TICs y participaci�n ciudadana en la e-Democracia
- 1. Crisis de la democracia
- 2. Relevancia de las nuevas tecnolog�as de la informaci�n y la comunicaci�n para la participaci�n ciudadana en la vida pol�tica
- 3. An�lisis de la situaci�n actual
- 4. Reflexiones finales
- Bibliograf�a
- Notas
ABSTRACT Este trabajo trata sobre como las potencialidades que ofrecen las TICs para un mayor debate p�blico y participaci�n ciudadana en el �mbito de nuestro sistema democr�tico son realmente aprovechadas para, en definitiva, mejorar la calidad de la democracia. La pr�ctica totalidad de los cient�ficos sociales coinciden en prescribir un cuadro cl�nico de la democracia no muy alentador. Se la suele se�alar como t�rmino desgastado, d�bil, liviano, sin sustantividad, de fachadas, alejado de los principios y de los ciudadanos y aquejado de inn�meros males, que si bien no parecen poner en peligro la estabilidad del sistema, s� que debilitan, y cada vez con mayor incidencia y fatalidad, la salud y calidad de vida del mismo. Muchas de estas cr�ticas hacia la democracia parecen estar bastante relacionadas con aquello que Bobbio llam� "las promesas incumplidas de la democracia". Si bien la legitimidad democr�tica, la opci�n por la democracia como reglas de juego, parece estar fuera de duda, s� que se constata un aumento de las actitudes cr�ticas hacia su funcionamiento, con un aumento constante de la desconfianza hacia las instituciones, una falta de inter�s hacia la pol�tica y unos descensos del compromiso c�vico y de las distintas modalidades participativas. Ello no debe ocultar que la democracia representativa contin�a siendo la principal forma de democracia y que el debate acerca de los efectos de las nuevas tecnolog�as sobre la participaci�n pol�tica es un debate principalmente alrededor de la forma de concebir la democracia misma y acerca del modelo participativo democr�tico que preferimos y no tanto sobre una nueva forma de democracia basada exclusivamente en la introducci�n masiva de las nuevas tecnolog�as. 2. Relevancia de las nuevas tecnolog�as de la informaci�n y la comunicaci�n para la participaci�n ciudadana en la vida pol�tica Si tuvi�semos que llegar a un acuerdo y se�alar un rasgo definitorio de las democracias representativas actuales, sin duda alguna, atender�amos de inmediato al concepto de participaci�n pol�tica, como el principal mecanismo con el que cuentan los ciudadanos para transmitir informaci�n sobre sus intereses, preferencias y necesidades, y para obtener respuestas de las autoridades respecto a ellos. En el presente trabajo pretendemos apuntar algunas de las relaciones entre participaci�n pol�tica y uso de las tecnolog�as de la informaci�n y la comunicaci�n (TICs). Para comenzar resulta evidente se�alar la poca capacidad de muchos mecanismos democr�ticos tradicionales en la toma de decisiones, debido principalmente a la falta de participaci�n e impulso popular, a la brecha que parece existir entre gobernantes y gobernados y al individualismo que parece haberse instalado en las nuevas formas de vida (V�zquez, 2004: 58-61). Por ello, en un momento en que las modalidades participativas tradicionales como el voto, los partidos pol�ticos o algunas asociaciones de intereses como los sindicatos muestran claros s�ntomas de crisis, el potencial de las nuevas tecnolog�as adquiere un fuerte protagonismo en el �mbito participativo. La informaci�n disponible a trav�s de Internet permitir�a desde las a los ciudadanos estar mucho m�s informados sobre los asuntos pol�ticos, quienes podr�an articular mejor sus iniciativas, puntos de vista y opiniones a trav�s del correo electr�nico, los foros de debate o los chats, o ejercer plenamente sus derechos pol�ticos en un entorno plenamente digitalizado y seguro, adem�s de estimular el compromiso c�vico. Pero no todos est�n de acuerdo en aceptar que estas consecuencias hayan de derivarse de forma inmediata de la introducci�n de las TICs en nuestras vidas. Sigue siendo un debate abierto y sin respuestas �nicas c�mo establecer la relaci�n entre la proliferaci�n de las TICs y la mejora de las democracias (Subirats, 2002). Para muchos las nuevas tecnolog�as ayudaran sin duda a resolver los problemas que presentan las cl�sicas democracias parlamentarias. Otros, sin embargo, matizan y relativizan el impacto real de las mismas y se muestran m�s esc�pticos. Tampoco faltan quienes pronostican efectos negativos, la mayor�a predecibles, pero tambi�n impredecibles (V�zquez, 2004b). En cualquier caso, los estudios acerca de la mejora de la calidad de nuestras democracias han incluido en los �ltimos a�os a las TICs como un factor altamente relevante. Para muchos ciberoptimistas las tecnolog�as digitales quiz�s sean la innovaci�n m�s importante de nuestro tiempo y el instrumento m�s acertado para la mejora de la democracia. Suelen ser mayor�a quienes apuestan por esta visi�n positiva de las innovaciones tecnol�gicas. Antes de seguir conviene matizar que cuando hablamos de las potencialidades de Internet o de las TICs sobre la participaci�n ha de distinguirse claramente entre las TICs como complemento a las formas tradicionales de la democracia representativa y las TICs como generadoras de nuevas formas de participaci�n virtual, de una nueva ciudadan�a, mucho m�s directa fundamentalmente al margen de las relaciones institucionales (D�ez, 2003: 193). Son muchos los analistas que han subrayado el papel privilegiado y altamente relevante de las nuevas tecnolog�as de la informaci�n en la creaci�n de una democracia m�s aut�ntica, real y participativa. Los efectos positivos de las TICs se refieren tanto al papel de las mismas como complemento de otras formas de participaci�n como en su versi�n m�s puramente cibern�tica. �ngeles D�ez, despu�s de constatar la crisis de la democracia antes referida, presenta una serie de puntos fuertes de las TICs. As�, frente a la p�rdida de legitimidad, la posibilidad de presentar el mundo pol�tico como m�s cercano a los ciudadanos podr�a suponer una recuperaci�n. Las TICs podr�an ofrecer, igualmente, nuevos espacios de deliberaci�n p�blica m�s abiertos a las distintas sensibilidades sociales y al margen de los mecanismos cl�sicos de participaci�n como los partidos y las organizaciones voluntarias de todo tipo. Esto significar�a poder dar voz a una ciudadan�a supuestamente deseosa de una mayor implicaci�n pol�tica (D�ez, 2003: 194) Las tecnolog�as digitales aparecer�an para los ciberoptimistas como mecanismos proveedores de canales alternativos a las modalidades de participaci�n m�s tradicionales asociadas con una democracia representativa pero poco participativa. Como acabamos de se�alar, los ejemplos de estas posibilidades ser�an los chats y canales pol�ticos, el voto electr�nico, los referenda y plebiscitos a trav�s de la red o la revitalizaci�n del asociacionismo y los movimientos sociales. Unas veces las nuevas tecnolog�as ayudan a revitalizar plataformas ya existentes, como en el caso del asociacionismo y, en otras ocasiones, promueven una participaci�n m�s individual al margen de organizaciones ya establecidas. En cuanto a la capacidad c�vica, Internet podr�a actuar como �gora virtual (Norris, 2004: 3-4). Muchas de las visiones esperanzadoras ven en las TICs un potencial democratizador sin precedentes al servir de contrapeso de poder a las instituciones y �lites tradicionales cerradas por lo general hacia la sociedad (Dutton, 1999). Las TICs han supuesto el afianzamiento de la creciente apertura de espacios de autonom�a entre la esfera del poder pol�tico y econ�mico y el �mbito �ntimo de la familia y los amigos. La sociedad civil, la urdimbre c�vica del asociacionismo puede verse afectada muy positivamente por el potencial de comunicaci�n de las nuevas tecnolog�as, haciendo surgir nuevas comunidades reales y virtuales, nuevas identidades, nuevas esferas, donde la reflexividad y la autonom�a son mayores (Webster, 2001). Internet pudiera ser visto como una tecnolog�a capaz de generar capital social, es decir, compromiso y