora; a este fenómeno se le denomina con la misma palabra hebrea. Por lo tanto, el escritor dice en el Salmo 119: 147: "Me he levantado temprano en el crepúsculo matutino".
Los hebreos dividían la noche en vigilias… Puesto que en Jueces 7: 19 se habla de una "vigilia intermedia de la noche", parece evidente que en tiempos antiguos había tres vigilias. Al parecer, cada una de ellas abarcaba una tercera parte del tiempo entre la puesta del Sol y el amanecer, es decir, unas cuatro horas, dependiendo de la época del año. Por lo tanto, la primera vigilia iba desde las 18:00 hasta las 22:00 horas. La "vigilia intermedia de la noche" empezaba aproximadamente a las 22:00 y duraba hasta las 2:00 de la madrugada, más o menos… A la tercera vigilia se le llamó la "vigilia matutina", e iba aproximadamente desde las 2:00 de la madrugada hasta la salida del Sol…
Los judíos, al menos para el tiempo de la dominación romana, habían adoptado la práctica, tanto griega como romana, de tener cuatro vigilias nocturnas. Jesús debió referirse a esas cuatro divisiones cuando dijo: "Por lo tanto, manteneos alerta, porque no sabéis cuándo viene el amo de la casa, si tarde en el día o a medianoche o al canto del gallo o muy de mañana" (Marcos 13: 35). La vigilia "tarde en el día" iba desde la puesta del Sol hasta la hora tercera, más o menos las 21:00 horas. La segunda vigilia, llamada la "medianoche", empezaba a las 21:00 y finalizaba a medianoche. El "canto del gallo" abarcaba desde la medianoche hasta aproximadamente las 3:00 de la madrugada… Finalmente, la cuarta vigilia iba desde las 3:00 de la madrugada hasta el amanecer, período al que también se llamaba "muy de mañana".
Mientras que para los judíos el nuevo día empezaba con la puesta del Sol, para los romanos la medianoche era el punto fijado para la finalización y comienzo del día. De este modo se evitaba el problema resultante de alargar y acortar las horas de luz diurna debido a las estaciones (como ocurría cuando empezaba el día con la puesta del Sol), y permitía una división del día en dos períodos iguales de doce horas en cualquier época del año. Ésta es la práctica extendida en la mayoría de las naciones hoy en día».
El milagro del lenguaje.
La revista DESPERTAD del 22-9-2003, páginas 8 y 9 explica: «"Cuando estudiamos el lenguaje humano —escribió el lingüista Noam Chomsky—, nos acercamos a lo que algunos podrían llamar la "esencia humana", las cualidades distintivas del entendimiento que, por lo que sabemos hasta ahora, son específicas del hombre". Barbara Lust, profesora de Lingüística y Desarrollo Humano, señaló: "Con solo tres años, los niños ya poseen un conocimiento tan asombroso, complejo y preciso de la estructura y la sintaxis del idioma, que resultan insuficientes las explicaciones sobre la adquisición del lenguaje propuestas en las teorías del aprendizaje que conocemos".
Ahora bien, la Biblia ofrece una explicación clara del milagro del lenguaje humano. Atribuye este don al Creador, Jehová Dios, quien hizo a la humanidad a su "imagen" (Génesis 1: 27). ¿Qué características divinas se manifiestan en nuestras dotes lingüísticas?
Pongamos por caso la facultad de nominar. Frank Dance, profesor de Comunicación Lingüística, escribió que los seres humanos "son las únicas criaturas con la capacidad de poner nombres". Las Escrituras revelan que éste es un rasgo divino. En efecto, en los comienzos del relato de la creación, la Biblia dice que Dios llamó "a la luz Día, pero a la oscuridad llamó Noche" (Génesis 1: 5). Y como muestra Isaías 40: 26, es patente que ha concedido a cada estrella una designación, lo que constituye toda una proeza.
Después de crear a Adán, una de las primeras labores que Dios le encomendó fue poner nombre a los animales, misión que debió de haber puesto a prueba su creatividad y capacidad de observación. Más tarde, el primer hombre llamó a su esposa Eva, y ésta, por su parte, llamó a su primogénito Caín (Génesis 2: 19, 20; 3: 20; 4: 1). Desde aquellos momentos, el ser humano no ha escatimado esfuerzos para poner nombre a todo, movido por su afán de comunicarse inteligentemente, algo que resultaría muy difícil si no dispusiéramos de sustantivos.
Además de tener la facultad y el deseo de nominar, contamos con muchos otros medios para comunicarnos, los cuales no siempre son verbales. Prácticamente no hay límites que nos impidan transmitir y recibir mensajes, sea que reflejen ideas complejas o tiernos sentimientos…».
Lumbreras celestes.
