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La vida es un gran relato


  1. Anestesia para no sufrir
  2. "Muerto el perro se acabó la rabia": la insípida calma
  3. "Que la inocencia me valga": el infantilismo y la victimización
  4. La alteración es la forma viva de la identidad
  5. Bibliografía

Esquivar lo concreto se cuenta entre los fenómenos más inquietantes de la historia del espíritu humano. Existe una extraña tendencia a apuntar directamente a lo más lejano y pasar por alto todo aquello contra lo que, por hallarse en inmediata proximidad, tropezamos continuamente.

ELIAS CANETTI, La conciencia de las palabras.

JEAN-FRANCOIS LYOTARD y otros filósofos han decretado la muerte de los grandes relatos. Ellos son adultos y no creen en los Reyes Magos. Sin embrago, estos escritos quieren ser un gran relato, no por su destreza literaria, no porque el lector y yo seamos héroes, sino porque para hablar de autoestima tendremos que hablar de nuestras propias vidas. Y ése es un relato importante (Horstein, 2011).

¿Que nuestra autoestima está tirada en el piso, desmembrada y sin sentido, como un espejo roto? ¡Pues juntemos del piso esos pedazos del espejo y consigamos otro espejo¡

Autoestima. Autoamor. Amor. ¿Conoce usted a alguien que se sienta bien y no quiera a nadie? Y "la caridad bien entendida empieza por casa". Para amar hay que amarse, hay que haber sido amado.

Han muerto, es cierto, muchas atopías, la historia color de rosa. Pero surgen en su lugar proyectos más consientes y también, reconozcamos, nuevos espejismos, nuevas historias color de rosa. Esos muertos (los grandes relatos, las ideologías) gozan de buena salud (Horstein, 2011).

Anestesia para no sufrir

La moral y la felicidad, antes enemigos irreductibles, se han fusionado; lo que actualmente resulta inmoral es no ser feliz, los mandamientos gobiernan la ciudad de la felicidad. Somos culpables de no estar bien. Hemos pasado de una civilización del deber a una cultura de la felicidad y de los placeres. Quizás antes la gente cumpliera más con su palabra. Quizás ahora la gente disfrute más que antes. Allí donde se sacralizaba la abnegación, tenemos ahora la evasión; donde se santificaba la pureza de intenciones, tenemos la violencia mediática y la frivolidad[1](Horstein, 2011).

El deber de ser feliz lleva a evaluarlo todo desde el punto de vista del placer. La dictadura de la euforia sumerge en la vergüenza o del malestar a quien no lo logra.

Yo quiero ser feliz. Yo quiero que no me pase nada malo. Yo quiero que no me pase nada.[2] En occidente, la idea de un paraíso terrenal al menos parece haber calado hondo, aún entre los no cristianos. Para los musulmanes, la reencarnación les promete, post mórtem, un cielo lleno de huríes, más sexual que el cristiano y quizás más machista.

La felicidad, es, como la creatividad, una atopía, una idea grandiosa, una idea descabellada, y por eso embriaga y angustia. El hombre actual sufre por no querer sufrir. Quiere anestesia en el dentista y en la vida cotidiana. Y la anestesia nos duerme todos lo sabemos (Horstein, 2011).

La tristeza es un ingrediente inevitable en la vida. Sólo es preocupante cuando pasa de castaño oscuro, sea por la duración, sea por la intensidad. Para atenuarla, para borrarla, recurrimos a diversas estrategias. Una de ellas es el aislamiento. Nos quedamos solos para lamernos las heridas. A veces algo elaboramos de ese indigesto sentimiento, es decir, entendemos mejor lo que nos pasa, pero lo más frecuente es que se agregue a la tristeza una sensación de soledad y aislamiento.

El carnaval dura más de cuatro días. El domingo, uno. Los demás tienen sus engorros, para no hablar de dramas. Miremos a nuestro perro. Nos alegra la vida. A veces parece humano cuando adivina nuestras intenciones o nos hace un show que sabe que nos gusta. No existe la felicidad a todo trapo. Nos fastidia que esa mascota condicione nuestras vacaciones. Nos duele que se enferme. El placer se paga. Incluso el de tener un perro. Es tonto pagar de más, pero algo hay que pagar. En la vida hacen falta días de vacío, hay que conservar la densidad irregular de la existencia, aunque sólo sea para disfrutar de los contrastes (Horstein, 2011).