virtud c�vica a partir de redes sociales y relaciones rec�procas de confianza, ya que los lazos sociales existentes podr�an valerse de las ventajas en la distribuci�n de la informaci�n que las TICs ofrecen para ser m�s efectivas (Wellman et al., 1996) Muchos son los que centran el an�lisis en una aplicaci�n espec�fica de las nuevas tecnolog�as, esto es, el voto electr�nico. Este es un ejemplo de aplicaci�n de los nuevos medios y t�cnicas electr�nicos a la pr�ctica m�s significativa de la democracia representativa, pero tambi�n relevante para los modelos de democracia participativa y deliberativa. El propio gobierno espa�ol del PSOE ha dado ya los primeros pasos para que se pueda contar con esta modalidad de sufragio en el pr�ximo refer�ndum para la aprobaci�n de la Constituci�n Europea el a�o pr�ximo (1). En cuanto al eGovernment, Steve Clift ha se�alado que las TICs pueden ayudar a mejorar y profundizar la democracia de m�ltiples formas. Entre ellas las notificaciones y correos personalizados a los ciudadanos, las notificaciones de novedades gubernamentales o el papel de los parlamentos y los consistorios municipales (Clift, 2004: 18-27) En cualquier modo, como ya se nos ha advertido, la posibilidad de mejora de la democracia no queda supeditada a la mera implantaci�n de las TICs, sino que �stas son s�lo un instrumento para acompa�ar una nueva pol�tica de la ciudadan�a, un cambio cultural que conlleve nuevas actitudes y nuevos valores. Si los poderes p�blicos y las sociedades en su conjunto no se decantan hacia una nueva forma de concebir la democracia y la pol�tica, poco tendr�n que ayudar las nuevas tecnolog�as. "As� pues, el debate sobre la soluci�n de los problemas que acechan a la democracia tiene ra�z cultural y no tecnol�gica. En un marco donde se den unas nuevas pautas de comportamiento pol�tico y se puedan aprovechar las potencialidades de las nuevas tecnolog�as aplicadas a la actividad pol�tica" (S�nchez, 2001: 142). 3. An�lisis de la situaci�n actual Como tendremos ocasi�n de comprobar en el an�lisis que sigue, muchas de las ventajas asociadas al uso de las TICs en lo referente al impulso de una democracia m�s fuerte y participativa, no dejan de ser para el caso espa�ol mero dec�logo de buenas intenciones y de deseos bienintencionados. La realidad presenta un panorama a�n bastante alejado de la utop�a cibern�tica que quieren ver muchos. En t�rminos generales y seg�n datos oficiales puede se�alarse que la penetraci�n de Internet en Espa�a es a�n muy insuficiente en todos los �mbitos, desde el acceso personal como usuario en casa o en el trabajo, el comercio electr�nico, las gestiones administrativas on line a la presencia de las nuevas tecnolog�as en las empresas o en la educaci�n (2). "S�lo el 25% de la poblaci�n espa�ola accede a Internet: porcentaje que se expresa en las no muy elevadas conexiones desde el hogar, en los escasos compradores on line y en el bajo porcentaje de teletrabajadores. En el desarrollo de infraestructuras, Espa�a no destaca �en el contexto europeo- ni en el n�mero de tel�fonos, ni en la cantidad de suscriptores de banda ancha, ni en el n�mero de ordenadores" (Welp, 2004: 93). En cualquier caso, bien es verdad que si comparamos la evoluci�n de los �ltimos ocho a�os de usuarios la evoluci�n es m�s que notable y se prev� imparable (Castells y D�az de Isla, 2001: 22). Espa�a en su conjunto sigue estando a la cola de los pa�ses europeos en lo que se refiere al uso de las TICs. Si tomamos como referencia el uso m�s o menos frecuente (al menos una vez a la semana) del correo electr�nico, vemos como, con excepci�n de Hungr�a y Grecia, y en igualdad con Polonia, es el pa�s de la Uni�n Europea con menor uso regular de Internet. Ni tan siquiera dos de cada diez espa�oles consultan su correo o visitan alguna web aunque sea una vez a la semana. La situaci�n es muy diferente es pa�ses del norte de Europa, como Dinamarca, Suecia o Noruega, donde m�s de la mitad de la poblaci�n tiene una utilizaci�n regular de la red.
