No se trataba de un paraíso deshabitado en espera de ser ocupado sino de la tierra de Canaán, habitada ya por una serie de pueblos a los que Israel exterminó para apoderarse de ella con el absurdo argumento de que Yahvé se la había dado a su pueblo. Y, desde luego, con un argumento de esa clase, surgido de la ambición de los dirigentes de Israel, cualquier nación sin escrúpulos podría tratar de apoderarse de todo el planeta "en nombre de su dios"[36].
En relación con este asunto, tiene interés comentar un pasaje de los Salmos por su relevancia para conocer la curiosa manera que tiene Yahvé -o mejor, los sacerdotes israelitas- de entender la moral, pues se presenta desde la perspectiva de los imperativos hipotéticos kantianos, los cuales, como Kant vio acertadamente, no podían tener valor moral a causa de su carácter interesado. En efecto, se dice en Salmos:
"[Yahvé] les dio [a los israelitas] las tierras de los paganos, les hizo heredar las riquezas de las naciones, para que guardasen sus mandamientos, y cumpliesen sus leyes. ¡Aleluya!"[37].
Como Kant diría, cumplir con una norma por los beneficios que pueda reportar no sería una forma de conducta moral, la cual debería relacionarse con el cumplimiento del deber moral por la conciencia de que era la expresión de una ley absoluta que debía cumplirse incondicionalmente, más allá de cualquier interés y sólo por respeto a esa misma ley.
Una cuestión distinta sería la de demostrar la existencia de leyes morales que valieran por ellas mismas y no precisamente por el bien que por su cumplimiento pudiera lograrse. Pero, como más adelante se verá, tal demostración es realmente imposible, y, por ello, el hecho de que los israelitas cumpliesen los mandamientos de Yahvé por aquel motivo de carácter interesado, aunque privaba a sus actos de valor moral en el sentido kantiano del término, era una manera muy humana de actuar, al margen de que el fundamento de dicha norma se encontrase realmente en los intereses que perseguían los dirigentes de Israel, sin escrúpulo alguno a la hora de masacrar a los habitantes de "la tierra prometida" sin excepción de ninguna clase.
Por otra parte, el hecho de que Yahvé concediese a Israel la "tierra prometida", exterminando a la totalidad de sus anteriores habitantes y despreciando el derecho de éstos a vivir en ella, no dice mucho en favor de la justicia de ese dios y sí en favor de su carácter tribal, déspota y criminal, cuya única excusa consiste en tratarse de un ser imaginario, creado por los dirigentes de Israel, que protege a su pueblo pero desprecia o mata sin misericordia a todos los demás, pues a los sacerdotes de Israel, que detentaban los poderes religioso, político y militar, no les importó demasiado exterminar a los habitantes de la supuesta "tierra prometida" para instalarse en ella. Y así, en descargo de Yahvé sólo puede decirse que no podía ser culpable de nada en cuanto no existía, y que estos pasajes bíblicos lo que dejan traslucir es la ambición y el belicismo de Israel y de sus dirigentes a la hora de apoderarse de tierras ya ocupadas por otros pueblos, matando sin escrúpulos a sus pobladores para asentarse en ellas y poniendo como excusa de sus ataques criminales el hecho de que cumplían las órdenes de Yahvé, que les había concedido dichas tierras ordenando matar a sus habitantes sin dejar a nadie con vida.
Como ligero atenuante de esta conducta bárbara y cruel puede tenerse en cuenta que Israel había logrado escapar de la opresión egipcia y que luego -al menos, según la Biblia- había estado vagando por el desierto durante cuarenta años para encontrar un lugar donde asentarse-. Pero la "tierra prometida" tenía ya sus propios habitantes y su exterminio no tenía justificación de ninguna clase.
b) Lo que el supuesto Yahvé no comunicó a Abraham en aquel mítico momento de su "alianza" fue la serie de crueles represalias que tomaría contra Israel en el caso de que no le mantuviese la fidelidad exigida. Y estas bárbaras amenazas, según los textos bíblicos, fueron constantes y se cumplieron en muy numerosas ocasiones, como la ya señalada en el texto de Levítico, 26:27-33, tan lleno de crueldad.
c) En otros pasajes se insiste en esta misma idea de la exclusiva unión de Yahvé con el pueblo de Israel y en su obsesión por que su pueblo no adore a otros dioses.
Respecto al conjunto de estos pasajes tiene interés comentar algunos en particular por las ideas que expresan y por las que se deducen de ellos, pues, por una parte, se habla de la alianza, pero complementariamente se insiste en la exaltación de Israel como único pueblo al que Dios ha elegido. Se habla también de la recompensa divina, de los castigos de Yahvé a su pueblo si cae en la tentación de adorar a otros dioses, se afirma de manera inequívoca la existencia de esos otros dioses, entre los cuales se considera que Yahvé es el más poderoso, y finalmente se va más allá en la exaltación de Yahvé y se proclama que es el único dios, negando de manera contradictoria la existencia de aquellos otros dioses cuya existencia se había reconocido antes.
d) Respecto a la glorificación del pueblo de Israel que tal pacto implicaba por haber sido elegido por Yahvé con carácter exclusivo entre todos los pueblos, hay que señalar dos aspectos: uno, de carácter positivo para el pueblo de Israel, al distinguirlo sobre los demás pueblos; pero, en contraste con éste, otro de menosprecio respecto a los demás pueblos, lo cual podía tener algún sentido a partir del tribalismo de aquellos tiempos y lugares, pero no en relación con la idea de un dios universal cuyo teórico amor infinito sería incompatible con la absurda discriminación que supone respecto a los demás pueblos, teniendo en cuenta además que no se da explicación alguna que justifique tal predilección ni la postergación de los demás pueblos más allá de la simple voluntad caprichosa de Yahvé, que no es otra que la de quienes montaron esta historia, es decir, los sacerdotes de Israel.
Veamos algunos ejemplos:
d1) " si me obedecéis y guardáis mi alianza, vosotros seréis el pueblo de mi propiedad entre todos los pueblos"[38].
d2) "No tendrás otros dioses fuera de mí"[39].
Tiene interés señalar cómo en este último pasaje se hace alusión a la existencia de otros dioses como algo absolutamente natural, advirtiendo a Israel que no debe tener otros dioses distintos de Yahvé: Casi todas las matanzas de Yahvé contra Israel se producen por la serie de infidelidades de su pueblo, que en diversas ocasiones cae en la tentación de adorar a otros dioses, según se narra en la Biblia, al margen de que el motivo real de tales desastres provenga de otras causas, como el poder de sus enemigos, siendo luego los sacerdotes quienes aprovechen tales derrotas para calificarlas como castigo de Yahvé a su pueblo por sus infidelidades.
d3) "Porque tú eres un pueblo consagrado al Señor tu Dios, para que seas el pueblo de su propiedad entre todos los pueblos que hay sobre la superficie de la tierra"[40].
d4) "El Señor se fijó en vosotros y os eligió [ ] por el amor que os tiene y para cumplir el juramento hecho a vuestros antepasados"[41].
d5) "Sin embargo, sólo en tus antepasados se fijó el Señor, y esto por amor"[42].
d6) "El Señor tu Dios te ha elegido para ser su pueblo entre todos los pueblos de la tierra"[43].
d7) "El Señor, en efecto, ha querido hacer de vosotros su pueblo"[44].
d8) "¿Existe en la tierra un pueblo que sea como tu pueblo Israel, al que Dios mismo haya venido a rescatar para hacerlo su pueblo, para hacerlo famoso, para realizar en su favor grandes y terribles prodigios, expulsando a las naciones y a sus dioses delante de tu pueblo, a quien rescataste para ti de Egipto? Has consolidado a tu pueblo Israel y lo has hecho tu pueblo para siempre, y tú, Señor, te has convertido en su Dios"[45].
d9) "Habitaré en medio de los hijos de Israel y no abandonaré a mi pueblo Israel"[46].
d10) "De todas las familias de la tierra sólo a vosotros os elegí"[47].
d11) "Yo cambiaré la suerte de mi pueblo Israel [ ] Yo los plantaré en su tierra y nunca más serán arrancados de la tierra que yo les di, dice el Señor tu Dios"[48].
d12) "Tú libras a Israel de todo mal; elegiste a nuestros antepasados y los consagraste a ti"[49].
d13) "¡Pueblos todos, aplaudid; aclamad a Dios con voces de júbilo! Porque el Señor [ ] es el rey de toda la tierra. Él nos somete los pueblos, y nos subyuga las naciones. Él escogió nuestra heredad, orgullo de Jacob, su amado"[50].
d14) "En aquel tiempo, oráculo del Señor, yo seré el Dios de todas las familias de Israel, y ellas serán mi pueblo"[51].
d15) "Porque así dice el Señor todopoderoso [ ]: "El que os toca a vosotros toca la niña de mis ojos" "[52].
d16) "Haré con ellos [con el pueblo de Israel] una alianza de paz, una alianza eterna [ ] Pondré en medio de ellos mi morada, yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo"[53].
Dice el texto que Yahvé pondrá su morada en medio de ellos, pero no en medio de todos los pueblos. Evidentemente Yahvé es un dios tribal, que defiende a su pueblo y aniquila a quien se le opone.
El tribalismo del dios del Antiguo Testamento tuvo su continuidad en el nuevo. La idea de que la alianza de Yahvé iba destinada exclusivamente al pueblo de Israel sigue apareciendo en las palabras atribuidas al propio Jesús, tal como se narra en el evangelio de Mateo en relación con una mujer cananea, es decir, no israelita, que fue a pedirle a Jesús el favor de que liberase a su hija del demonio que la poseía. Se dice en tal pasaje:
17) "[Jesús] respondió:
-Dios me ha enviado sólo a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.
