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Antología del Estado de México

Enviado por gustavogaycanche


    1. Amuzgos
    2. Chinantecos, Chonchos y Chontales
    3. Huaves y Mazatecos
    4. Mixes y Mixtecos
    5. Triques y Zapotecas
    6. Zoques
    7. Folklore
    8. Costumbres indígenas
    9. La danza
    10. Fiestas populares
    11. La guelaguetza
    12. La época colonial
    13. Leyenda y tradición

    IDIOMA PRINCIPAL.

    El idioma principal de México es el castellano o Español

    Amuzgos

    Los amuzgos habitan en el este de la Región de la Sierra Madre del Sur, ellos mezclan sus creencias católicas con sus tradiciones: todavía creen en espíritus del mal, su vida depende de ellos y que sean castigados o premiados. Si hay una sequía o epidemia, lo consideran un castigo por su mal comportamiento y para solucionarlos realizan ceremonias encabezadas por el brujo y rezan al santo patrono. En su organización política, aunque respetan la que es reconocida oficialmente, tiene ciertos rasgos tradicionales como son la jerarquía ascendente de cargos y su propia forma de elección de funcionarios. Los cuicatecos se ubican en las regiones de la Sierra Norte y de la Cañada en el distrito de Cuicatlán. Viven en un mundo de magia en el cual brujos y hechiceros son una necesidad de todos los días. Antes de empezar una pequeña ceremonia rezan a los chaneques y duendecillos o espíritus que pueden ayudar o dañar. Los chatinos se encuentran en la Región de la Sierra Madre del Sur, y Sola de Vega. Lo accidentado del terreno permite la diversidad de climas y recursos naturales. Por ello, a pesar de que predomina el catolicismo, tienen muchas creencias mágico-religiosas, creen que los fenómenos naturales como la lluvia, el viento, el trueno, etcétera, son propiciados por espíritus o deidades, a los cuales les rinden culto, encabezando las ceremonias los brujos. Las prácticas mágico-religiosas se asocian a todas las etapas de la vida; por ejemplo, los niños, a los 7 días de nacidos, son llevados con el brujo para que les den un nombre secreto. Las enfermedades se consideran de origen sobre natural, enviadas como castigo por no seguir las normas o tradiciones. En cuanto a su organización política, la región está dividida en municipios y el hombre, por obligación social, presta servicios gratuitos a la comunidad.

    Chinantecos, Chonchos y Chontales.

    Los chinantecos se localizan principalmente en las regiones del Golfo y parte de la Sierra Norte. Tienen un origen desconocido, pero aún conservan sus tradiciones y creencias relacionadas con los astros, fenómenos meteorológicos, animales y árboles, etc. En la chinantla se ha perdido la forma tradicional política; actualmente el consejo de ancianos sólo cumple funciones religiosas.

    Los chochos habitan al norte de La Mixteca, en los límites con puebla en los distritos de Coixtlahuaca y Teposcolula. De su antigua organización social sólo queda la cofradía de los santos, encargada de organizar la fiesta del santo patrono, cuyos gastos corren a cargo del mayordomo. La brujería sigue teniendo una gran influencia.

    Los chontales se ubican al sureste de Oaxaca, en parte de los distritos de Yautepec y Tehuantepec. Por las condiciones geográficas de la zona, la población se encuentra muy dispersa. Sin embargo, sus tradiciones se conservan en todos ellos. El consejo de ancianos es muy importante; un anciano al que le llaman chagola, preside las ceremonias en las que se mezcla lo católico y lo autóctono.

    En san Mateo del Mar, por ejemplo, cuando hay sequía se acercan a la orilla del mar para suplicar la lluvia y su petición es acompañada por los tambores.

    Huaves y Mazatecos

    Los huaves viven en los municipios costeros del distrito de juchitán. Este grupo, al igual que los anteriores, mezcla el catolicismo con sus creencias tradicionales. Le rinden culto a elementos naturales con la creencia de que tiene espíritu. Efectúan ceremonias llevadas a cabo por todo el grupo. Los huaves han recibido poca influencia mestiza; por tanto conservan la organización política tradicional, la cual comprende tres niveles: en el primero, los policías y comunicadores de las noticias, los regidores en el segundo y en el tercero se encuentran los jefes de los niveles anteriores: el juez, los alcaldes o el presidente municipal.

    Los mazatecos viven en la Región de la Sierra Norte de nuestro estado, principalmente en el distrito de Teotilán. Como habitan sobre lo que ha permitido la ladera de la Sierra que da al Golfo, su clima varía del templado al cálido, lo que ha permitido gran variedad de cultivos y árboles frutales. Tienen vestigios de su religión prehispánica; hacen culto a los espíritus o deidades y estas creencias son llevadas a cabo por su brujo. Su organización política está de acuerdo con las leyes del estado y los cargos públicos los desempeñan los mestizos. Sólo en comunidades muy pequeñas los indígenas participan en este tipo de cargos.

