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La exterminación del patriarcado. Cuba y su escenario en la contemporaneidad

Enviado por belky1976


    Shakespeare, sin dudas escribió una de las más románticas historias de amor conocidas en el mundo, aunque no está exenta de prejuicios y situaciones sociales, que demuestran un mundo lleno de subterfugios, rencores, y definitivamente, un patriarcado inexterminable; que nos deja entrever una sociedad machista y una Julieta dominada por el hervor del conflicto patriarcal, establecido entre las familias. Muy a pesar de las opiniones no confesadas que las mujeres pudieran tener, Capuletos y Montescos silenciaban a las féminas de su grupo; debido a una dominación masculina que siempre indicaba cómo, cuándo y dónde.

    Establecer una comparación entre Shakespeare y la contemporaneidad sería paradójico, pues si bien uno estaba sumido en lo lírico y romántico de su época, el otro, a pesar de mantener ciertas cosas muy ligeras de esas costumbres, ha propiciado cambios en la sociedad por el desarrollo evolutivo y consecuente del hombre por si mismo; aunque no puede ni debe obviarse que entre ambos, existen puntos en común.

    Sería absurdo negar, sin margen a la confusión, que lo primero fue el matriarcado, aunque el hecho patriarcal fue asumiendo su lugar debido a la necesidad femenina de buscar protección y ayuda en los hombres.

    En Cuba, el patriarcado durante la conquista de las Américas, donde cada colonizador intentaba establecer a partir de sus propiedades, una serie de leyes u obligaciones, que debían cumplirse por el bienestar personal y del grupo que éste comandaba. Forzada de este modo y aceptada por el grupo social que conformaba la sociedad en ese entonces, el establecimiento de estas leyes (existentes antes de la colonización entre los aborígenes) dieron lugar a la sucesión de la tradición entre las generaciones precedentes.

    La sociedad contemporánea no se ha desembarazado de estos arquetipos tras milenios de instauración, muy a pesar de que nuevos patrones de conducta femenina han intentado transformar el hecho indiscutible de violencia a la mujer, convertido para los victimarios en un modus vivendi , conservado hasta hoy en muchos lugares del mundo.

    En Cuba se encuentra legitimada un tipo de violencia que no es física y que aparece como uno de los elementos fundamentales en el mantenimiento del orden social establecido. Lo que definiremos en lo adelante como violencia invisible o soterrada, entendiéndola como obligar o forzar a una persona en cualquier forma –no física- a realizar ciertas cosas que no hace a gusto. (Sáez 1993: 1-19)

    Desde este primer acercamiento, nuestra conciencia nos lleva a transitar en una búsqueda de varias salidas; pero muchas de ellas nos conducen a los elementos más cercanos y palpables: los agentes socializadores. Estos, sin dudas, son parte de la estructura en la formación del individuo violento –a quien en lo adelante llamaremos el sujeto, patriarca, o dominador-, aunque unos menos que otros, por ejemplo: la familia (hermanos, tíos, primos), los amigos, vecinos, localidad en la que habita y medio ambiente en que se desenvuelve el sujeto, son a las claras, instituciones sociales que condicionan al ser moral del individuo, percibiéndolo como ser social altamente influenciable y débil en su condición moral, aunque esta fungiera como sostén principal para su aceptación en la sociedad.

    Por otra parte, la escuela como agente socializador en la formación de una conducta, actitudes y personalidad sociales, no siempre influye en la formación o deformación del sujeto violento; debido a que el sujeto y el agente en sí, dependen casi totalmente del resto de los agentes y la expresión social del individuo en su ser moral, además de los patrones asumidos por el sujeto desde su niñez, así como la formación en el hogar y la localidad en la que habite.

    En Cuba, la perspectiva educacional está dirigida a la formación de un individuo socialmente útil, incluyendo sus códigos de moralidad, lo cual no excluye que el resto de los agentes socializadores deformen o tengan poca influencia sobre el dominador.

    El análisis de la violencia soterrada propicia el desarrollo de nuevos marcos teóricos y metodológicos que permiten redefinir el propio concepto de violencia, el análisis de los sistemas que lo generan, así como el descubrimiento de los diversos ámbitos relacionados entre sí en los cuales se articula la violencia que sufren las mujeres; y las disímiles formas de ejercerla.