Pero ella fue, se postró ante Jesús y le suplicó:
-¡Señor, socórreme!
[ . ]
Entonces Jesús le dijo:
-¡Mujer, qué grande es tu fe! Que suceda lo que pides.
Y desde aquel momento quedó curada su hija"[54].
Este pasaje tiene además el interés de que Jesús afirma que él ha sido enviado, lo cual representa una manera de reconocer su subordinación respecto a aquél que le envía, lo cual a su vez implica una negación de que él sea un dios con un poder igual al de Yahvé o al de las personas de la "trinidad" cristiana, cuestión que se tratará más adelante con mayor detalle; y tiene además el interés de que Jesús se admira de la fe de la madre de una enferma y, en consecuencia, cura a su hija, a pesar de que la madre no es israelita, y a pesar de que, según la doctrina católica, que en este punto se opone claramente a Jesús, la fe no representa un mérito personal sino un don divino gratuito de cuya posesión nadie tiene mérito alguno, mientras que Jesús le hace ese favor atendiendo a su fe como si ésta fuera un mérito personal.
Existen otros textos que reflejan ese tribalismo religioso, como el siguiente, perteneciente al evangelio de Mateo:
18) "A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:
"No vayáis a tierra de paganos ni entréis en las ciudades de Samaría, sino id a las ovejas descarriadas de Israel" "[55].
Como observación a los pasajes citados hay que decir, en primer lugar, que el conjunto de todos ellos elimina cualquier duda acerca de la predilección exclusiva de Yahvé por el pueblo de Israel, lo cual no encaja para nada con la idea del dios universal –católico- que aparecerá con el cristianismo y del que se dirá que ama infinitamente a toda su creación. Por ello mismo, los dirigentes de la secta católica se contradicen cuando identifican a su dios, supuestamente universal, con Yahvé, que es sólo el dios de Israel, un dios inequívocamente tribal.
El cinismo de los dirigentes católicos llega al extremo de componer cánticos en honor al "Señor", utilizando como letra de dichos cánticos diversos pasajes bíblicos en los que se habla del amor del Señor por su pueblo, pero silenciando que ese pueblo no es otro que el pueblo de Israel, y dando a entender falsamente que "el pueblo de dios" es el formado por todos aquéllos que aceptan la religión católica y las consignas del Vaticano.
En cualquier caso, el tribalismo de la religión de Israel desembocó, gracias a Pablo de Tarso, en la religión "católica", universal, abierta a todos los pueblos, lo cual ampliaba enormemente el mercado y la rentabilidad económica de este negocio religioso.
En segundo lugar tiene interés señalar cómo, en diversos libros de la Biblia, la existencia de Yahvé no se presenta como excluyente de la existencia de otros dioses, tal como en este caso se refleja en el pasaje d8 antes citado. Pero la doctrina posterior de diversas religiones como la católica, alejándose del tribalismo primitivo, ha evolucionado hacia un planteamiento monoteísta, por lo que en los planteamientos de la "Biblia Católica" habría una contradicción entre los pasajes que defienden la existencia de diversos dioses y los que afirman la existencia de un único dios.
En tercer lugar, los pasajes d8, d13 y d15 tienen el interés de mostrar el carácter político y militar de la alianza de Yahvé con Israel en cuanto Yahvé se presenta como la fuerza de Israel que, por una parte, destruye a sus enemigos y, por otra, no conformándose con esa labor defensiva, se convierte además en "Dios de las batallas", una fuerza agresiva que fomenta y anima la expansión y el dominio de Israel sobre los demás pueblos, tal como se dice en el pasaje d13:
"Él nos somete los pueblos, y nos subyuga las naciones".
Resulta por ello escandaloso comprobar la falsedad de la iglesia católica al silenciar el carácter belicista del dios de Israel, tan alejado de un dios universal, de amor y de paz, como el que más adelante han procurado presentar.
Finalmente tiene interés hacer una referencia especial al pasaje d17 por diversos motivos: En primer lugar porque en él, al igual que en otros que se mencionarán en su momento, se reconoce de manera implícita que Jesús no se identifica con el dios de Israel ni es hijo de ese dios sino sólo que Yahvé, considerado en los evangelios como el único dios, le ha enviado, frase que no tendría sentido en el caso de que Jesús fuera o se considerase a sí mismo dios de Israel, pues aceptando la hipótesis de que Jesús hubiera sido "hijo de Yahvé", la frase "Dios me ha enviado" equivaldría a "Dios ha enviado a Dios", equivalencia cuya justificación se apoya en la doctrina de la iglesia católica según la cual tanto el "Hijo" como el "Padre" son Dios, por lo que la afirmación "Dios me ha enviado" carecería de sentido, ya que implicaría una absurda subordinación contradictoria de Dios-Hijo a Dios-Padre desde el momento en que la jerarquía católica proclama también que "el Padre" y "el Hijo" son "un solo Dios".
Y, en segundo lugar porque este pasaje, a pesar de que en él Jesús hace una excepción a su misión haciendo finalmente el favor que le pide la mujer cananea, afirma abiertamente:
"-Dios me ha enviado sólo a las ovejas perdidas del pueblo de Israel"[56],
lo cual es una manera evidente de insistir en el carácter tribal de ese Dios, tal como se ha podido ver en múltiples pasajes del Antiguo Testamento.
e) Como se ha indicado antes, la alianza de Yahvé con Israel tuvo un carácter especialmente belicista, tanto defensivo como ofensivo y expansionista respecto a los pueblos vecinos. Dicho belicismo iba acompañado de un odio especial contra aquellos pueblos por los que el suyo propio había sido derrotado y en ocasiones reducido a esclavitud.
También en este punto existe una contradicción entre las enseñanzas de Jesús, relacionadas con el amor a los enemigos, y las que se desprenden de una serie de textos bíblicos en los que llega a defenderse el odio contra los enemigos, odio sentido incluso por el propio Yahvé.
Como ejemplos de textos en los que Israel o el propio Yahvé manifiestan su odio feroz contra estos pueblos pueden verse los siguientes:
e1) "Perseguiré a vuestros enemigos, y éstos caerán a espada delante de vosotros"[57].
e2) "Capital de Babilonia, criminal, dichoso el que te pague el mal que nos has hecho, dichoso el que agarre a tus hijos y los estrelle contra la roca"[58].
e3) " Despierta tu furor, derrama tu ira, destruye al adversario, aniquila al enemigo [ ] Tu fuego vengador devore a los que queden, y perezcan los que oprimen a tu pueblo"[59].
Ninguno de estos pasajes es precisamente una muestra de amor y compasión hacia los enemigos de Israel sino de la sed de venganza de ese pueblo -o de su clase dirigente-, donde se presenta al propio Yahvé persiguiendo y matando a los enemigos de Israel, donde se considera dichoso al que agarre a los hijos de los pueblos enemigos y los estrelle contra la roca.
Resulta difícil encontrar alguna compatibilidad entre estas acciones y la defensa del perdón y de la misericordia, que en otros momentos aparece en los escritos bíblicos. Realmente se trata de planteamientos contradictorios, pues el odio y la sed de venganza son los extremos contrarios al amor y al perdón.
e4) "Despierta, ven a mi encuentro y mira, pues tú eres el Señor, Dios todopoderoso, Dios de Israel: levántate para, castigar a todas esas gentes, no tengas piedad de los pérfidos traidores"[60].
Y así, mientras con el paso del tiempo la piedad será considerada como una virtud especialmente importante, en este texto se pide a Yahvé que no tenga piedad de los pérfidos traidores. Peticiones como ésta no son nada excepcionales en el Antiguo Testamento, sino que son especialmente frecuentes, mientras que lo excepcional será que en algún caso Yahvé tenga piedad de los enemigos de su pueblo o de su propio pueblo cuando éste cometa el gravísimo delito de adorar a otros dioses.
Yahvé exige a Israel que le guarde fidelidad y que no adore a otros dioses. Las alusiones a esta cuestión son constantes. Veamos algunos ejemplos:
f1) "No tendrás otros dioses fuera de mí"[61].
f2) "Cuando el Señor tu Dios haya aniquilado ante ti las naciones que vas a despojar; cuando las hayas despojado y habites en sus dominios, ten cuidado para no caer en la trampa siguiendo su ejemplo, una vez que ellas hayan desaparecido ante ti. No busques, pues, a sus dioses diciendo "Yo también voy a dar culto a los dioses a quienes esos pueblos daban culto". No procederás así con el Señor tu Dios, ya que nada hay más odioso y abominable para el Señor que lo que hacían estos pueblos por sus dioses, pues incluso quemaban a sus hijos e hijas en honor de sus dioses"[62].
f3) "Si rompéis la alianza que el Señor vuestro Dios hizo con vosotros, dando culto a otros dioses y postrándoos ante ellos, entonces se desatará la ira del Señor contra vosotros y muy pronto desapareceréis de esta tierra buena que él os ha dado"[63].
El texto f1 tiene el interés especial de que afirma de manera muy escueta pero indudable la exigencia de Yahvé de ser el único Dios de Israel, pero por lo mismo tiene el interés añadido de que tal exigencia va acompañada de un implícito reconocimiento de la existencia de otros dioses, a los que Israel no debe someterse en ningún caso, reconocimiento que es contradictorio con ulteriores pasajes monoteístas del Antiguo Testamento y con la doctrina católica que proclama la existencia de un solo Dios.