    Mixes y Mixtecos

    Los mixes se ubican principalmente en la región de la Sierra Norte y en la parte norte del Istmo. Desde los años setentas a últimas fechas, en el aspecto religioso, han surgido múltiples conflictos por la aparición de grupos protestantes. Estos grupos han dividido a los habitantes de la región ya que han intervenido en sus creencias tradicionales. Sus celebraciones son amenizadas por 30 o más músicos. Tradicionalmente, éstos reciben una buena preparación musical porque ensayan todo el año en las escuelas financiadas por el pueblo. Las bandas acompañan tanto a los actos religiosos, como a los políticos y sociales. La autoridad mixe se forma mediante sistema de jerarquía tradicional: topiles, policías, cabos, mayores, comandantes y religiosos. Al cambio de un cargo se le llama "entrega de cuenta" y se celebran actos tradicionales.

    Los mixtecos se encuentran al norte de nuestro estado, y se ubican en la región del mismo nombre, dividida en dos subregiones bien diferenciadas en lo ecológico y cultural. La zona se divide en Mixteca Alta y Mixteca Baja. Los habitantes de la primera viven en lo alto de las montañas, en donde predominan los pinos, y sus inviernos son muy fríos. Se sitúa al sur y al este de la propia Mixteca, zona sumamente accidentada donde se juntan la Sierra Madre del Sur y la Sierra Madre del Norte. El proceso de erosión de sus suelos es uno de los más dramáticos del país. Por lo accidentado del relieve está bastante incomunicado. Entre los mixtecos el matrimonio es concertado con los padres e implica el pago, por parte de los padres del novio, de una cantidad de dinero o bienes que se devuelven si el matrimonio fracasa.

    Aún practican aspectos de su religión tradicional heredada de los antiguos mixtecos; creen en la existencia de espíritus que controlan las fuerzas de la naturaleza, a los que hay que respetar para no desatar su furia; se asocian para rendir culto a los santos y la festividad más importante es la del Santo Patrón. Corresponde al mayordomo costear todos los gastos del festejo y esto para ellos es un privilegio.

    Su organización política es la que rige el estado, en la que ellos tienen poca representatividad. Se mantiene el llamado servicio, por lo que los varones indígenas, al alcanzar la mayoría de edad sirven de policías voluntarios por un año.

    Triques y Zapotecas

    Los Triques se localizan sobre la Sierra Madre Sur. Tienen muchas creencias mágico religiosas; creen en deidades que rigen los fenómenos como el viento, la lluvia y el trueno, a los cuales les rinden culto, lo mismo que al "espíritu". En algunos pueblos de la zona trique se conserva todavía el consejo de ancianos constituido por personas que han cumplido con toda la escala de cargos, desde mensajero (topil), hasta el alcalde o presidente municipal. Además, deben observar una conducta intachable. Se supone que la forma de elección de los cargos debe ser democrática; pero en realidad los que eligen son los principales y los representantes de los clanes. Cada clan tiene su "principal".

    Los zapotecos no conforman una unidad homogénea; la diversidad de su medio ha determinado grandes diferencias económicas y culturales, por lo que han subdividido en tres grupos: lo zapotecos de la Sierra del Sur de Oaxaca (Mihuatlán), lo zapotecos de Valles y zapotecos del Istmo; estos dos últimos conforman los núcleos más numerosos. Los zapotecos del Valle habitan en toda la Región de Los Valles, pero principalmente en los distritos de Zimatlán, Centro y Tlacolula. Entre los mitos que existen se dice que son descendientes de la roca las arenas o árboles de la región. Creen en espíritus malignos, duendes y en chaneques. Con el cambio, de bastón de mando y entrega de cuentas se celebran actos tradicionales; la organización pública gira en torno al ayuntamiento, y aún cuando el período normal para los cargos de gobierno es de tres años, en estos municipios se ejerce durante un año principalmente, porque el presidente municipal electo tiene que descuidar sus actividades económicas, con las que mantiene a su familia. Con motivo de cambio de vara se celebran actos oficiales el primer día del año. Aunque un período de un año no es reconocido oficialmente, sí es aceptado por la comunidad

    Zoques

    Los zoques habitan en el este de la región ístmica, en el municipio de Santa María Chimalapa. Entre los zoques más tradicionalistas la unidad social de la familia extensa es muy importante, colaboran todos en las actividades agropecuarias, en las cuales participan también los parientes. Los asuntos relativos al uso de la tierra, como el reparto agrario, casi acabaron esta autonomía de barrio, la que, sin embargo, se conserva aún en lo que concierne al ceremonial religioso, donde subsistió la división. Los cargos en los ayuntamientos quedan normalmente en manos de mestizos, sólo corresponden a los indígenas los agentes municipales en rancherías, colonias y en su caso, los correspondientes a los comisariados ejidales.

    La religión de los costumbreros conserva muchos elementos que pueden considerarse como prehispánicos, persisten las creencias en seres sobrenaturales que son los dueños de la tierra, como el relámpago, la lluvia y el viento, o que se asocian a lugares específicos, como los espíritus de las montañas, los bosques, las cuevas y los ríos; éstos se identifican con las deidades católicas, como la Virgen María con la luna y Cristo con el sol.

    Los seres sobrenaturales son caprichosos y generalmente malos, por lo que pueden causar daños o enfermedades, éstos deben tratados por medio de rituales mágico religiosos a cargo delos brujos. Las deidades católicas son buenas, pero también deben ser propiciadas mediante la oración y las fiestas conmemorativas. Existe todavía una organización jerárquica religiosa tradicional que tiene como función el cuidado de la iglesia y el mantenimiento del culto a los Santos Patronos. Los zoques católicos tienen como autoridad inmediata a los sacerdotes y cuentan son sus propias asociaciones, otros son "adventistas" o "sabáticos" y tienen como ministros de culto a sus pastores.