Hay utopías razonables, viables. No son desmesuradas pero tampoco menores. ¿O es menor presentir un futuro más favorable? El sólo hecho de presentirlo a veces permite derribar varios barrotes de nuestra jaula. Norte y sur, Frío y cálido. Demasiado pendientes de una lógica binaria, solemos olvidar lo relativo. Entre el blanco y el negro solemos olvidar los grises y los muchos colores.

Escapemos de los lugares comunes. Los lugares comunes y las frases hechas no son falsos, son insuficientes. Uno de los motivos de los viajes es llenar nuestro ojo con nuevos paisajes y el espíritu con nuevas vivencias. Salir del encierro, valga la redundancia, es claustrofóbico (Horstein, 2011).

Es cierto, relativamente cierto, que "soñar es cosa de jóvenes", cuando cuantitativamente, "toda la vida está por delante". La existencia sería en trayecto fatal desde la esperanza al desengaño. la vida consistiría en dejar caer la utopías, en dejar de fantasear, como si todo fantaseo fuera inútil.

La realidad me invita a no caminar por la cornisa. La búsqueda de placer me susurra que me salga con la mía. El que se duerme estando en la nieve muere irremisiblemente. La ilusión no es un delirio. El delirio rechaza la realidad mientras que la ilusión la modifica. Sin ilusiones la realidad es sórdida. En cuanto empezamos a explorarla, nos deleita con su abundancia y su diversidad. Al principio de previsibilidad, que juzga la vida según un programa, hay que oponerle el principio de creación por el cual el mundo desborda infinitamente nuestras expectativas (Horstein, 2011).

"Muerto el perro se acabó la rabia": la insípida calma

Ciertas corrientes orientales ofrecen como solución de los avatares disolver los avatares. Abolir las tentaciones. ¿Cómo lo logran? No sólo los personajes del cine, cada uno de nosotros vive una tormenta de pasiones. La vida, en general, obra como desatinados, trata de dar rienda suelta a las pasiones, en tanto no hagan peligrar la supervivencia del sujeto y la de los demás. Tal como un occidental no logra entender cómo se logra la abolición del deseo sin recurrir al ejemplo de la castidad de monjas y sacerdotes católicos. Pero una monja no es una mujer sin vida sexual sino una mujer, como ella diría "casada con Dios". Sin embargo, las vidas del creyente y del sacerdote sigue teniendo avatares, sigue teniendo tentaciones[3]Suponemos que al seguidor de concepciones orientales en boga le ocurrirá lo mismo (Horstein, 2011).

No se trata de decretar vanos nuestros afectos, nuestras preocupaciones, al proponer la paz y la serenidad ante los tumultos de la vida, sino de vincularse con los otros. Estas doctrinas, que creen resolver la dificultad evitándola, tienen poco que enseñarnos. Entre la insípida calma y la vida intensa, votamos por la vida intensa, con complicaciones, expuestos al azar. Por eso el amor, aunque sea fuente de mayores alegrías, no se puede confundir con la felicidad, porque su espectro abarca una gama de sentimientos infinitamente más amplia; el éxtasis, la dependencia, el sacrificio, los celos. Es la experiencia más exaltante y más peligrosa y con la misma facilidad pueden empujarnos al abismo o llevarnos a las más altas cumbres. Sobre todo, el amor supone que aceptemos sufrir por y a causa del otro, de su indiferencia, su ingratitud o su crueldad (Horstein, 2011).

¿Qué es el amor? No siempre el beberse los vientos. A veces es cuidar que no nos barran los vientos, reforzando la autoestima. No destruye, es amor, aunque esté lleno de angustias. Permite existir y ser, permite no diluirse. Construye un nido, un refugio, cuando pone barreras a la soledad devastadora.

Usted es el culpable

de todas mis angustias y todos mis quebrantos.

Usted llenó mi vida

de dulces inquietudes y amargos quebrantos.

Su amor es como un grito

que llevo aquí en mi alma y aquí en mi corazón.

Y soy aunque no quiera

esclavo de sus ojos, juguete de su amor.

No juegue con mis penas

y con mis sentimientos que es lo único que tengo.

Usted es mi esperanza,

mi última esperanza, comprenda de una vez.

Usted me desespera, me mata, me enloquece.

(Usted, de Gabriel Ruiz y José Zorrilla, interpretado por Luis Miguel)

¿Qué le gusta más, lector? ¿Ser un fiscal que condene al mundo porque siempre "fue y será una porquería" (Descépelo), medido desde una utopía preconcebida? ¿O abogado defensor, porque la vida le ha dado tanto, "le ha dado la vida y le ha dado el llanto" (Violeta Parra)?