Evidentemente esta supuesta preocupación de Yahvé por la actitud de Israel respecto a los otros dioses no proviene de nadie más que de los sacerdotes de Israel, obsesionados por mantener el control sobre su pueblo, pues poco podía importar a Yahvé lo que Israel hiciera, ya que al margen de que todos los dioses eran simples fantasías, en el supuesto de que Yahvé hubiera existido y hubiera sido realmente un ser perfecto, precisamente por ese motivo habría sido inmutable e imperturbable, por lo que nada hubiera podido afectarle la conducta de los israelitas respecto a él o respecto a los demás dioses.
Igualmente el texto f2 insiste en esta misma exigencia obsesiva de la exclusiva fidelidad de Israel a Yahvé, pero hace referencia igualmente a la acción criminal divina al aniquilar a los pueblos que habitaban la "tierra prometida" para entregarla a Israel, cumpliendo así una parte del pacto relacionado con "su pueblo". En efecto, se dice al comienzo de dicho pasaje: "Cuando el Señor tu Dios haya aniquilado[64]ante ti las naciones que vas a despojar ". Y, de hecho, más adelante se dice que el ejército de Israel conquista la "tierra prometida" aniquilando a sus habitantes sin otra justificación que la fundamentada en aquel fingido regalo de su dios, que, sin duda alguna, fue una invención más de los dirigentes de Israel para que sirviera de acicate al pueblo y se entregase a la lucha con mayor tesón y confianza en que la decisión de conquistar aquellas tierras, estaba fundada en la seguridad de que el propio Yahvé les daría la victoria, del mismo modo que lo habría hecho en España el apóstol Santiago -"Santiago Matamoros"-, luchando junto a los cristianos y cortando las cabezas de los musulmanes y del mismo modo que lo habría hecho la diosa Atenea luchando junto a los aqueos y en contra de los troyanos, según se narra en la Ilíada. Un argumento similar a ése sirvió posteriormente a los musulmanes para hacer su "guerra santa" y para crear en poco tiempo, mediante la ayuda de su fe y su fanatismo, un imperio extraordinario. La misma secta católica, junto con el poder militar aportado por diversas naciones, utilizó este argumento para justificar las guerras de las cruzadas y las masacres en ellas cometidas, o el exterminio de ciudades enteras como Beziers, habitada por los "herejes" albigenses, o La Rochelle, habitada por hugonotes -protestantes franceses-, o la imposición a los moriscos por parte de los "Reyes Católicos" de convertirse a la religión católica o salir de España, o la conquista de América, aniquilando o esclavizando a todo indígena que no se convirtiera al cristianismo. Así que, mientras los pueblos se iban desangrando en sus luchas religiosas, el poder político y económico de religiones como la católica fue creciendo de modo incesante gracias a la ambición y a la falta de escrúpulos de sus dirigentes, y a la ingenuidad de las masas, que asumían ingenuamente la sarta de mentiras con que se les adoctrinaba y se les sigue adoctrinando.
Finalmente el texto f3 representa una de las muchas amenazas con que Yahvé advierte a su "amado pueblo" de que, si da culto a otros dioses, lo hará desaparecer de la tierra. Evidentemente y como en tantas ocasiones, la amenaza no proviene de nadie más que de los sacerdotes de Israel, que lo que exigen a su pueblo no es otra cosa que fidelidad a ellos mismos, a sus sacerdotes dirigentes y a sus órdenes, como supuestos transmisores de las de Yahvé, ese dios que siempre se oculta al pueblo y sólo se digna mostrarse a Moisés, aunque "de espaldas".
g) Respecto a las promesas de Yahvé acerca de la extensión de la "tierra prometida" así como acerca de la masacre total de los pueblos que habitaban aquella tierra y acerca de la defensa de Israel frente a sus enemigos, puede verse en los siguientes pasajes:
g1) "[Moisés les dijo] si amáis al Señor vuestro Dios, seguís todos sus caminos y os adherís a él, el Señor expulsará ante vosotros a todas estas naciones, aunque sean más poderosas y fuertes que vosotros, y os apoderaréis de sus posesiones. Los lugares que piséis con la planta de vuestro pie serán vuestros: desde el desierto hasta el Líbano, desde el río Éufrates hasta el mar Mediterráneo será territorio vuestro [ ] El Señor vuestro Dios sembrará delante de vosotros el pánico y el terror sobre toda la tierra en la que piséis, como os ha dicho"[65].
El texto g1 insiste en la idea de que la acción aniquiladora de Yahvé se extenderá de manera terrorífica contra los pueblos habitantes de la "tierra prometida", aunque no hayan cometido ningún delito, sino sólo para regalar a su pueblo esta tierra por cumplir con su parte de la alianza. Por si no estaba claro qué era lo que Yahvé -o los sacerdotes de Israel- quería decir a su pueblo, en otros momentos de este mismo libro bíblico aparecen frases similares.
Pero, ¿qué sentido de la justicia o de la misericordia habría existido en ese supuesto dios, que para favorecer a su pueblo lo hubiera hecho a costa de aniquilar a los habitantes de aquellas tierras? Desde luego no es nada fácil ver aquí la acción de un dios bueno, justo y misericordioso. En su lugar se ve la acción de un déspota asesino, sin misericordia e injusto. Además, ¿cómo posteriormente la secta católica tuvo la desvergüenza de presentar a su dios, identificado con el mismo dios de Israel, como dios universal que amaba a todos los seres humanos con un amor infinito? Parece que el cinismo de los fundadores del cristianismo sólo quedó superado por la ingenuidad y la ignorancia de quienes les siguieron durante aquellos primeros años desde su creación y de los que les han seguido desde entonces.
g2) " en las ciudades de estas naciones que el Señor tu Dios te da como heredad no dejarás ni un alma con vida. Consagrarás al exterminio a los hititas, amorreos, cananeos, pereceos, jeveos, y jebuseos, como te ha mandado el Señor, tu Dios"[66].
Este pasaje es un ejemplo de los que tanto abundan en el Antiguo Testamento en los que Yahvé ordena de manera fría, inflexible e injusta no dejar ni un alma con vida, exterminando en este caso a los pueblos que habitaban la "tierra prometida" antes de ser ocupada por el pueblo de Israel.
Pero, ¿cómo se puede defender la creencia en un dios tan cruel, que da esas órdenes tan injustas y asesinas en lugar de buscar -o crear- para su pueblo gracias a su infinito poder un lugar apropiado en el que pudiera instalarse sin tener que matar a los habitantes de otras tierras? ¿Cómo un Dios, tan exclusivamente pendiente de su pueblo y tan déspota y cruel con los demás, iba a poder convertirse en un Dios universal? Sólo la ambición política y económica, y la falta de escrúpulos de los dirigentes religiosos junto con la ingenuidad del pueblo explican este cambio sobre el que los mismos cristianos de base todavía siguen sin tomar conciencia, a pesar de poder consultar la Biblia para comprobar esta contradicción. Como atenuante respecto a esta indolencia del pueblo, hay que decir que la jerarquía católica no manifiesta ningún interés, sino todo lo contrario, en que su adoctrinado rebaño lea o conozca estos pasajes bíblicos tan contradictorios respecto a la idea de un "Dios Universal" que ama infinitamente a todos los hombres y no sólo al pueblo de Israel.
g3) " Despierta tu furor, derrama tu ira, destruye al adversario, aniquila al enemigo [ ] Tu fuego vengador devore a los que queden, y perezcan los que oprimen a tu pueblo"[67].
El interés de este pasaje consiste especialmente en su antropo-morfismo, en cuanto relaciona al dios de Israel con toda una serie de pasiones humanas, como el furor, la ira y la venganza, y en el hecho de que las peticiones que se hacen a ese dios no están guiadas precisamente por sentimientos de amor o de justicia, sino por el odio o el deseo de venganza contra los enemigos de Israel. Es evidente que tales sentimientos y tales acciones eran las que los dirigentes de Israel procuraban transmitir al pueblo en su lucha contra sus enemigos, pero no las de un supuesto dios omnipotente, cuyos sentimientos no podían depender de los avatares por los que hubiera atravesado su pueblo, avatares que -no se olvide- ese mismo dios habría predeterminado.
h) Respecto a los castigos que Yahvé infiere a su pueblo por haberse alejado de él adorando a otros dioses, dejo para más adelante una exposición más amplia, pero señalo por el momento un par de pasajes:
h1) "Israel se estableció en Sitín y el pueblo se entregó al desenfreno con las moabitas. Éstas los invitaron a los sacrificios de sus dioses, y el pueblo comió y se postró ante ellos [ ] Entonces el Señor dijo a Moisés:
-Reúne a todos los jefes del pueblo y cuélgalos ante el Señor, cara al sol, para que la cólera del Señor se aparte de Israel.
Moisés dijo a los jueces de Israel:
-Matad a todos los que hayan dado culto al ídolo de Peor.
[ ] Los que habían muerto por el castigo sumaban veinticuatro mil"[68].
h2) "[Los judíos] no exterminaron a los pueblos como el Señor les había ordenado, sino que se mezclaron con los paganos, y aprendieron sus prácticas: dieron culto a sus ídolos, que fueron la causa de su ruina, e inmolaron sus hijos e hijas a demonios. Derramaron sangre inocente, la sangre de sus hijos y sus hijas, que inmolaron a los ídolos de Canaán. [ ] Por eso el Señor se enfureció contra su pueblo y llegó a aborrecer su heredad [ ] Pero [ ] recordó su alianza con ellos, se arrepintió por su gran amor"[69].