La obra PERSPICACIA PARA COMPRENDER LAS ESCRITURAS, tomo 2, página 260, comenta:
«El relato de Génesis informa que durante el cuarto "día" creativo, Dios hizo que "[llegase] a haber lumbreras en la expansión de los cielos" (Génesis 1: 14, 19). Esto no quiere decir que la luz (hebreo "ohr) misma se originase entonces, puesto que ya existía previamente (Génesis 1: 3). Tampoco significa que el Sol, la Luna y las estrellas se creasen en aquel momento. El versículo inicial de la Biblia dice: "En el principio Dios creó los cielos y la tierra" (Génesis 1: 1). Por lo tanto, los cielos — con sus cuerpos celestes, entre ellos el Sol— existían con una anterioridad indefinida a todo lo sucedido durante los seis períodos creativos descritos en los siguientes versículos del primer capítulo de Génesis.
Ha de tenerse en cuenta que mientras que Génesis 1: 1 registra que Dios "creó" (hebreo bará) los cielos y la tierra en el principio, los versículos 16 y 17 señalan que durante el cuarto "día" creativo, "Dios procedió a hacer [hebreo: una forma de a·sáh] las dos grandes lumbreras, la lumbrera mayor para dominar el día y la lumbrera menor para dominar la noche, y también las estrellas. Así las puso Dios en la expansión de los cielos para brillar sobre la tierra". La palabra hebrea a·sáh, frecuentemente traducida "hacer", puede significar establecer (2 Samuel 7: 11), designar (Deuteronomio 15: 1), formar (Jeremías 18: 4) o preparar (Génesis 21: 8).
Por lo tanto, estos versículos explican la nueva relación del Sol, la Luna y las estrellas, ya existentes, con el planeta Tierra. Durante el primer "día", la luz (hebreo "ohr) empezó a penetrar, probablemente de modo gradual, a través de las capas de nubes que aún envolvían la Tierra, y llegó a ser visible a un observador terrestre, si hubiera estado presente (Génesis 1: 3). Pero el cuarto "día" se produjeron ciertos cambios. Cuando se dice que en aquel día "las puso Dios en la expansión de los cielos", debe entenderse que Dios hizo que las fuentes de luz (hebreo ma·"óhr), como el Sol, la Luna y las estrellas, llegaran a ser perceptibles en la expansión con el propósito de "hacer una división entre el día y la noche" y "servir de señales y para estaciones y para días y años". Además de dar prueba de la existencia de Dios y su majestuosidad, los movimientos aparentes de estas lumbreras permiten que el hombre señale con exactitud las estaciones, los días y los años (Génesis 1: 14-18; Salmo 74: 16; 148: 3).
La misma palabra hebrea (ma·"óhr) se usa para designar los utensilios que alumbraban el tabernáculo, los cuales contenían aceite como combustible (Éxodo 25: 6; 27: 20; 35: 8, 14, 28; Levítico 24: 2; Números 4: 9). Este término también se usa de manera figurada en Proverbios 15: 30, en la expresión "el brillo de los ojos". A Egipto se le advirtió de manera profética que se le retiraría toda la luz debido a que [Dios] oscurecería y cubriría de nubes todas las "lumbreras [de una forma de ma·"óhr] de luz ["ohr] de los cielos" (Ezequiel 32: 2, 7, 8)».
PERSPICACIA PARA COMPRENDER LAS ESCRITURAS, tomo 1, página 571, también comenta:
«Cuando Dios dijo el Día Primero: "Llegue a haber luz", debió penetrar luz difusa a través de ese manto de nubes [primigenio que invadía la atmósfera], aunque todavía no era posible distinguir desde la superficie terrestre las fuentes de las que procedía. Parece ser que éste fue un proceso gradual, como lo muestra la versión (en inglés) de J.W. Watts: "Y gradualmente vino a la existencia la luz" (Génesis 1: 3, A Distinctive Translation of Genesis). Dios efectuó una división entre la luz y la oscuridad, y llamó a la luz Día, y a la oscuridad, Noche. Esto indica que la Tierra giraba en torno a su eje durante su movimiento de traslación alrededor del Sol, de modo que los hemisferios oriental y occidental alternaban períodos de luz y de oscuridad (Génesis 1: 3, 4)».
El libro BUENAS NUEVAS QUE LE HARÁN FELIZ, publicado por la Sociedad Watchtower en 1976, página 61, explica:
«Hace [muchos miles y] miles de años [Dios] procedió a decir: "Llegue a haber luz". Eso marcó el principio del primer "día creativo". Para el fin de ese largo "día," Dios había preparado el camino para que la luz que venía del sol brillara hasta "la superficie de la profundidad acuosa" que arropaba la Tierra. En cuanto a la Tierra ya no había una gruesa pantalla de oscuridad que impidiera una división entre el Día y la Noche en lo que tiene que ver con esta Tierra. Debido a esta luz del "Día," el hombre, a su debido tiempo, podría trabajar y disfrutar de las bellezas de la Tierra que lo rodea, y la "Noche" le permitiría renovar sus energías por medio del dulce reposo».