El tedio y el hombre light. Todos hemos experimentado ese sentimiento. Busquemos una definición de tedio: "aburrimiento extremo o estado de ánimo del que soporta algo o a alguien que no le interesa". Se nos ha venido encima, entonces, una sensación que nos está aplastando. Hemos perdido la capacidad de estar solos. Tedio es actividad monótona, sufrida o inactividad, tanto motora como psíquica. Ni dolce vita no dolce far niente. Lo único que produce el aburrimiento es dolor y pensamientos negativos (Horstein, 2011).

Cuando estamos entretenidos, conciliados con nosotros mismos, "comemos" de nuestros ahorros, los gastamos. Nuestra psiquis es una alacena con provisiones. El aburrido no tiene reservas psíquicas o no las encuentra. O quizás sea un devorador compulsivo, al que ningún alimento sacie. Y esa es la acusación a la sociedad de consumo. Una tendencia bulímica, insaciable, determinada por una tecnología que abarrota de objetos al mercado (a la vez que millones de excluidos apenas sobreviven). El aburrido busca compulsivamente bebidas, drogas, sexo y otras excitaciones. Es un emotions seeker: un buscador de emociones (Horstein, 2011).

Cada cual elaborará su teoría sobre la felicidad, el aburrimiento, el futuro o la diversión; cada uno elaborará su teoría sobre lo que es. Unas y otras se influyen mutuamente. Si nuestro únicos valores tienen que ver con la satisfacción inmediata, no nos quejemos de que el devenir esté roto (Horstein, 2011).

"Que la inocencia me valga": el infantilismo y la victimización

Irresponsable es el intento de eludir la consecuencias de los propios actos, ese intento de gozar de los beneficios de la libertad sin sufrir sus inconvenientes. El infantilismo y la victimización son dos modos de irresponsabilidad. Hay quien posa de superado, de despreocupado cuando en realidad es un inmaduro perpetuo. Hay quien está tan por encima de la culpa que llega a autoproclamarse mártir.[4]

¿Qué es el infantilismo? Legítima es la necedad de protección. Otra cosa es pretender, ya adultos, los privilegios del niño. El infantilismo combina una exigencia de seguridad con una avidez sin límites, y a la vez evita cualquier obligación. No renuncia a nada. No importa si el petróleo se agota, si el calentamiento global aumenta. Soy un niño (Horstein, 2011).

¿Qué decir de la autovictimización? Es una tendencia a concebirse según el modelo de los damnificados. Convertirse en imputable. Esto hay que entenderlo bien. Defender mi autoestima, mi libertad, no es colocar a los demás en estado de deudores respecto de mí.

Al demostrar que el ser humano es movido también por fuerzas que no conoce (lo inconsciente), Freud le bajo los humos. El hombre ha dejado de estar en un pedestal. Tal vez también haya proporcionado a cada cual una batería de pretextos (mi infancia desgracia, mi madre "castradora") para justificar sus actos. Aunque el hombre haya dejado de ser su propio soberano, sigue siendo responsable de sí mismo y no puede rectificar sus errores descargándolos sobre una historia desfavorable. Cuanto más consciente se vuelve un individuo de su responsabilidad y de las cargas que pesan sobre él, más intenta revivir el niño que fue (Horstein, 2011).

Sin embargo, existe un buen uso de lo infantil que otorga vitalidad contra la esclerosis de la rutina. Nos acechan dos peligros: el de la renuncia que pretende pasar por sabiduría y el de la caricatura que nos ínsita a simular un entusiasmo juvenil. La infancia termina con la pubertad. Pero tiene sus remakes en la edad madura. Son esos destellos, esos flashes que tratamos de atrapar, rupturas benéficas que nos aportan un flujo renovador y rompen las rutinas. Reconcilian lo intelectual y lo insensible y recupera el asombro.

Tal vez una vida más plena sea eso: una vida en estado de un renacimiento. No es necesario hacerse todas las cirugías ni hablar a la moda, basta con la espontaneidad y el encanto de la infancia.

Ser adulto y, por lo tanto, protagonista es renunciar a las pretensiones desorbitadas, aceptando los obstáculos, condición misma de la libertad. Es comprender que hay que formarse transformándose que uno se fabrica un poco obedeciéndose y otro poco llevándose la contraria.

La alteración es la forma viva de la identidad

La identidad requiere que el ser pueda acontecer, que las posibilidades se actualicen, que no se sea todavía lo que un día cesará. Ya no quiero cosificarme, como si uno fuera de una vez y para siempre. La impostura consiste en considerar la identidad como algo hecho, cuando todavía está por hacer (Horstein, 2011).