Es evidente que estas cifras van a condicionar el desarrollo de las nuevas tecnolog�as en el pa�s. Si la ciudadan�a no se muestra demasiado interesada, los poderes p�blicos deber�n doblar sus esfuerzos, ya no s�lo destinados a incentivar el uso sino tambi�n, y previamente, el aprendizaje. A partir de estos datos parece que la utilizaci�n de las TICs para el fomento de la participaci�n y la mejora de la democracia encuentran un primer e importante obst�culo en la falta de p�blico, de receptor, de usuarios. Cuando descendemos al nivel del uso real de la red, recordemos que, hasta el momento limitada a un porcentaje muy escaso de la poblaci�n, afinamos mucho m�s el an�lisis. En lo que se refiere a la administraci�n electr�nica, si bien acabamos de ver que era una de las esferas que mayor inter�s despertaba en ser vinculada a las nuevas tecnolog�as, el uso de Internet en este �mbito es de los m�s bajos. Son pocos quienes realmente utilizan la red para realizar alg�n tipo de gesti�n, como la solicitud de un certificado, la realizaci�n de la declaraci�n del IRPP o la tramitaci�n de alg�n asunto con la Seguridad Social. El uso habitual de Internet se concentra en mayoritariamente en la b�squeda personal de informaci�n, seguido de la lectura de la actualidad y las consultas de ocio.
Puede afirmarse que los principales usos de Internet se centran en actividades l�dicas y recreativas, como la consulta de webs o el uso del e-mail. Si bien estas dos herramientas pueden servir con muy distintos fines, el destino principal de las mismas es un uso privado, de intercambio de mensajes con conocidos o de b�squeda privada de informaci�n o mera consulta. Por su parte, las actividades m�s sociales y "c�vicas" relacionadas con la Red, como pudieran ser las charlas interactivas y, sobre todo, los foros de discusi�n, cuentan con un menor seguimiento. Tan s�lo alrededor del 20% de los espa�oles utiliza alguna o las dos opciones "participativas" de la red. Internet no ha logrado por el momento aumentar el compromiso c�vico de una ciudadan�a individualista centrada en el tiempo libre. Los usos son, como acabamos de ver, fundamentalmente instrumentales y consumistas, relacionados con el ocio y la vida cotidiana de los individuos en general, entendiendo por �sta la relaci�n con los amigos, la familia o el trabajo (Castells, 2002: 138). Internet como generador de oportunidades para la mejora de la calidad de la democracia a partir del fomento de actividades participativas creadoras de compromiso, debate y cooperaci�n es poco menos que inexistente. Incluso la interactividad a trav�s de chats y foros aparece relacionada con las relaciones personales privatistas m�s que con una esfera com�n de compromiso. En cuanto a las administraciones p�blicas, como acabamos de mostrar en la tabla 2, Espa�a a�n tiene a�n un largo camino que recorrer en el desarrollo de la eAdministraci�n. Seg�n un informe de la consultora Accenture, Espa�a se situar�a en el puesto 14 de 22 pa�ses en cuanto a la implantaci�n de la administraci�n electr�nica. El principal �xito hasta el momento, aunque a�n no suficientemente extendido, de la administraci�n on line espa�ola se relaciona con la administraci�n tributaria y la puesta en marcha de la tramitaci�n del IRPF v�a telem�tica. Tambi�n se llevan a cabo importantes esfuerzos para implantar los certificados digitales y el DNI electr�nico. La administraci�n electr�nica, pese a la presencia de todas las administraciones en red, es todav�a un �rea sin apenas desarrollo. Como se ha hecho notar son muy pocas las administraciones que ofrecen la posibilidad de realizar gestiones on line. Adem�s, los canales de participaci�n de que disponen (foros, encuestas, correo electr�nico…) apenas funcionan (3). Los eAyuntamientos comienzan a ser tambi�n una realidad en muchas partes de la geograf�a nacional. Todas las capitales de provincia y muchas otras localidades disponen de su propia p�gina web. Sin embargo, tanto los servicios ofrecidos como el grado de desarrollo son muy dispares entre unos consistorios y otros. Por lo general las webs municipales permiten consultar informaci�n diversa, realizar tr�mites y pagos, descargarse impresos, enviar correos