    Exponer la realidad cubana posibilita que la violencia deje de presentarse como un conjunto de anécdotas y experiencias de forma cotidiana y se manifieste fundamentalmente de manera sutil; a través de los llamados "maltratos de palabra y acción"; por ende la violencia invisible no emerge siquiera a título de noticia, a pesar de que la frecuencia y recurrencia ha aumentado de forma tal que cobra mayor relevancia para volverse objeto de atención y reflexión.

    La violencia soterrada contra la mujer, se utiliza como vía de coacción psicológica, con el único objetivo de demostrar que es el sexo masculino quien domina la relación; por supuesto, que de este objetivo se derivan múltiples. Así, demuestra que el sistema utilizado, se aplica generalmente con los siguiente apoyos o vías de ejecución: la mentira, la ecuanimidad y el argumento inverso, este último se refiere al aprovechamiento de la memoria, frases o palabras ya usadas por la mujer, que utiliza el hombre en contra de la misma para rebatir determinada situación que se discute. De ahí que el elemento ecuanimidad, pueda asumirse como factor primordial en la ejecución de la acción.

    El hecho en cuestión, está intrínsecamente ligado al patriarcado, si tenemos en cuenta que este sistema lleva varios milenios funcionando. El arquetipo del mismo es la familia romana, donde el padre era inmenso y se encargaba de mantener el orden de la familia como sistema de dominación.

    Son sociedades patriarcales, aquellas en las que el control de los recursos más importantes están en manos del hombre, como individuo por supuesto. En aquellas sociedades primitivas, -características aún vigentes en la actualidad-, los hombres podían controlar el proceso reproductivo humano, las mujeres constituían en ese contexto también un recurso, por ser la variable fundamental o la clave de la reproducción del grupo, es una especie de control de los cuerpos por parte del hombre.

    El patriarcado se ha comportado como base ideológica y se ha perpetuado por siglos, trayendo consigo la subordinación de las mujeres a los hombres en aras de obtener protección; por lo que la violencia contra las mujeres tiene que ver en los pactos patriarcales donde el poder es de los varones.

    En la actualidad ha surgido de forma balbuciente un sistema moderno en Occidente, aunque probablemente el mismo tiende a prolongarse unos años más.

    En la posmodernidad, el fenómeno se refleja de una manera diferente; el hombre sigue siendo el dividendo y la mujer el factor sustituible; aunque la contemporaneidad acoge esto desde otras variantes: al inicio de una relación, el hombre propone que la misma sea compartida, o sea, dominada por ambos, lo que generalmente no llega a concretarse, pues si bien la mujer cubana está desacostumbrada a la independencia (a esa que las mujeres claman y protegen en el resto del mundo); es la parte masculina quien asume decisiones concluyentes en la pareja. La sociedad cubana actual, se ha visto adherida a una fuerte y difícil subsistencia, incluyendo la económica, (impulsando a muchos a una corrupción moral de mercado, (canje de cuerpo por dinero) buscándolo como subsistema de sobrevivencia)) lo cual pudiera llevarnos a pensar que fue un factor determinante en los últimos 20 años de la Cuba actual, lo cual sería casi un error, pues la economía se convirtió en una influencia indirecta; pero no determinante sobre el individuo en análisis, quien ya a partir de los cánones asumidos a través de los agentes antes mencionados, actuaba como dominador. El organigrama, más adelante, ilustra que el sujeto no procede solo por los factores externos e internos que lo han condicionado, sino también, lo cual es un punto de sujeción a nuestra tesis, por mero gusto y realización personal.

    La violencia invisible se ejerce sobre grupos o personas que están en posición asimétrica de poder (hombres-mujeres), a través de gestos, en la comunicación verbal entre la pareja a través de frases como: espérame aquí y no te muevas hasta que yo regrese; tu tienes que hacer lo que yo te diga; el hombre de esta casa soy yo; aquí pongo las ordenes yo,etc. El agresor en estos casos, suele manifestar que la víctima lo merecía o que no podía hacer nada más que defenderse.