Se observa en estos pasajes cómo los castigos más duros de Yahvé recaen contra Israel cuando éste cede a la tentación de adorar a los dioses de otros pueblos -aunque en este caso el delito es más grave en cuanto los israelitas realizan sacrificios humanos en honor a esos dioses-. De nuevo aparece en el texto anterior un rasgo especialmente antropomórfico y contrario al concepto como es el de que Yahvé se arrepintiera de sus intenciones respecto a su pueblo.
En cualquier caso, como ya se ha indicado en otros momentos, la crueldad de los castigos de Yahvé por la adoración de Israel a otros dioses no proviene del propio Yahvé, a quien poco hubieran podido importar las fantasías de su pueblo, sino de sus sacerdotes, que se sirven de "su dios", su mejor invento para mantener su control absoluto sobre el pueblo.
En estos últimos pasajes se muestra de nuevo el carácter tribal del dios de Israel -a la vez que la índole sanguinaria que le dieron sus creadores-, ligada a la exigencia a su pueblo de que no adore a otros dioses en cuanto fue él quien les salvó de su esclavitud en Egipto y es con él con quien su pueblo, a través de Abraham, realizó una alianza o un pacto de fidelidad.
El Dios de Israel, como se ha podido ver, no es un dios universal, pues no ama a los otros pueblos sino que exige su destrucción en cuanto representen un peligro para la fidelidad exclusiva de Israel a Yahvé, o simplemente en cuanto estén ocupando la tierra que Yahvé ha prometido a su pueblo. Pero, evidentemente, quienes piden y profetizan la destrucción de estos pueblos son los sacerdotes de Israel, que quieren mantener incontaminado y fuera de peligro su dominio sobre su pueblo y por ello están interesados en que éste no llegue a reconocer como propios a los dioses de los otros pueblos para evitar que Israel sea seducido por ellos y se olvide de Yahvé, es decir, para que obedezca y siga fielmente las órdenes de sus dirigentes en todo lo que quieran mandarle, y para que pague sus diezmos a los sacerdotes de Yahvé a fin de que aumente su poder económico, político y militar.
i) Del politeísmo al monoteísmo: Por lo que se refiere a la evolución de la idea del dios Yahvé, hay que señalar que en un primer momento los sacerdotes de Israel lo consideraron simplemente como uno más entre los dioses de los diversos pueblos, pero, como una proyección paralela del aumento del poder de Israel, más adelante llegaron a considerarlo como el Dios más fuerte y poderoso entre todos y, finalmente, como el único Dios, doctrina que prevaleció de manera definitiva en el Nuevo Testamento, pero implicando una contradicción con las doctrinas del antiguo, tan "palabra de Dios" como las del nuevo, según proclaman los dirigentes de la secta católica.
Así, el politeísmo de Israel, unido a la idea de que Yahvé era el Dios más poderoso, aparece en pasajes como los siguientes:
i1) " el Señor vuestro Dios es el Dios de los dioses y el Señor de los señores; el Dios grande, fuerte y temible"[70].
i2) "Porque el Señor es un Dios grande, rey poderoso más que todos los dioses [ ] Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo"[71].
Finalmente, el cambio de perspectiva por el que se pasa a considerar a Yahvé como único Dios puede observarse en textos como el siguiente:
i3) "[Ezequías oró así:] -Señor, Dios de Israel [ ], tú eres el Dios de todos los reinos de la tierra, tú has hecho el cielo y la tierra [ ] Te suplico, Señor, Dios nuestro, que nos libres de su poder [= del de los reyes de Asiria], para que todos los reinos de la tierra sepan que tú, Señor, eres el único Dios"[72].
Como ya se ha visto, Yahvé establece una alianza perpetua con Israel, y, como consecuencia de ella, Israel será "el pueblo elegido", "el pueblo de Yahvé". Sin embargo, esto no significa que la actitud de Yahvé respecto a su pueblo tenga que ser siempre de amor y de protección frente a sus enemigos, pues Israel debe cumplir con los mandatos de Yahvé y, especialmente, el de no traicionarle adorando a otros dioses.
Precisamente el texto que sigue a continuación es especial-mente duro. En él se amenaza al pueblo de Israel con terribles consecuencias en el caso de que no cumpla con las supuestas "condiciones del pacto" propuesto -o impuesto– por Yahvé, condiciones que no se nombran de manera clara en el momento en que se supone que dicho pacto se produjo, y muestra a un dios brutal y cruel en grado extremo, que representa la antítesis del dios al que el cristianismo considera como amor infinito, a pesar de que para esta secta Yahvé y Jesús se identifican, en cuanto ambos serían el mismo dios, al margen de que los creadores del cristianismo hayan considerado a la vez que Jesús era "Hijo de Dios". El dios de este pasaje no tiene escrúpulos en amenazar a su pueblo advirtiéndole de que, si no le obedece, le hará comer la carne de sus hijos y llegará a detestarle y a perseguirle con la espada. En efecto, se dice en Levítico:
"Si a pesar de todo esto no me obedecéis y seguís obstinados contra mí [ ] Comeréis la carne de vuestros hijos y de vuestras hijas [ ] amontonaré vuestros cadáveres sobre los cadáveres de vuestros ídolos y os detestaré [ ] os dispersaré entre las naciones y os perseguiré con la espada desenvainada"[73].
Pero, como ya se ha dicho, la idea de que el dios de Israel llegue a imaginar una salvajada tan brutal es contradictoria con la de su amor infinito, de la que se habla en bastantes pasajes del Nuevo Testamento.
Como puede ver cualquiera que tenga un mínimo de sensibilidad, este pasaje no muestra para nada la "infinita bondad" de una divinidad sino el modo de ser de un monstruo sanguinario y despiadado hasta extremos realmente insuperables. Y son muchas las ocasiones en que Yahvé se muestra -o se le hace aparecer- como un dios déspota y sanguinario, un dios que no tiene ningún reparo en sembrar la destrucción y la muerte por cualquier motivo insignificante o sin motivo alguno, como sucede cuando castiga despiadadamente a seres absolutamente inocentes, como en especial a los niños. Veamos algunos ejemplos:
"El Señor dijo a Elías, el tesbita:
-¿Has visto cómo Ajab se ha humillado ante mí? Por haberse humillado ante mí, no lo castigaré mientras viva, sino que castigaré a su familia en [la] vida de su hijo"[74].
Este pasaje muestra a un dios arbitrario e injusto que en esta ocasión perdona a quien se humilla ante él, pero que no por eso deja de castigar, como si el castigo fuera una condición ineludible para compensar una culpa. Pero, además, aquí de modo absurdo el castigo se desvía y se aplica a la familia de Ajab, como si ésta hubiera sido culpable de algo. El hecho de que se castigue a su familia no tiene justificación alguna, de manera que sólo puede entenderse hasta cierto punto teniendo en cuenta que en aquel tiempo la unidad familiar era tan absoluta que se la consideraba como una simple prolongación del padre, y, por eso, como en el caso del "pecado original", la culpa se extendía a los descendientes del culpable directo, de manera que Dios aplicaba un "castigo colectivo", no haciendo nada "injusto". Como se irá viendo, este pasaje está en la misma línea de muchos otros que presentan al dios de Israel como un ser arbitrario, déspota y contradictorio con el que rechaza castigar a los hijos por los pecados de los padres y, desde luego, con todos aquellos pasajes que hablan de este dios como de un ser infinitamente misericordioso, lo cual es doctrina oficial de la secta católica en la actualidad, aunque en el pasaje citado y en muchos otros la misericordia divina brilla por su ausencia.
En otros momentos es el propio Yahvé quien defiende de forma explícita su derecho a la más absoluta arbitrariedad en sus actos, que sólo se rigen por lo que a él le place y no por un criterio moral previamente establecido o por un criterio basado en su teórico amor infinito. Para entender [?] las actuaciones de Yahvé conviene tener presente que su omnipotencia se encuentra por encima cualquier norma moral, hasta el punto de que se hace decir al propio Yahvé:
"Yo protejo a quien quiero y tengo compasión de quien me place"[75],
palabras que están en consonancia con la omnipotencia señalada pero en contradicción con la doctrina que defiende la misericordia infinita de Yahvé, pues ésta encuentra su límite en la omnipotencia por la que Yahvé hace lo que le place. Pero además conviene insistir a estas alturas en que las contradicciones de la Biblia no tienen nada que ver con la supuesta inspiración del "Espíritu Santo" sino con la astucia, la fantasía y los intereses de quienes los escribieron, intereses especialmente ligados a la clase sacerdotal de Israel, que escudándose en su dios Yahvé, justificaba las acciones despóticas y criminales con que castigaban a su pueblo como si ejecutasen las órdenes de este despótico dios a fin de que el atemorizado pueblo les obedeciera ciegamente.
Poco más adelante el mismo Yahvé proclama que es un Dios celoso, y, por ello mismo, añade en tono amenazador:
"No tendrás otros dioses fuera de mí [ ] porque yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la maldad de los que me aborrecen en sus hijos hasta la tercera y cuarta generación"[76].
Tras estas declaraciones se perciben de nuevo las artimañas de los dirigentes de Israel, al poner en el dios forjado por su imaginación esas imperfecciones antropomórficas de los celos y de la venganza irracional, no siendo conscientes de que a un dios autosuficiente y perfecto no podría afectarle en lo más mínimo la mayor o menor lealtad de sus "fieles", y como si ese dios, teóricamente inmutable, pudiera llegar a indignarse por la maldad de los hombres hasta el punto de sentir el deseo de castigarles, a ellos y a su descendencia, de un modo tan despótico e injusto.