    La religiòn de los mexicanos siempre ha sido la RELIGIÓN CATÓLICA. Los católicos creemos en Jesús, el hijo de Dios, que vino al mundo para salvarnos… Creemos en la Virgen María su madre y obedecemos al Papa Juan Pablo II, que es el jefe de toda la Iglesia.

    Desgraciadamente, con el paso de los años, algunos grupos se fueron separando y formaron su propia religión, porque sus ideas eran distintas. Ultimamente se han formado muchos grupos que se llaman SECTAS y que las inicia un señor que decide que él sabe toda verdad.

    La gran diferencia entre la RELIGIÓN CATÓLICA y estos otros grupos nuevos, es que

    la primera LA FUNDÓ JESUCRISTO, el hijo de Dios y los segundos se le ocurrieron a ¨quien sabe quien¨ .

    El Papa Juan Pablo II, Jefe de la Iglesia Católica, es el sucesor de San Pedro, que fue el hombre que Cristo escogió y dejó como Jefe de su Iglesia.

    Folklore

    El estado de Oaxaca posee quizá el más rico acervo folclórico entre las entidades del país, lo cual en parte seguramente obedece a la diversidad de grupos étnicos de muy antiguo establecidos en territorio oaxaqueño, mismos que, consecuentemente, mantienen usos y costumbres diferentes, inclusive ciertas prácticas completamente al margen de toda ortodoxia religiosa. El folklore oaxaqueño, pues, presenta muy diversos aspectos, y aun cuando algunas de sus manifestaciones tienen un carácter común, por ejemplo, el de las costumbres observadas en la celebración del Día de Finados, en lo general éstas son muy diferentes entre sí, pues corresponden a distintos lugares o regiones.

    Música

    La música, lo mismo que la danza, una y otra estrechamente vinculados, son las manifestaciones más antiguas del folklore oaxaqueño, sobre todo la música prehispánica perviviente aún en las melodías ancestrales interpretadas con los primitivos instrumentos indígenas: tlapitzalli o chililihtli (vulgo "chirimía") y teponaztli, a los que a veces va acoplada una de esas antiguas trompetas que debieron haber utilizado las tropas españolas durante la conquista.

    Estos conjuntos, integrados por regla general por dos músicos, y excepcionalmente por seis o siete, invariablemente hacen acto de presencia en las festividades titulares de los poblados indígenas y aun en algunas celebraciones religiosas de la ciudad, y son, pudiérase decir, los representantes del folklore musical autóctono, cuyas interpretaciones se distinguen por los sonidos guturales, agudos y estridentes, integrantes de melodías de composición arbitraria, impregnadas de cierta monotonía y basándose en sonidos frecuentemente repetidos y aparentemente inconexos.

    Durante la Colonia el folklore musical indígena cobra manifestaciones diferentes, bajo la influencia de la cultura europea. Esta influencia es la que se manifiesta, a lo menos en parte, en la música popular que actualmente forma parte integrante del folklore oaxaqueño; así podemos apreciarlo en la Sandunga, melodía de sentido específicamente racial, pero que, sin embargo, presenta en sus tiempos vivaces tanta semejanza con las movidas "jotas" y las alegres "bulerías" españolas, lo mismo que los exultantes "jarabes" del valle con los vertiginosos giros de las tocatas de Bach. Esa influencia, pues, y sobre todo la introducción de la actual escala musical, pues el pentagrama de la música prehispánica consta solamente de cinco notas, hizo posible la concepción y arreglo de las actuales melodías indígenas, particularmente entre los zapotecas que son quienes más se distinguen por sus manifiestas aptitudes en el cultivo del arte musical, siendo de origen zapoteca las populares melodías istmeñas: la Sandunga, Petrona, Juanita, La Llorona y la Tortuga, y los jocundos "sones" y "jarabes" de Villa Alta, la Sierra, el Mixe y el Valle de Oaxaca, que, con los no menos movidos "sones" y "chilenas" de la costa:

    El Zopilote, El Toro, la San marqueña, El Panadero, El Palomo, La Indita, La Petenera y la Malagueña, integran el aspecto más conocido del folklore musical de nuestra entidad, pues existen varias melodías poco popularizadas, con su correspondiente letra en lengua aborigen, tales como La Paloma de la región mazateca y el Dunzáa, de Yalalag

    Costumbres indígenas

    Las costumbres sociales, religiosa o de otra índole, observadas en las comunidades indígenas, son de carácter muy variado y ofrecen abundantísimo material para los estudios e investigaciones de carácter sociológico. Entre las que pudiéramos llamar colectivas hemos reseñado ya la de la Mayordomía, en la que una sola persona sufraga considerables gastos en provecho de los demás, y de la guelaguetza, donde al contrario, todos contribuyen para beneficio exclusivo de una sola persona.

    A estas costumbres agregaremos la del tequio (voz nahoa, "cosa que tiene o da trabajo"), que no es una institución, sino una costumbre establecida en los pueblos del estado, la cual impone a todos y cada uno de los vecinos de un lugar la obligación de prestar su concurso personal en la ejecución de toda obra de interés colectivo, por ejemplo: la construcción de un templo, una escuela, el edificio del Ayuntamiento, un camino o la reparación periódica de éste. Merced a ese sistema es rápida y fácilmente ejecutada cualquier obra de beneficio común en las poblaciones indígenas.