electr�nicos a concejales, participar en chats y foros relacionados con diversos temas de inter�s general u obtener informaci�n sobre los plenos. Los resultados en cuanto al tipo de actividad no son muy diferentes en Espa�a de otros lugares del mundo con un mayor desarrollo de las TICs. Como han demostrado algunas encuestas para EEUU (4) la situaci�n no es muy diferente. La actividad on line m�s efectuada era el uso del correo electr�nico. Entre las cinco primeras se encontraban adem�s la b�squeda de informaci�n relacionada con un hobby, la concerniente a la compra de un producto, la vinculada con los viajes y la consulta por mera diversi�n. Como puede observarse todas ellas actividades muy individualizadas, relacionadas con el tiempo libre, la diversi�n y el consumo. En el otro extremo, entre las opciones menos elegidas se situaban el tomar parte en un chat o el apoyo on line a alguna causa (Howard et al., 2001: 396). En ese mismo a�o, otras fuentes del pa�s se�alaban que tan s�lo el 18% de los adultos usuarios de Internet lo hab�an hecho para acceder a webs gubernamentales o administrativas (5). No sorprende entonces que desde los �ltimos a�os noventa, los sitios .com. dedicados al comercio electr�nico han desplazado a los dedicados a la educaci�n que unos a�os antes encabezaban la lista de los m�s visitados (Sunstein, 2004: 115). En esta democracia de consumidores "los procedimientos fundamentales son aquellos encaminados a mejorar la eficiencia en el intercambio en los flujos de informaci�n, que permiten a los ciudadanos procesar mejor la informaci�n y, por tanto, convertirse en clientes m�s discriminadores, poderosos y competentes" (Oriol y del Alamo, 2004). Pese a la enorme potencialidad de las nuevas tecnolog�as para introducir importantes mejoras en la calidad de las democracias, posibilitando principalmente un papel m�s activo y relevante de los ciudadanos, por el momento, y a luz de muchos estudios como los de la Fundaci� Jaume Bofill, Internet no ha creado de forma generalizada hasta el momento escenarios m�s activos de compromiso ciudadano en la vida institucional. Pese a los importantes cambios promovidos por las TICs en todos los �mbitos, y principalmente en el de la administraci�n local, a�n subsisten bastantes dificultades y ciertas incertidumbres en su puesta en marcha. Veamos, para terminar, algunas de ellas. En no pocas ocasiones, el uso de Internet se circunscribe a la compra on line, a los juegos inform�ticos o a la descarga de m�sica o videos, cuando no a la mera b�squeda de informaci�n personal en soporte inform�tico. No existen, sin embargo, demasiadas evidencias de una movilizaci�n real, de un cambio cualitativo en su utilizaci�n que permita considerar la red como una herramienta para la consecuci�n de una nueva ciudadan�a m�s comprometida y de un gobierno y una administraci�n m�s eficaces. El potencial de la sociedad de la informaci�n no ha tenido un importante impacto en la forma de hacer pol�tica y en la forma de participar. Desde muchas instancias se subraya la persistencia de un status quo y de unas dificultades para conseguir cambios radicales en los sistemas pol�ticos a trav�s de mecanismos tecnol�gicos (Norris, 2004: 5). Internet introducir�a cambios importantes en los servicios destinados al consumidor y m�s transparencia en el gobierno y de eficacia como a trav�s de la administraci�n electr�nica, pero no transformar�a radicalmente las formas de relaci�n con lo pol�tico. En lo que se refiere estrictamente al uso de las TICs en el �mbito local parece que los intentos para fomentar la participaci�n a�n son bastante insuficientes. Si bien, como demuestra un reciente estudio de la Universitat Pompeu Fabra (6), el n�mero de ayuntamientos catalanes con web alcanza ya el casi el 80%, muchos de ellos apenas ofrecen informaci�n alguna. Los m�s han aumentado sus servicios con contenidos variados, aunque mayoritariamente destinados a la cultura y al turismo y sin incentivos ni facilidades expl�citas para una mayor interacci�n. Como algunos han advertido para que funcione la democracia digital se necesita de una base previa de complicidad y confianza rec�proca entre gobernantes y ciudadanos. En ausencia de ella, las