    ¿Cómo surge y se legitima la violencia invisible? Esta forma de dominación no está establecida por la creencia ancestral y mitológica de que son hombres, sino a partir de que cada generación desde tiempos remotos integra a los individuos al sentido de género, así tanto en las acciones desarrolladas a diario como en el tipo de juego que se les enseña y las formas de dominación a emplear con otros sujetos.

    La legitimación de la violencia invisible por parte del sexo masculino no sólo está en el sentido de género, sino también en la conversación múltiple, o sea, el enfrentamiento o comentario entre hombres que buscando solución a situaciones determinadas intentan o ejercen la dominación, y además se dejan arrastrar por el criterio de otro que le motiva a reorganizar su carácter y la vía de solución, sea esta cualquier tipo de medida coaccitiva, represalia o argumento inverso. Las mujeres acatan bajo protesta o no, las leyes y comandos del hombre, lo cual indiscutiblemente, legitima el patriarcado, aún cuando una de las partes piensa escapar o alejarse de este.

    En la ideología dominante, el proceso adquiere forma en disímiles aseveraciones o cuestionamientos; ella no puede ser más fuerte que yo, ni más inteligente; he trabajado mucho para ella así que tiene que aguantarme; no quiero salir con ella porque estoy preso y no puedo hacer lo que quiero; si no hace lo que le digo lo nuestro se acaba; entonces, las réplicas/protestas femeninas se reducen en el divisor a algo de muy poca importancia, pues para ellos todo debe ajustarse a sus propias leyes y valores.

    La violencia soterrada se expresa desde el divisor como un factor extensivo, donde el discernimiento sobre qué y quién lo aplica, llega a ser muy confuso. Partiendo de su concepción ideológica y psicológica, busca un efecto de causa sin reacción, condicionando al sujeto que se enfrenta, a denotar y connotar respuestas favorables hacia el varón; aunque muchas veces al encontrar resistencia, el sujeto suele extenderlo, o sea, ganar tiempo para retomar la conversación aunque no parte del mismo punto discutido al principio, sino de otro, con la finalidad de demostrar quién posee el poder.

    En el hombre el proceso se concibe mayormente por escalas (donde ubica el nivel de sus preferencias), lo cual lo incita a tomar represalias de forma verbal o física (indicamos la verbal).

    El organigrama propone un modelo conceptual que expresa pautas de conductas grupales e individuales que siguen los dominadores en la sociedad cubana actual (Ver Anexo No.1).

    1. El individuo: El sostén por encima de todo de su sentido de género de forma inconsciente, pues leyes, valores o ambos, toman lugar debido a la constante exposición de su dominio y marco referencial, o sea, el hecho de regenerar una respuesta automática en defensa propia de su identidad y dominio; y por la concientización de todo ello desde su niñez y adolescencia. O sea, es impulsivo, siempre tiene una respuesta como escudo de su actitud o procede con actitudes similares que defiendan su ego y amor propios, él es siempre lo primero.
    2. Asignación de etiquetaje a otros individuos no pertenecientes al grupo: Conserva su identidad priorizando estos elementos, los mecanismos de defensa utilizados por el sujeto, son concebidos para evitar que hieran su sensibilidad; así mismo antepone estos aspectos por considerarse para con las personas y a sí mismo un paradigma de alguna clase que le permite cubrir en cierta forma, esa otra personalidad violenta mantenida con discreción, o sea, para el sujeto, su conducta es ejemplar; para sí mismo no viola ningún derecho ni ha rebasado ley alguna, lo que le da derecho a seguir comportándose como tal, sin percepción del daño que hace.
    3. Asignación de papeles considerados adecuados y deseables para los subordinados: Es una categoría asumida como última opción para reclamar derechos que el individuo que violenta, asume que le pertenecen, de hecho, poseer un vínculo marital en cualquier sentido, sea este oficial o no, abre para él una brecha aprovechable en toda su magnitud, pues de este derecho se apoya para hacer valer las leyes y derechos que pretende o impone según la situación. La esposa y los hijos, son ubicados por el individuo en una escala inferior a las anteriores en que los tuvo al principio de la relación y antes de que la violencia, actos y hechos comenzaran a exteriorizarse, primero desde su carácter como individuo y después como pareja.