Además, el hecho de que Yahvé diga que es "un Dios celoso" lo descalifica por completo como "dios perfecto", pues, como ya se ha comentado, la perfección divina implicaría su absoluta impasibilidad e invulnerabilidad, de manera que ni el hombre ni ningún otro ser podrían afectarle lo más mínimo en su inmutabilidad. Por ello, la idea de que Yahvé fuera un dios celoso fue uno más de los inventos de los sacerdotes de Israel o de quienes escribieron los pasajes bíblicos correspondientes para justificar de algún modo las barbaridades que ordenaban, escudándose en su nombre.
Las amenazas de Yahvé con castigos aplicados "hasta la tercera y cuarta generación", especialmente abundantes en el Antiguo Testamento, son una muestra más del despotismo tan injusto con que los sacerdotes de Israel crearon esta divinidad, al margen de que haya un momento al menos en el que se defiende la idea -en contradicción con tantas actuaciones divinas opuestas- según la cual "los hijos no pagarán las culpas de sus padres". De hecho y de modo reiterado, en este mismo libro vuelve a hablarse de Yahvé insistiendo en esta misma amenaza según la cual
" castiga la iniquidad de los padres en los hijos y nietos hasta la tercera y cuarta generación"[77].
Otro de los muchos textos especialmente sanguinarios, injustos y crueles del dios de Israel es el que, dirigiéndose a Moisés, caudillo de su pueblo supuestamente nombrado por Yahvé, y a los comandantes de su ejército les dice:
¿Por qué habéis dejado con vida a las mujeres? Fueron ellas precisamente las que, siguiendo el consejo de Balaán, sedujeron a los israelitas, apartándolos del señor [ ] Matad, pues, a todos los niños varones y a todas las mujeres que hayan tenido relaciones sexuales con algún hombre"[78].
Llama la atención en este texto comprobar con cuánta facilidad Yahvé -a través de Moisés- ordena la muerte de mujeres y de "niños varones" considerando que las madres "sedujeron a los israelitas, apartándoles del Señor". ¿Qué habría que decir de un dios que hubiese dado una orden semejante, tan cruel y tan injusta? ¿Cómo es posible que de nuevo ahora los católicos sigan siendo engañados cuando se les dice que Yahvé, aquel dios tan salvaje, es el mismo al que ahora veneran como "Dios Padre"? Desde luego, un dios así sólo puede tener sentido para mentes primitivas en las que la racionalidad apenas ha comenzado a dar sus primeros pasos, de manera que la creencia en un ser semejante sólo nos sirve para vislumbrar cómo pudo ser la sociedad israelita de aquellos tiempos, pues, como dice Marx, la superestructura ideológica de una determinada formación social, como en este caso la religión de Israel, sólo es el reflejo de aquella estructura social, férreamente dominada por sus dirigentes y compatible con la creencia en semejante dios criminal, para quien la vida de los niños carecía por completo de importancia.
De nuevo se observa aquí cómo el mayor delito de los israelitas es el que se relaciona con cualquier acción que pueda alejarles de su sometimiento a Yahvé, o, lo que es lo mismo, de su sometimiento a los sacerdotes del supuesto Yahvé.
2.4. Yahvé, asesino de mujeres y niños
La crueldad despótica de Yahvé -o, más exactamente, la de sus sacerdotes- contra mujeres y niños es realmente asombrosa. Tal forma de comportamiento representa la máxima expresión de la injusticia y la crueldad, y en ningún caso podría representar la actitud de un dios considerado como bondad y amor infinitos. A pesar de que muchos de los pasajes que se muestran a continuación representan una reiteración de abundantes acciones criminales que reflejan la crueldad de Yahvé, tiene interés exponerlas porque, a pesar de la enorme gravedad de las barbaridades que en la Biblia se cuentan, parece que la gran mayoría de católicos no ha llegado a tomar conciencia del carácter contradictorio de ese dios, su dios, seguramente porque son muy pocos quienes han leído la Biblia y menos quienes lo han hecho con alguna atención, sin prejuicios y sin dejarse manipular por los dirigentes católicos. Veamos a continuación algunos textos especialmente significativos:
a) "El Señor mandó contra ellos [= contra los israelitas] al rey de los caldeos, que mató a espada a sus jóvenes en el santuario mismo, sin perdonar a nadie, ni muchacho ni doncella, ni anciano, ni anciana: Dios entregó a todos en su poder"[79].
Tal como puede verse, la matanza de Yahvé -por mediación del rey de los caldeos- se ejerce contra su propio pueblo en general, "sin perdonar a nadie", como si tuviera algún sentido que los castigos correspondientes a determinadas faltas fueran colectivos en lugar de ser individuales como las faltas mismas, olvidando, además, que las acciones humanas estarían predeterminadas por Yahvé y que los castigos no sirven para otra cosa que para satisfacer el rencor de quien se sienta ofendido, el cual en ningún caso podría ser un dios perfecto, quien estaría más allá de cualquier posibilidad humana de ofenderle y de alterar su absoluta inmutabilidad.
Pero de nuevo nos encontramos con que la preocupación de los sacerdotes de Israel por controlar a su pueblo les lleva a aterrorizarle con estos "castigos divinos", que no eran otra cosa que los castigos que los propios sacerdotes de Israel infligían a su pueblo o las derrotas sufridas por dicho pueblo, reinterpretadas a conciencia por los sacerdotes como castigos divinos, de manera que, como éstos no podían decir a su pueblo que Yahvé les había abandonado sin motivo alguno en lugar de protegerles y que por eso habían sido derrotados, lo que le dicen es que ha sido el pueblo el que ha abandonado a Yahvé y que por eso Yahvé le ha castigado duramente con esa derrota y con esas muertes indiscriminadas y crueles.
b) "David dijo a Natán:
-He pecado contra el Señor.
Entonces Natán le respondió:
-El Señor perdona tu pecado. No morirás. Pero, por haber ultrajado al Señor de este modo, morirá el niño que te ha nacido [ ] Al séptimo día murió el niño"[80].
Aquí Yahvé "sólo" mata a un niño recién nacido, pero el texto tiene interés por diversos motivos: En primer lugar, porque el pecador que ha provocado el castigo divino ha sido el rey David. ¿Qué importancia tiene eso? Pues que los sacerdotes que forjan tal interpretación, como no están en condiciones de condenar ni de ejecutar al rey David para recuperar el poder que habían perdido con la ocupación de la supremacía política por parte de los reyes a partir Saúl, aprovechan la muerte de un hijo del rey David para decir que esa muerte ha sido un castigo de Yahvé, lo cual, evidentemente, aunque es una barbaridad, está en la línea de otras atrocidades de Yahvé -o de la crueldad de sus sacerdotes-. Sin embargo el pueblo parece estar acostumbrado a tales barbaridades, supuestamente debidas a la voluntad de su dios, pues, como ya sabemos, en aquella cultura los hijos apenas representan algo más que una prolongación de los padres, de manera que podían servir para pagar por las culpas de aquéllos.
Este pasaje demuestra igualmente que aquel otro de 2 Crónicas, donde se dice que los hijos no pagarán por las culpas de sus padres, sigue siendo una aguja en un pajar.
Y, finalmente, tiene también interés subrayar el machismo que implica la afirmación según la cual el niño le ha nacido a David y no a la madre del niño, que no pinta nada.
c) "[Así dice el Señor todopoderoso, dios de Israel, respecto a su propio pueblo:] Les haré comer la carne de sus hijos y de sus hijas, y se devorarán unos a otros en la angustia del asedio y en la miseria a que los reducirán los enemigos que buscan matarlos"[81].
El pecado de su pueblo por el que Yahvé toma venganza es, como en tantas ocasiones, el de haber adorado a otros dioses. El castigo, sin embargo, es de una dureza insuperable: Les condena a comerse a sus propios hijos e hijas y a devorarse unos a otros. Como es de suponer, el castigo divino es nuevamente una invención de los sacerdotes de Israel o de quien escribió este relato, pero pudo basarse en sucesos relacionados con las guerras de aquellos tiempos, cuando los prolongados asedios pudieron conducir a tales actos de canibalismo. En cualquier caso lo típico de estas descripciones consiste en que sus inventores pueden haberse basado en un hecho real en relación con el cual inventan una causa que relacionan con una supuesta actuación de Yahvé para beneficiar o para perjudicar al pueblo según que el suceso que deban explicar sea beneficioso o perjudicial para Israel, de manera que, si es beneficioso, eso significa que Yahvé ha querido premiar su fidelidad, mientras que, si es perjudicial, eso significa que Yahvé estaba indignado con su pueblo y le ha castigado. Pero no se dice que Yahvé les ha castigado porque han obrado mal sino que, si Yahvé les ha castigado, será porque han obrado mal, aunque nadie sepa en qué ha consistido su falta.
Ahora bien, de acuerdo con la Biblia y con la dogmática de la iglesia católica, los cristianos deben asumir que Dios castiga a su pueblo haciéndole cometer actos de canibalismo, despreciando la vida de seres inocentes, como niños y niñas, pues el texto es absolutamente claro y no hace falta que venga ningún intérprete oficial de la iglesia católica para iluminarnos acerca del sentido que haya que dar a éste y a otros pasajes bíblicos.