    Y la manera de convocar al vecindario para acordar todo lo concerniente al tequio, es bastante original en ciertos lugares; en algunos de la Mixteca el topil o alguacil notifica la comparecencia de casa en casa; en otras poblaciones el aviso es dado quemando determinado número de cohetes; en los pueblos de Tlacolula se convoca por medio el caracol, y en San Agustín Atenango el topil hace el llamado a gritos, desde un montículo que domina la población.

    Estas costumbres que, desde luego, constituyen un aspecto bastante apreciable pero desconocido del folklore oaxaqueño, presentan muy diversas manifestaciones y son observadas principalmente en los ritos matrimoniales, en las defunciones, las siembras, las cosechas, la caza y otros aspectos más de las actividades públicas y privadas, entre las cuales manifestaciones llegan a figurar no pocas prácticas supersticiosas. De estas costumbres las relativas al matrimonio presentan bastante originalidad. En el Istmo se acostumbra verificar un simulacro de rapto, con la consiguiente y también simulada pugna de la parentela de la novia, para rescatarla; en los pueblos de Tlacolula el pedimento de mano es hecho a través de un personaje especial, el huehuete, quien desempeña las funciones que en otros lugares corresponden al sacerdote, fijándose en caso afirmativo el número de guajolotes que debe entregar el pretendiente a los padres de la pretensa, y en la Mixteca el acto matrimonial culmina en el "parangón" que un anciano pronuncia ante los contrayentes, mismo que constituye una serie de consejos y exhortaciones al cumplimiento de las obligaciones y deberes que su nuevo estado les impone, siendo tradicional entre los zapotecas del Valle y los de Yalalag. el baile que ejecutan en la calle los acompañantes del cortejo nupcial, cargando a cuestas el baúl, metate, garrafón de mezcal, apaztle, sillas, aves de corral y demás que llevan como obsequio a los desposados.

    Las defunciones son también objeto de prácticas bastante singulares entre los indígenas y aun entre la clase popular de la ciudad, pues entre ésta se acostumbra velar a los niños fallecidos, con baile. En la región de El Rincón (Villa Alta) la velación y entierro se verifican con música, alternándose las preces y responsos con melodías de carácter diverso, y en Tlaxilac de Cabrera se deposita en la fosa, junto al cadáver, el itacate o bastimento que se piensa ha de necesitar el extinto para el gran viaje. Esta misma práctica se observaba, posiblemente lo siga siendo entre los tacuates de Zacatepec (Putla), donde las doncellas eran enterradas con el bastimento, el huso o el malacate y la bola de algodón, instrumentos de las ocupaciones a que se dedicó en vida, y un perrillo sacrificado al borde del sepulcro, no volviendo a ser ocupada la casa que habitaba "para que el ánima de la difunta pudiera gozar de tranquilidad". Y algo semejante ocurre con los procedimientos curativos sobre el "mal de ojo" y el de "susto".

    Este último se cura entre los indígenas triques encendiendo una vela en el sitio exacto en donde el susto se produjo y rociando con agua, o aguardiente, nuca, piernas, espalda y pecho del enfermo, a tiempo que se pronuncian ciertas invocaciones para el caso.

    Entre la diversidad de costumbres observadas por los indígenas oaxaqueños hay algunas que revisten un carácter solemne, y otras un sentido de religiosidad acendrado.

    Entre las primeras figura la renovación del poder civil, representado por el Ayuntamiento y Alcaldes, a quienes con toda gravedad y en un ambiente de la más absoluta circunspección se confiere el bastón de mando, de fina madera con contera de plata, símbolo de la autoridad que representan, empuñando el cual comparecen en los primeros días de enero ante el gobernador del estado para presentarle sus respetos. Entre los segundos se halla, o por mejor decir se hallaba porque ya casi ha desaparecido, la de acción de gracias al término de la cosecha; en esta ocasión eran engalanados bueyes y carreta, la que volvía con las últimas mazorcas, y acompañada en procesión por los campesinos que, portando velas de cera y ramos de flor de cempoalxochitl iban entonando el "Alabado" durante el trayecto, se encaminaban a la capilla o templo del lugar para dar gracias al Todopoderoso por los beneficios recibidos. Ahora, dentro de su carácter religioso, también la nota profana llega a imprimir un toque de marcado sabor vernáculo en ciertas festividades, como sucedía hace cincuenta años en la festividad del Señor de Santa María, del barrio del Marquesado, donde se celebraba al mismo tiempo el Jueves de los Compadres con una rumbosa fiesta cuyo atractivo principal lo constituía el baile de "cuadrillas y de "lanceros", que requerían varios días de constante preparación, mismo que terminaba con la regocijante "danza calabaceada", en la cual, entre guiños y señales de inteligencia más o menos embozadas las comadres terminaban dando "calabazas" a los compadres.

    En esta festividad se acostumbraba agasajar a los visitantes, tanto en la Mayordomía como en las casas particulares, con un suculento mole de guajolote. Y esta costumbre de proporcionar la alimentación al visitante, durante la celebración de la festividad titular, aún perdura en los pueblos de El Rincón (Villa Alta), donde basta el simple hecho de llegarse a la puerta de cualquier casa y pronunciar el tradicional "padiuxe" (saludo en lengua indígena, zapoteca), para que al instante le sea proporcionada al visitante la escudilla con caldo de res y unas cuantas tortillas.