    A pesar de todas las características ofrecidas, se deben tener en cuenta algunos aspectos, pues son determinantes en el desenvolvimiento sobre la forma expositiva de la violencia en el sujeto que la aplica: falta de confianza; miedos, celos, trastorno de la personalidad, traumas, etc.

    La violencia y el sistema de dominación del individuo-hombre se prestablece desde el inicio de la relación, después del estudio inconsciente del sexo masculino hacia la mujer. Pues, posteriormente solo la convivencia, sea constante o intermitente, puede hacerle conocer la forma de pensar, crear, actuar y analizar de su consorte, tomando este tipo de reacciones como un escudo que utilizará en defensa propia o en contra de su pareja.

    Al interior de la sociedad cubana, se encuentran grupos sociales determinados y caracterizados psicosocialmente por sus criterios con relación a la postura a tomar por los miembros del sexo masculino ante el femenino, a los cuales se adjudican los hombres en función de sus criterios y cánones prejuiciales ya establecidos. Se pueden catalogar como:

    1. Antisocial
    2. Reivindicación
    3. Conducta normal
    4. Controlador material

    Los cuales se explican:

    1. Une a individuos en desacuerdo con todo lo que les rodea, aunque hay que respetarle sus derechos, a pesar de que conscientemente viola en reiteradas ocasiones los de otro y de forma totalizadora no les interesa mucho cumplir o no con la ley, porque para ellos violentarla es una rutina marcada, con lo que se adaptan a cualquier medio, sea éste inhóspito o no.
    2. Aceptan sus errores ante el sexo femenino y buscan vías de solución para no quedar de pecho desnudo ante el comentario y crítica social de los integrantes del sexo masculino, al cual pertenecen.
    3. Aprovechan todo tipo de situación, demostrando que poseen una conciencia social en formidables condiciones, útiles a todos, excepto a las personas con quienes convive (esposa e hijos).
    4. Exigen constantemente, por creer merecerlo, pues ellos son quienes dirigen la economía de la casa, peso mayor para un desarrollo sostenible y continuado. Lógicamente violentan cuando no se les ve atendidos o escuchados.

    Ante la situación planteada, las mujeres, el grupo de los subordinados, siguen las siguientes pautas:

    1. Dedicación de gran parte de sus esfuerzos, adaptarse a los requerimientos y satisfacción del grupo de los dominadores.
    2. Desconocimientos, por lo general de documentación e historia de sí mismas y que les hagan ver que la situación en la que viven no es normal, sino violenta.
    3. Dificultades para conocerse a sí mismas como sujetos y sus facultades propias.

    La violencia invisible o soterrada, este tipo de forzamiento constante, pautado, reglamentado y estructurado, ha adquirido una enorme complejidad a lo largo de los siglos, es fundamental o constituyente del proceso de humanización o socialización que nos abarca en mayor o menor medida, tal que así mismo contribuimos desde nuestra también compleja realidad individual, en virtud de múltiples y diversas relaciones, creándolas y recreándolas, al tiempo que crea y recrea.

    A las mujeres les queda mucho por hacer y dar qué pensar para salir del lugar de lo no pensado, para vivir en una sociedad constituida por pactos no patriarcales, no excluyentes de ninguna libertad.

    La esencia de las sociedades actuales debe estar en pensar, escribir, actuar y ver la vida basada en las diferencias sociales, culturales, psicológicas que existen entre hombres y mujeres, no las biológicas que aluden al sexo e implican diferencias.

    Lo que se trata es de estudiar las implicaciones que los actos mínimos de la vida tienen tanto para hombres como para mujeres.

    BIBLIOGRAFÍA

    • Amoros, Celia. 1993. "Violencia contra las mujeres y pactos patriarcales", Ed. Pablo Iglesias. Pp. 55-69. España.
    • Fernández, Concepción. 1993. "El concepto de agresión en una sociedad sexista". Violencia y Sistema de agresión. Ed. Pablo Iglesias. Pp. 70-92. España.
    • Sáez, Carmen. 1993. "Violencia y proceso de socialización genérica". Violencia y Sistema patriarcal. Ed. Pablo Iglesias. Pp.1-19. España.

     

     

    Autor:

    Luis A. Rodríguez Ramírez

    Escritor e Investigador sociocultural

    Lic. Belkis Rojas Hernández

    Socióloga, Universidad de Pinar del Río