¡Qué Dios tan "justo", "bondadoso" y "misericordioso"! ¡¿Quién podría amar y adorar a semejante monstruo si existiera?! Pero, al margen de sus "virtudes", ¡tan extraordinarias!, lo que es evidente de nuevo es la existencia de una nueva contradicción entre ese dios cruel y el dios sumamente bondadoso y misericordioso de que habla la secta católica, al margen de que en último término tanto Yahvé como el dios del Nuevo Testamento no sólo son el mismo sino que además este último es tan cruel como el primero, pues, si Yahvé mataba sin piedad, el dios cristiano manifiesta su crueldad mediante el castigo del fuego eterno, castigo infinitamente más duro que la misma muerte.
d) "Oráculo contra Babilonia que Isaías, hijo de Amós, recibió en una visión: [ ] El Señor y los instrumentos de su furia vienen desde una tierra lejana, desde los confines del cielo; vienen para devastar la tierra. Dad alaridos, el día del Señor se acerca, vendrá como devastación del Devastador [ ] Al que encuentren lo atravesarán, al que agarren lo pasarán a espada. Delante de ellos estrellarán a sus hijos, saquearán sus casas y violarán a sus mujeres. Pues yo incito contra ellos a los medos [ ] sus arcos abatirán a los jóvenes, no se apiadarán del fruto de las entrañas ni se compadecerán de sus hijos"[82].
¡Quién iba a decir que ese "Devastador" tan lleno de furia irracional era a la vez nuestro "Padre amoroso"! Nos encontramos aquí con uno de los pasajes bíblicos que presentan al dios más terrorífico y brutal que pueda imaginarse, donde Yahvé y los instrumentos de su furia vendrán a devastar Babilonia -o cualquier otra región de la tierra-. Y Yahvé advierte de la serie de atrocidades que va a realizar a través de los medos: Muerte para todo el que encuentren, muerte violenta para sus hijos, que morirán estrellados contra el suelo o contra lo que sea, con el odio brutal que sugieren esas muertes absurdas y el modo según el cual se producirán. Acciones divinas más allá de toda moral y de cualquier atisbo de misericordia. Odio irracional a los seres humanos de Babilonia. Incluso el mismo Yahvé dispone que "violarán a sus mujeres". No se trata de que simplemente lo advierta o lo profetice. ¡Es él quien decide que suceda!, convirtiendo en lícito y sagrado lo que normalmente se juzga como criminal. Y por lo tanto es él quien hace todo aquello que a la vez prohíbe, simplemente porque ésa es su voluntad y porque de ese modo desahoga su ira. No es un dios de amor, es el dios del odio más terrorífico y tiránico. Y, para completar este cuadro criminal, advierte que él incita a los medos contra los babilonios y dispone que aquéllos "abatirán a los jóvenes, no se apiadarán del fruto de las entrañas ni se compadecerán de sus hijos". Es decir, no se trata sólo de matar a jóvenes y a niños sino incluso de asesinar a niños todavía no nacidos. ¡Y esa orden implacable la da ése a quien llaman "el Dios del amor", el mismo dios de los dirigentes católicos que ahora reprueban el aborto como un crimen horrendo! ¡Cuánta hipocresía hay en quienes condenan el aborto a la vez que consideran tan naturales y santas las actuaciones criminales de su dios, asesinando a niños nacidos o a punto de nacer!
Todos podemos imaginar, de acuerdo con el simple sentido común, que tales acciones no hubieran podido ser mandadas por un dios bueno y que, si sucedieron hechos similares en la historia de Israel, fueron realizados sin escrúpulo por quienes escribieron este macabro relato para atribuírselos a su dios con la intención de que el pueblo conociera hasta dónde podía llegar su cólera si se le provocaba con alguna infidelidad.
A pesar de todo, para los dirigentes de la secta católica nos encontramos ante "la palabra de Dios", de un dios veraz que habría inspirado este relato. Pero, ¡a ver quién puede mostrar un mínimo de compatibilidad entre este dios y el dios del amor, de la misericordia infinita o de la simple justicia!
Yahvé: Otras muestras de su despotismo criminal
Son tan abundantes los pasajes bíblicos en los que Yahvé se muestra como un dios amenazador, colérico, déspota y asesino que tratar de comentarlos exhaustivamente sería una labor ingente que, sin embargo, apenas aportaría alguna novedad al estudio de estas cuestiones. Por ello y para completar esta exposición añadiré sólo algunos pasajes representativos, junto con el comentario correspondiente:
"Así dice el Señor. Voy a llenar de embriaguez [ ] a todos los habitantes de Jerusalén. Los estrellaré unos contra otros, padres e hijos juntos, oráculo del Señor. Los aniquilaré sin piedad, sin misericordia, y sin compasión"[83].
En este pasaje Yahvé -o los sacerdotes de Israel- está hablando del pueblo de Jerusalén, parte esencial del pueblo elegido, y, sin embargo, no tiene reparos en manifestar sus intenciones de aniquilarlo sin hacer distinción alguna entre culpables e inocentes del delito que haya podido provocar su ira, delito que en el pasaje de Jeremías no se nombra. Dice "los estrellaré unos contra otros, padres e hijos juntos", tal como haría cualquier tirano cegado por un odio incontrolable, sin tener en cuenta para nada el más mínimo sentido de la justicia ni de la misericordia, pues, efectivamente, el propio Yahvé amenaza con aniquilar "a todos los habitantes de Jerusalén [ ] sin piedad, sin misericordia, y sin compasión", de manera que los dogmas relacionados con el supuesto amor y misericordia infinitos del dios de los católicos quedan contradichos por este dios que proclama su odio y su falta de compasión contra sus enemigos o contra quienes le traicionan adorando a otros dioses.
Ante el escándalo que algunos católicos pudieran sentir por estas muestras constantes de crueldad y de falta de amor de aquel dios del Antiguo Testamento y ante la tranquilidad que pudieran sentir con el pensamiento de que "el dios auténtico", el suyo, sería incapaz de realizar tales barbaridades, conviene recordar nuevamente que, para los dirigentes católicos, el dios del Nuevo Testamento y el dios del Antiguo Testamento son el mismo, al margen de que hayan dejado de utilizar el nombre de "Yahvé" y ahora lo llamen "Dios Padre", y que además, aunque hubieran sido dioses distintos, el dios del Nuevo Testa-mento sólo en apariencia sería mejor que el del antiguo, pues, al margen de la comedia de la encarnación, pasión y muerte de Jesús, considerado como "Hijo de Dios", ese dios que los dirigentes católicos presentan de un modo tan bondadoso, castiga a sus enemigos todavía más duramente que Yahvé, pues no les priva de la vida sino que se la concede eternamente al igual que a los buenos, a quienes premiará con la felicidad eterna; sólo que en el caso de los condenados se les "concede" la vida eterna para que su sufrimiento se prolongue eternamente en el fuego del Infierno y así ya no hará falta recurrir al castigo de sus hijos hasta la tercera y la cuarta generación como ocurría antes del invento del Infierno. Pues, en efecto, si Yahvé no había llegado a aplicar un castigo tan insuperablemente cruel como el del infierno eterno, contentándose con estrellar a padres e hijos, unos contra otros, el motivo de su "moderación" no había sido otro que el hecho de que por aquellos tiempos el pueblo de Israel creía que la muerte representaba el fin absoluto de la vida humana y su regreso al polvo de donde provenía, de manera que no se les había ocurrido todavía la audaz idea de que pudiera existir un castigo para después de la muerte. Pero, sin duda ninguna, si a los sacerdotes de Israel se les hubiera ocurrido tal idea, no habrían dudado en introducir inmediatamente la doctrina del castigo eterno como una superación de todos los demás castigos debidos al odio vengativo de Yahvé.
Por ello la contradicción no se encuentra en el odio del dios del Antiguo Testamento frente al amor del dios del nuevo, sino en este mismo dios de toda la Biblia -o lo que de él escriben sus diversos autores- frente a la serie de doctrinas mediante las cuales, a pesar de lo ya señalado, los dirigentes católicos se empeñan en seguir hablando de ¡un dios que ama a los hombres con un amor infinito! cerrando los ojos a esta serie de castigos tan bárbaros, injustos y crueles, propios tanto del dios del antiguo como del dios del Nuevo Testamento ¿Cómo es posible proclamar la doctrina sobre la infinita bondad del dios judeo-cristiano cuando resulta tan fácil conocer la cruel barbarie de este dios, creado por los sacerdotes y "profetas" de Israel?
"Por eso, así dice el Señor todopoderoso: [ ] Convertiré a Jerusalén en un montón de piedras, en una guarida de chacales; dejaré desiertas y sin habitantes a las ciudades de Judá"[84].
Como suele suceder en los escritos de Jeremías, los motivos de la ira de Yahvé son confusos, pero casi siempre se trata de algún asunto relacionado con que los israelitas han adorado a otros dioses o que no adoran a Yahvé como merece y se olvidan de él. Pero, en teoría, tal actitud no debería constituir motivo de enfado para un dios inmutable cuyos sentimientos -si es que a un dios perfecto se le pudieran atribuir sentimientos sin caer de nuevo en el antropomorfismo- no tendrían por qué estar condicionados por la actitud de los hombres hacia él, pues un dios cuyos sentimientos dependieran en alguna medida de la actitud de hombre no sería omnipotente ni inmutable y, en consecuencia, no sería dios en el sentido de un ser perfecto e inmutable. Pero, si además ese dios tomase el tipo de represalias que en este mismo texto se mencionan, sólo demostraría tener sentimientos de odio, de sed de venganza, de despotismo salvaje y de falta de misericordia, cualidades que serían contradictorias con las que en otros momentos se le atribuyen, como cuando dicen de él: "Dios es amor".