La alteración es poder convertirse en otro sin dejar de ser uno mismo (se deviene otro), pese a perder cierto número de cualidades o adquirir algunas nuevas. La alteración es la forma viva de la identidad. Mientras que la alteridad, a diferencia de la alteración, supone una relación entre dos seres.

A las letras con que escribimos se les llama caracteres. Y Word cuenta cuantos caracteres tiene un documento. Los caracteres son fijos, inmutables. El carácter designa el conjunto de disposiciones permanentes o habituales de una persona, su manera de sentir, de experimentar, de actuar y de reaccionar: su particular forma de ser. Si el carácter de una persona es demasiado estable, hablamos de patología del carácter. Para el diccionario, en cambio, el carácter es una condición positiva: "fuerza y elevación de ánimo natural de alguien, firmeza, energía". Y de los pusilánimes se dice que no tienen carácter (Horstein, 2011).

José Saramago, en su discurso de recepción del Premio Novel, expresa vívidamente a su manera, que la alteración es la forma vital de la identidad.

Al pintar a mis padres y a mis abuelos con tintes de literatura, transformándolos de las simples figuras de carne y hueso que habían sido, en personajes nuevos y de otro modo constructores de mi vida, estaba, sin darme cuenta, trazando el camino por donde los personajes que habría de inventar, los otros, los efectivamente literarios, fabricarían y traerían las herramientas que, finalmente, en lo bueno y en lo menos bueno, en lo bastante y en lo insuficiente, en lo ganado y en lo perdido, en aquello que es defecto pero también en aquello que es exceso, acabarían haciendo de mí la persona en que hoy me reconozco: creador de esos personajes y al mismo tiempo criatura de ellos. En cierto sentido se podría decir que, letra a letra, palabra a palabra, página a página, libro a libro, he venido, sucesivamente, implantando en el hombre que fui los personajes que creé. (Horstein, 2011).

Las soluciones, no sólo los problemas, proliferan en un campo de cultivo, las diversas redes a las que pertenecemos. Uno no se aísla de la comunidad como se desafilia de un club o de una institución.

¿Qué podemos hacer cuando el tránsito se atasca? Una vez más se pone a prueba nuestra tolerancia a la frustración. Las ciudades fomentan un tipo de frustración que no siempre se resuelve emigrando al campo. ¿O acaso la pasa tan bien un campirano que, además de malas cosechas, soporta inundaciones, sequias y otras calamidades climáticas tan frustrantes como un atascamiento en el camino?

Tampoco la tolerancia es innata. La madre la inculca al bebé cuando en vez de dejarlo solo le permite estar sólo. Madre y bebé son dos amantes que necesitan un respiro, un tiempo de metabolización, un espacio entre comidas. Hay un ritmo, que tratamos de mejorar, aunque sepamos que nunca será perfecto. No nos mimeticemos con la tecnología. La tecnología todo lo puede hacer más rápido. Pero un bebé sigue requiriendo nueve meses de gestación y necesitamos seguir durmiendo unas seis horas diarias. Tampoco se debe acelerar el tiempo de las caricias. ¿Por qué vamos en la ruta de la velocidad que vamos? ¿Por qué el auto "lo pide"? ¿Por qué no queremos ser menos que los otros conductores? ¿Por qué tratamos a nuestra vida como si fuera una fábrica?

¿Por qué un joven empieza a consumir drogas? Porque la sociedad valoriza el vértigo y la excitación, y porque los narcotraficantes tienen mucho dinero y pagan publicidad, jueces, abogados, etc. Porque sus amigos han probado y el no se anima a ser diferente. Porque sus ídolos consumen. Porque él se siente vacío, con el tedio insoportable. Porque en su casa, sin ir más lejos, papá o mamá o los dos se atrancan con ansiolíticos o antidepresivos. Pero también porque la baja autoestima (o peor, aún la depresión) lo deja vacío (Horstein, 2011).

Existen vínculos estrechos entre los problemas de autoestima y la mayoría de los trastornos psíquicos: depresión, ansiedad, recurso de alcohol, a las drogas, trastornos alimentarios (anorexia, bulimia). La soledad y el aislamiento social son factores de riesgo en materia de depresión, dependencia de drogas y alcohol (Horstein, 2011).

Las simplificaciones. Francamente el Yamaha no es una orquesta. Usted le puede pedir a Yamaha que suene como un timbal o como una mandolina. Usted no puede adoptar una simplificación como si fuera la verdad. Toda persona alberga en su seno ideales contradictorios. ¿Cómo lograr que ese conflicto signifique su riqueza y no su maldición?