El libro ¿EXISTE UN CREADOR QUE SE INTERESE POR NOSOTROS?, también de la Sociedad Watchtower, edición de 2006, página 94, señala:
«Parece ser que la Tierra ya estaba en órbita alrededor del Sol y era un globo cubierto de agua antes de que empezaran los seis "días", o períodos, de obras creativas especiales. "Había oscuridad sobre la superficie de la profundidad acuosa" (Génesis 1: 2). En aquel tiempo primitivo algo, quizá una mezcla de vapor de agua, otros gases y polvo volcánico, debió impedir que la luz del Sol llegara hasta la superficie de la Tierra. La Biblia explica el primer período de la creación de esta manera: "Dios procedió a decir: "Haya luz"; y gradualmente llegó a existir la luz", es decir, llegó a la superficie terrestre (Génesis 1: 3, traducción de J.W. Watts).
La expresión "gradualmente llegó a" refleja con exactitud un estado del verbo hebreo que denota una acción progresiva que tarda un tiempo en completarse. Todo el que lea el primer capítulo de Génesis en hebreo puede hallar unas cuarenta veces esta forma, la cual es un factor clave para la comprensión de dicho capítulo. Lo que Dios empezó en la tarde figurativa de un período creativo se hizo progresivamente claro o evidente en la mañana de ese "día" (Los hebreos contaban el día de puesta de sol a puesta de sol). Por otra parte, lo que se empezaba en un período no tenía que estar completamente terminado antes de comenzar el siguiente período. A modo de ejemplo: la luz empezó a aparecer gradualmente en el primer "día", pero no fue hasta el cuarto período creativo cuando el Sol, la Luna y las estrellas pudieron distinguirse con claridad (Génesis 1: 14-19)».
La revista DESPERTAD del 8-6-1991, página 13, expone: «En la Biblia, el estado imperfecto de los verbos hebreos utilizados en el capítulo 1 de Génesis indica que la creación fue una actividad divina de carácter progresivo. Además, los días creativos de dicho capítulo no fueron de veinticuatro horas, sino períodos que se extendieron por muchos miles de años.
Por ejemplo, Génesis 1: 3 dice que la creación de la luz tuvo lugar en el primer día. Según la traducción inglesa de J.W. Watts, este versículo dice: "Después Dios procedió a decir: "Haya luz"; y gradualmente llegó a existir la luz". La traducción inglesa de Benjamín Wills Newton lo vierte con el mismo sentido de desarrollo continuo de un proceso que se ha comenzado en un momento dado: "Y Dios procedió a decir [futuro]: Que la Luz llegue a ser, y la Luz procedió a llegar a ser [futuro]" (Los corchetes son de Newton). La intensidad de la luz que penetró hasta la superficie terrestre fue aumentando, y ese proceso continuó en el futuro (Véase la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras [con referencias], publicada por la Sociedad Watchtower Bible and Tract de Nueva York, Inc., Apéndice 3C, páginas 1571-2).
La "creación" de la luz con respecto a la Tierra que comenzó en el primer día no terminó ese día. Por supuesto, las fuentes de la luz ya existían antes de aquel primer día, pero no eran visibles desde la superficie terrestre (Génesis 1: 1). Durante el primer día, las capas de nubosidad que envolvían la Tierra como si fueran "pañales" (Job 38: 9) empezaron a disiparse y así permitieron que penetrase hasta la superficie terrestre un poco de luz difusa. A medida que esas capas interferentes se disiparon cada vez más, la luz que penetraba se hacía más intensa».
La revista LA ATALAYA del 1-1-2004, página 28, dice: «¿Cómo produjo Dios la luz el primer día si las lumbreras no se hicieron hasta el cuarto día? El verbo hebreo traducido "hacer" en el versículo 16 no es el mismo que el que se vierte "crear" y "creó" en los versículos 1, 21 y 27 del capítulo 1 de Génesis. "Los cielos", que incluían las lumbreras, se crearon mucho antes de que siquiera empezara el "día primero". Pero su luz no llegaba hasta la superficie terrestre. En el día primero "[llegó] a haber luz" porque la luz difusa atravesó el manto de nubes y se hizo visible en la Tierra, y la rotación de nuestro planeta causó la división entre el día y la noche (Génesis 1: 1-3, 5). Las fuentes de dicha luz aún permanecían invisibles desde la Tierra. Ahora bien, durante el cuarto período creativo se produjo un cambio notable, pues el Sol, la Luna y las estrellas empezaron a "brillar sobre la tierra" (Génesis 1: 17). "Dios procedió a hacer[las]" en el sentido de que ya se podían ver desde la Tierra».
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