"Por todos los collados del desierto llegan los devastadores, porque el Señor empuña una espada devastadora, de un extremo al otro de la tierra; no hay paz para nadie"[85].
De nuevo Jeremías manifiesta su truculenta imaginación presentando a Yahvé empuñando "una espada devastadora, de un extremo al otro de la tierra". Se trata de un dios terrorífico que siembra la destrucción y la muerte, un dios nuevamente contradictorio con aquél que ama y manda amar a los propios enemigos. Y, sin embargo, para los dirigentes de la iglesia católica se trata de su mismo dios, pues proclaman que Yahvé es dios y que Jesús es hijo de ese mismo dios, con el cual se identifica y se diferencia -¡a ver quién entiende eso!- al margen de que procuren ocultar tal contradicción escondiendo al dios de Jeremías, ignorándolo en las diversas lecturas litúrgicas dirigidas a su fiel rebaño, en sus oraciones y demás ceremonias, para que nadie asocie al dios de los católicos con el dios de Israel, tan déspota y cruel. Y, sin embargo, resulta que "Dios Padre" es tan cruel como el propio Yahvé, pese a su apariencia de manso cordero, pues amenaza y castiga con el fuego eterno a la mayor parte de la humanidad, ya que pocos son los escogidos para la salvación eterna. Por ello, ante esta crueldad gratuita representada por un castigo que no tiene otra finalidad que el castigo mismo, la crueldad del dios católico llega a superar a la del mismo Yahvé, quien, al fin y al cabo, sólo castiga al hombre con la muerte, con el regreso al polvo del que fue formado.
"Entonces el Señor me dijo:
-No intercedas a favor de este pueblo. Aunque ayunen, no escucharé su súplica; aunque ofrezcan holocaustos y ofrendas, no los aceptaré; con espada, hambre y peste los exterminaré"[86].
De nuevo tenemos aquí al dios de Jeremías, pero con el matiz añadido de que en esta ocasión, en contradicción con la misericordia infinita que, según los dirigentes de la secta católica, debía caracterizarle, se muestra inflexible y carente de misericordia, aunque se le suplique y se le ofrezcan sacrificios. De nada sirve el arrepentimiento. La cólera de este dios no tiene límites y sólo se aplaca mediante el sufrimiento y la muerte de quien la haya provocado, y, en muchos casos, también con la de su descendencia. Nos encontramos ante un dios absurdamente colérico, un loco, un sádico insaciable. Pero además nos encontramos ante un dios que ni es omnipotente ni es inmutable, pues está a merced del ser humano, el cual es capaz de provocar en él emociones de cólera, de crueldad, de insaciables deseos de venganza.
¿Es ése el dios tan bueno, que tanto nos quiere, capaz de dar su vida por nosotros? Es, sin duda de ninguna clase, un dios contradictorio con el supuesto dios infinitamente misericordioso del que hablan los dirigentes de la secta católica, cerrando los ojos a sus crueles venganzas y a su falta de misericordia, que, por otra parte, persisten más adelante con su "fuego eterno".
"El Señor es un Dios celoso y vengador; [ ] su ira es terrible. El Señor se venga de sus adversarios, guarda rencor contra sus enemigos"[87].
Y aquí el Dios de Nahum, similar al de Jeremías, un Dios vengativo, que no ofrece la otra mejilla y que "guarda rencor contra sus enemigos" en lugar de perdonarles, tal como lo haría un dios "infinitamente misericordioso". Ese dios está muy lejos de aquel Dios-amor del que en tantas ocasiones se habla a partir del Nuevo Testamento, pues casi siempre aparece amenazando, hiriendo y castigando "rencorosamente"; a unos con la muerte terrenal, a otros con el fuego eterno del Infierno. Así que en el fondo es lógico que se diga que se trata del mismo dios, pero no por tratarse de un dios Amor Infinito, sino porque tanto Yahvé como el dios del Nuevo Testamento coinciden en su sed de venganza, una venganza descomunal y sin sentido alguno. Y, evidentemente, hay una contradicción entre este dios "que guarda rencor contra sus enemigos" y el supuesto dios, amor y misericordia infinitas, del que hablan los dirigentes católicos.
Una peculiaridad de la absurda crueldad de Yahvé, ese dios que en el Nuevo Testamento se muestra en ocasiones como "justo y misericordioso", es la que aparece en forma de castigos totalmente incomprensibles en pasajes como los siguientes:
"El Señor castigó a la gente de Bet Semes porque habían mirado el arca del Señor; hirió [= mató] a setenta hombres de entre ellos"[88];
"Entonces el Señor se encolerizó contra Uzá; lo hirió por haber tocado el arca con la mano, y allí mismo murió delante de Dios"[89].
En estos pasajes y al margen de la absurda desproporción de este castigo por "el delito" (?) cometido por "la gente de Bet Semes", que se atrevieron a mirar el arca de la alianza, o por Uzá, que de forma refleja trató de sujetar el arca para impedir que cayese al suelo, lo que llama la atención es que una simple mirada al arca de la alianza o el hecho de haberla "tocado" para impedir que cayera -es decir, una acción buena, pues buena era la intención- fueran motivos de la fulminante ira divina, esa ira de aquel dios que después, bajo la figura de Jesús, diría aquellas otras palabras, tan contradictorias con este absurdo castigo:
"Dejad que los niños vengan a mí"[90].
¿Cómo es posible esta actuación tan déspota y criminal en un dios del que a la vez se dice que es misericordia y amor infinito?
Evidentemente de nuevo la explicación de estos pasajes tan irracionales se encuentra en el sencillo hecho de que, si Yahvé era amor infinito, no pudo ser el ejecutor de tales castigos mientras que, si los ejecutó, no se puede decir de él que fuera amor infinito. Por ello, de nuevo hay que suponer, como en tantos otros casos, que fueron los sacerdotes de Israel quienes, movidos por su ambición de dominio y control sobre su pueblo, se presentaban ante él como los únicos intermediarios de Yahvé, alegando que habían sido elegidos por él entre los descendientes de la tribu de Leví. Pero, ¿quién comunicó al pueblo tal supuesta decisión de Yahvé respecto a la tribu de Leví? Pues, al parecer, el propio Moisés. Establecido tal estatus especial para Aarón y sus hijos, miembros de la tribu de Leví, los sacerdotes de Israel trataban de impedir por todos los medios que el pueblo se familiarizase con aquellos tesoros y objetos sagrados, como el Arca de la Alianza, que, según decían, se encontraban especialmente relacionados con Yahvé, y, así, para que el pueblo se hiciera una idea del carácter terrible y lejano de su Dios, tomaron "en su nombre" aquellas represalias tan absurdas contra la gente de Bet Semes, sólo por haber mirado el arca de la alianza, y contra Uzá, sólo por haberla tocado, a pesar de haberlo hecho para evitar que cayese.
Sin embargo, los dirigentes de la iglesia católica proclaman que nos encontramos ante "la palabra de Dios", y, por ello, que fue su propio dios quien tuvo esa actuación criminal ¡tan coherente! (?) con su amor infinito.
Otro ejemplo de esta actuación teatral de los sacerdotes de Israel engañando a su pueblo aparece en Éxodo, donde su autor cuenta que Yahvé indicó a Moisés los límites del monte Sinaí que su pueblo no podía cruzar, pues era en dicha montaña donde Yahvé se le iba a aparecer y le iba a entregar las famosas tablas con sus preceptos. Así, se dice en Éxodo:
"Después el Señor dijo a Moisés:
-Ve con el pueblo y purifícalos hoy y mañana; que laven sus vestidos y estén preparados para el tercer día, porque el tercer día bajará el Señor sobre el monte Sinaí a la vista de todo el pueblo[91]Tú señalarás un límite por todo el contorno diciendo: No subáis al monte, ni piséis su falda. Todo el que pise el monte morirá"[92].
Es evidente que, al igual que en otras ocasiones, los sacerdotes de Israel tienen un interés especial en hacer creer a su pueblo que Yahvé es un dios tan terrible que su visión mata, pero en realidad lo que procuran es que el pueblo no suba al monte a fin de que no descubra que todo lo relativo a Yahvé es un simple montaje urdido por sus dirigentes. No se trata de que Yahvé sea un dios terrible sino simplemente de que no existe, aunque sea el mejor invento de los sacerdotes de Israel, su mejor arma para hacerse obedecer por el pueblo, y tienen que justificar su lejanía con la excusa de que su grandeza es tan absoluta y terrible que el pueblo perecería ante su sola presencia.
Esta misma explicación, relacionada con la lejanía de Yahvé, sirve para comprender el relato de Moisés, a quien Yahvé, cuando se le aparece en el monte Sinaí, le dice que sólo puede verle de espaldas "porque de frente no se me puede ver"[93], pues quien ve a Dios de frente muere.
Parece que ni a los sacerdotes ni al pueblo de Israel se les ocurrió pensar en que el inmenso poder de Yahvé hubiera podido hacer que todo su pueblo gozase de su presencia y de su visión sin tener que morir por ello. De hecho, el pasaje ya mencionado en el que Jesús dice "dejad que los niños vengan a mí"[94] es un claro ejemplo de la contradicción entre el Dios tan lejano del monte Sinaí y el tan cercano de pasajes evangélicos como este último.