innovaciones tecnol�gicas no ha de servir de mucho (Canals, 2001). Muchos ciberoptimistas (Clift, 2004: 6) quieren pensar que la mejora de la democracia participativa pasa por introducir algunos ingredientes o t�cnica de democracia online en el recipiente de la actual democracia como si se tratara de una receta cuyo final es seguro o, al menos, predecible, ignorando el concepto de cultura pol�tica no caen en la cuenta de que las pr�cticas democr�ticas est�n henchidas de pautas culturales y comportamientos reproducidos a lo largo del tiempo y que dificultan el cambio de comportamientos pol�ticos de la noche a la ma�ana, pese a muchas t�cnicas e innovaciones online. El cambio en las caracter�sticas de la cultura pol�tica es un proceso largo, complejo, con cambios muy graduales y muy a largo plazo. Pese a los deseos de no pocos seguimos viviendo en una democracia elitista tal y como la present� Schumpeter o en una democracia simplemente delegativa. Pese a algunas transformaciones que avanzan desde el reduccionismo schumpeteriano, podr�a decirse, que el poder institucionalizado sigue siendo la forma de ejercer el poder social. El problema as� pues no es tanto encontrar nuevos y mejores cauces de participaci�n sino transformar las costumbres pol�ticas de la ciudadan�a a trav�s de una socializaci�n pol�tica m�s c�vica. La teledemocracia, considerada como alternativa al sistema de representaci�n pol�tica, no soluciona de forma sustancial los males de la democracia ni van a dar respuesta a las "promesas incumplidas" de la misma de las que hablaba Bobbio. Es por ello que uno de los puntos m�s d�biles a nuestro parecer de la teledemocracia es considerar que los ciudadanos no participan porque no pueden, porque no encuentran canales alternativos a los tradicionales para expresar su indignaci�n con la pol�tica de uso corriente. Quiz�s debamos pensar que no participan porque ni quieren, porque no les apetece. Tal vez pueda ser cierto que "al menos para una parte importante de la ciudadan�a el poder a su disposici�n nuevos canales de comunicaci�n puede ser muy importante y puede reactivar la pol�tica, pero quiz� hay un optimismo excesivo respecto al alcance real de estas experiencias" (D�az, 2002: 39). Todas las potencialidades democratizadoras de la red pueden quedar en saco roto si no existe un deseo expreso por parte de autoridades y ciudadanos de hacer un uso abierto y deliberativo de la misma (Sunstein, 2004). Debemos, pues, seguir estudiando en los pr�ximos a�os la evoluci�n del uso y aplicaci�n de las nuevas tecnolog�as en la mejora de la democracia, desde el �mbito local hasta el mundial. Las iniciativas legislativas deben verse acompa�adas de unas pol�ticas p�blicas efectivas por parte de los poderes p�blicos destinadas al aprendizaje y el acceso a las TICs y, sobre todo, de un cambio de mentalidades y una progresiva interiorizaci�n ciudadana de los cambios que la nueva era digital ha tra�do. [1] – V�ase "De las urnas a Internet, una transici�n dif�cil" (El Pa�s, 10 de agosto de 2004) y "La batalla por el voto electr�nico" (El Pa�s, 5 de septiembre de 2004). [2] – Puede verse la web de la Asociaci�n de Usuarios de Internet para contemplar la evoluci�n del n�mero de usuarios as� como otra informaci�n relativa al lugar de acceso, la distribuci�n sociodemogr�fica de los usuarios, el uso dado a la web o la distribuci�n por comunidades aut�nomas. [3] – En un reciente test de atenci�n al ciudadano aplicado por Ciberp@is (El Pa�s), muchos de los gobiernos auton�micos no contestaron a las preguntas ciudadanas y algunos de aquellos que lo hicieron o bien tardaron m�s de 5 d�as o bien lo hicieron mal. Otro de los problemas contemplados era la imposibilidad de navegar en otro idioma que no fuera el castellano (Suplemento Ciberp@�s. El Pa�s, jueves 8 de julio de 2004. P�gina 10) [4] – Pew Internet & American Life Project (Octubre, 2000). Encuesta realizada a m�s de 12000 norteamericanos adultos. [5] – National Statistics Omnibus (2000). [6] – "Els ajuntaments de Catalunya a Internet. Un estudi comparat de les p�gines web (2000-2003)", UPF, 2004.
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Montserrat Tint� i Gimbernat // Rafael V�zquez Garc�a