    La danza

    Tan variado como el acervo musical indígena es el de la coreografía oaxaqueña, siendo algunas danzas trasuntos de los primitivos areytos aborígenes verificados en honor de las divinidades tutelares, como cierta danza que se ejecuta en Yatzona (Villa Alta), de movimiento y pasos completamente primitivos, bailada por un grupo de cuatro o cinco indígenas tocados con vistoso penacho y cubiertos únicamente con un simple taparrabo. En todo el estado de Oaxaca la región que más se distingue en este aspecto en la de Villa Alta, porque la celebración de toda fiesta titular va acompañada invariablemente del consiguiente espectáculo coreográfico, ejecutado por conjuntos de niños o de adultos.

    Entre la diversidad de danzas ejecutadas en la región, porque son muchas, tenemos como más conocidas la Danza de San Marcos, de carácter pantomímico, semejante a los bailes rituales africanos, El Coloquio, en la cual van bordando los danzantes una serie de complicadas figuras con listones multicolores pendientes de la extremidad de un alto poste clavado en tierra, y los Negritos, que se distingue por sus variadas evoluciones y la matemática precisión del paso, marcando la ejecución de la primera los primitivos instrumentos indígenas: pífano y atabal, y de las segundas una moderna banda.

    En la región mixe, vecina de la villalteca, son ejecutadas también diversas danzas, entre ellas: la Danza del Caballito, bailada en Camotlan; la Danza Tehuacanera, de muy poca originalidad en Tlahuitoltepec; la Danza de los Mechudos, bastante llamativa, en Ayacaxtepec, y la Danza del Tigre, de carácter cinegético, en la que se representa el acoso y muerte de la fiera, en Ixcuintepec, existiendo una danza de igual nombre ejecutada por los indígenas de Amuzgos (Putla). De mucha originalidad y movimiento es asimismo la Danza Yalalteca (Villa Alta), que se ejecuta en parejas tomadas de las manos, y el Shandé de los indígenas triques de Copala (Juxtlahuaca), bailado por una pareja al compás del estribillo marcado por un violín y un tambor, ejecutándose en la fiesta titular de dicha población una cierta danza en la que participan solamente las mujeres que van girando en círculos cerrados.

    Todas estas danzas tienen un carácter completamente regional y algunas presentan una singularidad extraordinaria, siendo éste el caso del San Balilú, baile ejecutado por los indígenas de Santa Catarina Estetla (Etla), trasunto de antiquísimo rito matrimonial, en el que cuatro matronas, cargando a cuestas las andas o tapexco sobre el que va encaramada la desposada, van trenzando los lentos movimientos que marca el son de un violín y una jarana. Pero existen danzas de carácter común que, con algunas variantes, se ejecutan en diferentes regiones, y éstas son la Danza de Santiago y la Danza de los Moros, bailadas en cuadrillas y en las cuales interviene el diálogo, en verso, pues son una especie de dramatizaciones coreográficas en las que se remontan, en la primera, episodios de la conquista, y en la segunda las pretéritas luchas sostenidas entre moros y cristianos. Estas danzas se ejecutan principalmente en la Costa y la Mixteca, siendo conocidas en Juxtlahuaca con los nombres de Los Rubios, y Los Chareos.

    Pero indudablemente, la danza máxima, nervio del folklore coreográfico oaxaqueño, la constituye la Danza de Pluma. Es asimismo una escenificación, mitad dialogada y mitad coreográfica, del drama de la conquista, en la que intervienen los principales personajes de la misma: Motecuhzoma, capitanes del ejercito tenochca, la Cihuapilli, la Malinche, Cortés, Pedro de Alvarado y tropas españolas, presentando la parte coreográfica de esta danza un espectáculo soberbio, en la perfecta sincronización de movimientos y los inverosímiles giros y flexiones de los danzantes tocados con altos y multicolores penachos entretejidos de finísima pluma. Cierra, por último, el cuadro de la coreografía oaxaqueña, la serie de danzas y bailes populares ejecutados en la verificación de diversos actos sociales: el baile de El Toro, acostumbrado en Macuiltianguis (Ixtlán), que es un simulacro de toreo entre el hombre y la mujer, los movidos "jarabes" zapotecas, el baile de la Sandunga y otros más.

    En el Istmo y los "sones" y "chilenas" bailados en Pochutla, Juquila, Jamiltec, Putla y Sola de Vega, existiendo, además, la Danza de los Jardineros, bailada en cuadrillas, una mitad de hombres vestidos de mujer, que se ejecuta en Oaxaca, en la festividad del Señor de Santa María, y en los pueblos de los contornos, siendo muy vistosa e interesante por sus originales y complicadas evoluciones.