A nadie le gusta que su ropa tenga agujeros o su techo, goteras. La naturaleza le tiene horror al vacío. Hasta hace algunas décadas, la ciencia no sólo produjo sorprendentes descubrimientos sino que rellenó el vacío. Abolió lo indeterminado, lo impreciso, la complejidad. Hoy aborda el vacío. Aborda lo complejo intentando concebir no sólo la complejidad de toda realidad sino la realidad de la complejidad[5]

Pascal lo sabía: "el corazón tiene razones que la razón no comprende" Y Freud demostró no sólo que existen las ideas inconscientes sino que ellas influyan en nuestra vida tanto como las ideas consientes. Han pasado los tiempos en que los esclavistas decían que el esclavo no tenía inteligencia y en que el hombre decía que la mujer no la tenía. Ahora incluso se estudia la inteligencia en los animales. Se hace necesario poner al día el concepto de inteligencia.[6]

Scott Fitgerald, sin haber leído a Edgar Morin, Decía que una mente abierta era capaz de soportar dos ideas opuestas al mismo tiempo y no trastabillar. Morin y los filósofos, claro, nos enseñan a sacar provecho de esa complejidad (Horstein, 2011).

"Aprender jugando" no es el eslogan de un jardín de infantes sino una posibilidad. Me fui convenciendo de una obviedad: la risa es salud. No. No le voy a proponer el ejercicio de la risa. Me fui dando cuenta que el juego es curativo y de que todas las personas juegan, poco o mucho. Messi disfruta jugando. Otros construyendo imperios comerciales. Yo, en mi escritorio y en mi cama. Juan y Susana con sus nietos. Eduardo del dolce far niente. La Madre Teresa, asistiendo a desvalidos. Juegos raros, me dirá usted. No muy divertidos. y yo contesto: "se verá" (Horstein, 2011).

Bibliografía

  • ATLAN, Henri. 1979. Entre le cristal et la fumée. Seuil. París, Francia; Entre el cristal y el humo. Debate. Madrid, España. 1990.

  • BALANDIER, Georges. 1993. El desorden. Gedisa. Barcelona, España.

  • BRANDEN, Nathaniel. 1995. Los seis pilares de la autoestima. Paídos. México.

  • BRÜKCNER, Pascal (1996. La tentación de la inocencia. Anagrama. Barcelona, España.

  • CANETTI, Elias. 1984. La conciencia de las palabras, Fondo de Cultura Económica, Madrid, España.

  • HORSTEIN Luis. 2011. Autoestima e Identidad: Narcicismo y valores sociales. 1ra edición. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, Argentina.

  • MORIN, Edgar, 1984. Ciencia con conciencia. Anthropos, Barcelona España.

  • NIETZSCHE, Friedrich. 1976. Genealogía de la moral. Obras completas. Aguilar. Buenos Aires, Argentina.

  • BARTHES, Roland. 1978. Roland Barthes por Roland Barthes. Kaíros. Barcelona. España.

 

 

Autor:

José Luis Villagrana Zúñiga.

Maestro en Economía de la Empresa por la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), Licenciado en Economía (UAZ), … y curioso por naturaleza.

Zacatecas, México. 10 de marzo de 2015.

[1] Las ideologías son formaciones complejas de nociones, representaciones, imágenes y de comportamientos, actitudes y gestos que funcionan como normas prácticas que gobiernan las acciones de los hombres en relación con los problemas reales de su existencia social o individual. Cohesionan a los individuos impregnando a los individuos y llegando a ser indiscernibles de la experiencia vivida.

[2] Véase Pascual Brückner (1996).

[3] Las denuncias que han tomado estado público demuestran la desmesura de la exigencia de castidad para los sacerdotes católicos.

[4] "Sufro: indudablemente alguien tiene que ser el causante, así razonan las ovejas enfermizas" (Friedrich Nietzche, Genealogía de la moral).

[5] "no se trata aquí de oponer la experiencia vivida a la abstracción teórica, las ciencias sociales a las ciencias exactas, la reflexión filosófica a la teoría científica. Se trata de enriquecer a unas y a otras haciendo que se comuniquen […] Los adelantos de la ciencia física y biológica pueden introducirnos en las complejidades fundamentales de lo real. Es preciso, pues, abrir una brecha en las clausuras territoriales, renunciar a los exorcismos y las excomuniones, multiplicar intercambios y comunicaciones, para que todas estas ataduras hacia la complejidad confluyan" (Morin, 1984:28).

[6] La palabra inteligencia puede designar una facultad de inteligir o una complicidad; por lo general el contexto obliga a elegir uno de los dos sentidos y a olvidar el otro" (Barthes, 1978: 79).