"Así dice el Señor todopoderoso: [ ] Así que vete, castiga a Amalec y consagra al exterminio todas sus pertenencias sin piedad; mata hombres y mujeres, muchachos y niños de pecho, bueyes y ovejas, camellos y asnos"[95].
La brutalidad de Yahvé se muestra aquí mezclada de nuevo con actuaciones absurdas y de extrema crueldad. ¿Qué justificación tiene esa matanza de "hombres y mujeres, muchachos y niños de pecho, bueyes y ovejas, camellos y asnos". ¿Qué culpa podían tener, especialmente los "muchachos y niños de pecho, bueyes y ovejas, camellos y asnos"? ¿Dónde se esconde la bondad de Yahvé? ¿Dónde la justicia? ¿Dónde el amor, cuando ni siquiera es capaz de respetar la vida de los "niños de pecho"? ¿Está reservado exclusivamente para los hijos de Israel? Pero tampoco, porque sólo lo manifiesta mientras se encuentre de buen humor y no tiene escrúpulos a la hora de realizar matanzas contra ellos por no haberle sido suficientemente fieles.
Pero, como ya se ha dicho en varias ocasiones, la única explicación para tanta crueldad absurda consiste en comprender que no es Yahvé quien tiene ese comportamiento, sino los sacerdotes dirigentes del pueblo, que han creado a Yahvé para asegurar su dominio sobre su pueblo con sus amenazas y con sus brutales castigos.
"Dad gracias al Señor [ ] porque es eterno su amor [ ] Dad gracias al Señor de los señores [ ] Al que hirió a los primogénitos de Egipto, porque es eterno su amor"[96].
En esta ocasión nos encontramos ante otro texto contradictorio, tal como puede comprenderse a primera vista, pues en él se dice que el amor de Yahvé es eterno, pero de manera asombrosa se justifica tal afirmación con el argumento de que hirió [es decir, mató] a los primogénitos de Egipto. La única explicación que en principio podría parecer que libra al texto de la contradicción es que en él se habla del amor de Yahvé a los israelitas, pero no del amor de Yahvé a los egipcios o a cualquier otro pueblo. No obstante la contradicción permanece en cuanto se considere que ese dios es el mismo que aquél que, según los dirigentes católicos, siente un amor infinito por el conjunto de la humanidad.
Por otra parte, lo que es el colmo del sarcasmo es que se diga que el amor de Yahvé es eterno […] porque mató a los primogénitos de Egipto, teniendo en cuenta especialmente que tales primogénitos no tenían culpa ninguna de la actitud de su faraón cuando éste trató de impedir que los israelitas marchasen de Egipto, y que la acción de Yahvé -o lo narrado en este pasaje bíblico- habría sido injusta, despótica y lo más contrario al amor.
Este pasaje de Salmos ha sido utilizado por los dirigentes de la secta católica para sus cánticos litúrgicos con la intención de presentar a su dios desde una perspectiva que resulte especialmente atractiva para su fiel rebaño, pues, si compusieran sus cánticos a partir de aquellos otros pasajes, mucho más abundantes, en los que se muestra el odio, las constantes amenazas, los castigos y la crueldad de Yahvé, existiría el peligro de que las iglesias se vaciasen en pocas semanas. Por este motivo, los dirigentes de esta secta procuran pasar por alto estos pasajes, y, en su lugar, presentan a un dios bondadoso y lleno de amor, pero contradictorio con él que mata sin misericordia a niños totalmente inocentes.
"Un hombre de Dios llegó donde estaba el rey de Israel, y le dijo:
-Así dice el Señor: Los sirios dicen: "El Señor [Yahvé] es Dios de las montañas, pero no de los valles". Pues bien, los entregaré en tu poder, para que sepáis que yo soy el Señor [ ] Al séptimo día se entabló la lucha, y los israelitas mataron en un solo día cien mil sirios de a pie"[97].
¡Con cuánta facilidad mata Yahvé a ¡cien mil sirios! para demostrar a su pueblo que él es el Señor, el más poderoso! ¡Cuánto orgullo y vanidad cruel hay en ese dios! ¡Vaya desprecio por la vida de quienes adoran a otros dioses! ¡Vaya dios más déspota! Pero, claro está, como en tantas otras ocasiones, hay que recordar que Yahvé no es otra cosa que un invento de la clase sacerdotal israelita que hace decir o hacer a Yahvé aquello que en cada momento considera más conveniente para controlar y dominar a su pueblo, amenazándole con hacerles a ellos lo mismo que a los sirios en el caso de que se desmanden y se les ocurra adorar a otros dioses, es decir, en el caso de que dejen de hacer aquello que les ordenan los sacerdotes "en nombre de Yahvé", pues saben que el pueblo obedecerá mucho más diligentemente al terrorífico Yahvé que a ellos, que son simples mortales como el resto del pueblo.
"Aquella misma noche, el ángel del Señor vino al campamento asirio e hirió [= mató] a ciento ochenta y cinco mil hombres. Cuando se levantaron por la mañana, no había más que cadáveres"[98].
Y ahora les toca a los asirios: ¡Ciento ochenta y cinco mil muertos en una sola noche! ¡más muertos que los causados por la bomba de Hiroshima!, aunque en esta ocasión el propio Yahvé no se mancha las manos directamente sino que envía a su "ángel exterminador". Al parecer, el autor de pasajes como éste, no se percató de que un ser tan poderoso como Yahvé no necesitaba enviar a nadie para cumplir sus caprichos criminales, pues, dada su omnipotencia, le bastaba su simple voluntad para que sus caprichos se cumpliesen. Yahvé respeta la parte de su pacto impuesto: Mata a los enemigos de su pueblo para que éste tenga la seguridad de que su dios es el más poderoso y de que, siéndole fiel, las cosas le irán mucho mejor. Pero de nuevo, como ya se ha dicho, tras el nombre de Yahvé se esconden los sacerdotes israelitas, que utilizan este montaje para tener mejor controlado a su pueblo, a pesar de que las acciones que hacen realizar a Yahvé sean realmente despóticas y criminales.
"Pecaj, hijo de Romelías, mató en un solo día ciento veinte mil guerreros valerosos de Judá: todo por haber abandonado al Señor, el Dios de los antepasados"[99].
Precisamente en este último texto se cumple lo indicado en el comentario anterior: Si antes la matanza de Yahvé se había dirigido contra los enemigos de Israel, ahora se dirige contra su propio pueblo, contra quienes le habían abandonado, como si a Yahvé pudiera importarle que su pueblo le adorase o le dejase de adorar.
El objetivo principal que los sacerdotes de Israel pretenden es tener dominado al pueblo y esto se consigue o bien ejerciendo la violencia contra sus enemigos, o bien contra su propio pueblo, o bien contra ambos, según demanden las circunstancias. Pero este objetivo se logra mucho mejor si se consigue convencer al pueblo de que quien ejerce la violencia es el propio Yahvé, a pesar de que quienes la ejercen son los mismos sacerdotes, que aterrorizan al pueblo con amenazas de muerte para que se mantenga fiel y obediente a las órdenes de Yahvé, es decir, a las que ellos mismos le dan "en nombre de Yahvé".
"Voy a barrerlo todo de la superficie de la tierra, oráculo del Señor. Barreré hombres y ganados, barreré aves del cielo y peces del mar; haré perecer a los malvados, eliminaré a los hombres de la superficie de la tierra, oráculo del Señor"[100].
Una nueva barbaridad, más propia, sin duda, de un psicópata asesino que de "un dios amor infinito". ¡Y nos escandalizamos de Hitler! En este caso se trata de un "oráculo" de una destructividad total y más irracional de lo que pudiera imaginarse: Se dice en Génesis que Yahvé creó el mundo y creó al hombre, y, en aquel famoso momento, "vio Dios que era bueno". Además, por su omnipotencia y su predeterminación programó a los hombres para que hicieran todo aquello que él había decidido. Y, sin embargo, ¡ahora se le ocurre renegar de cualquier ser vivo de su creación, incluido del propio ser humano, a pesar de que todo lo aparentemente realizado por el hombre ¡estaba predeterminado por él!, y a pesar de que por su omnisciencia ¡Yahvé sabía de antemano como se comportarían los hombres en todo momento! Así que, si acaso, Yahvé debería haberse aniquilado a sí mismo, si no estaba de acuerdo con su obra. Además, anteriormente, cuando, según el mito del "Diluvio Universal", casi había llevado a cabo esta misma bárbara decisión exterminadora y sólo había dejado vivos a Noé y a su familia, ¡¡prometió que nunca más volvería a realizar una salvajada semejante!! Se dice, en efecto en Génesis:
"Ésta es mi alianza con vosotros: ningún ser vivo volverá a ser exterminado por las aguas del diluvio, ni tendrá lugar otro diluvio que arrase la tierra"[101].
Y, sin embargo, en el pasaje de Sofonías, su autor llega a superar al mismo Jeremías a la hora de imaginar brutalidades para desahogo de su dios, hasta el punto de profetizar, de modo contradictorio con las anteriores palabras de Yahvé, ¡la eliminación de todos los hombres y de todo bicho viviente! ¿Cómo es posible tal contradicción? Si Yahvé no podía contradecirse, dada su infinita sabiduría, es evidente que quien escribió este pasaje no pudo estar inspirado por ese dios. Parece evidente que el motivo de esta contradicción consiste en que su autor no recordaba -o creyó que el pueblo no recordaría- que Yahvé prometió que nunca más haría una barbaridad como la de aquel diluvio universal.
" exterminaré por completo a todos los habitantes de la tierra"[102].
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