    Fiestas populares

    Las festividades populares que se celebran en determinadas fechas y en diferentes poblaciones de la entidad pero sobre todo en la capital, por su mismo carácter presentan muy diversas facetas de nuestro folklore. Siguiendo el orden cronológico correspondiente a dichas festividades enunciaremos en primer lugar la celebración del carnaval que en la capital no presenta actualmente ningún interés pero sí en diversas poblaciones del Valle y la Mixteca, y muy especialmente en Putla, donde la celebración cobra manifestaciones extraordinarias con la participación de casi todos los jóvenes de la localidad, inclusive señoritas, cuyos disfraces, de confección improvisada, son bastante originales y llamativos. Después del Carnaval los Viernes de Cuaresma son las celebraciones de mayor importancia, con las romerías que se organizan a determinados santuarios y la verificación de grandes ferias comerciales, agrícolas y ganaderas, en los mismos, siendo las más importantes, las del primero, en Santa María Ixcatlán (Teotitlán) y Teposcolula; la del segundo en Santa Catarina Yosonotú (Tlaxiaco); la del tercero en San Juan Copala (Juxtlahuaca); la de cuarto en Tezoatlán (Huajuapan) y Huaxpaltepec (Jamiltepec), y la del quinto en la Villa de Etla; la celebración de todos estos viernes se verifica en la capital con los tradicionales paseos matinales al Llano, y el cuarto, Viernes de la Samaritana, con el obsequio de aguas frescas en los templos de la ciudad, mercados y algunas casas particulares.

    A seguir, la Semana Santa es una de las celebraciones más importantes en la ciudad de Oaxaca; esta celebración tiene un carácter completamente costumbrista y se distingue también por la austera solemnidad de los diferentes actos litúrgicos y el acentuado sabor vernáculo de los profanos; y aun cuando la implantación del rito antiguo en mucho ha modificado los anteriores usos y costumbres que antiguamente se estilaban, la celebración conserva muchas y muy originales manifestaciones populares, tales como el reparto de aguas frescas la tarde del Martes Santo en el barrio de Xochimilco, la ceremonia del Lavatorio y la visita a los altares de los templos el Jueves Santo, y al día siguiente los Encuentros en Jalatlaco, Xochimilco y el Marquesado, el sermón de las Siete Palabras y los Descendimientos, lo mismo que el solemne pésame presentado a la Virgen de la Soledad, por la noche, que es una de las ceremonias más impresionantes y patéticas.

    Algunas celebraciones regionales revisten un tipicismo clásico entre ellas las populares "Velas" del Istmo, principalmente la verificada en Juchitan, en el mes de abril, en honor del Santo Patrono del lugar, San Vicente Ferrer. El aspecto más pintoresco de estas "Velas" lo constituye la manifestación pública o paseo por las calles de la población; lo componen varias carretas adornadas con ramas y flores, y la yunta con collares de papel de china y la cornamenta pintada de vivos colores; a bordo de las carretas van nutridos grupos de señoritas ricamente ataviadas, con jicalpextles llenos de flores y de fruta que van tirando al paso, a la concurrencia, siendo muy de ver el abigarrado conjunto de formas de la comitiva, a caballo o a pie, verificándose al final del recorrido una espléndida fiesta en la casa de Mayordomo de la celebración.

    El día de la Santa Cruz, el 3 de mayo, tiene una celebración especial en la ciudad, colocándose en todos los zaguanes de las casas una cruz adornada con flores, pero lo celebra principalmente el gremio de albañiles, quemando cohetes durante toda la mañana y colocando cruces, engalanadas también en el remate de las construcciones que están levantando. En este mismo mes tiene lugar la verificación de la fiesta titular de la vecina población de Xoxo, donde forma parte de los actos profanos el espectáculo de los toros de lidia en un corralón improvisado a un costado del templo, siendo acostumbrado también este espectáculo en algunas otras poblaciones del Valle Villa Alta y la Mixteca. Después de esta festividad se presenta, en la segunda quincena de julio, otra de las más importantes, y la más antigua de Oaxaca, como trasunto que es de cierto rito indígena, mexica, practicado mucho muy antes del establecimiento de la ciudad española, siendo ésta la del Lunes del Cerro, con la correspondiente octava.

    Esta fiesta, verificada hace cincuenta años con toda sencillez, ha llegado a revestir en la actualidad, al igual de la de la Noche de Rábanos y las Calendas de Navidad, un poderoso incentivo de interés turístico, llegando a convertirse en un espectáculo singular, con la ejecución de los diversos bailes y danzas populares de las siete regiones del estado, la música también popular correspondiente a las mismas y la exhibición del pintoresco atavío de los ejecutantes; es, pues, una fiesta de recio y vigoroso colorido, de acentuado sabor folklórico; un espectáculo soberbio desenvuelto en un escenario natural que tiene como fondo la magnífica perspectiva del anchuroso Valle de Oaxaca.

    A esta festividad sigue, el 31 de agosto, la tradicional ceremonia de la bendición de los animales, en el templo de la Merced, a la que concurre el vecindario conduciendo sus animales domésticos, pintados de vivos colores unos, engalanados otros con flores o listones y los más enfundados en atavíos de muy diversa confección, con lo cual la inventiva popular pone en la ceremonia una nota regocijante y pintoresca.

    Poco después, los segundos domingo y lunes de octubre tienen verificativo, respectivamente, la gran feria de Tlacolula y la festividad de Santa María el Tule, aquélla de carácter comercial y ésta de carácter diríamos recreativo para las familias que antiguamente asistían a la misma conducidas a bordo de carretas, derramándose los asistentes por todos los ámbitos del pueblo para saborear las bebidas, viandas y frutas del lugar, a la fresca sombra de los fresnos, tal como se disfruta de uno de tantos días de campo.

    A seguir se presenta la Fiesta de Finados, o los Muertos, como también es conocida, misma que constituye otra de las festividades que se celebran por tradición, prolongándose todo el mes de noviembre pues la primera celebración, la del día 2, corresponde a la ciudad, y cada lunes de los siguientes al Marquesado, Xoxhimilco y San Felipe del Agua; la nota costumbrista en esta fiesta, independientemente de la visita a los panteones que se verifica siempre con el estreno de alguna prenda de vestir, lo que también se acostumbra en Semana Santa, la ofrecen principalmente los "altares de muertos", recubiertos de flores aromáticas, de ceras votivas, de frutas de la temporada y de los diversos guisos y platillos

    que se condimentan en tal ocasión y son depositados como ofrendas a las ánimas de los deudos, teniendo esta conmemoración de los fieles difuntos un carácter general, pues se celebra en igual forma en todas las poblaciones del estado.

    Después de la festividad de Nuestra Señora de la Concepción, verificada el 8 de diciembre y que se distingue por la extraordinaria romería celebrada en el cercano pueblo de San Juan Chapultepec, las fiestas de mayor importancia son las de la Virgen de la Soledad, Patrona de Oaxaca, el día 18, la de la Noche de Rábanos, el 23, y la de la Navidad, el 25, en cuya víspera tiene lugar el recorrido de las calendas de todos los templos de la ciudad, con sus originales y suntuosos carros alegóricos. De estas últimas festividades la correspondiente a la Noche de Rábanos es la que presenta uno de los más característicos perfiles folclóricos, en la exhibición de muy diversos y artísticos productos de manufactura popular, confeccionados con flores naturales y enceradas, y sobre todo de rábanos de fantásticas formas y apariencias.

    La guelaguetza

    El origen prehispánico de la guelaguetza

    La antigüedad de la actual festividad de los "Lunes del Cerro", se remite a finales del siglo XV; su origen se deriva de la celebración de ritos prehispánicos de adoración y pedimento a la diosa azteca protectora del maíz "Centeocihuatl" o "Centeotl", en cuyo honor se realizaban danzas y comidas rituales que culminaban con el sacrificio de una doncella, quien durante el lapso de las festividades era considerada la representación misma de la deidad.

    Los festejos y ritos se realizaban en lo que ahora de conoce como Cerro del Fortín, y que antaño era denominado por los zapotecos como "Tani Lao Nayaaloani" o "Daninayaloani" que significa Cerro de Bellavista, en la cima de la cual se encontraba una guarnición azteca a cuyas faldas se fundó el asentamiento de "Huaxyacac", origen de la actual ciudad de Oaxaca.

    Esta festividad, fue bien acogida por los pueblos zapotecos y mixtecos, quienes también realizaban ritos de petición a sus dioses agrícolas: "Cosijo", dios de las lluvias y "Pitao Cocobi", de la agricultura y las mieses, especialmente el maíz. A estas divinidades los zapotecos acostumbraban propiciarlos mediante "actos rituales en los cuales se entregaban dones (Xilla, Xilaapaaneza), acompañados de cantos y danzas", con el fin de propiciar suficientes lluvias, y, por tanto, lograr una gran cosecha.  La época colonial

    Con el advenimiento en 1521 de los conquistadores europeos, y la consiguiente evangelización, las festividades del Lunes del Cerro sufrieron transformaciones.

    Así, los nuevos amos, viendo que los indígenas continuaban visitando anualmente el Cerro del Fortín, instituyeron la fiesta de la Virgen del Carmen, coincidiendo las fechas con las anteriores celebraciones prehispánicas. Se estableció que la fiesta se celebrara el domingo 16 de julio, día de la Virgen del Carmen, y cuando no cayera el 16 en domingo entonces la fiesta se verificaría el primer lunes siguiente a dicha fecha, con su correspondiente segundo lunes a los ocho días. Debido a esto, las festividades se denominaron desde entonces como "Lunes del Cerro".

    Para sustituir el uso del "cempazúchil", flor amarilla, de intenso aroma, que se ofrenda a la doncella sacrificada, los religiosos católicos engalanaban el templo con flores blancas: azucenas, nardos y otras.

    Se inició así el proceso de "aculturación" y sincretismo que enmarca hoy día a las festividades del Lunes del Cerro. Los festejos cristianos añadieron nuevos elementos y significados, algunos de ellos ya extintos en las festividades actuales, pero cuya trascendencia sigue vigente en muchos festejos populares de las comunidades del estado. Entre éstos, destacan las danzas de "Gigantes" y el desfile de las "Marmotas", que se efectuaban después de las celebraciones litúrgicas en honor de la Virgen del Carmen, dando pie a procesiones populares, donde las gentes iban ataviadas con disfraces ridículos y cargando las marmotas.

     "Son las marmotas unos globos grandes, formados por carrizos sostenidos por un palo en el centro. En el globo ser forman gajos y éstos se cubren de manta blanca, sobre las cuales los misioneros pintaban pasajes del Nuevo y Viejo Testamento. (Castro, Mantecón, 1981:58)

     La guelaguetza actual

     Durante los turbulentos años del siglo XIX, las festividades de las procesiones del Lunes del Cerro perdieron gran parte de la fastuosidad de las procesiones de la época colonial. No obstante, la costumbre de festejar a la Virgen del Carmen, e ir posteriormente el primero y segundo lunes al cerro, prosiguió. En estas épocas las familias preparaban almuerzos y comidas que disfrutaban en el cerro. Después iban a tomar exquisitas nieves de frutas y degustaban ricas golosinas de nombres estrafalarios: "gollorías", "mostachones", "gendarmes", "charamuscas", etc.

    Hacia 1928-1930 se trató de dar mayor realce a las festividades y se incluyó por primera vez la escenificación de la "Danza de la Pluma", propia de varios pueblos zapotecos y mixtecos de Valles Centrales, que representa la gesta de la Conquista.

    Los antecedentes contemporáneos de la presentación de bailes regionales dentro de la Guelaguetza se remontan al año de 1932, cuando se celebró el IV centenario de haberse otorgado a Oaxaca el rango de ciudad, realizándose un "Homenaje Racial" en el que las diferentes regiones del estado dedicaron cuadros de danza en honor de la capital celebrándose además el concurso para seleccionar a la "Señorita Oaxaca". En esa ocasión, a la ganadora se le ofrecieron varios presentes tales como sarapes de Teotitlán del Valle, loza verde de Atzompa y negra de Coyotepec, mezcal de Santa Catarina Minas y pan de Tlacolula, entre otros. Este tipo de presentes, realizados en ocasiones muy especiales, se acostumbra entre los zapotecos para corresponder a atenciones o servicios prestados por una persona o familia y se conocen como "guelaguetza", vocablo zapoteca, sobre cuyo significado aún hay polémica.

    La importancia de esta costumbre destaca el tomar en cuenta que en muchos pueblos de los Valles Centrales las familias registran en un libro la ayuda recibida bajo esa manifestación de fraternidad a fin de saber con precisión cuáles son las obligaciones contraídas, a las cuales, a su vez, hay que corresponder. Se acostumbra dar guelaguetza en los casamientos, los nacimientos y los funerales, ofreciendo ritualmente a los contrayentes o familiares comida, guajolotes, cigarros, mezcal o dinero, situaciones que deberán ser retribuidas de igual manera por los beneficiarios, estableciéndose así una extensa red de compromisos sociales. La guelaguetza también se realiza para corresponder a quienes ayudan en las labores de la siembra o la cosecha.

    En el Istmo de Tehuantepec se dice que la palabra Guelaguetza deriva de la palabra zapoteca "Guendalizaá", que hace alusión a "una actitud, una cualidad con la que se nace; un sentimiento por medio del cual el zapoteco acepta, sirve y ama a su prójimo; es el sentimiento de parentesco, de hermandad, de compartir con todos los hermanos lo mejor de la naturaleza"

    A partir de 1951, las festividades del Lunes del Cerro adoptan el término popular de la "Guelaguetza", debido a que las delegaciones regionales acostumbran traer, para regalar entre el público, productos artesanales, frutas y bebidas, además de ofrendar a los concurrentes su música y sus bailes. Ambos aspectos de las festividades del "Lunes del Cerro" y el vocablo "Guelaguetza" identifican al conjunto de actividades realizadas durante el primero y el segundo "Lunes del Cerro". Como parte de éstas, desde 1968 cada delegación presenta una candidata al título de "Diosa Centeotl". La elegida es investida públicamente y preside las festividades, que se realizan desde 1974 en el auditorio del Cerro del Fortín, situado donde anteriormente se levantaba una rotonda al aire libre conocida como "Rotonda de la Azucena", sede original de las modernas festividades de la Guelaguetza.

    Además de los bailes y danzas regionales presentados en el Auditorio del Cerro del Fortín, y la elección de la Diosa Centeotl, se llevan a cabo diversas actividades artísticas y culturales paralelas en el lapso comprendido entre el primero y el segundo Lunes del Cerro.

    Acaso como una expresión original de una cultura popular la Guelaguetza haya perdido autenticidad, pero su fuerza festiva pervive lo ritual junto a lo profano, subsiste un modo propio y único de ser y de entender al mundo, en el cual es posible descubrir una riqueza de expresiones que revela el colorido de la diversidad cultural de caracteriza a todo México y, especialmente, al estado de Oaxaca.

    Leyenda y tradición

    La leyenda tiene un carácter general, es algo común en la historia de todos los pueblos, ya sea concebida en un hecho inverosímil, es decir, producto de un mito, o bien fundada en la verificación de un remoto y significativo suceso, en cuyo caso a veces toma cuerpo de tradición, de la que a su ves, derivan ciertos usos, prácticas y costumbres cuyas manifestaciones constituyen precisamente la médula del folklore.

    En esta aspecto Oaxaca cuenta con diversidad de leyendas de carácter mítico e histórico; entre las primeras figuran la leyenda zapoteca del nacimiento del fuego, la del mítico alumbramiento de los árboles de Apoala, progenitores del primer hombre y la primera mujer mixtecos, y la del mutuo aniquilamiento de chontales y chatinos en el que participan los genios de ambos pueblos, empeñados en una contienda fabulosa en la que unos y otros recurren al empleo de sus poderes sobrenaturales; entre las segundas figura la poética leyenda de la princesa Donají, la de la Santa Cruz de Huatulco que, según consigna la tradición, fue plantada muchos años antes de la conquista en playas oaxaqueñas, y la de las singulares apariciones de la Virgen de la Soledad y la de Juquila. Pero omitiremos toda referencia a unas y otras puesto que este aspecto por su misma amplitud requiere un trabajo especial.

     

    Gustavo Gay